El hombre de Cromañón tenía la cara llena de nódulos benignos

El primer ejemplar descubierto del hombre de Cromañón tenía la cara llena de nódulos benignos debido a una enfermedad genética, según un equipo de investigadores franceses.

Hallado en 1868 en una cueva de Les Eyzies de Tayac, en el suroeste de Francia, el primer esqueleto de cromañón es el de un Homo Sapiens varón de unos 28.000 años de antigüedad.

Con ocasión del 150º aniversario de su descubrimiento, el fósil, cuyo cráneo se conserva en el Museo del Hombre en París, ha sido reexaminado por el forense y antropólogo Philippe Charlier (izquierda) de la Universidad de Versalles-Saint-Quentin-en-Yvelines (UVSQ), y otros investigadores como el paleoantropólogo Antoine Balzeau.

A raíz de esos estudios, "hemos hecho una propuesta de diagnóstico: padecía una neurofibromatosis de tipo 1", explicó Charlier a la AFP.

Esa enfermedad genética provoca el desarrollo de tumores benignos de los nervios periféricos, tanto superficiales como profundos (neurofibromas), así como la aparición de manchas en la piel.

La investigación fue publicada este viernes en la revista médica The Lancet.

El equipo de expertos hizo un examen antropológico y médico sobre el hombre de Cromañón realizándole un micro-escáner en el Museo Nacional de Historia Natural. Luego compararon los datos extraídos con los de distintos registros anatómicos y patológicos en Francia, lo cual les permitió hacer su diagnóstico.
Detalle frontal de la erosión ósea en el examen de micro TC; la barra es 0,5 cm.

El cráneo del hombre de Cromañón "presenta una lesión al nivel de la frente que corresponde a la presencia de un neurofibroma que habría desgastado el hueso", indicó Charlier.

"Su conducto auditivo interno izquierdo también resultó dañado, presumiblemente por un tumor que engordó", añadió.

Con esa propuesta de diagnóstico, "hemos realizado una reconstrucción realista de la cara de ese hombre de edad mediana, teniendo en cuenta su patología", explicó.

Y su rostro apareció lleno de neurofibromas: un gran nódulo en la frente, otros más pequeños en las cejas y algunos cerca de la nariz y de los labios. "Tenía en todas partes", dijo Charlier.

Fuente: diariouno.com.ar | 30 de marzo de 2018

Mujeres expertas en alfarería extendieron la Cerámica Cordada por el Báltico hace 5000 años

Cerámica Cordada recuperada en el sur de Finlandia. Crédito: Elisabeth Holmqvist-Sipilä

La alfarería floreció durante la Cultura de la Cerámica Cordada de finales del periodo Neolítico en la región del Mar Báltico. ¿Fueron solo los nuevos conocimientos técnicos de la misma los que llegaron a la zona? ¿O se produjo una inmigración de artesanos que dominaban esas nuevas técnicas? ¿Son bienes importados los objetos arqueológicos de este tipo y época encontrados en Finlandia, o fueron hechos a partir de arcilla finlandesa por artesanos locales que habían aprendido la nueva tecnología? Estas son las preguntas que han intentando responder los autores de un estudio reciente que está considerado como el más detallado de su tipo llevado a cabo hasta la fecha en los países nórdicos.

El equipo de Elisabeth Holmqvist-Sipilä (izquierda), del laboratorio arqueológico de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, cartografió las rutas de llegada de la alfarería y las comunidades que representan el complejo de la Cultura de la Cerámica Cordada (hacia los años 2900-2300 antes de Cristo) a los países nórdicos mediante la identificación de las áreas donde se fabricaba. La Cerámica Cordada era muy diferente de la cerámica anterior de la Edad de Piedra. Representaba una nueva tecnología y estilo, y, como nueva innovación, utilizaba cerámica triturada (o cerámica rota) mezclada con la arcilla.

Finlandia, Estonia y Suecia, tenían al menos cinco áreas de fabricación diferentes para la Cerámica Cordada, los cuales se dedicaban al comercio activo de la misma en el Mar Báltico hace aproximadamente 5000 años. Häme, en el sur de Finlandia, tenía un centro de fabricación de cerámica que puede describirse como cuasi industrial en términos neolíticos, y diseminó sus productos a lo largo de la costa finlandesa y hacia Estonia.

Influencias orientales de moda en Suecia

Tradicionalmente, los arqueólogos suecos han venido suponiendo que la alfarería de la Cultura de la Cerámica Cordada llegó a Suecia desde el sur. Sin embargo, ahora parece claro que las influencias orientales estaban particularmente de moda durante el Neolítico, y que tanto la alfarería como las personas que pertenecían a la cultura que la fabricaba llegaron primero al este de Suecia desde Finlandia y Estonia. Tal circunstancia no fue un suceso unidireccional y único: hubo muchos contactos activos en todas direcciones a lo largo y ancho de la región del Mar Báltico durante el periodo, lo cual resulta evidente por el hecho de que la alfarería que se hacía en Suecia con el paso del tiempo acabó apareciendo en Finlandia y Estonia.

Micrografía de cerámica triturada mezclada con la masa de arcilla de una olla de Cerámica Cordada. Crédito: Elisabeth Holmqvist-Sipila

Artesanas expertas

En las sociedades tradicionales eran normalmente las mujeres las que se encargaban de la artesanía alfarera y también era común para ellas cambiar de lugar de residencia cuando formaban pareja con un hombre y fundaban con él una nueva familia. Los análisis de sepulturas de la Cultura de la Cerámica Cordada muestran que las mujeres tenían una mayor probabilidad de recibir objetos de alfarería como regalos fúnebres, y los análisis de restos mortales de personas de aquellos tiempos enterradas en cementerios europeos indican que las mujeres también tenían mayor posibilidad de cambiar de lugar de residencia en algún momento de su vida.

Es probable que los primeros artesanos de la Cultura de la Cerámica Cordada que llegaron a las costas suecas o a las finlandesas en el Báltico fueran mujeres que aprendieron su oficio en su lugar de nacimiento. Habrían empezado a usar la arcilla disponible en su nuevo hogar, pero la mezclaron con trozos triturados de cerámica que habían traído con ellas. Quizás esta fue la forma de darle continuidad en su nuevo lugar de residencia a la tradición alfarera que habían aprendido en su tierra natal, manteniendo así en sus vidas cotidianas una conexión simbólica con sus familias y los miembros de sus anteriores comunidades.

El nuevo estudio establece que las artesanas cualificadas llegaron a Suecia particularmente desde Estonia y Finlandia, dado que tanto el origen geoquímico como los vínculos culturales de la alfarería importada indican una conexión con la región. Las similitudes culturales a su vez vinculan las primeras comunidades de la Cultura de la Cerámica Cordada en Finlandia y Estonia con la parte oriental del Golfo de Finlandia.

Mapa de la red de intercambio de cerámica del Neolítico en la región del Mar Báltico. Crédito: Elisabeth Holmqvist-Sipilä.

Los fenómenos internacionales de la Edad de Piedra están inscritos en la cerámica

La red de intercambio comercial también sugiere que incluso durante la Edad de Piedra, el Mar Báltico fue menos un obstáculo y más una conexión entre comunidades, uniendo Finlandia a una cultura europea más amplia.

El estudio examinó la cerámica de 24 sitios arqueológicos en Finlandia, Estonia y Suecia. El objetivo era determinar la composición geoquímica y el origen geológico de la Cerámica Cordada, es decir, de dónde provenía la arcilla. El proyecto implicó la cooperación internacional e interdisciplinaria entre un grupo de arqueólogos de Finlandia, Suecia y Estonia, y un grupo de Físicos expertos en materiales.

"Los fenómenos prehistóricos internacionales pueden ser evidentes en los objetos cotidianos, como la vajilla y los viejos fragmentos de cerámica triturados en la arcilla con la que fueron hechos", dice Holmqvist-Sipilä. "La cerámica era tan importante para su propietario que se transportaba en los largos viajes. Ahora, miles de años después, cuando la mayoría de las cosas se han convertido en polvo, son estos objetos los que cuentan la historia de las rutas tomadas por las gentes y sus pertenencias".

Fuentes: Noticias de la Ciencia | PHYS ORG | 28 de marzo de 2018

Descubren veinte nuevos grabados paleolíticos en el Yacimiento del Côa portugués

Fotografía facilitada por la Fundación Còa Parque, de una de las rocas descubiertas donde están representadas dos cabras bajo la técnica del "piqueteado", datas en la época del Paleolítico Superior. Veinte nuevos grabados del Paleolítico Superior fueron hallados en los últimos días en el Yacimiento Arqueológico portugués del Côa, que desde 1998 es Patrimonio de la Humanidad junto con el español de Siega Verde. EFE

Veinte nuevos grabados del Paleolítico Superior fueron hallados en los últimos días en el Yacimiento Arqueológico portugués del Côa, que desde 1998 es Patrimonio de la Humanidad junto con el español de Siega Verde.

El arqueólogo portugués Mário Reis aseguró hoy a Efe que se trata de grabados sobre piedras de pizarra, todos en la margen izquierda del río Côa (cuenca del río Duero próxima a la frontera con España), donde están representados diferentes animales y que tienen una antigüedad aproximada de 20.000 años.

Foto: Grabados rupestres de Foz Côa

Según Reis, los nuevos grabados descubiertos responden a "representaciones de cabras, ciervos y uros".

El Yacimiento Arqueológico del Côa, situado en la comarca lusa de Vila Nova de Foz Côa, limítrofe con la zona española del Parque Natural Arribes del Duero, tiene una extensión de 20.000 hectáreas y 200 kilómetros cuadrados.
Un yacimiento similar y próximo al portugués, el de Siega Verde, situado en la provincia española de Salamanca, fue declarado Patrimonio Mundial como extensión del Côa en 2010, ya que tiene grabados similares y de la misma época.

Paraje de Siega Verde

Según señaló Reis, los nuevos grabados localizados están en el término municipal portugués de Quinta da Barca Sul, uno de los enclaves en los que ya estaban identificados otros grabados.
Uno de los paneles descubiertos que más ha sorprendido a los arqueólogos fue creado bajo la técnica del "piqueteado" (incisión sobre la roca) sobre una roca de pizarra en la que se aprecian algunas cabras.

Según el presidente de la Fundación Côa Parque, Bruno Navarro, en este yacimiento, que fue descubierto en 1994, están identificadas un total de 1.293 rocas de pizarra con grabados paleolíticos.
En la parte española de Siega Verde hay identificados un total de 690 grabados. EFE

Fuentes: lavanguardia.com | zap.aeiou.pt | 29 de marzo de 2018

María Martinón: “Debemos desterrar la idea de que un fósil lleva a reescribir la prehistoria”

A finales de 2017 la paleoantropóloga María Martinón Torres (Ourense, 1974) tomaba posesión como nueva directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. Su antecesor, Alfredo González Torres, declaraba un año antes la evidente brecha de género que existía en esta institución, ya que tan solo el 22% del personal investigador eran mujeres. Martinón es miembro del Equipo de Investigación de Atapuerca desde 1998 y ha participado en varios proyectos internacionales sobre la dentición en homínidos. En la actualidad analiza las piezas dentales del homínido más antiguo de Europa.

Pertenece a una familia vinculada a la ciencia en diferentes ámbitos, desde la salud a la arqueología, ¿qué le hizo decantarse por la paleoantropología?
Probablemente crecer en un ambiente en el que había pasión por las dos disciplinas que se hermanan en la paleoantropología, la medicina y la historia. Al fin y al cabo la paleoantropología es la reconstrucción de la historia del ser humano, y cómo su cuerpo ha respondido a las diferentes presiones ambientales. Ahora sabemos que hasta la enfermedad se puede leer como la historia de la evolución y la “maladaptación” del ser humano. Las enfermedades infecciosas, por ejemplo, son la otra cara de la moneda de una especie muy abundante, muy social y que vive en comunidad, a veces hacinada, favoreciendo el contagio y la propagación de los patógenos. Cada vez está más claro que la medicina y la biología evolutiva están íntimamente ligadas.

Es la actual directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. ¿Cuál es su perspectiva de la situación de las mujeres en la ciencia y sobre todo en los altos cargos en España?
Tengo una lectura positiva y esperanzadora. Creo que las cosas están cambiando y quiero interpretar mi propia situación, humildemente, como signo de ello.

¿Cree que en España es suficientemente conocido el trabajo que se realiza en Atapuerca y la relevancia científica que tienen los hallazgos de sus yacimientos?
La verdad es que en el caso particular de Atapuerca es muy estimulante descubrir el nivel de conocimiento e interés popular general sobre los hallazgos y su significado. Mi percepción es que el trabajo que se realiza en Atapuerca es conocido y querido por la gente y en esa situación, quizá insólita en otros países, ha tenido mucho que ver el esfuerzo que se ha dedicado a la divulgación del trabajo científico que se hacía en estos yacimientos. Creo que además, en general, el periodismo científico en España es de primera categoría.

Acaba de publicar un estudio en Science sobre la dispersión del Homo sapiens por el planeta hace entre 200.000 y 175.000. ¿Puede una mandíbula o un solo hueso reescribir la prehistoria?
Debemos desterrar la idea de que un fósil o un hallazgo nos llevan a reescribir la prehistoria. Más bien la refuerzan y la definen. La reconstrucción de nuestros orígenes es como un gran edificio en continua reforma. Alguna vez, las menos, habrá que derribar una estancia, pero en la mayoría de los casos lo que hacemos es ampliarlas y abrirles ventanales que nos dan una mejor visión panorámica.

¿Cómo debemos interpretar entonces los descubrimientos sobre la evolución humana?
Teníamos visiones parciales de la historia y con cada hallazgo lo que hacemos es enriquecer nuestro alcance y comprensión, inaugurar una habitación con vistas. El estudio del maxilar humano hallado en Israel y publicado en Science nos permite adelantar la fecha de la presencia de humanos modernos fuera del continente africano al menos unos 60.000 años. No reescribe la historia pero si tiene una implicación significativa en la interpretación, por ejemplo, de los motivos por los que una especie es capaz de adentrarse en nuevo territorio. ¿Por qué migramos antes: competencia con otros humanos, necesidad de más recursos, simple explosión demográfica o curiosidad por conocer otro lugar?

Estos estudios siempre levantan polémica, ya que las dataciones y los diferentes grupos de investigación en ocasiones rebaten los resultados. ¿Por qué la paleontología está sujeta a una amplia interpretación partiendo de las dataciones y las muestras fósiles?
La ciencia construye hipótesis con las evidencias disponibles. No trabaja con verdades, sino que busca la explicación más coherente de la realidad con los datos de los que dispone. Esa explicación tiene que someterse a comprobación el resto de su vida, pero no solo en paleontología, sino en cualquier ámbito científico. Es cierto que en el caso de esta disciplina, al tratar de explicar fenómenos y episodios del pasado, nuestras evidencias, como por ejemplo los fósiles, son mucho más escasas. Así pueden existir vacíos mayores que cubrir. Pero eso, por otra parte, ha agudizado nuestro ingenio, potenciando la innovación metodológica y tecnológica que nos permita afinar o maximizar la información que se puede obtener.

¿Ocurre lo mismo con las pinturas rupestres, como las que se acaban de datar en varias cuevas españolas y que han revelado que las pintaron los neandertales?
En ese caso particular, lo que ha sucedido es que las técnicas de datación y de toma de muestras son cada vez mejores, más precisas, y ahora podemos hacer cosas que antes no podíamos como, por ejemplo, datar pinturas rupestres de esta manera tan sofisticada. No es por lo tanto que antes hubiéramos hecho las cosas mal, sino que ahora hacemos cosas que antes no podíamos.
Antes teníamos un ‘intervalo’ de tiempo para esas pinturas y ahora se ha podido afinar hacia atrás, en el tiempo, su antigüedad. Las coloca que un tiempo en el que, que sepamos, no había humanos modernos en Europa. La explicación lógica es que sus autores han sido los neandertales. Si el día de mañana encontramos humanos modernos en la península ibérica de 80.000 años, por ejemplo, tendríamos que reconsiderar la autoría de esas pinturas de nuevo. ¿Significa eso que las dataciones de las pinturas rupestres estaban mal o que nuestra interpretación de la evidencia disponible estaba mal hecha? Evidentemente no. No creo que esta revisión sea síntoma de precariedad, sino más bien de salud científica.

En este trabajo se han aplicado técnicas de microtomografía y en otro estudio reciente aplican esta misma tecnología para conocer el sexo de los fósiles de miles de años. ¿La tecnología en su campo evoluciona a la par de los avances científicos o existen nuevos retos para el análisis de los fósiles?
La necesidad de ‘exprimir’ la información que puede proporcionar los fósiles y hacerlo de una forma no destructiva ha promovido avances e innovaciones tecnológicas particularmente en el análisis de imagen. Estas han supuesto una revolución en nuestro campo. Pero lo fascinante es que nuestra especialización en este ámbito nos ha permitido proporcionar aplicaciones, por ejemplo, al campo forense.
Utilizando técnicas que son casi de rutina en la paleoantropología, como la microtomografía, hemos desarrollado una aproximación metodológica que permite estimar el sexo de un individuo a partir de las proporciones de sus tejidos dentales. Esto es particularmente útil para la identificación del sexo de víctimas, por ejemplo, en catástrofes en las que los cuerpos están incompletos y quemados. Es un bonito ejemplo de lo absurdo de diferenciar entre ciencias básicas y aplicadas. Las aplicaciones son consecuencias secundarias al avance en el conocimiento, y dirigir la investigación solo a la obtención de ‘aplicaciones’ convertiría la ciencia en un producto de supermercado.

¿En qué está trabajando en estos momentos?
En el estudio dental de la especie Homo antecessor. Existen una serie de piezas dentales que todavía no han sido publicadas y que arrojarán información, creo que muy interesante, sobre el homínido más antiguo que existe en toda Europa.

Fuente: SINC | 30 de marzo de 2018

Revelan en Italia el misterio de la mujer del Medievo que 'dio a luz' en el ataúd

Restos óseos de la mujer y del feto / Pasini et al. / World Neurosurgery

Los esqueletos fueron descubiertos en la ciudad italiana de Imola en el año 2010

Durante las excavaciones en la pequeña ciudad italiana de Imola (provincia de Bolonia) los arqueólogos encontraron en el 2010 los huesos de un feto humano en la tumba de una mujer muerta entre los siglos VII y VIII. La distribución de los huesos y un orificio en la calavera de la madre les hicieron sospechar que se trataba de un insólito parto posterior al entierro.

Los estudios detallados de ambos esqueletos y la distribución de sus fragmentos confirmaron la sospecha y ofrecieron una explicación. Los científicos plasmaron sus principales conclusiones en un artículo publicado este lunes en la revista Science Alert.

Restos óseos de la mujer y del feto (detalle) / Pasini et al. / World Neurosurgery

Para el momento del hallazgo la cabeza y el cuerpo del feto se encontraban entre las caderas de la madre, mientras que las piernas estaban en el área pélvica, como sucede durante el parto natural. A partir del desarrollo de cada hueso, los científicos pudieron determinar la edad del feto, que correspondía aproximadamente a la 38ª semana de embarazo.

El artículo destaca que la mujer, que tenía entre 25 y 35 años cuando murió, estaba a punto de dar a luz de forma normal, puesto que el embarazo dura normalmente 40 semanas.

Evidencias de haberse practicado una trepanación en el cráneo de la mujer / Pasini et al. / World Neurosurgery

Además, fue sometido a estudio el cráneo de la mujer, agujereado en su parte superior, por encima de la frente.

Desde el principio el orificio estuvo asociado con la causa de la muerte, pero los expertos lo atribuyeron finalmente a un primitivo tratamiento médico contra la subida súbita de la presión arterial (eclampsia): una enfermedad bastante típica entre las embarazadas y potencialmente mortal. Llegaron a esta conclusión debido a la recuperación parcial del tejido óseo, algo que indica que la mujer estuvo con vida durante al menos una semana después del presunto procedimiento.

Tumba y restos óseos de la mujer y del feto / Pasini et al. / World Neurosurgery

Según ha podido saber Historia y Arqueología, la escena es consistente con el fenómeno de 'parto del ataúd', sostienen los científicos. Se trata de una situación conocida también como 'extrusión fetal post-mortem', cuando el feto, ya sin vida, es expulsado del cuerpo materno por la presión de los gases fruto de la descomposición.

Fuente: RT

El mercado de Sant Antoni ocultaba un rico catálogo de los ritos funerarios romanos

Entierro infantil en una ánfora. / EMILIANO HINOJO

La necrópolis excavada muestra casi todos los formatos de cremación o exhumación del imperio. Destacan los restos de piras funerarias y de las camas decoradas en que se incineraba al difunto
La cuenta atrás para la reapertura del mercado de Sant Antoni se acerca al final. Además del edificio comercial, los visitantes podrán contemplar los muros de unos de los baluartes de las murallas de Barcelona. Pero no aún los hallazgos arqueológicos más relevantes que han aparecido durante años de trabajos: un tramo de la Via Augusta y de la necrópolis romana que se extendía a ambos lados. El pasado 19 de marzo, sin embargo, en el Muhba se avanzaron los resultados de los estudios realizados sobre el yacimiento, en el que han aparecido muestras de cada una de las variedades de rituales funerarios de los primeros habitantes de la Barcelona romana: recintos de cremación, tumbas, urnas, cupas, restos de piras y lechos funerarios…

Así que el mercado de Sant Antoni escondía en su subsuelo las pompas fúnebres de Barcino. En minúsculas y en un sentido amplio (no, no había entonces ningún Sancho de Ávila) pero también en un sentido literal: ‘pompa funebris’ era la procesión que llevaba el cuerpo del finado desde su casa hasta el lugar de cremación o inhumación, y esas pompas circularian en aquel tiempo, con trompas sonando y plañideras gimiendo, por las actuales calles de la Boqueria, Hospital y Sant Antoni Abad hasta llegar a los 50 metros de Via Augusta que aparecieron bajo el mercado.

Excavaciones en la necrópolis romana de Sant Antoni, en el 2014. / JOSEP GARCÍA
Representación exhaustiva
Carme Miró, jefa del Servei Arqueològic de Barcelona, y el arqueólogo Emiliano Hinojo, responsable de la excavación de Sant Antoni, destacan que todos los distintos formatos de rito funerario están representados en la necrópolis de Sant Antoni. Y también su antigüedad y que corresponda a una época muy acotada, no a una acumulación de sepulturas difícil de interpretar. “Son los enterramientos de la primera o segunda generación de habitantes de Barcino, de mediados del siglo I después de Cristo a mediados del siglo II. Y tanto la vía como el canal que la atraviesa son del momento fundacional”, apunta Hinojo.

En la necrópolis se han encontrado miles de fragmentos que permiten reconstruir los rituales fúnebres de los primeros barceloneses y hasta cierto punto la estructura de aquellas ciudades de los muertos que debían instalarse obligatoriamente fuera del recinto amurallado y sagrado de la ciudad, el ‘pomerium’, tanto por motivos higiénicos como religiosos. El alma del muerto debía quedar lejos, pero su recuerdo, a mano. A lo largo de los caminos, para visitarlos periódicamente y para que los viajeros pudieran ir leyendo los epitafios (aquí solo han aparecido letras sueltas) que los rememoraban. “Y esta era la vía principal de entrada por tierra a Barcino. Digamos que era una zona sepulcral de ‘alto stánding'”, valora Miró.

Los arqueólogos han identificado tanto restos de la forma de rito funerario más habitual, la cremación, como de inhumación. Han aparecido recintos de incineración: parcelas acotadas por un murete en el que se situaba el cuerpo del finado sobre una gran pira. “Tenemos casos en que sencillamente las cenizas se cubrían con tierra, y hemos encontrado los restos de la leña quemada, de los huesos y del lecho funerario en el mismo lugar de la pira; en otros casos se recogían las cenizas y se conservaban en urnas, en una cupa [una tumba parecida a un medio tonel] o incluso en un agujero en el suelo”, explica Hinojosa.

Habitantes con posibles
En otros casos se levantaban mausoleos para contenerlas, con imágenes del difunto: en Barcelona fueron desmantelados para construir a toda prisa la muralla del siglo III pero en Sant Antoni se ha encontrado también un resto de esta práctica, un realista retrato funerario de un niño labrado en el apreciado y caro mármol de Paros. “Para que alguien se hiciese traer este material para labrarlo in situ tenía que tener posibles: Barcino era una ciudad poblada por una élite acomodada”, recuerda Miró.

El hallazgo más espectacular es el de los restos de ocho lechos funerarios, un objeto del que ya apareció un ejemplar en Drassanes pero que solo muy excepcionalmente ha sido hallado fuera de Italia, así como otros elementos que recuerdan los ritos de paso de la vida a la muerte. Tras velar al muerto en su casa sobre una cama elaborada específicamente para ello y con los pies hacia la puerta (con ritos como poner monedas en sus ojos para pagar al barquero Caronte, llamar al difunto por su nombre para asegurarse que no respondía y lavar y ungir el cuerpo), era llevado en procesión al lugar donde era quemado o enterrado y se efectuaba una libación en su honor, que se repetía periódicamente. En Sant Antoni han aparecido frasquitos de cristal que contenían ungüentos que se vertían en la tumba o que, según algunas fuentes discutidas, guardaban las lágrimas de las plañideras que acompañaban al difunto.

Puzzle endiablado
Volviendo a los lechos mortuorios: se han hallado fragmentos de hueso y espigas de hierro que permiten reconstruir ocho. “Es un conjunto muy importante por su diversidad de tipologías”, se felicita Hinojosa. Su conservacion es rara y el puzzle recompuesto por la restauradora Isabel Pellejero, endiablado: poco quedaba de ellos tras colocar a difunto y lecho sobre la pira y prenderle fuego, alcanzando temperaturas de 800 a 900 grados. Un buen lecho debía ser de madera, con patas con un ánima de hierro y decoración esculpida en marfil (o de hueso, como es el caso de Barcino). Entre los ocho de Sant Antoni los hay lisos, uno decorado con motivos militares, otros con decoraciones relacionadas con el muy enológico dios Baco (sátiros, putti, ménades bailando) y uno más con motivos especialmente interesantes y aún en estudio.

Entre las inhumaciones, se cuentan cuatro cadáveres de adulto, en fosas cubiertas por tejas, el entierro más económico: llama la atención que uno de ellos esté boca abajo. Un rito que suponía una precaución adicional para asegurarse de que un dfunto infame por un motivo u otro no volviera al mundo de los vivos. “No es habitual, puede corresponder a alguien que ha muerto por una enfermedad infecciosa, o que merecía un castigo”, dice Hinojosa.

Entierro infantil en una ánfora. / EMILIANO HINOJO

No personas
Los 10 enterramientos infantiles testimonian también el trato que recibían los niños menores de 40 días, de quienes no se consideraba que fueran aún personas. No se les incineraba, y sus pequeños esqueletos han aparecido cubiertos por tejas o dentro de ánforas. Aunque alguna consideración merecían: han aparecido como ajuar funerario un biberón de arcilla, un amuleto del dios Bes y lo que parece la cabeza de una muñeca de terracota. “Tenían un área específica, porque aún no pertenecían a la sociedad”, expica el arqueólogo.

Fuente: El Periódico