Hallan en Argentina restos humanos de hace 8.000 años

La arqueóloga Gabriela Ortíz trabajando sobre los restos óseos hallados en San Pedro de Jujuy (Argentina).

La localidad de Barrancas (Argentina) fue protagonista de un importante hallazgo arqueológico. Se trata de restos humanos de unos 8.000 años que fueron encontrados por un grupo de arqueólogos del Conicet, quienes llevaban adelante una investigación en ese pueblo puneño. Si bien el hecho ocurrió hace dos semanas, recién ahora se ha dado a conocer la novedad, por lo que aún es materia de investigación.
La coordinadora de Patrimonio, Valentina Millón (izquierda), explicó que si bien no se conoce con exactitud, se estima que los restos encontrados serian de un cuerpo de épocas prehispánicas, y que tendría más de 8.000 años de antigüedad. "Sólo tenemos la certeza de que son restos humanos, no tenemos conocimiento del sexo ni la edad, dado que todavía se está trabajando sobre ellos", dijo.
El equipo del Conicet trabaja desde hace un año en un proyecto arqueológico en la localidad de Barrancas, en el departamento de Cochinoca. El descubrimiento se realizó en el marco de un proyecto, también relacionado con la revalorización patrimonial de la zona, ya que, según dijo, "como provincia somos el órgano de aplicación de la ley y tenemos un protocolo en vigencia que exige las presentaciones por parte de los equipos de investigaciones".
Millón indicó que se enviará al lugar del hallazgo un equipo arqueológico de la provincia para acompañar en el registro y en la investigación que llevan adelante los especialistas del Conicet. "Ya ha sido solicitado al equipo de investigadores el informe correspondiente para determinar cómo avanzamos", indicó.

Los restos humanos encontrados datan de hace 8.000 años.

Estudios en Buenos Aires

Tras el hallazgo, los investigadores continúan trabajando en el lugar. Según trascendió ayer habrían retornado a Buenos Aires, llevando muestras para realizar estudios, por lo que desde la provincia mantendrán contacto con ellos para conocer más novedades de los estudios que se lleven a cabo.
Cabe mencionar que se trabaja en un proyecto a fin de que la provincia cuente con un Centro de Interpretación en la localidad de Barrancas. El mismo contempla un espacio de guarda, un depósito y trabajo para la investigación arqueológica, teniendo en cuenta la importancia del sitio, ya que esta pequeña porción de la puna dispone de la reserva arqueológica más grande de Jujuy.

Fuente:eltribuno.com | 10 de noviembre de 2018

Egipto anuncia un gran descubrimiento de siete tumbas con decenas de momias de animales, estatuas y amuletos en Saqqara

Dos grandes escarabajos momificados fueron descubiertos al interior de una tumba rectangular en piedra calcárea. (Foto: EFE)

Asomaron en pareja, escondidos en un pequeño ataúd de caliza, y son un hallazgo tan singular como desconcertante. Una misión egipcia ha hallado en las arenas de la necrópolis de Saqqara las momias de dos escarabajos, las primeras de la que se tiene constancia en el antiguo Egipto, junto a decenas de gatos momificados que hallaron sepultura en el principal complejo funerario de Menfis, la primera capital de Egipto.

"Es un hallazgo singular. Hemos descubierto los ataúdes de dos escarabajos momificados. Son únicos", reconoce a EL MUNDO Sabri Farag, director general de la necrópolis de Saqqara, a unos 25 kilómetros al sur de la meseta de Giza. Es mediodía y bajo un sol radiante una comitiva de diplomáticos y periodistas se desliza por los alrededores de la pirámide de Userkaf para asistir al anuncio del enésimo descubrimiento de la tierra de los faraones.

La misión arqueológica que firma el hallazgo comenzó a horadar el terruño hace ocho meses. Y los resultados no han tardado en aparecer en una árida geografía en la que conviven humanos y animales. "Saqqara se convirtió en un gran centro para animales sagrados durante el antiguo Egipto", admite Farag desde el interior de la una de las siete tumbas desveladas por la expedición. Tres pertenecen al Imperio Nuevo y fueron usadas siglos después como cementerio de gatos. De las otras cuatro descuella la de Khufu-Imhat, el supervisor de la construcción de edificios en el palacio real.

El sitio de Saqqara es una vasta necrópolis de la región de la antigua Memphis, donde se encuentran varias tumbas y las primeras pirámides faraónicas. (Foto: EFE)

"Estamos ante un descubrimiento muy importante. Durante las tareas de excavación localizamos dos cajas. Uno de los sarcófagos, de caliza y con un insecto tallado en su exterior, contiene más de 200 escarabajos mientras que el segundo, rectangular y con tapa decorada con tres insectos en negro, alberga dos escarabajos momificados", detalla Mustafa al Waziri, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades.

"Desde que dimos con ellos, hemos preguntado a museos de Estados Unidos, Italia, Francia, Bélgica o Reino Unido en busca de ejemplares similares. Y la respuesta ha sido que no existen. Tienen ataúdes de escarabajos pero no momias. Estamos muy orgullosos", añade.
El culto a la fauna en el Egipto de los faraones alcanzó su cenit entre los periodos tardío (656-332 a.C.) y ptolemaico (332-30 a.C.) cuando, ajenos a su destino como súbditos romanos, decenas de miles de peregrinos adquirían animales embalsamados y los depositaban en enormes catacumbas con la esperanza de que el dios encarnado por los restos escuchara sus ruegos. Así, junto a los insectos envueltos en lino, el equipo ha rescatado de las entrañas decenas de momias de gatos.

Según el ministro de Antigüedades, Jaled El Enany, tres de las tumbas "remontan a la época del Nuevo Imperio y fueron utilizadas como necrópolis para gatos". (Foto: EFE)

"El lugar estaba dedicado a Bastet, una deidad con forma de gato. Durante el período tardío las tumbas horadadas en la roca en el Imperio Nuevo fueron reutilizadas como catacumbas para los felinos", apunta el ministro de Antigüedades, Jaled el Anani, a unos metros de la pedregosa sepultura. Entretanto, en el interior de una de las tumbas, Osama Saber limpia aún los gatos recubiertos de lino que permanecen esparcidos sobre la arena.

Un tesoro que ha permanecido durante milenios bajo tierra acompañado por al menos un centenar de estatuas de gatos talladas en madera y una efigie en bronce dedicada a la diosa Bastet. Entre los restos del naufragio, también se han salvado dos estatuas de cobras cuyos sendos cuerpos momificados se guardan en el interior de las figuras y el ataúd de madera de un cocodrilo que esconde "un ejemplar en muy buen estado de conservación", según El Waziri.

En el lugar también se hallaron 100 estatuas de gatos en madera dorada y una estatua de bronce, dedicados a la diosa gata Bastet. (Foto: EFE)



Del páramo también han emergido una colección de estatuas doradas esculpidas en madera que asemeja las características de un león, una vaca y un halcón y más de un millar de amuletos fabricados en fayenza (cerámica con un acabado vítreo) de deidades como Apis, Anubis -el guardián de las necrópolis y patrón de los embalsamadores que suele representarse como un hombre con cabeza de cánido-, Horus, Isis o Djehuty. Un pequeño tesoro que se completa con el hallazgo de tres vasos canopos de alabastro, donde se depositaban las vísceras del difunto; instrumentos de escritura y varios capítulos del Libro de los Muertos.

La ingente cantidad de esqueletos encontrados revela el lucrativo negocio de las granjas emplazadas en los alrededores de la necrópolis y dedicadas a sacrificar a los recién nacidos para satisfacer la frenética demanda de momias votivas. La fiebre por la momificación -que se propagó por todo el Nilo alcanzando a cocodrilos, caballos, peces o serpientes- no solo cumplió la función de regalo a los dioses, similar al fervor con el que los cristianos compran y encienden un cirio.

Amuletos fabricados en fayeza (cerámica con un acabado vítreo).

Las reliquias sirvieron además para que las mascotas acompañasen a su amo en la vida de ultratumba, proporcionasen bocado en la eternidad -especialmente los restos de reses, patos o palomas- o fuesen la encarnación de los atributos de una deidad, tal y como sucedía con los bovinos primorosamente seleccionados en calidad de manifestación terrenal de Osiris.

Las técnicas de momificación fueron variadas pero consistían básicamente en extraer las vísceras, disecar el cuerpo con sal común o natrón, ungirlo con aceites y envolverlo. El acabado final se adaptaba al bolsillo del peregrino. Para los clientes acaudalados, se despachaban momias embaladas en máscaras de cartón frente a la sencilla presentación de las más baratas. Se empleaban también sarcófagos de piedra y madera o envoltorios de cartón con la forma del animal que albergaba.

Cocodrilo momificado.

"La misión comenzó sus trabajos hace ocho meses y seguimos excavando porque nuestra labor no ha concluido", reconoce Farag. Un terruño plagado de sorpresas en el que las autoridades egipcias depositan todas sus esperanzas. "Hace dos días, cuando estábamos limpiando el último nivel de los escombros para el anuncio de hoy, encontramos una tumba que podría estar intacta. Es una zona muy prometedora que arrojará luz sobre muchos secretos". La nueva sepultura, que data de la dinastía V, podría desvelar sus misterios en cuestión de semanas.

Fuentes: elmundo.es | elcomercio.pe | ultimahora.com | 10 de noviembre de 2018

Yves Coppens: «Lo que hoy conocemos como ‘Homo’ apareció como respuesta al cambio climático»

El paleontólogo Yves Coppens - INÉS BAUCELLS

En 1974, Yves Coppens (Vannes, 1934) fue uno de los tres descubridores de Lucy, la célebre australopithecus afariensis, que entre resonancias de los Beatles y guiños a la cultura pop, permitió atar un nuevo cabo en la evolución humana y marcó todo un hito en paleoantropología: ahí estaba, con sus 3,2 millones de años y sus 52 huesos, señalando el momento más o menos exacto en el que los homínidos empezaron a alzarse sobre sus pies.

Un hallazgo que, más de cuatro décadas después, acompaña (por no decir que persigue) al paleontólogo francés allá donde vaya, ya sea en las rondas promocionales de su reciente autobiografía científica, «Origines de l’Homme, origines d’un homme : Mémoires», o en su visita a Barcelona, adonde ha viajado para participar como jurado del primer Premio Nacional de Paleontología y Arqueología auspiciado la Fundación Palarq.

«Lucy está ahí todo el tiempo, sí, pero antes de Lucy yo ya había empezado a trabajar en África en los años sesenta. Mi primer fósil es de 1961. Después de eso, en 1967 en Etiopía, encontré otro homínido. Lucy llegó en el 74. Y después vinieron otros tres homínidos. A veces parece que no haya hecho nada aparte de Lucy, aunque sí que es verdad que fue un descubrimiento muy importante», destaca Coppens.

-¿Pero diría que fue el más importante de su carrera?
-En su momento sí, ya que permitió documentar 52 huesos y reconstruir por primera vez una silueta. Es por eso que se hizo famosa: no tenías sólo un hueso o un diente para enseñar, sino toda una silueta que permitía reconstruir un cuerpo completo. Para los jóvenes, Lucy fue como una amiga cercana; hizo que la gente conectara con la prehistoria. Además, descubrimos que al mismo tiempo andaba y trepaba, y eso la convertía en un punto intermedio entre el hombre y estos de aquí [se señala los monos que decoran su corbata]. El caso es que Lucy se convirtió en todo un símbolo, y ahora existe una afectación muscular conocida como síndrome de Lucy, un complejo de Lucy, que es una enfermedad en la que la gente confunde el pasado, el presente y el futuro...

-¿De dónde le viene ese interés por la prehistoria?
-La pasión por la arqueología me viene de muy pequeño; cuando tenía seis o siete años, y ya me fascinaban las cosas antiguas. Nací y crecí en la región de Bretaña, y ahí los fósiles son muy antiguos. Hay muchas estructuras megalíticas, líneas de menhires. Mi familia tenía una casa cerca de Carnac, así que tenía mucho contacto con esas estructuras.

-¿Qué ha aprendido de la condición humana después de dedicar tanto tiempo y energía a estudiar sus orígenes?
-He entendido que lo que hoy conocemos como 'Homo' apareció como una suerte de respuesta al cambio climático, que fue muy claro en aquel momento. Cuando el clima pasó de húmedo a muy seco los prehumanos, Lucy por ejemplo, cambiaron en tres aspectos: la respiración, los dientes y el cerebro. Así, cambió la respiración y bajó la laringe, que es donde se instala el lenguaje articulado; los dientes empezaron a ser diferentes porque había menos vegetales y el 'Homo' se hizo omnívoro, empezó a comer carne; y el cerebro empezó a recibir más sangre. Así, si la humanidad empezó a pensar más y mejor fue para adaptarse.

-Entonces, ¿podría el cambio climático que estamos sufriendo ahora mismo afectar de la misma manera a la evolución del ser humano?
-Por el momento no, ya que ahora hemos inventado el entorno cultural, lo que significa que si tengo calor me puedo quitar la chaqueta y si tengo frío me la puedo poner. Ahora mismo tenemos muchas maneras de protegernos contra el cambio climático, pero eso no quiere decir que no sea importante: el nivel del mar está subiendo cada año, y eso será un problema para la gente que vive cerca del mar. Es importante poder anticiparlo. Así que no nos tenemos que preocupar por nuestros cuerpos, sino por el futuro de la humanidad. Habrá muchos movimientos y en el futuro, con esas subidas, hablaremos de refugiados climáticos. Será difícil encontrar espacio para todos y quizá tengamos que buscar en otros planetas.

-En este sentido, ¿qué papel juega la tecnología? ¿Es una ventaja o un problema añadido para la evolución?
-El desarrollo de la ciencia es algo muy importante. Hay una cosa que yo llamo «el síndrome de mi suegra», porque mi suegra solía empezar todas sus frases diciendo que antes todo era mejor. Estoy seguro que durante la época del 'Homo erectus' las suegras del momento no debían estar demasiado contentas viendo cómo se inventaba el fuego. Seguro que pensaban que el planeta estaba en peligro con ese fuego por todos lados. Es normal tener cierta aprehensión hacia el futuro, pero la tecnología es algo realmente fabuloso.

Fuente: abc.es | 10 de noviembre de 2018

La compleja prehistoria genética de América

El exterior del sitio de la gruta de Lapa do Santo en Brasil. Crédito: André Strauss

Como parte de un amplio estudio internacional, se ha analizado genéticamente el ADN de una serie de restos antiguos famosos y polémicos de América del Norte y del Sur, incluido un antiguo esqueleto de 10.600 años de la llamada ‘Momia de la Cueva del Espíritu’, la momia humana más antigua encontrada en América del Norte, los restos de Lagoa Santa (Brasil), una momia inca y los restos más antiguos de la Patagonia chilena. Además, también estudiaron los segundos restos humanos más antiguos de la cueva Trail Creek, en Alaska: un diente de leche de 9.000 años de una niña.

Las investigaciones genómicas previas sugerían que las primeras poblaciones americanas se separaron de sus ancestros siberianos y asiáticos orientales hace casi 25 000 años, dividiéndose a continuación en distintas poblaciones de América del Norte y del Sur aproximadamente 10 000 años después.

Ahora, el equipo de investigadores ha secuenciado los genomas de estos 15 americanos antiguos –que abarcan la totalidad del continente americano, de Alaska a la Patagonia–, seis de los cuales tenían una antigüedad mayor de 10.000 años. Los resultados muestran la compleja imagen de la expansión y diversificación de la población.

El estudio más complejo de una colonización

La revista Science acaba de publicar los resultados, que cuentan con la participación del investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) Antonio Salas Ellacuriaga (izquierda), además de científicos de Dinamarca, Canadá, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Armenia, Chile, Alemania o Suiza.

Nunca antes se había logrado un resultado semejante y nunca antes se había alcanzado un retrato tan preciso de cómo se llevó a cabo la colonización del continente americano, los movimientos poblacionales a través de los que se conformaron las comunidades de esta región del planeta y como el genoma de las poblaciones actuales se han reflejado en estos momentos iniciales de la prehistoria humana en el continente americano.

“Durante la última década se publicaron trabajos de una docena de genomas aislados extraídos de restos arqueológicos, cada uno de los cuales permitió líneas de trabajo “muy interesantes, pero inmaduras”, explica Salas.

La magnitud de los descubrimientos tienen un alcance singular. “Son tantas las conclusiones que se derivan que es difícil resumir la trascendencia de los hallazgos. Es llamativa la cantidad de información que puede cobijar un solo genoma”, señala Salas.

El estudio se centra en el modelo de expansión de las poblaciones americanas desde sus inicios más ancestrales hace más de 25.000 años, desde que estas poblaciones proto-americana divergen de sus vecinos y ancestros en Siberia y el este de Asia.

Foto: Lugar donde se halló, en 1940, la momia de la cueva del Espíritu, en Nevada.

Los orígenes desde Alaska y Yukón

La mayor parte de la variabilidad nativo-americana deriva de un grupo ancestral que vivía en Alaska y en el territorio Yukón, aproximadamente 23.000 años atrás.

Esta población, aclara el científico, se divide “al menos en dos grupos: uno dará lugar a todas las poblaciones de nativo americanos que conocemos hoy en día y el otro permanece en la región de Alaska, lo que hoy denominamos como antiguos beringianos”. Estos últimos no dejaron descendentes y “su existencia tan sólo se puede deducir del análisis del genoma de restos arqueológicos”.

“Hoy sabemos que la gente habitaba Alaska como mínimo desde hace 14.000 años”, aclara el científico, para quien los análisis permiten “precisar el momento y lugar donde se pudo haber llevado a cabo esta división poblacional entre los antiguos beringianos y los ancestros de todos los nativo-americanos actuales, clave para la colonización de todo el continente”.
Según el equipo encargado del trabajo, “desde hace aproximadamente entre 17.500 y 14.600 años existe una división mayor en el norte de América entre las gentes que daría lugar a los norteamericanos y los sudamericanos”.


Además el estudio evidencia la "existencia de un componente genético misterioso de origen austral-asiático, más próximo a poblaciones australianas, de Nueva Guinea, con una antigüedad de como mínimo 10.400 años”. Sobre este hallazgo Salas afirma que “detectamos la existencia de un ADN fantasma que no sabemos cómo pudo llegar a América: se detecta en Brasil, es decir, en el lado este de los Andes, ubicación que añade más misterio, aunque que nuestra hipótesis es que procede del lado norte americano”.


El profesor Eske Willerslev con Donna y Joey, dos miembros de la tribu Fallon Paiute-Shoshone. Crédito: Linus Mørk, Magus Film.

Modelo de colonización del continente

La primera entrada de proto-americanos se produjo por el este de la Beringia y se extendió hacia zonas no glaciares del norte de América. Esta entrada de poblaciones a través del puente Beringio se sucede desde hace aproximadamente 25.000 años hasta hace aproximadamente 13.000 años.
Genomas analizados sugieren la existencia de varias subdivisiones poblacionales: en la propia Beringia y alrededor del lago Big Bar en la región de la Columbia británica en Canadá. En ese período, una representación de esta población nativa se dispersa por el resto del continente norte americano, “será la población que dará lugar posteriormente a los habitantes de Suramérica”.

El segundo período importante implica la colonización de casi todo el continente hacia el sur, hasta llegar a la Patagonia. Los datos apuntan que “este proceso fue muy rápido y tuvo lugar, no de modo gradual, sino más bien a modo de pequeños saltos de colonización”.


El trabajo indica que habría comenzado 14.000 años atrás y se prolongaría durante otros ocho mil años. Los primeros pobladores del sur de América “probablemente llevaron consigo un componente austral-asiático en sus genomas”, aclara el investigador además de añadir que “sabemos que esta señal genética está presente en Brasil 10.400 años atrás, “aún no hemos podido encontrar uno solo genoma más antiguo o más al norte de Laguna Santa con este componente”.
Por otra parte, desde las primeras colonizaciones del sur del continente hubo dos grandes rutas de emigración, una a cada lado de los Andes. En simultáneo, en el norte de América también se mezclaron hace 9.000 años las poblaciones que dieron lugar a los norteamericanos y las que dieron lugar a los sudamericanos nativos.

Un tercero movimiento importante en el continente se inicia en Mesoamérica 8.700 años atrás, con movimientos poblaciones hacia el norte, en lo que se conoce como la Gran Cuenca, localizada en el noroeste de Norte América. Por otra parte, comienza una segunda onda de expansión poblacional hacia el sur de América que dará lugar a la mayor parte de la variabilidad genética observada hoy en día en el sur.

Salas opina que estamos viviendo “la que seguramente es la época más excitante de la genómica. Los avances tecnológicos nos están permitiendo no solo abordar y entender las enfermedades complejas y sus causas de una manera mucho más elaborada, sino también afinar enormemente en cuestiones que tienen que ver con nuestros orígenes, con lo que somos y cómo hemos evolucionado con el paso del tiempo”.

Fuente: SINC | 8 de noviembre de 2018

Los primeros pobladores de América colonizaron el continente en un tiempo récord

Restos hallados en el yacimiento de Lapa do Santo y analizados por el equipo de David Reich. (David Reich).

Hace al menos 20.000 años humanos modernos procedentes de Asia oriental cruzaron por el estrecho de Bering, un puente de tierra que entonces unía Eurasia con Alaska, y arribaron al continente americano, un territorio totalmente inhóspito, cubierto por glaciares de varios kilómetros de altura que durante miles de años les impidieron continuar hacia el sur.

Cuando lograron atravesarlos, quizás a través de algún corredor libre de hielo, quizás por la costa, se encontraron con un nuevo paisaje, con nuevos recursos más abundantes y mejor clima, y desde ahí se expandieron por las Américas a una velocidad sorprendente: los restos más antiguos hallados de ocupación humana, en Monte Verde, en la Patagonia chilena, confirman que ya estaban allí hace por lo menos 14.400 años.

Cuáles fueron sus movimientos a medida que avanzaban por el continente y cómo interactuaron unos grupos con otros durante los milenios posteriores sigue siendo un rompecabezas. Y es que si bien tradicionalmente se había considerado que América sería, desde el punto de vista de genética de poblaciones, el continente más sencillo de entender por ser el más reciente, lo cierto es que la escasez de fósiles antiguos hacen que todavía haya numerosas incógnitas.

Estrecho de Bering, con el cabo Dezhneva (Rusia) a la izquierda, el cabo Príncipe de Gales (Alaska, EUA) a la derecha y las islas Diómedes en el centro (NASA/GSFC/JPL/MISR)

En este sentido, esta semana se publican tres estudios liderados por equipos de internacionales distintos que arrojan luz ‘genómica’ a cómo fue el poblamiento de este continente y despejan algunas incógnitas sobre los pasos de esos primeros pobladores.

En el primero de los estudios, recogido en Science, investigadores daneses han analizado 15 genomas antiguos – seis de los cuales tienen más de 10.000 años de antigüedad y corresponden a algunas de las momias naturales más antiguas conservadas- hallados en restos distribuidos desde Alaska hasta la Patagonia. Sus resultados muestran que las primeras poblaciones americanas se expandieron sumamente rápido, algo que se sospechaba por los restos arqueológicos hallados pero que no se había podido confirmar. Y lo hicieron, además, de forma muy desigual, lo que contradice la teoría aceptada hasta el momento más clásica del poblamiento de América.

“La velocidad con la que cubrían distancias enormes implica que esos primeros pobladores eran muy habilidosos moviéndose rápido por un terreno sin competencia y desconocido”, explica a Big Vang el genetista Víctor Moreno Mayar, del Museo de Historia Natural danés. “Eran grupos de cazadores-recolectores no muy grandes, cuyo modo de subsistencia implicaba cubrir la mayor cantidad de terreno en el menor tiempo”, añade.

Según estos investigadores, una vez que los primeros pobladores procedentes de Beringia llegaron al sur del hielo, de ese único linaje surgieron el resto de grupos, que se expandieron hacia Mesoamérica y América del sur. Han visto que esa ola migratoria no se produjo solo en un único sentido ni tampoco una sola vez. Y, además, apunta Moreno-Mayar, han observado que esos primeros nativos americanos volvieron a migrar hace unos 8000 años, aunque esta vez salieron de América central y se dispersaron hacia el norte y el sur. Sus pasos están grabados en e ADN de las poblaciones indígenas actuales de las que se dispone de su genoma.

“Los genomas más antiguos del estudio también nos sirven de base para identificar una segunda oleada de ancestralidad genética, que llegó de Mesoamérica en milenios recientes. Esos pueblos mesoamericanos se mezclaron con los descendientes de los primeros americanos del sur y dieron lugar a la mayoría de los grupos contemporáneos de la región”, afirma Moreno-Mayar.

La misteriosa población fantasma

Uno de los resultados quizás más fascinantes de este estudio es que los investigadores han identificado en cráneos fósiles del yacimiento de Lagoa Santa, en Brasil, la presencia de una misteriosa población de hace 11700 años de antigüedad que contiene en su ADN restos de ancestralidad de Australasia. Estas trazas solo están presentes en dos grupos humanos del Amazonas en Brasil. Pero, sorprendentemente, no hay rastro de ellos en las poblaciones de América del norte, lo que abre numerosos interrogantes.

¿Quiénes eran estos misteriosos pobladores que compartían parentescon con los habitantes de Papúa Nueva Guinea y las Islas Andaman? Fueron descubiertos -o al menos su huella genética- en 2015 por David Reich (izquierda), genetista de la Escuela de Medicina de Harvard, y autor de uno de los trabajos que se publican esta semana sobre el poblamiento de América. Auque, sin embargo, y paradójicamente, Reich en su nuevo estudio no encuentra esta señal en los restos que analiza y apunta que tal vez en su anterior estudio cometió algún error.

“Es una población fantasma. Quizás los pobladores procedentes de Australasia llegaron a Brasil antes que el resto de nativos americanos. Ahora bien, ¿por qué solo se encuentra su señal en Brasil? ¿Por qué no dejaron rastro de su presencia en ningún otro lugar? O quizás, aunque es una idea loca, vinieron del Pacífico, aunque cuesta explicar que desde la costa pacífica atravesaron los Andes para ir a parar al Amazonas brasileño. Cualquier explicación que busquemos es cuanto poco rara”, plantea Moreno-Mayar, quien asegura que “acabaremos por resolver este misterio, sin duda”.

Esta ancestralidad está presente hoy en día solo en aborígenes de Papúa Nueva Guinea y las Islas Andaman, y también en dos tribus actuales del Amazonas, que tienen entre un 2 y un 3% de ADN de esa misteriosa población. “Probablemente, esta ancestralidad estaba presente en muchos individuos que habitaban Sudamérica durante el poblamiento temprano, antes de 8000 años atrás. Nosotros encontramos que después de 8000 años, otro tipo de ancestralidad procedente de Mesoamérica diluyó la australoasiática”, apunta este genetista del Museo de historia natural danés.

“Es realmente un misterio. Está claro que tras esta población, muy localizada en el Amazonas, vienen más migraciones posteriores que la diluyen, por lo que los restos de hace 7000 años ya no tienen la señal”, valora Carles Lalueza-Fox (derecha), paleogenetista del Institut de Biologia Evolutiva (CSIC-UPF), que no ha participado en este estudio.

“Solo un par de poblaciones del Amazona la tienen. Pero para llegar al Amazonas, tuvieron que arribar a través del estrecho de Bering y cruzar todo el continente. Y sin embargo, no se ha encontrado la señal en América del norte. El hecho de que la ancestralidad esté compartida con poblaciones oceánicas o australásicas parece indicar que es una migración muy antigua”, considera Lalueza-Fox.

Un éxodo en forma de estrella

El segundo de los estudios, coliderado por el genetista de Harvard, David Reich y el arqueogenetista del Instituto Max Planck, Cosimo Posth, y publicado en Cell, se centra en tratar dilucidar qué ocurre en América central y del sur. Para ello analizan 49 individuos que abarcan 10.000 años de antigüedad, hallados en yacimientos en Belice, la región andina central y al sur de América del sur. Concluyen que la mayoría de ancestros de América Central y del Sur llegan al menos en tres oleadas de pobladores procedentes de Norteamérica que, a su vez, descienden de un único linaje de migrantes que cruzaron el Estrecho de Bering hace 15000 años. Además, concluyen que en los milenios siguientes se produjeron otras dos migraciones de norte a sur.

El yacimiento de Lapa do Santo, ubicado en la región de Lagoa Santa, en el este de Brasil (Alberto Barioni).

“Nuestro conjunto de datos revela un origen común de los americanos del norte, centro y del sur, así como dos intercambios genéticos antes desconocidos entre el norte y el sur de América”, afirma en un comunicado de prensa David Reich. Cosimo Posth, coautor del trabajo, añade en una entrevista a Big Vang que "casi todas esas poblaciones surgen de una radiación en forma de estrella del primer linaje en al menos tres ramas distintas”.

“Casi todas las poblaciones del centro y del sur de América vinieron de la misma población de origen, que ya se había diversificado antes de expandirse por América del sur”, remacha.
El trabajo también aporta nueva información acerca de la cultura Clovis, que se distribuyó sobre todo por América del Norte hace unos 13.000 años. Hay pruebas arqueológicas que señalan que no arribaron a América del sur. Sin embargo el análisis de genomas antiguos demuestra lo contrario, que sí se expandieron hacia tierras australes y dejaron descendientes. “Más sorprendente aún que este descubrimiento, es cómo esa ancestralidad de los Clovis luego se diluye, aunque no sabemos por qué, hace unos 9000 años”, señala Posth.

La clave, la patata andina

El último de los trabajos, recogido en Science Advances, se centra en la prehistoria genética de los Andes. Los investigadores analizan cómo las primeras poblaciones se adaptan a las condiciones de extrema dureza de las elevadas altitudes de la cordillera andina. También analizan qué ocurre cuando esas poblaciones se encuentran con los conquistadores españoles.

Existen pruebas arqueológicas que señalan que la primera ocupación humana de los Andes comenzó hace 12.000 años. El investigador John Lindo (izquierda), de la Universidad de Emory, ha liderado este estudio en que se han recopilado genomas antiguos de hace entre 6800 años y 14.000, y han comparado el de los habitantes de zonas de altitud elevada y de altitud baja en poblaciones prehistóricas y actuales. Así han visto que las poblaciones andinas de zonas montañosas elevas se establecieron hace entre 9200 y 8200 años, antes de lo que anteriores estudios habían apuntado.

A diferencia de otros grupos humanos que viven en condiciones similares, como los habitantes del Tíbet o de Etiopía, los andinos se adaptaron a la altura mediante mutaciones en genes relacionados con la salud cardíaca. También han visto que su adaptación a las duras condiciones fue de la mano con la domesticación de la patata, un tubérculo que ha sido la base de su dieta durante miles de años. Los científicos han encontrado genes asociados a la digestión del almidón en los habitantes de las regiones de mayor altitud, pero no en aquellos que viven en altitudes más bajas.

El estudio analizó siete genomas antiguos completos de la región del lago Titicaca de la zona montañosa de los Andes peruanos que datan de ente 1800 y 7000 años de antigüedad. Luego compararon los resultados con 64 genomas actuales de poblaciones que viven a altitudes elevadas en la cordillera andina y poblaciones que habitan en zonas de altitud menor.

“Los genomas de estos pueblos nos muestran una adaptación a la hipoxia o falta de oxígeno en el aire; a una digestión de alimentos con almidón, como la patata; y en los genomas actuales, además, hemos visto una clara evidencia de genes de resistencia a las enfermedades europeas”, explica por correo electrónico Mark Aldenderfer (derecha), arqueólogo de la Universidad de California, Merced.

“El impacto de la llegada de los colonizadores europeos en el siglo XVI es enorme, mucha gente murió de enfermedades o por agresiones. Pero nuestro descubrimiento demuestra que al menos en las poblaciones que vivían en altitudes elevadas la población no sufrió un declive tan grande como las de altitudes menos elevadas”, añade.

Se calcula que la llegada de los europeos diezmó la población indígena americana: acabó con el 90%, mientras que las poblaciones que vivían en la cordillera andina a altitud elevada solo disminuyeron en un 27%, seguramente gracias a las inhóspitas condiciones en que vivían.

Fuente: lavanguardia.com | 9 de noviembre de 2018

Hallan veinte tumbas en una necrópolis ibérica en Teruel

El equipo trabajando en una de las tumbas.

Un equipo de arqueólogos han identificado una veintena de tumbas de época ibérica en la necrópolis de Val dels Moliners de Aguaviva (Teruel) en los trabajos de excavación de este enclave encontrado este año, mientras se acondicionaba los caminos de acceso a un campo de labor.

La pasada semana terminó la primera campaña de estudio y excavación de esta necrópolis descubierta a partir de los fragmentos de piezas metálicas de adorno, principalmente brazaletes, que salieron a la luz en estos movimientos de tierra, indica el equipo de investigadores en un comunicado.

Estos trabajos destruyeron algunos túmulos funerarios hasta ahora no documentados, pero se conservan alineados en la parte superior del montículo, en torno a una veintena de tumbas de época ibérica.

Estos túmulos, continúa la nota, presentan características muy similares a los de la necrópolis de El Cabo de Andorra (Teruel) sobre los que el mismo equipo que interviene ahora en la Val dels Moliners publicó una monografía en el año 2015.

Fuente: abc.es | 7 de noviembre de 2018

“Construyendo Tarteso” es el proyecto ganador del Premio de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq dotado con 80.000 euros

Foto: miembros del jurado este viernes 9 de noviembre tras hacer público el veredicto.

El primer gran sacrificio de animales documentado en el Mediterráneo

El proyecto tiene como objetivo el estudio arquitectónico de las construcciones de época tartésica (s. VIII – IV a.C.). En este marco se insertan las excavaciones del yacimiento de Casas del Turuñuelo (Badajoz), hasta la fecha el edificio protohistórico mejor conservado del mediterráneo occidental, pues mantiene sus dos plantas, lo que le convierte en un caso de estudio excepcional.

A pesar de que tan solo se ha intervenido durante cuatro años, el yacimiento ha tenido ya una enorme repercusión dadas las novedosas técnicas constructivas utilizadas en su edificación, entre las que destaca el empleo por primera vez en nuestra península del mortero de cal para la fabricación de los sillares con los que se levantó la escalinata monumental que conecta el piso superior con el patio.
A todo ello se suma la identificación de un gran sacrificio de animales (hecatombe), entre los que destacan especialmente los 52 caballos hallados en posición anatómica, es decir, con las partes del cuerpo donde corresponde, siendo la primera documentación de este tipo de ritual en todo el Mediterráneo.

Las Casas del Turuñuelo (Badajoz) constituyen el edificio protohistórico mejor conservado del Mediterráneo occidental, pues mantiene sus dos plantas, lo que le convierte en un caso de estudio excepcional.

D. Antonio Gallardo Ballart, presidente de la Fundación Palarq ha elogiado el nivel de todos los proyectos presentados, que muestran el altísimo nivel de la arqueología española y ha señalado que confía que el premio constituya un estímulo para la sociedad y la ciencia.
Por su parte, D. Luis Monreal, director general de la Fundación Aga Khan y portavoz del Jurado, considera que el galardón viene a llenar un vacío y constituye un ejemplo para la participación del sector privado y el mecenazgo en la promoción de la investigación científica en este campo.
El anuncio del Proyecto ganador ha tenido lugar después de la reunión del Jurado, que ha deliberado durante toda la mañana. En el acto de proclamación del ganador han estado presentes, además del presidente de la Fundación Palarq, todos los miembros del Jurado internacional, que son:
  • Prof. D Yves Coppens, fue en 1974 uno de los descubridores de ‘Lucy’, la famosa Australopithecus encontrada en África. Entre otras muchas distinciones cuenta con el Gran Premio científico de la Fundación de Francia.
  • Andrew Selkirk,vicepresidente del Royal Archaeological Institute y cofundador del British Archaeology Award.
  • Luis Monreal, director general de la Fundación Aga Khan, Ginebra.
  • Pepe Serra Villalba, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).
  • Josep Guitart Duran, catedrático emérito de Arqueología de la Universidad Autónoma de Barcelona y actualmente presidente del proyecto internacional Tabula Imperio Romano – Forma Orbis Romani, promovido por la Union Academique Internationale.
  • Jacinto Antón de Vez, Premio Nacional de Periodismo Cultural que otorga el Ministerio de Cultura.
Vista aérea del Palacio-Santuario (y núcleo comercial) tartésico del S.V a.C.

El Premio Nacional de Arqueología y Paleontología Fundación Palarq, de carácter bienal y el primero que se concede desde la iniciativa privada y a través de una fundación, tiene por objetivo reconocer la excelencia y originalidad de Proyectos Arqueológicos o Paleontológicos, dirigidos por equipos de investigación españoles, y desarrollados tanto a nivel nacional como internacional, sin restricciones de culturas o períodos históricos. Los proyectos de paleontología que se presentaron tenían que estar relacionados con la evolución humana.

El proceso de los aspirantes

Los trabajos para optar al premio pudieron presentarse entre el 10 de septiembre y el 20 de octubre. Hasta el 9 de noviembre tuvo lugar la preselección de finalistas por parte de un Comité de expertos para transmitir al Jurado el nombre de los finalistas, de entre los cuales el Jurado ha seleccionado el ganador. El día 26 de noviembre, a las 18.30 h., en el Museo Nacional de Arqueología de Madrid, tendrá lugar el acto de entrega del Premio.

Han optado a este galardón aquellos equipos de investigación pertenecientes a una institución española: universidades, institutos de investigación, CSIC, ICREA y afines, que estén dirigiendo un proyecto de Arqueología o Paleontología en España, Europa y el resto del mundo, en curso en el momento de la convocatoria del Premio.

Fuente: Fundación Palarq | 9 de noviembre de 2018