El papiro de Artemidoro es falso

Fragmento del «papiro de Artemidoro» - ABC

El papiro de Artemidoro, considerado durante años un documento histórico de inestimable valor, es falso. Los estudios llevados a cabo por la Fiscalía de Turín contra Serop Simonian concluyen que este comerciante de arte vendió esta falsificación en 2004 «con artificios y engaños» a la Fundación para el Arte de la Compañía San Paolo de Turín por 2,75 millones de euros. El caso, sin embargo, ha sido archivado porque el delito de estafa ha prescrito.

Para la Fiscalía, «Simonian presentó el papiro como una auténtica reliquia y de elevado valor, causando así a la parte perjudicada un daño patrimonial de relevante gravedad».

Aunque el caso haya sido archivado, el Ministerio Público sí considera «ampliamente probada» la falsedad del documento, tras los estudios que, por orden del Ministerio de Bienes y Actividades Culturales, ha llevado a cabo el Instituto Central para la restauración y la conservación de Patrimonio Archivístico y Bibliográfico. Aunque las investigaciones aún siguen en curso, «las evidencias preliminares parecen apoyar más la tesis de la falsedad que la de la autenticidad».

Vista expositiva del papiro de Artemidoro.

La Fiscalía también cita en un comunicado otras evidencias, como la negativa del «prestigioso Museo Getty de Los Ángeles» de comprar el papiro o que el texto y el contenido del contrato de compra no tiene «ninguna certificación seria de autenticidad».

Las pesquisas empezaron en 2013 por la denuncia del profesor Luciano Canfora, que sospechaba que el papiro era falso, aunque la comunidad científica llevaba discutiendo desde 2006 sobre la autenticidad de este documento atribuido al geógrafo griego Artemidoro de Éfeso, que vivió a caballo entre el siglo II y I a.C., y cuyas obras solo se conocen por las referencias de Estrabón o Plinio el Viejo.

Se dijo que el manuscrito había sido descubierto en un basurero de Egipto y había sido propiedad de un coleccionista privado. De 250 centímetros de largo por 32 de altura, en él figuraba el que se consideraba hasta ahora como el mapa más antiguo de Hispania.

En 2004 fue entregado sin ningún coste al Museo Egipcio de Turín, pero la dirección del centro rechazó exponerlo debido a «la seria sospecha de que era una falsificación o de que provenía de una exportación ilegal» y lo mantuvo en un almacén durante 6 años.
La Fiscalía ha enviado toda la documentación a la Fundación 1563 para el Arte y la Cultura, la nueva denominación de la Fundación para el Arte de la Compañía San Paolo, para cualquier eventual actuación legal que quiera emprender.

Fuente: abc.es | National Geographic | 11 de diciembre de 2018

Cómo los arqueólogos descubrieron los primeros tratados diplomáticos, escritos en una lengua desconocida hasta entonces

Vista general de las excavaciones de Ebla / foto Anton_Ivanov – Shutterstock

En el año 1964 un equipo de arqueólogos de la Universidad de Roma La Sapienza, dirigidos por Paolo Matthiae, comenzaron a excavar en Ebla (actualmente Tell Mardikh), un yacimiento situado a 55 kilómetros al sureste de Alepo, en Siria. Su objetivo era demostrar que Siria había albergado culturas propias en tiempos antiguos.

Con los años se fueron sucediendo los hallazgos: antiguos palacios, estatuas, fragmentos de muebles de madera con incrustaciones de nácar, objetos de plata, joyas egipcias y otros artefactos. En 1968 el descubrimiento de una estatua de la diosa Ishtar permitió identificar el lugar. En la escultura había una inscripción con el nombre Ibbit-Lim, rey de Ebla. Efectivamente, el yacimiento era la antigua ciudad de Ebla, conocida solo hasta ese momento por inscripciones encontradas en los archivos de Mari (descubierta en 1933), que hablaban de una ciudad-estado con ese nombre.

Torso de la estatua de Ibbit-Lim / foto Attar-Aram syria en Wikimedia Commons

Pero el mayor descubrimiento todavía se haría esperar unos años más. Mientras tanto los hallazgos situaban a Ebla como un importante centro comercial y de poder desde el tercero hasta mediados del segundo milenio a.C. comparable a Egipto y Mesopotamia.

Desde su fundación en la temprana Edad del Bronce, alrededor del año 3500 a.C. hasta su destrucción por los hititas hacia 1600 a.C. Ebla floreció creando una gran red comercial que abarcaba todo el norte y este de la actual Siria. Por ella pasaban mercancías procedentes de Sumeria, Chipre, Egipto e incluso de Oriente Medio.

Extensión del área de influencia de Ebla en su apogeo / foto Sémhur en Wikimedia Commons

La ciudad estaba controlada por los comerciantes, que elegían un rey de entre ellos, para que velase por la actividad comercial y la defensa, encargada a mercenarios, y la expansión de las rutas. El rey, que era electivo, estaba controlado por un consejo de ancianos, y su poder limitado por el de la reina, que tenía influencia efectiva tanto en los asuntos de estado como en los religiosos.

Ebla sobrevivió a una primera destrucción hacia el año 2250 a.C. a manos de los acadios, quienes incendiaron la ciudad, arrasando los palacios. Fue abandonada pero recuperó su esplendor cuatro siglos más tarde, entre 1850 y 1650 a.C., con Ibbit-Lim como su primer rey en este nuevo período, y el asentamiento de los amorreos, un pueblo semita de origen nómada. La segunda y definitiva tuvo lugar entre 1650 y 1600 a.C. Esta vez fue el rey hitita Mursili I (o quizá Hattusili I) y Ebla ya nunca se recuperó, quedando desierta y olvidada hasta que los arqueólogos comenzaron las excavaciones más de 3.500 años después.

La antigua Ebla / foto Barlemi74 en Wikimedia Commons

Pero ese incendio de 2250 a.C. fue el que propició precisamente uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la Historia. En 1974 el equipo de Paolo Matthiae encontraba en el denominado Palacio G dos pequeñas salas situadas frente a otra más grande en la que había un estrado elevado. En ellas aparecieron más de 20.000 tablillas de arcilla, muchas de ellas rotas en múltiples fragmentos, con escritura cuneiforme que databan de entre el años 2300 y 2250 a.C.
Las tablillas estaban en el lugar donde cayeron cuando las estanterías de madera que las sostenían se quemaron. Incluso aparecieron algunas de las etiquetas, también de arcilla, que ayudaban a archivarlas ordenadamente en los estantes. El fuego, que había destruido el palacio, había cocido las tablillas conservándolas para la posteridad, y al caer, quedaron ordenadas en el suelo tal y como estaban originalmente en el archivo palacial.

Ruinas del Palacio G de Ebla / foto Marina Milella / DecArch en Wikimedia Commons

Una de las salas almacenaba registros económicos y burocráticos, mientras que en la otra estaban los textos rituales y literarios, muchos de ellos empleados en la enseñanza de los nuevos escribas. El problema era que las tablillas estaban escritas en dos idiomas, unas en sumerio (cuyo desciframiento culminaría Arno Poebel en 1923) y otras en un idioma absolutamente desconocido pero que utilizaba la escritura cuneiforme sumeria como representación fonética.

Estos sumerogramas son caracteres cuneiformes que se usaban para representar sonidos en otros idiomas distintos del sumerio, de modo que quienes los redactaron no necesariamente tenían conocimiento del idioma sumerio. Se trata del primer ejemplo de transcripción fonética conocido (uso de un sistema creado para otro idioma en la representación de sonidos) y por ello marca un punto clave en la historia de la escritura.

Una de las tablillas / foto UCLA

Muchas de las tablillas contenían listas de palabras bilingües, en ambos idiomas, lo que permitió que este idioma desconocido fuera descifrado por Giovanni Pettinato, epigrafista jefe de la expedición, quien se percató de su origen semítico pero anterior al ugarítico y el hebreo. Había descubierto el idioma eblaíta, que en realidad era una lengua franca de los comerciantes hablada en muchos otros lugares de la zona, y no un idioma de habla cotidiana.
Esto, junto con la posición de las tablillas en el momento de ser descubiertas, llevaron a la conclusión de que habían sido originalmente ordenadas en los estantes por temas, con su correspondiente etiqueta. Se colocaban en posición vertical y separadas unas de otras por fragmentos de barro cocido. Además, las tablillas muestran evidencias de clasificación y catalogación para facilitar su recuperación, así como de disposición por forma, tamaño y contenido. Las excavaciones no han encontrado en Mesopotamia prácticas archivísticas tan avanzadas.
Tablillas de Ebla / foto UCLA

La información proporcionada por las tablillas reveló la importancia comercial de la ciudad. En ellas se reflejan los registros económicos e inventarios de las relaciones comerciales de importación y exportación. Una de las curiosidades más significativas de que informan es que se producían varios tipos de cerveza, incluyendo una llamada precisamente Ebla y que podría ser la primera marca de cerveza conocida. Contienen también listas de reyes, ordenanzas, edictos, y tratados diplomáticos con otras ciudades, los más antiguos encontrados hasta el momento.

Uno de estos tratados es el de Ebla-Abarsal, datado hacia el año 2350 a.C. y establecido entre ambas ciudades (Abarsal nunca ha sido encontrada) cercanas. En él se establecen las áreas de influencia de Ebla, se fijan multas y sanciones en caso de incumplimiento y se regula el uso del agua, entre otras cosas.

Otra vista del Palacio G de Ebla / foto dominio público en Wikimedia Commons

Hoy las tablillas, que según Robert Hetzron conforman el mayor archivo conocido de la Edad del Bronce, están repartidas por diversos museos en Alepo, Damasco e Idlib. La mayoría de ellas con su correspondiente transliteración están digitalizadas en Ebla Digital Archives, un proyecto de la Universidad Ca’Foscari de Venecia que se puede consultar online.

No obstante parece que existió una cierta censura del gobierno sirio sobre las tablillas, que tiene que ver con supuestas relaciones encontradas en los textos de Ebla con el marco bíblico del Génesis que Pettinato afirmó haber descubierto: menciones a los patriarcas, Yahvé, Sodoma y Gomorra. Tras la controversia y el conflicto académico suscitado Pettinato se retractó de sus afirmaciones y, según J.J.M.Roberts, fue apartado del comité encargado de la publicación de los textos.
Fuentes: Ebla, una ciudad olvidada (Giovanni Pettinato) / The Semitic Languages (Robert Hetzron) / Cities of the Middle East and North Africa: A Historical Encyclopedia (Michael Dumper, Bruce E.Stanley eds.) / Ebla Digital Archives / The Bible and the Ancient Near East (J.J.M.Roberts) / Wikipedia.

Fuente: labrujulaverde.com | 11 de diciembre de 2018

El cadáver de una joven de hace unos 5.000 años desvela la primera pandemia conocida

Restos mortales de la joven de 20 años en la que se encontró la bacteria de la peste. UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO


Un equipo de genetistas ha encontrado el primer caso conocido de peste en el cadáver de una campesina de unos 20 años que fue enterrada hace unos 5.000 en Suecia. La cepa de la bacteria Yersinia pestis hallada en el ADN extraído de sus dientes presenta las mismas variantes genéticas que en la actualidad hacen mortal la peste pulmonar si no es tratada a tiempo. Otro cadáver de un agricultor veinteañero en la misma tumba de Frälsegården, al sur del país, también tiene rastros del patógeno. Los autores del hallazgo creen que están ante los indicios de la primera gran pandemia de la humanidad.

Hace unos 5.000 años, Europa vivía una etapa oscura de la que se sabe muy poco. Hacía siglos que unos inmigrantes asiáticos habían traído los cultivos y la ganadería al continente. Por aquella época ya habían florecido las primeras ciudades con hasta 20.000 habitantes, donde convivían personas y ganado en un espacio reducido y con poca higiene. Por razones desconocidas, en esa época hubo un brusco descenso de la población de entre un 30% y un 60%, similar al que ocurrió en la Edad Media con la peste negra. Algunas de las ciudades fueron quemadas y abandonadas. Fue el final de la Edad de Piedra.
Cadáver de un enterramiento de la cultura yamna pintado de ocre rojo. RASMUSSEN ET AL./CELL 2015

La cepa de peste que mató a la muchacha sueca apareció hace unos 5.700 años, según su análisis genético, lo que la convierte en la más cercana al ancestro de todas las variantes de peste que han surgido desde entonces. Genetistas de Suecia, Dinamarca y Francia han analizado el genoma de más de mil cadáveres de esta época y la posterior Edad del Bronce.

Los resultados muestran que “en un período muy corto de tiempo, 600 años aproximadamente, muchas cepas de peste se expandieron a lo largo de toda Eurasia, desde el sureste de la estepa rusa hasta Suecia”, explica Nicolás Rascován (izquierda), biólogo de la Universidad de Aix-Marsella y primer autor de un estudio publicado hoy en Cell sobre estos hallazgos.
“También mostramos que no existieron grandes migraciones humanas que puedan explicar esta dispersión, dado que no vemos mestizaje entre las diferentes poblaciones infectadas. Justo en la época en la que vemos expandirse la peste surgieron grandes innovaciones tecnológicas como el transporte rodado y la tracción animal, los medios ideales para esparcir el patógeno a grandes distancias. Es la primera vez en la historia de la humanidad que se dieron simultáneamente las condiciones adecuadas para la emergencia de enfermedades y a la vez su esparcimiento a grandes distancias y por eso pensamos que probablemente esta fue la primera gran pandemia”, explica este investigador argentino.

El estudio señala que el ancestro común de todas las Yersinia pestis modernas debió aparecer en algún lugar en Europa del este. El equipo propone como hipótesis que su origen pudo estar en el seno de la enigmática cultura de Cucuteni, que floreció en las actuales Moldavia, Rumanía y Ucrania hace unos 5.700 años y cuyos grandes asentamientos fueron pasto del fuego intencionado. El objetivo del equipo es intentar encontrar ADN en uno de estos yacimientos arrasados para confirmar su idea.
Después de la crisis del Neolítico, hace unos 4.700 años, llegó una nueva oleada de inmigrantes: los yamna, una estirpe de pastores nómadas de las estepas de Eurasia a los que algunos expertos culpan de invadir Europa a sangre y fuego y reemplazar casi por completo a los varones locales. Se ha considerado la posibilidad de que los yamna, que también introdujeron las lenguas indoeuropeas, trajesen consigo la peste.

Pero el nuevo trabajo muestra que la enfermedad llevaba en Europa cientos de años. “Creemos que lo que estas gentes se encontraron fue una Europa con ciudades fantasmas y una población diezmada por la peste y otras causas”, explica Simon Rasmussen (izquierda), genetista de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio. “Los yamna tenían un estilo de vida completamente diferente, no construyeron grandes asentamientos, con lo que posiblemente fueron menos vulnerables a la enfermedad de los campesinos”, resalta el investigador.

Carles Lalueza-Fox (derecha), genetista del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, estudia la marca genética de los yamna y de la peste en poblaciones de la península Ibérica. “Era una época de crisis, violencia y asentamientos abandonados que hasta ahora se habían achacado a otras causas, como la aridificación de los cultivos, pero esta nueva explicación parece más plausible”, opina. El experto destaca que gracias al análisis de ADN antiguo hallado en las tumbas que había sido descartado pero estaba accesible en bases de datos públicas, los autores de este estudio han conseguido destapar una “pandemia de la que hasta ahora no había ningún registro histórico”.

Modelo de dispersión propuesto de la bacteria Yersinia pestis durante el Neolítico y Edad del Bronce.

La bacteria de la peste comenzó siendo un microbio inofensivo, destacan los autores del estudio. Las pestes del Neolítico y la Edad del Bronce eran probablemente menos virulentas que las que produjeron las peores pandemias, como la de Justiniano en en siglo VI -40 millones de muertos- o la peste negra medieval que aniquiló a la mitad de los habitantes de las grandes ciudades europeas, pues no tenían el gen que le permite transmitirse por pulgas —que a su vez cabalgan en ratas— y otras mutaciones que incrementaron mucho su agresividad. Es lo mismo que después sucedería con la viruela, la malaria, el ébola y el zika, y lo que podría pasar con la próxima gran pandemia de este siglo.

Fuente: elpais.com | 7 de diciembre de 2018

El descubrimiento de un aljibe en un castro refuerza el “desarrollado” pasado prerromano de Galicia

Castro de Viladonga, en el municipio lucense de Castro de Rei, con el aljibe al descubierto en el ángulo inferior. TERRA-ARQUEOS

En lo alto de un monte desde donde las vistas sobre la comarca de A Terra Chá gallega son privilegiadas, se erige un antiguo poblado fortificado, el Castro de Viladonga. Un nuevo descubrimiento ha puesto en entredicho lo que se sabía hasta ahora sobre este yacimiento arqueológico ubicado a 535 metros sobre el nivel del mar en el municipio Castro de Rei (5.000 habitantes), a 23 kilómetros al noroeste de Lugo.

Se trata del hallazgo de un aljibe de más de 70 metros cuadrados y cuatro de profundidad con capacidad para almacenar más de 150.000 litros de agua y abastecer a más de 300 personas, en la zona nordeste del castro. El depósito fue construido en el siglo III a. C., a diferencia de la mayor parte de las estructuras descubiertas hasta ahora en el lugar, que fueron fabricadas en plena época romana, entre los siglos II y V d. C. El aljibe excavado en la roca y hallado debajo de una muralla de esta fortificación, considerada Bien de Interés Cultural desde 2009, es la punta de lanza para ahondar en el pasado prerromano de la cultura castreña.

El descubrimiento dirigido por el arqueólogo Miguel Ángel López (izquierda) en este castro muestra, según los expertos, el desarrollo que ya existía entonces. “Es la primera vez que aparece un aljibe dentro de la zona amurallada del castro de Viladonga”, asegura por teléfono López, el director de la obra. Hace dos semanas López y su equipo de 10 especialistas descubrieron siete escalones en muy buen estado en la segunda muralla y un torreón de más de cinco metros de diámetro. Pero nada tan trascendente como este hallazgo realizado en el marco de la excavación aprobada por la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia y ejecutada por la empresa Terra-Arqueos.

El hecho de tener agua pudo haber permitido a los habitantes resistir en caso de ataque, detalla López. “En los asentamientos castreños no es habitual encontrar los sistemas de abastecimiento de agua”, opina el arqueólogo gallego Ángel Concheiro (derecha), a la espera de que la Xunta confirme los resultados de este hallazgo. El suministro de agua era una cuestión fundamental en las sociedades antiguas, no era algo tan fácil como abrir el grifo, explica Concheiro. Esta era necesaria no solo para beber, sino también para lavar, para el ganado, para la alfarería y la artesanía textil. El depósito recogía el agua de lluvia y era abastecido por un antiguo manantial.

La operación ha sido muy complicada, según Miguel Ángel López, conocido por sus trabajos en el templo de Amenofis III en Luxor (Egipto). Además de los daños provocados por el paso del tiempo y el maltrato humano, la estructura se encuentra muy deteriorada por los derrumbes, lo que dificulta la distinción de los muros. Para dejar al descubierto la construcción subterránea fueron necesarios dos meses de trabajo en los que los arqueólogos extrajeron más de 340 metros cúbicos de tierra y más de 120 toneladas de piedra. La excavación, que todavía no ha terminado, y que cuenta con un presupuesto de casi 200.000 euros, el 80% procedente del programa FEDER de la Unión Europea, ha permitido extraer todo tipo de objetos, entre los que se hallan piezas de cerámica común y de lujo como la terra sigillata, piezas de hierro (clavos, hoces), algunas de bronce (placas, fragmentos de caldero), así como huesos de animales.

Aljibe hallado en Viladonga. TERRA-ARQUEOS

La ubicación del antiguo depósito de agua, que fue hallado debajo de una de las murallas, le permitió a Miguel Ángel López suponer que fue construido antes. Y las pruebas de carbono 14 le hicieron concluir que fue edificado en el siglo III de la era precristiana.

Su hallazgo cambia por completo la historia del castro. “Un aljibe prerromano nos indica que ese yacimiento arqueológico ya era potente, sofisticado y que albergaba una comunidad importante”, asegura Concheiro, y explica la importancia de este descubrimiento no solo para el conocimiento de este castro erigido en la segunda Edad de Hierro, sino para la cultura castreña en general. “Esto nos dice que el mundo castreño prerromano conocía los sistemas de abastecimiento, de captación y almacenamiento de agua, y que desarrolló arquitecturas complejas y monumentales para solucionar este problema”, añade.

La antigua aldea se compone de una gran acrópolis central, dos pasos principales que la cruzan de norte a sur y de este a oeste, una ronda interior que la circunda, y viviendas organizadas en barrios, todo rodeado de murallas y fosos. Las primeras excavaciones comenzaron en 1971 y le siguieron otras campañas en los años ochenta, noventa y en 2000.

Hasta ahora los datos más antiguos, que datan de los siglos II y I a. C., se habían encontrado precisamente en esa zona del castro. Pero había pocos que permitieran suponer que hubo un asentamiento importante en aquella época, la mayoría de las estructuras y edificaciones descubiertas hasta ahora son posteriores. Su forma cuadrangular, muchas de ellas con esquinas en ángulo recto, dan cuenta de la época tardorromana. Lo mismo ocurre con otros objetos, como las tejas de barro.

Olla de cerámica hallada en el castro de Viladonga.

La zona nordeste del castro era la más olvidada, desde los años ochenta no se habían realizado excavaciones. En ese entonces una de las esquina del aljibe ya había sido excavada pero no había sido identificada como un depósito de agua. Pero Miguel Ángel López se dio cuenta de que aquel trozo de muro que salía no era el de una vivienda habitual. Al distinguir los diferentes tipos de piedra presentes en la construcción (de cimentación y paramento, de muralla y aljibe, de cubierta y contrapeso) vio que se trataba de un aljibe. No es la primera vez que trabaja con este tipo de construcción; lo había hecho antes en el Castro de San Cibrao de Las, a 18 kilómetros al oeste de Ourense, y en la antigua fábrica de tabacos en Gijón.

Para Concheiro esto demuestra que “la sociedad de hierro antigua no tenía nada de simple, de pobre y de atrasada, sino que era una sociedad con suficiente grado de desarrollo, monumentalidad y riqueza”. Para López, el hallazgo es un punto de partida muy importante para seguir avanzando en el conocimiento de la cultura castreña.

Fuente: elpais.com | 10 de diciembre de 2018

¿Es el misterioso «Little Foot» una nueva especie de antepasado humano?

Ronald J. Clarke (en el centro) presentado al mundo, en diciembre de 2017, del esqueleto casi completo de 'Little Foot', un Australopithecus de 3,7 millones de años de antigüedad.

Corría el año 1994 cuando el antropólogo sudafricano Ronald J. Clarke encontró unos fragmentos de huesos del pie en el yacimiento de Sterkfontein (dentro de la llamada «Cuna de la Humanidad», en Sudáfrica). Al estudiarlos, se dio cuenta de que pertenecían a un homínido englobado dentro del género Australopithecus, lo que le convertía en nuestro antepasado. Sucesivas investigaciones encontraron más partes del esqueleto, conocido por el nombre de Little Foot, refutando la idea de que se trataba, efectivamente, de un antepasado del hombre. En 1998 se anunció a la prensa el hallazgo de los restos esqueléticos de australopiteco más completo del mundo, incluso más que el de la famosa «Lucy». Pero un descubrimiento tan importante no podía estar exento de polémica y ahora, más de 20 años después, es el centro de una importante «pelea» entre científicos.

El género Australopithecus, una especie de primates que ya caminaban sobre dos patas y que vivieron en África hace alrededor de 2 millones de años, abarca a muchas especies que incluso llegaron a convivir juntas, como la A. afarensis (la especie de «Lucy») o la A. africanus. De hecho, muchas investigaciones apuntaban a que Little Foot pertenecía a la última. Sin embargo, Clarke siempre ha sostenido que se trata de una nueva especie de homínido sin registrar, el A. prometheus. Ahora, una batería de nuevos estudios vendrían a reafirmar esta última teoría, además de otros hechos como que se trata de una hembra anciana o que en su juventud tuvo una caída por la que se fracturó una extremidad.


Paleoantropólogos recuperando a Little Foot de una roca dentro del sistema de cuevas de Sterkfontein, Sudáfrica. Crédito: Patrick Landmann / Science Photo Library

Varios estudios, ninguno revisado

«Hay muchas, muchas diferencias; no solo en el cráneo sino también en el resto del esqueleto», afirma Clark (izquierda) a New Scientist, primer medio en hacerse eco de los varios estudios que se están haciendo públicos estos días. El investigador asegura que Little Foot tendría una cara más plana que el A. Africanus, así como una mayor separación entre los caninos superiores y los incisivos. Además, Clarke está convencido de que la dieta del homínido encontrado en Sterkfontein era básicamente vegetal, mientras que la del A. Africanus habría sido más omnívora.

En esta línea apuntan los estudios aún sin revisar del equipo de Clarke, que afirman que Little Foot en realidad era una mujer anciana de unos 130 centímetros de altura -algo más grande que la media de los de una nueva especie. Por otro lado, un estudio dirigido por Travis Pickering (derecha), de la Universidad de Wisconsin-Madison, revelaría que Little Foot tenía una lesión en el brazo. a causa de una caída en su juventud.

Y un tercer estudio de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) liderado por Robin Cropmton (izquierda), biólogo de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), se centra en la forma de caminar de este homínido, que ya tenía las extremidades inferiores más largas que los brazos lo que le permitía una zancada mayor.
Por otro lado, se señala que Little Foot no habría sido tan bueno como nosotros cargando objetos, aunque aún conservaba destreza para trepar a los árboles. Un artículo adicional, basado en el estudio de los estratos donde fue encontrado el esqueleto, apoya la teoría de que este fósil tiene 3,67 millones de años de edad.

La «pelea» científica

El hecho de que todos estos estudios se hayan hecho públicos antes de su revisión responde a la disputa científica entre el propio Clarke y el paleontropólogo estadounidense Lee Berger (derecha). Berger es el responsable del descubrimiento de dos nuevas especies de homínidos: Homo naledi y Australopithecus sediba. Con el objeto de encontrar relación entre estas especies, en 2016 pidió permiso para examinar a Little Foot, pero la solicitud fue retrasada porque Clarke seguía estudiando el esqueleto.

«Nos dijeron, al menos desde 2008, que habría publicaciones inminentes sobre Little Foot», explica Berger a New Scientist, asegurando que por ello creyeron que los estudios de Clarke estaban casi completos. Sin embargo, Clarke alega que Berger quiere arrebatarle su objeto de estudio desde hace tiempo. «Ha estado intentando hacerse con el asunto desde el momento en que lo encontré», critica.

Al final, en 2017 se le concedió el permiso a Berger, aunque se le instó a no publicar nada antes del 30 de noviembre de 2018, para no pisar los hallazgos de Clarke. Pocos días después del vencimiento de la fecha se ha producido la publicación en bioRxiv de estos cuatro estudios -sin verificar- que respaldan la teoría de Clarke. De hecho, estaba previsto que tres de estas investigaciones aparecieran en un número especial de la revista «Journal of Human Evolution» y un cuarto en otra publicación.

Y en el centro, Little Foot, que no es un fósil cualquiera. Se trata del esqueleto recuperado más completo de Australopithecus, a un 90% (respecto al 40% de Lucy). «Es casi un milagro que haya salido intacto», afirma para Nature Robin Crompton. ¿Estamos quizá ante un nuevo eslabón de la historia del ser humano? Little Foot parece reservar aún muchos secretos.

Fuente: abc.es | 8 de diciembre de 2018

Historia Actual: Quim Torra quiere proclamar la "Vía Eslovena" o Guerra Civil por la Independencia de Cataluña

Los tanques del Ejército Popular yugoslavo entraron en territorio esloveno después de que las autoridades de esta república declararan unilateralmente su independencia el 25 de junio de 1991

El llamamiento de Torra a seguir los pasos de Eslovenia supone, según los expertos, una irresponsabilidad por incidir en una declaración de independencia que desembocó en una guerra en la que hubo decenas de muertos.

Sin aliados internacionales de peso que hayan apoyado la causa del «procés» y sin referentes históricos en los que sostener su desafío a la legalidad española, el president Quim Torra ha vuelto a abrazar en estos días la «vía eslovena» como la hoja de ruta a seguir en el camino para edificar la república independiente que, según su diagnóstico, salió de las urnas del 1-O. «España se ha convertido en una jaula para los catalanes. Los que intentan escapar acaban en la cárcel, en el exilio o en huelga de hambre», sostuvo la pasada semana Torra desde la sede del Ayuntamiento de Liubliana, la capital eslovena. Para romper la jaula, destacó Torra, «la vía a seguir es la eslovena, la de la libertad».

Pero, ¿qué pasó en Eslovenia para que los partidos independentistas lo consideren un espejo en el que mirarse? El doctor en Historia de la Universidad San Pablo CEU Luis Togores destaca que «los paralelismos no existen» entre ambas situaciones, salvo que lo que esté tratando de hacer Torra es una «llamada a la guerra, que a mí me parece terrible, porque lo que está haciendo es hablar de una independencia unilateral tras una guerra». Y añade: «Torra quiere ofrecer el ejemplo tristísimo de decir que si tiran por la vía de enmedio, al final, lograrán la independencia. Yo no hubiese elegido el ejemplo de Eslovenia, porque probablemente la situación se convertiría en algo parecido a lo que sucedió en Bosnia-Herzegovina, con una guerra civil terrible y un pueblo dividido en dos por la mitad».

Quim Torra

El surgimiento de este país fue, de hecho, el resultado de la conocida como Guerra de los Diez Días: «Eslovenia formaba parte de la antigua Yugoslavia y en 1990 se produjo el proceso de separación en un contexto de disgregación de Yugoslavia, con la guerra de Bosnia-Herzegovina y otros conflictos como el de Croacia. Era un sistema que se había creado tras la II Guerra Mundial y que, en ese momento con la muerte de Tito, se disolvió», señala Togores. En este escenario, Eslovenia declaró su independencia en 1991 y arrancó una guerra que, tras diez días, acabó con un balance de sesenta muertos y centenares de heridos.

Para Taylin Aroche, periodista especializada en la Europa del este y los Balcanes, la comparación tampoco se sostiene: «Fue una guerra breve, ya que seguían abiertos los conflictos en Kosovo y Croacia. Eslovenia declaró su independencia en un clima de agitación no solo política, sino también económica y social de unos ciudadanos que pedían la democratización de su país. El contexto de la desintegración yugoslava no es comparable con una Cataluña que pertenece a un estado democrático y donde goza de una gran autonomía».

Para Eduardo González Vega, consultor en el Centro Internacional de Gestión y Marketing Político de la UCJC, la referencia de Torra a la vía eslovena constituye una «gran irresponsabilidad» si el presidente autonómico trata con este argumento de «introducir en la sociedad el mensaje de que “la independencia no es gratis”», en referencia a los muertos y heridos de la Guerra de los Diez Días. Desde el punto de vista de la estrategia de comunicación, argumenta González Vega, «la apelación a la “vía eslovena” no surge por casualidad. Torra ya venía observando que la presión independentista se había desinflado y las últimas protestas de los funcionarios catalanes generaron un nuevo escenario. De ahí la reacción».

Al margen del contexto histórico, las diferencias van mucho más allá ya que, como recuerdo Togores, «en Eslovenia se hizo un plebiscito y voto más del 90% y de ese porcentaje el 88% dijo que sí». Cifras que contrastan con el hecho, por ejemplo, de que en las últimas elecciones autonómicas los partidos secesionistas catalanes sumaran solo el 47,5% de los votos y en el referéndum ilegal del 1-O apenas participara el 43% de los catalanes.

Y a ello se une un contexto internacional que hace inviable la reedición de aquel episodio: «La independencia de Cataluña no solo se enfrenta a la oposición de Madrid, sino también a la de cada uno de los estados miembros de la UE. Cataluña puede declarar su independencia, pero a menos que el estado matriz renuncie al control soberano de ese territorio, ningún país que se considere democrático va a reconocerles como Estado, como pasó en octubre de 2017», asegura Aroche. No en vano, sostiene Togores, «a los europeos no les interesa, y menos ahora, el tema de las independencias unilaterales regionales, con los flamencos, los corsos, los bretones, el norte de Italia, los galeses, los escoceses... Sería volver a la Edad Media, con reinos enanos».

Fuente: La Razón