El guiso con el que lograban proteínas hace 4.500 años los constructores de las pirámides de Egipto

No hay mayor tesoro para un arqueólogo que un vertedero. Hace tiempo apareció junto a las Pirámides de Giza un montículo que contenía enterradas las evidencias que han permitido a los arqueólogos abrir una ventana a cómo vivían los constructores de los enormes símbolos del poder del faraón. Bajo el montículo había una gran cantidad de huesos de ganado. Era la escombrera de los asentamientos de los obreros. Y gracias al estudio de las especies presentes se ha podido saber mucho de quienes vivían junto al basurero. Para empezar, su dieta.

Hace 4.500 años que miles de egipcios trabajaron en Giza para elevar los enormes bloques de piedra hasta la cúspide de las pirámides. Los arqueólogos de Ancient Egypt Research Associates (AERA) desenterraron sellos que datan del reinado de la IV dinastía, la de Kefrén (2520–2494 a. C.). Junto a los sellos había trozos de yeso pintado, que sugieren que esos materiales proviene de asentamientos ricos.

Pero también encontraron una concentración de huesos largos de oveja y cabra, muchos de cuyos extremos habían sido arrancados. Dos arqueólogos egipcios lanzaron la hipótesis de que los extremos cortados probablemente se usaron para hacer sopa de gelatina, una fuente barata de proteína que se disfruta incluso hoy en Egipto. Y el director de AERA, Mark Lehner (izquierda), sugiere que la carne de los huesos probablemente estaba, cómo no, reservada para las elites del área, mientras que los trabajadores, posiblemente aquellos que construyeron la pirámide de Kefrén, la segunda más grande de Giza, recibieron las puntas de los huesos para hacer un guiso rico en proteínas.

La dieta de los constructores

Los textos jeroglíficos nos dicen que las instalaciones de producción y almacenamiento de alimentos del Reino Antiguo se encontraban bajo una institución llamada per shena (que se dibujan con una casa y el arado, y significan «la casa del comisariado»). Este término indica un establecimiento de producción de alimentos que incluye panaderías, cervecerías y graneros.

Hay tumbas del Reino Antiguo que muestran escenas con la cocción de pan y la elaboración de cerveza y demuestran que formaron parte del mismo proceso de producción. Durante la construcción de las pirámides había que alimentar a decenas de miles de trabajadores. ¿Cuál era la logística? Los métodos empleados por los egipcios en Giza pueden haber influido en la administración real del país durante milenios, porque era una ciudad flotante con una concentración de población a la que había que abastecer.

Peces, reptiles y ganado

En un área del mundo donde las personas tradicionalmente han reservado el consumo de carne principalmente para ocasiones especiales y días festivos, hay evidencia de que el antiguo estado aprovisionó a la masa de trabajadores con suficiente ganado, ovejas y cabras para alimentar a miles de personas. Carne por más de una generación, incluso si la comieran todos los días.
Los arqueólogos han examinado e identificado más de 175.000 huesos y fragmentos de de los mismos de las excavaciones en el asentamiento de la pirámide de Giza. Pertenecen a peces, reptiles, aves y mamíferos. Alrededor del 10% ha sido identificable al menos al nivel del género (un grupo de especies estrechamente relacionadas). El ganado bovino y ovino dominan la fauna. Hay enormes cantidades de fragmentos de ganado ovino y caprino, y también fragmentos de cerdo. La proporción de ovejas y cabras en comparación con el resto ganado es de 5 a 1. La proporción de ovejas y cabras es de 3 a 1.


Podría parecer que las ovejas y las cabras eran más comunes en Giza que otras especies, y que las ovejas y las cabras eran más importantes. Pero hay que recordar que un toro de 18 meses produce de diez veces más carne que un carnero de 18 meses.

Otras conclusiones son que el ganado y las ovejas consumidas en el asentamiento morían jóvenes. Eso da pistas sobre el consumo. El 30% del ganado murió antes de los 8 meses, el 50% antes de los 16 meses y solo el 20% tenía más de 24 meses.

El 90% de las ovejas y las cabras sobrevivieron 10 meses, solo el 50% tenía más de 16 meses y el 10% más de 24 meses. La proporción de ganado macho a hembra es de 6 a 1. La proporción de ovejas y cabras macho a hembra es de 11 a 1.

Fuente: abc.es | 27 de diciembre de 2018

Divididas por el ADN: la difícil relación entre la arqueología y la genómica

El túmulo alargado de West Kennet sirvió como tumba y lugar ceremonial durante más de un milenio. Crédito: Robert Harvey / Natural World Photography

Treinta kilómetros al norte de Stonehenge, a través del paisaje ondulado del sudoeste de Inglaterra, se encuentra un enclave no menos famoso del periodo Neolítico de Gran Bretaña. Erigido alrededor del 3.600 a.C. por comunidades agrícolas tempranas, el gran túmulo de West Kennet es un montículo de tierra con cinco cámaras adornado con losas de piedra gigantes. Al principio, sirvió de tumba a unas tres docenas de hombres, mujeres y niños. Pero la gente continuó visitándolo durante más de 1.000 años, llenando dichas cámaras con reliquias como cerámica y abalorios que se han interpretado como un homenaje a los antepasados o a los dioses.

Tales artefactos nos ofrecen una visión de esos visitantes y su relación con el mundo en general. Los cambios en los estilos de las cerámicas a veces se hicieron eco de tendencias distantes en Europa continental, como, por ejemplo, la aparición de vasos con forma de campana (Cultura del Vaso Campaniforme), una conexión que señala la llegada de nuevas ideas y gentes a Gran Bretaña. Ahora bien, muchos arqueólogos piensan que estos cambios materiales se combinaron con una cultura generalmente estable que continuó siguiendo sus tradiciones durante siglos.
“Las formas en que las personas hacían las cosas eran las mismas. Solo estaban utilizando una cultura material diferente, es decir, usaban recipientes distintos”, dice Neil Carlin (izquierda), del University College de Dublin, el cual estudia la transición del Neolítico a la Edad del Cobre en Irlanda y Gran Bretaña.

Sin embargo, el año pasado comenzaron a circular informes que parecían desafiar esta imagen de estabilidad. Un estudio que analizaba datos sobre el genoma de 170 europeos antiguos, entre ellos 100 individuos asociados con artefactos del estilo del Vaso Campaniforme, sugería que las personas que habían construido el túmulo mencionado y enterrado a sus muertos habían casi desaparecido en el año 2.000 a.C. La ascendencia genética de los británicos del periodo Neolítico, según el estudio, habría sido desplazada casi por completo. Pero, a pesar de todo, los recién llegados continuaron con muchas de las tradiciones británicas. "Ese panorama no encajaba conmigo", dice Carlin, quien ha estado tratando de conciliar su investigación con los hallazgos sobre el ADN.

El "bombazo" del estudio sobre la cerámica del Vaso Campaniforme apareció en Nature en febrero de este año e incluía 230 muestras más, convirtiéndolo en la investigación más grande sobre el genoma antiguo registrado. Pero el mismo es solo el último ejemplo de la influencia disruptiva que la genética está teniendo en el estudio del pasado humano. Desde 2010, cuando el primer genoma de humanos antiguos fue secuenciado por completo, los investigadores han ido acumulado datos de más de 1.300 individuos (ver el gráfico 'Genomas antiguos' más abajo), y los han utilizado para señalar el surgimiento de la agricultura, la propagación de los lenguajes y la desaparición de los estilos de cerámica, asuntos todos ellos sobre los que han trabajado los arqueólogos durante décadas.

Algunos arqueólogos están encantados con las posibilidades que ofrece la nueva tecnología sobre el ADN. El trabajo sobre el ADN antiguo ha dado nueva vida y entusiasmo a su oficio, y se han comenzando investigaciones inconcebibles, como la secuenciación del genoma de cada individuo que se halle en un cementerio. Pero otros arqueólogos son cautelosos.

“La mitad de los arqueólogos creen que el ADN antiguo puede resolverlo todo. La otra mitad piensa que el ADN antiguo es el trabajo del diablo", afirma Philipp Stockhammer (derecha), investigador de la Universidad Ludwig-Maximilians, en Munich, el cual trabaja en estrecha colaboración con genetistas y biólogos moleculares en un instituto de Alemania que se creó hace unos años para establecer puentes entre distintas disciplinas científicas. La tecnología no es una 'bala de plata', dice, pero los arqueólogos lo ignoran bajo su propio riesgo.

Sin embargo, a algunos arqueólogos les preocupa que el enfoque molecular haya robado el campo de los matices. Están preocupados por los estudios de ADN, los cuales, dicen, hacen suposiciones injustificadas e incluso peligrosas sobre los vínculos entre biología y cultura. "Dan la impresión de que los han solucionado", dice Marc Vander Linden (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Cambridge, Reino Unido. "Es un poco irritante".

Esta no es la primera vez que los arqueólogos han tenido que lidiar con una tecnología transformadora. "El estudio de la prehistoria actual está en crisis", escribió el arqueólogo de Cambridge, Colin Renfrew (derecha) en su libro de 1973, 'Antes de la civilización', en el que describe el impacto de las dataciones mediante la utilización del radiocarbono. Antes de que esta técnica fuera desarrollada por químicos y físicos en los años 40 y 50, los especialistas en la prehistoria determinaban la antigüedad de los yacimientos utilizando "cronologías relativas", y en algunos casos confiando en los antiguos calendarios egipcios y en suposiciones falsas sobre la difusión de ideas procedentes del Cercano Oriente. "Gran parte de la prehistoria, tal como está escrita en los libros de texto existentes, es inadecuada: parte de la misma simplemente está equivocada", afirmaba Renfrew.

No fue un cambio fácil (los primeros esfuerzos en realizar dataciones mediante el radiocarbono estaban fuera de lugar por cientos de años o más), pero la técnica finalmente permitió a los arqueólogos dejar de gastar la mayor parte de su tiempo preocupándose por la antigüedad de los restos óseos y los artefactos, y centrarse en lo que éstos significaban, argumenta Kristian Kristiansen (izquierda),quien estudia la Edad del Bronce en la Universidad de Gotemburgo, Suecia. "De repente, hubo mucho tiempo libre intelectual para comenzar a pensar en las sociedades prehistóricas y cómo estaban organizadas". El ADN antiguo ofrece ahora la misma oportunidad, dice Kristiansen, quien se ha convertido en uno de las más grandes admiradores de esta tecnología en su campo.
La genética y la arqueología han sido incómodas compañeras de cama durante más de 30 años: el primer documento sobre ADN humano-antiguo, aparecido en 1985, informaba sobre las secuencias genéticas de una momia egipcia (ahora se piensa que estaban contaminadas). Pero las mejoras en la tecnología de secuenciación desde mediados al final de la década 2000 establecieron los campos en curso de colisión.

En 2010, científicos dirigidos por Eske Willerslev (derecha), del Museo de Historia Natural de Dinamarca, emplearon el ADN de un mechón de pelo de un nativo de Groenlandia, de 4.000 años de antigüedad, para generar la primera secuencia completa de un genoma humano antiguo. Al ver el futuro de la genética ante sus ojos, Kristiansen pidió a Willerslev que se uniera a una prestigiosa beca del Consejo Europeo de Investigación que les permitiría examinar la movilidad humana cuando el Neolítico tardío dio paso a la Edad del Bronce hace unos 4.000 a 5.000 años.

Problemas de asociación

Las migraciones humanas han sido siempre una fuente importante de tensión para los arqueólogos. Se ha debatido largamente si los movimientos humanos son responsables de los cambios culturales en el registro arqueológico, como el fenómeno del Vaso Campaniforme, o si son simplemente las ideas las que se mueven a través de los intercambios culturales. Las poblaciones, identificadas por los artefactos con los que se las asociaban, se consideraban un remanente del pasado colonial de la ciencia, lo que imponía categorías artificiales. "Las ollas son ollas, no personas", dice un refrán común.
Desde entonces, la mayoría de los arqueólogos han dejado de lado la idea de que la prehistoria era como un juego de 'Risk', en el que grupos culturales homogéneos se abren camino a través de un mapa del mundo. En su lugar, los investigadores tienden a centrarse en comprender un pequeño número de enclaves antiguos y las vidas de las personas que vivieron en ese lugar. "La arqueología se había alejado de las grandes narrativas", dice Tom Booth (izquierda), bioarqueólogo del Museo de Historia Natural de Londres, y que forma parte de un equipo que utiliza el ADN antiguo para rastrear la llegada de la agricultura a Gran Bretaña. "Mucha gente pensó que era necesario comprender el cambio regional para entender la vida de las personas".

El trabajo sobre el ADN antiguo, que ha demostrado repetidamente que los habitantes modernos de una región a menudo son distintos de las poblaciones que vivían allí en el pasado, prometió, para bien o para mal, devolver algo del enfoque general sobre las migraciones a la prehistoria humana. "En lo que la genética es particularmente buena es en detectar cambios en las poblaciones", dice David Reich (derecha), genetista de poblaciones en la Escuela de Medicina de Harvard, Boston, Massachusetts. Los arqueólogos, dice Kristiansen, "estaban dispuestos a aceptar que los individuos habían viajado". Pero para el período de la Edad del Bronce que él estudia, “no estaban preparados para grandes migracione. Eso era algo nuevo".

Los estudios de isótopos de estroncio en piezas dentales, que varían según la geoquímica local, habían dado a entender que algunos individuos de la Edad del Bronce habían recorrido cientos de kilómetros a lo largo de su vida, dice Kristiansen. Él y Willerslev se preguntaban si el análisis de ADN antiguo podía detectar movimientos de poblaciones completas durante este período.

Tenían que competir. En 2012, David Anthony (izquierda), un arqueólogo del Hartwick College, en Oneonta, Nueva York, cargó su automóvil con cajas de restos humanos que él y sus colegas habían excavado en las estepas rusas cerca de la ciudad de Samara, las cuales incluían huesos asociados con un pastor de la Edad del Bronce perteneciente a la cultura Yamna. Los llevó al antiguo laboratorio de ADN que Reich había estableció en Boston. Al igual que Kristiansen, Anthony estaba cómodo teorizando sobre el pasado a gran escala. En su libro de 2007, "The Horse, the Wheel and Language", proponía que la estepa euroasiática había sido un crisol para el desarrollo moderno de la domesticación de los caballos y el transporte con ruedas, lo que impulsó la expansión de una familia de lenguas, llamada indoeuropea, a través de toda Europa y partes de Asia.

En dos trabajos publicados en Nature (aquí y aquí) en 2015, equipos de investigadores llegaban a conclusiones más o menos similares: una afluencia de pastores de las estepas de las actuales Rusia y Ucrania, vinculados a artefactos de la cultura Yamna y a prácticas de sepulturas en túmulos, habían reemplazado gran parte del acervo genético de Europa central y occidental hace unos 4.500-5.000 años. Esto era coincidente con la desaparición de la cerámica neolítica, los estilos de enterramiento y otras expresiones culturales, y con el surgimiento de artefactos asociados a la cultura de la Cerámica Cordada, la cual se distribuía a lo largo de todo el norte y centro de Europa. "Estos resultados fueron un 'shock' para la comunidad arqueológica", dice Kristiansen.

Cortadores de cuerdas

Tales conclusiones inmediatamente se encontraron con el rechazo. Parte de ello comenzó incluso antes de que se publicaran los documentos, dice Reich. Cuando hizo circular un borrador entre sus docenas de colaboradores, varios arqueólogos abandonaron el proyecto. Para muchos, la idea de que las personas vinculadas a la cultura de la Cerámica Cordada habían reemplazado a los grupos neolíticos de Europa occidental recordaba inquietantemente las ideas de Gustaf Kossinna (derecha), un arqueólogo alemán de principios del siglo XX que había relacionado la cultura de la Cerámica Cordada con la gente de la Alemania moderna y promovido un punto de vista "Risk" de la prehistoria conocido como arqueología de los asentamientos. Dicha idea alimentó, más tarde, a la ideología nazi.
Reich se volvió a ganar a sus colaboradores rechazando explícitamente las ideas de Kossinna en un ensayo incluido en el material complementario del trabajo de investigación. Él dijo que el episodio fue revelador al mostrar cómo una audiencia más amplia percibía los estudios genéticos que afirmaban la existencia de migraciones antiguas a gran escala.

Sin embargo, no todos estaban satisfechos. En un ensayo titulado Kossinna's Smile ("La sonrisa de Kossima"), el arqueólogo Volker Heyd (izquierda), de la Universidad de Bristol, Reino Unido, dijo que no estaba de acuerdo, pero no con la conclusión de que hubo gentes que emigraron al oeste de la estepa, sino con la forma en que sus firmas genéticas se habían combinado con expresiones culturales complejas. Los enterramientos de las culturas de la Cerámica Cordada y Yamna son más diferentes que similares, y hay evidencias de intercambio cultural, al menos, entre la estepa rusa y las regiones del oeste que preceden a la cultura Yamna, afirma. Ninguno de estos hechos niega las conclusiones de los trabajos de investigación sobre genética, pero ponen de relieve la insuficiencia de los mismos al abordar las preguntas en las que están interesados los arqueólogos, argumenta. "Aunque no tengo ninguna duda de que básicamente tienen razón, lo que no se refleja es la complejidad del pasado", escribió Heyd, antes de emitir una llamada a las armas. "En lugar de dejar que los genetistas determinen la agenda y establezcan el mensaje, debemos enseñarles acerca de la complejidad de las acciones humanas en el pasado".

Ann Horsburgh (derecha), antropóloga molecular y prehistoriadora de la Universidad Metodista del Sur, en Dallas, Texas, atribuye esas tensiones a problemas de comunicación. La arqueología y la genética dicen cosas distintas sobre el pasado, pero a menudo usan términos similares, como el nombre de una cultura material. "Es C.P. Snow de nuevo", dice, refiriéndose a las influyentes opiniones sobre las "Dos culturas" que este científico británico escribió, el cual lamentaba la profunda división intelectual existente entre las ciencias y las humanidades. Horsburgh se queja de que los resultados genéticos son a menudo dados de modo prioritario sobre las inferencias acerca del pasado obtenidas por la arqueología y la antropología, y que ese "chovinismo molecular" impide que haya un compromiso relevante. "Es como si los datos genéticos, porque son generados por personas en batas de laboratorio, tuvieran algún tipo de verdad pura sobre el Universo".

Horsburgh, que está viendo que como su propio campo sobre la prehistoria africana comienza a sentir las convulsiones de la genómica antigua, dice que los arqueólogos, frustrados por haber malinterpretado su propio trabajo, deberían ejercer su poder sobre los restos arqueológicos y exigir colaboraciones más equitativas con los genetistas. "La colaboración no significa que te envíe un correo electrónico que diga 'Hey, tienes unos huesos realmente geniales. Te conseguiré que publiques un trabajo en Nature'. Eso no es una colaboración”, dice ella.

Muchos arqueólogos están también tratando de entender y relacionarse con los incómodos hallazgos procedentes de la genética. Neil Carlin, por ejemplo, dice que el estudio del genoma sobre las gentes de la cultura del Vaso Campaniforme lo envió como "una ruta de reflexión", en la cual él cuestiona sus propios puntos de vista acerca del pasado. Ha estudiado detenidamente la selección de muestras de ADN incluidas en el estudio, así como las bases para su conclusión de que la aparición de artefactos del Vaso Campaniforme coincide con un reemplazo de más del 90% del acervo genético británico. "No quería cuestionarlo desde una posición de ignorancia", argumenta Carlin.


Al igual que Wolker Heyd, acepta que se produjo un cambio en la ascendencia (aunque tiene preguntas sobre el momento y la amplitud del mismo). Esos resultados, de hecho, ahora hacen que se pregunte acerca de cómo prácticas culturales, tales como dejar cerámica y otros bienes en el túmulo de West Kennet, persistieron ante tales cambios. "Yo caracterizaría muchos de estos trabajos de investigación como 'mapear y describir'. Ellos observan el movimiento de las firmas genéticas, pero en términos de cómo o por qué eso sucedió, esas cosas no se exploran", dice Carlin, quien sostiene no estar ya molesto por la desconexión. "Me estoy reconciliando cada vez más con la opinión de que la arqueología y el ADN antiguo están contando historias diferentes". Los cambios en las prácticas culturales y sociales que él estudia podrían coincidir con los cambios de población que Reich y su equipo están descubriendo, pero no necesariamente tienen razón. Tales percepciones biológicas nunca explicarán completamente las experiencias humanas capturadas en el registro arqueológico.

Reich está de acuerdo en que su campo está en una "fase de creación de mapas", y que la genética solo está esbozando los ásperos contornos del pasado. Las conclusiones arrolladoras, como las presentadas en los documentos de 2015 sobre las migraciones desde la estepa rusa, darán paso a estudios con mayor sutileza centrados en la región.

Esto ya está empezando a suceder. Aunque el estudio sobre el Vaso Campaniforme halló un cambio profundo en la composición genética de Gran Bretaña, rechaza la idea de que este fenómeno cultural estuviera asociado con una sola población. En Iberia, los individuos enterrados con artefactos del Vaso Campaniforme estaban estrechamente relacionados con poblaciones locales anteriores y compartían poca ascendencia con los individuos asociados al Vaso Campaniforme del norte de Europa (los cuales estaban relacionados con grupos de las estepas como los Yamna). Fueron las vasijas las que hicieron el camino, no la gente.

Reich describe su papel como el de una "partera" que entrega tecnología sobre ADN antiguo a los arqueólogos, los cuales pueden aplicarla como les parezca. "Los arqueólogos adoptarán esta tecnología y no serán luditas, la harán suya", predice.

Una relación más fuerte

Ubicada en un tranquilo valle en el estado de Turingia, en la antigua Alemania del Este, la ciudad de Jena se ha convertido en un centro para la convergencia de la arqueología con la genética. En 2014, la prestigiosa Sociedad Max Planck estableció allí un Instituto para la Ciencia de la Historia Humana, e instaló, como estrella en alza sobre la investigación del ADN antiguo, a Johannes Krause como director (izquierda). Krause era un protegido del genetista Svante Pääbo (derecha) en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig. Allí, Krause trabajó en el genoma de los neandertales y ayudó a descubrir un nuevo grupo humano arcaico conocido como Denisovanos.

Mientras que Pääbo estaba centrado en aplicar la genética a preguntas biológicas sobre los humanos antiguos y sus parientes, Krause vio un alcance más amplio para la tecnología genética. Antes de dirigir el instituto de Jena, su equipo identificó el ADN de una bacteria -causante de plagas- en los dientes de personas que murieron a causa de la Peste Negra en el siglo XIV, constituyéndose en la primera evidencia directa de una posible causa de tal pandemia. En Jena, Krause esperaba poder llevar la genética no solo a los períodos 'prehistóricos' del Neolítico y la Edad del Bronce, donde los métodos arqueológicos son la principal herramienta para reconstruir el pasado, sino también a tiempos más recientes. La divulgación conjunta con los historiadores sigue siendo todavía un trabajo en progreso, pero la arqueología y la genética están completamente integradas en el instituto. El departamento que Krause dirige se llama incluso arqueogenética. "Tenemos que ser interdisciplinarios", dice, porque los genetistas están abordando cuestiones y períodos de tiempo que los arqueólogos, lingüistas e historiadores, han estudiando detenidamente durante décadas.
Krause y su equipo han estado muy involucrados en la fase de creación de mapas de la genómica antigua (él ha trabajado estrechamente con el equipo de Reich en muchos de estos proyectos). En este sentido, un estudio publicado a fines del año pasado, que se centraba en la transición del Neolítico a la Edad del Bronce en Alemania, obtuvo elogios de arqueólogos que han estado dudando de los estudios de ADN antiguo a gran escala.

La cerámica de la cultura de Vaso campaniforme indica un período de mezcla cultural sin precedentes para los primeros europeos. Crédito: Museo Ashmolean / Univ. Oxford / Bridgeman

Dirigido por Philipp Stockhammer, que también tiene un puesto en el instituto de Jena, el equipo analizó 84 esqueletos del Neolítico y de la Edad del Bronce procedentes del valle del río Lech, en el sur de Baviera, y que datan de entre 2500 y 1700 a.C. La diversidad de los genomas en las estructuras celulares conocidas como mitocondrias, que se heredan por vía materna, había aumentado durante este período, lo que sugiere que hubo una afluencia de mujeres. Al mismo tiempo, los niveles de isótopos de estroncio en los dientes, y que se fijan durante la infancia, sugieren que la mayoría de las mujeres no eran locales. En un caso, dos individuos relacionados, que vivieron con pocas generaciones de diferencia entre uno y otro, se encontraron enterrados con diferentes culturas materiales. En otras palabras, algunos cambios culturales en el registro arqueológico podrían deberse no a migraciones masivas, sino a la movilidad sistemática de mujeres individuales.

Es la perspectiva de más estudios como este lo que hace que los arqueólogos estén salivando a consecuencia del ADN antiguo. En un futuro cercano, dice Stockhammer, los arqueólogos podrán secuenciar los genomas de todos los individuos de un cementerio y construir un árbol genealógico local, al tiempo que determinan cómo encajan dichos individuos dentro de los grandes patrones ancestrales. Esto debería permitir a los investigadores preguntar cómo se relaciona el parentesco biológico con la herencia de la cultura material o estatus. "Estas son las grandes preguntas de la historia, y las mismas solo se pueden resolver en colaboración", dice Stockhammer.
Otra visión de este enfoque apareció en la revista bioRxiv. El documento explora un período de migraciones en Europa, cuando "hordas bárbaras" llenaron el vacío dejado por la caída del Imperio Romano. En el documento, un equipo de genetistas, arqueólogos e historiadores, han construido los árboles genealógicos de 63 individuos de dos cementerios medievales, uno en Hungría y otro en el norte de Italia, asociados con un grupo conocido como los longobardos. Encontraron en los enterramientos evidencias de forasteros de alto estatus, la mayoría de los cuales tenían ancestros genéticos del centro y norte de Europa que diferían de los de la población local, quienes solían ser enterrados sin ajuares, lo que ofrecía apoyo a la idea de que algunos grupos bárbaros incluían a forasteros.

Patrick Geary, un historiador medieval en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Nueva Jersey, y que fue uno de los líderes del estudio sobre los longobardos, no comenta nada sobre esta investigación porque está siendo revisada por pares. No obstante, dice que los estudios genéticos de los tiempos históricos, como el período de las migraciones bárbaras, también conllevan trampas. Los historiadores están incorporando a su trabajo, cada vez más, datos como registros sobre el paleoclima, y harán lo mismo con el ADN antiguo, dice Geary. Sin embargo, comparten los temores de los arqueólogos de que la biología y la cultura se confundan, y que las designaciones problemáticas, como francos, godos o vikingos, sean establecidas por perfiles genéticos, prevaleciendo la percepción sobre cómo los pueblos antiguos se veían a sí mismos. "En estos días, lo que los historiadores quieren saber es la identidad", dice. "Pero los genetistas no puede responder a estas cuestiones".

Reich admite que su área de actividad no siempre ha manejado el pasado con el matiz o la precisión que les gustaría a los arqueólogos e historiadores. Sin embargo, espera que eventualmente se dejen llevar por las ideas que su campo puede aportar. "Somos bárbaros llegando tarde al estudio del pasado humano", dice Reich. "Pero es peligroso ignorar a los bárbaros".

Fuente: nature.com | 28 de marzo de 2018

Localizan en Israel una base militar del rey persa Cambises II que pudo haber servido para invadir el imperio egipcio en el 520 a.C.

Guerreros persas, un detalle del friso en el palacio de Darío en Susa. Museo Pergamon / Museo Vorderasiatisches, Alemania. Crédito de la imagen: Mohammed Shamma / CC BY 2.0.

Hace unos 2.500 años, el rey persa Cambises II organizó un ataque total a Egipto tomando como base Palestina. Ahora los arqueólogos creen haber encontrado un campamento militar en el norte de Israel desde el cual el emperador aqueménida lanzó su invasión sobre el reino del Nilo.
El Imperio Aqueménida fue fundado por Ciro II el Grande en la década de 580 a.C., derrotando a los imperios Medo, Lidia y Neo-Babilónico, a medida que se expandía. Cambises II fue su hijo, y persiguió el sueño de su padre de un pleno gobierno en la región.

Entre los hallazgos arqueológicos llevados a cabo en Tell Keisan, una colina que se eleva unos 28 metros en la llanura costera cerca de la ciudad de Acre (también conocida como Akko), en el norte de Israel, se encuentran ruinas datadas en el período persa mediante jarras de cerámica y ollas de cocina en estilos griego y fenicio, típicos de esa época.

Los fenicios de la costa Palestina, junto con su flota militar, habían sido subyugados por los asirios y luego por los persas. El antiguo historiador griego Heródoto dejo escrito que hubo mercenarios griegos que lucharon en el ejército del emperador Cambises II. Los restos de cerámica griega y fenicia hallados en el estrato persa de Tell Keisan sugieren que esta área constituía parte del campamento base de la gran campaña aqueménida contra el imperio egipcio.

“Bajo Cambises II, los persas quisieron prepararse para la guerra y conquistar Egipto, y lo hicieron en Palestina", dice el profesor Gunnar Lehmann (izquierda), de la Universidad Ben-Gurión, quien está codirigiendo las excavaciones de Tell Keisan junto con David Schloen (derecha), del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.

En las dos temporadas de excavaciones de 2016 y 2018, los arqueólogos sacaron a la luz niveles que datan del período helenístico (siglos III y II a.C.), del período persa (siglos V y IV a.C.) y de la Edad del Hierro II-C (siglo VII a.C.). También encontraron niveles anteriores que datan de la Edad del Hierro tardía II-A, de hace alrededor 3.000 años, pero aún no se han explorado a fondo.

Tell Keisan significa "colina de la traición", en árabe, aunque no se sabe por qué se le dio ese nombre. Mencionado a partir del siglo XII en adelante por cronistas árabes, presumiblemente se refiere a un evento militar vergonzoso ahora olvidado. Tampoco se conoce el nombre del asentamiento en la antigüedad.

Tell Keisan, que ha estado ocupado durante al menos 6.000 años, se encuentra estratégicamente ubicado en la llanura de Acre, desde la que se controla el fértil valle de Jezreel (Esdraelón), así como las rutas comerciales entre Galilea, el Valle del Jordán y la región este.

Tell Keisan. Crédito: Ivgeni Ostrovski

Estudios y excavaciones anteriores han expuesto grandes estructuras fortificadas de la Edad del Hierro, datadas alrededor de los 1.000 a 587 a.C. Según los hallazgos encontrados en las capas arqueológicas, parece que los sucesivos conquistadores de Palestina encontraron irresistible su ubicación estratégica: los propios lugareños, los egipcios, los asirios y los persas bajo Cambises II, parece que lo utilizaron como centro administrativo y base militar de operaciones en el siglo V a.C., y más tarde también.

Respecto a los egipcios, Tell Keisan fue uno de los varios bastiones que ostentaron a lo largo de la llanura costera de Acre cuando controlaban Palestina, desde el año 637 hasta el 605 a.C., aproximadamente, dice Lehmann. Otros bastiones fueron Tell Achziv y Tell Kabri, y puede que hubiera más.

En Tell Keisan, justo debajo del nivel persa, los arqueólogos sacaron a luz un gran edificio con salas de almacenaje que datan de la XXVI dinastía egipcia. Aparentemente, el edificio comenzó su función en el siglo VII a.C., y parece que sirvió también como edificio gubernamental o administrativo, el cual, entre otras cosas, proporcionaba alimentos al personal.

El edificio también contenía cerámica fenicia, chipriota y griega oriental, pero de un tipo anterior, típica de la época pre-persa. Las salas de almacenaje contenían numerosos jarras, en su mayoría de origen fenicio, así como ánforas con asas chipriotas del siglo VII a.C. Entre las gentes que utilizaron las instalaciones pudo haber mercenarios al servicio del mando egipcio.

Impresión de un sello persa del s. VI a.C, en el que posiblemente se muestra a Cambises II capturando al faraón Psamético III.

Cambises reúne su gran y lento ejército.

La campaña de Cambises II para conquistar Egipto, reunió fuerzas para "cruzar los desiertos sin agua" aparentemente en el 525 a.C., fue descrita por Herodoto. Cambises II atacó al faraón Psamético III en Menfis y ganó "Egipto y el mar" (Herodoto 3.34). En consecuencia, Cambises II se convirtió en el primer rey persa en gobernar el antiguo Egipto.
Los eruditos citan también otras dos fuentes antiguas, aparte de Heródoto, que localizan numerosas fuerzas persas en la llanura de Acre.

Uno es el historiador griego, Diodoro Sículo, el cual narra los preparativos hechos por el monarca persa Artajerjes II para subordinar a Egipto: “El ejército de Persia se reunió en la ciudad de Ake, contando con doscientos mil bárbaros liderados por Pharnabazus, y veinte mil mercenarios griegos bajo el mando de Iphicrates. En cuanto a la flota, los trirremes eran trescientos, y doscientos barcos de guerra de treinta remos. Y grande era el número de aquellos que llevaban alimentos y otros suministros", Diodoro Sículo, Bibliotheca Historica 15.41.3 (Traducido por Peter Green, 2010).

La segunda fuente es el geógrafo y filósofo griego Estrabón: “Luego sigue Ptolemais, una gran ciudad, antes llamada Ace. Fue el lugar de encuentro de los persas en su expedición contra Egipto”, Estrabón, (Geografía 16.2.25-27)

De hecho, Tell Keisan parece que fue uno de los varios emplazamientos de Palestina, desde 520 a.C. en adelante, que se utilizaron para anclar la flota y como punto de encuentro del ejército persa. Entre ellos se incluyen Tell al-Fuhkhar (Acre), Tell Keisan, Tell Kurdana (Tell Aphek) y Tell Abu Hawam (Haifa).

"La agilidad no era precisamente la marca registrada del modo de guerra aqueménida", remarca Barry Strauss (izquierda), profesor de Historia y Clásicas en la Universidad de Cornell, EE.UU. "Grande y lento era cómo les gustaba a sus militares, tanto para vencer al enemigo como para impresionar a sus propios súbditos. Una fuerza expedicionaria masiva necesitaba una gran base de operaciones".

¿Por qué los persas estaban tan convencidos de conquistar Egipto, aparte de la debilidad humana habitual tendente a construir imperios?
Una razón es porque los diversos imperios del Levante y Medio Oriente consideraron siempre a Egipto como una amenaza importante. Pero esa es solo una razón más de su deseo último de controlar Palestina, la cual disponía de una tierra fértil con una larga costa y ser una zona conveniente para atacar Egipto. O, al menos, para contener la influencia de Egipto sobre el Levante.

Así que no solo las llanuras mediterráneas eran fértiles, con mucho espacio y pastos para los caballos: Egipto estaba cerca y Palestina era un terreno relativamente seguro para que Cambises II pudiera preparar lentamente su invasión, resume Lehmann.

Soldados de del ejército aqueménida (bajo Jerjes). Crédito: A.Davey

Las fuerzas que Cambises II acumuló en la costa habrían necesitado un enorme aparato y una increíble cantidad de recursos. Tell Keisan habría sido, pues, un enclave -de una serie de ellos- que suministraba recursos a lo largo de la llanura de Acre. De hecho, los arqueólogos encontraron restos de recipientes y de cocina en grandes cantidades que podrían haber sido utilizados por los ejércitos de Cambises II. Una evidencia clave fue el hallazgo de un gran pozo con restos orgánicos y cantidades sustanciales de cerámica, algunas de las cuales eran de origen fenicio y otras importadas de Grecia, principalmente de Atenas.

Desgraciadamente, la arquitectura del período persa en Tell Keisan quedó dañada gravemente cuando los ejércitos del gobernante helenístico Alejandro Magno devastaron la zona para expulsar a los persas (bajo el rey Darío III) en la segunda mitad del siglo IV a.C.

Después de la muerte de Alejandro Magno en 323 a.C., su reino fue dividido entre sus generales. A los mismos se les suele denominar 'diadocos', que significa simplemente 'sucesores', en un lenguaje sencillo. La guerra entre ellos estalló casi inmediatamente. Como el gran historiador alemán Niebuhr dijo una vez, "Era simplemente una cuestión de si uno u otro bandido obtendría ventaja".
Durante el próximo siglo, el Egipto ptolemaico y el Imperio seléucida estarían entrelazados en una fatigosa lucha por el control de Palestina. Es muy probable que Alejandro Magno, y los subsiguientes gobernantes helenísticos de lo que se acabaría convirtiendo en Tierra Santa, se hubieran hecho cargo de la infraestructura del Imperio persa en la llanura de Acre.


Busto de Seleucu I Nicator (el 'vencedor'); c. 358-281 a.C., copia romana de un original griego >>>

"Alejandro y sus sucesores estaban generalmente más interesados ​​en la guerra que en la administración", explica Strauss. "Era más barato y más fácil tomar el control de la infraestructura del Imperio persa. De modo demostrativo lo habían hecho en otros lugares y seguramente lo hicieron también en la llanura de Akko".
Los niveles arqueológicos helenísticos presentan lo que parece ser un área industrial con pozos de basura e instalaciones para producir grandes cantidades de cerámica. Los hallazgos cerámicos indican que el vínculo con el Mediterráneo se mantuvo fuerte y que el comercio con las islas griegas y la costa de Asia se expandió hasta el siglo III a.C.

Durante el período helenístico anterior, Tell Keisan siguió siendo un suburbio de Acre, cuyo nombre había sido cambiado a Ptolomais (o Tolemaida).


En algún momento, durante el período helenístico posterior, el asentamiento fue abandonado. Permanecería sin vida durante la época romana y, posteriormente, habría estado ocupado y luego vuelto a abandonarse. Durante el período bizantino se restableció el asentamiento y allí se construyó una iglesia con edificios de servicio. Los cimientos de esta iglesia están bien conservados y fueron excavados y publicados por una expedición francesa.

Pero aparentemente, a principios del siglo VIII d.C, el montículo fue abandonado de nuevo, para, posteriormente, durante el período medieval, volver a restablecerse. Desde el siglo XII hasta el siglo XVI, la colina sostuvo un pequeño enclave rural, que, en el período otomano temprano, sería abandonado de una vez por todas.

Fuente: haaretz.com | 23 de diciembre de 2018

Descubren dos impresionantes bustos romanos en Israel

Foto: Eitan Klein, Israel Antiquities Authority

Dos impresionantes bustos romanos de piedra caliza, que muestran unos rasgos faciales únicos y detalles de la indumentaria y peinados de la época, a finales del periodo romano (siglos III-IV d.C.), han sido descubiertos cerca de Beit She'an, una ciudad situada en el Distrito Norte de Israel, según ha anunciado hoy la Autoridad de Antigüedades de este país (IAA).

Las esculturas romanas fueron descubiertas este mes de diciembre gracias a una mujer que estaba paseando cuando advirtió la parte superior de una de las cabezas sobresaliendo de la tierra. Ella y su marido llamaron a la Unidad de Prevención de Robos de la IAA y, tras una excavación, salió a la luz la otra cabeza escultórica. "Parece ser que los bustos quedaron al descubierto después de las recientes lluvias torrenciales que hubo en la zona", dice Nir Distelfeld, inspector la Unidad de Prevención de Robos de la IAA.

Nir Distelfeld, inspector de la Unidad de Prevención de Robos de la Autoridad de Antigüedades de Israel, con el par de bustos funerarios de piedra caliza, que fueron detectados por una excursionista en la región de Beit She'an. (Eitan Klein, Autoridad de Antigüedades de Israel)

"Bustos como estos normalmente se colocaban cerca o en el interior de una cueva funeraria y debieron de representar la imagen de los difuntos en líneas generales. En el pasado se han descubierto bustos similares en la zona de Beit She'an y en el norte de Jordania. Sin embargo, ninguno se parece al otro y ahí está la importancia de estos hallazgos. Estos bustos son de estilo oriental, lo que demuestra que, a finales del periodo romano, el uso del arte clásico había perdido fuerza, mientras que las tendencias locales se pusieron de moda", explica Eitan Klein, director adjunto de la Unidad de Prevención de Robos de la Autoridad de Antigüedades de Israel.

El director adjunto de la Unidad de Prevención de Robos de Antigüedades, Dr. Eitan Klein, en el Museo Rockefeller en Jerusalén (Yonatan Sindel / Flash90).

Según Klein, los dos ejemplos descubiertos se pueden fechar en el período Romano Tardío debido al contexto en el que se encontraron, un cementerio de los siglos III-IV. Durante ese periodo Beit She'an era una población diversa que incluía a romanos, cristianos, judíos y samaritanos. Debido a la prohibición de imágenes grabadas establecida en los Diez Mandamientos, Klein plantea la hipótesis de que las dos esculturas no pertenecían a judíos o samaritanos.
Imagen: Argita German-Levanon, the National Laboratory for Documentation and Digital Research in Archaeology, Israel Antiquities Authority

“Estos bustos fueron hechos de piedra caliza local y muestran rasgos faciales únicos, detalles de ropa y peinados. Parece que al menos uno de ellos representa a un hombre barbudo. Ninguno se parece a otro, y esa es la importancia de estos hallazgos", dijo Klein, quien añadió que se está planificando una excavación para el futuro en el área donde se desenterraron los bustos.
“El hallazgo es muy importante, pues nos dice mucho sobre los habitantes de la zona de Beth She'an en la antigüedad. El descubrimiento de los bustos rellena otra pieza del rompecabezas sobre nuestra comprensión de la cultura material de las personas de esta tierra en el pasado. Los bustos pertenecen a todos en el país, y ahora podemos disfrutarlos y entender su contexto histórico. Por otro lado, es importante señalar que las lluvias torrenciales invernales pueden sacar a la luz otros hallazgos, por lo que pedimos a la gente que nos informe en caso de que ocurra", concluye Distelfeld.


Fuentes: nationalgeographic.com.es | timesofisrael.com | 30 de diciembre de 2018

Los carros de los líderes íberos para viajar al otro mundo

Rueda seccionada encontrada en La Bastida de les Alcusses, en una imagen cedida por el equipo arqueológico.

Llevaban enterrados 2.400 años y han sido encontrados con unas semanas de diferencia. Desde el verano, dos equipos de arqueólogos han encontrado en La Bastida de Moixent, Valencia, y en Montemayor, Córdoba, yacimientos situados a 450 kilómetros de distancia, cinco ruedas ibéricas y restos de los carros a los que iban conectados. Los hallazgos son doblemente excepcionales porque apenas hay documentadas piezas similares y ninguna se encuentra en tan buen estado de conservación. Los indicios señalan que los vehículos no sirvieron para hacer la guerra ni para transportar mercancías, sino que fueron colocados junto a las tumbas de personajes de alto rango para que viajaran con ellos al más allá. Los íberos daban a los carros ese sentido simbólico y, en ocasiones, los representaban tirados por caballos alados.

Los descubrimientos han abierto investigaciones a las que se dedicarán años. Las hipótesis de trabajo son que las ruedas y el resto de elementos fueron enterrados en tumbas o en depósitos funerarios de líderes íberos, de momento no está claro si hombres o mujeres. La rueda de Moixent, de mediados del siglo V antes de Cristo, es de hierro, mide 90 centímetros de diámetro y ha aparecido apilada en tres segmentos idénticos. Al lado, explica Jaime Vives-Ferrándiz (izquierda), director del proyecto y conservador del Museo de Prehistoria de Valencia, también han sido hallados, hasta ahora, un bocado de caballo, restos de cerámica y una extraordinaria arracada de oro.

Las cuatro imponentes ruedas de Montemayor, de seis radios, fueron hechas también en hierro. Las dos más grandes de 120 centímetros, por las que casi podría decirse que no ha pasado el tiempo, fueron encontradas en lo que parece un cementerio íbero sobre el que los romanos construyeron siglos más tarde un campamento militar para el asedio de Ulia. Los textos clásicos relatan que la antigua ciudad fue escenario de feroces batallas en la guerra civil que enfrentó a Julio César con Pompeyo y sus hijos.

Yacimiento de La Bastida de les Alcusses, en Moixent. MÒNICA TORRES

Conjunto sin parangón

El equipo de Fernando Quesada, de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de campo de Javier Moralejo, iba tras las huellas de aquel conflicto bélico cuando se toparon con un hallazgo ibérico que no tiene parangón en la península por la complejidad del conjunto y su estado de conservación, aseguran. Todo apunta a que el carro es del siglo IV, aunque todavía debe confirmarse mediante la prueba del carbono 14.
Las ruedas de ambos yacimientos son muy distintas. La encontrada en el antiguo oppidum rodeado de viñas de Valencia, una idílica colina desde la que sus gobernantes controlaban el antiquísimo camino que los romanos llamaron más tarde Vía Augusta, que conectaba el norte de la península con el valle del Guadalquivir, y también el paso de la meseta al Mediterráneo, ha obligado a adelantar unas décadas la cronología del yacimiento de La Bastida de les Alcusses, ubicado en el término de Moixent.

Entrada al yacimiento de Moixent. M. T.

El descubrimiento ha revelado que antes de la edificación del poblado, rodeado de altas murallas, donde vivieron unas 800 personas, hubo una construcción previa que no parece residencial. Quizá fue la tumba de un héroe o un espacio de culto. En todo caso, el lugar en que se depositó la rueda fue arrasado para erigir la nueva ciudad. “El proyecto puede contribuir a dar respuestas a los procesos de urbanización en esta zona del Mediterráneo en el primer milenio antes de Cristo”, comenta Vives-Ferrándiz. “Una urbanización que responde a procesos políticos, en los que vemos que las personas instauran las ciudades encima de algo que había previamente. A veces incorporan lo anterior al nuevo lugar, como ancestros, y otras veces esa memoria es destruida con violencia”, añade.

La cultura ibérica se desvaneció ante el empuje romano hacia el siglo I después de Cristo, como resultado de la violencia de los invasores y de la asimilación cultural. Los detalles sobre la destrucción de La Bastida de Moixent, que brilló durante un siglo para caer después en un olvido que duró dos milenios, siguen siendo un enigma. “Lo que está claro es que no fueron los romanos. Fue violencia entre vecinos. Si estaban más cerca o más lejos no lo sabemos, y es posible que nunca lo sepamos”, afirma el arqueólogo.

Fuente: elpais.com | 24 de diciembre de 2018

El cerebro de 'Little Foot" era mitad simio y mitad humano

Representación virtual del endocasto del cerebro de 'Little Foot'. Crédito: M. Lotter y RJ Clarke / Wits University

El cerebro de uno de los individuos más antiguos de Australopithecus que se haya encontrado era un poco parecido a un simio y otro poco a un humano.

En un nuevo estudio, los investigadores escanearon el interior de un cráneo muy raro, casi completo, de este antiguo ancestro homínido. Los homínidos incluyen a los humanos modernos ya extintos y a todos sus ancestros directos, incluido los Australopithecus, los cuales vivieron hace entre unos 4 y 2 millones de años en África, y los humanos primitivos del género Homo, quienes evolucionaron, eventualmente, a partir de estos antepasados Australopithecus.

El cerebro humano moderno le debe mucho a tales antepasados pequeños y peludos, pero sabemos muy poco acerca de sus cerebros, dijo Amélie Beaudet (izquierda), paleontóloga de la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica.

Entre simio y humano

Beaudet y sus colegas utilizaron la tomografía microcomputerizada (micro-CT), una versión muy sensible del mismo tipo de tecnología que un cirujano podría usar para escanear una rodilla lesionada. Con esta herramienta, los investigadores reconstruyeron el interior del cráneo del Australopithecus denominado Little Foot.

El cráneo de Little Foot, que se encontró casi intacto hace dos décadas en las cuevas de Sterkfontein, cerca de Johannesburgo, y tiene una antigüedad de 3,67 millones de años, se halla entre los más antiguos de todos los Australopithecus jamás encontrados. Los descubridores del mismo creen que puede pertenecer a una especie completamente nueva de Australopithecus (Australopithecus prometeus), informa Live Science.

Con la micro-CT, el equipo de investigación pudo ver huellas muy finas donde una vez estuvo el cerebro dentro del cráneo de Little Foot, incluido un registro de las vías venosas y las arterias, dijo Beaudet a Live Science. Usar el cráneo para inferir la forma del cerebro de esta manera se denomina hacer un endocasto.

"Esperaba algo muy similar a los endocastos que conocíamos de otros Australopithecus, pero 'Little Foot' resultó ser un poco diferente, de acuerdo con su gran antigüedad", dijo Beaudet.
Los chimpancés y los humanos de hoy en día comparten un ancestro más antiguo que Little Foot: un simio extinto de hace mucho tiempo que dio origen a ambos linajes. El cerebro de Little Foot se parece mucho al que tendría este ancestro, dijo Beaudet, es decir, es más parecido al de un simio que al de un humano. La corteza visual de Little Foot, en particular, absorbió una mayor proporción en su cerebro que en un cerebro humano.
En los seres humanos, dijo Beaudet, la corteza visual ha sido apartada para acomodar la expansión de la corteza parietal, un área que está involucrada en actividades complejas como la fabricación de herramientas.

Cambiando cerebros

Los investigadores encontraron que el cerebro de Little Foot era asimétrico, con protuberancias ligeramente diferentes en cada lado. Esta es una característica compartida tanto por los humanos como por los simios, y probablemente indica que los Australopithecus tuvieron una lateralización cerebral, lo que significa que las dos partes de su cerebro desempeñaban funciones diferentes El hallazgo implica que la lateralización del cerebro evolucionó muy tempranamente en el linaje de los primates.

El cerebro de Little Foot es diferente de los especímenes posteriores de Australopithecus, afirma Beaudet. La corteza visual, en particular, era más grande en comparación con los cerebros de Australopithecus posteriores. Estas diferencias sugieren que la evolución del cerebro fue un proceso gradual, el cual se va ajustado en su totalidad.
Los hallazgos aparecerán publicados en un número especial sobre Little Foot que se publicará en el Journal of Human Evolution.

Fuente: livescience.com | 20 de diciembre de 2018