La historia de Alfaro (La Rioja) mana del Ninfeo

La limpieza de la exedra (nave principal del ninfeo) y su entorno facilita la visita del público. :: E.P.

Un tesoro más del legado romano alfareño vuelve a estar visible, y visitable, para todos los vecinos y turistas de la ciudad de las cigüeñas. Gracias a los trabajos del equipo contratado por el programa de Empleo del Gobierno de La Rioja, junto con el Ayuntamiento de Alfaro, el conjunto hidráulico del Ninfeo vuelve a surgir imponente a la orilla del río Alhama, libre de matorrales, hierbas y la suciedad que lo habían ocultado durante años.

Ya en la campaña arqueológica del 2011 el equipo excavador actuó sobre este conjunto, recuperándolo y mostrando su valor a los vecinos en unas divulgativas visitas guiadas. En las últimas dos semanas, y después de haber continuado el trabajo en los yacimientos de Graccurris iniciados por la empresa Qarq contratada por el Ayuntamiento, los dos arqueólogos y tres peones que el Ayuntamiento incorporó dentro del programa de Empleo han trabajado para limpiar y volver a liberar el esplendor de este conjunto.

El conjunto hidráulico del Ninfeo está formado por los restos de un puente y una presa romana además de, por supuesto, la propia fuente ritual conocida como el Ninfeo, por estar dedicada a las ninfas que la cultura pagana ubicaba en las aguas del Alhama.
Desde aquella campaña arqueológica del 2011, la maleza, la tierra y la suciedad habían vuelto a envolver el conjunto. Entonces, el visitante que descendía desde el puente de la avenida de Carretera hasta la orilla del Alhama apenas podía distinguir la riqueza de los restos. Con los trabajos de recuperación, vuelve a ser un tesoro del que los alfareños pueden presumir para contar su historia, heredada de celtíberos y romanos.

El imperio romano fundamentó su poder en las vías de comunicación. Derrumbado en el siglo XIX al entrar en desuso y mantenimiento por la construcción del actual puente de la travesía de la carretera N-232 o la avenida de Zaragoza, los restos del puente son una muestra más de la importancia que tuvo Graccurris en el mapa romano de la península. Además, la recuperación de la zona permite vislumbrar restos de la calzada romana original.

Otra clave del poderío romano fue el abastecimiento hidráulico. La ahí ubicada fue una de las presas que construyeron en Graccurris, junto a otras como la del Sotillo o la de La Estanca. Junto a estos restos, el mejor conservado es el Ninfeo, que todavía hoy mantiene el paso del agua y se erige en estos momentos como una de las riquezas patrimoniales alfareñas.

Fuente: larioja.com| 15 de enero de 2019

Los antiguos persas reconocían un tercer género aparte del masculino y femenino

Este tazón de oro procedente de Hasanlu (Irán), ligeramente aplastado, pero aún muy bien conservado, nos da una idea de la civilización persa pre-alfabetizada sobre sus concepciones de género. Imagen cortesía del Museo Penn.

Un estudio de las tumbas de la civilización persa de 3.000 años de antigüedad parece sugerir que las personas allí enterradas no tenían porque pertenecer únicamente al género masculino o femenino, según informa «IFL Science».

Tradicionalmente, se habían reconocido únicamente los géneros masculino y femenino como los históricamente universales pero en los últimos tiempos se ha producido un debate cultural al respecto y que está en auge. La profesora Megan Cifarelli (izquierda), del Manhattanville College, de hecho, considera que esto es falso, que el género es culturalmente específico y no universal.

Cifarelli ha realizado este estudio de las tumbas halladas en Hasanlu, en el actual Irán. En este lugar, que fue abandonado hace 2.800 años, se han encontrado tumbas con objetos masculinos, otras con objetos femeninos y un 20% de tumbas con objetos masculinos y femeninos, lo que implicaría que los antiguos persas contemplaban un tercer género más allá de la representación binaria.

Entre las pruebas que aporta esta investigadora esta un cuenco dorado encontrado en Hansalu en donde se podría ver a una figura barbuda en roles que, tradicionalmente, se han considerado femeninos, lo que implica que las personas de Hasanlu creían en un tercer género o consideraban que el género era algo más amplio que una dicotomía rígida.


Detalles del cuenco de oro de Hasanlu en el que se incluyen figuras barbudas que participan en roles de género tradicionalmente asignados a las mujeres. Imagen cortesía del Museo Penn.

Fuente: abc.es | 17 de enero de 2019

Los humanos ya cazaban con perros hace 11.500 años, según evidencias halladas en Jordania

Huesos de perro articulados (radio izquierdo, cúbito, carpos, metacarpianos y falanges) hallados en un basurero externo del yacimiento de Shubayqa 6 (Jordania). Crédito: Universidad de Copenhague.

Hace 11.500 años, en lo que ahora es el noreste de Jordania, la gente comenzó a vivir junto a los perros y parece que también los utilizó para la caza. Un equipo de arqueólogos sugiere, en un nuevo estudio, que la introducción de perros como ayuda para la caza puede explicar el aumento liebres y otras pequeñas presas en los restos arqueológicos de la zona.

Los perros fueron domesticados por los humanos tan pronto como hace 14.000 años en el Cercano Oriente, pero hasta ahora no está claro si esto fue accidental o a propósito.
Excavación en el yacimiento de Shubayqa 6, Jordania.

La investigación publicada en el Journal of Anthropological Archaeology por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Copenhague y el University College London sugiere que los humanos valoraron la capacidad de rastreo y caza de los primeros perros más de lo que se sabía anteriormente.
El estudio de huesos de animales del asentamiento Shubayqa 6, en el noreste de Jordania, de hace 11.500 años, no solo sugiere que los perros estaban presentes en esta región al comienzo del período Neolítico, sino que los humanos y los perros probablemente cazaron animales juntos.

“El estudio del gran conjunto de huesos de animales de Shubayqa 6 reveló una gran proporción de huesos con signos inequívocos de haber pasado por el tracto digestivo de otro animal; estos huesos son tan grandes que no pueden haber sido tragados por los humanos, sino que deben ha sido digeridos por perros”, explicó en un comunicado la zooarqueóloga y autora principal del estudio, Lisa Yeomans (izquierda).
Lisa Yeomans y sus colegas han podido demostrar que el yacimiento de Shubayqa 6 estaba ocupado todo el año, lo que sugiere que los perros vivían juntos con los humanos en lugar de visitar el sitio cuando no había habitantes.

“Los perros no se mantuvieron al margen del asentamiento, sino que debieron integrarse estrechamente en todos los aspectos de la vida cotidiana, permitiéndoseles vagar libremente por el mismo y alimentarse de los huesos descartados, así como defecar en y alrededor del lugar”, explica.

Selección de huesos de gacela hallados en Shubayqa 6, los cuales muestran evidencia de haber pasado por el tracto digestivo de un carnívoro.

Cuando Yeomans y sus coautores examinaron los datos obtenidos, notaron también un curioso aumento del número de liebres existentes en el momento en que los perros aparecieron en Shubayqa 6. Las liebres fueron cazadas por su carne, pero también se usaron sus huesos para hacer abalorios. El equipo cree que es probable que la aparición de perros y el aumento del número de liebres están relacionados.

Recortes de huesos de liebre como un subproducto de fabricación de abalorios.

“El uso de perros para cazar presas más pequeñas y rápidas, como liebres y zorros, tal vez conduciéndolos hacia recintos-trampa, puede proporcionar una explicación que esté en línea con las evidencias que hemos encontrado. La larga historia del uso de perros en la región, tanto para cazar presas pequeñas como grandes, es bien conocida, y sería extraño no considerar la caza ayudada por perros como una explicación probable de la repentina abundancia de presas más pequeñas en el registro arqueológico”, aduce Lisa Yeomans.
“El cambio también puede estar asociado con un cambio en la técnica de caza, de un método, como una trampa, en el que se pasaba de una captura no selectiva de la población de liebres, a un método selectivo en el que se cazaban animales individuales. Esto podría haberse logrado con la ayuda de los perros”.


Una de las estructuras excavadas en el yacimiento Shubayqa 6.

Fuente: Universidad de Copenhage | 15 de enero de 2019

Crean nuevo algoritmo para resolver puzzles o rompecabezas arqueológicos

Un equipo de investigadores del Technion, perteneciente a la Universidad de Haifa (Israel), ha desarrollado un nuevo enfoque en los algoritmos de visión por computadora con el fin de resolver algunos rompecabezas o puzzles arqueológicos. En su artículo, pre-publicado en ArXiv, introducen un algoritmo general que puede reorganizar, automáticamente, fragmentos de artefactos arqueológicos.

De acuerdo con el grupo de investigación, este ha sido un problema no resuelto durante muchos años, y hay numerosas áreas en que se trata de aplicar, como pueden ser documentos deteriorados, edición de imágenes, biología y arqueología.

El primer intento computacional para resolver este tipo de problemas data de 1964, el cual podía resolver un puzle de nueve piezas. Hoy, los algoritmos modernos están diseñados para trabajar con imágenes naturales, haciendo comparación de colores, de formas o una combinación de ambas técnicas.

Resultados de la extrapolación. Los límites originales están marcados en amarillo. Obsérvese cómo los patrones continúan bien en (a) - (c). Sin embargo, en (d) el círculo amarillo no continúa como se esperaba, debido a la falta de trozos similares.

Los investigadores del Technion decidieron centrarse en los puzles arqueológicos, dado que la mayoría de los objetos arqueológicos se encuentran en un estado pobre o fragmentario en el momento de su hallazgo. Los arqueólogos suelen rearmar manualmente los diferentes fragmentos para poder examinarlos más a fondo. Las herramientas de visión por computadora pueden simplificar enormemente este arduo y largo proceso al automatizar la solución de los rompecabezas arqueológicos.

"Nos centramos en la arqueología no solo porque el patrimonio cultural ha sido reconocido en todo el mundo como un objetivo importante, sino también porque el dominio arqueológico expone los límites de las técnicas actuales de visión por computadora", explican los investigadores en su artículo. “Los artefactos arqueológicos no suelen estar limpios ni enteros. Al contrario, están rotos, erosionados, con 'ruido', y, en última instancia, es extremadamente desafiante para los algoritmos que los analizan o reensamblan. Por lo tanto, desde el punto de vista de la visión, la arqueología es un área de aplicación muy estimulante".

Los investigadores desarrollaron un enfoque que aborda las tres diferencias principales entre los puzles de piezas fragmentadas con imágenes naturales o imágenes de artefactos arqueológicos, y que están asociadas con la abrasión, el desvanecimiento del color y la continuidad. En los artefactos arqueológicos, la abrasión a menudo crea agujeros entre las piezas, lo que dificulta el emparejamiento de los fragmentos adyacentes. Además, el desvanecimiento del color puede dar lugar a límites equívocos, que deben distinguirse de los límites y degradados reales. Finalmente, en los rompecabezas de imágenes naturales con piezas fragmentadas existe un número fijo de transformaciones entre cualquier par de piezas, pero en los artefactos arqueológicos las transformaciones válidas pertenecen a un espacio continuo, lo que complica aún más los rompecabezas.

Paletas para el cálculo del gradiente. A medida que aumenta el número de colores (k) en la paleta, más detalles se vuelven visible. Los gradientes que aparecen primero, y se mantienen consistentes en 
muchas paletas, son más importantes y por lo tanto son ponderados de modo más fuerte.

"En este sentido, proponemos un algoritmo novedoso que maneja todas estas dificultades", escriben los investigadores. "Se basa en cuatro ideas clave. Primero, para abordar la abrasión de un fragmento proponemos extrapolarlo antes de volver a ensamblarlo. Esto reduce el problema de la continuidad (predecir cómo 'continuará' el fragmento) abordando el problema correspondiente. En segundo lugar, sugerimos un método de muestreo de transformación, el cual se basa en la noción de espacio de configuración, y que se adapta especialmente a nuestro problema".

Según el equipo investigador, en el núcleo de cualquier solución de un rompecabezas o puzzle arqueológico se encuentra la pregunta: ¿qué es lo que provoca una buena combinación de los elementos? Para responder a esto, utilizaron una nueva medida que toma en consideración las características únicas de los rompecabezas arqueológicos, incluidos los espacios entre las piezas, la decoloración del color, los límites difusos, las longitudes variables de los límites correspondientes y las transformaciones imprecisas. Además, su algoritmo coloca las piezas según su confianza en casar los elementos, lo que está influenciado por la singularidad del emparejamiento de los elementos y tamaños de los mismos.

Limitación. El algoritmo volvió a ensamblar con éxito las piezas a ambos lados de la gran brecha blanca, pero no pudo encontrar las coincidencias correctas de dicha brecha.

Los investigadores evaluaron su algoritmo en docenas de objetos arqueológicos reales del Museo Británico y en frescos de iglesias de todo el mundo. Descubrieron que su ejecución resulta extraordinariamente buena, al volver a montar con éxito la gran mayoría de los artefactos y frescos fragmentados.

Fuente: techxplore.com | 10 de enero de 2019

El Tesoro de Guarrazar: siglo y medio para resolver un enigma visigodo

El arqueólogo Juan Manuel Rojas, junto a una de las basas desenterradas en la basílica de Guarrazar. En el vídeo, los lugares donde se encontró el tesoro. VÍCTOR SAINZ / EPV.

El arqueólogo Juan Manuel Rojas ha resuelto uno de los enigmas que desde hace más de 150 años intentaban desentrañar los expertos en historia y arqueología con escaso éxito: ¿quién y por qué escondió una veintena de coronas de oro visigodas, además de numerosos cálices y cruces del valioso metal, en un paraje deshabitado a 15 kilómetros de Toledo, en el municipio de Guadamur? Es lo que se conoce como Tesoro de Guarrazar, por el nombre de la finca donde fue hallado, un relato en el que se entremezclan traiciones, robos, intrigas diplomáticas y hasta abominables criminales nazis.

Una de las coronas votivas del tesoro de Guarrazar.

Para entender la historia hay que remontarse hasta el año 711 cuando las tropas musulmanas y bereberes de Táriq Ibn Ziyad atraviesan la Península sin apenas resistencia militar. Su aplastante victoria frente a los ejércitos de don Rodrigo en la batalla de la Laguna de la Janda —también conocida como batalla de Guadalete— les había dejado el camino expedito hacia la capital del reino visigodo, Toledo.
La hipótesis hasta ahora manejada por los especialistas es que los cristianos tomaron la decisión de ocultar el tesoro real –que fueron recogiendo por todas las iglesias y palacios del reino– en una solitaria huerta para recogerlo una vez pasado el peligro. Abrieron dos fosas y en ellas vertieron coronas, cálices, joyas y cruces de oro recubiertas de gemas y esmeraldas. Durante más de 1.100 años quedaron así ocultas hasta que Escolástica Morales, hija del labrador Francisco Morales y María Pérez, sintió una necesidad fisiológica al volver desde Toledo en el verano de 1858. Al ocultarse tras unas piedras vio un hueco y dentro de él un objeto que brillaba. Padres e hija comenzaron a extraer las impresionantes piezas, las lavaron en una charca cercana, llenaron las alforjas del burro que los acompañaba y siguieron su camino en mitad de una fortísima tormenta. Lo que no sabían es que otro vecino de Guadamur, Domingo de la Cruz, les observaba a unos metros. Cuando se marcharon, él se acercó al hueco y descubrió otro de las mismas dimensiones. Allí se ocultaba la otra parte del increíble tesoro.

Reproducción de la corona de Recesvinto que se conserva en el centro de interpretación arqueológica de Guadamur. VÍCTOR SAINZ

La pregunta que queda desde entonces en el aire es: ¿por qué se ocultaron las joyas reales en mitad del campo sin puntos de referencia claros para recuperarlas? El enigma ha provocado desde su hallazgo y posterior pérdida –el conjunto fue vendido al Estado francés–numerosas polémicas políticas e históricas, que se han plasmado últimamente en dos libros: la novela El último tesoro visigido (Penguin Random House), del académico de Historia, José Calvo Poyato, y Guarrazar, el tesoro escondido, del historiador Pedro Antonio Alonso Revenga.

Juan Manuel Rojas lo explica así: “No tenía ningún sentido lo que se decía de que lo ocultaron en una huerta. Por eso, empecé a excavar en la parcela donde se halló y que en 1859 ya excavó Amador de los Rios. Él encontró diversas estructuras y restos arquitectónicos, lápidas [incluida la del presbítero Crispinus, que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional]. Pero se seguía con la teoría de la huerta. Era cuestión de verlo todo desde un punto global”. Así, con la ayuda decidida del Ayuntamiento de Guadamur, inició unas investigaciones que han dado lugar, además, a un parque arqueológico visitable.

Reproducción de la corona de Suintila, robada en 1921, que se expone en el museo de Guadamur. VÍCTOR SAINZ

Durante los últimos años han aflorado los muros de un edificio de más de 30 metros de longitud, una iglesia basilical, los restos de un posible palacio, un cementerio visigido y hasta una edificación que servía de residencia a los peregrinos. Las pesquisas de Rojas le permiten afirmar que el lugar donde se halló el tesoro era, en realidad, un complejo religioso, semejante al santuario de Lourdes (Francia), con aguas curativas propias (el pozo donde los Morales limpiaron las joyas) y donde los cristianos venían a pedir a Dios su sanación. Por eso, y dada su importancia, el tesoro real se guardaba allí, en los edificios religiosos y reales, de cuyos techos colgaban las coronas votivas de los monarcas.

Cuando sus ocupantes conocieron el avance imparable de los musulmanes, aterrados, buscaron un lugar donde enterrar las joyas. Se les ocurrió que lo mejor era meterlas en el cementerio. Allí nadie miraría. Levantaron dos lápidas, escondieron los preciados objetos, los taparon con piezas de tela y arena y volvieron a poner los cadáveres encima. Cuando Escolástica se ocultó para hacer sus necesidades más de mil años después, buscó el lugar más protegido: lo que ella no reconoció como la valla del desaparecido cementerio.

En 2014, durante las labores de excavación de uno de los grandes edificios desenterrados, la alcaldesa de Guadamur, Sagrario Gutiérrez, comenzó a remover con una palita una pequeña alberca hallada junto a una estructura arquitectónica. Buscaba encontrar de dónde procedía el manantial que llenaba la balsa. Escarbó hasta que la pala hizo aparecer algo azul: era una de las joyas que se habían desprendido de las coronas cuando los Morales las lavaron en lo que creyeron un pozo y que no era otra cosa que el lugar donde los peregrinos tomaban el agua del santuario.

Himmler entra en juego

El Tesoro de Guarrazar fue vendido en 1856 a diversos joyeros toledanos. Numerosas piezas fueron fundidas y desmontadas para hacerlas desaparecer de las autoridades y de la policía. Otras, en cambio, se conservaron y terminaron en manos del diamantista José Navarro. Este las vendió al Museo de Cluny (Francia). El Gobierno español, en mitad de un fortísimo escándalo que llegó a las Cortes, intentó recuperarlas sin éxito. Napoleón III esgrimía las más peregrinas excusas.
Finalmente, en 1941, con una Francia ocupada, el lugarteniente de Adolf Hitler, el nazi Heinrich Himmler, devolvió al Gobierno de Francisco Franco buena parte del hallazgo, además de piezas arqueológicas como la Dama de Elche. Hoy en día, gran parte del descubrimiento se puede admirar en el Museo Arqueológico Nacional y en el Palacio de Oriente, en Madrid, mientras que otras joyas se conservan en el Museo de Cluny.

"Es una historia apasionante que aún no ha acabado", señala el catedrático de Historia, José Calvo Poyato (izquierda). Domingo de la Cruz, el otro vecino que halló numerosas alhajas, agobiado por la presión, regaló a Isabel II parte de lo que encontró, incluida la corona de Suintila. Esta se guardó en la armería del Palacio Real hasta 1921, cuando fue robada". Calvo recuerda que las pesquisas policiales fracasaron, aunque estuvieron cerca de encontrarla. "¿Dónde está la corona de Suintila, el rey visigodo que expulsó a los bizantinos de la Península? Ese es otro de los misterios aún sin resolver. Indudablemente es una historia apasionante que da para muchos más libros", concluye el académico.

UN PASEO POR LA HISTORIA

Guadamur es un pequeño pueblo toledano recubierto de olivos que guarda dos joyas: su impresionante castillo (derecha) en un excelente estado de conservación y el Tesoro de Guarrazar. Sobre este último, y gracias a la cooperación público-privada, se han abierto dos lugares para conocer mejor la historia del que está considerado el más importante conjunto de joyas visigodas de Europa. En la localidad hay un centro de interpretación municipal donde se reproducen todas las coronas, cálices y cruces desenterrados en la finca de Guarrazar, además de amplios paneles que explican de manera clara el reinado de los visigodos. También se pueden admirar piezas arquitectónicas encontradas por los vecinos en la zona y que han sido donadas al Ayuntamiento.

A poco más de un par de kilómetros, se levanta un cuidado yacimiento. Incluye visitas guiadas por los terrenos y la posibilidad de hacer actividades arqueológicas y medioambientales con los niños. El precio por persona es de 8 euros, descuentos para desempleados y gratuidad para niños menores de 10 años.

Fuente: elpais.com | 17 de enero de 2019

Nuevo hallazgo de sacrificio masivo de niños de la cultura Chimú en el antiguo Perú

Las excavaciones en Pampa La Cruz se iniciaron el año pasado y fueron financiadas por la National Geographic Society. (Foto: National Geographic)

Un importante hallazgo de la cultura precolombina Chimú (norte de Perú), consistente en los restos de 132 niños sacrificados, fue confirmado este martes a Sputnik por el arqueólogo Gabriel Prieto.
"Hemos encontrado un entierro con un total de 132 niños y 262 llamas (camélidos andinos). Lo más novedoso es que dentro de ese conjunto de 132 niños, hay 10 que al parecer fueron de la élite chimú, que fueron ataviados con tocados de plumas, con vestidos pintados con materiales muy finos", explicó el arqueólogo peruano.

Gabriel Prieto lidera el equipo interdisciplinario de investigación. (Foto: National Geographic)

Prieto, quien dirige al grupo de investigadores responsables de este hallazgo, realiza sus exploraciones en una zona conocida como Pampa La Cruz, ubicada en el distrito costero de Huanchaco, provincia de Trujillo, en la región de La Libertad (norte).
El arqueólogo detalla que el hallazgo de los 132 restos de niños, cuyas edades varían entre los 6 y 14 años, es producto de un trabajo que viene realizando desde 2016 bajo el auspicio de National Geographic. Sus investigaciones se realizan en torno a la cultura Chimú, civilización que se desarrolló entre los siglos XII y XV, la cual fue conquistada por el imperio Inca alrededor de 1470.

Los estudiantes de arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo se preparan para limpiar y catalogar cráneos del entierro masivo en Huanchaquito. El clima árido del norte del Perú momificó naturalmente muchos de los restos, que están inusualmente bien conservados. (Foto: National Geographic)

Según comenta Prieto, el hallazgo revela que la cultura Chimú no sólo sacrificaba a los niños de las clases bajas sino que “los líderes chimús también sacrificaron a sus propios hijos”, como se puede desprender del lujo con el que fueron enterrados algunos de los infantes.

Los restos de dos niños, tal vez un niño y una niña, descansan uno junto al otro en el sitio de enterramiento masivo de Pampa la Cruz en la costa árida del norte de Perú. Se encuentran entre los 269 niños que fueron sacrificados y enterrados alrededor del año 1450 d.C. en dos sitios cerca de Chan Chan, la antigua capital de los chimú. La mayoría de las víctimas fueron asesinadas con un corte en el pecho, posiblemente para extirpar el corazón, y fueron enterradas en sudarios simples.

Asimismo, según las épocas en las que se estima que se realizaron los sacrificios, la cultura Chimú hizo uso de sacrificios humanos no sólo para eventos como el fenómeno El Niño, en donde se pedía “clemencia” a la naturaleza, sino para ocasiones cíclicas que aún están pendientes de investigación.


El Niño es un fenómeno climático que consiste en el calentamiento de las aguas normalmente frías del mar de la costa norte peruana, lo cual genera un exceso de humedad en el ambiente y consecuentemente lluvias que provocan inundaciones, deslizamientos de tierra y desborde de ríos. El fenómeno El Niño se da durante los meses de verano en Perú, entre enero y marzo, con ciclos e intensidades variables.

De acuerdo al arqueólogo, los sacrificios infantiles no sólo jugaron un papel importante en los rituales religiosos de los chimús, sino que “alrededor de ellos giraba una industria artesanal”.


Un tocado de plumas de guacamayo adorna el cráneo de un niño sacrificado que tiene el pelo hasta los hombros. Los investigadores dicen que el tocado indica que los jóvenes pueden haber sido de una familia de élite. FOTOGRAFÍA DE REBECCA HALE, PERSONAL NGM.

“Así como los egipcios desarrollaron una industria de lo fúnebre con la construcción de mausoleos monumentales o sarcófagos, parece que los chimús tenían las mismas intenciones de acompañar sus sacrificios con telas pintadas, artefactos de metal o el comercio de plumas exóticas traídas desde la Amazonía”, detalla el experto.
Según refiere, los entierros descubiertos se habrían realizado incluso en años en los que los chimús ya habían sido conquistados por los incas, con quienes compartían la práctica del sacrificio infantil como un ordenado acto ritual.

“Un niño representa desarrollo, progreso, oportunidad y los niños en la cultura chimú tuvieron ese mismo valor. No solamente fueron carne de cañón, pues sus cuerpos han sido debidamente tratados, los han puesto en una posición específica (en los entierros). Esto no sólo se trata del acto de matarlos sino de enterrarlos en un orden muy estructurado”, detalla el arqueólogo.

Cuchillo ceremonial usado para los sacrificios chimúes. (Foto: National Geographic)

Este hallazgo del equipo dirigido por Prieto se suma al revelado en abril del año pasado, cuando se hallaron los restos de 137 niños sacrificados en una zona cercana a Pampa La Cruz, y que se considera el hallazgo infantil fúnebre más importante descubierto en América.

Fuentes: elcomercio.pe | nationalgeografic.com | 17 de enero de 2019