Un nuevo estudio de los dientes de Homo antecessor ratifica su proximidad con neandertales y humanos modernos

La revista Journal of Human Evolution acaba de publicar un estudio sobre la dentición de Homo antecessor que incluye el análisis de 14 dientes nuevos. Aunque en 1999 se publicó un trabajo en esta misma revista sobre los dientes de esta especie recuperados durante las campañas de 1994 y 1995, faltaba una revisión exhaustiva de la colección, la cual había crecido notablemente con los hallazgos realizados en el siglo XXI.

El trabajo ha sido liderado por María Martinón-Torres y José María Bermúdez de Castro, y en él participan otros miembros del Centro Nacional de investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de la Academia de Ciencias de Pekín.

Parte de la mandíbula de un Homo antecessor.

Se trata de un trabajo exhaustivo, en el que se ha descrito la morfología del esmalte y de la dentina, empleando métodos clásicos y técnicas de micro-CT que no estaban disponibles hace veinte años.

“Además de los dientes nuevos, gracias a la aplicación de la microtomografía computarizada hemos podido extraer virtualmente algunas piezas que permanecían ocultas dentro de sus maxilares y, por lo tanto, no eran accesibles”, comenta la investigadora y directora del CENIEH, María Martinón-Torres (izquierda).

Los resultados evidencian un buen número de caracteres primitivos compartidos con los miembros más antiguos del género Homo, pero también se observan rasgos derivados que aparecen en poblaciones posteriores como las de la Sima de los Huesos de Atapuerca y los neandertales.

Además, el estudio incide en las diferencias que existen entre los dientes de Homo antecessor y los dientes de Homo erectus asiático, razón por la que “la distinción entre ambas especies es clara, y la validez taxonómica de Homo antecessor se refuerza”, afirma José María Bermúdez de Castro (derecha), Coordinador del Programa de Paleobiología del CENIEH.

Homo antecessor se nombró en el año 1997 a partir de los restos encontrados en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca, datados en torno a los 860.000 años. Entonces, se postulaba que Homo antecesor era el mejor candidato a representar el último ancestro común de neandertales y humanos modernos. El nuevo estudio es compatible con hipótesis anteriores al sugerir que Homo antecessor perteneció a la población basal de la habrían surgido Homo neanderthalensis, Homo sapiens y los denisovanos.

Fuente: cenieh.es | 21 de enero de 2019

¿Los humanos modernos reemplazaron a los neandertales en el sur de la península ibérica hace 43.000 años?

Yacimiento de El Bajondillo, en Torremolinos, junto a restos muesterienses (neandertales) y auriñacenses (sapiens) CSIC, AYTO. TORREMOLINOS.

Según rezan los manuales de historia, la península ibérica fue el último reducto de los neandertales en Europa antes de que desaparecieran por completo. De hecho, cuando los primeros humanos modernos (nosotros) llegaron al viejo continente hace unos 43.000 años, los neandertales desaparecieron rápidamente de todas partes, a pesar de llevar varios cientos de miles de años ocupando el continente europeo. Cómo y por qué exactamente se produjo esa rápida sustitución es algo que aún no está del todo claro.

Por alguna razón, sin embargo, la oleada de Homo sapiens no llegó hasta la mitad sur de la península ibérica hasta varios miles de años después, hace aproximadamente unos 35.000. Y ese «retraso» de nuestros antepasados directos permitió a los neandertales que poblaban la región resistir casi 8.000 años más de lo que lo hicieron sus congéneres en el resto del continente europeo. Algunos hallazgos de herramientas atribuidas a neandertales y encontradas en la cueva Gorham, en Gibraltar, llegan incluso a sugerir que los últimos neandertales lograron sobrevivir allí mucho más tiempo aún, hasta hace 32.000 años.

Pero una nueva datación de las herramientas de otro importante asentamiento neandertal, el de la cueva Bajondillo, situada en Torremolinos (Málaga), ha puesto literalmente patas arriba todo lo que creíamos saber sobre esos «supuestos» últimos neandertales. El nuevo estudio, en efecto, en el que han participado investigadores de España, Japón y Reino Unido, sitúa esas herramientas en un momento muy posterior, entre hace 45.000 y 43.000 años. Es decir, exactamente en el mismo periodo en el que los neandertales se extinguieron en el resto de Europa. El trabajo se acaba de publicar en Nature Ecology &Evolution.

Según Francisco Jiménez-Espejo (izquierda), de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marina y Terrestre y uno de los firmantes de la nueva investigación, la idea de que los neandertales de la península ibérica sobrevivieron miles de años más que el resto de sus congéneres europeos, sencillamente, no se sostiene.

La nueva datación por radiocarbono no admite, según los investigadores, ni la menor de las dudas, y deja muy claro que en el extremo sur de Europa la sustitución de una especie por otra (el momento en que las herramientas de estilo neandertal dejaron paso a las de estilo cromañón) se produjo hace unos 43.000 años, lo que implica que el Homo sapiens sapiens, nuestra especie, llegó al extremo sur de la península ibérica prácticamente al mismo tiempo que alcanzaba otras regiones europeas.

Surge la polémica

Los resultados han empezado, desde ya, a suscitar reacciones y polémicas. Según recoje la revista New Scientist, por ejemplo, Katerina Douka (derecha), del Instituto Max Planck para las Ciencias de la Historia Humana, que no participó en el estudio, asegura que «parecía muy extraño que los humanos modernos necesitaran entre 8.000 y 10.000 años para expandirse por la península ibérica».

Otros, sin embargo, no parecen tan convencidos por lo que sugiere el estudio. Joao Zilhao (izquierda), por ejemplo, de la Universidad de Barcelona, insiste en que hay muchas más evidencias que sugieren que, efectivamente, los neandertales sí que sobrevivieron en el sur de la península ibérica hasta mucho después de que desaparecieran de otras regiones de Europa.
Él dice que los colegas de Jiménez-Espejo han argumentado previamente que las capas cruciales en la Cueva Bajondillo donde las herramientas de piedra de neandertales dieron paso a las herramientas de Homo sapiens han sido alteradas y mezcladas. Y si las capas están mezcladas, Zilhao dice que es simplemente imposible poner una fecha precisa a la primera aparición del Homo sapiens en el área.

En respuesta, Jiménez-Espejo y sus colegas dicen que Zilhao es crítico debido a que apoya la idea de una presencia tardía del neandertal en la zona en cuestión. Argumentan que otros estudios recientes, realizados por diferentes grupos de investigación, también apoyan la idea de que los neandertales estaban abandonando áreas de la península ibérica hace unos 42.000 años.

Para tratar de aclarar la situación, ABC ha contactado con el paleoantopólogo Juan Luis Arsuaga (derecha). Según el codirector de los yacimientos de Atapuerca, «desde hace ya mucho tiempo se había observado un curioso fenómeno en el sur de España. Y era que faltaba la primera de las culturas del Paleolítico superior».

Sin rastro de la cultura auriñaciense

Los neandertales fabricaban sus herramientas y utensilios con una serie de técnicas que eran muy diferentes de las ulilizadas por los humanos modernos. «En órden cronológico -explica Arsuaga- tenemos la cultura Musteriense, que era neandertal, a la que sigue la cultura Auriñaciense, que es la primera cultura de los cromañones, nuestros antepasados directos, y más tarde el gravetiense y otra serie de culturas que también pertenecían al hombre moderno».

«Curiosamente -prosigue el investigador- se ha comprobado que del Ebro para bajo no hay ni rastro de auriñaciense, que sería como pasar de la época romana al Renacimiento sin pasar por la Edad Media. ¿Y cómo se interpretaba esta ausencia? Pues pensando que había pervivido el Musteriense, la cultura neandertal, y que los primeros cromañones detuvieron durante mucho tiempo su avance a la altura del Ebro. De hecho, no pasaron a la Iberia mediterránea hasta el gravetiense, que se dio mucho más tarde. Es decir, faltaba, al sur del Ebro, la primera cultura propia de los cromañones».

Según Arsuaga, tanto el Ebro como los altiplanos del centro de la Península eran «una frontera ideal», una barrera difícil de atravesar, por lo que no le sorprende que se detuvieran allí.

Distribución de hielos en la Europa auriñacense y situación de la cueva Bajondillo en sur de la península ibérica. Los datos dados a conocer en el artículo de Nature Ecology and Evolution demuestran que la implantación de los humanos modernos en Cueva Bajondillo se encuentra desligada de fenómenos de frío extremo (los llamados eventos Heinrich), al ser anterior al más próximo de estos eventos, el evento Heinrich 4 (39.500 años). CSIC.

¿Una excepción a la regla?

«El Bajondillo, sin embargo, siempre ha sido una excepción a esa regla. Porque allí sí que se han encontrado restos de la cultura auriñaciense. Es decir, que hasta allí sí que llegaron los primeros cromañones. Quizá lo hicieron siguiendo la línea costera, pero no lo sabemos, porque no hay más yacimientos con restos de esa cultura. Luego la regla de que los cromañones no pasaron del Ebro hasta miles de años después sigue siendo válida en toda la peninsula ibérica excepto en el Bajondillo».

A partir de ahí, según Arsuaga, se pueden hacer varias interpretaciones. «¿Por qué falta el auriñaciense? -se pregunta el científico-. «Uno, porque los cromañones no bajaron. Lo cual puede querer decir que los neandertales pervieron. Pero también puede querer decir que en esa época no estaban allí ni los unos ni los otros».

«Las cronologías -continúa Arsuaga- no son fáciles de solucionar, porque todo esto sucede hace alrededor de 40.000 años, que es precisamente el límite que alcanzan las tecnologías de datación. Lo del Bajondillo es un dato más, pero hace falta hilar más fino».

Trabajos arqueológicos en el interior de la cueva Bajondillo, Málaga.

Un golpe, no letal

Por lo tanto, la publicación confirma lo que ya se pensaba: que en el Bajondillo existe una tecnología hecha por cromañones que es contemporánea de sus industrias del norte de Europa. La confirmación de ese hecho es, según Arsuaga, «un golpe a la teoría de que los neandertales pervivieron durante más tiempo, y también de que los cromañones ocuparon el sur de la península ibérica miles de años después de haber llegado al norte de lo que hoy es España». Un golpe, sí, pero no mortal.

«Desde luego -concluye Arsuaga- no son buenas noticias para aquellos que defienden la pervivencia de los neandertales, pero los nuevos datos no descabalan lo que ya se sabía. Podría ser, en efecto, que la línea costera se ocupara antes y el interior más tarde... Lo que yo sé seguro es que, quitando el Bajondillo, apenas hay auriñaciense en el sur de Europa. Todo el auriñaciense del norte de la península ibérica, que es mucho, no se ve en el sur. Necesitamos más datos de hace entre 30 y 40.000 años. Puede que los cromañones se detuvieran en el Ebro, y que algún grupo aislado pasara hasta Málaga por la costa. No se sabe, porque no hay más yacimientos como el Bajondillo en el sur de la península. La cuestión no está, ni mucho menos, resuelta».

Por su parte, Arturo Morales-Muñiz (izquierda), científico de la Universidad Autónoma de Madrid, sugiere que las evidencias de la cueva Bajondillo contribuirán a atraer la atención sobre el papel que ha desempeñado el estrecho de Gibraltar como ruta potencial de dispersión de los humanos modernos que salieron de África.

Fuentes: abc.es | elindependiente.com | agenciasinc.es | 21 de enero de 2019

Los virus que acabaron con el imperio romano

El pintor Thomas Cole interpretó la caída de Roma en este conocido cuadro (1836)

¿Pudieron los virus contribuir al declive de Roma? Los ingenieros y arquitectos imperiales resumieron la grandeza de su civilización en unas urbes que anticipaban ya el edificio/espectáculo, como el Panteón, el Coliseo y el mercado de Trajano, y que suponían una traducción en piedra de su cultura. Pero, a pesar de aquel éxito precoz que resultó la Cloaca Máxima, «la Ciudad Eterna estaba infestada de ratas y moscas y pequeños animales graznaban en callejones y patios. No existía una teoría sobre los gérmenes, la gente casi nunca se lavaba las manos y no podía impedirse la contaminación de los alimentos. La ciudad antigua era un hogar insalubre. Las pequeñas enfermedades provocadas por la ruta fecal-oral, que inducían diarreas mortales, probablemente fueron la principal causa de muerte en el Imperio Romano».

Esto, al menos, sostiene Kyle Harper (izquierda), autor de «El fatal destino de Roma», un controvertido, pero minucioso ensayo, sobre el impacto del clima y las enfermedades en el declive de Roma. «En tres ocasiones el imperio se vio sacudido por episodios pandémicos con un alcance geográfico asombroso. En el año 165 d. C., estalló la peste antonina, probablemente causada por la viruela. En 249 d. C., un patógeno desconocido arrasó los territorios dominados por Roma. Y en 541 d. C. llegó y permaneció más de doscientos años la primera gran pandemia de “Yersinia pestis”, el agente que causa la peste bubónica», explica.

Aparte del declive político y las invasiones, los bárbaros que aún asombran la imaginación y que tan mala fama arrastran consigo, para el historiador resulta claro que los virus y las variaciones climáticas desencadenaron una serie de episodios que mermaron la vitalidad y capacidades de Roma. El imperio remontaba con éxito cada una de estas crisis, pero cada vez con mayores dificultades, hasta que Alarico saqueó la capital en el siglo V y una convulsión recorrió el mundo.

El lastre de la malaria

Hubo varios factores que contribuyeron a la aparición y difusión de enfermedades a través de los territorios, como la tala de bosques, el drenaje de las cuencas fluviales y la construcción de una red de calzadas (a lo largo y ancho del imperio) que facilitaba el traslado de las legiones con rapidez, pero que también ayudaba a la propagación de agentes víricos. «En el imperio romano, la venganza que se cobró la naturaleza fue nefasta. El principal agente de esa represalia fue la malaria. Propagada por las picaduras de mosquito, la malaria fue un lastre para la civilización romana. Las tan cacareadas colinas de Roma son unos montículos que se elevan sobre una ciénaga divinizada. La cuenca del río, por no mencionar las piscinas y fuentes que salpicaban la ciudad». En estos ecosistemas, el anopheles se reproducía sin problemas. «La enfermedad era una asesina despiadada tanto en las ciudades como en el campo», escribe Harper al evocar el impacto de la malaria que, cada cinco u ocho años, degeneraba en epidemia y que, junto a la tuberculosis y la lepra (que eran «infecciones crónicas») se convirtió en un agente letal.

A pesar de la insalubridad y los malos hábitos de limpieza, el historiador matiza: «Los grandes asesinos del imperio romano fueron engendrados en la naturaleza. Eran intrusos exóticos y mortíferos llegados de fuera». Y fueron esos virus los que dejaron una honda huella en la población y la memoria de los romanos.

La llamada peste Antonina fue una de las más célebres. Se extendió con rapidez y su descripción coincide con la viruela: erupciones maculares por todo el cuerpo y la cara, y «dolorosas lesiones en la garganta y la boca». «Los historiadores han situado la mortalidad entre el 2 por ciento y más de un tercio de la población imperial, una horquilla que va de 1,5 a veinticinco millones de muertos», asegura el autor, quien, no obstante, expone sus reservas a la hora de tomar las cifras como verdades absolutas debido a los siglos que han transcurrido.

Según la crónica de Jerónimo, el ejército resultó muy afectado por esta pandemia: «Había perdido entre un 15 y un 20 por ciento de sus hombres, si no más, en la oleada inicial». Los documentos dan cuenta del apuro que corrieron las legiones y del nuevo proceso de reclutamiento que se abrió para cubrir las bajas.

"Peste en Roma" (1869), Jules Elie Delaunay. Musée d'Orsay.

Roma superó esta crisis demográfica, pero en el siglo III tuvo que hacer frente a los estragos de una pestilencia procedente de Etiopía que recorrió el imperio. La llamada plaga de Cipriano azotó a casi todas las ciudades y estuvo latente entre las poblaciones durante años. La descripción de esa enfermedad nos resulta conocida: «La fortaleza del cuerpo se disuelve, las entrañas se disipan de golpe; un fuego que empieza en lo más profundo provoca heridas en la garganta; los intestinos se agitan con vómitos continuos; los ojos se icendian por la fuerza de la sangre; en algunos casos, la infección de la putrefacción mortal corta los pies u otras extremidades; y, cuando se impone la debilidad por los fallos y pérdidas del cuerpo, los andares se deterioran, la audición se bloquea o la visión se ciega».

Según Harper, «la patología incluía fatiga, heces sanguinolentas, fiebre, lesiones en el esófago, vómitos, hemorragia conjuntiva e infección grave de las extremidades». Su impacto en Alejandría resultó letal: su población descendió casi un 62 por ciento (de unos 500.000 habitantes a 190.000). «Solo una familia de virus hemorrágicos parece coincidir con la patología y la epidemiología de la plaga de Cipriano: los filovirus, cuyo representante más conocido es el virus del Ébola».

Fronteras en peligro

La eclosión de esta enfermedad procede, según los estudios, de un cambio ecológico, y afectó al sistema defensivo del imperio romano. «Una vez que la pestilencia erosionó el escudo fronterizo, la debilidad estructural del sistema romano quedó expuesta a pueblos hambrientos y ambiciosos que vivían más allá de sus fronteras y guardaban rencores ancestrales al beligerante imperio. No cabe duda de la importancia causal de la pandemia en la crisis militar, ya que dejó a la vista la amenaza latente y permitió que el sistema fronterizo se viera superado por la violenta marejada».

Marco Aurelio mostrado como un benefactor entregando pan a los ciudadanos enfermos de una epidemia Joseph-Marie Vien (1765). Musée de Picardie

Roma volvió a sobreponerse a este zarpazo del destino, pero en el siglo IV, un cambio en el clima inauguró un periodo de sequías, hambrunas y brotes pandémicos que hacen pensar otra vez en la viruela (como la de 312 y 313 d. C.), que, de nuevo, debilitaron el poder de Roma. A esto habría que sumar la irrupción de los hunos en el 370 d. C. y, a continuación, un golpe definitivo: los godos iniciaron una revuelta y plantaron cara al emperador Valente y su ejército, formado por tropas de élite. «El 9 de agosto de 378 d. C., (el empeador) se unió a la batalla a las afueras de la ciudad de Adrianópolis sin esperar a las reservas del oeste y con escasa información de sus espías. El resultado fue la peor derrota militar de la historia de Roma. El propio Valente murió en la masacre».

Harper comenta: «El bando romano perdió a dos tercios de sus hombres y la cifra de hasta 20.000 víctimas parece realista. La élite del ejército oriental fue aniquilada. La pérdida repentina de tantos buenos soldados y comandantes experimentados del imperio fue nefasta (...). El golpe a la fuerza del ejército se dejó sentir durante mucho tiempo. Algunos regimientos nunca fueron reemplazados». Roma llegaba debilitada a uno de los momentos definitivos de su existencia. Lo que la naturaleza no le arrebató lo hizo la mala política y las rivalidades internas. Alarico tenía a mano lo que nunca tuvo Aníbal: Roma.

Volcanes y una edad de hielo

La Ciudad Eterna extendió su poder de norte a sur y de este a oeste. No se equivocaron en denominar «Mare Nostrum» al Mediterráneo. Las fronteras iban desde Oriente hasta el muro de Adriano; desde el Danubio al Sahara. Una expansión que contó con un factor hasta ahora ignorado: el buen tiempo. Los científicos se refieren a él como Óptimo Climático Romano. «Una fase de clima cálido, húmedo y estable en buena parte del corazón mediterráneo del imperio». Una estabilidad que favoreció el avance de las legiones y que, sin embargo, a mediados del siglo II cambió y dio paso a un periodo de desorganización climática que abarcó tres siglos (150-450 d. C.).

«En momentos cruciales –dice Harper–, la inestabilidad climática ejerció presión sobre las reservas de fuerza del imperio e intervino drásticamente en el curso de los acontecimientos». A esto habría que sumar, ya a finales del siglo V y mediados del siglo VI, un periodo de una «actividad volcánica en las décadas de 530 y 540 d. C., que trajo la temporada más fría de finales del Holoceno».

Nos gusta hacer grandes interpretaciones morales de los acontecimientos históricos más trascendentes, y la caída del Imperio romano quizá sea uno de los más significativos. Este extraordinario ensayo de Kyle Harper demuestra cómo la humanidad se puede condenar no solo por clamorosos errores ideológicos, sino por sucesos que escapan a su poder, como el tiempo ―aunque el cambio climático que experimentamos ahora sí tenga que ver con la acción de los humanos―. Sea como sea, deberíamos recordar la lección romana: incluso las civilizaciones mas sofisticadas están a expensas de las leyes de la naturaleza e incluso lo gigantesco puede caer. Así pasa la gloria en el mundo.

Fuentes: larazón.es | elconfidencial.com | 21 de enero de 2019

‘Otzi’, la momia más antigua de Europa, llega a los cines con ‘Iceman’

En 1991, dos excursionistas alemanes en los Alpes de Ötztal, descubrieron una momia. En un principio creyeron que era de un antiguo alpinista. Sin embargo, los primeros análisis sobre el campo revelaron que era mucho más antigua. Finalmente, se reveló que la momia tenía unos 5300 años de antigüedad. Esta momia de la Edad del Cobre fue llamada ‘Otzi’, en honor al Valle de Ötzal, zona de los Alpes italianos cerca de la frontera con Austria.

Tras 28 años de múltiples exámenes, la historia de ‘Otzi’ se ha podido reconstruir parcialmente, aunque sigue rodeada de misterio. Ahora, la historia de ‘Otzi’ llega a la gran pantalla de manos del director alemán Felix Randau en ‘Iceman’.

El director ha querido que esta cinta sea lo más veraz posible. Para ello ha estado trabajando en este proyecto durante un año entero. En estrecha colaboración con científicos del Museo Arqueológico de South Tirol, en Bolzano (Italia). Museo en el cual se expone actualmente esta momia en un gran estado de conservación. Cinta que además se ha rodado en una lengua ficticia de estos poblamientos europeos de la Edad del Cobre, con subtítulos.
“Todo lo que se ve en la película es auténtico, en mis investigaciones me asesoraron científicos e historiadores para que todo en la película fuera verosímil, pues estamos hablando de más de cinco mil años”, explica, Felix Randau.

El director también ha comentado que el proyecto le vino a la mente hace tres años, ojeando una antigua revista alemana sobre este descubrimiento. Un tema que nunca ha sido tratado en la gran pantalla, y que “si Otzi hubiera sido encontrado en Estados Unidos ya habría más de 50[películas]”.

Sobre la violencia y el enfrentamiento humano.


Aunque está claro que sufrió unos episodios de violencia antes de su muerte. Y ahora, el director alemán Felix Randau, ha decidido llevarla a la gran pantalla. Una película, que según ha comentado el mismo, “versa sobre el círculo de la violencia”. Una violencia que es innata a la naturaleza humana y que parte del género masculino, siendo las mujeres y niños espectadores o víctimas de estos conflictos.

“Aunque la película está basada en una momia hallada en la vida real, se trata de una ficción que versa sobre el círculo de la violencia y de cómo el ser humano trata de escapar de ese círculo sobre el cual gira toda la historia de la humanidad”.

La película sobre ‘Otzi’, titulada ‘Iceman’, llegará a los cines el viernes 25 de enero.
Si quereís conocer más sobre el sitio arqueológico, la investigación y la propia momia, esta es la página oficial: http://www.iceman.it/

Fuente: cineverso.acidspainnetwork.tv | 20 de enero de 2018

Confirman que dos esqueletos fósiles, hallados hace diez años en Malapa (Sudáfrica), pertenecen a la especie 'Australopithecus sediba'

Reconstrucción del 'Australopithecus sediba'. Museo de Historia Natural de la Universidad de Michigan. Crédito: © Escultura Elisabeth Daynes / Foto S. Entressangle.

Dos esqueletos fósiles descubiertos hace una década en Sudáfrica, y que se consideraban de diferentes especies tempranas de homínidos, son, de hecho de la misma especie, según un equipo de antropólogos que ha realizado un exhaustivo análisis sobre los mismos. La investigación aparece en un número especial de la revista PaleoAnthropology y forma parte de una serie de artículos que ofrece la investigación más completa hasta la fecha sobre el Australopithecus sediba.

El yacimiento de fósiles de Malapa, denominado Cuna de la Humanidad, en Sudáfrica, proporcionó en 2008 dos esqueletos parciales: un individuo masculino juvenil, Malapa Hominin 1 (MH1), y una hembra adulta, Malapa Hominin 2 (MH2). Cada uno de ellos es más completo que el famoso espécimen "Lucy", un Australopithecus afarensis hallado en Etiopía. El descubrimiento de Malapa fue realizado por Lee Berger (izquierda), profesor en el Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwatersrand, en Sudáfrica, quien, junto con sus colegas, Scott A. Williams, de la Universidad de Nueva York, y Jeremy DeSilva, del Dortmouth College, dató el yacimiento en poco menos de dos millones de años, y estableció una nueva especie hominina, Australopithecus sediba, con base a los fósiles MH1 y MH2.

En los nueve artículos de la edición de PaleoAnthropology se analizan los 135 fósiles que componen los dos esqueletos, desde el perfil del cráneo, a la columna vertebral, el tórax, la pelvis, las extremidades superiores, las manos y las extremidades inferiores del Australopithecus sediba, así como las proporciones de su cuerpo y la mecánica de su marcha.

Inventario de los restos fósiles de MH1 y MH2. Las clases I son fracturas diagnosticadas en hueso fresco y las fracturas de clase II son consistentes con lesiones realizadas por fuerza bruta. Imagen original tomada de Berger et al.


El consenso de los documentos publicados establece que Astralopithecus sediba es una especie única, distinta tanto del Australopithecus africanus, con el que comparte una gran proximidad geográfica, como de los primeros miembros del género Homo (por ejemplo, el Homo habilis) del este y del sur de África, pero, al mismo tiempo, comparte características con ambos grupos, sugiriendo una estrecha relación evolutiva.

"Nuestras interpretaciones en los artículos de investigación postulan que 'Australopithecus sediba' se adaptó al bipedalismo terrestre, pero también pasó mucho tiempo trepando a los árboles, tal vez para buscar alimento y protegerse de los depredadores", dice Williams (derecha), cuya investigación sobre el tema se centró en el esqueleto axial (vértebras, costillas y esternón). "Este panorama más amplio arroja luz sobre los modos de vida del 'Astralopithecus sediba' y también sobre una importante transición en la evolución de los homínidos, es decir, aquellas especies similares a los simios, entre los que se incluyen, de modo amplio, el género 'Australopithecus' y los miembros más antiguos del género 'Homo'".

Hace unos años, un grupo de investigación independiente establecía que los fósiles de homínidos de Malapa pertenecían a dos especies diferentes, en parte debido a las diferencias de sus vértebras lumbares. Sin embargo, los análisis de Williams y sus colegas, incluyendo a dos candidatos a doctores en Antropología de la Universidad de Nueva York, Jennifer Eyre y Thomas Prang, indican que las supuestas dos especies son, en realidad, de Australopithecus sediba y que las distinciones observadas se deben a la edad de los esqueletos fósiles.

"Las diferencias en estas vértebras pueden atribuirse, simplemente, a sus diferencias de edad de desarrollo: las vértebras del individuo juvenil aún no habían completado su crecimiento, mientras que las vértebras del espécimen adulto ya están completas", explica Williams. "MH1 se parece, por ejemplo, a los dos esqueletos juveniles de 'Homo erectus' que tenemos, porque también es un espécimen juvenil".

Fuente: New York University | 17 de enero de 2019

Llega el CAMBIO DE REINAS: alianzas, traiciones y juegos de poder

España y Francia, países totalmente debilitados tras la Guerra de Sucesión buscan el punto de equilibro con el fin de alcanzar la paz entre ambos. Para ello se llevarán a cabo dos matrimonios políticos, un método habitual para sellar alianzas, y garantizar acuerdos y tratados.

La política matrimonial se verá impulsada por Felipe II de Orleans, Regente de Francia, el cual enlazará a su hija Luisa Isabel de Orleans, de 12 años, con el sucesor del trono español, Luis I, de 15 años, además de ofrecer en matrimonio a Mariana Victoria de Borbón, de 4 años, con el heredero del trono francés, Luis XV, de 11 años.


Felipe V, Rey de España, atormentado y bajo una gran depresión por todas las muertes que tuvieron lugar en la Guerra de Sucesión, abdica en favor a su hijo Luis I. De este modo, la joven pareja se convierte en reyes de la corona española. Este reinado no sería muy longevo por culpa de la viruela, enfermedad muy común en la corte. Luisa Isabel de Orleans, de carácter muy temperamental, no supo adaptarse a la corte española y eso le costó el rechazo de sus suegros que querían que volviera de regreso a Francia, pero fue Luis I, que amó a la francesa desde el momento que la vio, el que dio la orden de que se quedara.  La reina acompañaría al joven rey hasta los últimos días, del que a día de hoy sigue siendo el reinado más efímero de la historia de la corona española.


Mientras tanto, en Francia, la situación era muy distinta. Mariana Victoria de Borbón era una niña juguetona con mucha ilusión de viajar a Francia para conocer a su futuro esposo. Sin embargo, el joven Luis XV era un niño de salud enfermiza, y rodeado de aduladores, creció como un hedonista al que todo le aburría. Su temprana edad y las influencias de sus consejeros, hicieron que rompiera el compromiso con Mariana Victoria por no poder asegurar una rápida descendencia.


Los protagonistas, cuatro jóvenes a merced de las demandas de las coronas y en los que se deposita la esperanza de poder recuperar la paz tras largos años de guerra. Pero sin duda la trama de Cambio de Reinas se centra en las vivencias de los personajes femeninos, una adolescente y una niña se verán atrapadas en una red de alianzas, traiciones y juegos de poder.


Si te gusta el cine histórico, Cambio de Reinas llega a los cines el 15 de febrero de mano de Surtsey Films ¡no te lo pierdas!