El gusto por la grasa puede habernos hecho humanos, según sugiere un nuevo estudio

Grupo de 'Homo habilis' carroñeando un rinoceronte y fabricando herramientas. Fuente: DK FindOut.

Mucho antes de que los ancestros humanos comenzaran a cazar grandes mamíferos para obtener carne, una dieta rica en grasas les proporcionó la nutrición necesaria para desarrollar cerebros más grandes, postula un nuevo artículo aparecido en Current Anthropology.

El artículo argumenta que nuestros primeros ancestros adquirieron el gusto por la grasa al comer médula extraída de los restos esqueléticos de animales grandes que habían sido muertos y devorados por otros depredadores. El argumento desafía la opinión generalizada entre los antropólogos de que comer carne fue el factor crítico que propició el escenario para la evolución de los seres humanos.

"Nuestros ancestros probablemente comenzaron a adquirir gusto por la grasa hace 4 millones de años, lo que explica por qué la deseamos hoy", dice Jessica Thompson (izquierda), autora principal del artículo y antropóloga en la Universidad de Yale. “Los depósitos de grasa en los huesos largos de los esqueletos eran un enorme fuente de calorías en un entorno escaso de las mismas. Eso pudo haber sido lo que le dio a una población ancestral la ventaja que necesitaba para desencadenar la cadena de la evolución humana".

Thompson, quien recientemente se unió a la facultad de Yale, completó el documento mientras estaba en la facultad de la Universidad de Emory.

Aunque centrarse en la grasa, más que en la carne, puede parecer una distinción sutil, la diferencia es significativa, dice Thompson. Los nutrientes de la carne y la grasa son diferentes, al igual que las tecnologías necesarias para acceder a ellos. La ingesta de carne tradicionalmente se combina con la fabricación de herramientas afiladas de piedra, mientras que obtener médula rica en grasa solo requiere romper huesos con una piedra, señala Thompson.
Los autores proponen que el deseo por la médula podría haber estimulado no solo el crecimiento del del cerebro, sino también la fabricación de herramientas más sofisticadas para cazar animales grandes.

"Así es como se originó toda la tecnología: se toma una cosa y se la emplea para alterar otra", dice Thompson. "Ese es el origen del iPhone, allí mismo".
Los co-autores del artículo incluyen a los antropólogos Susana Carvalho, de la Universidad de Oxford, Curtis Marean, de la Universidad Estatal de Arizona, y Zeresenay Alemseged, de la Universidad de Chicago.

El desarrollo de herramientas le permitió a los primeros humanos poder alimentarse de carne y grasa.

El cerebro humano consume el 20% de la energía del cuerpo en reposo, dos veces más que los cerebros de otros primates, los cuales son casi exclusivamente vegetarianos. Para los científicos es un misterio cómo nuestros ancestros humanos pudieron cumplir con las demandas calóricas tendentes a sostener y desarrollar cerebros más grandes.
Un paradigma, sobre la evolución humana, centrado en la carne plantea la hipótesis de que una población de simios comenzó a cazar y comer de forma más activa animales pequeños, lo que se convirtió en un escalón evolutivo del comportamiento humano tendente a cazar animales grandes.
El artículo sostiene que esta teoría no tiene sentido nutricional. "La carne de los animales salvajes es magra", dice Thompson. "En realidad, se necesita más trabajo para metabolizar la proteína magra que lo que se obtiene de vuelta".

De hecho, comer carne magra sin una buena fuente de grasa puede provocar intoxicación por proteínas y desnutrición aguda. Los primeros exploradores del Ártico, que intentaron sobrevivir exclusivamente con carne de conejo, describieron la condición como "inanición por conejo".


Según Thompson, este problema de proteínas, junto con la energía necesaria para que un simio en posición vertical con pequeños caninos pueda capturar y comer animales pequeños, podría descartar el hecho de que comer carne fue una vía que provocó el crecimiento del cerebro.
El nuevo artículo presenta una nueva hipótesis que se remonta a unos 4 millones de años, al Plioceno. Cuando nuestros antepasados humanos comenzaron a caminar principalmente sobre dos patas, las regiones de África, densamente boscosas, se estaban descomponiendo en mosaicos, creando pastizales abiertos.

"Nuestros antepasados ​​humanos probablemente eran criaturas torpes", advierte Thompson. “No eran buenos en los árboles, como los chimpancés, pero tampoco eran necesariamente buenos en el suelo. Entonces, ¿qué hicieron los primeros monos de nuestro linaje que caminaban erguidos para tener éxito? En esa etapa ya se había experimentado un pequeño aumento en el tamaño del cerebro. ¿Cómo pudieron alimentar eso?".

Thompson y sus coautores proponen que nuestros primeros ancestros recogían piedras mientras forrajeaban entre los pastizales abiertos. Después de que un depredador hubiera terminado de comer un gran mamífero, estos homínidos erectos exploraban los restos óseos aplastándolos y descubrieron la médula oculta en los huesos de las extremidades.

"Los huesos sellan la médula como en un recipiente de 'Tupperware', evitando así el crecimiento de bacterias", dice Thompson. Y las únicas cosas que podían abrir estos recipientes óseos, agrega, eran las fauces de las hienas o un simio inteligente empuñando empleando una piedra.

La hipótesis ofrece una explicación de cómo los antepasados de los seres humanos pudieron haber acumulado calorías adicionales para desarrollar un cerebro más grande, mucho antes de que se haya verificado evidencias de fuego controlado, algo que podría haber mitigado el problema de las bacterias en la carne podrida obtenida de la carroña. La hipótesis del consumo de grasa también precede en más de un millón de años a la mayoría de las evidencias de fabricación de herramientas básicas de piedra.

Los científicos deberían comenzar a buscar evidencias de comportamiento de rompimiento de huesos en los primeros ancestros humanos, recomienda Thompson.

"Los paleoantropólogos buscan huesos en su mayoría completos, y luego se concentran en identificar al animal al que pertenece. Pero en lugar de preguntarnos acerca de la criatura a la que pertenece el resto óseo, deberíamos preguntarnos: '¿Qué rompió este hueso?' Necesitamos comenzar a recolectar pequeños trozos de huesos rotos para ayudar a reconstruir este tipo de información sobre el comportamiento de antiguos homínidos".

Fuente: Universidad de Yale | 5 de febrero de 2019

Descubren en el Sáhara cientos de misteriosas estructuras de piedra de hace miles de años

Ver vídeo en este enlace.

El Sáhara Occidental, ese territorio de África a la vez tan cerca y tan lejos, alberga un inmenso tesoro arqueológico que, de momento, presenta más preguntas que respuestas. Desde hace décadas, los investigadores han hallado numerosas estructuras de piedra de diferentes tamaños y formas de miles de años de antigüedad.

En una última investigación, un equipo de arqueólogos ha descubierto nada menos que 456 en un área de tan solo 9 km cuadrados cerca de la localidad de Tifariti. La función de muchas de estas rocas amontonadas es un completo enigma, aunque algunas podrían haber sido utilizadas por pastores nómadas para señalar enterramientos o marcar la propiedad del terreno.

Debido a su historia de conflicto, la investigación arqueológica en el Sáhara no es fácil. Alrededor del 75% del territorio, incluida la mayor parte de la costa, está controlado por Marruecos, mientras que el 25% restante depende de la República Árabe Saharaui Democrática. Joanne Clarke (izquierda), profesora de la Universidad de East Anglia, y Nick Brooks (derecha), un investigador independiente, trabajaron en la llamada Zona Libre entre 2002 y 2009. Observaron el paisaje, hicieron excavaciones e investigaron imágenes de satélite de Google Earth. Sus resultados aparecen publicados en el libro «La arqueología del Sáhara Occidental: una síntesis del trabajo de ... (Libros Oxbow, 2018).

Durante sus incursiones, los investigadores hallaron cientos de estructuras de piedra de lo más diversas: algunas son túmulos (montículos altos de piedras y tierra sobre las tumbas), bazinas (una estructura muy similar al túmulo con un revestimiento), «goulets» (filas de rocas que suelen acompañar a otros monumentos), etc.

«Algunas son muy bajas sobre el suelo, como los «goulets», mientras que otras son altas, como los túmulos. Otras son muy complejas e incluyen túmulos con piedras en pie, por ejemplo. Están ubicadas en áreas que son especiales, generalmente debido a su topografía o geografía», explica Clarke en un correo electrónico. Incluso algunas combinan distintos diseños, como una mezcla de líneas rectas, círculos de piedra, una plataforma y pilas de rocas que forman en conjunto un complejo de aproximadamente 630 metros de largo.
En el pasado, el paisaje del Sáhara Occidental era muy diferente del que conocemos ahora. Cuajado de lagos y otras fuentes de agua, estaba habitado por jirafas, oryx, ovejas y otros animales cuya presencia quedó bien registrada en las muestras de arte rupestre. «Las construcciones fueron probablemente levantadas por pastores nómadas que viajaban largas distancias con sus animales pero no vivían en el desierto», dice Clarke.

Un túmulo hallado en el Sáhara occidental - Western Sahara Project

Propósito funerario

Por qué estas gentes hacían ese tipo de estructuras no está completamente claro, aunque muchos tenían un propósito funerario. Entre los pocos yacimientos que se han podido excavar hay dos «túmulos» (montones de roca) que contienen entierros humanos que datan de alrededor de 1.500 años. En cambio, otros monumentos son un misterio.

Las misteriosas estructuras del Sahara Occidental se presentan en varias formas y dimensiones.

«No sabemos por qué los hacían, pero asumimos que era para marcar la propiedad de las tierras por las que viajaban», señala la arqueóloga. «En términos generales, los vivos han dejado muy poco rastro de su existencia, mientras que los monumentos funerarios perduran, marcando el paisaje con una atemporalidad cultural que marca a ciertas regiones del desierto como 'especiales'», escriben los autores sobre su obra.

Los extraños montones de piedra podrían ser objeto de una mayor investigación, pero no es fácil, ya que los problemas de seguridad en la región hacen que este trabajo sea de alto riesgo. Sin embargo, Clarke está convencida de que hay cientos e incluso miles de estas estructuras en diferentes áreas, pero «probablemente siempre en áreas que son topográficamente especiales donde los monumentos como estos tienden a agruparse».


Las estructuras tienen varias formas y tamaños, incluyendo una que se curva hacia el horizonte.

«El mapa arqueológico del Sáhara Occidental permanece literal y figurativamente casi en blanco en lo que concierne a la comunidad internacional de investigación arqueológica, particularmente lejos de la costa atlántica», escribieron Clarke y Brooks.

Fuentes: abc.es | livescience.com | 7 de febrero de 2019

Registro fósil de los Pirineos occidentales: Los neandertales

El Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda del Gobierno Vasco publicó el año pasado un libro de alta divulgación científica editado por A. Badiola, A. Gómez-Olivencia y X. Pereda, del Departamento de Estratigrafía y Paleontología de la Universidad del País Vasco. En este volumen colaboro en dos entradas, una sobre el yacimiento de Koskobilo, sobre el que os hablé ya con más detenimiento en esta entrada; y en otra, que escribo a dos manos junto a Asier Gómez-Olivencia en la que hablamos sobre los neandertales. El libro incluye otros muchos apartados sobre geología, paleontología y arqueología, siendo destacable el apartado que escribe Diego Garate sobre arte rupestre.


Con este post empiezo una serie de 3 en los que voy a reproducir de manera casi íntegra el contenido de este capítulo que dividimos en tres partes, una para explicar lo que sabemos sobre los neandertales a nivel general, otra para los neandertales en partícular en el área de los Pirineos occidentales, y otra para explicar cuáles son los retos en el estudio de esta especie. Este capítulo se escribió en Noviembre de 2017, y como en 2018 nuestro equipo de investigación estuvo especialmente activo he modificado algo el contenido para exponer los últimos avances realizados en Aranbaltza y Axlor, así como las últimas dataciones publicadas.

LOS NEANDERTALES

Los neandertales, son una especie humana fósil que habitó Europa, Próximo Oriente y parte de Asia desde hace aproximadamente 200 ka BP hasta su extinción hace unos 30-40 ka BP. Eran cazadores-recolectores, que habitaron en distintos biotopos durante las distintas fases climáticas que se sucedieron durante el Pleistoceno. El poblamiento en la península ibérica parece más o menos continuo a lo largo de este tiempo, siendo éste uno de los lugares de Europa donde sobrevivieron más tiempo, tal vez hasta ca. 35 ka BP.


Los neandertales presentan numerosas diferencias a nivel anatómico cuando son comparados a los humanos modernos, que llegan incluso a los huesecillos del oído (Gómez-Olivencia et al., 2015). Esas diferencias no impidieron que se cruzasen con los humanos modernos, probablemente en Próximo Oriente hace unos 100 ka y posteriormente en momentos más recientes, tal y como ha revelado el genoma de un fósil de humano moderno localizado en la cueva rumana de Pestera cu Oase (Fu et al., 2015). El resultado de estos cruces es que aproximadamente un 2-4% del genoma de los humanos modernos, salvo poblaciones subsaharianas, tiene un origen neandertal (Prüfer et al., 2013).

Los orígenes de los neandertales hay que buscarlos en las poblaciones europeas de mediados del Pleistoceno Medio (aproximadamente 400-500 ka BP). La Sima de los Huesos (~430 ka BP) proporciona la primera evidencia inequívoca del linaje neandertal. En este yacimiento se han recuperado más de 6.000 restos humanos pertenecientes a un mínimo de 28 individuos de ambos sexos, principalmente adolescentes y adultos jóvenes. El esqueleto de estos humanos del Pleistoceno medio muestra solo algunas características derivadas de los neandertales (Arsuaga et al., 2014, 2015). Los neandertales serían descendientes de este tipo de poblaciones, con algunos cambios anatómicos. Estos cambios incluyen una mayor encefalización, una ligera disminución de la estatura por tener las tibias ligeramente más cortas (Carretero et al., 2012), y una menor anchura de la pelvis, aunque todavía superior a la que presenta nuestra especie (Arsuaga et al., 2015).

Aunque tradicionalmente los neandertales se han interpretado como poblaciones con escasa capacidad de adaptación y con un comportamiento cultural muy monótono (Mellars, 1995), las investigaciones de las últimas décadas nos muestran un panorama muy diferente. Los nuevos análisis muestran la gran variabilidad, riqueza y complejidad de sus comportamientos con respecto a la producción de herramientas líticas. Además, en los últimos años se ha demostrado la relevancia de otros tipos de útiles, por ejemplo los fabricados en hueso, que hasta hace pocos años parecían exclusivos de los humanos modernos (Soressi et al., 2013). En otras cuestiones como las actividades de subsistencia, los modos de ocupación del paisaje o la organización de los espacios de hábitat (Bourguignon et al., 2002; Vallverdú et al., 2005) se ha observado también una variabilidad mayor de la esperada, reflejo de la gran flexibilidad de comportamientos de esta especie. Por otro lado, en los últimos años se han realizado interesantes descubrimientos sobre desarrollos tecnológicos particulares, como la producción de pegamentos (Kozowyk et al., 2017) o de pigmentos (Heyes et al., 2016), que nos revelan unas poblaciones imaginativas, capaces de manipular de manera compleja distintos materiales para producir nuevos tipos de objetos, como -por ejemplo- lanzas con puntas de piedra. Algo semejante se plantea también con la generalización del uso del fuego como sistema de adaptación, de transformación tecnológica y de socialización de las sociedades neandertales (Roebroeks y Villa, 2011). Respecto a la existencia de un comportamiento simbólico o abstracto complejo las evidencias son más discutidas, aunque se han mencionado distintas piezas líticas y óseas grabadas con una intención simbólica. Ya en el Chatelperroniense es evidente que los neandertales fabrican y visten objetos de adorno, como colgantes, con una clara intención simbólica (Caron et al., 2011). Un caso muy particular de comportamiento simbólico complejo está representado en una estructura circular realizada con estalactitas localizada en el interior de la cueva de Bruniquel (Jaubert et al., 2016), y que probablemente tuvo un uso de naturaleza simbólica. En relación con el comportamiento mortuorio se han descrito situaciones muy variadas, con evidencias tanto de enterramientos (Rendu et al., 2014) como de canibalismo (Rougier et al., 2016).

Aunque esta especie se vincula esencialmente al llamado Paleolítico Medio, un conjunto de tecnocomplejos que se desarrollan a partir de hace unos 300 ka BP y que se caracterizan, entre otras cosas, por un utillaje lítico basado en la fabricación de lascas. Curiosamente, los neandertales fueron también artífices del Chatelperroniense, un tecnocomplejo del Paleolítico Superior, caracterizado por la fabricación de puntas a partir de láminas y que aparece en Francia y en el norte de la península ibérica.

REFERENCIA

Rios-Garaizar, J., Gómez-Olivencia, A. 2018. Una humanidad extinta: los Neandertales en los Pirineos occidentales. En: Badiola, A., Gómez-Olibibliografíavencia, A., Pereda Suberbiola, X. (Editores). Registro fósil de los Pirineos occidentales. Bienes de interés paleontológico y geológico. Proyección social. Vitoria-Gasteiz, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco-Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen Zerbitzu Nagusia, pp. 213-218.
Nota: en el último post de la serie añadiré las referencias utilizadas

Fuente: arkeobasque.wordpress.com | 4 de febrero de 2019

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Registro fósil de los Pirineos occidentales: los neandertales. Parte II

LOS NEANDERTALES EN LOS PIRINEOS OCCIDENTALES

El registro arqueológico de la presencia de neandertales en Euskal Herria es amplio y abarca desde las ocupaciones más antiguas de yacimientos, como Lezetxiki (Arrasate, Gipuzkoa) o Arlanpe (Lemoa, Bizkaia), hasta las más recientes, correspondientes ya al Chatelperroniense, de yacimientos como Le Basté (Baiona, Lapurdi), Gatzarria (Ozaze-Zühara, Zuberoa), Labeko Koba (Arrasate, Gipuzkoa), Ekain (Zestoa, Gipuzkoa) o Aranbaltza (Barrika, Bizkaia). Estos yacimientos se han localizado fundamentalmente en cuevas, algunas como Axlor (Dima, Bizkaia), Arrillor (Zigoitia, Araba) y Lezetxiki con largas secuencias (Rios-Garaizar 2017), otras con registros más limitados como Amalda (Zestoa, Gipuzkoa), y finalmente hay algunos escasos yacimientos al aire libre en los alrededores de Baiona, en Barrika, en Urbasa y en el Condado de Treviño.

Mapa con los principales yacimientos del Paleolítico medio de los Pirineos Occidentales (Rios-Garaizar, 2017)

Existen varios sesgos en el registro arqueo-paleontológico a la hora de entender a los Neandertales que habitaron los Pirineos occidentales. En primer lugar, existe un importante sesgo hacia yacimientos en cueva. Apenas existen yacimientos del Paleolítico medio al aire libre en esta región y ninguno de ellos preserva restos de fauna. Otro sesgo existente está relacionado con el clima. Salvo durante el MIS5 en el que el nivel del mar estaba ligeramente por encima del actual, durante gran parte del MIS4 y MIS3 el nivel del mar estaba 50-60 metros por debajo del nivel del mar actual debido a la acumulación de agua en forma de hielo. Esto implica que en el Cantábrico existió una franja de unos 5 km al lado de la costa en la que cualquier evidencia de actividad por parte de los Neandertales se encuentra hoy bajo el agua. Los interesantes registros recuperados en el yacimiento de El Cuco (Castro Urdiales, Cantabria) sugieren que puede haber un comportamiento particular de los neandertales en las zonas costeras, incluyendo el consumo de moluscos (Gutierrez-Zugasti et al., 2018). Una novedad muy relevante se ha obtenido en los niveles Quina del yacimiento de Axlor, en los que se ha identificado el consumo de carnívoros y de aves para carne, pieles y posiblemente p... (Gómez-Olivencia et al. 2018).

Restos de aves con huellas de corte del yacimiento de Axlor (Gómez-Olivencia et al. 2018)

Algunas de las primeras evidencias de los neandertales en los Pirineos Occidentales las tendríamos en los niveles inferiores de Lezetxiki (Arrizabalaga, 2004; Lazuén y Altuna, 2012), en los niveles del conjunto SQ3 de la cueva de Arlanpe (Rios-Garaizar et al., 2015a) y probablemente en el nivel III de Venta La Perra (Karrantza, Bizkaia) (Rios-Garaizar, 2016), que datarían de finales del Pleistoceno medio. Estos yacimientos representan a poblaciones reducidas que viven en un ambiente muy cambiante y que compiten con distintas especies de carnívoros. Su implantación en el territorio es escasa y los yacimientos antes mencionados reflejan un uso puntual de las cuevas. Probablemente el hábitat principal de estas poblaciones se encontraba fuera de las cuevas, aunque apenas hay evidencias de ocupaciones humanas al aire libre que daten del Pleistoceno medio. Resulta interesante anotar que desde un punto de vista tecnológico estos grupos muestran un desarrollo muy avanzado de la técnica Levallois y posiblemente de la técnica laminar, aunque mantienen útiles propios de épocas anteriores, como bifaces o hendedores (Rios-Garaizar, 2013). Sin embargo, no presentan evidencias claras del uso del fuego ni, de utillaje fabricado en hueso que serán características de épocas posteriores.

Las evidencias de los primeros momentos del Pleistoceno superior son escasas, aunque la ausencia de un marco cronológico preciso puede estar enmascarando la existencia de yacimientos de ca. 80-60 ka (MIS4) en la región. Algunas de las escasas evidencias hay que buscarlas en sitios como Askondo (Mañaria, Bizkaia) (Rios-Garaizar y Garate Maidagan, 2012), tal vez en el nivel V de Lezetxiki (Falguères et al., 2005), y en la base de la secuencia de Axlor (Lazuén y González-Urquijo, 2015), y tal vez en yacimientos al aire libre de los alrededores de Baiona (Cologne et al., 2015). Recientemente distintos niveles de Aranbatza (Barrika, Bizkaia) se han podido datar en este momento del final del Pleistoceno medio e inicios del superior, incluyendo niveles con utensilios de madera conservados (Rios-Garai....

Utensilio de madera de Aranbaltza (Rios-Garaizar et al. 2018)

Sin embargo, el grueso de las evidencias disponibles parecen datar del MIS3. Es interesante anotar que, en un relativamente corto espacio de tiempo que va desde ca. 60-40 ka, el comportamiento de los neandertales sufre variaciones sustanciales que se evidencian a la perfección en la secuencia de Axlor (Rios-Garaizar, 2017). En este yacimiento, en los niveles inferiores de la secuencia del abrigo se registra un comportamiento centrado en la caza del ciervo, con una tecnología basada en una estrategia de producción de tipo Llevallois, incluyendo la fabricación de micro lascas (Rios-Garaizar et al., 2015b). En este nivel, al igual que en algunos niveles de Arrillor (Sáenz de Buruaga, 2014), por ejemplo el Amk, se observa un uso repetido del fuego, llegando a documentarse una importante sucesión de hogares. En estos niveles, especialmente en el nivel N de Axlor, se documentan puntas musterienses con huellas de impacto usadas para cazar (Rios-Garaizar, 2012a). Todos estos elementos que indican un comportamiento complejo y una ocupación estable del yacimiento. En contraste con estos niveles, los de la parte alta de la secuencia muestran un comportamiento tecnológico muy diferente, con una estrategia de producción de útiles de tipo Quina centrada en el reavivado de raederas espesas y en el reciclaje de las lascas de reavivado generadas (Rios-Garaizar, 2005). En estos niveles la presencia de útiles de hueso es muy abundante, con un amplio registro de retocadores de hueso (Mozota Holgueras, 2009). Sin embargo, ninguno de estos niveles registra evidencias significativas de uso del fuego y las actividades de subsistencia, centradas en el consumo de una gran variedad de herbívoros, sugieren un hábitat menos estable.
1. Bifaz sobre lasca en lutita (Arlanpe, SQ3); 2-4 Productos microlevallois (Axlor, nivel VIII); 5 Lasca de lutita (Axlor, VIII); 6-10 Raederas Quina y lascas de reavivado Quina (Axlor, nivel B); 11 Retocador en hueso (Axlor, niveles superiores); 11-12 Puntas musterienses (Axlor, nivel N); 13-15 Puntas de Chatelperrón (Aranbaltza). Salvo que se exprese lo contrario todas las piezas realizadas en sílex.

El número de fósiles neandertales es reducido y se limita a tres yacimientos: Lezetxiki, Axlor y Arrillor. En el caso de Lezetxiki, los restos encontrados corresponden a dos cronologías muy diferentes: un húmero completo ha sido recuperado en los niveles inferiores de la secuencia (Basabe, 1966) y ha sido datado en un mínimo de 164 ± 9 ka BP (de la Rúa et al., 2016). Por otro lado, en la base del nivel III, datada en fechas posteriores a 50 ka BP, se recuperaron dos restos dentales atribuidos a esta especie. De una cronología similar son los restos dentales recuperados en el nivel III de Axlor y el único diente de leche recuperado en Arrillor (Basabe, 1973; Bermúdez de Castro y Sáenz de Buruaga, 1999).

Respecto a su dieta, la evidencia de la que disponemos en los Pirineos occidentales se limita a los restos faunísticos consumidos por estas poblaciones y que han sido encontrados en los yacimientos en cueva o en abrigos rocosos (Altuna, 1972; Castaños, 2005). Existen diferencias geográficas en las preferencias cinegéticas de estas poblaciones, que pueden ser debidas a diferencias ecológicas de los lugares donde se emplazan estos yacimientos, aunque también se ha propuesto que estas diferencias puedan tener un origen cultural (Rios-Garaizar y García Moreno, 2015). Por ejemplo, en el nivel musteriense Cj de Gatzarria el ciervo constituye más del 70% de los restos de fauna identificados (Ready, 2013), mientras que en el caso de Venta Laperra es la cabra montés el animal que presenta ese porcentaje (Castaños, 2005). Además, en algunos yacimientos parecen existir diferencias diacrónicas en los porcentajes de fauna consumidos por los Neandertales, como por ejemplo en Axlor y en Arrillor (Altuna, 1972; Barandiaran, 1980; Castaños, 2005). En el caso de Arrillor, el nivel Smk-I (Musteriense con técnica Levallois) presenta porcentajes similares de restos de cabra montés, de gran bóvido y de ciervo, mientras que el nivel Lmc (Musteriense evolucionado) presenta un porcentaje de ciervo superior al 75% y algo de rebeco (ca. 12%). En el caso de Axlor, de una preponderancia del ciervo en los niveles inferiores se pasa a porcentajes similares de cabra montés, de gran bóvido y de ciervo, con una presencia significativa de caballo. De momento, se dispone de poca información para evaluar el impacto de los cambios ecológicos y culturales en esta variabilidad, aunque cabe señalar que en el caso de Axlor, existen diferencias claras respecto a la gestión de la industria lítica, así como en la intensidad de las ocupaciones de este yacimiento (Rios-Garaizar, 2012b). De gran interés van a resultar los futuros estudios que se puedan hacer sobre la dieta de los neandertales, bien mediante el análisis directo de restos de neandertales o bien mediante la investigación de otras evidencias menos valoradas, como animales pequeños, peces y moluscos o frutos y vegetales. Los recientes análisis de la vecina cueva de El Cuco, localizada en Castro Urdiales, sugieren que el consumo de moluscos pudo jugar un papel en la subsistencia de los neandertales, algo que se ha podido observar también, aunque de manera mucho más modesta, en yacimientos como Amalda o Zerratu (Gutiérrez-Zugasti et al., 2018).

Restos de lapas del nivel X de El Cuco (foto Joseba Rios Garaizar, fondo MUPAC)

Otras evidencias del comportamiento de los neandertales provienen de las estrategias de ocupación del territorio. Los datos acerca de la adquisición y gestión de las materias primas líticas sugieren que los neandertales eran capaces de gestionar territorios muy amplios, que incluyen desde las Landas, hasta Urbasa, Treviño o la zona de Uribe Kosta (Rios-Garaizar, 2012b). Es interesante observar cómo en los niveles más antiguos parece que hay una dependencia más directa de las rocas locales, no siempre de muy buena calidad, mientras que en los niveles más recientes, por ejemplo en la parte alta de la secuencia de Axlor, el uso de materias locales es anecdótico. Sin embargo, en los últimos niveles del Paleolítico Medio, en Arrillor, Axlor y Amalda, parece que hay una vuelta al uso más intenso de rocas locales en combinación siempre con útiles de sílex importados desde otros yacimientos.

Es interesante detenerse mínimamente en explicar el epílogo de los neandertales en este territorio. A diferencia de lo que puede ocurrir en otras regiones de Francia, como la Dordoña, el Chatelperroniense en los Pirineos occidentales no parece tener un arraigo en los tecnocomplejos previos, de tal manera que su presencia parece intrusiva en la región. Esto parece representar la llegada de grupos de neandertales a un territorio probablemente ya deshabitado. Las dataciones de los niveles más recientes del Musteriense, obtenidas en el yacimiento de Amalda (Marín-Arroyo et al. 2018) apenas muestran solapamiento con las más antiguas del Chatelperroniense, obtenidas en Labeko Koba (Maroto et al. 2012), lo que refuerza esta idea. La implantación de los neandertales con tecnología chatelperroniense en el territorio es muy diferente a la del Musteriense, en este caso las ocupaciones en cueva son cortas y parecen funcional como altos de caza (Rios-Garaizar et al., 2012a), mientras que el hábitat principal tiene lugar al aire libre (Rios-Garaizar et al., 2012b; Bachellerie, 2011). Curiosamente, estos grupos de neandertales ocupan territorios muy semejantes a los previos, pero el uso de materias primas líticas locales es muy escaso.

REFERENCIA:

Rios-Garaizar, J., Gómez-Olivencia, A. 2018. Una humanidad extinta: los Neandertales en los Pirineos occidentales. En: Badiola, A., Gómez-Olivencia, A., Pereda Suberbiola, X. (Editores). Registro fósil de los Pirineos occidentales. Bienes de interés paleontológico y geológico. Proyección social. Vitoria-Gasteiz, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco-Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen Zerbitzu Nagusia, pp. 213-218.

Fuente: arkeobasque.wordpress.com | 4 de febrero de 2019

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Registro fósil de los Pirineos occidentales: los neandertales. Parte III

RETOS EN EL ESTUDIO DE LOS NEANDERTALES EN LOS PIRINEOS OCCIDENTALES

Es complejo resumir los retos y las necesidades que tenemos a la hora de mejorar nuestro conocimiento sobre los neandertales en la región. En primer lugar, pese a la relativa abundancia de yacimientos, carecemos de trabajos sistemáticos de presentación de los mismos, siendo los únicos yacimientos publicados con cierto detalle Amalda (Altuna et al., 1990) y Arlanpe (Rios-Garaizar et al., 2013). En segundo lugar, hay un importante déficit de yacimientos al aire libre, que se está paliando en parte con las excavaciones de Aranbaltza, pero es necesario ampliar la búsqueda de yacimientos a otros contextos ya que nos van a proporcionar una visión diferente del hábitat y de los modos de vida de los neandertales. Por otro lado, hay un déficit de un marco cronológico completo. Los nuevos intentos de datación de conjuntos mediante radiocarbono (14C) están poniendo de relieve la antigüedad de algunos niveles que hasta hace poco se consideraban muy recientes, por ejemplo los niveles más recientes de Arrillor (Wood et al., 2013). Sin embargo, más allá del límite del radiocarbono (aproximadamente 50 ka BP), apenas se han aplicado otros sistemas de datación. En los yacimientos de Baiona (Cologne et al., 2015) y en los de Aranbaltza (Barrika) se ha comenzado a usar la luminiscencia (OSL), en el yacimiento de Abauntz se intentó ESR sin demasiado éxito (Mazo et al., 2012), en Lezetxiki se han ido acumulando las incertidumbres acerca de su cronología (Falguères et al., 2005-2006; de la Rúa et al., 2016), y en varios yacimientos se han intentado dataciones de racemización de aminoácidos (AAR) con resultados muy variados (Torres et al., 2013).

La ausencia de dataciones precisas está impidiendo avanzar en la comprensión de cuestiones fundamentales como el ritmo de los procesos de cambio cultural, la continuidad de las poblaciones, etc. El trabajo publicado en 2018 por Ana B. Marín-Arroyo y colegas ha venido a paliar en parte este déficit, sobre todo para los niveles más recientes del Paleolítico Medio, pero al mismo tiempo ha mostrado la dificultad para datar otros contextos más antiguos.

Modelo bayesiano de dataciones de la transición del Paleolítico Medio al Superior en la región cantábrica (Marín-Arroyo et al. 2018)

Respecto a la contextualización ambiental, observamos también un déficit muy relevante, apenas hay estudios polínicos, de fitolitos, sedimentológicos o isotópicos que permitan evaluar las condiciones climáticas y ambientales en las que se desarrollaron las ocupaciones neandertales en nuestra región. Recientes trabajos liderados por Ana B. Marín-Arroyo están abriendo nuevas vías de investigación y de caracterización de los ambientes a los que se adaptaron estos grupos de neandertales (Jones et al. 2018).

Respecto a los estudios de materiales arqueológicos, hay que señalar la escasez de estudios tafonómicos de los restos de fauna que permitan evaluar la interacción entre humanos y carnívoros en el uso de los yacimientos, o la propia gestión de los recursos animales. De igual manera, apenas hay datos de estacionalidad, edad de muerte, etc. que permitan comprender las estrategias cinegéticas de los neandertales. Respecto a otro tipo de materiales, como por ejemplo la industria lítica o la industria ósea, hay avances mucho más significativos que incorporan estudios de materias primas, tecnología y huellas de uso (Mozota 2105, Rios-Garaizar 2017). Sin embargo, hay aún colecciones enteras y secuencias como las de Axlor o Arrillor que necesitan de publicaciones más detalladas que ayuden a comprender la evolución tecnológica de las sociedades neandertales del Pleistoceno superior. Otros aspectos, como el estudio de las estructuras de combustión o la organización espacial de los yacimientos, apenas han sido abordados, en parte por la ausencia de excavaciones en extensión. En definitiva, se puede decir que tenemos un conocimiento moderadamente bueno sobre la evolución y el desarrollo histórico de los neandertales en nuestra región, pero sigue siendo un problema de investigación abierto y atractivo, con muchos caminos por seguir y muchos temas en los que profundizar.

REFERENCIAS

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Fuente: arkeobasque.wordpress.com | 4 de febrero de 2019

El misterio de las 20 sacerdotisas envenenadas con mercurio hace 4.800 años en el dolmen de Montelirio (Sevilla)

Recreación del interior de la cámara funeraria grande con los cuerpos hallados y de la estela de una divinidad. UNIVERSIDAD DE SEVILLA.

Lo único seguro es que todas fueron inhumadas en la cámara principal del megalito de Montelirio hace unos 4.800 años. Los prehistoriadores desconocen si murieron a la vez, así como qué provocó su fallecimiento. Pero sí saben que se trata de 20 personas (al menos 15 mujeres y 5 individuos de sexo no identificado, pero más que probablemente féminas) ataviadas con espectaculares vestidos trenzados con miles de cuentas de entre 3 y 4 milímetros de diámetro y que portaban colgantes de marfil y ámbar en forma de bellotas. Eran las sacerdotisas del templo de Montelirio (Castilleja de Guzmán, Sevilla).

Ahora, una investigación de un amplio equipo liderado por el catedrático Leonardo García Sanjuán (izquierda), del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidada de Sevilla, desvela uno de los grandes misterios del megalitismo peninsular: murieron con una edad media de 31 años y entre grandes dolores, envenenadas por mercurio.

El yacimiento, cuyo nombre es Tholos de Montelirio, en la zona arqueológica de Valencina de la Concepción-Castilleja de Guzmán, fue descubierto en 1868 y abandonado durante décadas. Su excavación se retomó a partir de 1980 a causa del crecimiento urbanístico de Sevilla. Esquemáticamente se trata de una construcción megalítica (entre 3.000 y 2.800 años antes de Cristo) compuesta por un “corredor” al aire libre de unos 40 metros de longitud que desemboca en dos cámaras subterráneas techadas con sendas cúpulas de unos 5 y 2,75 metros de diámetro, respectivamente, que se sostenían –durante el fraguado de la obra- sobre pilares de madera. La principal de las cámaras, donde se hallaron los cuerpos, estaba recubierta de una pátina roja de cinabrio y decorada con motivos que hacían referencia al Sol.

Corredor y cámaras del dolmen de Montelirio.

Las últimas investigaciones de la Universidad de Sevilla han permitido determinar que durante unos pocos minutos durante el solsticio de invierno el sol se colaba por el corredor de entrada, iluminaba la cámara funeraria e incidía sobre una estela que representaba a la Diosa Madre, provocando “una saturación sensorial” entre las personas que se encontraban en su interior.

Foto: Huesos y pigmentos localizados en la tumba. © Javier Barbancho.


En los restos de todos los cuerpos se han detectado “elevadísimos niveles de mercurio" (traído desde Almadén, Ciudad Real, lo que les provocaría graves disfunciones motrices y cognitivas. “Esto significa que estaban expuestas continuamente al cinabrio, bien por ingestión por razones religiosas o porque viviesen con la piel pintada por el mercurio”, señala el investigador. Además, los huesos presentan afecciones de tipo óseo (artritis y artrosis) que, dada su "juventud" (la edad media de fallecimiento en la Edad del Cobre rondaba los 40 años), indican que o caminaban mucho o eran "bailarinas", lo que refuerza su posible carácter sacerdotal. García Sanjuán admite que "se ignora si todas murieron a la vez o en un periodo muy corto de tiempo, pero sí que es posible que el monumento fue construido para un evento funerario único o para un colectivo muy especial".

Estas personas fueron inhumadas recubiertas por una especie de vestidos de lentejuelas, que en realidad eran ropas confeccionadas con decenas de miles de cuentas de caliza o conchas y ensartadas por hilos. El peso de estos trajes rondaría, según los cálculos de los estudiosos, los 8 o 10 kilos. Uno de los cuerpos ha sido hallado en postura orante hacia la estatua de la divinidad femenina, aunque la mayoría de los esqueletos están en posición supina. Junto a los restos se han desenterrado materiales suntuarios importados de lugares lejanos, como marfil, ámbar, variscita, cinabrio o cristal de roca.

Puñal de hoja de cristal de roca y enmangue de marfil de Montelirio (Sevilla). M. A. Blanco; Grupo ATLAS, Universidad de Sevilla.

El sepulcro, que acumula materiales que fueron transformados mediante una artesanía de excepcional calidad, incluye piezas de marfil tallado, una lámina de oro o puntas de flecha de cristal de roca. La tumba de Montelirio ha sido relacionada con otro gran mausoleo megalítico hallado a unos 200 metros: el sepulcro tumba del denominado Marchante del Marfil. Se trata de un "gran hombre" que fue enterrado con valiosos objetos, entre ellos el colmillo de un elefante y un puñal de sílex con pomo de ámbar. La Sociedad Max Plank de Jena (una destacada red de institutos alemanes de investigación científica) está analizando varias muestras que permitirán determinar la posible relación de parentesco entre todos los cuerpos hallados.

Peineta ritual de Montelirio

El Tholos de Montelirio no se puede visitar y sus objetos y restos se almacenan actualmente en el Museo de Arqueología de Sevilla. "Es lamentable que unas piezas que han dado la vuelta al mundo científico, dado su innegable valor, no puedan ser admiradas por el público, lo que generaría más expectación sobre un yacimiento que es único en el mundo", concluye García Sanjuán.


Fuente: el pais.com| 6 de febrero de 2019

"Vimos que hubo una migración a la península directa desde África hace más de 4.000 años"

Gloria María González Fortes (izquierda) es de Pontevedra, estudió en la Universidad de Santiago y, en 2010, firmó su primer contrato como investigadora en la Universidad de La Coruña. A partir de ahí, se fue especializando en ADN antiguo, por lo que tuvo que irse, ya que en España no hay laboratorios para analizar este tipo de muestras. Estuvo en York (Inglaterra), en Postdam (Alemania), y, actualmente, trabaja en Ferrara (Italia). Su idea es poder volver, por lo que ha iniciado el proyecto de montar un laboratorio de ADN antiguo en La Coruña, por ahora, tiene ya el espacio y el material.

- Acaba de publicar un estudio sobre el genoma en la península ibérica, ¿qué revela?
-Hace años que vengo trabajando en colaboración con la Universidad de La Coruña desde la Universidad de Ferrara. Lo que hicimos fue analizar muestras prehistóricas del sur de la península ibérica, que tienen 4.000 años de antigüedad. Comparamos sus genomas con otras muestras antiguas europeas y también con muestras africanas. Detectamos que, en las muestras del sur de la península ibérica, hay una similitud genética con las africanas que no se da en otras muestras prehistóricas en Europa. Interpretamos ese resultado como una hibridación con individuos procedentes del continente africano y con una migración que tuvo lugar directamente hacia la península ibérica ya que los individuos que nosotros analizamos son híbridos entre peninsulares y africanos.

- ¿Por qué es importante ese descubrimiento?
-Es un estudio que tiene trascendencia en cuanto a que estos genomas africanos han contribuido a la diversidad genética que tienen hoy en día las poblaciones de la península ibérica y tiene también trascendencia en cuanto al estudio de la prehistoria de la península ibérica. Esta ruta, a lo largo del estrecho de Gibraltar, es algo que se venía debatiendo entre los arqueólogos en base a las similitudes que habían encontrado de cerámica o de utensilios en los yacimientos de la costa andaluza y del norte de África, en la zona del Magreb, pero no había una prueba de que esa similitud fuese por azar o de que hubiese una influencia. Este estudio confirma que sí hubo contacto y descendencia común a las dos.

- ¿Estas coincidencias se sitúan solo en el sur de la península ibérica o se extienden más allá?
-En las muestras que analizamos, de hace 4.000 años, es más evidente en el sur. No es que en las otras esté ausente este componente africano, pero sale con más frecuencia en el sur. Con el paso del tiempo, esta presencia africana se extiende a toda la península ibérica. Comenzó en el sur, en la zona que está más cerca de la costa africana, y se extendió a medida que la gente se fue desplazando.

- ¿Saben las razones de la migración? ¿Por qué cruzaron el Estrecho?
-No lo sabemos porque no conocemos cuándo se dio esta migración. De la prehistoria africana sabemos muy poco. Esas muestras son de individuos híbridos, tienen una componente genética claramente europea y, además, tienen aportación africana. Esto no quiere decir que tengan un padre africano y una madre europea, esa mezcla ocurrió generaciones antes de los individuos que nosotros analizamos, no sabemos cuántas. Para saberlo necesitaríamos muestras más antiguas de esa zona, pero hoy por hoy no las hay. El problema es que en Andalucía, muchos de los yacimientos están bajo el nivel del mar.

- ¿En la población gallega hay también rastros de esa influencia africana?
-No comparamos estos individuos antiguos con la población gallega o andaluza. En cuanto a individuos actuales, puedes saber su nacionalidad pero no su región de origen por protección de datos. Las muestras genéticas disponibles que hay no podemos clasificarlas por regiones, por lo menos, hasta ahora. En cualquier caso, la componente africana, por estudios anteriores a los nuestros, está en toda la península, no se quedó solo en el sur. Si hay diferencias entre Galicia y Andalucía, no lo puedo decir, porque tendríamos que estudiar a los antepasados de estos individuos, porque si la muestra está en Galicia pero sus abuelos o sus padres son andaluces... Nacer en Galicia, a nivel genético, no nos dice nada.

- ¿Antes pensaban que la población africana había llegado más tarde o que no lo había hecho por el Estrecho?
-Lo que sabíamos era que el Homo sapiens estaba en África y que llegó a Europa y colonizó el continente europeo hace unos 40.000 o 50.000 años. Parece que parte de la zona oriental del continente africano, alcanza la península arábica a través de Anatolia, y siguiendo el curso del Danubio llega a Europa. Lo que nosotros detectamos es que hubo una migración posterior, con un recorrido distinto y que viene directamente desde África a la península ibérica. Es una migración menor, son pocos individuos. El porcentaje que aportan en estos genomas es bajo. No sabemos cuándo, pero sabemos que fue hace algo más de 4.000 años. Si analizamos la población europea actual, la ibérica tiene un porcentaje de ADN africano más alto que el resto. Se pensaba que venía del periodo islámico, de la época del Al-Ándalus. Lo que dice nuestro estudio es que, si bien hay un aporte de esa época, hay un porcentaje de esa presencia africana que es mucho más antiguo.

- ¿Cómo va la idea de tener un laboratorio de genética antigua en la Universidad de La Coruña?
-Estamos en ello. Ninguna de las muestras utilizadas en este estudio fueron analizadas en España porque no hay ningún laboratorio dotado con la tecnología necesaria para extraer ADN de ellas. Estas muestras se analizaron en Alemania, otras muy relevantes, como las de Atapuerca tampoco han podido ser estudiadas aquí. La Universidad de La Coruña nos ha dado el espacio para el laboratorio, que tiene que estar aislado, ya que no vamos a hacer análisis de muestras actuales, sino que vamos a dedicarnos exclusivamente a las muestras antiguas. Nosotros, a través de financiación de proyectos del ministerio, lo hemos dotado de la maquinaria necesaria y estamos trabajando para empezar a producir datos desde aquí.

- ¿Cómo consiguen las muestras de habitantes de hace 4.000 años?
-En la Universidad de la Coruña los proyectos que hemos hecho de ADN han sido con muestras humanas, pero también de osos cavernarios, de cuevas de la sierra del Caurel, que están datados en 40.000 años de antigüedad. Esas muestras forman parte de la colección de restos fósiles del Instituto de Geología. Otros restos en este trabajo son de Andalucía, de arqueólogos que los tienen en custodia porque están trabajando en los yacimientos. Otras veces son muestras de museos, y otras pueden estar en cajas en un almacén.

Fuente: laopinioncoruna.es | 5 de febrero de 2019

Denisovanos: una madeja cada vez más enredada

Fuente. ScienceDaily.

Las montañas de Altai, en Siberia, poseen uno de los yacimientos arqueológicos más privilegiados del planeta. Y no por el hecho de haber proporcionado cientos de fósiles humanos, sino por ser una de las fuentes más importante de ADN antiguo. Aun sin conocer el aspecto que pudieron tener los humanos que habitaron la cueva de Denisova hace miles de años, los llamados “Denisovanos” forman parte de la familia humana, casi con la categoría de especie. El respeto, culto, casi fetichismo que tenemos hacia el material genético que condiciona la existencia de todos los seres vivos es tal, que solo con los fragmentos extraídos de varios restos fósiles humanos encontrados en el yacimiento de la cueva de Denisova hemos construido una verdadera leyenda sobre los enigmáticos Denisovanos. Y, precisamente, la ausencia de un retrato verdadero y auténtico de estos humanos, contribuye al mito.

Pero la ciencia no debe alimentarse de mitos y leyendas, sino de datos sobre los que trabajar. La revista Nature publicó la semana pasada dos artículos sobre el yacimiento de Denisova, una prueba más del interés que este asunto ha suscitado en la sociedad. Escribiré solo acerca del artículo firmado por once investigadores, liderados por Zenobia Jacobs y Richard G. Roberts, de la Universidad de Wollongong (New South Wales, Australia). Estos investigadores han obtenido un centenar de dataciones mediante el método de luminiscencia de los tres depósitos sedimentarios de la cueva. Las tres secuencias, situadas en la cámara Principal, en la cámara Sur y en la cámara Este, ya habían sido datadas. Pero los resultados mediante C14 estaban en el límite de las posibilidades de este método (50.000 años). Las dataciones obtenidas mediante termoluminiscencia tenían problemas de interpretación y los análisis del magnetismo remanente de los sedimentos han sido cuestionados. Así que esas nuevas 100 dataciones han venido a ordenar de manera clara el orden de las tres secuencias sedimentarias.

Los autores presentan una estratigrafía impecable de las tres secuencias, situando todos los hallazgos en su lugar correspondiente. Los niveles más altos de la estratigrafía del yacimiento (y, por tanto, los más modernos) tienen una datación límite de 20.000 años. Pero esos niveles carecen de información arqueológica. La cueva fue habitada hace entre 300.000 y 55.000 años. Es decir, los humanos que la habitaron vieron transcurrir tres glaciaciones y dos períodos interglaciares.

A tenor de las dataciones previas y de las secuencias genómicas obtenidas se puede inferir que la cueva pudo ser habitada de manera alternativa por Denisovanos y Neandertales. Los dos grupos humanos tendrían un ancestro común, que vivió hace unos 400.000 años de acuerdo con la comparación entre sus respectivas secuencias genómicas. En un momento de la historia de la cueva, Denisovanos y Neandertales hibridaron, dejando descendencia fértil. Este último escenario de la historia fue motivo de un artículo también publicado por la revista Nature, cuando se secuenció el genoma de una chica, hija de padre Denisovano y madre Neandertal. Los datos genéticos más recientes corresponden a Denisovanos puros. Finalmente, estos humanos habrían emigrado hacia el sur dejando su huella genética en ciertas poblaciones de Melanesia.
Las dataciones realizadas en los tres depósitos han ordenado las secuencias genómicas recuperadas, dibujando una historia compleja y difícil de desentrañar. Las dataciones sugieren el siguiente orden para el ADN encontrado (de más antiguo a más moderno):
  • Denisovano
  • Denisovano
  • Neandertal
  • Neandertal
  • Híbrido
  • Neandertal
  • Neandertal
  • Denisovano
  • Neandertal
  • Neandertal
  • Denisovano
  • Denisovano
Pues, ¡vaya lío! Todo parece indicar que, efectivamente, unos y otros se alternaron en la ocupación de la cueva y en alguna ocasión la compartieron. Ante esta extraña alternancia, a todos nos encantaría conocer el aspecto de los Denisovanos y comprobar cuan distintos eran de los Neandertales como para tenerlos como un grupo bien diferenciado, que casi hemos elevado a la categoría de especie.

La imagen que acompaña al texto nos muestra mediante colores, simples y mezclados, una posible explicación coherente. Las poblaciones más próximas entre sí iban y venían, quizá hibridando entre ellas de manera circunstancial. Además de las hibridaciones con Homo neanderthalensis y con Homo sapiens, esa imagen sugiere también hibridación entre Denisovanos y Homo erectus. Si realmente fue así, aún habría que mitificar aún más a los Denisovanos, que no habrían tenido remilgos con ninguna especie próxima.

La explicación más lógica es que Neandertales y Denisovanos fueron realmente muy similares. Quizá tanto, que sería prudente esperar a que la madeja esté completamente desenredada antes de seguir alimentando el mito.

Fuente: quo.es | 5 de febrero de 2019