El CSIC observa que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y la complejidad social

Los detalles del estudio se publican en Scientific Reports

- Un estudio realizado por Incipit (CSIC, Santiago de Compostela) e IN (Valencia) con la colaboración de la USC y basado en cerámica prehistórica de Galicia analiza los procesos de atención selectiva que determinan la manera en la que exploramos e interactuamos con nuestro entorno.

- Los investigadores han estudiado el recorrido que realizan los ojos al observar diferentes patrones decorativos representados en objetos cerámicos prehistóricos.

Principales cerámicas analizadas en los experimentos y mapa de densidades de las fijaciones visuales en cada uno de ellos. Las imágenes están organizadas, de izquierda a derecha, en orden cronológico de más antiguo a más reciente. Se observa como en el sentido del tiempo, el sentido de las fijaciones cambia de horizontal a vertical.

Santiago de Compostela, 8 de marzo de 2019. Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Santiago de Compostela) y el Instituto de Neurociencia (Valencia) y en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela (USC) ha analizado, mediante técnicas de seguimiento ocular, los procesos de atención selectiva que determinan la manera en la que exploramos e interactuamos con nuestro entorno. Para ello, los investigadores han estudiado el recorrido que realizan los ojos al observar diferentes patrones decorativos representados en objetos cerámicos prehistóricos. Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, indican que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y la complejidad social.
El estudio se engloba dentro de un nuevo campo científico: la neuroarqueología, una disciplina que combina la neurociencia con la paleontología humana, la arqueología y otras ciencias sociales y humanas.

Los investigadores han examinado la respuesta visual de 113 individuos al observar piezas cerámicas prehistóricas pertenecientes a diferentes estilos y sociedades. Las cerámicas analizadas cubren 4000 años de la prehistoria de Galicia (del 4000 a.C. al cambio de era), son representativas de estilos cerámicos, como la cerámica campaniforme, presente en regiones mucho más amplias y son cerámicas representativas de los principales periodos de la prehistoria reciente de Galicia y norte de Portugal. Destaca, entre ellas, el vaso campaniforme de As Pontes de García Rodríguez, guardado en la colección de la Universidad de Santiago; el cacharro del Dolmen de Parxubeira (Coruña), otro de un poblado calcolítico de Chaves (norte de Portugal) y una jarra del mundo castrexo del procedente del Castro de O Neixón (Boiro) y característica del bien conocido tipo “jarra Toraia”.
Para realizar este análisis, las cerámicas fueron reproducidas replicando la tecnología prehistórica por un equipo de ceramistas de la “Fundación Terra Termarum Castrolandín”, dirigidos por la restauradora Yolanda Porto, de la empresa de Restauración Fráxil.

 “Los voluntarios fueron fichados, sus datos anonimizados y firmaron consentimientos informados. Cuando se iniciaron los trabajos, a fines del 2014, no estaban generalizadas las convenciones de protección de los datos personales en todos los campos de la ciencia, por lo que si no hubiéramos tomado estas precauciones, hoy esta investigación no podría ser publicada en la mayor parte de las revistas por no alinearse con la nueva política de protección de datos personales que en mayo del año pasado aprobó la Unión Europea”, explica Elena Cabrejas, del Incipit, responsable de la coordinación de los voluntarios.

 “En el estudio planteamos la posibilidad de que la vida cultural y social influya en el proceso cognitivo. Los movimientos oculares son la prueba más objetiva de que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y los cambios en la complejidad social”, explica Felipe Criado Boado, profesor de investigación del CSIC y director del Incipit, quien añade que “la prominencia visual de cada estilo cerámico produce una respuesta visual distinta. La cerámica prehistórica comprende una parte importante del mundo material que rodeaba a los individuos de esa época. Por eso un análisis de este tipo no es únicamente factible, sino que aporta resultados muy significativos”.

Luis Martínez Otero, investigador del IN, explica que “en nuestro cerebro existen circuitos neuronales, o mapas, que representan nuestro espacio personal y peripersonal. Estos circuitos determinan la manera en que nos relacionamos socialmente y también con el mundo que nos rodea. Con este tipo de experimentos, estamos demostrando que estas representaciones se ven alteradas por el uso y diseño de herramientas y otros artefactos culturales; lo que estamos descubriendo es que se incorporan de manera muy rápida a estos mapas neuronales pasando a formar parte de nuestro esquema corporal como si de una extensión del mismo se tratase. Estos experimentos demuestran inequívocamente que existe una interacción muy estrecha entre cambios culturales y plasticidad cerebral, lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo el cerebro permite la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres”.

Los resultados apuntan a que el sistema de reconocimiento visual humano interioriza de forma muy activa el objeto que observa, lo que demostraría que existe un acoplamiento perceptual entre los observadores y las estructuras materiales de su entorno. “Por ello la percepción no puede separarse de la forma. Desde esta perspectiva puede postularse que la forma de los objetos (la cerámica en este caso) y el patrón de exploración visual que producen han cambiado a lo largo de la historia, y están conectadas con el comportamiento cognitivo de la misma forma que lo están con el ámbito social, incluida la complejidad social”, continúa Criado.

Los análisis fueron realizados en el Laboratorio de Percepción de la Universidad de Santiago de Compostela (Facultade de Psicoloxía de la USC), dirigido por Manuel Blanco, especialista en estudios de percepción visual y eye-tracking, actuando Diego Alonso como analista. Con esta técnica se han detectado y analizado los movimientos visuales que hacen las pupilas humanas al observar la cerámica, registrando 500 medidas por segundo, lo que permite medir los más pequeños gestos visuales. Como señala Manuel Blanco, “tendemos a creer que miramos lo que queremos, pero esto no es totalmente cierto: nuestros ojos están explorando sistemáticamente el mundo para seleccionar estímulos y guiar la atención de la forma que sea más eficiente para los humanos. La técnica que hemos utilizado, con el nivel de resolución que tiene, permite detectar cómo la forma de lo que miramos, guía esa exploración instintiva del mundo”.
Criado añade que lo relevante en este caso es que lo que miramos ha sido construido por los propios humanos, y añade: “dado que mientras exploramos el mundo, construimos mapas mentales de éste, los principios de diseño que dieron forma a los objetos, terminan retroalimentado y reemergiendo en nuestra mente”.

A partir de aquí surge otra de las conclusiones de este trabajo que muestra que la tecnología es un factor importante en los aspectos mentales de la vida de los humanos. Esto ofrece una nueva perspectiva que ayuda a comprender los procesos de innovación y cambio tecnológico que se producen en todas las épocas históricas, incluidas aquellas en las que aún estamos inmersos. “Se cree que en 2020 habrá 100.000 millones de sensores por todo el mundo captando información de todo tipo y procesándola digitalmente, todos conectados entre sí y funcionando como un gran cerebro humano. Si se cumple esta previsión, la investigación en el campo de los procesos cognitivos y la cultura material a lo largo de la historia puede ser de utilidad en el futuro, de manera que pueda mostrar la forma en que los humanos confían en las imágenes que les ayuden a formar un imaginario colectivo”, concluye el investigador.

Felipe Criado-Boado, Diego Alonso-Pablos, Manuel J. Blanco, Yolanda Porto, Anxo Rodríguez-Paz, Elena Cabrejas, Elena del Barrio-Álvarez, and Luis M. Martínez. Coevolution of visual behaviour, the material world and social complexity, depicted by the eye-tracking of archaeological objects in humans. Scientific Reports. DOI: www.nature.com/articles/s41598-019-39661-w


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Las cerámicas fabricadas desde el Neolítico contienen pruebas de cómo y cuándo cambió nuestra forma de mirar. Analizando la decoración de las vasijas, un equipo de investigadores españoles ha extraído información muy valiosa sobre cómo comprendían el mundo nuestros antepasados. En la imagen: puntos de calor registrados mediante 'eye tracking' en vasijas de diferentes periodos. Criado, Martínez Otero et al.

¿De qué hablarían un arqueólogo y un neurocientífico en el ascensor? Estos dos campos de investigación raramente se tocan, pero quizá no están tan distanciados como parece. En el caso del arqueólogo Felipe Criado-Boado (izquierda) y el experto en el funcionamiento del sistema visual Luis Martínez Otero (derecha), la mezcla de estas dos perspectivas científicas ha conducido a una serie de preguntas interesantes. ¿Y si los objetos y estructuras construidas por nuestros antepasados contienen información sobre su forma de mirar y entender la realidad? ¿Y si la neurociencia pudiera ayudar a desentrañar la mente de los primeros humanos a partir de estos objetos?

Criado-Boado lleva años investigando sobre “arqueología del paisaje”, analizando la orientación y disposición de construcciones como las megalíticas y su posible relación con los esquemas mentales de los antiguos humanos. Y lo que ha visto es que en las primeras etapas el modelo espacial era esencialmente horizontal y circular, en consonancia con las relaciones sociales de los grupos pequeños, pero a medida que las poblaciones crecían y se volvieron más jerárquicas, las representaciones se hicieron más verticales y predominaba la línea y el ángulo recto. El círculo es sustituido por el cuadrado”, explica. “Esa es la diferencia que vemos entre Stonehenge y las pirámides”. Para Martínez Otero, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante, este cambio en la forma de representar el mundo y mirar la realidad tiene un gran interés. ”Nuestros ojos están lateralizados y nuestro campo visuales predominantemente horizontal”, explica. “Mover los ojos de arriba a abajo es mucho más costoso porque se mueven contra la gravedad. Para ver en vertical tienes que mover la cabeza”.

Criado-Boado y Martínez Otero no coincidieron en un ascensor, sino que contactaron a través de colegas científicos. “En un momento determinado pensé: si esas formas de entender y construir los modelos espaciales era algo tan arraigado tendrá que dejar algún tipo de huella cognitiva. Y eso me condujo a Luis”, asegura el arqueólogo, que también dirige Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del CSIC. “Le comenté que, desde mi perspectiva, esas diferentes formas de entender el espacio habrían dado lugar cada una a una forma específica de mirar”, recuerda. “En aquel momento a Luis se le iluminó la cara y dijo 'pero si es así, eso es muy fácil de comprobar con ‘eye tracking’”, algo de lo que yo no había oído hablar hasta entonces”.

Registro de la mirada en distintos estilos cerámicos Criado-Boado et al.

A partir de aquel momento, ambos se pusieron a trabajar en la posibilidad de medir estos cambios en las representaciones, y encontraron en la cerámica prehistórica (desde el Neolítico a la Edad del Hierro) un campo perfecto para poner a prueba su hipótesis. “Escogimos analizar los patrones de decoración de cinco grandes estilos cerámicos que ocupan 4.000 años de la historia de Galicia”, indica Criado-Boado. “Cinco momentos cronológicos diferentes en cinco sociedades muy distintas, partiendo de sociedades con rasgos más igualitarios y comunitarios hasta llegar a las sociedades anteriores a la llegada de los romanos, jerarquizadas y aristocráticas”. Y para comprobar cómo se leen visualmente las decoraciones de estas cerámicas, y si existe un cambio de organización, seleccionaron a más de 100 sujetos a los que estudiaron el movimiento de los ojos mediante la técnica de eye tracking mientras las observaban.

El resultado de este experimento se publica este viernes en la revista Scientific Reports y aporta las primeras pruebas empíricas en el campo de la “arqueología cognitivao “neuroarqueología”. “En general vimos que los resultados claramente mostraban que la hipótesis se confirmaba, que cada estilo cerámico generaba un patrón de conducta visual específico y distinto a los demás y lo que ocurría en el tiempo era que pasaban de un patrón horizontal a uno vertical, lo cual es muy fácil de correlacionar con el desarrollo de la complejidad social”, asegura Criado-Boado. En otras palabras, cuando los voluntarios observaban la cerámica de los tipos 1 y 2 -de entre 2500 y 4000 años de antigüedad en sociedades basadas en valores comunitarios y con grupos de población de alrededor de 100 individuos-, el patrón de movimiento de los ojos era claramente horizontal. Cuando observaban las cerámicas de tipo 3, 4 y 5 -desde la cultura campaniforme en adelante, basada en poblaciones mas grandes y sociedades guerreras más altamente jerarquizadas- lo que vieron fue que en el patrón de movimiento ocular predominan los movimientos verticales.

Para comprobar que no estaban ante un resultado engañoso, los autores intercambiaron las formas y los patrones de las cerámicas (ponían el patrón de un tipo 1 en una vasija de tipo 5, por ejemplo) para observar qué pasaba con la mirada de los individuos. “El resultado es muy interesante”, revela Martínez Otero, “porque lo que vimos es que predomina la decoración sobre los artefactos. Es decir, puedes tener delante algo con aspecto vertical, pero le pones una decoración de los periodos 1 y 2 y el patrón de movimiento de tus ojos pasa a ser de visualización horizontal”.

Todos estos elementos les llevan a concluir que el comportamiento visual es una clave subyacente que puede contribuir a explicar de otro modo los cambios en los estilos materiales y cambios socioculturales. “Es fascinante ver esta evolución en los objetos elaborados desde el Neolítico hasta la Edad de Hierro”, indica Criado-Boado. “A medida que el desarrollo social se jerarquiza también lo hace la mirada y la representación, y vas subiendo peldaños en un avance hacia lo vertical”.
Para Martínez Otero el resultado nos recuerda que somos animales totalmente culturizados, es decir, que aprendemos socialmente cómo se distribuye el espacio. Lo que aporta este estudio es el conocimiento de que todas las sociedades, a partir de un nivel de complejidad elevado, han producido estímulos visuales donde se complementan relaciones horizontales y verticales. Y, según el contexto, priman unas u otras.

“Nosotros nos hemos criado toda la vida bajo un patrón vertical, pero variamos el esquema en función del contexto social”, recalca Martínez Otero. “Por eso tu actitud es distinta cuando estás en una fiesta entre amigos charlando, con relaciones horizontales, que cuando estás en un besamanos”.

Esta organización de la mirada deja su huella en muchos aspectos de la vida cotidiana, como cuando preferimos los vídeos horizontales frente a los verticales en internet o cuando un realizador de televisión hace un plano contrapicado de una persona poderosa. “Y es que uno de los factores de cohesión mayor para los seres humanos es la mirada”, insiste el neurocientífico. “Sabemos cómo nos miran y viendo la mirada del otro entiendes el mundo en el que estás; si todo el mundo mira en vertical, estás en un contexto jerarquizado”.

“Por eso cuando estás en el Valle de los Caídos todos miran para arriba, un patrón muy distinto de cuando estás en Stonehenge o en un paisaje neolítico”, añade Criado-Boado. También podría ser un factor para explicar por qué en algunas sociedades actuales de cazadores recolectores prima el círculo sobre la línea recta, que a veces les cuesta interpretar. “Lo que muestra nuestro estudio es que antes de un cierto momento, que además es muy reciente, sobre todo dominaban los ambientes horizontales y en particular era así al tratar el ambiente construido por los seres humanos. En esas sociedades los estímulos verticales eran principalmente naturales (las montañas, los árboles o el cielo). Pero en cuanto la complejidad social aumentó, nuestra mirada también se jerarquizó".

Extensión de la cultura del vaso campaniforme y lugares donde se han hallado vasosWikimedia Commons

El trabajo presentado ahora señala un instante muy concreto de la historia en el que se pudo producir este cambio y que coincide con la introducción de la cultura del vaso campaniforme (entre el 2500 hasta el 1800 a.C.). Se trata de una cerámica muy homogénea que se extiende con rapidez por toda Europa y que algunos estudios recientes atribuyen a la llegada de una etnia que se extendió por el norte y cuyas sociedades estaban basadas en cierta jerarquización. “Un tipo de sociedad guerrera con señores de la guerra que se hacen sistemáticamente la guerra unos contra otros y en la que se empiezan a romper los valores igualitaristas de otro tiempo”, señala el Criado-Boado.

El campo que se abre ahora es muy interesante, según estos investigadores, puesto que se podría trabajar en desarrollar algoritmos que analicen los patrones visuales e interpreten a qué modelo pertenecen sin necesidad de hacer un seguimiento de ojos. “También podríamos estudiar estadísticamente cómo reaccionan visualmente las personas ante una iglesia románica, una fachada barroca, etc.”, afirma. “En teoría, los movimientos visuales que una persona hace ante una fachada barroca deben ser los mismos para un retablo barroco. Nuestra conjetura es que el estilo debería dejar una firma cognitiva”. E incluso podríamos ir más allá y estudiar si estas interpretaciones formales del mundo influyen en la toma de decisiones morales. “Estoy seguro de que con los patrones de movimientos oculares cambiará el modo en que se toman decisiones, porque el cerebro está haciendo el mismo proceso, está muy relacionado”, concluye Martínez Otero.

Fuente: vozpopuli.com | 8 de marzo de 2019

Rosario García Huerta relata los últimos hallazgos en la necrópolis ibérica de Alarcos (Ciudad Real)

Cerro y asentamiento ibero de Alarcos.

Esta tarde ha tenido lugar en el Museo de la Merced, dentro del ciclo de conferencias ‘Los Iberos: Arqueología y Cultura’, la ponencia ‘La necrópolis ibérica de Alarcos en Ciudad Real’, a cargo de la profesora de la UCLM, Dña. Rosario García Huerta.
Alarcos tiene una ocupación ibérica muy amplia, desde el siglo VI al siglo I a.C., y faltaban encontrar las necrópolis durante ese periodo hasta que en 2013 se encontraron, la más moderna del siglo III al siglo I a.C. Este yacimiento se ha excavado en tres fases, y se ha publicado un libro sobre el tema el verano pasado, ha recordado la profesora.
Los iberos practicaban la incineración con sus muertos. “Hemos encontrado en buen estado unas 95 tumbas en relativo buen estado comparadas con el resto de las halladas”, explicaba Rosario García Huerta. "También se han hallado dos tumbas de dos niños inhumados, lo cual no era muy frecuente en esa población”.

Además, han aparecido piezas de ajuar con diferentes calidades y valores, lo que indica que pertenecieron a personas de diferentes clases sociales. Estos ajuares, añadió, reflejan datos muy importantes sobre cómo estaba estructurada la sociedad de aquella época. "Mediante estudios analíticos hemos podido comprobar el sexo e incluso la edad de los cadáveres, y también se ha descubierto qué tipo de árboles y plantas existían, es decir, qué combustible se utilizaba para las cremaciones en estos rituales mortuorios”. Los restos indican que hacían enterramientos con animales como ofrendas. Las necrópolis ofrecen información sobre la mentalidad de esas personas y esos pueblos.


En el trabajo de investigación llevado por Rosario García han colaborado también profesores como Javier González y David Rodríguez; además han trabajado con un equipo multidisciplinar formado por muchas personas especialistas en diferentes campos. “Una investigación arqueológica necesita de personas expertas en ciencias que son auxiliares para nosotros, por ejemplo químicos para estudiar y trabajar con el carbono 14, antropólogos, análisis de fauna a cargo de los paleontólogos”, ha comentado antes del inicio de la charla.

Como algo curioso de destacar, la profesora habla del hallazgo de un túmulo de piezas calizas. Otro descubrimiento llamativo es el de tres falcatas o espadas, y una de ellas con una empuñadura con detalles en plata “lo que es raro de encontrar en este tipo de arma”. Asimismo, se ha descubierto el emplazamiento principal del enterramiento de la élite de la sociedad ibera de entonces.


Falcata íbera. La empuñadura remata en una cabeza de felino. La hoja estaba decorada con motivos embutidos en plata. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.

En cuanto a cómo se han encontrado las tumbas, la profesora comenta que objetos hechos con metales como el hierro se conservan muy mal, por lo que han tenido que restaurar muchas piezas hechas con hierro. En cambio las piezas de cerámica, aunque rotas o despedazadas se ha conseguido “unirlas” y todo esto se puede ver -una vez extraído de la necrópolis- en el Museo Provincial de Ciudad Real.

Fuente: miciudadreal.es | 7 de marzo de 2019

El Arqueológico de Murcia muestra los tesoros de las 'villae' romanas del sureste de Hispania

La consejera de cultura, Miriam Guardiola, conversando con el comisario de la exposición José Miguel Noguera.

El Museo Arqueológico de Murcia acoge la exposición Villae. Vida y producción rural en el sureste de Hispania. Permanecerá abierta hasta el 23 de junio.
A través de más de 125 objetos arqueológicos, esta muestra ofrece un recorrido por el mundo de las villas romanas. Sobre los objetos que se podrán ver en esta exposición, hablaba la consejera de cultura, Miriam Guardiola.

A través de más de 125 objetos arqueológicos, esta muestra ofrece un recorrido por el mundo de las villas (o villae) romanas en la Región de Murcia, enclaves que vertebraron la explotación económica de los recursos rurales y que estuvieron dotadas de casas con fastuosas decoraciones, necrópolis, zonas para el hábitat de la población servil e instalaciones para el almacenamiento y manufacturación de productos tales como el aceite, el vino y las salazones y salsas de pescado, entre otras.


La consejera Miriam Guardiola presentó hoy la exposición junto a uno de los comisarios, José Miguel Noguera, doctor y catedrático de Arqueología en la Universidad de Murcia, y destacó “la intensa actividad arqueológica llevada a cabo por los investigadores durante las últimas décadas en relevantes yacimientos de la Región, que está permitiendo avanzar en el conocimiento de nuestro pasado y nuestra historia; un trabajo que se complementa con la labor de los museos, donde se organizan de forma habitual exposiciones que dan a conocer parte del material hallado en estos enclaves debidamente contextualizado”.

Los datos obtenidos han servido para dibujar el panorama de las villas romanas que jalonaron los campos de la Región de Murcia y vertebraron su propiedad y explotación en época romana. Algunos de estos enclaves son conocidos arqueológicamente, como sucede con los de Los Torrejones (Yecla), Los Cipreses (Jumilla), Los Villaricos (Mula), Villa Romana del Paturro (Cartagena-La Unión), La Quintilla (Lorca) o Fuente de la Teja (Caravaca de la Cruz).

La exposición que acogerá el MAM, añadió Guardiola, “pretende ofrecer una visión de conjunto de estos enclaves a través de la cuidada selección de más de 125 objetos relevantes repartidos en diferentes secciones, algunos nunca expuestos en la región, que se complementan con piezas audiovisuales y maquetas realizadas para esta muestra”. Entre los materiales que podrán contemplarse destacan el retrato del emperador Adriano de Los Torrejones, las estatuas y la Venus de Los Cantos (derecha), el retrato funerario del Camino del Pedregal, los mosaicos de teselas y la capsella de Portmán, el instrumental de pesca de Rihuete o las antefijas del mausoleo de La Alberca (Murcia).

La exposición se organiza en siete apartados dedicados a explicar las formas de poblamiento rural y la explotación del medio en el sureste hispano; el concepto de villa y su distribución a partir del siglo I d.C. en la actual Región de Murcia; cómo eran las casas de los propietarios y su familia y cómo transcurría la vida cotidiana del hogar.

Las últimas secciones se dedican al análisis de la explotación y manufacturación de productos; a los cementerios rurales asociados a las villas, y a los procesos que marcaron el fin de este modelo de hábitat y explotación del territorio en torno a los siglos V-VI d.C. Junto a Noguera, son comisarios de la muestra Luis de Miquel, del MAM, y Salvador Martínez Sánchez, del Museo del Vino de Bullas.

La exposición, que posteriormente se programará en otros museos de la Región de Murcia, estará en el MAM hasta el 23 de junio. El horario de visita es, de martes a viernes, de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas; los sábados, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas, y domingos, de 11:00 a 14:00 horas. La sala cerrará todos los lunes, así como el Viernes Santo, el día del Bando de la Huerta y la tarde del Entierro de la Sardina.


Las villae

Los campos del sureste peninsular de la Hispania romana, entre los siglos I y V, estuvieron intensamente poblados y explotados gracias a un complejo sistema de vías de comunicación y asentamientos. En estos territorios se desarrollaron distritos mineros, grandes canteras y complejos productivos especializados, como los dedicados a elaboración de salazones y salsas de pescado o contenedores cerámicos, además de pequeñas granjas y también establecimientos de carácter agropecuario denominados villas (villae en latín). Estos asentamientos se distribuyeron por todo el territorio, aprovechando los recursos naturales y la cercanía de estos a las principales vías de comunicación terrestres y marítimas.

Una villa era el conjunto de edificios que constituían el centro de una finca (fundus) de dimensiones variables, desde pequeñas haciendas a grandes latifundios, definida por su variedad de recursos naturales (agropecuarios, boscosos, pesqueros) y por diversos tipos de instalaciones. Era un sistema socio-económico, pero también una forma de ocupación y explotación del territorio y solía estar integrada por edificaciones de carácter residencial y de servicios.


Fuente: murcia.com | 7 de marzo de 2019

¿Cómo han evolucionado la lectura y la escritura en el mundo? La neurociencia nos da una pista

Nuestros cerebros evolucionaron en un mundo en el que no existía la lectura y la escritura. Semnic / Shutterstock

Artículo realizado por Derek Hodgson (izquierda), de la Universidad de York.
La parte del cerebro que procesa la información visual, la corteza visual, evolucionó a lo largo de millones de años en un mundo donde la lectura y la escritura no existían. Por lo tanto, siempre ha sido un misterio saber cómo pudieron aparecer estas habilidades hace unos 5.000 años, es decir, cómo pudieron nuestros cerebros adquirir repentinamente la capacidad específica de dar sentido a las letras. Algunos investigadores creen que la clave para entender esta transición consiste en determinar cómo y por qué los humanos comenzaron a hacer marcas repetitivas.
Recientes imágenes de la corteza visual del cerebro, registradas en personas que leen un texto, han proporcionado información importante sobre cómo el cerebro percibe patrones simples. En mi nuevo artículo, publicado en el Journal of Archaeological Science Reports, analizo dicha investigación para argumentar que los primeros patrones hechos por el hombre fueron estéticos en lugar de simbólicos, y describo lo que eso significa para la evolución de la lectura y la escritura.

Los arqueólogos han descubierto un número creciente de patrones y grabados antiguos producidos por los primeros Homo sapiens, así como por los neandertales y el Homo erectus. Tales marcas son anteriores al primer arte representativo (dibujos que representan algo) por miles de años.
Estos motivos se han encontrado en Sudáfrica, donde hay grabados que datan de hace 100.000 años. Los arqueólogos también han hallado un grabado en una concha realizado por el Homo erectus hace unos 540.000 años. Una observación intrigante de estas primeras marcas es que todas cuentan con cuadrículas, ángulos y líneas repetitivas.

Primeras marcas realizadas: Arriba, de izquierda a derecha: concha de trinil, grabados de Blombos (dos ejemplos). Medio: dibujos sobre cáscara de huevo de avestruz (Sudáfrica). Abajo: grabado hecho por neandertales en la superficie de una roca (Gibraltar).

El filtro de patrones del cerebro

En el año 2000, sugerí por primera vez que la forma en que la "corteza visual temprana" -el lugar donde la información visual del ojo afecta primero a la corteza cerebral- procesa la información dio lugar a la capacidad de grabar patrones simples. Sabemos que esta área tiene neuronas que codifican bordes, líneas y uniones en forma de "T". Como formas abstractas, estos formas activan preferentemente la corteza visual.

Es fácil ver cómo esto pudo haber ocurrido. Las líneas, ángulos e intersecciones, son las características más abundantes integradas en el entorno natural, ya que proporcionan las primeras indicaciones cruciales para determinar el diseño de los objetos. La capacidad de nuestro cerebro para procesarlas es compartida por otros primates, pero el cerebro humano también es capaz de responder a estas señales de forma proactiva utilizando los "Principios de la Gestalt", que son reglas que permiten a la mente percibir automáticamente patrones ante un estímulo. Esto la ayuda a construir formas básicas que se transmiten a las áreas visuales del cerebro de orden superior, las cuales pueden procesarlas de manera para que podamos experimentarlas como objetos reales.

En algún momento, hace unos 700.000 años, esta sensibilidad hacia la geometría y percepción de patrones permitió a los seres humanos comenzar a hacer refinadas herramientas achelenses, las cuales muestran una cierta simetría. Esto es poco probable que hubiera sido posible sin un conocimiento implícito de la geometría.

Herramientas achelenses.

La fabricación de herramientas promovió, aún más, una mayor sensibilidad e inclinación hacia los patrones del entorno natural, por lo que nuestros antepasados comenzaron a ​​proyectarlos en materiales distintos a los de las herramientas. Por ejemplo, comenzaron a hacer marcas en rocas, conchas y en materiales como el ocre.

Del grabado a la escritura

En algún momento, estos patrones no intencionados se copiaron, intencionadamente, en dichos materiales, convirtiéndose en diseños grabados y más tarde en escritura.
Pero, ¿cómo fue esto posible? La investigación neurocientífica ha demostrado que escribir un texto involucra a la corteza premotora del cerebro, la cual impulsa las habilidades manuales. Por lo tanto, mi teoría sugiere que la lectura y la escritura evolucionaron cuando nuestra percepción pasiva para discernir las cosas comenzó a interactuar con la destreza manual.


Bloque ocre hallado en el río Klasies, Sudáfrica (c.100,000), en el que se pueden haber explotado estriaciones accidentales para hacer cruces. d'Errico et al. 2012. Revista de ciencia arqueológica. (Permiso de Elsevier)

La escritura y los patrones abstractos también activan las llamadas "neuronas espejo" del cerebro. Estas células son extraordinarias porque se activan cuando actuamos y cuando observamos cómo se comportan otras personas, lo que nos ayuda a identificar y entender a esas personas como si nosotros mismos actuáramos. Pero también se activan cuando vemos patrones y observamos textos escritos. Por consiguiente, esto puede producir un sentido de identificación con un patrón, ya sea accidental o natural, de una manera que nos inspira a replicarlo. Y estas antiguas marcas fueron los primeros pasos hacia la escritura y la lectura.

En consecuencia, estos desarrollos permitieron al cerebro reutilizar la corteza visual para un propósito completamente nuevo. En última instancia, pudo haber creado un nuevo proceso en el cerebro que hizo activarse la corteza visual, dando lugar a un área visual de formación palabras, conectándose, cada vez más, con las áreas del habla a lo largo del tiempo.

Grabado hallado en la cueva de Blombos, Sudáfrica, con unos 77.000 años de antigüedad.


Dicho esto, algunos investigadores creen que las primeras marcas realizadas fueron más simbólicas que estéticas, y que la escritura evolucionó a partir de la codificación de la información obtenida en ellas. Sin embargo, sostengo que esto parece cada vez más improbable. Las primeras marcas se parecen entre sí durante un inmenso período de tiempo. Si las marcas fueran simbólicas, esperaríamos ver mucha más variación a lo largo del espacio y el tiempo, tal como lo observamos en los sistemas de escritura modernos. Pero este no es el caso.

Todo ello apunta a la probabilidad de que las primeras marcas fueran estéticas, ya que se derivan de la preferencia de la corteza visual temprana por las configuraciones básicas. Y podría haber comenzado tan pronto como con el Homo erectus, el cual vivió desde hace aproximadamente entre 1,8 millones y 500.000 años.

Fuente: theconversation.com | 4 de marzo de 2019

El conejo formaba parte de la dieta humana hace 400.000 años

Huesos largos de conejo hallados en la cueva de La Crouzade, en el sur de Francia. Los extremos de estos huesos probablemente fueron rotos por humanos para extraer la médula de la cavidad. (EPCC-CERPTAUTAVEL)

Los conejos formaron parte de la dieta de los humanos primitivos y los neandertales en el Mediterráneo noroccidental desde hace 400.000 años, pese a que son difíciles de cazar y ofrecen poca carne.
Restos de huesos de conejo han sido excavados de ocho yacimientos del Paleolítico Inferior y Medio en la Francia actual, incluida Terra Amata, sitio al aire libre cerca de Niza, la ubicación más antigua de que los humanos cazaron estos animales en Eurasia.

El hallazgo, publicado en Science Advances por un equipo liderado por el profesor asociado de antropología de la Universidad de Trent, Eugene Morin (izquierda), desafía el consenso general de que la caza de estos pequeños y rápidos animales comenzó durante el período del Paleolítico Superior, hace unos 40.000 años.

Su trabajo muestra que, incluso durante los primeros tiempos del Paleolítico, los humanos comían una variedad más amplia de carnes que los ungulados, los cuales representaban la mayor parte de su consumo de calorías. Este hallazgo también es relevante porque significa que los neandertales pudieron expandir su dieta en contextos de escasez de alimentos, un tipo de comportamiento que se creía que era exclusivo de los humanos modernos primitivos.

“Animales grandes, como el caballo, el bisonte y el ciervo, constituían la mayor parte de la dieta de carne”, dice el profesor Morin. “Pero es probable que, en la región del noroeste del Mediterráneo, los animales difíciles de atrapar como los conejos ayudaron a cerrar la brecha en la obtención de alimentos en las temporadas en que los animales grandes se dispersaban. Esto pudo haber ayudado a los humanos a vivir en densidades de población más altas de lo que hubiera sido posible de otra manera, y podría haber permitido que más personas sobrevivieran a períodos de escasez de alimentos. La caza del conejo se convirtió en una estrategia eficaz para prolongar la supervivencia, y, dado que los conejos podían ser cazados por individuos o grupos pequeños, su caza habría implicado diferentes grados de prestigio y cooperación social que aquella que se dirigía a animales más grandes”.

En la cueva de Les Ramandils, en el sur de Francia, se encontraron muchos huesos de conejos quemados, lo que sugiere que los animales fueron devorados por los humanos. (Eugene Morin).

La investigación también demuestra que, incluso, durante los primeros tiempos del Paleolítico, hubo una diferenciación geográfica en las dietas en Europa. Los cazadores en el Mediterráneo noroccidental probablemente cazaban conejos individualmente, lo que puede indicar que trampas primitivas ya estaban en uso. La investigación también plantea preguntas sobre las importantes implicaciones sociales que pudo haber tenido la caza menor.

Julien Riel-Salvatore (derecha), profesor asociado de antropología en la Universidad de Montreal, que también investiga sobre humanos antiguos en Europa, pero que no participó en el estudio, dijo en un correo electrónico que la investigación llevada a cabo se presenta exhaustiva y ha usado métodos convincentes para demostrar que los neandertales podían cazar pequeños animales que se movían rápidamente.

"Esto requiere conocimientos sobre su comportamiento y habilidades distintas para elaborar una tecnología de caza radicalmente distinta de la que se utilizaba para cazar animales como el venado", señala. Y añadió que la investigación encaja bien con otros estudios recientes que demuestran que los neandertales tenían una dieta más diversa de lo que se creía, incluidos los hongos y una amplia gama de plantas, como los cereales silvestres, junto con las aves.

Fuentes: viruji.andaluciainformacion.es | cbc.ca | 8 de marzo de 2019

Hallan en Córcega una antigua necrópolis etrusco-romana con una misteriosa cámara funeraria

Los escalones descienden al hipogeo o cámara funeraria subterránea, fechado entre el siglo V y el III a.C. y que podría contener los restos de una o varias personas de alto rango social, además de valiosos objetos de la época. Foto: R. Haurillon, Inrap.

Un proyecto de construcción de una vivienda privada al sur de Aleria, en la costa este de la isla de Córcega, ha deparado un hallazgo inesperado: una vasta necrópolis de los periodos etrusco y romano, de una hectárea de extensión y que "presenta una densidad significativa de tumbas en un estado de conservación sin precedentes", asegura en un comunicado de prensa el Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap), de Francia.

"La necrópolis de Lamajone, utilizada durante ocho siglos, del V a.C. al III d.C., está excepcionalmente bien conservada, incluidos los esqueletos de los individuos enterrados, lo cual es muy raro en Córcega debido a la acidez de la tierra", explica Laurent Vidal, el director de las excavaciones arqueológicas junto con Catherine Rigeade, a National Geographic España.

Laurent Vidal y Catherine Rigeade, del Inrap, en la necrópolis de Lamajone, Córcega.

Las excavaciones arqueológicas, que empezaron en junio de 2018, han revelado la existencia de un hipogeo en las capas más profundas de la necrópolis: unos escalones descienden a una misteriosa cámara funeraria subterránea que aún no ha sido excavada y que podría encerrar importantes tesoros arqueológicos. El hipogeo, fechado entre el siglo V y el III a.C., podría contener los restos de una o varias personas de alto rango social, además de valiosos objetos de la época. "Durante 40 años no se había descubierto un monumento semejante, de una importancia excepcional en el Mediterráneo occidental", subraya el comunicado.

¿Los difuntos fueron enterrados en sentido opuesto de forma intencionada? Laurent Vidal, el director de las excavaciones arqueológicas, explica a National Geographic España que "más bien se trata de una coincidencia, pues las tumbas no parecen contemporáneas". Foto: R. Haurillon, Inrap.

La excavación de la necrópolis de Lamajone está provocando sorpresa y emoción entre los arqueólogos: un contexto funerario intacto en un terreno sin construcciones previas, de uso tradicional agrícola, y que incluye varios tipos de tumbas antiguas.
"Aparte del hipogeo podemos encontrar tumbas de cremación, incluyendo al menos una hoguera rectangular, tumbas con cubierta de tégulas (tejas romanas), tumbas hechas con maderas clavadas y tumbas hechas con ladrillos que, según parece, son las más recientes, de los siglos II-III d.C.", comenta Vidal.

Esqueleto en buen estado de conservación en una tumba hecha con ladrillos. Foto: R. Haurillon, Inrap.


Tumba con cubierta de tégulas, las típicas tejas romanas. Foto: R. Haurillon, Inrap.

Los arqueólogos han inventariado hasta ahora más de 200 objetos funerarios, incluyendo un centenar de vasijas completas, ungüentarios, un anillo con la representación de un animal jugando, pendientes decorados con estrellas... "Destaca un balsamario de cristal azul y con forma de cabeza femenina, que probablemente contenía un perfume y que fue depositado junto al ser difunto", añade.

Esqueleto con una moneda en la boca y junto a un balsamario azul. La tumba debió de estar hecha con maderas clavadas. Foto: R. Haurillon, Inrap.


Este recipiente contenía un aceite perfumado. Foto: R. Haurillon, Inrap.

En las próximas semanas, los arqueólogos tratarán de acceder a la cámara funeraria y, por otro lado, se analizarán los restos óseos en un laboratorio para determinar la identidad de los difuntos, tanto el sexo como la edad, y las causas de la muerte, por ejemplo, las enfermedades que pudieron haber sufrido.

Fuentes: National Geographiclaprovence.com | 7 de marzo de 2019