La identidad británica comenzó con multitudinarias fiestas con cerdos en Stonehenge y alrededores

Las concentraciones festivas multitudinarias no son un fenómeno moderno en Stonehenge. En el pasado, incluso fueron mucho mayores. En los alrededores del famoso conjunto megalítico británico ya se celebraban fiestas y banquetes prehistóricos multitudinarios, cuyos participantes, según han descubierto arqueólogos de la Universidad de Cardiff, recorrían con sus animales cientos de kilómetros de distancia desde distintos rincones de las islas.
Los investigadores han formulado esta hipótesis después de encontrar los huesos de 131 cerdos, el plato principal de las comilonas, en cuatro monumentos del Neolítico Tardío (2800-2400 a.C.) cercanos a Stonehenge: Durrington Walls, Marden, Mount Pleasant y el gran túmulo de West Kennet. Allí se organizaban esos primeros eventos panbritánicos, fiestas que atraían a personas y animales de toda Gran Bretaña.

Mediante el análisis de isótopos, que identifica las señales químicas de los alimentos y el agua que los animales han consumido, los investigadores pudieron analizar los huesos de cerdo excavados en la zona y determinar las áreas geográficas en las que se criaron los animales.
Los resultados, publicados en la revista Science Advances, muestran que provenían de lugares tan lejanos como Escocia, el noreste de Inglaterra y Gales Occidental, así como otros numerosos puntos de las Islas Británicas. Los investigadores creen que podía haber sido importante que los asistentes contribuyeran con cochinos criados localmente en sus hogares.

«Un esfuerzo monumental»

Hasta ahora, los orígenes de las personas que participaban en los rituales en estos monumentos megalíticos y el alcance de los movimientos de la población han sido un enogma. Pero para Richard Madgwick (izquierda), de la Escuela de Historia, Arqueología y Religión, «este estudio demuestra una escala de movimiento y nivel de complejidad social que no se apreciaba anteriormente».

«Estas reuniones podrían considerarse como los primeros eventos culturales unidos de nuestra isla, con personas de todos los rincones de Gran Bretaña que descienden a las áreas alrededor de Stonehenge para deleitarse con alimentos que han sido especialmente criados y transportados desde sus hogares», señala el investigador.

Según Madgwick, «podría decirse que el hallazgo más sorprendente es el esfuerzo que los participantes invirtieron en la contribución con cerdos que ellos mismos habían criado. Procurarlos en las cercanías de los lugares de fiesta habría sido relativamente fácil».
Como expone, los cerdos no son tan adecuados para el desplazamiento como el ganado y transportarlos, ya sea sacrificados o vivos, a lo largo de cientos de kilómetros habría requerido «un esfuerzo monumental». Esto sugiere que «eran necesarias contribuciones prescritas y que las reglas dictaban que los cerdos ofrecidos debían ser criados por los participantes del banquete, acompañándolos en su viaje, en lugar de ser adquiridos localmente», concluye.
Estudios anteriores señalan que ser capaz de acoger y atender a toda esa gente que había viajado desde tan lejos, quizás como una especie de peregrinación, podría ser la mayor expresión de poder y de posición de una comunidad. De forma que algunos investigadores creen que la construcción del misterioso Stonehenge fue tan importante como la función que iba a desempeñar una vez terminado.

Un hueso de cerdo encontrado en los alrededores de Stonehenge (Cardiff University)

Stonehenge, el lugar de moda

Entre los descubrimientos más destacados se encuentra el cráneo de un bos primigenius, ganado salvaje ahora extinto que portaba enormes cuernos curvados y campaba a sus anchas por Gran Bretaña. También un caldero de bronce que data del año 700 d.C. que se encontró en el fondo de un lago en el sur de Gales. Las revelaciones más intrigantes provienen del examen de algunos de los 38.000 huesos y dientes descubiertos en un pueblo neolítico llamado Durrington Walls, que se encuentra a una milla y media al noroeste del anillo de piedra principal.

Una historiadora experta en el patrimonio inglés, Susan Greaney (izquierda), dice que la teoría es que las personas llegaban con sus animales para ayudar a construir el monumento y participar en las fiestas durante la construcción y después. “Esta investigación muestra que las personas estaban criando ganado y cerdos por toda Gran Bretaña y llevándolos a Stonehenge. Esto significa que la gente probablemente hablaba de Stonehenge en todo el país”, sostiene.

Derrochadores de comida

“Es increíble pensar qué grande era la cuenca de Stonhenge. Los que vinieron del noreste de Escocia probablemente llegaron en bote. Cada comunidad tuvo que traer su propio cerdo. La mayoría de los cerdos entregados en ofrenda, según detallan sus dientes, fueron sacrificados cuando tenían nueve meses. Normalmente nacieron en primavera, por lo que tiene sentido sugerir que estaban siendo sacrificados en pleno invierno. El solsticio de invierno está embebido en el diseño de Stonehenge, así que la gente iba allí a celebrar el solsticio. Esto también tendría sentido porque es una época del año en la que el pueblo estaba menos ocupada criando animales y así sucesivamente”.

Entre la variedad de huesos de animales encontrados también se hallaron herramientas líticas. En la foto puntas de flechas neolíticas.


Algunos de los dientes de cerdo se habían caído, lo que denota que fueron engordados con miel o puré de cereales. Las pezuñas y la parte inferior de las patas tenían marcas de quemaduras, probablemente una señal de que los asaban sobre fuegos abiertos. La carne de vacuno era cortada en trozos y podía haber sido cocinada en guisos. El hecho de que muchos de estos huesos hayan sido encontrados “en articulación”, aún conectados a otros huesos en sus posiciones anatómicamente correctas, sugiere que los consumidores prehistóricos no aprovechaban toda la carne, sino que desechaban la sobrante.

El viejo pueblo entendió que era importante mantener a los trabajadores contentos y bien alimentados: “Elevar las piedras de Sonehenge fue una hazaña increíble, pero también alimentar al ejército compuesto por sus constructores”, sonríe la experta.


Fuentes: abc.es | elespanol.com l eurekañert.org| 15 de marzo de 2019

El Museo Arqueológico de Alicante inaugura la exposición "Irán, Cuna de Civilizaciones"

Algunos de los tesoros del antiguo y mítico imperio Persa son exhibidos desde hoy y durante seis meses en el Museo Arqueológico Provincial de la Diputación de Alicante (MARQ) en una ambiciosa exposición con 196 piezas cedidas por el Museo Nacional de Irán, en Teherán.

Unas horas antes de la inauguración, el embajador de la República Islámica de Irán en España, Hassan Ghashghavi, el director general del Museo Nacional de Irán, Jebrael Nokandeh, el director técnico del MARQ, Manuel Olcina, el diputado provincial de Cultura, César Augusto Asencio, y el director de la Fundación MARQ, José Alberto Cortés, han presentado "Irán: Cuna de Civilizaciones", abierta hasta el 1 de septiembre.

El máximo responsable del museo de Teherán se ha felicitado por la colaboración cultural con España a través del MARQ, y ha sostenido que la estrecha relación entre los museos de la Diputación alicantina y el Nacional de Irán se mantendrá al margen de las "tormentas que pueda haber", en referencia implícita a posibles tensiones políticas.


Según su homólogo del MARQ, Manuel Olcina, "la exposición es un recorrido apasionante desde las primeras aldeas a los primeros imperios del antiguo Irán", y ha subrayado que la altísima calidad de las piezas reflejan más que nunca que "no hay mejor cura ante los prejuicios colectivos que la cultura".

La exposición hace un repaso desde el Paleolítico hasta el Irán de la dinastía Safávida del siglo XVII, período éste último con cerámicas y recipientes con influencia china, aunque una de las salas más espectaculares es la dedicada a la ancestral Persépolis.

Allí destaca un gran vaso ceremonial de oro de unos tres kilogramos denominado "Ritón de Oro" que, de forma cónica y con la cara de un león, es acompañado por una veintena de joyas de oro, especialmente collares y pulseras, muchas del periodo de Ciro y, sobre todo, de Darío I el Grande (510 a.C.).

De las tres estancias que ocupará la exposición sobre Irán, la primera se dirige al Paleolítico y la Edad del Bronce, y el visitante disfrutará de una antiquísima flauta en hueso del 6.200 a.C., de los primeros testimonios de la escritura cuneiforme, así como "soberbias" cerámicas del Neolítico, pintadas y con decoración.

Esta sala incorpora, por primera vez en el MARQ, un material natural en las paredes a base de flores (rosas y margaritas) y hojas prensadas que desprenden un olor sutil y evocador para evocar en el visitante el paisaje de la antigua Persia, bajo la silueta de los ancestrales montes Zagros.
La tercera y última de las salas se centra en el final del imperio Persa tras la ocupación de Alejandro Magno, así como en los posteriores Partos y la dinastía Sasánida, en la alta Edad Media (siglo VI d.C), además de la posterior etapa islámica.


Correspondiente a este momento se ha colocado bajo una gran bóveda dorada un valioso ejemplar de Corán del siglo XVI, junto a platos bajorrelieve de plata y esculturas de la época.
Además, habrá dos réplicas de dos metros de alto de las estatuas de Darío I el Grande (sin cabeza) y de un príncipe Parto, seguramente de Shami.

Elegido en 2004 'mejor museo europeo', el MARQ ha redoblado, a petición de las autoridades iraníes, las medidas de vigilancia para esta exposición con vitrinas reforzadas, más detectores sísmicos y volumétricos y duplicando el número de vigilantes por sala.

El embajador iraní, Hassan Ghashghavi, ha destacado los 400 años de relaciones diplomáticas con España y, como ejemplo del interés de la exposición, ha apuntado que se expone la primera carta credencial del primer embajador persa ante el rey de España, hace justo cuatro siglos. EFE


Fuente: la vaguardia.com | 14 de marzo de 2019

Los varones ibéricos fueron reemplazados por invasores en la Edad de Bronce

Un hombre y una mujer enterrados juntos en un yacimiento de la Edad de Bronce en Castillejo de Bonete, él con ascendencia de la estepa y ella genéticamente similar a los ibéricos anteriores al Neolítico tardío / Luis Benítez de Lugo Enrich y José Luis Fuentes Sánchez

A través del análisis de ADN antiguo de más de 270 ibéricos de diferentes épocas, un equipo internacional de investigadores ha reconstruido la historia genética de 8.000 años de la península ibérica. Los científicos extrajeron el ADN antiguo de fósiles humanos –principalmente dientes– para poder comparar estos restos ibéricos con 1.107 individuos antiguos y 2.862 modernos.

Una de las conclusiones más relevantes del estudio realizado, y publicado en Science, es que hubo un reemplazo de casi todos los varones de la Península durante la Edad de Bronce. “No hemos muestreado toda la población masculina de esa época, así que no podemos decir que el 100 % fuese reemplazada. Sin embargo, como todos los hombres muestreados tienen el linaje paterno traído por nuevas poblaciones, y ninguno tiene los linajes locales presentes anteriormente, sabemos que el reemplazo fue prácticamente total”, explica a Sinc Íñigo Olalde (izquierda), científico de la Universidad de Harvard (EE UU) y colider del estudio.
Esas poblaciones, que llegaron entre el 2.500 a.C y el 2.000 a.C, tienen origen estepario. Al atravesar el continente europeo se mezclaron con las poblaciones locales y cuando llegaron a la península ibérica ya poseían también ascendencia europea. Tampoco tenían ya la misma cultura que las poblaciones esteparias de origen.

Varias hipótesis sobre la invasión

El ADN revela que los linajes masculinos locales desaparecieron y fueron sustituidos por este linaje foráneo llamado R1b. Hoy en día R1b sigue siendo el linaje mayoritario en la península ibérica. Sin embargo, no se sabe cómo sucedió ni qué procesos generaron dicho patrón genético.
“Los resultados genéticos son compatibles con varias explicaciones y se necesitarán más investigaciones en arqueología y antropología para entender los procesos sociales que pudieron resultar en la pérdida de los linajes paternos locales. La hipótesis más simplista es que estos hombres foráneos eliminaron de manera violenta a los locales y se reprodujeron con las mujeres. El problema con esta hipótesis es que no cuadra con el registro arqueológico, ya que no hay evidencia de violencia generalizada durante ese período”, argumenta el científico.
Otra hipótesis es que estas poblaciones trajeran enfermedades para las que las poblaciones locales no estaban preparadas, pero tampoco existen pruebas de enfermedades infecciosas que afecten a los hombres y no a las mujeres. Sin embargo, los linajes maternos locales sí permanecieron.
La posibilidad que plantean es la existencia de una estratificación social muy fuerte por la que los hombres foráneos tenían un estatus social mucho más alto que los hombres locales (hereditario de padres a hijos) y unas tasas de reproducción mucho más altas. Eso hizo que, tras cinco siglos, la huella genética del hombre local desapareciera.

“Estas poblaciones que entran en la Península eran nómadas y tenían una estructura jerarquizada y social que no existía anteriormente”, explica Carles Lalueza-Fox (izquierda), que colidera el estudio y es investigador del Instituto de Biología Evolutiva (Centro Mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra).
“Todavía no sabemos cómo ocurrió y nuestros resultados animan a otras disciplinas a seguir investigando en este periodo tan fascinante”, recalca Olalde.

Como ejemplo de este fenómeno de reemplazo, el estudio documenta una tumba encontrada en un yacimiento de la Edad del Bronce en la localidad de Castillejo del Bonete (Ciudad Real). De los dos individuos hallados en el enterramiento, el hombre presenta ascendencia de la estepa, mientras que la mujer es genéticamente similar a los ibéricos anteriores al Neolítico tardío. “Es representativo de esta sustitución, un ejemplo de primera generación de este tipo de contactos”, asegura Lalueza-Fox.

Las peculiaridades de los vascos

Desde hace años, gracias a estudios genéticos de poblaciones actuales, se sabía que la ascendencia de los vascos era algo distinto a la del resto de poblaciones que habitan la península ibérica. Este estudio aporta una explicación de por qué los vascos tienen estas diferencias.

“Lo que hemos encontrado es que es muy parecida a la de las poblaciones de la península ibérica durante la Edad del Hierro (del 900 a.C. hasta la conquista romana), mientras que para explicar la ascendencia del resto de poblaciones actuales se necesitan capas adicionales que incorporaron durante los últimos 2.000 años mediante la interacción con los distintos pueblos que llegaron a la Península, como fenicios, cartagineses, romanos y musulmanes".
Estos pueblos afectaron menos en términos demográficos al área vasca, y por eso han permanecido más similares a las poblaciones de la Edad del Hierro. “También nos da una posible explicación de por qué de todas las lenguas que se hablaban en la Península antes de la llegada de los romanos, solo el euskera se ha mantenido hasta nuestros días”.

El resto de lenguas, tanto las no indoeuropeas (por ejemplo el íbero en la región mediterránea) como las lenguas célticas indoeuropeas en la zona central y el oeste de la Península, desaparecieron.
“En este estudio mostramos las complejidades de la península ibérica, donde hay paleolenguas de tipo indoeuropeo, como el celtíbero, y no indoeuropeas, como el íbero, así como el euskera, que es la única lengua preindoeuropea de Europa todavía hablada. Nuestros resultados indican un mayor componente de las estepas en celtíberos que en íberos; pero en todo caso hay una cierta disociación entre lengua y ancestralidad”, añade Lalueza-Fox.

Migraciones africanas

El territorio que hoy abarca España y Portugal se encuentra en una encrucijada entre el norte de África, Europa y el Mediterráneo. Según los científicos, ofrece por ello una oportunidad ideal para estudiar el impacto genético de las migraciones en el continente europeo, desde el Mediterráneo oriental y el norte de África.
En el caso de África, han detectado al menos tress periodos en los que hubo una conexión clara. “El primero es durante la Edad del Cobre (entre el 3000 y el 2000 a.C), en el que hemos encontrado un hombre enterrado en el yacimiento de Camino de las Yeseras (San Fernando de Henares, Madrid) con ascendencia 100% norteafricana, lo que nos indica que él mismo o todos sus ancestros recientes tenían ese origen”, declara el científico de la Universidad de Harvard.


Foto: Inhumaciones individuales de época andalusí Sagunt de Valencia enterrados con el cuerpo depositado sobre el costado derecho y mirando hacia el sur (donde creían que estaba La Meca) / Guillermo Pascual Berlanga.

Este individuo que proviene de África y que acabó enterrado en Madrid, es el único de todos los que analizaron del mismo yacimiento (algunos enterrados junto a él) y de otros yacimientos del mismo período (más de 100 individuos) que tiene este tipo de ancestros. Según los investigadores, esto significa que había movimiento de personas entre el norte de África y la Península en esta época, pero que probablemente eran eventos esporádicos que no afectaron de manera significativa a las poblaciones locales en términos demográficos.

El segundo contacto se produjo la época romana, ya que existen individuos procedentes de varios yacimientos de la provincia de Granada con un porcentaje alto de ascendencia norteafricana. Por último, el ya conocido impacto durante la época musulmana. “Lo interesante es que las poblaciones actuales tienen mucha menos ascendencia norteafriacana que las de la época musulmana en el sur de la Península, y esto se debe a la expulsión de gran parte de la población musulmana (oficialmente cristiana en el momento de la expulsión) y la repoblación con poblaciones del centro y norte de la Península”, argumenta el experto.

La historia más reciente

Los investigadores también han estudiado las profundas modificaciones de población en épocas más recientes. Según sus hallazgos, al inicio de la Edad Media al menos un cuarto de la ancestralidad ibérica había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental, de romanos, griegos y fenicios, lo que revela que las migraciones durante este periodo seguían teniendo una gran fuerza en la formación de la población mediterránea.

Uno de los ejemplos de este fenómeno mencionado en el trabajo es la colonia griega de Ampurias, en el noreste peninsular, entre los años 600 antes de nuestra era y el periodo tardorromano. Los 24 individuos analizados se dividen en dos grupos de herencia genética distinta: uno compuesto por individuos con una ancestralidad típica griega y otro compuesto por población genéticamente indistinguible de los íberos del cercano poblado de Ullastret.

Lalueza-Fox concluye: "Cuando era niño, solía leer viejos libros de historia de Iberia que estaban en casa. Siempre me pregunté quiénes eran realmente estas personas, qué marca habrían dejado en la gente moderna y lo que significaron todos estos movimientos en términos numéricos. Ahora, por primera vez, podemos estudiar genéticamente los restos de esas personas e integrar la genética no solo con la arqueología y la antropología, sino también con relatos históricos".

Fuente: agenciasinc.es | 14 de marzo de 2019

La miniaturización de herramientas destacó a los homínidos sobre los demás primates

A la izquierda, la icónica hacha de mano con forma de lágrima que llenaba una palma humana y requería un kit de herramientas grandes para elaborarla. A la derecha, kit de herramientas pequeñas para obtener lascas diminutas. Crédito: Emory University

Los antropólogos siempre han argumentado que la fabricación de herramientas es uno de los comportamientos clave que separan a nuestros ancestros humanos de otros primates. Sin embargo, un nuevo trabajo de investigación sostiene que no fue la creación de herramientas lo que distinguió a los homínidos, sino la miniaturización de las herramientas mismas.


Así como los pequeños transistores transformaron las telecomunicaciones hace unas décadas, y los científicos ahora tienen el desafío de hacerlos aún más pequeños, nuestros antepasados de la Edad de Piedra sintieron la necesidad de fabricar herramientas pequeñas. "Es una necesidad con la que siempre nos hemos enfrentado y por la que nos hemos visto impulsados en tal sentido. Lo que hacemos es miniaturizar las cosas", dice Justin Pargeter (izquierda), antropólogo de la Universidad de Emory (Sudáfrica) y autor principal de un artículo publicado en Evolutionary Anthropology en el que realiza una descripción general sobre la miniaturización de herramientas prehistóricas. En el mismo propone que dicha miniaturización es una tendencia central en las tecnologías de los homínidos que se remonta a por lo menos 2,6 millones de años atrás.

"Cuando otros monos usaron herramientas de piedra, decidieron hacerlas grandes y establecerse en los bosques donde evolucionaron", dice el coautor del artículo John Shea (derecha), profesor de antropología en la Universidad de Stony Brook. "Los homínidos, en cambio, optaron por hacer herramientas pequeñas, fueron a todas partes y transformaron los hábitats, incluso hostiles, con el fin de satisfacer sus necesidades cambiantes", añade.

El artículo analiza cómo lascas de piedra de menos de 3 centímetros de largo, utilizadas para perforar, cortar y raspar, aparecen en el registro arqueológico en lugares de todos los continentes, y se remontan a algunos de los conjuntos de herramientas líticas más antiguos que se conocen. Estas pequeñas lascas de piedra, dice Pargeter, eran como las hojas de afeitar desechables o los clips de papel de hoy en día: estaban generalizadas, eran fáciles de hacer y de reemplazar.

Pargeter ha identificado tres fases en la miniaturización llevada a cabo a lo largo de la evolución humana. La primera fase ocurrió hace aproximadamente 2 millones de años, impulsada por la creciente dependencia de nuestros antepasados de utilizar lascas de piedra en lugar de uñas y dientes para tareas como cortar, trocear y perforar.

Pargeter demuestra cómo nuestros primeros ancestros probablemente usaron pequeñas lascas de piedra para cortar carne.

Una segunda fase aconteció en algún momento después de hace 100.000 años, con el desarrollo de armas como el arco y las flechas, las cuales requerían insertarles pequeñas y ligeras piedras puntiagudas.

Una tercera fase, caracterizada por una mayor miniaturización, ocurrió hace unos 17.000 años. La última Edad de Hielo estaba terminando, lo que obligó a los humanos a adaptarse al rápido cambio climático reinante, a la subida del nivel del mar y al incremento de la densidad de población. Estos episodios provocaron la necesidad de conservar los recursos, incluidas las piedras y minerales necesarios para elaborar herramientas.

Nativo de Sudáfrica, Pargeter co-dirige un trabajo de campo en ese país a lo largo de su costa escarpada y remota del Océano Índico y las montañas interiores cercanas. También es miembro postdoctoral del Centro para la Mente, el Cerebro y la Cultura de la Universidad de Emory y del Laboratorio de Tecnología Paleolítica del Departamento de Antropología. Los miembros del laboratorio realizan herramientas de piedra para comprender mejor cómo aprendieron estas habilidades nuestros ancestros, y cómo ese proceso dio forma a nuestra evolución. El director del laboratorio, Dietrich Stout (izquierda), se centra en hachas de mano que se remontan a más de 500.000 años atrás. Estas grandes herramientas se consideran un punto de inflexión en la evolución biológica y cognitiva humana, debido a la complejidad que implica su elaboración.

El trabajo de Pargeter con pequeñas herramientas agrega otra faceta a la investigación de la evolución humana. "Él está explorando lo que puede haber llevado a producir pequeños artefactos, es decir, la relación existente entre las herramientas y el cuerpo humano, el cerebro y los probables usos de las mismas", dice Stout.

Al buscar un tema para su tesis de doctorado, Pargeter primero se centró en las colecciones de artefactos grandes, considerados típicos dentro del kit de herramientas de la Edad de Piedra. Revisó los hallados en un enclave sudafricano llamado Boomplaas, los cuales estaban almacenados en el Museo Iziko, en Ciudad del Cabo. Mientras rebuscaba en una bolsa etiquetada como desechable, y que contenía pequeñas lascas que se creían restos de elaborar grandes herramientas, algo llamó su atención: una astilla de cuarzo cristalino que parecía haber sido moldeada utilizando un método altamente técnico llamado descamación por presión.

"Era una astilla diminuta, de aproximadamente el tamaño de una pequeña pasa, y pesaba menos que medio penique", recuerda. "Podías literalmente aplastarla con un solo dedo".

La diminuta astilla de cuarzo cristalino que primero llamó la atención de Pargeter. (Fotos y gráfico de Justin Pargeter.)

Pargeter examinó la astilla bajo una lupa y notó que tenía una fractura distintiva, un escalón en su punta. Tras una investigación experimental se demostró que tal fractura estaba asociada con un daño producido en un contexto de caza.

"De repente, se me ocurrió que los arqueólogos pueden haber estado perdiéndose un componente importante en el registro de herramientas líticas", dice Pargeter. "En nuestro deseo de hacer 'grandes' descubrimientos, es posible que hayamos pasado por alto detalles pequeños pero importantes. Toda una tecnología podría estar quedando oculta detrás de nuestros métodos de trabajo, relegada a bolsas que se consideran material de desecho".
Entonces, ¿cómo interpretar el uso de una herramienta tan pequeña que podía fácilmente aplastarse con un solo dedo?

De los 'chips' de la prehistoria a los 'microchips' de la actualidad.



Pargeter comenzó a pensar en esta pregunta en términos de su antigüedad, unos 17.000 años, y el medio ambiente reinante en ese momento. La última Edad de Hielo estaba terminando y el derretimiento masivo del hielo en los polos hizo que el nivel de los mares aumentara. En determinadas zonas de Sudáfrica, la crecida de los océanos provocó que se tragaran un área del tamaño de Irlanda. A medida que desaparecían las marismas y los pastizales costeros, junto con gran parte de la vida acuática y animales de caza, los cazadores-recolectores que vivían en tales zonas huyeron tierra adentro, a sitios como Boomplaas, actualmente ubicado a unos 80 kilómetros de la costa. Las montañas alrededor de Boomplaas proporcionaban manantiales permanentes y otras fuentes fiables de agua dulce.

El clima, sin embargo, fue menos predecible, con cambios bruscos de temperaturas y lluvias. La vegetación estaba cambiando dramáticamente, las temperaturas aumentaban y los grandes mamíferos eran cada vez más escasos. La arqueología en Boomplaas muestra que la gente comía caza menor como liebres y tortugas. Estos pequeños animales habrían sido fáciles de atrapar, pero proporcionaban elementos nutricionales limitados.

"Estas son fuentes de alimentos de baja recompensa que indican una señal de estrés en la actividad de caza y forrajeo", dice Pargeter. "Boomplaas pudo incluso haber servido como un tipo de campamento de refugiados, con grupos de cazadores-recolectores alejándose de la costa tratando de sobrevivir en entornos marginales, ya que los recursos se agotaban rápidamente mientras el cambio climático iba a más".

Las puntas de flecha de unos tres centímetros de ancho ya están en la literatura arqueológica, pero las puntas de cuarzo de cristal de Boomplaas tenían la mitad de ese tamaño. Para derribar a un animal, según la hipótesis de Pargeter, dichas puntas necesitarían veneno en las mismas -derivada de plantas o insectos- y un sistema para lanzarlas a alta velocidad como un arco y una flecha.
Pargeter usó su propio y extenso conocimiento en elaboración de herramientas prehistóricas y arqueología para suponer que la pequeña punta podría haber sido enmangada, usando una resina de origen vegetal, en un eje de unión también hecho probablemente de material vegetal, tal como una caña. Ese eje de unión, de aproximadamente el tamaño de un dedo, encajaría a su vez en un eje de flecha.

Caña con la punta de Boomplaas para ser ensartada en una flecha.

"Esa flecha se introduciría en el animal, sacrificando la pequeña punta, pero el eje de flecha se abriría para que tú pudieras recuperar este componente más costoso", explica Pargeter. "Nuestros antepasados eran maestros de la aerodinámica y actuaban como ingenieros, no, tal como los solemos considerar, como 'gentes de las cavernas'. Aplicaban redundancia en sus sistemas tecnológicos, lo que les permitía reparar fácilmente sus herramientas y reducir el impacto derivado de los errores o fallos".

Nuestros antepasados también conocían el tipo de rocas de grano fino necesarias para la fabricación de sus herramientas. Sin embargo, los suministros de tales materias primas vitales para la fabricación de las mismas probablemente disminuyeron a medida que los océanos crecientes inundaban zonas terrestres y las personas se veían forzadas a concentrarse, lo que obligaba a conservar más cuidadosamente lo que podían encontrar en el paisaje.

Nuestros antepasados ​​habrían aprendido a transportar pequeñas lascas sobre una base como estas que Pargeter hizo con cuarzo.

Como los paleoantropólogos se enfrentan a "cosas" de más de tres millones de años relacionadas con los homínidos, una de las preguntas perennes a la que siguen buscando respuesta es: ¿qué nos hace únicos a los humanos? "Por lo general, decimos que el uso de herramientas nos hizo humanos, pero esa es una respuesta insuficiente, ya que cada vez más se acumulan evidencias de uso de herramientas por parte de otros animales", dice Pargeter.

Los macacos, por ejemplo, usan piedras para abrir ostras. Los chimpancés usan también piedras como martillos y yunques para romper nueces, y modifican ramas o palos para cavar y capturar termitas. Estas herramientas, sin embargo, son grandes. "Las manos de otros primates no se han desarrollado para una manipulación fina y repetida en tareas de gran fuerza", argumenta Pargeter. "Hemos desarrollado un agarre de precisión único que aumenta nuestra capacidad para la tecnología miniaturizada".

Los humanos también son maestros en trasladarse a ambientes novedosos, a diferencia de otros primates que permanecen en los paisajes de sus antepasados. "Las herramientas más pequeñas son la elección tecnologica para una población móvil y dispersa", aduce Pargeter. "Cuando el Homo sapiens se fue de África no llevaba hachas de mano voluminosas, sino arcos, flechas y pequeños utensileos de piedra".



Fuente: phys.org | news.emory.edu | 12 de marzo de 2019

El tesoro hallado en la tumba de una 'princesa' escita en Ust-Alminsky (Crimea)

Cientos de joyas 'invaluables', incluida una impresionante corona de laurel de oro, fueron encontradas en la tumba de una antigua 'princesa' en Crimea. Se cree que la rica mujer pertenecía a la élite de las tribus nómadas escitas, las cuales vagaron por Europa y Asia en el siglo I d.C.

La 'princesa' fue engalanada para su viaje al más allá, rodeándola con 140 piezas de joyería que incluyen aretes, un collar y placas en sus mangas. También se encontraron dos placas de oro para los ojos, si bien las mismas estaban ubicadas en su pecho.



Los enterramiento escitas normalmente suelen incluir varios restos humanos, pero esta tumba solo contenía el esqueleto de la mujer. Los expertos argumentan que, tal circunstancia, es un indicio de su alto estatus en la sociedad escita, particularmente cuando si ello se combina con los artículos opulentos que se han descubierto.



Asimismo, se encontraron dos anillos de oro, uno con una gema de cristal, y el otro con una coralina translúcida grabada con una imagen de Eros y un perro. Otros hallazgos incluyen cuentas de vidrio en sus mangas, una jarra conteniendo posiblemente vino antiguo, y otra con incienso junto a un quemador del mismo.



Muchas otras tumbas en este enclave de Ust-Alminsky, en la península de Crimea (anexionado por Rusia a costa de Ucrania hace cinco años), fueron saqueadas.


El político ruso Ruslan Balbek dijo: "Algunos elementos decorativos en forma de corona de laurel, ánforas doradas y anillos, son únicos en sus características. Son fascinantes en su novedad".



Los hallazgos son tan significativos y valiosos como otro famoso tesoro hallado en una necrópolis a unos 50 kilómetros al suroeste de la capital regional, Simferopol. El conjunto de estos hallazgos se encuentra en la actualidad retenido en los Países Bajos, donde fueron exhibidos cuando Rusia se anexionó Crimea.



Con motivo de ello, Ucrania está involucrada en una disputa legal para recuperar la posesión de esta rica colección de joyas escitas (y por la cual su seguro alcanzó los 1,7 millones de libras), aunque Rusia insiste en que debe ser devuelta a Crimea. La próxima semana se celebrará una audiencia en la corte de apelaciones de Amsterdam para resolver el litigio.

Fuente: dailymail.co.uk | 6 de marzo de 2019

La macroexposición "aTémpora" podrá verse en Burgos de abril a octubre de 2019

A unos días de su clausura “aTémpora Talavera, seis mil años de Castilla la Mancha” sigue dando grandes satisfacciones. La muestra no cerrará definitivamente. La colección podrá volver a verse en Burgos, en el "Forum Evolución" de abril a octubre de este año 2019 merced a un acuerdo entre la Fundación Impulsa Castilla la Mancha, promotora de la muestra y la Fundación VIII Centenario de la Catedral de Burgos 2021.

En declaraciones a Cope, José Domingo Delgado (izquierda), coordinador de la exposición, ha contado que en su día la muestra suscitó el interés de tanta gente que vinieron a visitarla los responsables de la Fundación del VIII Centenario y les pareció tan interesante que la han seleccionado para ser la primera de todas las que van a llevar a cabo con motivo de la conmemoración. “Es un orgullo y una satisfacción, ha dicho, que una exposición de este tipo trascienda las fronteras regionales y lleve al corazón de Castilla todo lo mejor de la cerámica de los seis mil años de historia común de Castilla la Mancha”.

Según las estimaciones de los promotores, "ATémpora" podría recibir el martes el visitante número cien mil. Pero más allá de las cifras, la muestra ha sido un éxito en muchos otros aspectos como la exaltación de una seña de identidad talaverana o su incidencia en aspectos científicos, culturales y económicos de la ciudad.

Reunir en un solo lugar la cantidad de piezas, y sobre todo la calidad de las mismas, ha sido un esfuerzo “que ha merecido la pena”. Hasta ahora, era una minoría la que conocía la enorme riqueza y variedad de las piezas salidas de los hornos de Talavera en los siglos de oro de la cerámica (del XVI al XVIII). No sólo las que están en el Museo Ruiz de Luna sino otras muchas que se han dado a conocer con la exposición, como las piezas traídas del Museo Arqueológico Nacional que guarda “colecciones de cerámica importantísimas de las que se ha hecho una pequeña selección y creo que van a seguir dando sorpresas muy del agrado de los amantes de la cerámica”. Y junto a ellas, las 20 del Museu del Disseny de Barcelona o las del Museo Nacional de Artes Decorativas “que también cuenta con fondos espectaculares”.


Cerámicas de la exposición "aTémpora".

A todo esto hay que añadir las piezas cedidas por tantos coleccionistas privados como Ángel Sánchez Cabezudo “que han configurado un lote importantísimo”. Piezas que están recogidas en un catálogo que ha sido un éxito editorial porque ya está prácticamente agotado.
A Burgos llegarán alrededor del 90 por ciento de las 900 piezas que componen la exhibición toledana. En cualquier caso, estarán las más importantes y tendrán el privilegio de estrenar un nuevo espacio expositivo en la ciudad, en la primera planta del Fórum Evolución, con entrada directa por la puerta que está entre la terraza y el Museo de la Evolución Humana.

La exposición supone un repaso a lo largo de la historia en la que destaca la etapa de mayor esplendor de la cerámica de Talavera y Puente del Arzobispo, de los siglos XVI a XIX. En la muestra habrá un mapa con la localización de yacimientos y colecciones representativas de la región. Se vertebrará en seis apartados: Prehistoria y protohistoria; Iberos, romanos y visigodos; Época medieval; Mudéjar y Toledo ciudad; Talavera de la Reina; Ruiz de Luna.

Fuentes: cope.es | burgosconecta.es | 12 de marzo de 2019