Descubren un campamento militar romano del siglo I en el recinto universitario madrileño de Somosaguas

Excavación del yacimiento del III milenio a. de C., en el campus de Somosaguas. GEA ARQUEÓLOGOS

Donde ahora se levanta el campus universitario de Somosaguas (Pozuelo de Alarcón, Madrid), hace 2.000 años pudo haberse erigido un campamento militar romano (castrum), en el hoy denominado yacimiento de Las Cabeceras. Se trataría de una fortificación estable rodeada de un foso de más de 2,25 metros de profundidad en forma de uve. Los expertos la hallaron en marzo pasado durante la ejecución de las obras de un nuevo colector para los edi... El informe sobre el hallazgo, realizado por la consultora Gea Arqueólogos, señala que el campamento habría sido construido entre los arroyos de Cabeceras y de Antequinas, manteniéndose activo hasta entre la segunda mitad del siglo I y el II después de Cristo.

El foso tenía una anchura máxima de 3,43 metros y correspondía a un tipo de estructura defensiva (fossa fastigata), del que hay otros ejemplos en diferentes puntos de la Península. Estaría rodeado por una empalizada de madera, un camino de ronda y quizá una muralla. Además del foso, se han recuperado 20,5 kilos de materiales cerámicos, incluyendo 86 fragmentos elaborados por ceramistas indígenas de la Meseta.

“Se puede indicar que la presencia de ajuar cerámico definiría el posible recinto militar permanente, ya que en los campamentos de campaña [temporales] el material es muy escaso y en su mayoría transportable, sin apenas restos de cerámica”, explica Víctor Cantalapiedra (izquierda), codirector de las excavaciones.

Las instalaciones militares de campaña se construían solo para una acción militar concreta o para el descanso de las tropas tras una jornada de marcha, por lo que no incluían las edificaciones permanentes. Acabada la misión, se abandonaban.

Este tipo de fortificaciones seguía el modelo de una planta rectangular con dos grandes vías que se cruzaban: el cardo maximus (de norte a sur) y el decumanus maximus (de este a oeste). Al final de cada una de ellas, las puertas de acceso. En el centro de la instalación se situaba el foro y el mando. Tradicionalmente se había dado por supuesto que si el campamento era estable, se construía con piedra y si el recinto era temporal (podían ser levantados incluso para un solo día) se usaba madera; no obstante esta asociación no siempre se cumple. Los legionarios tardaban entre 2 y 5 horas en construir los campamentos.

Foso defensivo, de 2,25 metros de profundidad, del campamento romano de Somosaguas. GEA ARQUEÓLOGOS

Entre los elementos metálicos hallados en la instalación militar de Somosaguas, destacan dos fíbulas de bronce, de unos 15 gramos de peso, clavos para sujetar tiendas de campaña, un aro, una varilla plana, una posible hoja de cuchillo de forma curva, una aguja y un pondus o pesa de telar de origen íbero.

La instalación se construyó no muy lejos de un asentamiento del III milenio antes de Cristo, ocupado durante el Calcolítico y principios de la Edad del Bronce, del que se han encontrado cabañas, silos y otros restos, incluidas cerámicas y herramientas talladas en sílex. El análisis faunístico, realizado por el CSIC, ha demostrado la presencia entre el III y el II milenio de animales de granja como ovejas, cabras, vacas y cerdos, pero también de caza mayor, como ciervos, équidos y uros.

Elementos metálicos hallados en el campamento de Somosaguas. En el centro, el cuchillo. GEA ARQUEÓLOGOS

Los especialistas, que apenas han hallado ejemplares jóvenes de cerdos, creen que “la presencia de hembras seniles y adultas junto a la práctica ausencia de crías permite plantear la hipótesis de que el ganado estuviera dedicado a la producción de lechones que pudieran ser intercambiados con otras comunidades. Esta proposición implica la existencia de redes comerciales entre diferentes asentamientos” de la zona.

También al norte del posible foso del campamento, se encontraron estructuras de época altomedieval, entre ellas un enterramiento infantil con posible ofrenda y ajuar rituales.

La construcción del Campus de Somosaguas de la Universidad Compljtense de Madrid en 1968, alteró y destruyó parcialmente el yacimiento, sobre todo al norte de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. La topografía original del sitio donde están hoy las facultades, y donde descansaba parte del yacimiento, fue desmontada para nivelar el terreno, así como para las obras de construcción de una conducción de gas y de la carretera M-508.

El hallazgo de otros materiales descontextualizados en esta zona invita a pensar a los arqueólogos en la existencia de un hábitat tardorromano con necrópolis, probablemente desaparecido por la urbanización de esta parte del municipio pozueleño.

Fuente: elpais.com | 20 de noviembre de 2019

Fijan en los Alpes la procedencia de un "excepcional" hacha prehistórica entregada en 2010 en Valencina

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Sevilla, del Museo de Valencina de la Concepción y del Instituto de Ciencias de Materiales, fija en la cordillera de los Alpes la procedencia de un "excepcional" hacha prehistórica de piedra verde pulimentada. Esta herramienta fue donada en 2010 al mencionado museo, tras su localización probablemente en el entorno natural de Sierra Morena.

Este trabajo de investigación se titula "El hacha pulimentada de jade de la colección Tubino" y, en concreto, está firmado por los miembros del departamento de Prehistoria de la Universidad Hispalense, Leonardo García Sanjuán y Carlos P. Odriozola; el arqueólogo municipal de Valencina de la Concepción y responsable del museo local, Juan Manuel Vargas; y el especialista del Instituto de Ciencias de Materiales, José María Martínez-Blanes.

El estudio gira alrededor de un hacha de piedra verde pulimentada, la cual fue donada en 2010 por los herederos del "pionero de la arqueología española" Francisco María Tubino y Oliva (1833-1888) al Museo de Valencina.

El hacha se donó en 2010 al Museo de Valencina

Los términos municipales de Valencina y Castilleja de Guzmán albergan vestigios de un asentamiento humano que durante la Edad del Cobre habría abarcado una extensión de unas 450 hectáreas. Estos investigadores advierten de que no hay "certeza documental" de la procedencia concreta de este "hacha de piedra verde pulimentada", dado que Tubino y Oliva no la menciona entre los materiales que recogió del dolmen de La Pastora, uno de los principales monumentos megalíticos del extenso yacimiento prehistórico de Valencina y Castilleja de Guzmán.

No obstante, los autores del estudio exponen que las "referencias" escritas del mencionado arqueólogo del siglo XIX reflejan que él mismo habría "recogido varias hachas procedentes de Sierra Morena y Jerez de la Frontera", entregando las piezas al Museo Nacional de Arqueología salvo en el caso de un "hacha de jade" o piedra verde pulimentada que habría conservado para él mismo.

Dado que entre las piezas entregadas por Tubino al Museo Nacional de Arqueología figuraría "un fragmento de hacha de jade recogido en las inmediaciones de El Pedroso", estos investigadores señalan que aunque "no existe constancia documental de la procedencia de esta excepcional pieza", en referencia a la donación de 2010, "los indicios del relato de Tubino apuntan a la posibilidad de que sea pareja del fragmento de hacha de El Pedroso y por tanto proceda de algún yacimiento arqueológico de esa zona".
Fotomontaje del área analizada por XRD de la muestra; b. análisis no destructivo mediante DCμRS

"Es posible afirmar que la pieza debe proceder de Los Alpes"

A tal efecto, los investigadores argumentan que tal extremo abre la posibilidad de que el hacha de piedra verde entregada en 2010 en el Museo de Valencina sea la pieza que Tubino "decidió no donar" al Museo Nacional.

El hacha de piedra verde o de jade depositada en 2010 en el Museo de Valencina fue sometida a una difracción de rayos X y a una espectometría de dispersión Raman. Esto se hizo para determinar el origen de tal pieza.

La aplicación de estas técnicas científicas, según los investigadores, arroja un resultado según el cual el hacha de piedra verde de la colección Tubino "ha sido definida mineralógicamente como jade-jadeita, con lo que es posible afirmar que la pieza debe proceder de Los Alpes, dado que las únicas fuentes de esta roca se encuentran en esta región" de la Europa Central.

Finalmente, estos investigadores explican que mientras en España "el registro de hachas alpinas documentado hasta la fecha es extremadamente bajo", lo cierto es que esta "excepcional" hacha de piedra verde pulimentada sería "la más meridional de ellas con mucha diferencia, además de una de las más alejadas de las fuentes alpinas a escala europea, en concreto unos 1.900 kilómetros".

Fuente: diariodesevilla.es| 21 de noviembre de 2019

Encuentran una tumba de barco vikingo dentro de otra tumba de barco vikingo, con 100 años de diferencia

Reproducción de la tumba del hombre y las armas con las que fue enterrado (Norwegian University of Science and Technology)

En la segunda mitad del siglo IX, una mujer de alto rango falleció en una granja situada en Vinjeøra, en lo que actualmente es el centro de Noruega. Su mortaja tenía, en la parte delantera, dos grandes broches de bronce dorado en forma de concha junto con otro que parecía un crucifijo. La colocaron dentro de un bote de unos ocho metros de largo y la enterraron junto a un collar de perlas, dos tijeras, un huso en espiral y una cabeza de vaca.

El suelo en el área que fue excavada no era bueno para preservar restos humanos. En consecuencia, los arqueólogos se llenaron de alegría cuando encontraron partes del cráneo de la mujer en la tumba del bote superior. Ph oto: Astrid Lorentzen, Museo de la Universidad NTNU

Visto así, no deja de ser la típica sepultura vikinga. La cuestión es, sin embargo, que la tumba tenía algo debajo que está intrigando a los arqueólogos de la Norwegian University of Science and Technology (NTNU). En lugar de cavar una nueva fosa, lo que hicieron fue aprovechar cuidadosamente el espacio de otro entierro que tuvo lugar 100 años antes.

El barco del siglo VIII es más grande, probablemente de unos diez metros de largo, y contiene el cuerpo de un guerrero junto con una serie de armas. El bote con la mujer se colocó cuidadosamente dentro de la barca del hombre, y luego ambos fueron enterrados.

Los arqueólogos noruegos desenterraron ambas tumbas en octubre, durante la excavación de un cementerio de una de las granjas de la Era Vikinga, en unos trabajos vinculados a una serie de mejoras que se están realizando en la autopista E39. Casi toda la madera de los botes se había podrido y apenas quedaba un poco en la quilla del más pequeño.

Aún así, los remaches del bote seguían todavía en sus posiciones originales, lo que permitió a los investigadores determinar que habían encontrado dos barcos en uno. ”Había oído hablar de varias tumbas de botes enterradas en un túmulo, pero nunca de una barca enterrada en otra”, indica en un comunicado Raymond Sauvage (izquierda), arqueólogo del NTNU.

La realidad, sin embargo, es que ya se habían encontrado algunas sepulturas dobles en la década de 1950 en Tjølling, en el sur del condado noruego de Vestfold. Aún así, hay tan pocas referencias de este tipo que el fenómeno sigue siendo desconocido.

Aunque las propiedades del suelo no son las adecuadas para preservar los restos óseos, se hallaron partes del cráneo de la mujer. Los especialistas ya tienen previsto someterlos a un análisis de ADN para obtener más información sobre ella e incluso hacerse una idea de cuál podía ser su aspecto físico.

Por ahora, los arqueólogos se han centrado en el broche en forma de crucifijo, que da detalles de la comunidad de la que formaba parte. ”La decoración y el diseño nos dicen que (la pieza) llegó de Irlanda y que alguna vez formó parte del ajuste de un arnés”, explica Aina Heen Pettersen (derecha), experta en artefactos irlandeses y británicos que llegaron a Noruega durante la Era Vikinga.

“Era común entre los vikingos dividir los accesorios decorativos del arnés y reutilizarlos como joyas. Se conservaron varios cierres en la parte posterior de este broche y se usaron para sujetar correas de cuero al arnés. Los nuevos propietarios nórdicos colocaron un alfiler en una de las fijaciones para poder usarlo como broche“, apunta.

Los broches de este tipo probablemente eran bastante exclusivos, lo que sugiere que los accesorios del arnés se distribuyeron entre las personas que participaron en los viajes o ayudaron a organizarlos. “Fueran incursiones o expediciones comerciales o de otro tipo, esos viajes eran centrales en la sociedad nórdica y era importante participar en esta actividad”, añade Pettersen.

Este broche en forma de crucifijo fue encontrado en la tumba de la mujer. Foto: Raymond Sauvage, NTNU Vitenskapsmuseet

Llevar objetos procedentes de estas incursiones, como podían ser las joyas, marcaba una clara diferencia dentro de la sociedad vikinga, dando un estatus superior a los que habían participado en los viajes, señalan los investigadores.
Por su parte, el hombre enterrado en el bote más grande fue sepultado junto a una lanza, un escudo y una espada de un solo filo. Estas armas permitieron a los arqueólogos fechar con confianza la tumba en el siglo VIII gracias a que los estilos que se usaban para las espadas cambian con el paso del tiempo. Esta, por ejemplo, forma parte de la era merovingia temprana, una época de la que hay pocos hallazgos arqueológicos.

Los investigadores creen que los dos entierros estaban relacionados de alguna manera y que los vikingos de Vinjeøra tenían una idea clara sobre quién eran tanto el hombre como la mujer. “La familia era muy importante en esa sociedad, tanto para marcar el estatus y el poder como para consolidar los derechos de propiedad”, señalan.


La primera legislación sobre derechos de asignación en la Edad Media decía que había que demostrar que la familia había sido propietaria de la tierra durante al menos cinco generaciones. Si había alguna duda sobre el derecho de propiedad, se tenía que poder rastrear hasta los haug og hedni, es decir, los túmulos funerarios.

”En este contexto, es razonable pensar que los dos fueron enterrados juntos para marcar la propiedad de la granja de la familia en una sociedad que en su mayor parte no anotaba las cosas”, considera Sauvage. Ambas tumbas, además, estaban situadas en el borde del montículo más grande del cementerio, justo al borde de un acantilado y con vistas al fiordo.

Fuentes: lavanguardia.com | es.gizmodo.com | norwegianscitechnews.com | 21 de noviembre de 2019

Descubren una extraordinaria estatuilla representando un león, posiblemente la más antigua del mundo en la Cueva de Denísova (Siberia)

Diferentes puntos de vista de la figurilla hallada.

Según informa el diario The Siberian Times, el sensacional descubrimiento fue hecho hace tres meses en la Cueva de Denísova, el lugar donde se halló en 2010 la falange de una especie humana hasta entonces desconocida, el homínido de Denísova, por el equipo de arqueólogos del Instituto de Arqueología y Etnografía de Novosibirsk.

La figurilla, de 42 milímetros de largo, 8 de grosor y 11 de alto, de un león de las cavernas (Panthera spelaea), data del Paleolítico Superior, hace entre 40.000 y 45.000 años, y se encontró en la 11ª capa de la galería sur de la cueva. Hay que recordar que hasta ahora se han identificado en la cueva de Denísova 22 estratos que contienen artefactos arqueológicos y que datan hasta cerca de 125.000 a 180.000 años atrás.

Se trata de la imagen escultórica zoomorfa más antigua jamás encontrada en Siberia y en todo el territorio del norte y centro de Asia. Si se confirma la datación dada por los arqueólogos siberianos (40.000-45.000 años) puede ser la figura animal más antigua del mundo.
A la pequeña escultura le falta la cabeza del león, lo que vemos son sus patas traseras, la ingle, la espalda y el vientre, recubiertos con dieciocho hileras de muescas. Hay dos filas adicionales con cuatro muescas en el lado derecho del león.

Representa a un animal con las patas traseras dobladas en actitud de saltar o prepararse para saltar. "El animal se muestra en la posición típica de los grandes felinos en el momento en que están listos para atrapar una presa", dijo Mikhail Shunkov (izquierda), jefe del Departamento de Arqueología de la Edad de Piedra del Instituto.

El marfil de mamut del que está hecha la estatuilla procede de al menos 100 kilómetros de distancia de la cueva, de los pasos septentrionales de las montañas de Altai.

Se han encontrado rastros de ocre rojo alrededor de la zona del estómago -lo que sustenta la idea de que podría simbolizar una herida-, pero el investigador Alexander Fedorchenko cree que lo más probable es que todo el animal estuviera pintado de rojo.

En 2018 se descubrieron un lápiz y una piedra de mármol con restos de polvo ocre (abajo) en la misma zona donde más tarde los arqueólogos encontraron la figurita del león.



No está claro si la figurilla representa un león macho o hembra, así como su propósito. Los arqueólogos creen que es demasiado simplista asumir que era un juguete, pero no hay pruebas de que pudiera haber sido un objeto de culto.

Los investigadores suponen que su creador era un denisovano, pero según el profesor Shunkov "Hace 45.000 años el Homo sapiens ya se encontraba en Siberia, por lo que es muy probable que pudieran haber influido en los denisovanos". De lo que están seguros es de que por el estilo en que fue hecho, el león de las cavernas de Denísova no se parece a nada que se haya encontrado anteriormente en el mundo.


Fuente: labrujula verde.com | 20 de noviembre de 2019

Otros ejemplos de figurillas representando a leones, de una antigüedad similar (de entre 35.000 y 40.000 años de antigüedad), son las halladas en la cueva de Volgeherd (Alemania) representados aquí abajo:




Una estatuilla representando a un Hombre-león es la hallada en Ulm (Alemania), de unos 35.000 años de antigüedad:

¿Fueron otros humanos víctimas de la sexta extinción masiva?

Cráneo de neandertal que muestra un traumatismo craneal debido a una acción violenta. Museo Nacional Smithsoniano de Historia Natural


Por profesor titular de Paleontología y Biología Evolutiva en la Universidad de Bath (Gran Bretaña).

Nueve especies humanas caminaron en la Tierra hace 300.000 años. Ahora solo hay una. Los neandertales, Homo neanderthalensis, eran cazadores fornidos adaptados a las frías estepas de Europa. Los denisovanos, relacionados con los neandertales, habitaban Asia, mientras que el Homo erectus, más primitivo, vivía en Indonesia, y el Homo rhodesiensis en África central.

Varias especies de pequeño tamaño y cerebro sobrevivieron junto a ellas: Homo naledi en Sudáfrica, Homo luzonensis en Filipinas, Homo floresiensis ("hobbit") en Indonesia, y la misteriosa gente de la cueva del ciervo rojo en China. Dada la rapidez con la que estamos descubriendo nuevas especies, es probable que haya más esperando a ser encontradas.

Hace 10.000 años, todas estas especies ya no estaban. La desaparición de las mismas se asemeja a una extinción masiva. Pero no hubo una catástrofe ambiental obvia -erupciones volcánicas, cambio climático, impacto de asteroides- que la impulsara. En cambio, el momento en que ocurrieron estas extinciones sugiere que fueron causadas por la propagación de una nueva especie que evolucionó hace entre 350.000 y 260.000 años en el sur de África: el Homo sapiens.

La propagación de los humanos modernos fuera de África provocó una sexta extinción masiva, un evento de más de 40.000 años que se extiende desde la desaparición de los mamíferos de la Edad del Hielo hasta la destrucción de las selvas tropicales por la civilización actual. ¿Pero fueron otros humanos los primeros damnificados?
Somos una especie singularmente peligrosa. Hemos cazado mamuts lanudos, perezosos y moas hasta la extinción. Hemos destruido llanuras y bosques para la agricultura, modificando más de la mitad de la superficie terrestre del planeta. Hemos alterado el clima. Pero somos más peligrosos para otras poblaciones humanas, dado que competimos por los recursos y la tierra.


La historia está llena de ejemplos de pueblos en guerra, desplazando y eliminando a otros grupos de sus territorios, desde la destrucción de Cartago por Roma hasta la conquista americana del oeste (Far West) y la colonización británica de Australia. También ha habido genocidios y limpiezas étnicas recientes en Bosnia, Ruanda, Irak, Darfur y Myanmar. Al igual que en el uso del lenguaje o de las herramientas, la capacidad y tendencia a participar en genocidios podría decirse que es una parte intrínseca e instintiva de la naturaleza humana. Hay pocas razones para pensar que los primeros Homo sapiens fueran menos territoriales, menos violentos, menos intolerantes, menos humanos.
Los optimistas han pintado a los primeros cazadores-recolectores como salvajes pacíficos y nobles, y han argumentado que nuestra cultura, no nuestra naturaleza, crea la violencia. Pero los estudios de campo, los relatos históricos y la arqueología muestran que la guerra en las culturas primitivas fue intensa, generalizada y letal. Las armas neolíticas como garrotes, lanzas, hachas y arcos, combinadas con tácticas de guerrilla, como incursiones y emboscadas, fueron devastadoramente efectivas. La violencia fue la principal causa de muerte entre los hombres de estas sociedades, y las guerras registraron niveles más altos de víctimas que las derivadas de la I y II Guerras Mundiales.

Los huesos y los artefactos del pasado muestran que esta violencia es antigua. El Hombre de Kennewick (derecha), en América del Norte, de 9.000 años de antigüedad, tiene una punta de lanza incrustada en su pelvis. El enclave de Nataruk, en Kenia, de 10.000 años de antigüedad, documenta una brutal masacre de al menos 27 hombres, mujeres y niños.

Es poco probable que las otras especies humanas fueran mucho más pacíficas. La existencia de violencia cooperativa entre los chimpancés machos sugiere que la guerra es anterior a la evolución de los humanos. Los esqueletos de neandertal muestran patrones de traumas consistentes con la guerra. Pero las armas sofisticadas probablemente le dieron al Homo sapiens una ventaja militar. El arsenal de los primeros Homo sapiens probablemente incluía armas de proyectiles como jabalinas y lanzas, palos y garrotes.

Las herramientas y la cultura complejas también nos habrían ayudado a cosechar eficientemente una gama más amplia de animales y plantas, alimentando a tribus más grandes y dando a nuestra especie una ventaja estratégica en número.

El arma definitiva

Pero las pinturas rupestres, los grabados y los instrumentos musicales, insinúan algo mucho más peligroso: una capacidad sofisticada para el pensamiento abstracto y la comunicación. La capacidad de cooperar, planificar, elaborar estrategias, manipular y engañar, puede haber sido nuestra arma definitiva.
El escaso registro fósil hace que sea difícil probar estas ideas. Pero en Europa, el único lugar con un registro arqueológico relativamente completo, los fósiles muestran que a los pocos miles de años de nuestra llegada, los neandertales desaparecieron. Los rastros de ADN neandertal en gentes de Eurasia demuestran que no solo los reemplazamos después de que se extinguieran. Los conocimos y nos apareamos con ellos.

En otras partes el ADN nos habla de otros encuentros con humanos arcaicos. Grupos de Asia oriental, Polinesia y Australia tienen ADN de los denisovanos. El ADN de otras especies, posiblemente de Homo erectus, se verifica en muchas personas asiáticas. Los genomas africanos muestran rastros de ADN de otras especies arcaicas. El hecho de que nos hayamos cruzado con estas especies distintas prueba que las mismas desaparecieron solo después de haberse encontrarse con nosotros.

Puntas de lanza de 13,000 años de antigüedad desde Colorado. Chip Clark, Institución Smithsonian

Pero, ¿por qué nuestros antepasados ​​eliminaron a sus parientes, causando una extinción masiva o, quizás con mayor precisión, un genocidio en masa?

La respuesta está en el crecimiento de la población. Los humanos nos reproducimos exponencialmente, como todas las especies. Históricamente, hemos duplicado nuestro número cada 25 años. Y, una vez que los humanos se convirtieron en cazadores cooperativos, no tuvimos depredadores. Sin una depredación que controlara nuestro número y con una escasa planificación familiar, que no va más allá del matrimonio retrasado y el infanticidio, la población crece y explota los recursos disponibles.

Un mayor crecimiento, o la escasez de alimentos causadas por sequías, inviernos severos o sobreexplotación de recursos, condujo inevitablemente a las tribus al conflicto por la comida y el territorio. La guerra se convirtió en un control del crecimiento de la población, quizás el más importante.

Nuestra eliminación de otras especies probablemente no fue un esfuerzo planificado y coordinado del tipo practicado por las civilizaciones, sino una guerra de desgaste. El resultado final, sin embargo, fue igual de definitivo. Asalto tras asalto, emboscada tras emboscada, valle tras valle, los humanos modernos habrían desgastado a sus enemigos y tomado su tierra.

Sin embargo, la extinción de los neandertales llevó mucho tiempo, miles de años. Esto se debió en parte a que los primeros Homo sapiens carecieron de las ventajas de conquista de las civilizaciones posteriores: grandes cantidades de gentes apoyadas por la agricultura y enfermedades epidémicas como la viruela, la gripe y el sarampión, que devastaban a sus oponentes. Pero aunque los neandertales perdieron la guerra, el haber aguantado tanto tiempo implica que debieron haber luchado y ganado muchas batallas contra nosotros, lo que sugiere un nivel de inteligencia cercano al nuestro.
Hoy miramos las estrellas y nos preguntamos si estamos solos en el universo. En nuestra fantasía y en la ciencia ficción nos preguntamos cómo sería conocer otras especies inteligentes como nosotros, pero no sobre las que hubo como nosotros. Es profundamente triste pensar que una vez pudimos hacerlo, y ahora, debido a todo lo anterior, ya se han ido.

Fuente: theconversation.com | 21 de noviembre de 2019

Descubren un depósito intacto de vasos prehistóricos funerarios en Menorca

Es la primera vez que se documenta este tipo de hallazgos (Museo de Menorca)

Un equipo de arqueólogos coordinado por el Museo de Menorca analiza el hallazgo de un depósito intacto con medio centenar de vasos prehistóricos en Sa Mola (Alaior), que, de confirmarse, sería el primero que se encuentra en la isla y que formaría parte de los rituales funerarios en cal.
La excepcionalidad del hallazgo, que todavía está en proceso de estudio, consiste en que, según la interpretación de los investigadores, este depósito de vasos formaría parte de los rituales funerarios de comensalidad vinculados a enterramientos en cal dispuestos dentro del hipogeo, un hecho nunca antes documentado en Menorca, y además son de un tipo exclusivo de la isla.
El depósito de medio centenar de vasos se ha hallado en buen estado de conservación, y acompañado de restos de huesos de animales.

El arqueólogo Octavio Pons ha destacado la importancia del hallazgo de estos restos datados entre los siglos III y II aC. «Hemos documentado por primera vez un ritual de comensalidad, hasta la fecha inédito en Menorca», ha asegurado en declaraciones a EFE.


Pons ha explicado que las investigaciones derivan de estudios realizados a principios del siglo XX por el arqueólogo Joan Flaquer Fàbregues (1887-1963). «Flaquer documentó cerca de 300 vasos con finalidades rituales del hipogeo de Sa Mola, pero nunca publicó los resultados de la excavación. Nosotros, simplemente, hemos continuado la investigación», ha remarcado.

El arqueólogo también ha enfatizado la relevancia de publicaciones de otros arqueólogos o amigos de Flaquer como Julio Martínez Santa-Olalla y Antoni Vives Escudero para poder continuar la investigación. «En una carta de 1917 aparecía un mapa con el depósito de los vasos en el exterior del hipogeo que, según parece, se trataría de un santuario dedicado a la diosa púnica Tanit», ha recordado.

La investigación comenzó con motivo de la próxima exposición que dedicará el Museo de Menorca a la figura de Flaquer y su colección particular, que está depositada en el museo desde 2017, ha explicado la institución en un comunicado.
A partir de sus investigaciones, los científicos supieron que gran parte de los vasos prehistóricos de la colección proceden de un hipogeo situado en Sa Mola, la mayoría están datados en el talayótico final y son de un tipo único y exclusivo de Menorca: el vaso de fondo alto, siempre relacionado con rituales.


Para retomar la investigación a partir del hallazgo realizado por Flaquer a principios del siglo XX, el equipo de arqueólogos del Museo de Menorca, formado por Montserrat Anglada, Octavio Pons y Bruno Parès, inició nuevas investigaciones en el yacimiento.
Una vez localizado el hipogeo, emprendieron dos tipos de trabajo documental para conocer cómo era la cueva en origen y cuál era su función.

Por un lado, se realizó una fotogrametría completa del hipogeo que debe permitir realizar su modelado 3D y, a la vez una reconstrucción hipotética de cómo era antes de las diversas modificaciones sufridas a lo largo del tiempo.

Por otra parte, se llevó a cabo un sondeo arqueológico en el llamado «patio delantero» del hipogeo, una cavidad de forma irregular trabajada en la roca situada frente a la puerta de entrada.
Además de localizar el lugar donde Flaquer excavó el famoso depósito, se realizó un hallazgo excepcional y se pudo documentar una parte de este depósito intacto.La agrupación de materiales está formada por un conjunto de unos 50 vasos prehistóricos en buen estado de conservación, acompañados de restos de huesos de cabra u oveja y de cerdo.

Aunque ya se han excavado este tipo de cavidades, algunas recientemente, nunca se había encontrado un conjunto de estas características.

Si bien el depósito de vasos fruto de rituales funerarios de comensalidad vinculados a enterramientos en cal es muy común en otros lugares del Mediterráneo durante la protohistoria y en época clásica, en Menorca es la primera vez que se documentan.

Fuentes: menorca.info| menorcaaldia.com| 19 de noviembre de 2019