El georradar confirma en Alcalá la Real la existencia de una villa romana en Fuente Álamo

La exploración con georradar en la zona arqueológica de Fuente Álamo, en Alcalá la Real (Jaén), ha localizado estructuras que, al parecer, forman parte del mismo complejo que fue explorado a principios del año 2000. Si se confirman los resultados, estaría más cerca de confirmarse la existencia de una villa romana, tal y como indica el Ayuntamiento en un comunicado.
En esta ocasión, los investigadores han localizado muros a unos 20 y 80 centímetros de profundidad. En la parte de mayor profundidad se han descubierto anomalías que podrían indicar la presencia de estructuras del edificio muy localizadas. Y, según traslada el equipo de Gobierno, han detectado zonas que apuntan a la presencia de pavimentos o techo de acumulaciones de derrumbe.

La investigación, impulsada por el Ayuntamiento y el Instituto de Estudios Giennenses, estudia la zona arqueológica de Fuente Álamo, emplazada sobre una loma en el arroyo del Rodeo. Destacan dos asentamientos. Uno, de época romana, se correspondería con la presencia de un importante complejo productivo rural, centrado en la producción agropecuaria y metalúrgica. "En esta zona destacan estructuras de gran porte y calidad constructiva, con grandes muros de sillares y restos de columnas, junto a elementos agrícolas como balsas, cisternas, piletas de decantación, piedras de molino y restos de doliae de almacenaje", detalla el Ayuntamiento.


El segundo hito histórico que presenta la zona arqueológica de Fuente Álamo, es un asentamiento medieval, en el que está enclavada su torre atalaya, inscrita como Bien de Interés Cultural, con la categoría de monumento. Igualmente se localiza una necrópolis, compuesta por más de setenta restos.
"La recuperación de espacios patrimoniales a lo largo y ancho de todo el término de Alcalá la Real es un objetivo que desde el Ayuntamiento no perdemos de vista, en pro del turismo y la propia identidad de los alcalaíno", expresa Marino Aguilera, munícipe local.

El área de Patrimonio estudia la posibilidad de ofrecer a universidades, tanto españolas como de fuera del país, acuerdos de colaboración para que las labores de excavación continúen. En esta ocasión, ha sido la Unidad de Arqueometría de la Universidad Complutense de Madrid, quien se ha encargado del desarrollo de la prospección, promovida por el Ayuntamiento de Alcalá la Real y el Instituto de Estudios Giennenses de la Diputación de Jaén, centrada en la zona limítrofe a los sectores ya excavados.

Fuente: lacontradejaen.com | 10 de marzo de 2020

La división de tareas en sociedades de cazadores-recolectores no depende de las capacidades de cada sexo

En los grupos actuales de cazadores-recolectores, las mujeres suelen transportar mayores cargas que los hombres, por lo que algunos científicos habían apuntado que ellas eran energéticamente más eficientes a la hora de realizar esas tareas.

El grupo de Paleofisiología y Ecología humana del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), liderado por los doctores Ana Mateos y Jesús Rodríguez, ha publicado un artículo en la revista American Journal of Human Biology, cuyos resultados muestran que hombres y mujeres gastan la misma energía transportando una carga de un determinado peso.
Para llevar a cabo esta investigación se diseñó un estudio en el que se comparaba gasto energético durante el transporte de cargas en hombres y mujeres, midiendo diferentes parámetros corporales. En las pruebas, desarrolladas en el Laboratorio de BioEnergía del CENIEH, han participado 48 voluntarios de ambos sexos.

En realidad, el gasto energético depende solo del tamaño corporal del individuo, no de su sexo. Como explica Olalla Prado, autora principal del artículo, “aparte de diferencias obvias en el tamaño corporal entre ambos sexos, no existen evidencias de una ventaja fisiológica que favorezca a las mujeres en el transporte de cargas”.

No obstante, pese a tener un tamaño corporal menor, normalmente las mujeres transportan más peso que los hombres entre los grupos cazadores recolectores. En este sentido Ana Mateos señala que en grupos indígenas como los Ache, los Pumé, los Efe, los Hiwi o los Kung!, mujeres y hombres invierten diferentes tiempos en las tareas de buscar y transportar recursos. “Además, el gasto energético destinado a esas tareas depende también de sus habilidades y de su estado fisiológico y/o reproductivo”, añade.

Por tanto, esa división del trabajo debe explicarse por otros factores. En esas sociedades, las mujeres se dedican a labores que entrañan un menor riesgo, aunque no menos importantes, mejorando de esta manera la viabilidad del grupo. Es esencial asegurar el éxito reproductivo; el periodo de lactancia es largo y los niños deben permanecer cerca de sus madres en sus primeros años de vida. Exponer a mujeres embarazadas o a niños a actividades de riesgo tendría consecuencias funestas para el grupo.
“Por eso, es mucho más eficaz una división de tareas como la que se observa en esos grupos, sin que ello responda a diferencias en la capacidad de uno u otro sexo para llevarlas a cabo”, concluye Jesús Rodríguez.

Fuente: cenieh.es| 9 de marzo de 2020

Tratan de resolver los misterios que rodean a los esferoides de piedra de 1,5 millones de años hallados en algunos yacimientos

Pequeña muestra de esfereoides encontrados en el yacimiento de Ubeidiya, Israel

Las bolas de piedra están presentes en algunos conjuntos de herramientas de piedra de tecnología olduvayense y achelense, los complejos culturales humanos más antiguos conocidos por la humanidad que datan de alrededor de 1,5 millones de años. Su presencia ha intrigado a los investigadores durante más de medio siglo y, aún así, se sabe poco acerca de cómo y por qué adquirieron esta forma, o cuáles podrían haber sido sus usos.

Aunque algunos expertos de la comunidad científica creen que estas herramientas, conocidas como esferoides, fueron fabricadas intencionalmente, otros afirman que su forma se obtuvo accidentalmente a través de actividades de percusión. Además, algunos investigadores han propuesto que su morfología puede reflejar una función específica, o tal vez incluso algún tipo de norma social o simbólica.

Ahora, un equipo de especialistas catalanes e israelíes intentará encontrar respuestas a las preguntas que rodean a los esferoides mediante el análisis de más de 200 morfotipos encontrados en el yacimiento de Ubeidiya (Israel). Quieren averiguar si estos objetos fueron fabricados intencionalmente utilizando una secuencia operativa específica, si son el resultado de un uso intensivo de golpes, o si fueron utilizados como piedras de martillo. Se planean diferentes experimentos para obtener resultados que ayuden a determinar si los esferoides son el resultado de un complejo esquema cultural que involucra planificación mental.

Los estudiantes de doctorado Antoine Muller (HUJI) y Stefania Titton (URV) en el Laboratorio de Arqueología Computacional de la Hebrew University of Jerusalem analizando imágenes digitales obtenidas a partir de los esferoides de Ubeidiya, Israel.

Este es el objetivo del Proyecto de Esferoides del Paleolítico Inferior (LPSP ), dirigido por la investigadora del IPHES Deborah Barsky ( Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social ) y profesora asociada de la URV (Universidad Rovira i Virgili de Tarragona), en colaboración con la Computational Laboratorio de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén (CAL-HUJI, Israel) y Tel Hai College (Alta Galilea); financiado por la Fundación Gerda Henkel (Alemania).

Robert Sala, Josep Maria Vergès y Stefania Titton se encuentran entre los miembros participantes del IPHES y la URV (Universidad Rovira i Virgili de Tarragona), con Leore Grosman y Antoine Muller de CAL-HUJI, y Gonen Sharon de THC.

Este equipo internacional tiene como objetivo aplicar las nuevas metodologías analíticas ofrecidas por el Laboratorio de Arqueología Computacional (CAL) de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel) a un conjunto de más de 200 herramientas de piedra caliza esferoidal del sitio Achelense temprano de Ubeidiya (Israel), las cuales datan de hace aproximadamente 1,5 millones de años, con el propósito de desarrollar un holotipo metodológico para futuras interpretaciones.

Imagen digitalizada de un esferoide realizado en piedra caliza encontrado en el yacimiento de Ubeidiya (Israel), con los datos dimensionales asociados.

En la primera fase de este proyecto, Deborah Barsky, investigadora principal del proyecto, y Stefania Titton (estudiante de doctorado de la URV), viajaron recientemente a Jerusalén para trabajar con expertos de la CAL (HUJI) y crear modelos de artefactos digitalizados en 3D de alta precisión para el estudio de su morfometría geométrica utilizando el software informático asociado desarrollado y proporcionado por este instituto. También durante esta visita, Stefania Titton pronunció una conferencia sobre tecnología olduvayense europea a la que asistieron miembros del Departamento de Arqueología del HUJI.

La próxima fase del proyecto será reproducir experimentalmente las morfologías esferoides utilizando la misma piedra caliza que la del yacimiento de Ubeidiya. Esta investigación permitirá a los investigadores recopilar datos informáticos obtenidos de la reproducción digital de los esferoides arqueológicos y experimentales. A continuación, estos datos serán almacenados y compartidos entre los investigadores que trabajan en temas similares.

Se espera que las contribuciones de este proyecto proporcionen una metodología operativa multidisciplinaria para definir y analizar los esferoides de manera más objetiva, ampliando nuestra comprensión de su presencia durante la transición de la tecnología olduvayense a la achelense en el registro arqueológico global.

Fuente: iphesnoticias.blogspot.com| 9 de marzo de 2020

Las cuentas de cáscaras de huevos de avestruz se utilizaron para consolidar las relaciones sociales en África durante más de 30.000 años

Ejemplo de una cuenta de cáscara de huevo de avestruz. Crédito: John Klausmeyer, Yuchao Zhao y Brian Stewart.

Un zona de hierba crece sobre un afloramiento de esquisto hace 33.000 años. Un avestruz picotea esta hierba, y los átomos del esquisto y la hierba se convierten en parte de la cáscara de los huevos que pone el avestruz.

Una mujer de un grupo de cazadores-recolectores que vive en el desierto de Karoo del sur de África encuentra un huevo. Para comérselo ella rompe el caparazón en varios pedazos. Luego los perfora y los ensarta en un trozo de tendón y los conserva como una cadena de cuentas o abalorios.
Posteriormente, ella regala los adornos a amigos que viven en el este, donde las precipitaciones son más altas, a fin de reafirmar las relaciones importantes que mantiene con ellos. A su vez, sus amigos hacen lo mismo, hasta que las cuentas finalmente terminan en grupos distantes que viven en lo alto de las montañas orientales.

33.000 años después, un investigador de la Universidad de Michigan encuentra tales cuentas o abalorios en lo que ahora es Lesoto, y al medir los átomos de las mismas, proporciona nuevas evidencias de dónde se hicieron estos adornos y durante cuánto tiempo fueron usados por los cazadores-recolectores como un tipo de moneda social.

En un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), el arqueólogo paleolítico de la Universidad de Michigan, Brian Stewart (izquierda), junto con sus colegas, establecen que la práctica de intercambiar dichos adornos a largas distancias abarca un período de tiempo mucho más largo de lo que se pensaba anteriormente.

"Los humanos son simplemente animales sociales extravagantes, y eso se remonta a estas fuerzas profundas que seleccionaron para maximizar la información, información que habría sido útil para vivir en una sociedad de cazadores-recolectores de hace 30.000 años y antes", dice Stewart.

"Las cuentas o abalorios de cáscaras de huevos de avestruz básicamente actuaban como si fueran versiones del 'Me gusta' de Facebook o Twitter en la Edad de Piedra, afirmando así, simultáneamente, las conexiones de intercambio con diversas gentes, al tiempo que se alertaba a otros sobre el estado de esas relaciones".

Lesotho es un pequeño país de cadenas montañosas y ríos. Tiene el promedio más alto de elevación del continente africano, y ha sido un lugar formidable para que los cazadores-recolectores pudieran vivir, dice Stewart. El agua dulce que fluye por el país y los cinturones de recursos, estratificados por la elevación de la región, proporcionaron protección contra los cambios climáticos para quienes vivían allí hace ya 85.000 años.

Cuentas hechas de cáscaras de avestruz. Crédito: John Klausmeyer, Yuchao Zhao y Brian Stewart.

Los antropólogos saben desde hace tiempo que los cazadores-recolectores contemporáneos usan cuentas de cáscaras de huevos de avestruz para establecer relaciones con los demás. En Lesotho, los arqueólogos comenzaron a encontrar pequeños adornos hechos con este tipo de cáscaras. Pero ocurre que las avestruces no suelen vivir en ese entorno, y los arqueólogos no han encontrado, por tanto, evidencias de que tales adornos se hicieran en esa región.

Así es que, cuando los arqueólogos comenzaron a descubrir la existencia de cuentas de cáscaras de huevos sin evidencias de su producción, sospecharon que las mismas habían llegado a Lesotho a través redes de intercambio. En consecuencia, analizar dichas cuentas o abalorios mediante la observación de sus isótopos de estroncio permitiría a los arqueólogos determinar con precisión dónde se hicieron.

El estroncio-87 es el isótopo hijo del elemento radiactivo rubidio-87. Cuando el rubidio-87 se descompone produce estroncio-87. Las rocas más antiguas, como el granito y el gneis, tienen más estroncio que las rocas más jóvenes, como el basalto. Cuando los animales se alimentan en un paisaje, estos isótopos de estroncio se incorporan a sus tejidos.

Los arqueólogos trabajando en los refugios rocosos de Sehonghong y Melikane. en el sur de África. Crédito: Brian Stewart.

Lesotho está aproximadamente en el centro de una formación geológica en forma de ojo de buey llamada Supergrupo Karoo. El centro montañoso de esta zona es de basalto procedente de erupciones volcánicas relativamente recientes, las cuales formaron las tierras altas de Lesoto, al tiempo que, rodeando Lesoto, hay bandas de rocas sedimentarias mucho más antiguas. El anillo más externo de la formación oscila entre 325 y 1.000 kilómetros de distancia de Lesoto.

Para evaluar dónde se hicieron las cuentas o abalorios de cáscaras de huevos de avestruz, el equipo de investigación estableció una línea de base de las relaciones de isótopos de estroncio, es decir, determinar cuánto estroncio está disponible en un lugar determinado utilizando muestras de vegetación y del suelo, así como muestras de esmalte de dientes de roedores modernos en ejemplares de museos obtenidos en Lesoto y sus alrededores.

Según sus análisis, casi el 80% de las cuentas o abalorios que los investigadores encontraron en Lesoto no podían haberse originado a partir de huevos de avestruces que hayan vivído cerca de donde se encontraron las mismas.

"Estos adornos provenían, consecuentemente, de distancias muy largas", aduce Stewart. "La cuenta más antigua de nuestra muestra tenía el tercer valor de isótopo de estroncio más alto, por lo que también es una de las más exóticas".

Stewart descubrió que algunas cuentas o abalorios no podían provenir a menos de 325 kilómetros de Lesoto, sino que habrían sido hechas a una distancia de hasta 1.000 kilómetros. Sus hallazgos también establecen que estas cuentas se intercambiaron durante un periodo de agitación climática, hace aproximadamente entre 59.000 y 25.000 años. El uso de estas cuentas o abalorios, destinado a establecer relaciones entre los grupos de cazadores-recolectores, aseguraba el acceso de un grupo a los recursos que disponían los demás cuando el clima de una región empeoraba.

Los arqueólogos trabajando en los refugios rocosos de Sehonghong y Melikane. en el sur de África. Crédito: Brian Stewart.

"Lo que sucedió hace 50.000 años fue que el clima estaba experimentando enormes cambios, por lo que podría no ser solo una coincidencia que sea exactamente en esos momentos cuando se intercambiaban estas cuentas", argumenta Stewart. "Semejantes redes de intercambio podían usarse para obtener información sobre los recursos, la condición de los entornos, los animales, los alimentos vegetales, así como sobre otras personas e incluso para encontrar cónyuges".
Stewart afirma que, si bien los arqueólogos han aceptado durante mucho tiempo que estos artículos de intercambio suelen unir a las personas de los paisajes del Kalahari etnográfico, ahora tienen la evidencia firme de que estas cuentas o abalorios se intercambiaron a grandes distancias no solo en el pasado, sino durante un largo período de tiempo.

"Este estudio coloca otra pieza en el rompecabezas de cómo hemos persistido más tiempo que todas las demás especies humanas, y por qué acabamos convirtiéndonos en la única especie dominante del globo terráqueo", concluye Stewart.

Fuente: University of Michigan | 9 de marzo de 2020

La dieta de los ibéricos prehistóricos se basaba en los cereales y, solo para la casta, también en la carne y lácteos

Recreación 3D de La Bastida, cerca de la actual Totana (Murcia), uno de los principales asentamientos de la cultura argárica. DANI MÉNDEZ-REVIVES.

Hace más de 4.000 años floreció en el sureste de la península ibérica la cultura de El Argar, una de las más avanzadas y complejas de Europa. Apoyadas en la metalurgia y la agricultura, emergieron unas de las primeras ciudades del occidente europeo con división del trabajo y un reparto desigual de los recursos entre incipientes clases sociales. Ahora, el análisis atómico de restos humanos, animales y vegetales ha permitido saber qué comían y, por la dieta, saber más de cómo vivían y por qué la cultura argárica desapareció casi de repente.

Desde que Luis Siret, ingeniero de minas belga metido a arqueólogo, y su hermano Enrique excavaran El Argar, cerca del Antas (Almería), en el último cuarto del siglo XIX, fueron emergiendo una serie de asentamientos como los de Gatas, Fuente Álamo o La Bastida. Todos tienen en común estar situados en puntos elevados, fácilmente defendibles y desde los que se controlaban los valles en los que se cultivaba el cereal que los sustentaba. En todos emergió una estratificación social que se puede comprobar en que no se enterraba igual a todos los muertos. Mientras a unos los han hallado con armas y joyas, a otros los desenterraron con sus aperos y, a la mayoría, ni eso.

Extensión territorial máxima de la cultura de El Argar y la velocidad variable de los sitios analizados de La Bastida y Gatas. Otros sitios con análisis isotópicos de restos humanos: 1. Cerro de la Virgen, 2. Cuesta del Negro, 3. Baeza, 4. Úbeda, 5. Los Millares, 6. La Navilla (© ASOME, UAB)

Ahora, un grupo de prehistoriadores y arqueólogos han usado el análisis de isótopos de nitrógeno y carbono como ventana a aquel pasado. Ambos son los elementos químicos básicos en cualquier materia orgánica, que haya tenido vida. Pero no todo el nitrógeno o el carbono es igual. Hay átomos de uno y de otro con diferente cantidad de neutrones en su núcleo, es decir isótopos. El caso más conocido quizá sea el del carbono-14, usado como marcador cronológico por los científicos. Es un isótopo del carbono-12, mucho más abundante. En el caso del nitrógeno, es el nitrógeno-14 el que más abunda en la naturaleza, con más del 99%.

“Pero hay determinada proporción de nitrógeno-15 y su ratio varía en función del compuesto orgánico de que se trate”, explica el catedrático de la Universidad de Lérida y coautor del estudio, Jordi Voltas (izquierda).

Sobre esta base, investigaron la proporción de los distintos isótopos en el colágeno obtenido de las costillas de 75 individuos desenterrados en los yacimientos argáricos de Gatas (cerca de Turre, en Almería) y de La Bastida (Totana, Murcia). Ni los carbohidratos ni las grasas tienen carbono, solo las proteínas. Así que analizando el colágeno con un espectrómetro de masas podrían determinar el origen vegetal o animal de esas proteínas.

Los resultados del trabajo, publicado en PLoS ONE indican que los argáricos se alimentaban fundamentalmente de cereales, en especial de cebada, que suponían en torno al 75% de la dieta. Combinando las variaciones isotópicas en el colágeno con el resto de información que ya tenían de cada resto humano, los científicos pudieron extraer además otras conclusiones. Una de las más consistentes es que hombres y mujeres comían lo mismo, no había diferencias de género. Otra es que sí las había de clase.

Entierro de una mujer adulta en La Bastida. UAB

En el yacimiento de La Bastida hay identificados cuatro enterramientos, de hombres y mujeres, que debieron ser importantes por el ajuar que les acompañó en su viaje eterno. Hay otro reducido grupo de enterramientos en los que hay herramientas y algún arma. Pero en la mayoría de ellos solo hay huesos. Además, en la colina no se han encontrado aperos agrícolas y sí muchos utensilios para la molienda del grano. Todo esto sugiere una estratificación social que se prolonga hasta después de la muerte, con una cúspide, una amplia clase urbana y una aún mayor, quizá de esclavos, que era la que se encargaba de cultivar la tierra.

“Los representantes de la élite de La Bastida presentan valores de carbono-13 y nitrógeno-15 en el extremo superior del total del yacimiento”, comenta la investigadora del Centro de Arqueometría Curt Engelhorn de Mannheim (Alemania) y coautora del estudio Corina Knipper (derecha). “Debido al fraccionamiento isotópico a lo largo de la cadena alimenticia, valores elevados, en especial de nitrógeno-15, indican un mayor porcentaje de proteínas de origen animal”, añade Knipper.
Ubicación del sitio de La Bastida entre las cadenas montañosas de Espuña y La Tercia (Murcia). La flecha marca la cumbre del asentamiento en la cima de la colina. El valle fértil del Guadalentín se puede ver en el fondo (© ASOME, UAB)


Para la investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y coautora del estudio Cristina Rihuete (izquierda), todo indica que “el acceso a la carne y a los lácteos estaba reservado para la élite”. Rihuete forma parte del Grupo de Investigación en Arqueología Social Mediterránea de la UAB, que lleva décadas estudiando la cultura de El Argar. Gracias al análisis de isótopos en los restos orgánicos han podido encajar alguna de las piezas que faltaban en el puzzle argárico.

Así, han podido comprobar que el destete de los niños no se producía hasta pasados el año y medio o dos años. Los isótopos alumbran aún otro misterio. Casi la mitad de las tumbas de los yacimientos de Gatas y La Bastida estaban ocupadas por niños, la mayoría de corta edad. De la lectura isotópica de sus restos, se deduce que algunos debieron pasar hambre o, como lo llaman los científicos en el estudio, estrés metabólico. Pero ese estrés se concentra en las fases más tardías del yacimiento. “La dieta va empeorando, la aportación de la carne desaparece en favor de los vegetales. Y ya en los siglos XVII y XVI [antes de la era actual] se hace común el estrés metabólico”, dice Rihuete.

Ajuar de clase alta de La Bastida. UAB

Este empeoramiento de la dieta desvelado por los cambios isotópicos estaría relacionado con una sobreexplotación de los recursos agrarios. “Se redujo la diversidad y la cebada, que aporta menos nutrientes, domina sobre el trigo”, añade. Todo en la dieta y sus cambios ayuda a explicar que, para el 1550 antes de esta era, la cultura argárica colapsó.

Fuentes: elpais.com | elmundo.es | 11 de marzo de 2020

Confirman la teoría de un impacto cósmico en un asentamiento agrícola de hace 12.800 años (en la actual Siria)

Fragmentos de vidrio fundido presentes entre el material arqueológico recuperado en un asentamiento agrícola de hace 12.800 años, en la actual Siria, acredita que fue arrasado por un impacto cósmico.
Antes de que la presa de Taqba embalsará el río Eufrates en el norte de Siria en la década de 1970, un sitio arqueológico llamado Abu Hureyra fue testigo del momento en que los antiguos pueblos nómadas se establecieron por primera vez y comenzaron a cultivar. Un gran montículo marca el asentamiento, que ahora se encuentra bajo el lago Assad.

Pero antes de que se formara el lago, los arqueólogos pudieron extraer y describir cuidadosamente mucho material, incluidas partes de casas, alimentos y herramientas, que les permitió identificar la transición a la agricultura hace casi 12.800 años, uno de los eventos más importantes en la historia cultural y ambiental de nuestra Tierra.

(a) Mapa de Oriente Próximo que muestra la ubicación de Abu Hureyra (AH) en Siria. (b) Mapa de Abu Hureyra que muestra la ubicación de las trincheras de excavación etiquetadas de la A a la G cerca de un canal del río Eufrates que ahora está abandonado. Las muestras de sedimentos de las trincheras D, E y G (rectángulos azules) contienen muestras del YDB (Perímetro de Dryas Reciente) incluidas esférulas metálicas, fragmentos de vidrio, nanodiamantes y platino.

Pero resulta que Abu Hureyra tiene otra historia que contar, según una nueva investigación. Entre los restos de cereales y granos, materiales de construcción y huesos de animales, se halló partículas de vidrio fundido. Fragmentos cuyas características sugieren que se formó a temperaturas extremadamente altas, mucho más altas de lo que los humanos podían lograr en ese momento, o que podrían atribuirse al fuego, a los rayos o al vulcanismo.

"Tales temperaturas tan altas habrían derretido por completo un automóvil en menos de un minuto", dijo James Kennett (izquierda), profesor emérito de geología de la Universidad de California en Santa Bárbara. "Semejante intensidad de calor solo podría haber sido el resultado de un fenómeno extremadamente violento con una alta energía y velocidad, algo del orden de un impacto cósmico", agregó.

Basado en los materiales recolectados antes de que el enclave fuera inundado, Kennett y sus colegas sostienen que Abu Hureyra es el primer sitio en el que se puede documentar los efectos directos de un cometa fragmentado en un asentamiento humano.
"Todos estos fragmentos son parte de un mismo cometa, el cual probablemente se estrelló contra la Tierra y explotó en la atmósfera al final de la época del Pleistoceno", según Kennett.

Este impacto contribuyó a la extinción de la mayoría de los grandes animales, incluidos los mamuts, los caballos y camellos estadounidenses, etc; a la desaparición de la cultura norteamericana Clovis y al inicio abrupto del episodio de enfriamiento denominado Dryas Reciente o Joven Dryas.

En la imagen, las áreas afectadas por los fragmentos del cometa

Los hallazgos del equipo se destacan en un artículo publicado en la revista Nature Scientific Reports.
"Nuestros nuevos descubrimientos representan una evidencia muy poderosa de la existencia de temperaturas muy altas, las cuales solo podrían asociarse con un impacto cósmico", afirma Kennett, quien, junto con sus colegas, informó por primera vez de tal evento en la región en 2012.
Abu Hureyra se encuentra en el sector más oriental de lo que se conoce como YDB ('Younger Dryas Boundary', 'Perímetro del Dryas Reciente'), que abarca otros 30 zonas en América, Europa y partes de Oriente Próximo. Estas zonas muestran evidencias de incendios masivos, incluida una capa de "esterilla negra" rica en carbono que contiene millones de nanodiamantes, altas concentraciones de platino y pequeñas esférulas metálicas formadas a temperaturas muy altas.

Una representación artística del impacto cósmico. UC Santa Barbara

La hipótesis del impacto en el YDB ha ganado más fuerza en los últimos años debido a muchos descubrimientos nuevos, incluido un cráter de impacto muy joven debajo del glaciar Hiawatha, en Groenlandia, y al hallazgo de cristal fundido a altas temperaturas en un sitio arqueológico en Pilauco, ubicado en el sur de Chile.

"La aldea de Abu Hureyra habría sido destruida abruptamente", dijo Kennett. A diferencia de la evidencia de Pilauco, Abu Hureyra muestra evidencias directas del desastre en este temprano asentamiento humano. Kennett señaló que un impacto o una explosión en el aire debe haber ocurrido lo suficientemente cerca como para enviar calor masivo y vidrio fundido a toda la aldea.

IMPACTO DE UN COMETA FRAGMENTADO

Las esférulas de vidrio se analizaron para determinar su composición geoquímica, forma, estructura, temperatura de formación, características magnéticas y contenido de agua. Los resultados del análisis mostraron que se formaron a temperaturas muy altas e incluyó minerales ricos en cromo, hierro, níquel, sulfuros, titanio e incluso hierro fundido rico en platino e iridio, todo lo cual supone temperaturas superiores a 2.200 grados Celsius.

Ejemplos de fragmentos de vidrio de fusión hallados en Abu Hureyra.

"Los materiales críticos son extremadamente raros a temperaturas normales, pero se encuentran comúnmente durante los eventos de impacto", aduce Kennett. Según el estudio, "el vidrio fundido se formó a partir de la fusión y vaporización casi instantánea de la biomasa local, suelos y depósitos de llanuras de inundación, seguido de un enfriamiento instantáneo".

Además, debido a que los materiales encontrados son consistentes con los encontrados en las capas del YDB en los otros lugares del mundo, es probable que sean el resultado de un cometa fragmentado, a diferencia de los impactos causados por cometas o asteroides individuales.

"El impacto único de un gran asteroide no habría causado materiales tan dispersos como los descubiertos en Abu Hureyra", argumenta Kennett. "Proponemos que los grupos de grandes fragmentos de un cometa son capaces de causar miles de ráfagas de aire en un lapso de minutos en todo un hemisferio de la Tierra. La hipótesis del YDB ya propuso este mecanismo para dar cuenta de los materiales ampliamente dispersos en más de 14.000 km en los hemisferios Norte y Sur. Y nuestros descubrimientos de Abu Hureya apoyan firmemente un evento de impacto de un gran cometa fragmentado".

Fuentes: m.notimerica.com | abc.es | news. ucsb.edu | eurekalert.org | 9 de marzo de 2020