Un estudio revela que los mariscos ayudaron a las personas prehistóricas a emigrar fuera de África

Ejemplar vivo del molusco marino 'Conomurex fasciatus'. Millones de estos moluscos fueron encontrados en depósitios de las Islas Farasan, en Arabia Saudita, como basura alimenticia de los pescadores prehistóricos. Crédito: Niklas Hausmann

Los pioneros prehistóricos podrían haber dependido de los mariscos para alimentarse mientras recorrían las rutas migratorias fuera de África durante los tiempos de sequía, según sugiere un nuevo estudio publicado en Quaternary International.

El trabajo de investigación ha examinado los arrecifes fósiles cercanos a las costas del Mar Rojo, ahora sumergidos, que marcaron las rutas migratorias prehistóricas en el paso de África a Arabia. Los resultados sugieren que esta costa ofreció los recursos necesarios para actuar como una puerta para salir de África durante las estaciones de poca lluvia, cuando otras fuentes de alimentos eran escasas.
El equipo de arqueólogos, dirigido por la Universidad de York, se centró en los restos de 15.000 conchas que datan de 5.000 años atrás, correspondiente a un período árido en la región. Con la línea de costa de las rutas migratorias originales sumergidas por el aumento del nivel del mar después de la última Edad del Hielo, tales conchas proceden de las cercanas Islas Farasan, en Arabia Saudita.

Los investigadores encontraron que las poblaciones de moluscos marinos eran lo suficientemente abundantes como para permitir cosechas continuas sin ningún impacto ecológico importante, y su gran disponibilidad habría permitido a las personas vivir en tiempos de sequía.

El autor principal, el Dr. Niklas Hausmann (izquierda), investigador asociado en el Departamento de Arqueología de la Universidad de York, dijo: "La disponibilidad de recursos alimenticios juega un papel importante en la comprensión de la viabilidad de las pasadas migraciones humanas: las migraciones de cazadores-recolectores habrían requerido de fuentes alimenticias locales y los períodos de aridez podrían haber restringido estos movimientos".

"Nuestro estudio sugiere que las costas del Mar Rojo tenían los recursos necesarios para proporcionar la migración a las personas prehistóricas", añade.

Foto: Trabajo de campo en las Islas Farasan © N. Hausmann 2014

El estudio también confirma que las comunidades asentadas en las costas del Mar Rojo podrían haber dependido de los mariscos como un recurso alimenticio sostenible durante todo el año.


Foto: Montículo de conchas que comprende múltiples capas de conchas de moluscos. © 2019 Hausmann et al.

El Dr. Hausmann agregó: "Nuestros datos muestran que, en un momento en que muchos otros recursos de la tierra eran escasos, los individuos prehostóricos podían acudir a las fuentes de marisco disponibles localmente. Estudios anteriores han demostrado que las gentes del sur del Mar Rojo pudieron consumir esta clase de alimento durante todo el año y en el transcurso de miles de años. Y ahora también sabemos que este recurso no fue agotado por ellos, dado que continuó manteniéndose de modo muy saludable".

Las especies de marisco halladas en los sitios arqueológicos de las Islas Farasan también han sido halladas en abundancia en arrecifes fósiles que datan de hace más de 100.000 años, lo que indica que fueron un recurso disponible durante períodos más largos que los sitios arqueológicos sugeridos anteriormente.

El coautor del estudio, Matthew Meredith-Williams (izquierda), de la Universidad de La Trobe, dijo: "Sabemos que modelar climas del pasado ​​para aprender sobre los recursos alimenticios es extremadamente útil, pero necesitamos diferenciar entre lo que sucedía en la tierra y lo que estaba sucediendo en el mar. En nuestro estudio mostramos que los alimentos marinos fueron abundantes y resistentes, y que las personas los recolectaban cuando no podían obtener alimentos terrestres".

Fuente: phys.org | 16 de junio de 2020

El análisis genómico muestra una mezcla poblacional a largo plazo en Asia occidental antes de crearse las primeras ciudades del mundo

Mapa parcial de Asia occidental, que incluye Anatolia (actual Turquía), el norte de Levante y el sur del Cáucaso del sur. Un equipo internacional de investigadores mostró que las poblaciones de Anatolia y el Cáucaso comenzaron a mezclarse genéticamente alrededor del año 6.500 a.C., y que pequeños eventos de migración de Mesopotamia, hace 4.000 años, trajeron un incremento de mezcla genética en la región. El marcador naranja muestra la ruta desde Asia central. Crédito: Centro de Investigación Max Planck-Harvard para la arqueociencia del antiguo Mediterráneo.

Una nueva investigación genética sobre una de las áreas comerciales más importantes del mundo antiguo ofrece nuevas ideas sobre el movimiento y las interacciones de los habitantes que vivieron en diferentes zonas de Asia occidental entre dos eventos trascendentales ocurridos en la historia humana: los orígenes de la agricultura y el surgimiento de algunas de las primeras ciudades del mundo.
El trabajo llevado a cabo revela que un alto nivel de movilidad humana no solo condujo a una difusión de ideas y de cultura material, sino también a una sociedad más conectada genéticamente, mucho antes del surgimiento de las ciudades, y no al revés, como se pensaba anteriormente. Los hallazgos se añaden a nuestra comprensión sobre cómo se produjo exactamente el el desarrollo del urbanismo.

Los investigadores, formados por un equipo internacional de científicos, entre los que se halla la profesora de Antropología de Harvard, Christina Warinner, analizaron los datos de ADN de 110 restos óseos de Asia occidental desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce, hace entre 7.500 y 3.000 años. Tales restos provenían de yacimientos arqueológicos en Anatolia (actual Turquía), el norte del Levante, que incluye países como Israel y Jordania, y naciones del sur del Cáucaso como Armenia y Azerbaiyán.

Christina Warinner, autora principal del estudio que explora el desarrollo de las primeras ciudades. Foto de archivo de Kris Snibbe / Harvard.

Con base en su análisis, los científicos describen dos eventos genómicos, uno ocurrido hace unos 8.500 años y el otro hace 4.000 años, que apuntan a una mezcla genética a largo plazo y movimientos graduales de población en la región.

“Dentro de este ámbito geográfico se cuenta con una notable cantidad de poblaciones distintas y grupos ideológicos diferentes que interactúan bastante, pero no quedaba claro en qué medida la gente se estaba moviendo realmente o si esto era simplemente un área de alto contacto comercial", dice Warinner. “Lo que podemos ver es que, en lugar de que este período se haya caracterizado por migraciones dramáticas o conquistas, lo que observamos es una mezcla paulatina de diferentes poblaciones y de ideas que se van filtrando en este crisol en el que vemos el surgimiento del urbanismo, el nacimiento de las ciudades", añade.
El estudio fue dirigido por el Centro de Investigación Max Planck-Harvard para la Arqueología del Mediterráneo Antiguo y publicado en la revista Cell, con Warinner como miembro principal del equipo.

Pintura mural de alrededor de 3.400 a. C., hallada en el yacimiento arqueológico de Arslantepe, en el este de Anatolia (actual Turquía). Imagen cortesía de Max Planck-Harvard Research Center for the Archaeoscience of the Ancient Mediterranean and Missione Archeologica Italiana nell'Anatolia Orientale, Sapienza University of Rome.

Históricamente, Asia occidental, que incluye el Medio Oriente, es una de las ubicaciones geográficas más importantes del mundo. No solo creó algunas de las primeras ciudades de la humanidad, sino que sus primeras rutas comerciales sentaron las bases de lo que se convertiría en la Ruta de la Seda, una ruta que unía comercialmente Asia, Europa y África.

Sin embargo, incluso antes de estar conectada con otras regiones, las poblaciones de Asia occidental ya habían desarrollado sus propias tradiciones y sistemas de organización y complejidad social. Las áreas estudiadas en el trabajo de investigación jugaron un papel decisivo en la evolución de la agricultura y comunidades de pastores hacia las primeras sociedades a nivel estatal.
Con dicho estudio, los investigadores han querido llenar algunos de los vacíos antropológicos de los orígenes de la agricultura y de las ciudades para comprender mejor cómo se unieron estas diferentes comunidades para formar núcleos urbanos, una dinámica que aún en la actualidad no se entiende muy bien.

"Lo que vemos en arqueología es que la interconectividad dentro de Asia occidental tuvo un gran desarrollo, y áreas como Anatolia, el norte de Levante y el Cáucaso se convirtieron en un centro para el intercambio de ideas y de cultura material", dice Eirini Skourtanioti (izquierda), estudiante posdoctoral en el Instituto Max Planck y autora también principal del estudio, en un video que acompaña el lanzamiento del artículo (ver más abajo). "El objetivo de nuestro trabajo consistía en comprender el papel de la movilidad humana a lo largo de este proceso".

Los investigadores, que provenían de muchas disciplinas y países, incluidos Australia, Azerbaiyán, Francia, Italia, Alemania, Corea del Sur, Turquía y los EE. UU., reunieron 110 restos óseos antiguos conservados en museos y laboratorios de todo el mundo, y tomaron muestras de dientes y parte del hueso temporal llamado 'peñasco' o 'hueso petroso' que alberga el oído interno. El análisis genético fue realizado por científicos del Instituto Max Planck, entre las que estaba la profesora Warinner.

El documento de investigación describe cómo las poblaciones de Anatolia y del Cáucaso meridional comenzaron a mezclarse hace aproximadamente 8.500 años. El resultado fue un cambio gradual en el perfil genético, el cual durante un milenio se extendió lentamente por ambas áreas hasta entrar en lo que actualmente es el norte de Irak. Conocido como un 'cline' o 'clina' en genética, esta mezcla indicó a los investigadores la movilidad humana ocurrida en el área y el desarrollo de un crisol genético regional en Anatolia y sus alrededores.

Arriba: diadema de cobre y plata con conexión transcaucásica procedente de una Tumba Real en Arslantepe, al este de Turquía. Abajo: cerámica relacionada con Mesopotamia en Arslantepe (período de palacio) Crédito: Missione Archeologica Italiana nell'Anatolia Orientale, Sapienza Univ. de Roma (fotógrafo: Roberto Ceccacci)

El otro cambio que los investigadores detectaron no fue tan gradual. Analizaron muestras de las antiguas ciudades de Alalakh y Ebla en lo que hoy es el sur de Turquía y el norte de Siria, y comprobaron que hace unos 4.000 años el norte de Levante experimentó una introducción relativamente repentina de nuevas gentes.

Los sutiles cambios genéticos apuntan a una migración masiva, y el momento se corresponde con una severa sequía en el norte de Mesopotamia, lo que probablemente derivó en un éxodo hacia el norte de Levante. No obstante, los científicos no están muy seguros, pues, en la actualidad, no hay genomas bien conservados de las personas que vivieron en Mesopotamia.

Restos esqueléticos de 'Lady in the well' (Mujer en el pozo) hallados en Alalakh, Hatay, Turquía. Crédito: Murat Akar © Alalakh Excavations Archive.

Junto con los hallazgos sobre la interconectividad en la región, el documento presenta nueva información sobre la migración a larga distancia acontecida durante la Edad del Bronce tardía, hace aproximadamente 4.000 años. El cadáver solitario de una mujer, encontrado enterrado en un pozo, estaba genéticamente relacionado con personas que vivieron en Asia Central, no en parte de la actual Turquía.

"No podemos conocer exactamente su historia, pero podemos recopilar mucha información que sugiere que ella o sus antepasados fueron inmigrantes bastante recientes procedentes de Asia Central", afirma Warinner "No sabemos el contexto en el que llegaron al Mediterráneo Oriental, pero este es un período de creciente conectividad en esta parte del mundo".
El cadáver tenía muchas heridas y la forma en que fue enterrado indica que tuvo una muerte violenta. Warinner espera que más análisis genómicos puedan ayudar a desentrañar la historia de esta antigua mujer.

Para Warinner, quien obtuvo su maestría en 2008 y su doctorado en 2010 en la Escuela de Graduados de Artes y Ciencias de la Unversidad de Harvard, tales estudios son una prueba de las ideas que el análisis de ADN puede proporcionar cuando las pistas tradicionales no cuentan la historia completa.
"Lo que es realmente interesante es que vemos cómo estas poblaciones se están mezclando genéticamente mucho antes de que veamos evidencias claras de ello en la cultura material, mucho antes de que veamos evidencias directas en la cerámica o en las herramientas, o en cualquiera de los artefactos arqueológicos más convencionales", explica Warinner.

“Esto es importante porque a veces estamos limitados respecto a cómo vemos el pasado. Es decir, vemos el pasado a través de los artefactos, a través de las evidencias que la gente deja atrás, pero a veces están ocurriendo eventos que no dejan rastros de manera convencional, y es mediante el uso de la genética como podemos acceder, por ejemplo, a estas mezclas tempranas de poblaciones que antes no eran tan evidentes", concluye.


Fuentes: Universidad de Harvard | phys.org | 29 de mayo de 2020

La muralla de Gengis Kan no era lo que parecía

Estatua en recuerdo de Genghis Khan (Antiquity)

Hay una parte de la Gran Muralla china tan alejada del resto que uno casi puede pensar que no forma parte de ella. Esta estructura fortificada, conocida como el muro de Gengis Kan, se sitúa en la zona norte, fuera de los límites del país. Construida en algún momento entre los años 1000 y 1300 d. C., siempre se creyó que había actuado como línea de defensa ante las hordas mongoles. Las últimas investigaciones, sin embargo, parecen descartar este extremo.
La “línea norte”, como también se la conoce, abarcaba un total de 737 kilómetros a través de la estepa de Mongolia, hogar ancestral de distintas tribus nómadas que se agrupaban bajo el nombre de Xiongnu. Por primera vez, los arqueólogos han podido mapear por completo esta construcción y han determinado que su función principal habría sido vigilar la región del Imperio Kitán, fundado en el 907 por la dinastía Liao, de herencia nómada, y que cayó en 1125 ante los yurchen, una tribu que habitó el territorio donde actualmente se ubica la frontera oriental entre Rusia y China.

Uso no militar

“Nuestro análisis del muro sugiere que no fue hecho para defenderse contra grandes ejércitos invasores o incluso contra incursiones nómadas en tierras sedentarias”, afirma el profesor Gideon Shelach-Lavi (izquierda), de la Universidad Hebrea de Jerusalén, autor principal del artículo publicado en la revista Antiquity. “Más bien estaba orientado a controlar los movimientos de las poblaciones nómadas y sus rebaños”, añade.

Genghis Khan (traducido con mayor precisión como “Chinggis Khan”) nació en 1162 y logró unificar a las tribus nómadas mongoles del norte de Asia, un pueblo guerrero de hábiles jinetes especialistas en el tiro con arco. Cuando Temuyín -que era su verdadero nombre- se alzó con el título de Gran Kan, inició un proceso de expansión que le llevó a dominar el norte de China, Asia Central, Persia o Afganistán.

Los restos de la muralla y de una estructura cercana (Antiquity)

Evidentemente, las fechas de construcción de la muralla -que se alzó durante el periodo medieval, entre los siglos XI y XIII- y del auge de Gengis Kan parecen coincidir. Pero los investigadores, tras examinar la ubicación y la forma en que se construyó la muralla, creen que el objetivo de la construcción era poder observar a los nómadas que vivían en la zona norte del territorio Kitán.

Muchas de las estructuras asociadas al muro no están ubicadas en puntos estratégicos altos, que serían los más adecuados para la defensa militar. El análisis reveló, en cambio, que estaban situadas a altitudes más bajas, probablemente más cerca de las carreteras y otros lugares que ayudarían al control de la población. “Nuestros hallazgos sugieren que la suposición de que todas las murallas son estructuras militares debe ser cuestionada”, indica Shelach-Lavi. ”Necesitamos estudiar cada estructura y su contexto para comprender mejor las razones por las que fueron realizadas”, añade.

Mapa de Asia oriental y Mongolia durante los siglos XI (A) y XII (B). La línea del muro norte está marcada en negro (Antiquity)

La famosa Gran Muralla es, en realidad, la suma de múltiples fortificaciones levantadas poco a poco entre los últimos milenios antes de Cristo y el siglo XVII. Una de esas fases de construcción tuvo lugar durante el período medieval e implicó edificar muros que abarcaban un territorio de hasta 6.500 kilómetros de largo.

Situada principalmente en Mongolia, aunque también tiene algunas partes en Rusia o China, “la línea norte” es la sección más septentrional de la Gran Muralla. Se extiende a través de grandes partes de la estepa, que fue el hogar de las tribus nómadas que habitualmente asaltaban la China imperial.

Dos estructuras asociadas a la muralla septentrional (Antiquity)

”Esta enorme estructura es extremadamente enigmática”, señala Shelach-Lavi. “A pesar de las especulaciones, no está claro cuándo fue construida exactamente, por quién y con qué propósito”. Si realmente fuera una muralla para protegerse de Genghis Khan, su importancia debería estar registrada en los documentos de la época. Pero no es así y, cuando aparece, es en menciones pasajeras.

Durante la investigación, los arqueólogos identificaron hasta 72 estructuras a lo largo del muro organizadas en pequeños grupos (como si fuera asentamientos), cada uno ubicada aproximadamente a 30 kilómetros de distancia. “Esta consistencia (en la organización) indica que el muro probablemente se construyó en una sola fase” durante el Imperio Kitán, afirman.

Fuente: lavanguardia.com | 9 de junio de 2020

Encuentran en la antigua ciudad de Patara en Turquía una inscripción acerca de un senador romano hasta ahora desconocido

Junto a la actual ciudad de Gelemis, en la provincia turca de Antalya, se encuentra el yacimiento de la antigua ciudad portuaria de Patara, cuyo oráculo de Apolo solo era superado en importancia por el de Delfos.

Allí, en las ruinas del teatro romano, los arqueólogos han encontrado una inscripción dedicada a un senador romano cuyo nombre era desconocido hasta ahora. Se trata de una estela de mármol que apareció durante las excavaciones de una capa con evidencias de incendio junto al proscenio, esto es, la zona del escenario más cercana al público.

Teatro romano de Patara / foto Procopius en Wikimedia Commons

La estela se pudo reconstruir a partir de las 27 grandes piezas en que estaba rota, para ser estudiada por los epigrafistas. La inscripción está dedicada por Vilia Procula a su hijo Tiberius Claudius Flavianus Titianus Celer (Tiberio Claudio Flaviano Titiano Celer).

La familia Vilius era una de las más ricas y políticamente influyentes del lugar, que era asimismo un importante puerto marítimo y centro comercial de la confederación Licia, siendo una de las pocas ciudades que tenía el mayor número de votos, hasta tres. Vespasiano convirtió a Patara en la capital de su nueva provincia de Licia y Panfilia, y más tarde se haría famosa en el mundo cristiano porque en ella hizo escala Pablo de Tarso en uno de sus varios viajes.

Desenterrado de la inscripción / foto Universidad de Akdeniz.

El padre de Vilia Procula financió la construcción del proscenio, pero no llegó a verlo terminado. Así que fue Vilia quien lo completó y dedicó en el año 147 d.C.

La inscripción ahora descubierta proporciona detalles sobre Celer, como que era senador romano y gobernador de Chipre y la provincia del Ponto; que ocupó varios cargos cívicos y judiciales, y era miembro del comité de reparto de grano de la ciudad.

La arqueóloga Havva Iskan Isik con el resultado final / foto Universidad de Akdeniz.

Según la arqueóloga Havva Iskan Isik, de la Universidad de Akdeniz, y que dirige el equipo que trabaja en la zona, "es una inscripción muy importante. Teníamos datos sobre la madre y el padre de Celer con el mismo nombre. Sin embargo, no teníamos suficiente información sobre él".

Fuente: labrujulaverde.com| 8 de junio de 2020

La estatua de una mujer romana encontrada durante las obras de excavación en Patara crea gran emoción


Las excavaciones continúan en la mundialmente famosa ciudad antigua de Patara, en la provincia meridional turca de Antalya. La estatua de una mujer de 1900 años de antigüedad encontrada durante las obras de excavación creó gran emoción.

Las obras de excavación en la ciudad antigua de Patara, iniciadas por el profesor Fahri Işık y su equipo en 1988, continúan bajo la presidencia de la Dra. Havva İşkan Işık desde el año 1999.

"Un tipo de escultura muy conocido"

La Dra. Havva İşkan Işık, catedrática del Departamento de Arqueología de la Facultad de Letras de la Universidad del Mediterráneo, y directora de las excavaciones, anunció que encontraron una nueva escultura durante los trabajos que se llevaban a cabo en el escenario del teatro.
Işık afirmó que la estatua está en muy buenas condiciones y está hecha en mármol de calidad, con una altura de 1,57 metros. Işık explicó que la estatua romana, que no tiene cabeza, fue diseñada a la altura de una mujer real cuando se la considera con la cabeza puesta.

"Muy valioso para la arqueología licia"

Işık declaró que la construcción del escenario del teatro de Patara se inició por Quintus Vilius Titianus, uno de los principales ciudadanos de la ciudad, y fue completada por su hija Vilia Procula después de su muerte. También explicó que había construido y colocado muchas esculturas en el escenario.

Işık piensa que la cabeza de la estatua representaría muy probablemente a la esposa de un emperador, a la propia Vilia Procula o a uno de los miembros femeninos de su familia.
También destacó que el número de esculturas que quedan de la antigua Licia hasta hoy es muy bajo. Por esta razón, según explicó, cada escultura encontrada es muy valiosa para la arqueología licia.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, proclamó el 2020 como 'Año de Patara'.

Fuente: trt.net | 17 de junio de 2020

Los molares de los individuos de la Sima de los Huesos (Atapuerca) comparten características del tejido dental con Homo antecessor y los neandertales

Mapa cromático del espesor del esmalte del molar superior M1 (AT-2071) de un individuo de la Sima de los Huesos comparado con el de Homo antecessor (ATD6-103) correspondiente a la Gran Dolina de Atapuerca, con el de un neandertal (La Quina-H18) y con un humano moderno de origen europeo. La variación del grosor topográfico se representa mediante una escala de pseudocolor que va del azul oscuro más fino al rojo más grueso. NEA = Neandertal y MH = Humano moderno de origen europeo (O = oclusal, L = lingual). Barra de escala = 1.75

El Grupo de Antropología Dental del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) ha publicado esta semana en la revista PLOS ONE un artículo que supone otro paso adelante en la caracterización de los individuos del yacimiento de Sima de los Huesos (Atapuerca, Burgos) y su relación con neandertales y Homo antecessor, y contribuye a esclarecer los pasos evolutivos que resultaron en la dentición característica de los homininos del Pleistoceno Superior.

En este artículo, liderado por la investigadora Laura Martín-Francés (CENIEH y PACEA-Universidad de Burdeos, izquierda), se han analizado los tejidos dentales de los molares de los individuos del Pleistoceno medio europeo, hallados en Sima de los Huesos, y se comparan con especies del registro fósil y con humanos modernos.

Para llevar a cabo este estudio comparativo, se ha examinado mediante microtomografía computarizada (mCT) e imágenes de alta resolución la estructura interna de 72 molares superiores e inferiores de este yacimiento de Atapuerca, que se contrastaron con más de 500 molares pertenecientes a especies del género Homo, extintas y actuales, de África, Asia y Europa.

De todo el registro fósil analizado, sólo los neandertales presentan un patrón estructural único de tejidos molares (grosor de esmalte, porcentaje de tejidos y su distribución en la corona) que, además, no comparte con ninguna otra especie. “En comparación con dicho registro y con los humanos modernos, los neandertales poseían un esmalte fino, con una proporción mayor de dentina y un patrón de la distribución más disperso”, afirma Laura Martín-Francés.


Mapa cromático del espesor del esmalte de un molar superior M2 (AT-2175) de un individuo de la Sima de los Huesos de Atapuerca comparado con el de Homo antecessor (ATD6-103) correspondiente a la Gran Dolina de Atapuerca, con el de un neandertal (Krapina D96) y con un humano moderno. La variación del grosor topográfico se representa mediante una escala de pseudocolor que va del azul oscuro más fino al rojo más grueso. NEA = Neandertal y MH = Humano moderno de origen europeo (O = oclusal, L = lingual). Barra de escala = 1.75

Se ha podido determinar que los molares de los individuos de Sima de los Huesos poseían un esmalte grueso y, que, por tanto, no comparte con los neandertales este rasgo. Sin embargo, sí que comparte con ellos el patrón de distribución de los tejidos.

“Los resultados sugieren que, aunque el complejo de rasgos típicamente neandertal apareció más tarde, ciertos aspectos de la estructura de los molares en los neandertales estaban ya presentes en los homininos de Sima de los Huesos. Anteriormente habíamos identificado este mismo patrón en Homo antecessor, otra de las especies recuperadas en Atapuerca”, añade Laura Martín Francés.


Mapa cromático del espesor del esmalte de un molar superior M3 (AT-805) de un individuo de la Sima de los Huesos de Atapuerca comparado con el de Homo antecessor (ATD6-103) correspondiente a la Gran Dolina de Atapuerca, con el de un neandertal (Krapina, D99) y con un humano moderno. La variación del grosor topográfico se representa mediante una escala de pseudocolor que va del azul oscuro más fino al rojo más grueso. NEA = Neandertal y MH = Humano moderno de origen europeo (O = oclusal, L = lingual). Barra de escala = 1.75

La población de Sima de los Huesos, relacionada genéticamente con los neandertales, representa una oportunidad única para el estudio de la aparición del patrón estructural de los tejidos molares “típico” neandertal.

Fuente: cenieh.es | 10 de junio de 2020

Descubren en Sri Lanka el uso tecnológico del arco y la flecha más antiguo del mundo: hace unos 48.000 años

Tecnologías de puntas óseas halladas en Fa-Hien Lena (Sri Lanka). Puntas óseas de proyectil (A a H) y rascadores (I a K). (A y B) Bipuntas geométricas (C y F) bipuntas empotradas, las flechas rojas indican muescas recortadas; (D y E) Puntas simples para empotrar; flechas y rectángulos en rojo indican el desgaste del enmangue fijo; (G y H) bipuntas simétricas.

Los orígenes de la innovación humana se han buscado tradicionalmente en los pastizales y las costas de África o en los ambientes templados de Europa. Los entornos más extremos, como las selvas tropicales de Asia, se han pasado por alto en gran medida a pesar de su profunda historia de ocupación humana. Ahora, un nuevo estudio proporciona la evidencia más temprana sobre el uso del arco y la flecha -y tal vez la confección de ropajes- fuera de África hace entre ~ 48.000 y 45.000 años en los trópicos de Sri Lanka.

Mapa de Sri Lanka, que muestra la ubicación de Fa-Hien Lena y las zonas de vegetación del país.

La isla de Sri Lanka, en el Océano Índico, justo al sur del subcontinente indio, alberga no sólo antiguos fósiles de nuestra especie, Homo sapiens, sino que también conserva evidencias claras de la ocupación humana y el uso y gestión de ambientes selváticos tropicales fuera de África desde hace ~ 48.000 a 3.000 años, lo que refuta la idea de que estos entornos, supuestamente pobres en recursos, actuaron como barreras para los humanos migrantes del Pleistoceno. La cuestión de cómo éstos obtuvieron exactamente los recursos en la selva tropical, incluidas las fuentes de alimentos de rápido movimiento como los monos y las ardillas, sigue sin resolverse.

En este nuevo estudio, publicado en Science Advances, un equipo internacional de investigadores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI-SHH), en Alemania, la Universidad Griffith de Australia y el Departamento de Arqueología del Gobierno de Sri Lanka, presentan evidencias sobre el uso más temprano de la tecnología del arco y la flecha realizado por humanos más allá de África. Con ~ 48.000 años de antigüedad estas herramientas son anteriores a la primera tecnología similar encontrada en Europa. La clara evidencia de su uso en puntas óseas de flechas preservadas muestra que probablemente fueron utilizadas para cazar presas difíciles de capturar en la selva tropical. Y no solo eso, sino que los científicos muestran que otras herramientas óseas pudieron haber sido utilizadas para hacer redes o ropajes en dicho escenario, alterando así drásticamente los supuestos tradicionales sobre cómo ciertas innovaciones humanas se vinculaban con requisitos ambientales específicos.

Entrada a la cueva de Fa-Hien Lena en Sri Lanka (Max Planck Institute)

¿Cazar al aire libre y refugiarse del frío?

Los productos culturales europeos en forma de arte rupestre, esculturillas óseas increíblemente detalladas, tecnologías de herramientas óseas y ropa a medida, se han considerado con frecuencia como el pináculo del desarrollo cultural humano del Pleistoceno tardío. Allí, las innovaciones simbólicas y tecnológicas se han visto como mecanismos clave de supervivencia que equipaban a las poblaciones en expansión para poder enfrentarse a los climas fríos del norte. Al mismo tiempo, los descubrimientos de la tecnología más antigua del arco y la flecha, y los comportamientos artísticos o simbólicos en pastizales abiertos o entornos costeros de África, han enmarcado la "sabana" y los ambientes marinos, respectivamente, como impulsores importantes de los primeros experimentos culturales y de caza realizados por humanos del Pleistoceno en su territorio evolutivo.

Como coautor del nuevo estudio, Patrick Roberts (izquierda), del MPI-SHH, argumenta: "Este enfoque tradicional ha significado que otras partes del mundo, como África, Asia, Australasia y las Américas, a menudo han sido marginadas en las discusiones sobre los orígenes de la cultural material, tales como los nuevos métodos de caza con proyectiles o innovaciones culturales asociadas con nuestra especie". Sin embargo, los últimos veinte años han puesto de relieve cómo los humanos del Pleistoceno ocuparon y se adaptaron a una variedad de ambientes extremos a medida que migraron más allá de África, incluidos los desiertos, los entornos de gran altitud y los bosques tropicales como los de Sri Lanka.

Troquelado de astas con herramientas para trabajar la piel y / o plantas hallados en Fa-Hien Lena. (A y B) clavija ósea o alisador procedente de un primate cercopiteco; (C) asta en blanco; (D y F) punzón o cuchilla procedente de primate cercopiteco; (E) lasca de un molar de muntiaco, un mamífero rumiante; (G y H) clavijas o puntas de hueso de un primate cercopiteco; (I) cuña metapodial de un cérvido.

Una casa tropical

En el nuevo estudio se observa a los científicos recurrir a la cultura material muy bien conservada en la cueva de Fa-Hien Lena, en el profundo corazón de los bosques de la zona húmeda de Sri Lanka. Como coautor, Oshan Wedage (derecha), doctor en el MPI-SHH, afirma: "Fa-Hien Lena se ha convertido en uno de los sitios arqueológicos más importantes del sur de Asia desde la década de 1980, preservando restos de nuestra especie, sus herramientas y sus presas animales en un contexto tropical". Algunos de los hallazgos principales de este enclave incluyen notables herramientas de hueso puntiagudas, simples y dobles, que los científicos sospechan han sido utilizadas en la explotación de recursos tropicales. Sin embargo, faltaban pruebas directas en ausencia de un análisis microscópico detallado de alta resolución sobre las mismas.

Michelle Langley (izquierda), de la Universidad Griffith y autora principal del nuevo estudio, es experta en el análisis de rastros microscópicos en el uso de herramientas líticas y óseas, así como en la creación de cultura material simbólica en contextos del Pleistoceno. La aplicación de métodos de vanguardia al material hallado en Fa-Hien Lena confirmó la hipótesis de los investigadores. Tal como Langley afirma: "Las fracturas en las puntas indican daños por impactos producios con alta potencia, algo que generalmente se ve asociado en la caza de animales con arco y flecha. Esta evidencia es, además, anterior a cuaquier hallazgo similar en el sudeste asiático en 32.000 años y es actualmente la primera evidencia clara del empleo de esta tecnología más allá del continente africano".

Las pruebas de esta innovación humana temprana no se detiene ahí. Al aplicar el mismo enfoque microscópico a otras herramientas óseas, el equipo identificó características que parecen estar asociadas con la pesca en agua dulce en arroyos tropicales cercanos, así como con el trabajo de fibras vegetales para hacer redes o ropajes. "También hemos encontrado evidencias claras de producción de cuentas de colores de mineral ocre y la fabricación refinada de cuentas de conchas intercambiadas desde la costa, y de una antigüedad similar a otros materiales de 'significación social' encontrados en Eurasia y el sudeste asiático hace aproximadamente 45.000 años", dice Michelle Langley. Ambas circunstancias revelan una compleja red social humana temprana en los trópicos del sur de Asia.

Cultura material simbólica hallada en Fa-Hien Lena. (A y B) Posible espátula decorada, lanzadera o alisador en hueso; (C a E) cuentas de concha marina Conus spp. (Fy G) Nassariidae; (H a K y O) cuentas ocre, (L) colorante amarillo, (M) colorante rojo y ( N ) colorante de mica.

Un juego de herramientas flexible para nuevos terrenos de caza

El nuevo estudio destaca que los arqueólogos ya no pueden seguir vinculando los desarrollos tecnológicos, simbólicos o culturales específicos, a humanos del Pleistoceno en una sola región o entorno. "Las evidencias de Sri Lanka muestran que la invención de arcos y flechas, ropajes y señalización simbólica se produjo varias veces y en diferentes lugares, incluso dentro de las selvas tropicales de Asia", dice el también coautor Michael Petraglia (derecha) del MPI-SHH.
"Además del aislamiento en ambientes fríos, la ropa también puede haber ayudado contra los mosquitos tropicales, y en lugar de solo cazar mamíferos en los pastizales", agrega el zooarqueólogo Noel Amano (izquierda), otro coautor del MPI-SHH, "los arcos y las flechas ayudaron a los humanos a conseguir pequeños animales, primates y roedores que habitan en los árboles", añade.

Si bien los arqueólogos se han centrado durante mucho tiempo en la singularidad de los marcadores europeos como comportamiento de modernidad, el nuevo estudio es parte de una creciente conciencia de que muchas regiones del mundo vieron emerger nuevas tecnologías extraordinarias y complejas al final del Paleolítico.

"Los seres humanos de aquel tiempo muestran un extraordinario ingenio y una gran capacidad para explotar una variedad de nuevos entornos", señala Nicole Boivin (derecha), directora del MPI-SHH e igualmente coautora del estudio. "Estas habilidades les permitieron colonizar casi todos los continentes del planeta hace unos 10.000 años, lo que nos colocó claramente en el camino de ser la especie global que somos hoy en día".

Fuente: Instituto Max Planck| 12 de junio de 2020