Los artistas prehistóricos del norte de la península ibérica ya seguían modas en sus grabados 27.000 años atrás

Fotografía y calco del caballo B.II.1, grabado en la pared derecha de la Cueva de Aitzbitarte III (O. Rivero y D. Garate). Crédito: Garate et al, 2020 (PLOS ONE, CC BY)

Los artistas prehistóricos ya seguían "modas" en las formas de representar su grabados artísticos en las paredes de las cuevas, según ha constatado un grupo de arqueólogos españoles, que ha detectado la existencia de "redes de contacto" entre estos creadores 27.000 años atrás.

Esta es la principal conclusión de un estudio elaborado por expertos del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC), la Universidad de Salamanca (USAL), el Centro Nacional de Investigación de Evolución Humana (Cenieh) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), que ha sido publicado este miércoles por la prestigiosa revista especializada Plos One.

Cuevas decoradas en la región cantábrica oriental (de Nervión a Bidasoa) y Pirineos occidentales (de Bidasoa a los Gaves de l'Adour) (mapa base: https://maps-for-free.com): en negro, cuevas descubiertas durante el siglo XX; en rojo, cuevas encontradas en el siglo XXI; en círculo, conjuntos pre-magdalenienses; triángulo para los magdalenienses y cuadrado para conjuntos complejos (pre-magdalenienses y magdalenienses).

La investigación se basa en la comparación de unos grabados recientemente descubiertos en las cuevas guipuzcoanas de Aitzbitarte (Errenteria) con el arte parietal existente en otras 17 grutas europeas.

"Se trata de grabados, principalmente de bisontes, ejecutados de una manera hasta ahora nunca vista en la cornisa Cantábrica. Una especie de moda a la hora de ejecutar los grabados, más propia del sur de la actual Francia y de algunas zonas del mediterráneo", explica Diego Garate (izquierda), director del proyecto y miembro del IIIPC en una nota de prensa.

Otra de las investigadoras, la especialista en arte paleolítico de la USAL, Olivia Rivero (derecha), precisa que "esta corriente artística, localizada en las cuevas de Aitzbitarte III, V y IX, se define por la representación de animales con los cuernos y extremidades en vista frontal, pero que contienen detalles específicos como la figuración del pelaje o las pezuñas".

Los investigadores han comparado mediante "estadística multivariable" estas figuras con otras localizadas en distintas grutas europeas y han concluido que su distribución coincide con la dispersión de las herramientas más frecuentes en la región hace unos 27.000 años.

Grabados en el panel A de Aitzbitarte III. Arriba: Calco del panel formado por cabeza de un pájaro y un bisonte. Abajo a la izquierda: detalle del grabado de la cabeza del pájaro. Abajo a la derecha: detalle del grabado del bisonte (O. Rivero y D. Garate).

En concreto, el miembro del Cenieh, Joseba Ríos (izquierda), constata que "la dispersión de este estilo coincide en gran manera con la de los buriles de Noailles y las puntas de Isturitz, unos útiles que aparecieron en el Pirineo occidental hace entre 31.000 y 29.000 años y que posteriormente comenzaron a extenderse hacia la zona de Francia, hasta llegar finalmente a la zona Mediterránea".

"Por poner un ejemplo, mientras en Aitzbitarte grababan bisontes siguiendo estas convenciones específicas, en el resto de la cornisa Cantábrica se dibujaban ciervas rojas aplicando la pintura con el dedo", apunta el director del proyecto.

No obstante, Diego Garate, puntualiza que también "existen ciertos detalles comunes para ambos estilos: como la manera de representar los caballos o la ausencia de la perspectiva en las extremidades, una circunstancia que permite deducir que, a pesar de la existencia de peculiaridades en regiones concretas, en aquella época ya existían redes de intercambio cultural de gran distancia".

Calco y fotografía de detalle de las patas delanteras de los uros grabados en Aitzbitarte III (O. Rivero y D. Garate).

Distintos expertos internacionales en el tema, como la directora del proyecto de la cueva de Chauvet y prehistoriadora de la Universidad de Toulouse (Francia), Carole Fritz (derecha), han destacado la importancia de esta investigación ya que, en su opinión, "es una auténtica novedad localizar por primera vez grabados de este tipo en la península ibérica", recuerda la nota.

En la misma línea se pronuncia José Luis Sanchidrián (izquierda), de la Universidad de Córdoba, para quien "el estudio demuestra una fuerte interrelación regional de la expresión gráfica parietal desde momentos muy antiguos".

Además de la financiación de la Diputación de Gipuzkoa y del Ayuntamiento de Errenteria (Gipuzkoa), la investigación ha contado con la ayuda de los espeleólogos de los grupos Félix Ugarte Elkartea y Aizpitarte Elkartea. "Sin su ayuda, este patrimonio seguiría siendo desconocido para la humanidad", concluye Diego Garate. EFE

Fuente: lavanguardia.com | 28 de octubre de 2020

Fotografía y trazado de bisontes grabados en el Sector A de la cueva V de Aitzbitarte (O. Rivero y D. Garate).

Grabados de bisontes en cuevas españolas revelan una cultura artística común en la antigua Europa

El arte rupestre descubierto recientemente en cuevas del norte de España representa un estilo artístico cultural común en la antigua Europa, pero previamente desconocido en la península ibérica, según un estudio publicado en la revista PLOS ONE por Diego Garate, del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, España, y un equipo de investigadores afines.

La historia del arte prehistórico incluye varios complejos culturales caracterizados por diferentes estilos y convenciones artísticas. En 2015, se descubrieron nuevas estancias de arte rupestre en tres cuevas del cerro Aitzbitarte (Guipúzcoa), las cuales representan un estilo artístico previamente desconocido en la península ibérica. En este estudio, Garate y sus colegas han comparado este estilo artístico con otros existentes en toda Europa.

Los grabados de Aitzbitarte IX. Arriba: pasaje colapsado en Aitzbitarte IX con el panel decorado a la izquierda. Abajo: fotografía y calco de la cabeza de un bisonte grabada en Aitzbitarte IX (O. Rivero y D. Garate).

Las obras de arte de las cuevas de Aitzbitarte consisten principalmente en grabados de bisontes, con los característicos cuernos y jorobas de estos animales. Los autores subrayan el estilo particular con que se han dibujado los cuernos y las patas de los mismos, generalmente sin la perspectiva adecuada. Las extremidades se representan como una "doble Y", con ambas patas visibles, y los cuernos se dibujan de manera similar uno al lado del otro con una serie de líneas en medio.

Esto es consistente con el estilo artístico del complejo cultural Gravetiense, caracterizado por costumbres específicas en el arte, la elaboración de herramientas y prácticas funerarias hace aproximadamente entre 34.000 y 24.000 años. Esta cultura es conocida en toda Europa, pero no se había visto antes en la península ibérica. Los autores han combinado los descubrimientos de Aitzbitarte con datos del arte rupestre de toda Europa para mostrar que la cultura Gravetiense estaba más extendida y era más variada de lo que se pensaba anteriormente.

Fotografía y calco en el panel B.VII al pie de la rampa en Aitzbitarte III: animal indeterminado; cuernos de bóvidos y los cuartos traseros de un caballo. (O. Rivero y D. Garate).

Los autores añaden: "El estudio analiza las particularidades de los grabados de animales paleolíticos encontrados en las cuevas de Aitzbitarte en 2016. Estas imágenes prehistóricas, principalmente representando bisontes, fueron diseñadas de una forma nunca antes vista en el norte de España, siguiendo una especie de moda en la forma de dibujar los grabados que es más característico del sur de Francia y algunas partes del Mediterráneo. El estudio demuestra, pues, las estrechas relaciones regionales que existían en el arte rupestre de Europa Occidental desde tiempos muy tempranos, al menos hace 25.000 años".

Fuente: phys.org | 28 de octubre de 2020

La primera gran batalla en Europa, hace unos 3.250 años, fue provocada por el control del comercio a grandes distancias

El cráneo de un hombre muestra claramente las huellas de un combate en el río Tollense (Alemania).
Fuente: Picture Alliance / Jens Büttner

Hace 3.250 años, al mismo tiempo que Troya era reducida a cenizas, tuvo lugar en suelo europeo una de las primeras batallas más importantes del continente. En la actual Alemania, cerca del río Tollense —a 150 kilómetros de Berlín y a 50 del mar Báltico—, entre 4.000 y 5.000 hombres de la Edad del Bronce libraron una batalla sin precedentes para hacerse con el control de un puente que cruzaba una ruta de interés para ambos bandos. Ahora, milenios más tarde, se ha descubierto que tal batalla podría en realidad haber sido una masacre y no un combate entre dos pueblos armados.

Un grupo de arqueólogos ha llegado a tal conclusión al analizar los restos de los partícipes de la batalla. "El perfil de algunos no corresponde necesariamente con la de un guerrero, sino con la de gente que se pasó la vida transportando cosas", ha declarado el arqueólogo Detlef Jantzen, arqueólogo de la Oficina Estatal de Cultura y Preservación de Monumentos de Mecklemburgo-Pomerania Occidental al periódico The Times tras examinar varias de las columnas vertebrales. Por ello, los investigadores han llegado a la conclusión de que aquel episodio violento fue realmente una emboscada en lugar de una guerra.

El arqueólogo Detlef Jantzen examinando un cráneo. Fuente: Picture Alliance / Dpa

Esta nueva hipótesis resuelve una de las grandes incógnitas. Cuando se encontró este campo de batalla en 1996, emergieron restos de caballos, dagas, objetos de Mesopotamia, Egipto y hasta cadáveres de mujeres. ¿Cómo podría haberse concentrado tal variedad en el norte de Alemania?

En ningún campo de batalla antiguo de Europa o el Mediterráneo se han descubierto tantos huesos humanos. Hasta el momento, se han recuperado las osamentas de unos 140 combatientes. Una exposición especial del museo arqueológicoal aire libre en Groß Raden cerca de Sternberg (distrito de Ludwigslust-Parchim) presenta actualmente una selección de los hallazgos.

En aquellas tierras perecieron alrededor de 1.400 personas. La mayoría, tal y como indica la nueva lectura de los investigadores, fueron comerciantes que llevaban todo tipo de objetos de lujo. En este sentido, la masacre fue tan agresiva, violenta y numerosa, que fue confundida durante décadas por la guerra más antigua de Europa.

Restos de la batalla del valle de Tollense (S. Sauer / Antiquity).

Arqueros

Las primeras informaciones acerca de los hallazgos del río Tollense eran espectaculares. Se desconocía cómo una zona donde predominaban pequeñas aldeas y granjas aisladas podía haber albergado una batalla de tales magnitudes. Tal y como escribe Geoffrey Parker (izquierda), uno de los historiadores más prestigiosos de la actualidad, en Historia de la guerra (Akal), "las sociedades con territorio abundante y escasez de recursos humanos suelen preferir conflictos de carácter ritual en los cuales solo luchan realmente unos pocos 'adalides', aunque su destino decide el de todos los demás".

Inicialmente, los hallazgos provocaron varias hipótesis. Los científicos interpretaron el lugar como un cementerio prehistórico, cuyas tumbas podrían haber sido destruidas por una inundación. También entraba en juego el que fuera un lugar para ceremonias religiosas, durante las cuales se podían haber realizado sacrificios humanos.

Sin embargo, las conocidas costumbres funerarias de la región hablaban en contra de un cementerio: los residentes de la Edad del Bronce solían enterrar a sus muertos en tierra seca. La proporción de edad y género tampoco coincidía con un lugar de entierro. La gran mayoría de los muertos eran hombres y perdieron la vida, hasta donde se ha podido determinar, entre los 20 y los 40 años. El hecho de que esto no sucediera según algún ritual similar conocido, sino mediante el uso de diferentes armas, habla en contra de un acto de culto.

Foto: Punta de flecha de bronce clavada en un cráneo. Fuente: Picture Alliance / Dpa

Basándose en los rastros de heridas en los restos óseos, los científicos paleoforenses pudieron descifrar qué armas se utilizaron. Los guerreros se atacaban entre sí con lanzas, garrotes, espadas y, sobre todo, arcos y flechas. Alrededor de 50 puntas de flecha de bronce demuestran que la mayor parte de la batalla se libró con esta arma de largo alcance.

Además, las espadas en particular atrajeron el interés de los científicos. Durante mucho tiempo, la tesis fue que las armas de bronce raras, de alta calidad y correspondientemente valiosas, se usaban de modo principal como ostentación con el fin de demostrar el prestigio de sus portadores. Ahora, sin embargo, tanto las heridas como los signos de uso en varias espadas encontradas mostraban que habían sido utilizadas en combate.

Foto: Recreación de la batalla mostrada en una exposición del Museo Estatal de Prehistoria de Halle.

Espadas y jinetes en el campo de batalla.

Otra observación encajaba con esto. Varios de los muertos eran aparentemente jinetes, como lo demuestran los cambios típicos en sus articulaciones óseas, asi como algunas fracturas óseas que se explican por caídas desde cierta altura o ataques desde abajo. Esto podría significar que los guerreros a caballo que lucharon en el río Tollense estaban organizados bajo una jefatura o jerarquía de mando correspondiente a una sociedad estructurada. Aquí no se trata de hordas de campesinos con garrotes que lucharon salvajemente, sino ejércitos organizados.

No está claro quiénes eran los combatientes y por qué lucharon entre sí. El análisis de isótopos de las piezas dentales realizado en la Universidad de Aarhus mostró que algunos de los combatientes comieron mijo durante muchos años. Eso sugirió un hogar en las estribaciones de los Alpes. Dado que inicialmente se asumió que este grano aún era desconocido en Mecklenburg hace 3.250 años, surgió la imagen de migrantes que, viniendo del sur, atacaron a los colonos en el Tollense.

Foto: Cayeron hombres de ambos lados. Más de 1400 murieron y muchos más resultaron heridos. La batalla se extendió por todo el valle en un centenar de focos de lucha.

Pero los científicos rechazaron esta hipótesis dado que el mijo era bien conocido en el norte de Alemania. "La esperanza de poder sacar conclusiones fiables sobre los orígenes de los combatientes con la ayuda del análisis de isótopos no se ha cumplido", dice Detlef Jantzen.

Ahora bien, los hallazgos han hecho cada vez más plausible por qué la pelea comenzó en este punto del río. En las aguas del Tollense, los excavadores encontraron una estructura de madera que probablemente pertenecía a un puente sobre el río, el cual, en su día, era mucho más ancho. La datación por radiocarbono de los restos de madera mostró una antigüedad de 3.900 años, pero la instalación todavía estaba en funcionamiento en el momento de la batalla.

Joyas de oro halladas en el campo de batalla del Tollensetal. Fuente: Picture Alliance / Jens Büttner

Lapislázuli de Afganistán

Presumiblemente, en este lugar se cruzaban dos antiguas rutas comerciales de larga distancia. Los artículos de lujo y estratégicos como el estaño, que era necesario para la fabricación de bronce, llegaban a través de las mismas.

Hace apenas unos días, los arqueólogos de Halle presentaron una perla que se encontró en una tumba de la Edad de Bronce cerca de Esperstedt (Saalekreis). Está fechada en 1200 a. C., y viene de Mesopotamia. Su color azul se debe al lapislázuli, el cual fue extrído en Afganistán. También en Neustrelitz, en Mecklemburgo-Pomerania Occidental, se descubrieron 180 perlas de vidrio provenientes del Mediterráneo y que también datan de alrededor del 1200 a. C.

Foto: Un conjunto de objetos de bronce que incluye herramientas, ornamentos y fragmentos metálicos hallados en el lugar de la batalla. V. MINKUS

Una fuerza del oeste se movió contra el control del puente

Las dimensiones de este comercio de larga distancia se hacen tangibles en el río Tollense. Aquí la vía fluvial se unía a través del Peene y el Tollense hasta el río Havel, al sur en la ruta que iba desde el este a Jutlandia y Baja Sajonia. Al mismo tiempo, en esta encrucijada fluvial chocaron diferentes culturas: en la Edad del Bronce Nórdica, al oeste estab la cultura de Lüneburg, y en el este la cultura lusaciana. Es muy posible que hubiera un centro regional en la zona del asentamiento, al este del Tollense, que aún está pendiente de excavación. Allí se detectaron arcos y muchas puntas de flecha de bronce que apuntan a conexiones hacia el este. Esas flechas rara vez se usaban más al oeste en ese momento.

De acuerdo con el estado actual de las cosas, y con la debida cautela, Detlef Jantzen aventura una hipótesis: hacia el 1250 a. C. Una fuerza avanzó desde el oeste hacia el puente sobre el río Tollense. Es de suponer que fue detectada a tiempo por personas de la orilla este, las cuales bloquearon el puente y tendieron una emboscada. La carnicería que siguió se prolongó durante al menos 2,5 kilómetros río abajo. Y mientras que los vencedores cuidaron de sus muertos, los perdedores dejaron a sus caídos.

La batalla no tuvo lugar por casualidad hace unos 3.250 años. En ese momento, el metal se estaba volviendo notablemente escaso al norte de los Alpes. Los artefactos de bronce usados ​​se tenían que reciclar, mientras que las piezas nuevas eran más fáciles de realizar. Además, las nuevas prácticas funerarias (cremación en lugar de entierro) apuntan a cambios de gran alcance entre la población. El colapso del comercio a larga distancia anticipó un escenario que, 50 años después, abrumaría a las culturas avanzadas de Oriente Medio: invasiones, revueltas, hambrunas y falta de recursos pusieron fin al sistema estatal altamente desarrollado de la Edad del Bronce.

Por el momento, las investigaciones de los arqueólogos continúan para arrojar aún más luz a un conflicto que hasta este año se había tomado como una de las grandes batallas europeas de la protohistoria.

Fuente: elespañol.com | welt.de | dailymail.co.uk| 26 de cotubre de 2020

La colección Marsal irrumpe en el museo Ibero de Jaén en aluvión: 8.500 piezas de gran valor arqueológico

La consejera de Cultura, Patricia del Pozo, supervisa la nueva colección - ABC

El Museo Ibero de Jaén cuenta con un total de 8.574 piezas más de esa civilización prerromana, procedentes del fondo arqueológico Ricardo Marsal Monzón, que ahora serán estudiadas y revisadas para determinar su estado de conservación y su incorporación a la exposición permanente prevista. Los bienes permitirán al centro jiennense reforzarse en las áreas de arqueología ibérica y patrimonio arqueológico.

El fondo, donado en 2005 a la Junta de Andalucía, está formado por un total de 108.670 bienes agrupados en 98.609 registros –monedas, en su mayoría, pero también un número significativo de piezas características de contextos funerarios– procedentes de compras a particulares. Las provincias más representadas en el conjunto son Sevilla, Córdoba y Jaén.

Varios conjuntos que forman parte del Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón (FARMM).

La consejera de cultura, Patricia del Pozo, ha expuesto que la ubicación de los fondos de «la colección Marsal en el museo Ibero forma parte de la apuesta del Gobierno andaluz por convertir el centro jiennense, inaugurado en 2017 sin colección permanente tras una inversión de 27 millones, en la mayor referencia internacional para el estudio y el conocimiento de este antiguo pueblo».

Con la incorporación del legado Marsal, el Museo Ibero (o íbero para quienes optan por la raíz griega) de Jaén ofrecerá a los visitantes un recorrido por las necrópolis del Bajo Guadalquivir, planteándose una próxima muestra en 2021 en torno a los santuarios territoriales, con una especial atención a los exvotos de bronce ibéricos, algunos de ellos procedentes de los yacimientos jiennense de Cástulo (Linares) y Turruñuelos (Úbeda).

Entre las piezas más destacadas de la colección están los relieves de caballos de época íbera, originarios probablemente de un santuario del municipio cordobés de Luque. Esculturas procedentes de Úbeda la Vieja y, muy especialmente, un lote de instrumentos agrícolas íberos de Giribaile, halladas en la población jiennense de Vilches, de gran importancia, dado que son escasas las herramientas de hierro localizadas en yacimientos íberos.

Monografía Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón (PDF 8,64 MB).

Fuentes: abc.es | elcorreoweb.es | 13 de octubre de 2020

El Museo de La Rioja acogerá la exposición 'Terra Sigillata' hasta el próximo 13 de diciembre

El Museo de La Rioja, tras su estreno en la pasada feria NACE, ya alberga una nueva exposición. Se trata de la muestra 'Terra Sigillata. Pasado, presente y futuro cerámico', que recorre y pone de relieve la tradición alfarera romana en La Rioja mediante enclaves de referencia en la historia cerámica como Tricio, Navarrete o el propio Museo logroñés, y que podrá visitarse hasta el próximo día 13 de diciembre.

En ella, según ha explicado esta mañana la directora general de Cultura durante su inaguración, Ana Zabalegui, «se habla intensamente de La Rioja y sus raíces vinculadas estrechamente a la cerámica y la alfarería, a través de la exhibición de diferentes piezas de la época romana, realizadas con la técnica de la terra sigillata, y una interesante explicación de cómo algunas de esas técnicas del Imperio Romano siguen vigentes en nuestros días».

La muestra también exhibirá las piezas procedentes de expolios realizados en el yacimiento arqueológico de Tricio hace 25 años, que fueron recuperadas por la Guardia Civil y, también, gracias al trabajo conjunto entre el Gobierno de La Rioja y el Ayuntamiento de Navarrete; así como otras piezas de terra sigillata contemporáneas realizadas por Avelino Carrasco, y producciones de los alfareros de Navarrete etnográficas sobre el oficio y sobre las técnicas actualizadas heredadas de las técnicas romanas.

Una exposición que contará con todas las medidas sanitarias para garantizar la seguridad de los asistentes que, según ha indicado Zabalegui, se ha conseguido gracias al trabajo conjunto llevado a cabo entre las administraciones.

La directora general de Cultura, Ana Zabalegui; la alcaldesa de Navarrete, Marisa Corzana, y la concejala de Cultura de dicho municipio, Emilia Fernández, han inaugurado esta mañana la exposición.

Sobre Terra Sigillata

Terra Sigillata es una expresión latina que significa «Tierra (o cerámica) sellada». Esta expresión hace referencia a un tipo de cerámica que se marca utilizando una estampilla, que contiene un motivo decorativo o el nombre del alfarero, y que tiene un color rojo brillante que la caracteriza. En época romana fueron numerosos los alfares en La Rioja, se solían situar cerca de los márgenes de los ríos. La mayor área productora de Terra Sigillata se encontraba en el Valle del Najerilla. Este gran complejo alfarero se conocía como Tritium Magallum, cuya traducción es «Tricio la grande», se encontraba en la actual ubicación de la localidad de Tricio (La Rioja) y fue uno de los mayores productores de vajilla que abasteció las mesas de todo el Imperio.

Estuvo en funcionamiento entre el siglo I y el siglo V d.C. La industria alfarera romana se instaló en esta zona y adquirió enorme relevancia por varios motivos: el primero fue por la disponibilidad de recursos y materias de alta calidad; por la existencia de una tradición alfarera indígena en la zona con artesanos que adoptaron las nuevas técnicas alfareras romanas; la situación estratégica de Tritium en la vía del Ebro que unía Tarraco, la capital provincial, con zonas mineras del noroeste de la península; y su proximidad al río Ebro y a Vareia (Varea, Logroño), que en aquella época albergaba el puerto navegable mediante el que se comercializaban las cerámicas de forma rápida y segura.

Fuentes: larioja.com | nuevecuatrouno.com | 15 de octubre de 2020

La combinación de tres métodos de datación confirma la antigüedad de yacimientos paleolíticos franceses

Excavación arqueológica en 2006 en el sitio de Oldowan de Lunery-la Terre-des-Sablons / Mathieu Duval.

Científicos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) acaban de publicar en la revista Quaternary International un artículo en el que se combinan de manera novedosa tres métodos de datación para confirmar la antigüedad de Lunery-la Terre-des-Sablons y Brinay-la Noira, dos yacimientos paleolíticos situados en Francia que son claves para el estudio de los primeros poblamientos de Europa.

La datación de estos yacimientos franceses siempre había sido un reto debido a la naturaleza y la antigüedad de los depósitos sedimentarios, por lo que hasta ahora, solo habían sido datados mediante Resonancia Paramagnética Electrónica (ESR).

El punto fuerte de este trabajo, fruto de la colaboración de investigadores de Australia, España, Francia e Italia, ha sido la combinación inédita de tres métodos de datación, aplicados según los protocolos más avanzados. Se ha vuelto a utilizar el método de ESR, pero de manera independiente y según un procedimiento más novedoso que los empleados anteriormente, y se han comparado sus resultados con los obtenidos mediante otros dos métodos independientes: la Luminiscencia (OSL) y el Paleomagnetismo.

“Es la primera vez que se consigue a aplicar OSL y Paleomagnetismo en estos yacimientos, y la utilización de tres métodos independientes ha arrojado resultados coherentes entre sí, lo que nos ha permitido obtener un marco cronológico muy sólido”, señala Mathieu Duval (izquierda), investigador Ramón y Cajal que lidera este trabajo.

Como explica este investigador del CENIEH, “si bien no es la primera vez que se aplican estos tres métodos en un mismo yacimiento arqueológico, es muy poco frecuente que se realice esta combinación de manera coetánea y concertada, dentro del marco de un estudio único, en lugar de hacerse a través de una sucesión de trabajos independientes”.

Más de 600.000 años de antigüedad

El yacimiento de Lunery-la Terre-des-Sablons, situado en el centro de Francia, proporciona una industria lítica de tipo Olduvayense similar a la que se puede encontrar en yacimientos españoles como Gran Dolina, y Sima del Elefante en Atapuerca (Burgos), o Barranco León y Fuente Nueva-3 en Orce (Granada). Hasta ahora se le atribuía una antigüedad aproximada de 1,1 millones de años a este yacimiento francés. Sin embargo, las nuevas dataciones implican un escenario sobre la formación del mismo más complejo de lo que se pensaba, y han proporcionado una fecha mínima de 710.000 años para esta industria.

Lasca procedente del yacimiento olduvayense de Lunery-la Terre-des-Sablons. Jackie Despriée

El segundo yacimiento, Brinay-la Noira, situado a unos 30 km al norte del anterior, presenta una industria lítica muy distinta, de tipo Achelense, o sea, similar a la que se puede encontrar en yacimientos españoles como la Solana del Zamborino (Granada) o Porto Maior (Pontevedra). Los nuevos resultados apoyan y refuerzan la propuesta anterior de 650.000 años, situando a Brinay-La Noira como uno de los yacimientos achelenses más antiguos del continente.

“Aunque estos yacimientos arqueológicos no sean tan antiguos como los de Atapuerca o los de Orce, son muy importantes para entender mejor las modalidades de los poblamientos antiguos del continente europeo al encontrarse al norte de los Pirineos, la gran barrera orográfica entre ambas zonas”, indica Josep M. Parés (izquierda), coordinador del Programa de Geocronología y Geología del CENIEH.

Laboratorios de datación únicos

Este trabajo ilustra el gran potencial del Programa de Geocronología y Geología del CENIEH como pone de manifiesto su coordinador Josep M, Parés: “Disponemos de un conjunto único de laboratorios dedicados a diferentes métodos de datación, y parte de nuestro trabajo se centra precisamente en la datación de las ocupaciones más antiguas de las regiones mediterráneas”.

En los últimos años, el Programa ha participado y liderado trabajos de datación de yacimientos de la península ibérica, como los de Atapuerca, Fuente Nueva-3, La Solana del Zamborino, Porto Maior, además de las ocupaciones más antiguas del Norte de África en Ain Boucherit (Argelia).

Investigadores de la UCA buscan restos del yacimiento romano de Balsa en Portugal con georradar 3D

Los trabajos, coordinados por el catedrático Lázaro Lagóstena, han permitido detectar estructuras romanas enterradas a gran profundidad y trazar una radiografía del subsuelo para conocer más detalles de este emplazamiento

Un grupo de investigadores de la Universidad de Cádiz, coordinado por el catedrático del área de Historia Antigua, Lázaro Lagóstena (izquierda), ha puesto en marcha un estudio arqueológico en el yacimiento romano de Balsa, en Luz de Tavira (Portugal). El objetivo principal de este trabajo es “conocer en profundidad la ciudad romana que se situaba en este emplazamiento hace aproximadamente 2.000 años”.

Tras la cancelación de las excavaciones previstas para el verano, debido a la pandemia, el trabajo de campo se ha reanudado con labores de exploración geofísica en el terreno para terminar de estudiar lo que queda del antiguo asentamiento romano. Para ello, disponen de tecnología especializada de última generación, como un georradar 3D, “un equipamiento que nos permite obtener imágenes en tres dimensiones del subsuelo, detectar estructuras enterradas y otras construcciones romanas, su configuración y la profundidad a la que se encuentran”, como apuntan los investigadores.

En la primera fase de esta investigación científica, los arqueólogos encontraron pistas valiosas que ayudaron a comprender un poco mejor la existencia de esta antiquísima ciudad romana situada en el suroeste de la península ibérica. “Sospechamos que en algunos terrenos de la antigua Quinta das Antas, se puede ubicar un gran edificio de espectáculos, dado que se hace referencia a la existencia de un circo en dos inscripciones de la zona”.

Investigación con georradar.

Asimismo, “se ha realizado por primera vez una investigación arqueológica mediante técnicas no invasivas en la colina que rodea las casas de la finca de Torre d’Aires, núcleo central del burgo romano”. De esta forma, este trabajo de campo ha consistido en una “radiografía del subsuelo pasando el dispositivo georradar de 2,7 metros de ancho, acoplado a un vehículo 4×4 en la superficie”.

Foto: Moneda romana acuñada en Balsa

Las conclusiones de este proyecto científico se conocerán en el mes de noviembre, tras un complejo proceso de filtrado y análisis de datos mediante un sofisticado programa informático. No obstante, “podemos adelantar que ya hemos documentado parte de la trama urbana de la ciudad romana, algunas factorías de salazones de su barrio pesquero y zonas de una necrópolis”. Con ello, se espera que “los resultados de este trabajo supongan un importante avance en el conocimiento de lo que aún existe de la ciudad, de la forma en que se estableció su urbanismo y del tipo de construcciones que existían en la época”, como aseveran desde la UCA.

Este trabajo se ha realizado con la colaboración de João Pedro Bernardes, de la Universidad de Algarve, y del arqueólogo del municipio de Tavira, Celso Candeias. Además, forma parte del proyecto científico Balsa, recuperación y difusión de una ciudad romana en el Suroeste Ibérico, financiado por el Programa Operativo del Algarve CRESC 2020 y dirigido por la Universidad de Algarve y el Centro de Ciencia Viva de Tavira.

Fuente: Universidad de Cádiz | 8 de octubre de 2020