Descubiertos grabados de entre 15.000 y 11.700 años de antigüedad en el yacimiento de Coves del Fem (Tarragona)

Imagen de la cara A de la plaqueta con las figuras grabadas resaltadas - MAC

La campaña realizada el pasado verano por el equipo de investigación que excava en el yacimiento de Coves del Fem (Ulldemolins, Tarragona) ha permitido descubrir una importante pieza de arte prehistórico en Cataluña: una plaqueta de piedra con las figuras de varios animales finamente grabadas, de una antigüedad entre 15.000 y 11.700 años.

Es un hallazgo excepcional, según los investigadores, que supone una nueva aportación al conocimiento del arte paleolítico en Cataluña, donde este tipo de restos aparecen muy raramente. Además, consolida la importancia del macizo del Montsant en relación con las expresiones artísticas paleolíticas del nordeste peninsular y abre una nueva perspectiva en la investigación del yacimiento, ya que amplía de manera muy considerable su cronología hasta el final del Paleolítico Superior.

Para hacer la pieza se empleó un canto rodado de pizarra, de forma ovalada y con dos caras planas y paralelas, que mide 18 centímetros de longitud por 12 de ancho. El estudio preliminar determina que, como mínimo, aparecen 6 figuras de animales, entre las cuales están representados 2 ciervos -un macho y una hembra-, 2 figuras que podrían ser un caprino o un bóvido y 2 figuras indeterminadas. También aparecen un gran número de líneas grabadas, hoy por hoy de difícil interpretación.

Desde la perspectiva de la técnica de elaboración, el equipo de investigación destaca la precisión del fino grabado, hecho con un instrumento de sílex muy agudo. En algunos casos, se muestran detalles anatómicos como los ojos, orejas, hocicos y cuernos. Destacan especialmente los grandes cuernos de un ciervo macho adulto, representados con 7 puntas.

Imagen de la cara A de la plaqueta de las Cuevas del Hacemos (Archivo del Museo de Arqueología de Cataluña, Guille)

Un descubrimiento sorprendente

El hallazgo se produjo durante la inspección de los bloques de piedra que se hallan dispersos en la superficie del yacimiento. Estos bloques quedan al descubierto debido a la erosión de los estratos producida por las crecidas de agua que han afectado a parte del yacimiento. Los habitantes de Coves del Fem utilizaban a menudo cantos rodados y plaquetas de esquisto para elaborar herramientas de todo tipo. Por este motivo se revisan todas las piedras de este tipo que aparecen. No es nada frecuente, más bien es una rareza, que estas plaquetas presenten grabados, por ello hallar la plaqueta grabada ha sido una sorpresa mayúscula para los investigadores.

Dado que la pieza se localizó sin un contexto estratigráfico preciso, la hipótesis de los investigadores sobre su antigüedad la sitúa entre unos 15.000 y 11.700 años antes de ahora, correspondiente a finales del Paleolítico Superior. Esta cronología se sustenta en la composición de la representación y el estilo de su ejecución, junto con la comparativa de elementos similares localizados en otros yacimientos y en los que se ha podido establecer su antigüedad de manera precisa.

La cara B de la piedra encontrada en Ulldemolins (Archivo del Museo de Arqueología de Cataluña, Guillem Fernández-Huerta)

Un alto valor simbólico

Además de su valor artístico, la pieza es especialmente valiosa por lo que representa: habla del mundo ideológico de los grupos cazadores-recolectores, en el que los grabados son representaciones simbólicas elaboradas con una finalidad que por ahora se desconoce.

Su presencia en Coves del Fem permite a los investigadores ponerla en relación con un sistema simbólico compartido con otros yacimientos de cronologías similares de la península ibérica, donde también se han documentado representaciones de animales sobre plaquetas de esquisto.

En cuanto a Cataluña, los objetos de arte paleolítico están muy pocos representados y solo contados yacimientos han ofrecido piezas de este tipo. En buena parte se concentran en un territorio relativamente pequeño, a caballo entre las comarcas del Priorat y la Conca de Barberà. Entre otros, destacan los hallazgos de Sant Gregori (Falset, Priorat), el abrigo del Molí del Salt (Vimbodí y Poblet, Conca de Barberà) y el yacimiento del Hort de la Boquera (Margalef del Montsant, Priorat), este último a pocos kilómetros de Coves del Fem, en el macizo del Montsant.

La cara B de la piedra, donde hay resaltados la cabeza y los grandes cuernos de un ciervo macho adulto, representadas con 7 puntas (UAB)

Un proyecto para estudiar el proceso de neolitización en el Montsant

Las excavaciones en el abrigo de las Coves del Fem son coordinadas por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), financiadas en el marco de los proyectos cuatrienales de investigación en materia de Arqueología y Paleontología convocados por el Departamento de Cultura de la Generalitat, y forman parte de un proyecto de investigación concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación. El proyecto cuenta, además, con el apoyo del Ayuntamiento de Ulldemolins, el Parc del Montsant y la familia Borrull, propietaria de la cueva. Desde que se iniciaron los trabajos, en 2013, se han realizado cinco campañas de excavaciones.

El objeto de estudio del proyecto se centra en la transición entre las últimas sociedades cazadoras-recolectoras y las primeras poblaciones agrícolas y ganaderas que se asientan en la cabecera del río Montsant. El objetivo es conocer cómo fue este poblamiento y profundizar así en el conocimiento del proceso de neolitización del nordeste peninsular, comparándolo con otras zonas del mediterráneo occidental donde se documentan distintas dinámicas sociales.

El proyecto de investigación está dirigido por Raquel Piqué, catedrática del Departamento de Prehistoria de la UAB; Xavier Terradas, investigador del CSIC en la Institución Milà i Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC) y Antoni Palomo, conservador de las colecciones de prehistoria del MAC.

De izquierda a derecha: Xavier Terradas (IMF-CSIC), Raquel Piqué (UAB) y Antoni Palomo (MAC). Foto: CSIC

El yacimiento Coves del Fem

Coves del Fem se localiza en el término municipal de Ulldemolins, en la comarca del Priorat (Tarragona). Se trata de un único gran abrigo, a pesar de que hay alguna pequeña cavidad aneja que habría contribuido a conformar su denominación en plural. Es un yacimiento singular, que reúne las características potenciales para poder contribuir de manera muy importante al conocimiento de la transición entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores del nordeste de la península ibérica.

El yacimiento presenta hasta ahora una amplia secuencia cronoestratigráfica que se corresponde al periodo final del modo de vida cazador-recolector e incluye algunas ocupaciones atribuibles al periodo de 6000-5500 a.C. Sin embargo, el hallazgo de la plaqueta grabada permite suponer que la cueva fue también frecuentada anteriormente por los cazadores-recolectores del final del Paleolítico.

Trabajos de excavación en las Coves del Fem (Tarragona)

Otras dataciones realizadas en el abrigo permiten extender el periodo de ocupaciones de la cavidad hasta la segunda mitad del V milenio a.C., con una amplia estratigrafía del Neolítico antiguo, que corresponde a las primeras comunidades campesinas y alcanza desde los primeros momentos del Neolítico antiguo cardial hasta el Neolítico epicardial. Esta estratigrafía supone una buena oportunidad para poder caracterizar el proceso de evolución de las primeras sociedades agricultoras y ganaderas y su consolidación en el nordeste peninsular.

A la excelente conservación de la estratigrafía se añade la buena preservación de estructuras ya desde los niveles mesolíticos, una buena conservación de las evidencias arqueobiológicas y un completo registro representativo de las diferentes producciones técnicas de estas sociedades. Todo esto hace de Coves del Fem un yacimiento importante para el estudio de la desaparición de los cazadores-recolectores y la dinámica de neolitización en el nordeste de la península ibérica.

Hasta el momento, el equipo de investigación ha excavado niveles neolíticos y mesolíticos y todavía no ha llegado a los niveles a los que podría pertenecer la pieza hallada. A pesar de ello, los investigadores piensan que, como pasa en otros yacimientos similares, este tipo de objetos no suelen ser nunca hallazgos aislados.

Foto: El guijarro que se ha localizado en las Cuevas del Hacemos y que se ha depositado en las vitrinas del MAC / Francesc Melcion

La plaqueta, en la exposición del MAC

La plaqueta será exhibida en la exposición “Art Primer. Artistes de la prehistòria”, que finalizará en enero de 2021. La exposición es un viaje de más de 50.000 años al descubrimiento del pensamiento creativo por parte de las sociedades prehistóricas.

La exposición aborda el tema de los orígenes del arte en la prehistoria, dedicando una especial atención a las manifestaciones del llamado "arte rupestre levantino", conservadas en los territorios de la fachada mediterránea de la península Ibérica y, en especial, en Cataluña.

Esta exposición ha sido recientemente nominada a los Global Fine Art Awards (GFAA). Es el primer programa anual creado para reconocer las mejores exposiciones e instalaciones a escala mundial, los Óscars de las creaciones expositivas. El programa GFAA distingue la innovación y la excelencia en el diseño de exposiciones, el contexto histórico, el valor educativo y el atractivo público. Este programa anual de premios reconoce a las mejores exposiciones de todo el mundo en museos, galerías, ferias, bienales e instalaciones públicas.

Fuentes: uab.cat | ccma.cat | 14 de diciembre de 2020

Descubren objetos de culto a la muerte «únicos» de hace 3.500 años en Chipre

Esqueleto de mujer de 30 a 40 años de la primera tumba con un botón de marfil decorado en el pecho. Foto: Peter Fischer.

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) ha encontrado una enorme cantidad objetos de culto a la muerte en Chipre, en una fosa común, que datan de hace unos 3.500 años. En la que fuera gran ciudad en la Edad de Bronce, Hala Sultan Tekke, este descubrimiento demuestra el extenso flujo comercial en el lugar.

Entre los «hallazgos más sensacionales» se encuentran una vasija «única» importada de Grecia vinculada a los ritos funerarios (1.350 a. C.), un sello babilónico con caracteres cuneiformes (1.800 a. C.) que ahora están siendo descifrados y un raro escarabajo con jeroglíficos del reinado de Nefertiti (1.350 a. C.).

Vasija decorada con carros de guerra y hombres armados. Grecia (ca. 1350 a. C.). Foto: Teresa Bürge

Vasija de cerámica única

Por ampliar lo apuntado, la singularidad de la vasija de 40 centímetros de alto radica en que «no se pudo encontrar un recipiente similar en ningún otro lugar. Está pintada en color marrón rojizo con patrones elaborados, y que se usaba como objeto ritual en los ritos funerarios.», explica la Universidad de Gotemburgo en un comunicado. Son las únicas de su época y en ellas podemos ver pintadas escenas detalladas de carros de guerra tirados por caballos y personas empuñando espadas. El material indica que la misma fue importada de Grecia alrededor del 1350 a. C.

“Un estudio de radar y magnetómetro a gran escala realizado por nosotros en 2017 indicó cavidades debajo de la superficie en un área al este de la ciudad y se ha demostrado en investigaciones anteriores que estas cavidades son pasajes que van a cámaras funerarias”, dice Peter Fischer (izquierda), profesor de arqueología que dirige la «La expedición Söderberg», que explora la ciudad junto con la Dra. Teresa Bürge (derecha), ambos de la Universidad de Gotemburgo.

Además, se han encontrado 52 esqueletos. Los análisis químicos de la tierra mostraron que los habitantes de la región estaban afectados por parásitos y la mortalidad de niños y adolescentes era muy alta. Se estima que uno de los individuos más viejos del lugar tenía 40 años.

Restos de vasijas encontradas en la excavación de una estructura funeraria en Hala Sultan Tekke, Chipre.

“En vista del hallazgo de la vasija ritual y la gran cantidad de objetos no asociados con los esqueletos, esta estructura debe explicarse como algo más que una gran tumba. Nuestra interpretación es que hemos expuesto un lugar de culto donde se practicaban ritos relacionados con la muerte".

Toneladas de escoria de cobre halladas en la ciudad demuestran que hubo una producción de cobre a gran escala, y esto expuso a las personas a sustancias nocivas para la salud humana como el plomo y el arsénico, que son comunes en el mineral de cobre.

Sello babilónico (ca 1800 a. C.) con escritura cuneiforme y escarabajo de Egipto. Foto: Peter Fischer

Sello con caracteres cuneiformes

Las estructuras funerarias se utilizaron durante un par de cientos de años, desde aproximadamente 1500 a 1300 a. C. Esto significa que para cada rito / entierro, se abrieron y luego se sellaron nuevamente con tierra.

“Una estimación aproximada es que en la primera tumba con 52 esqueletos hay 10 generaciones. Pertenecían a los miembros de una familia muy adinerada, probablemente de la clase dominante de la ciudad. Pero quedan una o dos capas de entierros".

"Además de las grandes cantidades de cerámica fina, hubo algunos hallazgos únicos de otros materiales. El primero de ellos fue un sello hecho de hematita, una piedra de color negro grisáceo reluciente, del más antiguo Imperio Babilónico (ahora Irak). Este sello, que data de entre 1800 y 1600 a. C., tiene sofisticados grabados de dioses, humanos y animales. Esto significa que se usó durante unos 300 años antes de que terminara en la ciudad de Hala Sultan Tekke".

"Por otra parte, tiene tres líneas de caracteres cuneiformes, lo que lo convierte en el hallazgo más importante. Se puede leer el nombre de un rey, por ejemplo, y actualmente lo estamos buscando en varios archivos cuneiformes de Mesopotamia, lo que nos dará una fecha más precisa y quizás una explicación de cómo terminó el sello en Chipre, a 1200 kms de distancia".

Figura de cerámica de la primera tumba, de fabricación local. Foto: Peter Fischer.

Gran cantidad de hallazgos

Entre otros hallazgos se encuentran un adorno de oro egipcio en forma de loto con incrustaciones de piedras preciosas y loza (cerámica vidriada con estaño), así como una serie de otras piezas de joyería en plata, bronce y oro.

“Otro objeto procedente de Egipto es un escarabajo con una inscripción en jeroglíficos que ha sido descifrado como: “Todo bien. Todos viven”: un saludo del reinado de Nefertiti y su esposo Echnaton que data aproximadamente de 1350 a. C. También encontramos dos grandes figuras femeninas con caras de pájaros y genitales claramente marcados. Cada figura tiene cuatro pendientes".

"Los nuevos hallazgos en la antigua ciudad reflejan el papel clave que Chipre y, en particular Hala Sultan Tekke, desempeñó como metrópoli comercial en el sistema económico del Mediterráneo. La riqueza de la ciudad se basaba en las exportaciones de cobre y púrpura para teñir telas. De hecho, se comprueban inconfundibles vínculos culturales y económicos entre la ciudad y una amplia zona geográfica. Los hallazgos provienen desde Cerdeña, en el oeste, hasta Afganistán, en el este, a 5.000 km de distancia, y desde Turquía, en el norte, hasta Egipto, en el sur”, dice Peter Fischer.

Abandonada alrededor del 1150 a.C., su privilegiada ubicación portuaria contribuyó a que esta ciudad se convirtiera en esa gran capital comercial durante 500 años, con contactos a larga distancia. La guerra y el cambio climático en combinación con el levantamiento de tierras, que separó el puerto del mar, llevaron a la caída en desgracia, según apunta Fischer. La antigua ciudad, de aproximadamente 50 hectáreas, se encuentra en el lago salado de Lárnaca, cerca del aeropuerto.

Fuentes: abc.es | University of Gothenburg | 16 de diciembre de 2020

Los moradores cántabros del Neolítico Final y el Calcolítico no comían alimentos del mar

Un estudio del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria ha descubierto que los habitantes que vivían en la región en el Neolítico y el Calcolítico en la región no consumían alimentos de origen marino a pesar de estar junto a la costa.

La investigación ha analizado restos humanos procedentes de las cuevas Los Avellanos I y II, situadas en el municipio cántabro de Alfoz de Lloredo, y matiza que esos antiguos moradores no comían productos del mar, al menos en cantidad suficiente para dejar su huella isotópica.

Según estudio del instituto cántabro, al que ha tenido acceso Efe y que ha investigado restos que custodia el Museo de Arqueología y Prehistoria de Cantabria, las cuevas de Alfoz de Lloredo fueron utilizadas como lugares funerarios durante el Neolítico Final y el Calcolítico (cuarto y tercer milenio antes de nuestra era).

En la investigación ha participado el grupo EvoAdapta de la Universidad de Cantabria y ha sido publicado en la revista científica Journal of Archaeological Science, como una aproximación multidisciplinar que ha utilizado dataciones de radiocarbono, análisis bioarqueológicos y de isótopos estables.

Los estudios bioarqueológicos sugieren que se enterraron tanto hombres como mujeres, y con representación de adultos de diversas edades, pero también jóvenes.

Los conjuntos de las cuevas Los Avellanos I y II muestran una mala conservación de los restos, así como los efectos de distintos procesos de alteración posteriores a su depósito.

Además, se ha constado que los humanos enterrados en estas cuevas tenían una dieta, sobre todo, de origen terrestre con consumo de plantas (cereales) e incorporando también proteínas de origen animal (carne y posiblemente productos lácteos).

Y los análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno indican que no consumían alimentos de origen marino, señalan los investigadores. Junto a ello, se ha datado que un grupo mayoritario de individuos de ambas cuevas muestra valores de isótopos de azufre coherentes con las condiciones ambientales locales.

Sin embargo, las cifras de tres de ellos son típicas de haber permanecido largos períodos tierra adentro, probablemente en zonas como la meseta castellana, lo que sugiere un cierto grado de movilidad a distancia de estas poblaciones.

Los análisis de ADN de estos individuos están en curso y serán un instrumento clave para aclarar las dinámicas de población y los movimientos en la región durante esa época de la Prehistoria.

Esta investigación, financiada por el Ministerio de Economía y el Banco Santander, ayuda a comprender mejor la aparición y desarrollo de las primeras sociedades campesinas en el norte peninsular y demuestra que integrar diferentes técnicas analíticas permite estudiar e interpretar depósitos funerarios en cuevas. EFE

Fuente: lavanguardia.com | 4 de diciembre de 2020

El yacimiento molinés de Los Rodiles (Guadalajara) recrea la historia de una gran ciudad celtíbera fortificada

Enclave del yacimiento de Los Rodiles (Gudalajara).

Cinco campañas de excavación después, el equipo de arqueólogos del yacimiento de Los Rodiles han reconstruido, mediante el estudio de los diferentes materiales extraídos, la historia de este oppidum o ciudad fortificada asentada sobre un cerro situado en el actual término municipal de Cubillejo de la Sierra, en Molina de Aragón, Guadalajara.

Ahora, el origen, vida y final de esta especie de capital celtíbera sin nombre conocido ha quedado recogida en el libro "El oppidum celtíbero-romano de Los Rodiles", escrito por María Luisa Cerdeño Serrano (izquierda), que ha sido profesora titular del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, Marta Chordá Pérez, arqueóloga del Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda, Teresa Sagardoy, técnica superior en Arqueología de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y Emilio Gamo Pazos, del Museo Nacional de Arte Romano.

Según Cerdeño, que además es directora del proyecto arqueológico de Los Rodiles, la importancia estratégica de este castro es evidente, ya que "la comarca de Molina de Aragón era parte del territorio histórico de la Celtiberia clásica y, en concreto, el yacimiento de Los Rodiles está situado en una loma y controla todas las zonas agropecuarias, de pastos y de arroyos, además de las propias vías de comunicación porque por esta zona hay conexión histórica entre este reborde oriental de la Meseta y el Valle del Ebro".

Un arqueólogo sobre los restos de una de las dos torres halladas en el yacimiento de Los Rodiles (Guadalajara).EQUIPO ARQUEOLÓGICO DE LOS RODILES

No en vano, tal y como ha apuntado, el oppidum molinés "llegó a tener cinco hectáreas y el núcleo principal de aproximadamente hectárea y media, con murallas con sillares ciclópeos para, además de su función defensiva, dejar claro cuál era el territorio principal de ese enclave, que era el centro principal de todo su entorno".

En cuanto a la base de la alimentación y modo de vida de sus pobladores, el trabajo publicado revela que su actividad era "básicamente agropecuaria, mayoritariamente, quizás, ganadera -de hecho, hemos hecho algunos estudios sobre la posible trashumancia a otros territorios- pero, además, Los Rodiles está precisamente ubicado justo encima de la gran llanura de Tortuera-La Yunta, que es una de las zonas más propicias para la agricultura de toda esta comarca, a la que hay que añadir toda la explotación de los bosques, con todos los recursos que proporcionan".

Vista de la muralla del yacimiento de Los Rodiles.EQUIPO ARQUEOLÓGICO DE LOS RODILES

Materiales extraídos

Cerámica en gran cantidad, algúnas fíbulas con la función de los actuales imperdibles y diversas herramientas para el trabajo cotidiano forman parte del grueso de los materiales hallados y extraídos en Los Rodiles.

Cerámica celtibérica pintada del yacimiento de Los Rodiles.EQUIPO ARQUEOLÓGICO DE LOS RODILES

Pero, junto a esos objetos personales abandonados por los celtíberos, los arqueólogos han encontrado, tal y como ha indicado María Luisa Cerdeño, "elementos metálicos romanos de gran interés histórico y cronológico, como unas puntas de proyectil, la parte central de los escudos, agujas de hueso seguramente para el pelo, y se empieza a emitir moneda, que también encontramos en el yacimiento, y comprobamos que las minas se reactivan".

Y es que -ha subrayado- "la gran novedad es que Los Rodiles es el relato arqueológico de las fuentes clásicas que nos narran hechos históricos, como, por ejemplo, la entrada de los primeros generales romanos, primero Catón, luego Sempronio Graco, que fue importante".

Precisamente con la entrada del general romano Sempronio Graco, "encontramos un nivel de incendio generalizado, que no fue devastador, pero sí está en todas las partes del poblado que hemos sondeado, y, justamente encima de ese nivel de incendio, aparecen ya las estructuras celtíberas con elementos romanos, como pueden ser los suelos especiales de cal blanca, una distribución un tanto distinta en las pocas viviendas que conocemos, una cerámica específica que sólo hacían los romanos que es la campaniense o de barniz negro y esos objetos metálicos típicamente romanos que hemos mencionado".

Todas esas huellas materiales recopiladas demuestran, según la profesora Cerdeño, que "el final del poblado es consecuencia de un abandono, no de un arrasamiento, ya que los romanos estaban interesados en su funcionamiento".

Y será en el siglo I a. C., cuando se produzca el abandono forzado del enclave celtíbero de Los Rodiles, cuando "al final de la guerra sertoriana, entre el 80 y 70 antes de Cristo, el general Sertorio es derrotado, todos sus partidarios, entre ellos los celtíberos, seguramente son obligados a marcharse de estos recintos fortificados, y ése es el final de Los Rodiles y de yacimientos como él".

Actualmente, tras la declaración del yacimiento molinés como Bien de Interés Cultural, BIC, en 2011, la directora del proyecto ha indicado que su equipo está trabajando para conseguir "que se retomen los trabajos en el yacimiento con el fin de que no acaben colapsando todas esas murallas y torres".

Por otro lado, ha puesto en valor los programas financiados por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha de investigación, estudio y recuperación de bienes culturales, ya que "se contrataba a mucha gente local, de los pueblos de la zona, y eso fue muy beneficioso, no sólo desde el punto de vista socioeconómico, porque les proporcionaba un trabajo temporal durante tres o cuatro meses, sino porque eso ha contribuido enormemente a la concienciación de todo el entorno de estos yacimientos sobre el valor de su propio patrimonio".

En este sentido, María Luisa Cerdeño ha concluido que "para que un bien patrimonial se conserve lo primero que hay que hacer es conocerlo, lo segundo valorarlo y lo tercero, como consecuencia, conservarlo".

Fuentes: cope.es | elpais.com | 3 de diciembre de 2020

La arqueóloga que encontró a los romanos en la Vasconia irreductible

Mertxe Urteaga recorre una galería romana. ALEX ITURRALDE

A sus 22 años, la arqueóloga Mertxe Urteaga planeó una exploración secreta por el subsuelo de las Peñas de Aya (Guipúzcoa). Aprovechó un fin de semana, cuando no había gente trabajando en las minas de Arditurri, para dirigir al geólogo Txomin Ugalde y al historiador Ricardo Berodia en la búsqueda de una rendija hacia el tesoro: hacia una galería romana en este territorio vascón que en teoría los romanos nunca habían conquistado.

Era 1982, la Real Compañía Asturiana de Minas explotaba el coto de Arditurri y acababa de ofrecer al Ayuntamiento de Oiartzun una pequeña joya: un tramo de galería romana que podría abrirse al público. Urteaga, una recién licenciada que trabajaba en los archivos del municipio, arrugó la nariz. Había visto fotos sacadas por los ingenieros en las minas, había leído informes que acumulaban polvo de dos siglos y sospechó que la empresa ofrecía ese caramelo, en un paraje remoto y sin valor económico, para distraer la atención de la maravilla que escondían aquellas montañas: una asombrosa red subterránea excavada hacía 2.000 años.

Mertxe Urteaga en el coto minero de Arditurri. ALEX ITURRALDE

“La empresa conocía los informes de Thalacker en 1803 o de Gascue en 1897 en los que se hablaba de una gran infraestructura romana, y conocía las bocas de muchas de aquellas minas”, explica Urteaga (izquierda. “Les servían para llegar a los filones y seguir explotándolos. Pero no decían nada porque no querían arqueólogos incordiando. Y en el mundo académico nadie hacía caso al asunto. El mito de que los vascones de la zona montañosa habían rechazado a los romanos estaba muy extendido, era una clave para explicar la pervivencia de la lengua vasca”.

Cuarenta años después, la guipuzcoana Urteaga nos guía por la vaguada de Arditurri para mostrarnos el paraje en el que ella y sus compañeros empezaron a agrietar el mito. En el regazo de las imponentes muelas de granito de las Peñas de Aya se cuela por una galería de dimensiones humanas: 1,80 metros de altura aproximada, una anchura que se puede abarcar con los codos desplegados y una forma suave y abovedada típica de los romanos, que encendían fogatas para fragmentar la roca y luego retocaban el túnel con picos.

“Enseguida percibimos la mano romana, fue muy emocionante”, dice, mientras acaricia la roca tallada, señala huecos donde los mineros depositaban lamparitas de aceite, muestra el canal que sigue desaguando, explica hallazgos de bateas de madera, picos de hierro, tejidos impermeables de lana con pelo: ropa de minero. “La sensación de avanzar por el interior de la tierra es muy intensa, te adentras en lo más profundo y de pronto descubres una huella humana de hace milenios… A mí este sitio me maravilla. Percibes el plan minucioso para acceder hasta el filón, las rectificaciones en el trazado de la galería, la inclinación para que desagüe. Es una construcción en negativo, un vacío escultórico. Parece una obra de Oteiza”.

Al cabo de 50 metros, esta galería horizontal conecta con otra diagonal muy inclinada por la que penetraron los prospectores romanos. Cuando encontraron el filón, los topógrafos tuvieron que determinar el nivel en el que debían perforar la segunda galería, la horizontal en la que trabajarían los mineros, por la que ahora caminamos. Una hipótesis dice que enlazaban docenas de metros de intestinos de gato hasta el exterior y los llenaban de agua: así podían ver desde fuera el nivel exacto del filón subterráneo.

Mertxe Urteaga en el coto minero de Arditurri, donde demostró con sus colegas que los romanos abrieron grandes minas en la zona. ALEX ITURRALDE.

La Compañía Asturiana cerró las minas en 1984 y dejó campo libre para los arqueólogos. Solo en Arditurri encontraron más de 40 zonas de explotación romana, incluidas obras tan complejas como un acueducto subterráneo de 425 metros que desaguaba las filtraciones y las sigue achicando– para que los mineros trabajaran 15 metros por debajo del río. “Cuatrocientos hombres durante 200 años no hubiesen sido suficientes para horadar todas estas galerías”, escribió el ingeniero Thalacker en 1803. Los arqueólogos descubrieron más explotaciones romanas en el entorno de las Peñas de Aya, tanto en Guipúzcoa como en Navarra, y así confirmaron la importancia de aquel distrito minero, uno de los principales productores de plata, hierro y cobre de la provincia Tarraconensis. Convencidos de que la ocupación romana debió de ser mucho más intensa de lo que se creía, Urteaga y sus compañeros del centro Arkeolan buscaron y hallaron otra gran sorpresa en pleno centro de Irún.

El coto minero de Arditurri. ALEX ITURRALDE

En 1992, aprovechando unas obras en la calle de Santiago, pidieron permiso al Ayuntamiento para buscar restos de un puerto romano. “Les daba la risa. Pero hicimos varios sondeos, el cazo de la excavadora iba sacando montones de limo negro y de repente soltó un montón de piezas de cerámica romana. ¡Tremendo! Encontramos miles de fragmentos, estructuras de madera, amarres… Era un puerto con muelles, almacenes, aduanas, un punto por el que circulaban salazones del Mediterráneo Oriental, cereales y vino del valle del Ebro, aceite de la Bética… Justo ahora estoy con una investigación en la que planteo que el puerto tenía una fachada monumental, para mostrar la importancia de la ciudad”.

Debajo de Irún estaba Oiasso, la ciudad de los vascones que mencionaban los geógrafos clásicos, con el puerto, las necrópolis y las termas que han ido desenterrando los arqueólogos, con trazas de templos y teatros que aún no han aparecido. “Algunas personas se acercaban a la excavación y nos tomaban el pelo: ‘Pero a ver, chicas, ¿todavía no sabéis que los romanos nunca llegaron aquí?’. Un señor pasaba todos los días junto a la excavación y nos insultaba”.

"¿Y eso?"

"A algunos, nuestros descubrimientos les sentaban fatal porque les rompíamos una idea de su identidad: Los romanos nunca ocuparon este país, los vascones se resistieron, por eso somos un pueblo peculiar con una lengua única… Ese mito estaba muy arraigado. Algunas personas del mundo cultural y académico también nos trataban como si estuviéramos cometiendo una traición".

Ella sostiene que la cultura vasca no sobrevivió a pesar de los romanos, sino gracias a ellos. “Su ejército era imparable, se instalaron en las zonas vasconas que les interesaban y los dirigentes nativos probablemente se integraron en el imperio para recibir ventajas: cargos políticos, negocios, nivel de vida. Gracias a los romanos, recibieron un cursillo de actualización acelerado. En un par de siglos adoptaron la escritura latina, las técnicas más avanzadas de construcción y agricultura, el urbanismo, el arte, la higiene, todo lo que otras civilizaciones habían desarrollado durante milenios. Hubo culturas que se quedaron al margen de esas modernizaciones y desaparecieron”.

Restos del puerto de Oiasso (Irún). / Fundación Arkeolan.

El pasado no existe, dice Urteaga. Siempre vivimos en el presente, son las ideas del presente las que modelan nuestra visión del pasado. El de Oiasso era el primer puerto romano de la península ibérica que veía..., no había más de una docena en todo el mundo, se trataba de un tesoro, pero debían apostar por la divulgación para que la sociedad vasca fuera entendiendo su valor. Contaban con unas pruebas arqueológicas consistentes y el apoyo de las instituciones públicas. Dieron conferencias, abrieron el Museo Oiasso, todos los años organizan un festival de cine arqueológico, otro de espectáculos romanos…

Hace unos años, Mertxe Urteaga conversaba durante un recorrido en tren con una señora de Irún. “Me preguntó en qué trabajaba, le dije que era arqueóloga y me contestó: ‘Ah, sabes que Irún fue una ciudad romana, ¿no?’. Pensé: ‘Ya está, lo hemos conseguido”.

Fuente: elpais.com| 6 de diciembre de 2020

Hallan nuevas evidencias de que los neandertales enterraban a sus muertos

¿El entierro de los muertos fue una práctica realizada por los neandertales o es una innovación específica de nuestra especie? Hay indicios a favor de la primera hipótesis, pero algunos científicos siguen siendo escépticos al respecto.

Sin embargo, por primera vez en Europa, un equipo multidisciplinario liderado por investigadores del CNRS y el Muséum National d'Histoire Naturelle (Francia) y la Universidad del País Vasco (España) ha demostrado, mediante una variedad de criterios, que un niño neandertal fue enterrado, probablemente hace unos 41.000 años, en el enclave arqueológico de La Ferrassie (Dordoña). Su estudio ha sido publicado en la revista Scientific Reports.

Excavaciones en el abrigo rocoso de La Ferrasie, Dordoña, Francia.

Se han descubierto decenas de esqueletos de neandertales enterrados en Eurasia, lo que lleva a algunos científicos a deducir que, como nosotros, los neandertales enterraban a sus muertos. Sin embargo, otros expertos se han mostrado reaccios al respecto, dado que la mayoría de los esqueletos mejor conservados, encontrados a principios del siglo XX, no fueron excavados con técnicas arqueológicas modernas.

En este marco, un equipo internacional liderado por los paleoantropólogos Antoine Balzeau (izquierda), del CNRS y Muséum National d'Histoire Naturelle, Francia) y Asier Gómez-Olivencia (derecha), de la Universidad del País Vasco, España), ha analizado un esqueleto humano de uno de los más famosos yacimientos neandertales en Francia: el refugio rocoso de La Ferrassie, en Dordoña.

Después de que se descubrieran seis esqueletos neandertales a principios del siglo XX, el yacimiento proporcionó un séptimo entre 1970 y 1973, perteneciente a un niño de alrededor de dos años (denominado La Ferrasie 8). Durante casi medio siglo, las colecciones asociadas a este espécimen permanecieron sin estudiar en los archivos del Musée d'Archéologie Nationale.

Restos fósiles de La Ferrassie 8. Musée des Eyzies de Tayac, Francia © Kroko pour Hominides.com

Pero, recientemente, un equipo multidisciplinario, reunido por los dos investigadores mencionados, ha reabierto los cuadernos de excavación y revisado el material, lo que ha revelado que había 47 nuevos huesos humanos no identificados durante la excavación y que, sin duda, pertenecían al mismo esqueleto infantil. Los científicos también realizaron un análisis minucioso de los restos óseos en cuanto a su estado de conservación, estudio de proteínas, genética, datación, etc. Tras ello, regresaron a La Ferrassie con la esperanza de encontrar más fragmentos del mismo; aunque no se descubrieron nuevos huesos, mediante el estudio de los cuadernos de campo de sus predecesores, pudieron reconstruir e interpretar la distribución espacial de los restos humanos y los raros huesos de animales que a ellos estaban asociados.

Examen del material de las excavaciones de la década de 1970 en el Musée d'Archéologie Nationale, Francia. Se clasificaron miles de restos óseos y se identificaron 47 nuevos restos fósiles pertenecientes al niño neandertal 'La Ferrassie 8'. Crédito: Antoine Balzeau - CNRS / MNHN.

Los investigadores demostraron que el esqueleto infantil había sido enterrado en una capa sedimentaria que se inclinaba hacia el oeste (la cabeza, hacia el este, era más alta que la pelvis), mientras que las otras capas estratigráficas del sitio se inclinaban hacia el noreste. Los huesos, que estaban relativamente dispersos, habían permanecido en su posición anatómica. Su conservación, mejor que la de un bisonte y otros herbívoros que se han encontrado en el mismo estrato, indica que se produjo un entierro rápido después de la muerte del infante. Además, el contenido de esta capa resultó ser menos antigua que el sedimento circundante. Y, finalmente, un hueso diminuto, identificado como humano por el análisis de sus proteínas y como perteneciente a un neandertal por su ADN mitocondrial, fue datado directamente a través del carbono-14 con una antigüedad de alrededor de 41.000 años, lo que lo convierte en uno de los restos neandertales más recientes con una datación directa.

Esta nueva información prueba que el cuerpo de este niño neandertal de dos años fue depositado a propósito en un pozo excavado en una capa sedimentaria hace unos 41.000 años. Ahora bien, será necesario llevar a cabo más descubrimientos similares para comprender la cronología y la extensión geográfica de las prácticas funerarias neandertales.

Fuentes: cnrs.fr. | phys.org| 9 de diciembre de 2020