Dos investigadoras desvelan el origen y características de los restos de caballos tartésicos hallados en Casas del Turuñuelo (Badajoz)

Ana Mayoral (a la izquierda) y María Martín, en la facultad de Veterinaria de la UEx. / ARMANDO MÉNDEZ

«Si me llegan a decir hace veinte años que acabaría en Extremadura...». Lo comenta María Martín Cuervo, que nació en Bilbao, se crio en Palencia, estudió en Córdoba, completó su formación en Alemania, Irlanda y Estados Unidos, y hoy da clases, investiga y estudia en la Universidad de Extremadura. Hace dos décadas, ella no conocía a la cacereña Ana Mayoral, con la que ahora comparte horas de trabajo y de ocio. Las dos son veterinarias, y llevan tiempo ayudando a descifrar los secretos que los tartesios dejaron en Casas del Turuñuelo, el yacimiento arqueológico de Guareña (23 kilómetros al sureste de Mérida).

Hace unos años, cerca de esta localidad pacense se descubrió algo que en el ámbito de la arqueología está teniendo repercusión internacional. La semana pasada, sin ir más lejos, El Turuñuelo atrajo hasta la región a un equipo de National Geographic. Lo que las excavaciones sacaron a la luz, tras siglos oculto bajo un montículo en medio de una llanura, fue un edificio enorme con un patio con restos de 47 caballos, además de otros animales como vacas, cerdos o perros.

Y, tratándose de Extremadura y animales, tenía que aparecer en escena la Facultad de Veterinaria, una de las más prestigiosas de España. «Cuando encontraron el patio con todos esos esqueletos, desde el CSIC contactaron con la Facultad, y entonces es cuando entré en el proyecto», cuenta Ana Mayoral, que en Cáceres estudió primero en Las Carmelitas, en el San Antonio y en la UEx. Tras licenciarse, completó su formación con estancias en las universidades de Murcia, Cornell (Nueva York, Estados Unidos) y Copenhague (Dinamarca).

Panorámica del patio del yacimiento de Casas del Turuñuelo con los restos de animales. / CONSTRUYENDO TARTESO.

La hecatombe del siglo V a.C.

Doctora en Veterinaria, profesora de Anatomía y de Embriología, el proyecto al que se refiere es el titulado 'Estudio de la hecatombe animal del yacimiento de Casas del Turuñuelo'.

Los investigadores trabajan para aclarar qué sucedió en ese punto concreto de la geografía extremeña en el siglo V antes de Cristo. Intentan responder a la pregunta de por qué aparecen los esqueletos de esos animales que entonces eran un lujo al que convenía mimar, porque servían para el trabajo y como medio de transporte. «Estamos ahora recopilando información a partir del estudio de materiales como los coprolitos (heces fosilizadas) o los huesos», explica Mayoral. Ella comenta que gracias al análisis óseo se puede llegar a conocer para qué tipo de trabajo eran empleados estos caballos e incluso cómo murieron.

La investigadora cacereña se lo está pasando bien con este trabajo, porque la arqueología y la historia son disciplinas que a ella ya le gustaban cuando era una niña. «Uno de mis hobbies ha sido siempre, desde chica, leer sobre las civilizaciones antiguas, sobre los egipcios, los mayas, los aztecas... Y ahora me encuentro estudiando a los tartesios».

Mayoral integra un equipo multidisciplinar, en el que hay arqueólogos, arquezoólogos, veterinarios, genetistas... Y en el que está Martín, una de las siete especialistas en Medicina Interna de caballos que hay en España, según el Colegio Europeo de Medicina Interna de Caballos. Esto le ha permitido viajar a India, Brasil, Hungría, China, Italia...

Recreación de la estructura arquitectónica de Casas de Turuñuelo.

Iberia a través de sus caballos

'Iberia a través de sus caballos' se titula el proyecto en el que trabaja Martín, que tras acabar la carrera, se fue primero a Hannover (Alemania), luego a Irlanda y más tarde a California (Estados Unidos). «Mi idea era quedarme en Estados Unidos, pero me surgió la oportunidad de venir a Extremadura y aquí sigo», explica la investigadora y docente. Que Martín acabara en Cáceres y no en algún otro sitio de España se explica en gran modo porque la facultad de Veterinaria de la UEx es la única del país que ofrece residencias en Medicina Interna de caballos y en Cirugía.

La región, además, le ofreció también la oportunidad de hacer el doctorado. «Todo han sido facilidades desde que llegué aquí en el año 2008», cuenta María Martín, que además de dar clases e investigar, es alumna de la facultad de Historia del Arte, toma clases de flauta travesera –ella estudió guitarra en el Conservatorio de Palencia– y compite en equitación, en la modalidad de doma clásica.

Aspecto de la zona del patio y la escalinata del edificio de Casas de Turuñuelo.

Entre sus cometidos en el proyecto relacionado con el Turuñuelo está el de realizar los TAC a los esqueletos de los équidos, e ir elaborando un banco de imágenes. Aunque hace eso y también otras tareas, como investigar las posibles enfermedades parasitarias o infecciosas que pudieran haber sufrido los animales alados en Guareña.

«Estoy disfrutando mucho este trabajo, me está ayudando a crecer como investigadora», dice Martín, que tiene claro que va a quedarse a vivir en Cáceres, donde ya se ha comprado una casa. «Aquí la calidad de vida es alta, y he encontrado un grupo humano muy bueno, he hecho amigos», resume. Lo que sí le complica los planes con frecuencia es el tren. O más bien la falta de él. «He llegado a tardar más en ir de Cáceres a Madrid que de Madrid a alguna capital europea –explica–. Me cuesta entender que tarde doce horas de China a Madrid y luego siete en ir de Madrid a Cáceres, entre la espera en la estación y el viaje en sí».

Fuente: hoy.es | 25 de abril de 2022

Descubren en China recipiente de hace 6.000 años empleado en elaborar alcohol

La botella en forma de huso ondulante encontrada en el sitio arqueológico de Xinghuacun. [FOTO DE WEN ZHAOYAN/PARA EL DIARIO DE CHINA]

Un equipo de arqueólogos ha descubierto en las inmediaciones de una famosa destilería del municipio chino de Xinghuacun, ubicado en la provincia de Shanxi, un antiguo recipiente que se usaba para preparar bebidas alcohólicas, informa China Daily.

La forma de la botella descubierta se asemeja al antiguo instrumento para hilar conocido como 'huso', ya que tiene una boca pequeña con un fondo puntiagudo. Además, el recipiente presenta un sello distintivo de la cultura neolítica Yangshao, que existió en el curso del río Amarillo hace unos 5.000-7.000 años.

La verdad sobre la antigua botella

Algunos investigadores creían que la botella, la cual tiene 6.000 años de antigüedad, se utilizaba para almacenar agua, pero esta suposición fue descartada por su particular forma característica, debido a que el centro de gravedad estaba en medio de la vasija.

Tras una extensa investigación, los expertos demostraron que el recipiente se empleaba para elaborar bebidas alcohólicas, después de descubrir que otras civilizaciones antiguas, tales como la babilónica, egipcia y griega, también usaban botellas con este tipo de fondo, las cuales se hicieron con dicha forma para poder ser enterradas, con el propósito de mejorar el proceso de fermentación.

Asimismo, la vasija tiene el antiguo carácter pictográfico chino de 'jiu', que significa 'bebida alcohólica'. El arqueólogo Su Bingqi descubrió, luego de consultar libros y registros, que el antiguo carácter se parece a una botella con el fondo de punta, y por ende, reconoció que esta se utilizaba para hacer alcohol. Otra investigación reveló que los restos encontrados en el fondo de la botella correspondían a una especie de vino hecho de cereales germinados.

El arqueólogo chino Bao Qian'an aseveró que se trata del recipiente de esas características más antiguo encontrado en el país. Actualmente, está exhibido en el museo de la destilería Xinghuacun Fenjiu Group.

De acuerdo con el medio, desde julio de 1982 comenzaron las excavaciones arqueológicas en el lugar donde se produjo el descubrimiento, el cual es conocido por ser uno de los pioneros en China en la elaboración del licor blanco, llamado 'baijiu'.

Fuente: cubasi.cu | 23 de abril de 2022

Descubren en la Franja de Gaza una estatuilla cananea de hace más de 4.500 años

Una estatuilla de piedra de más de 4.500 años, que representa el rostro de una diosa antigua, fue descubierta en el sur de la Franja de Gaza, anunciaron las autoridades del enclave palestino.

Tallada en piedra caliza, la estatuilla, de 22 centímetros de largo, data del año 2.500 a.C. y fue hallada por un agricultor que laboraba sus tierras en Jan Yunis, indicó el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Hamás, el movimiento islamista que gobierna en Gaza.

"La estatua representa a la diosa cananea Anat, que era la diosa del amor y de la belleza en la mitología cananea", indicó en un comunicado Jamal Abu Reda, encargado de la sección de antigüedades en el ministerio.

Foto: Anat era invocada por sus fieles para triunfar en el amor y en la guerra.

Conocida como la hermana y ayudante del principal dios cananeo Baal, su culto rápidamente se extendió, a lo largo de la costa oriental del Mediterráneo, por todo el Levante a mediados del tercer milenio antes de Cristo, convirtiéndose así en la diosa más adorada tanto por los cananeos como así también por los amorreos, egipcios, hebreos y libios.

"El objeto fue descubierto en lo que antaño fue una importante ruta comercial terrestre para varias civilizaciones que vivieron en la actual Franja de Gaza", precisó Abu Reda.

Fuente: infoabe.com | 25 de abril de 2022

Un nuevo estudio desafía las teorías de una llegada humana a las Américas anterior a hace 14.200 - 13.000 años

El yacimiento arqueológico Hell Gap en el este de Wyoming es uno de los sitios incluidos en un nuevo estudio que respalda la hipótesis de que los humanos llegaron por primera vez a las Américas hace al menos 14.200 años a través de Beringia y hace unos 13.000 años en las latitudes templadas de América del Norte. Crédito: Todd Surovell.

Un nuevo análisis de los enclaves arqueológicos en las Américas desafía las teorías relativamente nuevas de que los primeros habitantes humanos de América del Norte llegaron antes de la migración de personas de Asia a través del Estrecho de Bering.

Realizado por el profesor Todd Surovell (izquierda), de la Universidad de Wyoming y colegas de la misma Universidad y otras cinco instituciones, el análisis sugiere que la mala interpretación de la evidencia arqueológica en ciertos yacimientos de América del Norte y del Sur podría ser responsable de las teorías de que los humanos llegaron mucho antes de hace 14.200 - 13.000 años.

Los hallazgos de los investigadores aparecen hoy en PLOS ONE, una revista publicada por la Biblioteca Pública de Ciencias. El documento es el último avance en el debate sobre el poblamiento de las Américas, en el que algunos expertos cuestionan el consenso de larga duración de que los primeros pobladores fueron cazadores-recolectores que ingresaron en América del Norte desde Asia a través del puente terrestre de Beringia hace unos 14.200 años atrás, y luego se dispersaron hacia el sur a través de dos grandes glaciares hasta colonizar gran parte del continente de las Américas.

Las conclusiones de Surovell y sus colegas se basan en un análisis de depósitos arqueológicos mediante una nueva técnica estadística llamada Índice de Integridad Estratigráfica Aparente, la cual han desarrollado. Si bien la integridad estratigráfica de los enclaves arqueológicos tempranos en Alaska es alta, lo que produce evidencia sólida que respalda una ocupación humana inequívoca, los enclaves arqueológicos más al sur, que apuntan a una posible ocupación humana anterior, muestran signos de mezcla de artefactos correspondientes a múltiples períodos de tiempo.

Mapa de sitios utilizados en este estudio: (1) Dry Creek y Owl Ridge, (2) Holzman South, Swan Point y Broken Mammoth, (3) Cooper's Ferry, (4) Alm Shelter; (5) Helen Lookingbill; (6) Hell Gap; (7) Gault y Debra L. Friedkin, (8) Shawnee-Minisink. La zona de color azul claro muestra la extensión estimada de las capas de hielo continentales en 14.900 BP.

"Si los humanos lograron atravesar las capas de hielo continentales antes de hace 13.000 años, debería haber evidencias claras de ello en forma de al menos algunos componentes arqueológicos estratigráficamente discretos, con un recuento de artefactos relativamente alto. Hasta ahora, no existen tales evidencias", dicen Surovell y sus colegas. "En cambio, nuestros hallazgos respaldan la hipótesis de que la primera llegada humana al Nuevo Mundo ocurrió hace al menos 14.200 años en Beringia, y hace aproximadamente 13.000 años en las latitudes templadas de América del Norte. Aún no se han obtenido pruebas sólidas de presencia humana antes de esas fechas en el registro arqueológico”.

Específicamente, el nuevo análisis comparó la integridad estratigráfica de tres enclaves en los que se argumenta que contienen evidencia de ocupación humana anterior, dos en Texas y uno en Idaho, con la integridad de tres enclaves en Alaska, Wyoming y Pensilvania. Los tres yacimientos que afirmaban tener más de 13.000 años mostraban patrones de mezcla estratigráfica significativa, mientras que los otros no.

Un ejemplo de punta de lanza de 13.000 años hallada en un enclave de Pensilvania y que se incluyó en el estudio. Estas puntas de lanza representan la evidencia generalizada más antigua de personas en América del Norte. Crédito de la foto: Jim DiLoreto, Institución Smithsonian

Los investigadores no pudieron obtener información detallada sobre algunos otros yacimientos en América del Norte y del Sur que supuestamente contenían evidencias de ocupación humana antes de hace 13.000 años.

"Los sitios que afirman tener más de 13.000 años son pocos, y los datos que respaldan su estado como yacimientos se han difundido de manera deficiente", escribieron Surovell y sus colegas. "Dado el estado de los datos disponibles sobre estos sitios, debemos preguntarnos si hay yacimientos en América del Sur que muestren una ocupación cultural inequívoca y estratigráficamente discreta con un número suficiente de artefactos de clara fabricación humana".

Punta de lanza Clovis de 11.000 años de antigüedad hallada en Zacatecas, México. INAH, Foto: Manuel Macías Patiño.

El documento no descarta por completo la posibilidad de que los humanos colonizaran las Américas en una fecha anterior. "Pero si lo hicieron, deberían haber producido superficies de ocupación estratigráficamente discretas, algunas de las cuales se esperaría que tuvieran una gran cantidad de artefactos".

"El hecho de que lo hicieran en Beringia pero no al sur de los glaciares continentales sugiere que había algo fundamentalmente diferente en el comportamiento humano anterior a la cultura Clovis y/o en la geomorfología al sur de las capas de hielo, o bien que las evidencias que indican una presencia de humanos al sur de las capas de hielo se ha malinterpretado", escriben los investigadores.

Mapa que describe la apertura de las posible rutas de migración humana hacia las Américas.

"Como mínimo, nuestros resultados muestran que, cuando no hay presencia de ocupaciones discretas estratigráficamente, se deben realizar estudios adicionales para demostrar que existe una integridad estratigráfica entre la asociación de los artefactos y los estratos fechados".

Junto a Surovell en la investigación estuvieron los colegas de la UW, Sarah Allaun, Robert Kelly, Marcel Kornfeld y Mary Lou Larson; el arqueólogo del estado de Wyoming, Spencer Pelton; Barbara Crass y Charles Holmes, de la Universidad de Alaska-Fairbanks; Joseph Gingerich, de la Universidad de Ohio y del Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsonian; Kelly Graf, de la Universidad Texas A&M; y Kathryn Krasinski y Brian Wygal, ambos de la Universidad Adelphi.

Fuente: Universidad de Wyoming | 20 de abril de 2022

Los cazadores-recolectores magdalenienses crearon arte a la luz del fuego, dicen los arqueólogos

Fotografía que muestra los niveles de luz ambiental y la posición de las plaquetas de réplica en relación con el fuego (durante el experimento E). Crédito: Needham et al., 2022, PLOS ONE, CC-BY 4.0 (creativecommons.org/licenses/by/4.0/).

Las placas de piedra artísticas del Paleolítico son un tipo de arte mobiliario con grabados que aparecen principalmente en yacimientos magdalenienses, una cultura de cazadores-recolectores que data de hace entre 23.000 y 14.000 años.

Un equipo de científicos ha estudiado 50 de estas placas de piedra caliza halladas en Montastruc, un yacimiento magdaleniense del sur de Francia con un contexto arqueológico bien definido, una característica común a muchos yacimientos con arte excavados en el siglo XIX y principios del XX.

“Estas placas son un tipo de arte razonablemente común en el periodo magdaleniense, especialmente en Europa occidental. Hay algunas colecciones realmente importantes recuperadas en España, como en el yacimiento rupestre de La Garma, en Cantabria. A veces un yacimiento con este arte puede tener un solo ejemplo, como el francés de Étiolles, y en otros pueden contarse por centenares, como el alemán de Gönnersdorf”, dice a SINC Andy Needham (izquierda), autor principal del estudio (publicado en Plos One) en el departamento de Arqueología de la Universidad de York (Reino Unido) y codirector del Centro de Investigación de Arqueología Experimental de York.

Otra de sus características es que no siempre se encuentran en lugares donde se han recuperado otros tipos de arte paleolítico. Por ejemplo, mientras que el arte rupestre magdaleniense se conoce en Creswell Crags, en Inglaterra, hasta ahora no se han recuperado placas en ese país.

Fotografías y calcos digitales de plaquetas 675 (a; c) y 667 (b; d) de Montastruc. La barra de escala debajo de cada plaqueta tiene una longitud de 10 cm.

El uso de las plaquetas en Montastruc se ha estudiado mediante un programa de microscopía, modelado en 3D, realidad virtual y arqueología experimental, este último centrado en el calentamiento de la piedra caliza. Según los resultados del estudio, las placas fueron grabadas con diseños artísticos hace unos 15.000 años y presentan señales de daños por calor de color rosa en los bordes, lo que sugiere que fueron talladas cerca de la luz parpadeante de un fuego.

“Ha habido algunos informes sobre rastros de rubefacción en otras placas en diferentes yacimientos. En algunos trabajos de principios del siglo XIX, los excavadores sugirieron que estarían colocadas cerca de los fuegos. Otros investigadores identificaron roturas relacionadas con el calor en algunas partes de Francia”, explica a SINC Izzy Wisher (derecha), del departamento de Arqueología de la Universidad de Durham (Reino Unido) y coautora del estudio.

La interacción entre la piedra grabada y la luz del fuego hace que las formas grabadas parezcan dinámicas y vivas, lo que sugiere que esto pudo ser importante para su uso.

“El arte rupestre producido en cuevas oscuras se habría producido en condiciones similares, donde la oscuridad habría sido una constante y todo el arte se habría producido bajo la influencia de la luz parpadeante de velas, antorchas o fuegos. Es probable que Montastruc no sea el único y que esto haya sido un factor en otros sitios, ciertamente en cuevas y quizás también con otras colecciones de placas”, apunta Needham.

Fotografías que muestran una comparación entre una plaqueta de Montastruc (a, b) y la plaqueta réplica FS1.2 (c, d) utilizadas en el experimento E. (b y d) son imágenes manipuladas por DStretch© utilizando la matriz de espacio de color LAB para mejorar la decoloración rosada causada por el calentamiento. La barra de escala debajo de cada plaqueta tiene una longitud de 10 cm.

Placas custodiadas por el Museo Británico

Estos objetos fueron excavados en el siglo XIX y llevaban mucho tiempo en el Museo Británico, pero habían recibido relativamente poca atención académica. “Los métodos de excavación eran diferentes en el siglo XIX, lo que a veces dificulta el estudio de las colecciones, ya que no tenemos una imagen completa del contexto en el que se encontraron las placas. Queríamos ver si podíamos entender mejor estos objetos utilizando la arqueología experimental y las nuevas técnicas digitales, aunque ya no tengamos el contexto arqueológico completo del yacimiento”, añade Wisher.

La neurología humana está particularmente acostumbrada a interpretar los cambios de luz y sombra como movimiento, así como a identificar formas visuales familiares en esas condiciones de luz variables, con mecanismos como la denominada experiencia pareidólica.

“Es un fenómeno psicológico que consiste en ver formas significativas en patrones aleatorios, como animales o caras en las nubes. Este fenómeno surgió probablemente como una ventaja evolutiva para permitir a nuestros lejanos ancestros identificar posibles amenazas: es mucho mejor creer que has visto un depredador y reaccionar, aunque resulte ser solo una roca con su forma”, aseguran los expertos.

Fotografías que muestran patrones de calentamiento y quema en réplicas de plaquetas FS2.1 - FS2.4. Nótese la variación del patrón de calentamiento, el cual es consistente con los datos de temperatura y las observaciones realizadas en otras plaquetas reales. La parte superior de cada panel muestra fotografías sin modificar, la parte inferior de cada panel muestra la misma fotografía manipulada a través de DStretch©. Barra de escala debajo de cada réplica de la plaqueta mide 8 cm de largo.

De esta manera, las superficies onduladas y las grietas de las piedras pudieron haber sido interpretadas como diferentes animales, lo que pudo haber inspirado a los artistas magdalenienses a grabar lo que veían en la roca. Algunos de los grabados reflejan precisamente partes de animales, como una pata o una oreja.

Esta interpretación anima a considerar las posibles conexiones conceptuales entre el arte realizado y experimentado en circunstancias similares, como el arte parietal en entornos de cuevas oscuras. Needham continúa: “Crear arte a la luz del fuego habría sido una experiencia muy visceral, que activaría diferentes partes del cerebro humano”.

“En una época en la que se dedicaban grandes cantidades de tiempo y esfuerzo a la búsqueda de comida, agua y refugio, es fascinante pensar que la gente aún tenía tiempo y capacidad para crear arte. Muestra cómo estas actividades han formado parte de lo que nos hace humanos durante miles de años y demuestra la complejidad cognitiva de los pueblos prehistóricos”, concluye Wisher.

Fotografía que muestra la réplica de la plaqueta WP3 siendo rociada con agua después de calentarla. Tenga en cuenta el cambio de color vibrante que ocurre cuando el agua satura la piedra caliza. Las áreas de grabado se vuelven momentáneamente más visibles a medida que el agua rápidamente se evapora debido a la temperatura de la roca.

Un pueblo de cazadores recolectores

Los magdalenienses eran un conjunto de cazadores recolectores que vivían en un clima muy frío, hacia el final de la última Edad de Hielo, en pequeños grupos. El paisaje que los rodeaba era muy diferente al actual, con menos árboles y más praderas abiertas, con grandes manadas de animales como caballos y bisontes.

“Los habrían rastreado y cazado, quizás migrando estacionalmente para seguir a determinados grupos a través del paisaje. Está claro que los animales eran muy importantes para estas sociedades, no solo porque dependían de ellos para obtener carne y pieles, sino también porque su arte se centraba casi exclusivamente en este tema: animales dibujados de memoria y con gran detalle”, argumentan.

Además del arte portátil, como las placas, y el arte rupestre, también tenían una rica cultura material que consistía en cuentas hechas con dientes de animales y materiales exóticos. Asimismo, tallaban representaciones de animales en objetos más funcionales, como propulsores de lanzas.

Fuentes: agenciasinc.es | sci-news.com | phys.org | 24 de abril de 2022

Los pobladores de Atapuerca comieron carne de perro desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce

Restos caninos del Neolítico hallados en el yacimiento El Portalón de Cueva Mayor, en Atapuerca. (A) Dos vistas diferentes de alteraciones por fuego en una falange proximal (B) mandíbula canina

La cinofagia, o consumo de carne de perro, es una práctica poco frecuente en las sociedades occidentales actuales (salvo en casos de crisis o escasez), mientras que cuenta con más arraigo en algunas culturas orientales.

Sin embargo, un estudio publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, y en el que ha participado Nohemi Sala, investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), confirma que el consumo de perro fue practicado entre los pobladores de El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca (Burgos) a lo largo de un amplio período de tiempo que va desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce.

Diversas marcas de actividad humana han sido reconocidas sobre un total de 130 restos óseos de perro recuperados en diferentes niveles de ocupación y tanto en contextos domésticos como funerarios identificados por los especialistas a lo largo de las minuciosas excavaciones. La identificación de los diferentes restos óseos llevada a cabo por Nohemi Sala, revela marcas de corte, fracturas intencionales, evidencias de alteración por fuego, cocción y presencia de mordeduras muy posiblemente humanas.

Modificaciones antrópicas en los restos calcolíticos de hueso de perro del yacimiento El Portalón de Cueva Mayor. A) Marcas de corte (flechas blancas) y marcas de dientes humanos (flecha negra) en la tibia ATP08.UE21.83 del contexto del redil del calcolítico anterior al vaso campaniforme. B) Marcas de corte en el húmero ATP10.466 del contexto funerario Pre-campaniforme. C) Marcas de corte (flechas blancas) en combinación con marcas de dientes humanos (flecha negra) y quemaduras (flecha roja) en un cúbito (ATP08.UE23.F10 + 101). D) Descascarillado (flechas azules) y marcas de corte (flechas blancas) en dos costillas de contextos funerarios del Calcolítico Pre-campaniforme (ATP10.UE26.287) y redil (ATP10.UE52.15). Barras de escala 2 cm

“Esta evidencia nos indica que a lo largo de 2.000 años los habitantes de El Portalón consumieron carne de perro, aunque por el escaso número de restos podemos afirmar que de una manera esporádica. Este consumo podría estar relacionado con períodos puntuales de escasez de alimento o hambrunas, pero también con rituales o por considerar la carne de perro como una exquisitez”, explican Mª Ángeles Galindo Pellicena (MAR; UCM-ISCIII) y Nuria García García (UCM), que han liderado esta investigación.

El consumo de perro detectado en los niveles neolíticos de El Portalón (entre 4.500 y 7.000 años de antigüedad) es escaso, pero se sitúa como una de las evidencias más antiguas de consumo de perros en la península ibérica junto con las del yacimiento de El Mirador, también en la Sierra de Atapuerca. Las escasas evidencias de consumo de perro durante el Neolítico en la mayoría de los yacimientos peninsulares, hace aún más interesante el caso de El Portalón.

Modificaciones antrópicas en restos caninos de la Edad del Bronce Antiguo A) y del Bronce Medio B). A1 Marcas de corte (flechas blancas) en el hueso occipital CMI-A8-73–8 donde también se registra actividad de roedores (flecha verde). A2 Hueso coxal CMI-D2-104–10 con fosas dentales (flecha negra) y marcas de corte (flechas blancas). A3 Peeling (flecha azul) en la vértebra lumbar CMI-D2-104–11. A4 Astrágalo CMI-B2-78–9 con calcinación parcial (flecha roja). A5 Vistas generales y de detalle de las marcas de corte en el húmero CMI-C2-92–1 donde se observan las características típicas de rotura de hueso fresco (perimortem). B1 Las vistas generales y detalladas del frontal y nasal del resto óseo CMI-B2-64–3 donde se señalan las marcas de corte (flechas negras) y las fosas dentales (flecha negra). Tenga en cuenta la superposición de la fosa del diente en la marca de corte. B2 Numerosas marcas de cortes paralelos en la costilla CMI-B2-64–4. Todas las barras de escala de las vistas del microscopio corresponden a 1 mm.

Las pruebas en los niveles del Calcolítico (5.000 a 4.000 años de antigüedad) y de la Edad del Bronce (entre 4.000 y 2.000 años) son algo más abundantes y demuestran que los habitantes de la Sierra de Atapuerca, a pesar de los cambios culturales, sociales, ambientales e incluso poblacionales, practicaron la cinofagia de manera sostenida en el tiempo.

En conjunto, las evidencias aportadas por El Portalón apoyan un posible cambio en el uso del perro desde el Neolítico, donde apenas se observa cinofagia, hasta períodos posteriores (Calcolítico, Bronce) en los que el uso ritual y su consumo se hacen más frecuentes.

En el trabajo participan investigadores del LEH de la Universidad de Burgos, el Centro Mixto UCM-Instituto de Salud Carlos III, el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares y la Universidad Complutense de Madrid.

Fuente: cenieh.es | 21 de abril de 2022