Nueve cadáveres desvelan que inmigrantes ibéricos llevaron la agricultura a África hace 7.400 años

Youssef Bokbot, del Instituto Nacional de Arqueología de Marruecos, y Cristina Valdiosera, de la Universidad de Burgos, sostienen dos cráneos del yacimiento marroquí de Ifri Ouberrid. C. V.

Algunos especialistas creen que lo que sucedió en Europa hace unos 7.400 años fue como encontrarse con una civilización alienígena. Durante miles de siglos, los europeos habían sido cazadores nómadas, el único estilo de vida conocido en un continente inmenso y prácticamente despoblado. Hasta que se encontraron con inmigrantes originarios de Anatolia, en la actual Turquía, que traían consigo la agricultura, la ganadería y el sedentarismo. Su avance por el norte del Mediterráneo fue tan rápido —duró apenas un siglo— que se cree que viajaban en pequeñas embarcaciones por la costa. Fue un tiempo de conflictos y coexistencia. Los granjeros se cruzaron con los cazadores nómadas locales hasta absorberlos, si bien hubo clanes aislados de cazadores fieles a su estilo de vida durante 1.000 años más. Es lo que se conoce como revolución del Neolítico, que sentó las bases de la civilización.

Uno de los mayores enigmas de esta época es cómo llegó esta revolución a África. Una hipótesis es que apareció de forma espontánea, con una segunda invención de los cultivos, y otra que llegó hace unos 5.000 años, de la mano de pastores y agricultores de Oriente Próximo.

Ahora, un equipo dirigido por científicos de la Universidad de Burgos y la de Uppsala (Suecia) demuestra que el Neolítico llegó a esta zona en la misma cronología que a Europa, hace unos 7.400 años. Sus conclusiones, publicadas en la revista Nature, se basan en el análisis de dientes y huesos desenterrados en cuatro yacimientos de Marruecos y su comparación con otros ya existentes.

La clave está en la cueva de Kaf Taht el-Ghar, en la costa norte del Estrecho del lado marroquí, donde se hallaron restos humanos, semillas y trozos de cerámica decorados con conchas de moluscos. Eran prácticamente idénticos a los que se habían hallado en la Península. “Fue como encontrar una catedral barroca en mitad del México azteca”, explica Rafael Martínez Sánchez, arqueólogo de la Universidad de Córdoba y coautor del estudio.

Cueva de Kaf Taht el-Ghar, del Neolítico temprano.

¿De ida o de vuelta?

En los años cincuenta del siglo pasado, cuando Marruecos aún era protectorado español, el arqueólogo catalán Miquel Tarradell fue el primero en excavar este lugar. Se especulaba que la cerámica decorada de la Península la habían traído inmigrantes del norte de África cruzando el Estrecho, explica Martínez. Pero al ver las cerámicas, Tarradell cambió de idea y postuló que fue al revés: los ibéricos las llevaron a África, aunque falleció en 1995 sin poderlo demostrar.

El análisis del ADN de cuatro individuos de este yacimiento ha aclarado ahora el misterio. El perfil genético de estos agricultores es un 75% igual que el de los de la Península. Y aproximadamente otro tercio es norteafricano. La prueba concluyente del origen de estos inmigrantes es que llevan también una pizca de ADN de cazadores recolectores europeos que habían sido asimilados antes.

La conclusión del trabajo es que un grupo de granjeros de la península ibérica llegó al norte de África, se cruzó con las poblaciones locales y se asentó llevando al continente africano la agricultura por primera vez, unos 1.000 años antes de lo que se pensaba. Probablemente, pasaron el Estrecho en barcas de madera, sin velas, usando solo remos, apunta Martínez, aunque no se conocen restos de estas embarcaciones.

a) Afinidad genética de los individuos africanos noroccidentales de la Edad de Piedra analizados y polarizados entre la ascendencia neolítica de Anatolia y Magrebí. b) Afinidad genética de individuos de la Edad de Piedra del noroeste de África, polarizada entre la ascendencia ibérica y levantina del Neolítico temprano. c) Resumen de la historia de la población inferida del Magreb en la Edad de Piedra.

Lo enigmático es que en Ifri n’Amr o’Moussa, a unos 300 kilómetros al sur, hay otro yacimiento al menos un siglo posterior, donde se han encontrado restos de semillas, cerámica y ganadería, pero sus habitantes han resultado ser 100% autóctonos. Su ADN no se diferencia de las poblaciones de cazadores y recolectores nómadas que habitaron esta zona desde hace unos 15.000 años, incluida su tradición de arrancarse los dos dientes incisivos de la mandíbula superior para diferenciarse, como explican Louise Humphrey y Abdeljalil Bouzouggar en un artículo complementario.

Unos siglos después, las poblaciones locales habían abrazado la vida sedentaria, aunque no se mezclaron con los inmigrantes llegados de Europa, como si existiese una frontera bien definida similar a la que hubo en determinadas partes de Europa entre los inmigrantes granjeros y los últimos cazadores y recolectores.

“Es algo nunca visto”, señala Cristina Valdiosera, bióloga molecular de la Universidad de Burgos y coautora del trabajo. “En Europa los cazadores-recolectores nunca asumieron el modo de vida neolítico por sí mismos, siempre fue por absorción”, destaca.

El investigador Juan Carlos Vera en la cueva Ifri n’Amr o’Moussa, del Neolítico temprano.

Al borde del colapso

En 2018, Valdiosera lideró un estudio similar en la península ibérica que demostró la presencia de agricultores en tiempos muy similares a los vistos ahora en Marruecos. La especialista en genética estima que los primeros grupos de inmigrantes que cruzaron el Estrecho eran de decenas de individuos y que tuvo que haber varias oleadas por la misma ruta.

Antes de la llegada de los primeros agricultores, las poblaciones del norte de África estuvieron al borde de la extinción. Si durante la última glaciación en Europa la población colapsó hasta apenas 5.000 personas, en el norte de África quedaron solo 1.400, según el trabajo. La llegada de los inmigrantes fue una salvación para ellos, argumenta Valdiosera, pues aumentó la diversidad genética y evitó los males de la endogamia.

El estudio confirma que unos 1.000 años después de la primera oleada migratoria neolítica llegó una segunda procedente de Oriente Próximo que siguió, ahora sí, la costa del Mediterráneo sur hasta llegar al actual Marruecos. El ADN de tres personas que vivieron hace 6.400 años halladas en Skhirat-Rouazi, en la costa oeste del país, muestra la marca genética de esta nueva oleada de inmigrantes. Esa misma marca está en las poblaciones actuales del Magreb y también en los guanches de Canarias, cuyo origen está en inmigrantes llegados del norte de África.

Restos humanos en el yacimiento Ifri n'Amr o'Moussa. Crédito: Youssef Bokbot.

Mestizaje total

El yacimiento más reciente analizado es el de Kehf el Baroud, a unos 50 kilómetros al sur del anterior. En este caso, sus habitantes muestran ya ADN tanto de los primeros agricultores ibéricos, como de las poblaciones autóctonas del norte de África y de los inmigrantes pastoralistas de Oriente Medio. Un mestizaje total.

Ron Pinhasi (izquierda), experto en antropología evolutiva de la Universidad de Viena, opina que "este es un estudio apasionante e importante”. “Había mucho debate sobre si el Neolítico había surgido de forma espontánea o si llegó de Europa u Oriente Medio. Sorprendentemente, vemos que sucedió todo eso, aunque no a la vez. Los primeros en iniciar este periodo fueron los granjeros ibéricos. Y aquí lo más interesante es que ellos se mezclaron con los locales, mientras que algunos locales no se mezclaron con ellos”, resalta.

Carles Lalueza Fox (derecha), genetista del CSIC, opina que “con esto no queda ya ningún ejemplo de que el Neolítico pudo transmitirse de forma cultural”. “Aunque era el pensamiento dominante hace unas décadas, creo que es evidente que la agricultura no es algo que se pueda explicar o copiar sin más. Como todo oficio se requiere de gente que lo conozca, es decir, de emigrantes, al menos en un primer momento”, explica.

Fuentes: elpais.com | phys.org | 7 de junio de 2023

La genómica y la arqueología reescriben la revolución neolítica en el Magreb

El investigador Rafael Martínez, de la Universidad de Córdoba, en la cueva de Kaf Taht el-Ghar en Tetuán. Cedida por la Universidad de Córdoba.

La arqueología lleva décadas tratando de explicar cómo y porqué los humanos pasaron de ser exclusivamente cazadores-recolectores a producir los alimentos, al adoptar la agricultura y la ganadería. ¿Cómo sucedió el cambio económico de mayor trascendencia para la Humanidad, que precedió a la Revolución Urbana y consolidó el modo de vida sedentario? ¿Cómo sucedió la conocida como Revolución Neolítica? ¿Dónde empezó todo y cómo se extendió?

Para completar parte de las posibles respuestas, y -como siempre ocurre en ciencia- dar paso a nuevas preguntas, un equipo internacional en el que han participado las Universidades de Córdoba, Huelva y Burgos, se publica hoy en la revista Nature los resultados de un nuevo trabajo que explica y rompe algunos mitos sobre el inicio del Neolítico y, por tanto, de la agricultura, en el Norte de África hace unos 7.500 años.

Hasta hace poco la Arqueología debatía sobre el origen de la agricultura y la ganadería en el Norte de África; si ésta había surgido de manera independiente y los humanos que habitaban aquel territorio habrían logrado domesticar especies locales y desarrollar técnicas similares a las de los habitantes de los valles del Tigris y el Éufrates, o si el proceso había sido estrictamente fruto de una transmisión cultural desde otras regiones, como el Próximo Oriente o el Mediterráneo.

Un nuevo trabajo liderado por la Universidad de Uppsala y Burgos, con un papel relevante del Instituto Marroquí de Ciencias de la Arqueología y el Patrimonio (INSAP), demuestra que ni uno ni otro. La aparición del Neolítico en el Norte de África fue fruto de un proceso complejo y poliédrico como pocos al considerar en conjunto los datos arqueológicos observados hasta ahora en el Viejo Mundo.

La originalidad del estudio está en la lectura genómica combinada de restos humanos neolíticos procedentes de tres yacimientos clave: la cueva de Kaf Taht el-Ghar en Tetuán, Ifri n'Amr Ou Moussa en la provincia de Khémisset y Skhirat-Rouazi al sur de Rabat.

Excavación en el sitio Kaf Taht el-Ghar (KTG). Crédito: Juan Carlos Vera.

En el primero de ellos, se han identificado y estudiado restos de un pequeño grupo de individuos descendientes de agricultores europeos que se instalaron en la zona hace unos 7.400 años.

En el segundo, se ha confirmado la existencia de una necrópolis en cueva donde fueron sepultados un par de siglos después, individuos de ancestría puramente local; esto es, agricultores con cerámica descendientes de cazadores-recolectores autóctonos que adoptaron estas nuevas técnicas de los grupos inmigrantes mencionados.

Por último, el tercero, en una necrópolis prehistórica mil años más reciente se han identificado genomas asociados a la expansión de pueblos pastores procedentes del Creciente Fértil, y que la Arqueología ya venía detectando en todo el actual norte de África.


La datación de todos esos restos y su estudio genómico ha permitido al equipo ibero-sueco-marroquí (la principal autora es Luciana Simões (izquierda), investigadora portuguesa de la Universidad de Uppsala), constatar que la diversidad biológica y cultural de los humanos que habitaron el territorio hace más de 7.000 años pudo estar detrás del éxito de la neolitización en el norte de África.

En este sentido, el trabajo publicado por Nature, y en el que aparecen como coautores Rafael M. Martínez, de la Universidad de Córdoba, Juan Carlos Vera, de la Universidad de Huelva, y Cristina Valdiosera, de la Universidad de Burgos, codirectora del proyecto, señala expresamente que mucho antes de la romanización del extremo occidental del Mediterráneo y, por supuesto, mucho antes de la islamización del territorio, los grupos humanos a un lado y otro del Estrecho de Gibraltar ya compartían conocimientos, aspectos culturales y por supuesto, genes.


Para Rafael M. Martínez (derecha), de la Universidad de Córdoba, "este trabajo supone un antes y un después en la comprensión de muchos aspectos relacionados con los procesos de difusión del Neolítico en la región, zanjando la cuestión respecto a su origen en Andalucía y el Magreb. En este sentido, queda bastante claro el sentido unidireccional del proceso, probablemente desde Iberia, y que sitúa la decoración impresa de estas primeras cerámicas marroquíes en el conjunto de las primeras cerámicas impresas del Mediterráneo Occidental, incluyendo península italiana, sur de Francia y mediterráneo ibérico”.

Preparación para el muestreo de ADN en el INSAP. De izquierda a derecha: J.C. Vera, Cristina Valdiosera y Youssef Bokbot.

En cuanto al componente “pastoral” de la necrópolis de Skhirat, Martínez afirma que “precisamente las cerámicas presentes como ajuares en dichas sepulturas son completamente diferentes a las impresas más antiguas, teniendo precedentes en estilos conocidos con anterioridad a lo largo del Sahara y decoradas con matrices de cuerda. Un trabajo nuestro de 2018 ya apuntó la relación de este tipo de cerámicas con pueblos pastoralistas, o, en cualquier caso, con orígenes muy distintos”.


Por su parte, Juan Carlos Vera (derecha) subraya que la genómica ha venido a refrendar lo que la arqueología ya venía sosteniendo desde estos últimos diez años: “La campaña de muestreo genético se realizó en 2016, pero la imagen nítida, completa, de los cambios culturales y económico-sociales paralelos al mestizaje y movimientos poblacionales ahora demostrados, no hubiera sido posible sin los trabajos arqueológicos que desarrollamos en Marruecos entre 2011 y 2013 dentro del proyecto ERC AGRIWESTMED, coordinado por la experta en arqueobotánica Leonor Peña-Chocarro, del CSIC (Madrid), gracias a un convenio con el INSAP marroquí coordinado por nuestro colega Youssef Bokbot. Gracias a esos trabajos se pudieron detectar antiguas semillas de cereales y leguminosas cultivadas en varios de estos contextos neolíticos, las cuales ya apuntaban a un proceso de difusión, aunque en este caso no podíamos saber el alcance 'humano' del proceso, ni la llegada 'física' al territorio de inmigrantes, con la proyección de sus genes, cosa que este trabajo demuestra”, afirma el profesor titular de la Universidad de Huelva.


Cristina Valdiosera (izquierda), investigadora Ramón y Cajal en la Universidad de Burgos y codirectora del proyecto junto a Mattias Jakobsson, concluye que se trata de un trabajo con enormes implicaciones en la historia genómica del Norte de África. "Los pobladores del Magreb, los bereberes (imazighen) históricos, cuentan con una ancestría conformada por tres componentes principales: la primera de ellas es la de los cazadores recolectores africanos, presentes desde el Paleolítico Superior en la cueva de Taforalt; una segunda la de los agricultores neolíticos europeos, que en última instancia descienden de los primeros campesinos de Anatolia, repartidos por el mediterráneo y que llegan a Marruecos probablemente desde la península ibérica en torno al 5.500 a.C., y por último, la de los pueblos pastoralistas, que penetran en el continente africano hacia el oeste y hacia el sur atravesando el Sinaí desde el creciente fértil, y que llegarán al atlántico marroquí aproximadamente mil años después. El hecho de que las lenguas bereberes y las lenguas semíticas pertenezcan al tronco lingüístico Afro-Asiático puede ser una consecuencia de la propia historia genómica que estamos observando”, afirma la investigadora.

Fuentes: Universidad de Córdoba | huelvabuenasnoticias.com | 7 de junio de 2023

El nuevo Centro de Arte Rupestre de Cantabria, la puerta de entrada al cuaternario regional

El nuevo Centro de Arte Rupestre de Cantabria, en el cuya construcción la consejería de Cultura ha invertido cuatro millones de euros. FOTOS: MARÍA CASUSO

Cantabria cuenta con uno de los patrimonios arqueológicos más importantes del mundo, lo que atrae a un buen número de visitantes cada año. En 2019, unas 150.000 personas pasaron por el Museo de Prehistoria o por alguna de las cuevas y 250.000 por el de Altamira. Son casi medio millón de personas al año, lo que demuestra su potencial turístico y la importancia que puede tener el nuevo Centro de Arte Rupestre (CAR) que se ha construido en Puente Viesgo. Un espacio destinado a ser la recepción para todos los visitantes que quieran adentrarse en el patrimonio arqueológico de la región.

Tras un año y medio de obras, llevadas a cabo por la constructora Siec, y una inversión de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria de cuatro millones de euros (que se completa con otro millón más para los contenidos museísticos), cántabros y turistas ya pueden disfrutar de este nuevo espacio cultural.

El nuevo Centro de Arte Rupestre de Cantabria construido en Puente Viesgo, se espera que tenga un efecto dinamizador para la zona y que, con el futuro Museo de Prehistoria y Arqueología (MUPAC), sirva para tejer una auténtica red de turismo arqueológico en la región. Un modelo que se aplica en otros lugares de Europa con yacimientos prehistóricos de interés, como Francia, y que puede representar un flujo económico muy importante para las zonas rurales.

El CAR de Cantabria va a servir para explicar a los visitantes las circunstancias y valores del arte rupestre paleolítico y como una primera toma de contacto con las cuevas prehistóricas de la comunidad autónoma, cuyas entradas se podrán adquirir en este mismo espacio.

Por el momento, han entrado en servicio las zonas funcionales, como la recepción de visitantes, el hall, las taquillas, la sala de exposiciones temporales, el auditorio, el laboratorio de investigadores y otros espacios del personal, que anteriormente se ubicaban a la entrada de las cuevas de Monte Castillo.

Los arquitectos Iria de la Peña y Miguel Huelga, de Sukunfuku Studio, son los autores del edificio. A la derecha, una imagen del interior del edificio en el que se aprecian las grandes cristaleras que recubren todas las paredes que dan hacia el propio edificio.

Arquitectura

El nuevo edificio es obra de Sukunfuku Studio, un estudio de arquitectura gijonés formado por la cántabra Iria de la Peña y el asturiano Miguel Huelga. Para ambos, ser los autores de este edificio es una oportunidad que consideran excepcional. “Pocas veces se tiene la posibilidad de materializar un programa cultural en un entorno tan privilegiado, por lo que tenemos mucha expectativas puestas en el CAR. Esperamos que sea uno de los referentes a nivel regional –y por qué no, nacional–, y que contribuya a fomentar el interés por el Arte Rupestre”, añaden.

El edificio ocupa 1.678 m2 de los 10.000 que tiene la parcela en la que está construido, ubicada en la ladera del Monte Castillo, junto a la carretera que da acceso a las cuatro cavidades allí enclavada que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008. A la vez, está a tan solo 350 metros del núcleo de Puente Viesgo.

“El principal objetivo para nosotros era conseguir que el edificio se integrara y dialogara con el entorno natural que lo rodea”, subrayan los arquitectos. “Requería un volumen relativamente grande, rodeado de praderas sin apenas edificaciones en un paisaje de gran belleza. Nos preocupaba crear un elemento excesivamente masivo que restara protagonismo al lugar, por lo que desde un principio trabajamos para que el edificio entablara una relación con la topografía, disgregando sus volúmenes para adaptarse al entorno”, explican.

Los proyectistas decidieron dividir el interior en tres bloques: el área pública, la de recepción y servicios, y el área interna. Estos espacios se articulan en torno a un patio central, que los conecta.

Sobre estas líneas se aprecia cómo se ha usado de la piedra caliza y el hormigón en los paramentos.

Debido a la pendiente natural de la parcela, la construcción, en forma de ‘C’, crea un graderío verde que cierra el propio inmueble. Los arquitectos destacan que, de este modo, “la montaña se convierte en elemento articulador del edificio, invitando al visitante a subir y disfrutar de las vistas de Puente Viesgo desde una cota más elevada, o actuando como equipamiento asociado al patio”, ya que estas gradas naturales podrán ser utilizadas para realizar eventos al aire libre.

“La intención de este edificio es mantener la continuidad con el paisaje, dentro y fuera, y también en los materiales”, trasladan Huelga y De la Peña. Esos materiales son, básicamente, hormigón, piedra caliza y vidrio.

Sobre esta base se apoya la cubierta, de chapas de caliza sobre estructura metálica. “No se trata de una cubierta al uso, sino una parte fundamental de la volumetría y del aspecto exterior del edificio”, agregan.

“Queríamos que la geometría fuera la más pura posible, sin añadidos. Remarcando sus aristas, las uniones entre piezas, que dan el ritmo y conforman el carácter del edificio”, acotan los arquitectos. “Siempre es un reto ejecutar una cubierta sin problemas, pero hacerlo con la misma piedra caliza de la fachada ha sido todo un éxito y sin duda es el elemento más representativo del proyecto”, agregan.

Esta cubierta de piedra caliza gris de Cantabria se irá oxidando y cubriendo de musgo con el tiempo, lo que propiciará una mayor integración del edificio en la naturaleza.

Desde el interior también se ha buscado esa fusión. Las fachadas que dan al patio y la zona de acceso son acristaladas en casi su totalidad, con lo que el visitante seguirá teniendo una sensación de estar inmerso en el paisaje.

Sobre estas líneas, una infografía de Blank Exhibitions de cómo será la exposición permanente, con una reproducción de una parte de la cueva de La Garma.

Una exposición dinámica e interactiva

Aún están configurándose los más de 500 m2 que acogerán la exposición permanente. La compañía madrileña Empty realiza el montaje diseñado por el estudio sevillano Blank Exhibitions y, si las fechas previstas se cumplen, este espacio se abrirá al público en unos cinco meses.

Bajo el título ‘Cantabria en el origen del arte’, pretende trasladar a los visitantes una experiencia inmersiva y multisensorial a través de efectos lumínicos, sonidos evocadores, imágenes fijas y móviles, e incluso olores y sensaciones ambientales.

"Será un recorrido por el arte paleolítico de la región, con una secuencia narrativa dinámica adaptada a todos los públicos”, traslada Auxiliadora Suárez, directora de contenidos de Blank Exhibitions.

Altamira y La Garma tendrán un especial protagonismo en el espacio dedicado a las cuevas de Cantabria declaradas Patrimonio de la Humanidad. Tampoco faltarán detalles de otras 70 que existen en la región con vestigios rupestres.

El edificio del Centro de Arte Rupestre está integrado en el entorno natural que lo rodea.

El contenido expositivo se va a diseñar tomando como hilo conductor las preguntas que dan respuesta a la comprensión del arte rupestre (qué es, quiénes lo hicieron, dónde se realizaron estas manifestaciones artísticas, cómo se ejecutaron, cuándo y por qué).

La sala ha sido configurado de manera que permite al visitante la libre circulación para iniciar el recorrido según sus intereses. “Es una forma de sorprender al visitante y de que se sienta inmerso”, subraya Suárez.

El diseño se pensó para crear la sensación de una especie de cueva gracias a una membrana metálica que cubrirá todo el espacio. Una malla polivalente que también permite suspender materiales expositivos y que pretende representar todas las cuevas de Cantabria en un solo espacio.

La primera de las zonas da respuesta a lo que es el arte paleolítico y quiénes son sus protagonistas, haciendo que el visitante experimente sus manifestaciones artísticas.

La segunda –el corazón del centro– se centra en las diez cuevas de Cantabria declaradas Patrimonio de la Humanidad, y va a contar con un espacio que permitirá hacer un recorrido virtual por ellas.

La tercera sala incluye un espacio de reflexión sobre las teorías que a lo largo de la historia han tratado de explicar el significado del arte paleolítico.

El equipo de Blank Exhibitions, que está en plena elaboración de estos contenidos, se muestra orgulloso de participar en este proyecto: “Ha sido un concurso que hemos hecho con mucha ilusión, plenamente conscientes de la responsabilidad que suponía hacer el Centro de Arte Rupestre de Cantabria, porque estamos hablando de un patrimonio de un enorme valor y prestigio a nivel mundial. Ha sido una experiencia maravillosa tanto por la temática como por el equipo científico con el que hemos tenido la oportunidad de trabajar, encabezado por Roberto Ontañón, el director del MUPAC y de las Cuevas Prehistóricas de Cantabria”.

El presidente regional, Miguel Ángel Revilla (cuarto por la izquierda), y varios consejeros observando los restos de la Dama Roja expuestos en el nuevo Centro de Arte Rupestre.

La Dama Roja

A falta de la exposición permanente, el CAR inicia su andadura con una gran exposición temporal sobre el yacimiento de La Dama Roja, descubierto hace 25 años en Ramales de la Victoria.

Se trata de la presentación inédita de este hallazgo, el primer enterramiento humano completo del periodo magdaleniense descubierto en la península ibérica, más concretamente en la cueva cántabra de El Mirón, que, durante esa época, conoció una ocupación intensiva de la que son testimonio los numerosos restos de caza encontrados, los miles de fragmentos de tallas de sílex y otros materiales que se usaban para fabricar útiles y armas.

El yacimiento comenzó a explorarse en 1998 y ha servido de base para más de 130 publicaciones científicas. Hoy se sabe que el cuerpo encontrado es de una mujer de entre 35 y 40 años que vivió en Cantabria hace 19.000 años. Debido a que su cuerpo fue cubierto de una pintura ocre rojiza en lo que parece un ritual funerario excepcional, sus descubridores, Manuel González Morales (Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria) y Lawrence G. Straus (Universidad de New Mexico, Estados Unidos) la bautizaron como la ‘Dama Roja de El Mirón’.

Sus restos aparecieron tras un gran bloque de piedra que había caído del techo de la cueva con unos curiosos grabados lineales que podrían asociarse a una representación de la mujer. Puesto que los enterramientos no eran comunes en esa era prehistórica, de ahí la importancia del hallazgo realizado en la cavidad de Ramales de la Victoria y la teoría de que la mujer podría ser alguien especial.

A la espera de que los turistas comiencen a conocer e interesarse por este nuevo atractivo cultural de la región, es un buen momento para que los amantes de la Prehistoria o los curiosos locales se acerquen a Puente Viesgo y conozcan algo más acerca de la herencia arqueológica de Cantabria.

María Quintana

Fuente: cantabriaeconómica.com | 4 de junio de 2023

Los neandertales pueden haber sido los primeros en elaborar cuidadosamente alquitrán de abedul con fines adhesivos

Alquitrán de abedul hecho en 2008. (Jorre/Wikimedia Commons/CC BY SA 2.0)

Es posible que la primera sustancia sintética elaborada en el planeta Tierra no haya sido un producto de nuestra propia especie, sino que fue inventada por un pariente cercano hace unos 200.000 años.

Investigadores de la Universidad de Tübingen y el Museo Estatal de Prehistoria de Alemania, así como la Universidad de Estrasburgo, en Francia, han realizado recientemente un análisis químico complejo sobre artefactos neandertales hechos con alquitrán de abedul, concluyendo que la forma en que se extrajo no fue accidental.

El alquitrán de abedul es una sustancia pegajosa negra utilizada desde la antigüedad por sus diversas propiedades adhesivas, repelente al agua e incluso antimicrobianas. Algunos de los primeros humanos que vivieron en Europa lo usaron para unir partes de sus herramientas de piedra y madera.

Los humanos anatómicamente modernos de Sudáfrica utilizaban adhesivos de alquitrán desde hace 100.000 años (Rijksmuseum Van Oudheden).

El material se puede extraer de la corteza de abedul usando calor, pero los científicos no están de acuerdo sobre si los neandertales producían el alquitrán a propósito o si era simplemente una consecuencia de querer disfrutar de un fuego cálido.

Algunos piensan en el alquitrán negro como un feliz accidente que los neandertales simplemente rasparon de las rocas circundantes después de quemar corteza de abedul. Otros piensan que el material pegajoso y resistente al agua se elaboró ​​cuidadosamente en un horno subterráneo mucho antes de que nuestra especie aprendiera el truco.

Esto puede parecer una disputa pedante, pero comúnmente se asume que la destilación intencional de sustancias útiles a partir de materias primas es otra actividad que diferencia a la inteligencia humana de otras especies. Basado en el análisis de dos piezas de alquitrán de abedul encontradas en un yacimiento arqueológico en Alemania, este último estudio argumenta que "el alquitrán de abedul puede documentar tecnología avanzada, planificación anticipada y capacidad cultural en los neandertales".

Alquitrán de abedul del entorno de Königsaue (Sajonia-Anhalt, Alemania) y técnicas de producción experimentales. a) KBP1, Königsaue 1 (izquierda); KBP2, Königsaue 2 (derecha). b) Dibujo del método de condensación; c) método de condensación con ranura de adoquín; d) técnica de la corteza enterrada e) técnica del pit roll; f) estructura elevada. 1: corteza de abedul; 2: alquitrán de abedul.

Un análisis de la química de los artefactos sugiere que fueron privados de oxígeno durante su formación. En teoría, este perfil bajo en oxígeno podría lograrse de varias maneras, por lo que los investigadores probaron diversos métodos. Dos de los procedimientos llevados a cabo quemaron corteza de abedul sobre el suelo, mientras que otros tres implicaron la elaboración de una especie de horno subterráneo.

La quema de corteza de abedul sobre el suelo permitió que el alquitrán se condensara en la parte superior de las piedras al aire libre o en un extremo de los palos. El procedimiento de horno subterráneo esencialmente significaba enterrar la corteza de abedul enrollada bajo el fuego.

Se pudo comprobar que solo el alquitrán de abedul fabricado bajo tierra tenía la misma firma química que los artefactos antiguos encontrados en Alemania.

Los resultados de la investigación sugieren que "el alquitrán empleado por los neandertales no es el resultado fortuito de procesos no intencionales en fuegos al aire libre, sino una técnica compleja con horno subterráneo que tuvo que planificarse cuidadosamente, ya que no se pudo monitorear una vez que se mete el mismo.

Una configuración tan compleja habría requerido que se siguiera con precisión una receta específica. Los investigadores dicen que la práctica probablemente se inventó a través de un procedimiento de ensayo y error, con mejoras graduales al respecto que se sumaron con el tiempo.

Si los neandertales realmente estaban produciendo alquitrán desde hace 200.000 años, ese hecho supera cualquier evidencia de que el Homo sapiens produjera alquitrán hace 100.000 años.

Por lo tanto, escriben los investigadores, "lo que mostramos aquí por primera vez es que los neandertales inventaron y refinaron una técnica transformadora, muy probablemente independientemente de la influencia del 'Homo sapiens'".

Descubrimientos previos han demostrado que los neandertales tenían dietas complejas que involucraban múltiples pasos en la preparación de alimentos, y, en consecuencia, es posible que su uso del fuego no se haya limitado a calentar o cocinar. En definitiva, la inteligencia de nuestros primos neandertales ya no debe subestimarse.

Fuente: sciencealert.com| 4 de junio de 2023

Hallan en la Cueva de Ardales (Málaga) conchas de moluscos usadas como colgantes hace 30.000 años

Excavación arqueológica de un molusco 'dentalium' en la Cueva de Ardales.

Un reciente estudio encabezado por la Universidad de Cádiz, en colaboración con el Museo Neandertal de Colonia, la Universidad de Colonia y la Cueva de Ardales, y publicado en Environmental Archaelogy, ha vuelto a situar este enclave arqueológico entre los más importantes de la península ibérica al hallarse, en estratos datados hace entre 25.000 y 30.000 años, hasta 13 conchas marinas y de agua dulce que fueron cuidadosamente transformadas por humanos del género Homo sapiens sapiens en elementos de adorno-colgantes para decorar los cuerpos de estos grupos que ocuparon la Cueva de Ardales.

Los adornos corporales son un tema de gran interés entre la comunidad científica cuando se trata del periodo Paleolítico. La carga simbólica y la distancia que, a veces, debían recorrer los grupos humanos para recolectar estos soportes naturales y transformarlos en elementos decorativos, supuso un avance significativo en el desarrollo de la cognición.

El profesor de la Universidad de Cádiz e investigador principal de este estudio, Juan Jesús Cantillo (izquierda), ha expresado que “es poco habitual el hallazgo de este tipo de restos marinos en cuevas situadas tan al interior y con cronologías tan antiguas. En la vertiente mediterránea solo se conocían poco más de cien restos y todos ellos están situados en el litoral”.

Foto: Adornos personales hechos de moluscos. Izquierda, especímenes gravetienses de la zona 5, A: Antalis sp.; B: Ditrupa sp.; C: Theodoxus fluviatilis. A la derecha, un espécimen doblemente perforado de Trivia monacha encontrado en un contexto perturbado en la zona 2.

Y es que estos grupos humanos debían recorrer una distancia superior a 50 km. Para el profesor José Francisco Ramos (derecha), catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz y codirector del proyecto Cueva de Ardales, junto a Gerd C-Weniger, de la Universidad de Colonia: “esta distancia debió ser incluso mayor a la actual, tras los estudios batimétricos de la línea de costa que hemos realizado, por lo que las movilidades costa-interior debieron ser frecuentes a través de los pasos naturales de Puerto Atalaya y Puerto Málaga”.

Imagen de investigadores en la Cueva de Ardales. Crédito: Universidad de Cádiz.

Destaca, además, “la presencia de vermétidos, una especie de caracol en forma de tubo poco común en el registro arqueológico”, asevera Jesús Cantillo. El marco cronológico y la asociación de estos ornamentos con el arte rupestre y los restos líticos documentados en el interior de la cueva confirman su dimensión social.

“Los resultados de las excavaciones en la Cueva de Ardales sugieren que fue utilizada como lugar de actividades simbólicas especializadas durante varias fases del Paleolítico superior” confirma Pedro Cantalejo (izquierda), investigador-director de la Cueva de Ardales.

El trabajo se enmarca en el Proyecto General de Investigación, autorizado por la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, Las sociedades prehistóricas del Paleolítico medio al Neolítico final) en la Cueva de Ardales y Sima de las Palomas de Teba (Málaga, España). Estudio geoarqueológico, cronológico y medioambiental, con la dirección de José Ramos Muñoz y Gerd-Christian Weniger.

Fuente: uca.es | 2 de junio de 2023

Descubren cerca de Stonehenge, en las inmediaciones de Salisbury, varios túmulos circulares y enterramientos de la Edad del Bronce

La zanja circular central en el Área 1 excavada por el equipo de Cotswold Archaelogy.

Wiltshire es bien conocido por sus túmulos de la Edad del Bronce, especialmente aquellos que sobreviven dentro del paisaje que alberga Stonehenge (Patrimonio Mundial de la Humanidad) y en las tierras calcáreas de Cranborne Chase. Por el contrario, se sabe poco de sitios similares que existieron cerca de la ciudad medieval de Salisbury. Sin embargo, la construcción de un nuevo desarrollo de viviendas residenciales por parte de Vistry en la autopista de Netherhampton, en las afueras de Harnham, un suburbio al sur de Salisbury, ha brindado la oportunidad de descubrir algunos de los restos de un importante cementerio con túmulos circulares y su entorno paisajístico.

Los túmulos circulares se construyeron por primera vez en el periodo Neolítico, aunque la mayoría se construyeron durante la Cultura del Vaso Campaniforme (periodo Calcolítico), y la Edad del Bronce Temprano (2400 - 1500 a. C.), y generalmente consisten en un entierro central, un montículo y una zanja de cierre. Su tamaño puede variar desde menos de 10 metros de diámetro hasta unos impresionantes 50 metros, aunque la mayoría tiene un promedio de 20 a 30 metros. Sus movimientos de tierra también varían: algunos tienen grandes montículos centrales ("túmulos de campana"), otros pequeños montículos centrales y bancos exteriores ("túmulos de discos"), y algunos tienen huecos centrales ("túmulos de estanque"). La creación de sus zanjas habría proporcionado material para ayudar a hacer el túmulo, que se habría construido con tiza, tierra vegetal y césped. Los túmulos tienden a asociarse con entierros: algunos contienen solo individuos, otros una secuencia de entierros y, en ocasiones, múltiples entierros.

Los túmulos descubiertos en Netherhampton Road habían sido nivelados por siglos de cultivo y, por lo tanto, permanecen solo como zanjas, pero, afortunadamente, han sobrevivido diez entierros y tres cremaciones sin urnas. El cementerio está formado por unos veinte o más túmulos que se extienden desde el borde mismo de Harnham, en el fondo del valle de Nadder, hacia arriba y a través de la ladera caliza adyacente en lo que es el borde norte del paisaje de Cranborne Chase. El cementerio está organizado en pequeños grupos de túmulos, ya sean pares o grupos de seis aproximadamente, y hasta ahora han sido excavados solo cinco. Al menos tres de los túmulos tienen varias fases constructivas: dos se ampliaron sustancialmente y uno comenzó con una zanja ligeramente ovalada que luego fue reemplazada por una zanja casi circular.

La forma ovalada sugiere que este último túmulo podría haber sido del periodo Neolítico, o posiblemente construido en un área de actividad neolítica. Cerca de su centro había una fosa común que contenía los restos óseos de adultos y niños; tales tumbas son raras y, en ausencia de objetos funerarios, serán objeto de datación por radiocarbono. El túmulo ovalado reveló dos tumbas más, las cuales contenían entierros de la cultura del Vaso Campaniforme y probablemente se crearon a comienzos de la Edad del Bronce.

El arqueólogo Jordan Bendall saca a la luz astas de ciervo rojo.

Dicho túmulo ovalado atraviesa pozos neolíticos que contenían un alijo de astas de ciervo rojo. La cornamenta de ciervo era muy apreciada y se usaba para hacer picos manuales o, a veces, se unía a mangos rectos de madera para hacer horcas y rastrillos. También se convertían en peines y alfileres, herramientas y armas, tales como cabezas de maza y azadas, o se usaban como parte de actividades rituales. Los especialistas en huesos de animales y huesos trabajados los examinarán para ver si hay rastros observables de rotura deliberada o patrones de desgaste. Estos podrían sugerir modificaciones para su uso; por ejemplo, las rebabas y las púas se pueden usar para tallar pedernal, como martillos o para tallar pedernal a presión y fabricar herramientas.

Los otros dos túmulos adyacentes no contenían tumbas centrales, posiblemente debido al daño causado por siglos de cultivo. Juntos, estos tres son parte de un grupo más grande de túmulos con otros tres o cuatro visibles como marcas de cultivos en el lado norte de Netherhampton Road.

Excavación de un abrevadero sajón por el arqueólogo Chris Ellis.

También se encontraron en esta área restos sajones de un posible edificio hundido, quizás utilizado como choza, taller o tienda, y un pozo de agua. En la base del pozo de agua, el equipo descubrió maderas trabajadas que habían sido preservadas por el anegamiento del agua, así como cerámica sajona, hojas de cuchillos de hierro y una pieza de cerámica romana posiblemente recogida.

La segunda área reveló una terraza de cultivo (Lynchet) de fecha probable en la Edad del Hierro tardía, relativamente rara en Wiltshire, y un área de asentamiento de la Edad del Bronce tardía a la Edad del Hierro compuesta por más de 240 pozos y hoyos para postes. Los pozos se habían utilizado en su mayoría para la eliminación de basura, aunque algunos podrían haber sido para el almacenamiento de granos de cereales; el material recuperado de estos pozos proporcionará evidencia de cómo vivía esta comunidad y cómo cultivaban la tierra.

Imagen aérea del Área 2, en la cual se muestran las dos zanjas circulares y la zona de pozos aledaños.

También en la segunda área descubrimos dos túmulos más. Uno consistía en una simple zanja cortada en un depósito temprano de coluvio procedente de las laderas del túmulo; se encontraron entierros de cremación dentro y fuera de esta zanja. El otro túmulo se hallaba cortado en el material de tiza con el centro colocado en un ligero quiebro de la pendiente, mejorando su visibilidad cuando se lo ve desde la parte baja del valle del río Nadder. En su centro estaba el entierro de un niño que había sido colocado con un recipiente de comida con asa del tipo 'Yorkshire', llamado así por su perfil acanalado y decoración. Como sugiere el nombre, este tipo de vasija es más común en el norte de Inglaterra y es un posible indicio de que las personas recorrían largas distancias. El análisis de los isótopos del esqueleto podrá revelar si el niño era local de esta área o se había criado en una región diferente. Ciertamente, quien hizo la vasija enterrada con el niño estaba familiarizado con la cerámica de carácter no local.

Foto: punta de flecha del Neolítico tardío y parte de un huso de la Edad del Bronce tardío

Este túmulo también corta pozos neolíticos que contenían un tipo de cerámica del Neolítico tardío llamada 'cerámica acanalada' (grooved ware), que se originó en varios asentamientos de la islas Orcadas (Escocia), alrededor del año 3000 a. C., antes de su adopción más amplia en el resto de Gran Bretaña e Irlanda. También es el tipo de cerámica utilizada por los constructores de Stonehenge y los grandes recintos henge de Durrington Walls y Avebury. Estos depósitos de pozos a menudo contienen cantidades simbólicas de material roto y quemado, restos de festines y algún que otro objeto inusual o exótico. Los pozos de Netherhampton no son una excepción y han proporcionado una concha de vieira, una enigmática bola de arcilla, un 'micro denticulado' -esencialmente una pequeña sierra de pedernal- y tres puntas de flecha oblicuas británicas del tipo que se usaban durante el Neolítico tardío.

Fuente: cotswoldarchaelogy.co.uk | 31 de mayo de 2023

Hallan en el noroeste de China la silla de montar más antigua del mundo en una tumba ocupada por los restos de una mujer

Mientras realizaban tareas de excavación en el cementerio de Yanghai, ubicado en la cuenca de Turpan, de la región autónoma de Xinjiang Uygurd, en China, un equipo de arqueólogos encontró una tumba en cuyo interior había una mujer sentada en una silla de montar que, según afirmaron, data de hace aproximadamente unos 2.700 años, lo que la convierte en la silla de montar más antigua del mundo jamás encontrada hasta el presente.

Según explicaron los científicos a Archaeologic Research in Asia, la milenaria silla, que fue encontrada en perfecto estado de conservación, estaba confeccionada con dos cojines de piel de vaca rellenos con una mezcla de paja y pelo de ciervo y camello. La misma se debió fabricar entre el 724 y el 396 a. C., según la datación por radiocarbono.

El cementerio cerca de Yanghai se encuentra en la región de la cuenca de Turpan, al este de las montañas Tian Shan, que fue ocupada por el pueblo Subeixi desde hace unos 3.000 años. Crédito de la imagen: Patrick Wertmann.

La mujer estaba vestida con un abrigo de piel, pantalones de lana y botas de cuero, lo que probaría que se desempeñó como pastora en su pueblo, contrariando así las suposiciones históricas sobre quién montaba a caballo en la antigüedad, ya que la equitación se representa principalmente como una ocupación masculina relacionada con la guerra.

"Esto coloca a la silla de montar Yanghai al comienzo de la historia de la fabricación de sillas de montar", explicó Patrick Wertmann (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Zúrich y autor principal del estudio, al portal Live Science.

Si bien los caballos jugaron un papel importante en la historia humana temprana, los investigadores aún no han podido determinar fehacientemente cuándo surgieron las primeras sillas de montar ni cuándo se inició la equitación, ya que aunque aseguran que los caballos fueron domesticados y utilizados por primera vez para obtener leche y carne hace unos 6.000 años, recién habrían sido montados por primera vez hace unos 5.000 años, o sea, 1.000 años más tarde.

Mapa que muestra la ubicación del sitio del cementerio de Yanghai (punto amarillo) cerca de la moderna Turfan en el noroeste de China.

Los arqueólogos no saben exactamente cuándo se inventaron las verdaderas sillas de montar, pero probablemente fueron desarrolladas por jinetes en Asia Central a mediados del primer milenio antes de Cristo, lo que haría que la silla de Yanghai se encuentre entre las más antiguas, dijo Wertmann.

La silla de montar descubierta puede ser anterior a las sillas de montar conocidas de los escitas, jinetes nómadas y belicosos de la estepa euroasiática occidental y central que interactuaron con los antiguos griegos y romanos. Las sillas de montar escitas más antiguas parecen datar de entre los siglos V y III a. C., y se han encontrado en la región de las montañas de Altai, en la Siberia rusa, y en el este de Kazajstán.

Tumba del cementerio de Yanghai con la posición de la silla de cuero indicada por el círculo rojo.

Croquis de la tumba Subeixi con la ubicación de la silla y la brida de cuero marcada con el círculo rojo.

Se cree que las tumbas en Yanghai pertenecen a la cultura Subeixi, la cual ocupó la cuenca de Turpan desde hace unos 3.000 años. La cultura lleva el nombre de otro cementerio de tumbas cercano a la ciudad moderna de Subeixi, a unos 50 kilómetros al noreste de Yanghai. Los Subeixi tenían armas, equipo para caballos y vestimentas similares a los de los escitas y es posible que hayan tenido contacto con ellos en la región de las montañas de Altai, escribieron los autores del estudio. Pero mientras que los escitas eran nómadas, los jinetes de Subeixi probablemente eran pastores que cuidaban rebaños de animales dentro de la cuenca de Turpan.

Los arqueólogos también examinaron una silla de montar encontrada en otro cementerio de la cultura Subeixi en la región, la cual se cree que se hizo aproximadamente al mismo tiempo que la recién hallada. Crédito de la imagen: Wertmann et al, 2023.

“Hay ejemplos de equitación en el arte antiguo, pero no con sillas de montar. Una placa de terracota mesopotámica de alrededor de 1750 a. C., considerada la evidencia pictórica más antigua de la equitación, muestra a un jinete con riendas y un látigo, pero sin silla de montar”, comentó Wertmann.

Los primeros jinetes habrían usado esteras aseguradas a la espalda de los caballos con correas; las tallas en relieves muestran a soldados de caballería asirios con tal equipo en los caballos en el siglo VII a.C.

“Del mismo modo, un jinete representado en la tumba del faraón egipcio Horemheb, quien gobernó entre los años 1.319 y 1.292 a. C., parece cabalgar a pelo con riendas y un látigo”, recuerda el especialista.

"El desarrollo de las sillas de montar tendría su origen cuando los jinetes comenzaron a preocuparse más por la comodidad y la seguridad, y también por la salud de los caballos", explicita Wertmann. "Los sillines ayudaron a las personas a recorrer distancias más largas, lo que llevó a una mayor interacción entre diferentes personas".

"Las primeras sillas de montar escitas y la silla Yanghai tienen soportes distintos, que ayudan a los jinetes a mantener una posición firme y a levantarse sobre la silla, como cuando disparan una flecha, aunque estas sillas de montar primigenias tampoco tenían estribos", añade Wertmann.

La arqueóloga biomolecular de la Universidad de Zúrich, Shevan Wilkin, que no participó en el estudio, dijo a Live Science que el extraordinario nivel de conservación de la silla de Yanghai sugiere que se pueden encontrar otras semejantes, potencialmente más antiguas, en las cercanías. "Por lo general, para algo orgánico que es así de antiguo, como lo es esta silla de cuero, lo más probable es que no quedara ningún resto o muy poco", dijo.

La posición sentada de la mujer enterrada con la silla sugiere que era una jinete. "Esto realmente cambia nuestras ideas sobre quiénes montaban a caballo", afirma Wilkin.

Birgit Bühler (derecha), arqueóloga de la Universidad de Viena, que tampoco participó en el estudio, dijo Live Science en un correo electrónico que "este descubrimiento en una tumba ordinaria es una fuerte evidencia de que las mujeres participan en las actividades cotidianas de los pastores montados a caballo, lo que incluía el pastoreo y el nomadismo. Las narrativas tradicionales que asocian la equitación con la guerra y los hombres de élite queda contradicha".

Fuentes: weekend.perfil.com | livescience.com | dainst.org | 30 de mayo de 2023

Nueve tumbas romanas y visigóticas salen a la luz en unas obras de la Vía Layetana de Barcelona

Cuando las murallas de Barcino se quedaron pequeñas, un potentado romano construyó hacia los siglos II o III, justo fuera de ellas, su casa, una domus, en la actual plaza de Antoni Maura. Sus descendientes se convirtieron al cristianismo y acabarían donándola para convertirla en un monumento funerario que albergó las tumbas de personajes prominentes allá por el siglo V (especulaciones, unas líneas más abajo) y un mosaico de 25 metros cuadrados conservado pero actualmente no visitable (para novedades inminentes, seguir leyendo). En el exterior de ese monumento creció un cementerio ya cristiano del que acaban de salir a la luz, durante las obras de reforma de la Vía Layetana, siete tumbas de periodo tardorromano (siglos IV a V) y dos tumbas tardoantiguas (del periodo visigótico, entre los siglos VI y VII), que se suman a dos halladas hace unos meses al otro lado de la Via Laietana.

Excavación de una necrópolis tardorromana y tardoantigua en la plaza Antoni Maura por la reforma de la Vía Layetana. Detalle de un esqueleto de los siglos V o VI. / MANU MITRU.

Durante las obras de Vía Layetana se han excavado arqueológicamente las áreas donde el subsuelo debía ser removido o ocupado por elementos que habrían imposibilitado el acceso en el futuro. Si en esta esquina (frente al antiguo consulado americano) se hubiese decidido plantar romero o petunias, la excavación habría quedado para tiempos mejores. Pero afortunadamente para los arqueólogos, que sabían que ese era un punto prometedor, justo allí se había decidido plantar un árbol. Con sus raíces. Así que hubo permiso para excavar más hondo. Y bajo los restos de muros medievales y modernos (con pavimentos, un pozo cubierto por una rueda de molino rota, algunos silos) aparecieron las tumbas.

Necrópolis de los siglos IV a VII en la plaza Antoni Maura, excavada durante las obras de reforma de Vía Layetana. En la fotografía, dos esqueletos de los siglos V a VI d. C. / MANU MITRU.

Esa área sepulcral en torno a ese monumento funerario, que se extendía hacia la plaza Ramon Berenguer y Santa Caterina, merecía algún respeto especial: durante varios siglos no se superponían una tumba sobre otra sino que se respetaban las inhumaciones previas. La cercanía con el conjunto episcopal desarrollado desde la cristianización hasta la Alta Edad Media (el palacio del obispo en la plaza de Sant Iu, el baptisterio frente a la catedral, el aula episcopal bajo el Museu Marès) ha hecho especular que se tratara del lugar de entierro de los primeros obispos de Barcelona (se halló un anillo que apuntalaba esta hipótesis). Y con menos fundamento, incluso, que podría haber sido el mausoleo del pequeño Teodosio, fallecido en Barcelona, hijo del visigodo Ataúlfo, y la hija de emperador Gala Placidia que podría haber tenido un destino prometedor. Un lugar de lujo a la vera del cual ser enterrado.

Excavación de una necrópolis tardorromana en la plaza Antoni Maura por la reforma de la Vía Layetana. Parte de una tumba tardorromana, cortada por un muro medieval. / MANU MITRU.

Dos letras de una inscripción en mármol

Joan Garriga, director arqueológico de la excavación, explica que lo hallado ayudará a entender cómo funcionaba ese espacio. Las siete tumbas tardorromanas, trinchadas por los muros medievales y con fragmentos de sus respectivos difuntos (uno tiene la cabeza a un lado de una pared y las piernas al otro), tienen suelo y paredes de teja y ladrillo rebozado y seguramente estaban coronadas por tejas a dos vertientes o pequeños monumentos funerarios. Las tumbas visigóticas estaban excavadas directamente en el suelo sin más. No ha aparecido ajuar funerario pero si un trozo del fuste de una columna acanalada, dos fragmentos de una inscripción de mármol (con una I y una N) y restos de estuco con pintura de colores. Estos restos podrían corresponden a las tumbas o al derribo parcial de la domus: Garriga recuerda que la excavación aún está en curso, por lo que no solo pueden aparecer más hallazgos, sino que, de momento, todas las dataciones y conclusiones son provisionalísimas.

Excavación de una necrópolis tardorromana y tardoantigua en la plaza Antoni Maura. El arqueólogo Joan Garriga sostiene un fragmento de columna romana. / MANU MITRU.

La domus (no villa: aunque extramuros era un edificio urbano, en el suburbio, no rural) y su mosaico, accesibles a través de una escalera tapiada desde hace años, se esperaba que fuesen visitables el pasado mes de marzo, tras restaurar el mosaico y con motivo del 80º aniversario del Museo de Historia de Barcelona, titular del espacio. Las filtraciones de agua y una restauración discutible en los años 70, con una base de mortero, lo habían dañado. Pero cuando empezaron las excavaciones en esta parcela anexa, la losa de hormigón que lo cubre empezó a temblar. Momentos de pánico. Se protegió el mosaico con tablones para evitar que cayeran cascotes pero, pese a la alarma, se ha llegado a la conclusión de que el hormigón, con algunos apaños para consolidar los fragmentos caídos, tras impermeabilizar las filtraciones de agua y eliminar un ventilador que hacía más mal que bien, resistirá. Y en otoño, cuando acaben las obras, estará en condiciones de ser visitable de nuevo.

Fuentes: elperiodico.com | 20minutos.es | 30 de mayo de 2023