Nueve cadáveres desvelan que inmigrantes ibéricos llevaron la agricultura a África hace 7.400 años

Youssef Bokbot, del Instituto Nacional de Arqueología de Marruecos, y Cristina Valdiosera, de la Universidad de Burgos, sostienen dos cráneos del yacimiento marroquí de Ifri Ouberrid. C. V.

Algunos especialistas creen que lo que sucedió en Europa hace unos 7.400 años fue como encontrarse con una civilización alienígena. Durante miles de siglos, los europeos habían sido cazadores nómadas, el único estilo de vida conocido en un continente inmenso y prácticamente despoblado. Hasta que se encontraron con inmigrantes originarios de Anatolia, en la actual Turquía, que traían consigo la agricultura, la ganadería y el sedentarismo. Su avance por el norte del Mediterráneo fue tan rápido —duró apenas un siglo— que se cree que viajaban en pequeñas embarcaciones por la costa. Fue un tiempo de conflictos y coexistencia. Los granjeros se cruzaron con los cazadores nómadas locales hasta absorberlos, si bien hubo clanes aislados de cazadores fieles a su estilo de vida durante 1.000 años más. Es lo que se conoce como revolución del Neolítico, que sentó las bases de la civilización.

Uno de los mayores enigmas de esta época es cómo llegó esta revolución a África. Una hipótesis es que apareció de forma espontánea, con una segunda invención de los cultivos, y otra que llegó hace unos 5.000 años, de la mano de pastores y agricultores de Oriente Próximo.

Ahora, un equipo dirigido por científicos de la Universidad de Burgos y la de Uppsala (Suecia) demuestra que el Neolítico llegó a esta zona en la misma cronología que a Europa, hace unos 7.400 años. Sus conclusiones, publicadas en la revista Nature, se basan en el análisis de dientes y huesos desenterrados en cuatro yacimientos de Marruecos y su comparación con otros ya existentes.

La clave está en la cueva de Kaf Taht el-Ghar, en la costa norte del Estrecho del lado marroquí, donde se hallaron restos humanos, semillas y trozos de cerámica decorados con conchas de moluscos. Eran prácticamente idénticos a los que se habían hallado en la Península. “Fue como encontrar una catedral barroca en mitad del México azteca”, explica Rafael Martínez Sánchez, arqueólogo de la Universidad de Córdoba y coautor del estudio.

Cueva de Kaf Taht el-Ghar, del Neolítico temprano.

¿De ida o de vuelta?

En los años cincuenta del siglo pasado, cuando Marruecos aún era protectorado español, el arqueólogo catalán Miquel Tarradell fue el primero en excavar este lugar. Se especulaba que la cerámica decorada de la Península la habían traído inmigrantes del norte de África cruzando el Estrecho, explica Martínez. Pero al ver las cerámicas, Tarradell cambió de idea y postuló que fue al revés: los ibéricos las llevaron a África, aunque falleció en 1995 sin poderlo demostrar.

El análisis del ADN de cuatro individuos de este yacimiento ha aclarado ahora el misterio. El perfil genético de estos agricultores es un 75% igual que el de los de la Península. Y aproximadamente otro tercio es norteafricano. La prueba concluyente del origen de estos inmigrantes es que llevan también una pizca de ADN de cazadores recolectores europeos que habían sido asimilados antes.

La conclusión del trabajo es que un grupo de granjeros de la península ibérica llegó al norte de África, se cruzó con las poblaciones locales y se asentó llevando al continente africano la agricultura por primera vez, unos 1.000 años antes de lo que se pensaba. Probablemente, pasaron el Estrecho en barcas de madera, sin velas, usando solo remos, apunta Martínez, aunque no se conocen restos de estas embarcaciones.

a) Afinidad genética de los individuos africanos noroccidentales de la Edad de Piedra analizados y polarizados entre la ascendencia neolítica de Anatolia y Magrebí. b) Afinidad genética de individuos de la Edad de Piedra del noroeste de África, polarizada entre la ascendencia ibérica y levantina del Neolítico temprano. c) Resumen de la historia de la población inferida del Magreb en la Edad de Piedra.

Lo enigmático es que en Ifri n’Amr o’Moussa, a unos 300 kilómetros al sur, hay otro yacimiento al menos un siglo posterior, donde se han encontrado restos de semillas, cerámica y ganadería, pero sus habitantes han resultado ser 100% autóctonos. Su ADN no se diferencia de las poblaciones de cazadores y recolectores nómadas que habitaron esta zona desde hace unos 15.000 años, incluida su tradición de arrancarse los dos dientes incisivos de la mandíbula superior para diferenciarse, como explican Louise Humphrey y Abdeljalil Bouzouggar en un artículo complementario.

Unos siglos después, las poblaciones locales habían abrazado la vida sedentaria, aunque no se mezclaron con los inmigrantes llegados de Europa, como si existiese una frontera bien definida similar a la que hubo en determinadas partes de Europa entre los inmigrantes granjeros y los últimos cazadores y recolectores.

“Es algo nunca visto”, señala Cristina Valdiosera, bióloga molecular de la Universidad de Burgos y coautora del trabajo. “En Europa los cazadores-recolectores nunca asumieron el modo de vida neolítico por sí mismos, siempre fue por absorción”, destaca.

El investigador Juan Carlos Vera en la cueva Ifri n’Amr o’Moussa, del Neolítico temprano.

Al borde del colapso

En 2018, Valdiosera lideró un estudio similar en la península ibérica que demostró la presencia de agricultores en tiempos muy similares a los vistos ahora en Marruecos. La especialista en genética estima que los primeros grupos de inmigrantes que cruzaron el Estrecho eran de decenas de individuos y que tuvo que haber varias oleadas por la misma ruta.

Antes de la llegada de los primeros agricultores, las poblaciones del norte de África estuvieron al borde de la extinción. Si durante la última glaciación en Europa la población colapsó hasta apenas 5.000 personas, en el norte de África quedaron solo 1.400, según el trabajo. La llegada de los inmigrantes fue una salvación para ellos, argumenta Valdiosera, pues aumentó la diversidad genética y evitó los males de la endogamia.

El estudio confirma que unos 1.000 años después de la primera oleada migratoria neolítica llegó una segunda procedente de Oriente Próximo que siguió, ahora sí, la costa del Mediterráneo sur hasta llegar al actual Marruecos. El ADN de tres personas que vivieron hace 6.400 años halladas en Skhirat-Rouazi, en la costa oeste del país, muestra la marca genética de esta nueva oleada de inmigrantes. Esa misma marca está en las poblaciones actuales del Magreb y también en los guanches de Canarias, cuyo origen está en inmigrantes llegados del norte de África.

Restos humanos en el yacimiento Ifri n'Amr o'Moussa. Crédito: Youssef Bokbot.

Mestizaje total

El yacimiento más reciente analizado es el de Kehf el Baroud, a unos 50 kilómetros al sur del anterior. En este caso, sus habitantes muestran ya ADN tanto de los primeros agricultores ibéricos, como de las poblaciones autóctonas del norte de África y de los inmigrantes pastoralistas de Oriente Medio. Un mestizaje total.

Ron Pinhasi (izquierda), experto en antropología evolutiva de la Universidad de Viena, opina que "este es un estudio apasionante e importante”. “Había mucho debate sobre si el Neolítico había surgido de forma espontánea o si llegó de Europa u Oriente Medio. Sorprendentemente, vemos que sucedió todo eso, aunque no a la vez. Los primeros en iniciar este periodo fueron los granjeros ibéricos. Y aquí lo más interesante es que ellos se mezclaron con los locales, mientras que algunos locales no se mezclaron con ellos”, resalta.

Carles Lalueza Fox (derecha), genetista del CSIC, opina que “con esto no queda ya ningún ejemplo de que el Neolítico pudo transmitirse de forma cultural”. “Aunque era el pensamiento dominante hace unas décadas, creo que es evidente que la agricultura no es algo que se pueda explicar o copiar sin más. Como todo oficio se requiere de gente que lo conozca, es decir, de emigrantes, al menos en un primer momento”, explica.

Fuentes: elpais.com | phys.org | 7 de junio de 2023

La genómica y la arqueología reescriben la revolución neolítica en el Magreb

El investigador Rafael Martínez, de la Universidad de Córdoba, en la cueva de Kaf Taht el-Ghar en Tetuán. Cedida por la Universidad de Córdoba.

La arqueología lleva décadas tratando de explicar cómo y porqué los humanos pasaron de ser exclusivamente cazadores-recolectores a producir los alimentos, al adoptar la agricultura y la ganadería. ¿Cómo sucedió el cambio económico de mayor trascendencia para la Humanidad, que precedió a la Revolución Urbana y consolidó el modo de vida sedentario? ¿Cómo sucedió la conocida como Revolución Neolítica? ¿Dónde empezó todo y cómo se extendió?

Para completar parte de las posibles respuestas, y -como siempre ocurre en ciencia- dar paso a nuevas preguntas, un equipo internacional en el que han participado las Universidades de Córdoba, Huelva y Burgos, se publica hoy en la revista Nature los resultados de un nuevo trabajo que explica y rompe algunos mitos sobre el inicio del Neolítico y, por tanto, de la agricultura, en el Norte de África hace unos 7.500 años.

Hasta hace poco la Arqueología debatía sobre el origen de la agricultura y la ganadería en el Norte de África; si ésta había surgido de manera independiente y los humanos que habitaban aquel territorio habrían logrado domesticar especies locales y desarrollar técnicas similares a las de los habitantes de los valles del Tigris y el Éufrates, o si el proceso había sido estrictamente fruto de una transmisión cultural desde otras regiones, como el Próximo Oriente o el Mediterráneo.

Un nuevo trabajo liderado por la Universidad de Uppsala y Burgos, con un papel relevante del Instituto Marroquí de Ciencias de la Arqueología y el Patrimonio (INSAP), demuestra que ni uno ni otro. La aparición del Neolítico en el Norte de África fue fruto de un proceso complejo y poliédrico como pocos al considerar en conjunto los datos arqueológicos observados hasta ahora en el Viejo Mundo.

La originalidad del estudio está en la lectura genómica combinada de restos humanos neolíticos procedentes de tres yacimientos clave: la cueva de Kaf Taht el-Ghar en Tetuán, Ifri n'Amr Ou Moussa en la provincia de Khémisset y Skhirat-Rouazi al sur de Rabat.

Excavación en el sitio Kaf Taht el-Ghar (KTG). Crédito: Juan Carlos Vera.

En el primero de ellos, se han identificado y estudiado restos de un pequeño grupo de individuos descendientes de agricultores europeos que se instalaron en la zona hace unos 7.400 años.

En el segundo, se ha confirmado la existencia de una necrópolis en cueva donde fueron sepultados un par de siglos después, individuos de ancestría puramente local; esto es, agricultores con cerámica descendientes de cazadores-recolectores autóctonos que adoptaron estas nuevas técnicas de los grupos inmigrantes mencionados.

Por último, el tercero, en una necrópolis prehistórica mil años más reciente se han identificado genomas asociados a la expansión de pueblos pastores procedentes del Creciente Fértil, y que la Arqueología ya venía detectando en todo el actual norte de África.


La datación de todos esos restos y su estudio genómico ha permitido al equipo ibero-sueco-marroquí (la principal autora es Luciana Simões (izquierda), investigadora portuguesa de la Universidad de Uppsala), constatar que la diversidad biológica y cultural de los humanos que habitaron el territorio hace más de 7.000 años pudo estar detrás del éxito de la neolitización en el norte de África.

En este sentido, el trabajo publicado por Nature, y en el que aparecen como coautores Rafael M. Martínez, de la Universidad de Córdoba, Juan Carlos Vera, de la Universidad de Huelva, y Cristina Valdiosera, de la Universidad de Burgos, codirectora del proyecto, señala expresamente que mucho antes de la romanización del extremo occidental del Mediterráneo y, por supuesto, mucho antes de la islamización del territorio, los grupos humanos a un lado y otro del Estrecho de Gibraltar ya compartían conocimientos, aspectos culturales y por supuesto, genes.


Para Rafael M. Martínez (derecha), de la Universidad de Córdoba, "este trabajo supone un antes y un después en la comprensión de muchos aspectos relacionados con los procesos de difusión del Neolítico en la región, zanjando la cuestión respecto a su origen en Andalucía y el Magreb. En este sentido, queda bastante claro el sentido unidireccional del proceso, probablemente desde Iberia, y que sitúa la decoración impresa de estas primeras cerámicas marroquíes en el conjunto de las primeras cerámicas impresas del Mediterráneo Occidental, incluyendo península italiana, sur de Francia y mediterráneo ibérico”.

Preparación para el muestreo de ADN en el INSAP. De izquierda a derecha: J.C. Vera, Cristina Valdiosera y Youssef Bokbot.

En cuanto al componente “pastoral” de la necrópolis de Skhirat, Martínez afirma que “precisamente las cerámicas presentes como ajuares en dichas sepulturas son completamente diferentes a las impresas más antiguas, teniendo precedentes en estilos conocidos con anterioridad a lo largo del Sahara y decoradas con matrices de cuerda. Un trabajo nuestro de 2018 ya apuntó la relación de este tipo de cerámicas con pueblos pastoralistas, o, en cualquier caso, con orígenes muy distintos”.


Por su parte, Juan Carlos Vera (derecha) subraya que la genómica ha venido a refrendar lo que la arqueología ya venía sosteniendo desde estos últimos diez años: “La campaña de muestreo genético se realizó en 2016, pero la imagen nítida, completa, de los cambios culturales y económico-sociales paralelos al mestizaje y movimientos poblacionales ahora demostrados, no hubiera sido posible sin los trabajos arqueológicos que desarrollamos en Marruecos entre 2011 y 2013 dentro del proyecto ERC AGRIWESTMED, coordinado por la experta en arqueobotánica Leonor Peña-Chocarro, del CSIC (Madrid), gracias a un convenio con el INSAP marroquí coordinado por nuestro colega Youssef Bokbot. Gracias a esos trabajos se pudieron detectar antiguas semillas de cereales y leguminosas cultivadas en varios de estos contextos neolíticos, las cuales ya apuntaban a un proceso de difusión, aunque en este caso no podíamos saber el alcance 'humano' del proceso, ni la llegada 'física' al territorio de inmigrantes, con la proyección de sus genes, cosa que este trabajo demuestra”, afirma el profesor titular de la Universidad de Huelva.


Cristina Valdiosera (izquierda), investigadora Ramón y Cajal en la Universidad de Burgos y codirectora del proyecto junto a Mattias Jakobsson, concluye que se trata de un trabajo con enormes implicaciones en la historia genómica del Norte de África. "Los pobladores del Magreb, los bereberes (imazighen) históricos, cuentan con una ancestría conformada por tres componentes principales: la primera de ellas es la de los cazadores recolectores africanos, presentes desde el Paleolítico Superior en la cueva de Taforalt; una segunda la de los agricultores neolíticos europeos, que en última instancia descienden de los primeros campesinos de Anatolia, repartidos por el mediterráneo y que llegan a Marruecos probablemente desde la península ibérica en torno al 5.500 a.C., y por último, la de los pueblos pastoralistas, que penetran en el continente africano hacia el oeste y hacia el sur atravesando el Sinaí desde el creciente fértil, y que llegarán al atlántico marroquí aproximadamente mil años después. El hecho de que las lenguas bereberes y las lenguas semíticas pertenezcan al tronco lingüístico Afro-Asiático puede ser una consecuencia de la propia historia genómica que estamos observando”, afirma la investigadora.

Fuentes: Universidad de Córdoba | huelvabuenasnoticias.com | 7 de junio de 2023

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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