La muerte y resurrección de Adón y el festival del Año Nuevo en Biblos y otros lugares de Fenicia y Chipre


Por Carlos González Wagner

Biblos, posiblemente la más antigua de las ciudades cananeo-fenicias, es mencionada, junto con otras, en documentos descubiertos en Ebla, en el norte de Siria, en los que aparece como la ciudad más importante y el principal puerto de la costa. En los mismos documentos se aprecia que Biblos era un centro político de notable importancia, capaz de tratar de igual a igual con la poderosa Ebla y de intercambiar en matrimonio miembros de sus respectivas casas reales. La estructura política de Biblos parece similar a la de Ebla. Se trataba de una monarquía en la que la reina desempeñaba un papel nada despreciable, con un consejo de “ancianos” que incluía a los representantes de las familias más poderosas, y un abundante número de funcionarios entre los que  destacaban los escribas, los correos y los comisarios.
Parece que Biblos gozaba también de un cierto prestigio religioso, mientras que las restantes ciudades cananeas desempeñaban un papel secundario. El que los archivos de Ebla no mencionen nunca a los monarcas de otras ciudades cananeas como Tiro, ha llevado a pensar que tal vez Biblos las controlara con sus territorios. Aunque no conocemos muy bien los detalles, Sarepta debió haber estado bajo la hegemonía directa de Ebla, mientras las ciudades más meridionales, que también son mencionadas en sus documentos, como Akhziv, Beirut, Tiro o Sidón, pudieron haber formado parte de un reino supeditado a Biblos.
Como ya hemos visto en otro lugar de este mismo blog, un mito agrario que conoció una gran difusión en Biblos y en otros lugares fue el de Adón (Adonis para los griegos), dios-espíritu de la vegetación nacido de un árbol y muerto mientras cazaba un jabalí, y Astarté, diosa de la fecundidad y el amor, que baja al mundo subterráneo para buscarle y llevarle de nuevo entre los vivos, según un esquema muy difundido en las religiones agrarias del mundo antiguo. Adón, que en Ugarit era un epíteto de Baal, como líder de los Rapiuma (salvadores/sanadores), -reyes y grandes héroes de la tradición- era venerado en toda Fenicia, celebrándose en la primavera y el verano fiestas con largas procesiones en su honor, pero particularmente en la ciudad de Biblos. También era venerado en Pafos (Chipre), en cuyo santuario de Astarté/Afrodita se celebraban según Luciano ritos secretos en honor de Adón/Adonis, así como en Amathonte, en donde Pausanias afirma que poseía un santuario en la acrópolis, mientras que Esteban de Bizancio equiparaba el culto que allí recibía con el de Osiris. En esta última región se encontraba la antigua Ierokepis, mencionada por Estrabón, literalmente la "ciudad del jardín sagrado". 
Jardines sagrados vinculados a templos importantes son conocidos en Egipto y el Próximo Oriente de donde poseemos incluso evidencia arqueológica procedente de dos templos de Baal y Astarté en la ciudad siria de Emar y fechados en el siglo XIII a. C. (D. Beyer, "Jardíns sacrés de Emar au Bronze Récent", Ktema, 15, 1990: 123-131). Muy probablemente el templo de Baal y Astarté en el Carambolo (Camas, Sevilla), en el otro extremo del Mediterráneo, poseyera otro. Y en la Hispalis romana aún se celebraban los rituales de Adón en la Antigüedad tardía. Pero Hispalis había sido antes una ciudad fenicia, por lo que estos rituales tenían seguramente un origen oriental y no griego, como también en Chipre, Fenicia y Siria. Posiblemente en aquellos jardines, como sucedía en Egipto y Mesopotamia, se cultivaran árboles y plantas relacionadas con la divinidad y su culto. Ya la tradición sumeria nos recuerda el jardín sagrado donde Inanna cuidaba del árbol "huluppu", o Arbol del Mundo y Arbol de la Vida, jardín que seguramente estaba asociado al templo de la diosa en la ciudad de Uruk. Tal vez por influencia de Osiris (las conexiones entre Biblos y Egipto eran muy antiguas) los jardines sagrados desempeñaron seguramente un papel importante en los rituales de Adón. Por lo demás adon es en las lenguas semíticas occidentales un epíteto divino además de regio a menudo ligado a Baal, designación solo aparentemente genérica de estos dioses reyes de la tradición sirio-palestina.
El Adón de Biblos es, en realidad, la versión cananeo-fenicia del Tammuz mesopotámico, cuyo padre sería Cushor, el Kothar ugarítico. Lo cual nos recuerda que el descenso de Innana al Inframundo ha sido interpretado en un sentido geográfico como un viaje ritual al país de Kutha, que se consideraba la residencia de los dioses del Inframundo. Además una tradición siriaca ha preservado un relato paralelo de Tamuz, hijo de Cuthar, rey de los fenicios, y amante de Balthi reina de Chipre, que murió durante una cacería de jabalíes en el Monte Líbano y cuya tumba se encontraba en Apahaca cerca de Biblos, donde otra tradición local nos recuerda el río cuyas aguas una vez al año, por la primavera, se tiñen de color rojo, conmemorando la muerte de Adón. Esta claro, por otro lado, que Cuthar es Kothar, o sea Cushor mientras que Balthi no es otra que Ba`alat, "la señora de Biblos", la denominación local de Astarté. Todos estos jévenes dioses tienen algo en común: en un principio eran humanos y solo adquieren la divinidad después de su muerte (y posterior resurrección). Su culto sigue el ciclo de la vegetación y está conectado con la fertilidad. En su descenso al Inframundo Adón habría de encontrarse con los Refahim (la versión fenicia y luego bíblica de los Rapiuma, criaturas que poblaban el mundo de los difuntos y los ancentros) antes de que Astarté lo devolviera a la vida.
Por cierto que el padre de Adonis en la versión griega del mito es Kinyras, nombre cuya etimología lleva a relacionarlo con el tañedor de la lira durante el ritual del lamento fúnebre (que Safo de Lesbos compone para Adonis y acompaña con flautas) y que posee las mismas características que Cushor/Kothar, y del que Apolodoro dice que había fundado Pafos en Chipre, mientras que Estrabón recuerda su residencia real en Biblos (J. P. Brown, "Khotar, Kinyras and Kythereia", Journal of Semitic Studies, 10, 1965: 197-219). Este Kinyras, que es ya mencionado en tablillas micénicas procedentes del palacio de Pilos, parece haber sido de origen fenicio y distintas tradiciones le atribuyen la fundación de los templos de Afrodita urania en Pafos y en la isla de Kythera. De acuerdo con Herodoto existiría una santuario de Afrodita urania aún más antiguo en Ascalón y habrían sido fenicios procedentes de esta región los responsables de la fundación del de Kythera.
Según Píndaro había también un templo a Afrodita urania en Corinto en el que las mujeres ofrecían "las lágrimas leonadas del amarillo incienso", el mismo que Salomón había ofrecido a Ashtoreth, "la abominación de los sidonios", y que no es otra que Astarté, una mixtura cuyo uso estaba prohibido y reservada solo para determinados rituales religiosos. Volveremos sobre este punto más adelante. En Corinto y en sus colonias Ambracia y Córcira uno de los meses de la primavera se denominaba ya en el siglo VII a. C. "phoinikaios", y parece que durante el mismo se celebraban determinados rituales de Adón. Un festival de renovación en primavera es también conocido por los textos de Ugarit. Y parece que originariamente los rituales relacionados con la pérdida y el lamento del dios debieron realizarse en Chipre y en Fenicia durante la primavera, después del esquileo, e inauguraban la estación marítima, en la que la navegación volvía a reanudarse después de los largos meses del otoño y el invierno.
Puesto que Luciano de Samosata califica algunos de estos ritos de secretos, cabe albergar la sospecha, siquiera como hipótesis de trabajo, de que una droga, algún enteógeno, formara parte de ellos. También en el descenso de Inanna/Ishtar al Inframundo aparecen un “agua de la vida” y un “alimento de la vida”.  Los dioses del Próximo Oriente también bebían un «Vino de la vida Eterna», que les era proporcionado por Siduri-Sabitu, diosa-serpiente de la Vida y la Sabiduría, aquella que recibió a Gilgamesh en el Jardín de los Dioses. En el mito mesopotámico de Adapa, el protagonista, tras haber ascendido al Cielo, rehusa la inmortalidad, engañado por el dios Ea, al no querer comer «el Pan de la Vida» ni beber «el Agua de la Vida». Al parecer, este alimento de la vida y el agua de la vida tenían propiedades mágicas y no era necesario ingerirlos para que surtieran efecto, pero estaban, en principio, reservados a los dioses. Tal es la forma en la que Innana logra salir del Mundo Inferior: debe ser rociada con alimento de la vida y bebida de la vida, y así volverá a vivir. 
Esto nos recuerda que algunos mitos griegos hablan de una droga que proporcionaba la inmortalidad. Tal ocurre, por ejemplo, con Calypso, ninfa de extraordinaria belleza que reside en una isla en el lejano Océano occidental, y que era capaz de otorgarla, lo que solo puede ser obtenido de otro modo por medio de la ambrosía. Cuando Hermes fue a visitarla por encargo de Zeus la encontró en la gran caverna en la que había hecho su residencia ante un fuego y a lo largo de la isla flotaba el olor de las hogueras de cedro y enebro. Sus similitudes con la mesopotámica Siduri- Sabitu fueron señaladas hace tiempo por M. S. Jensen. Thetis rodeaba de noche al niño Aquiles con fuego y de día ungía sus tiernas carnes con ambrosía para hacerlo inmortal y salvarlo de los horrores de la vejez, lo que recuerda muy de cerca el proceder de Demeter con el hijo de Deyanira, reina de Eleusis. En el mito de Tántalo éste fue castigado por querer proporcionar a la humanidad la ambrosía, el alimento de los dioses, con lo que llegaría a ser como ellos, según la tradición, que recogen, entre otros, Píndaro y Apolodoro. Las fuentes más antiguas aún mantienen la tradición de ambrosía como bebida, así que, originalmente, parece que néctar, la bebida de los dioses, y ambrosía eran similares. También en la religión védica figuraba junto a Soma, Amrita, literalmente «sin muerte» en sánscrito, la bebida que proporcionaba la inmortalidad a las divinidades.
En el caso del festival de Adón durante la primavera que ahora nos concierne, los rituales en los terrados de las casas, en los que intervenían inciensos y libaciones, formaban parte de una expresión privada de dolor, durante la cual se realizaba también el sacrificio de un verraco o un cerdo, para posteriormente tomar parte  en una procesión publica por las calles de la ciudad en dirección al templo de Astarté en el que la estatua de la diosa era mostrada a través de una ventana, para culminar con la lamentación ritual dando vueltas en torno al obelisco sagrado que presidía el patio (N. Robertson, "The Ritual backgraound of the dying god in Cyprus and Syriopalestine", The Harvard Theological Review, 75, 3, 1982: 313-359).
Respecto a un culto similar de origen cananeo, considerado por lo tanto idólatra, en el Antiguo Testamento podemos leer lo siguiente: 
“Serán todas la casas de Jerusalén y todas los palacios de los reyes de Judá impuras, sí, como el emplazamiento del Tofet, todas esas casas en cuyos terrados se ofrecía incienso a todo el ejército de los cielos y se hacían libaciones a otros dioses” (Jr 19:13); “vendrán los caldeos y combatirán contra esta ciudad, la prenderán fuego y la abrasarán junto con las casas en cuyos terrados se ofrecía incienso a Baal y se hacían libaciones a otros dioses, para irritación mía” (Jr 32:29). 
Recientemente se ha vuelto a señalar el carácter psicoactivo de aquellos inciensos bíblicos. El utilizado en el culto a Yavé en su templo de Jerusalén solo podía ser usado por sus más cercanos sacerdotes quienes, tras respirarlo,  experimentaban visiones de ángeles y otros seres celestiales (F. R. Dannaway, "Strange Fires, Weird Smokes, and Psychoactive Combustibles: Entheogens and Incense in Ancient Traditions" Journal of Psychoactive Drugs, 42, 4, 2010: 485-499). 
Astarté aparece muchas veces relacionada en el registro arqueológico con timiaterios, que en ocasiones la representan desnuda con el peinado hathórico, lo que viene a confirmar la importancia de los inciensos en su culto, tal como la tradición asevera, y los árboles y plantas con la que se la relaciona en la tradición y la iconografía son el cedro, el junípero, el ciprés, el pino, la flor de loto y la adormidera. Los aceites esenciales de algunos de ellos fueron utilizados desde muy antiguo para la eleboración de inciensos y otras fumigaciones de carácter psicoactivo. El cedro es por otra parte el árbol del conocimiento del cual adquiere la sabiduría Innana. Por cierto, que Adón, nunca recibe en Oriente culto en solitario, sino siempre en relación a Astarté. Tampoco tiene un templo propio, sino que le está reservado un espacio en el témenos de la diosa. 
La celebración ritual de la muerte y resurrección de Adón, durante la primavera, en Biblos y otros lugares de Fenicia y Chipre (además de Coirinto y sus colonias) constituía en realidad un festival del año nuevo que duraba varios días. Como en Mesopotamia, la muerte y resurrección del dios, simboliza la renovación de la naturaleza, del orden social y del propio poder del rey. Si las muestras agudas de llanto y dolor formaban parte de las primeras celebraciones, eran finalmente sustituidas por  grandes manifestaciones de júbilo y alegría, mediante música y danzas extáticas, una vez producida la resurrección del dios. Nada de esto tiene que ver con las adonías griegas que se celebraban en verano y no estaban asociadas a una festividad pública ni a ningún tipo de santuario, constituyendo más bien una expresión privada del dolor de las mujeres por la desaparición de Adonis.