Confirmando la antigüedad de los primeros europeos

Figura. Mapa de Europa mostrando los yacimientos del Pleistoceno Inferior con evidencias razonables de presencia humana en Europa. Algunos de ellos necesitan ser contrastados tanto con datos fiables procedentes del ámbito de la geocronología como con hallazgos de fósiles humanos.

La geocronología es un ámbito de la ciencia absolutamente imprescindible en el estudio de la evolución humana. Sin un marco cronológico razonable es muy difícil poner cada cosa en su sitio. Durante todo el siglo XX, la ausencia de datos temporales en la mayoría de los yacimientos europeos ha sido uno de los problemas más acuciantes para dibujar un escenario evolutivo razonable en nuestro continente. Las investigaciones sobre la evolución humana de África han tenido mejor fortuna. En este continente abundan los estratos formados por sedimentos volcánicos, particularmente en toda la región del Gran Valle del Rift. En el último tercio del siglo XX, la inmensa mayoría de los yacimientos africanos quedaron bien situados en un marco cronológico muy creíble gracias al uso de isótopos del potasio o del argón.

La paleoantropología europea ha sufrido varios problemas importantes. En primer lugar, se han expoliado muchos yacimientos sin ningún tipo de control. Los yacimientos han sido muy accesibles a los aficionados y a los “buscadores de tesoros”. Y cuando los hallazgos han sido realizados por expertos ha faltado formación y equipos profesionales, capaces de obtener los datos con fiabilidad. En muchos casos ni siquiera se conoce el lugar preciso del hallazgo. Un caso paradigmático es la propia mandíbula de Mauer, el holotipo de la especie Homo heidelbergensis, datada de manera aproximada gracias a los restos fósiles de grandes mamíferos que aparecieron junto a la mandíbula. En 2010 se publicó la primera datación radiométrica del lugar aproximado del hallazgo de la mandíbula de Mauer en los arenales del río Neckar, que arrojó una cifra en torno a los 600.000 años.

Un yacimiento muy cuestionado desde su hallazgo en 1958 ha sido el que alberga la cueva de Le Vallonnet, en la costa Azul, situada prácticamente en la frontera entre Francia y Mónaco. En este yacimiento se identificaron restos de una fauna muy antigua del Pleistoceno Inferior, que incluía hienas, bisontes, ciervos y dos especies de cápridos. Los restos de estos animales pudieron depositarse en la cavidad hace un millón de años, de acuerdo a lo que se conocía sobre la fauna europea del Pleistoceno hacia la segunda mitad del siglo XX. Los huesos parecían haber sido golpeados de manera intencionada y mostraban marcas producidas con filos cortantes. Junto a los restos de animales aparecieron presuntas herramientas de piedra de manufactura similar a las fabricadas en África hace más de dos millones de años.

El yacimiento de Le Vallonnet pasó a ser un lugar cuestionado durante muchos años, junto a otros sitios de Europa. Es curioso, pero una de las supuestas herramientas del yacimiento de Le Vallonnetes prácticamente idéntica a un utensilio de cuarcita encontrado en 1991 en el nivel TD4 del yacimiento de Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca. El nivel TD4 se había sumado a la lista de lugares sin crédito alguno. En aquellos años se tenía por cierto que los primeros europeos llegaron a nuestro continente hace unos 500.000 años, por lo que yacimientos como Le Vallonnet, TD4 y otros carecían de credibilidad. Los utensilios de piedra de consideraban “geofactos”; es decir, supuestas herramientas producidas por golpes fortuitos y no por la mano de los humanos. Además, las primeras dataciones realizadas en Le Vallonnet no eran demasiado convincentes. Los métodos que utilizan los isótopos del uranio y el ESR (acrónimo de electro spin resonance) se estaban perfeccionando y su límite de fiabilidad no superaba el medio millón de años. Así que los restos faunísticos (biocronología) era casi la única herramienta disponible para precisar la cronología de los yacimientos del Pleistoceno Inferior como Le Vallonnet.

El hallazgo primero de los fósiles humanos de Homo antecessor (850.000 años) y más tarde de la mandíbula ATE9-1 (derecha) en el yacimiento de la Sima del Elefante de la sierra de Atapuerca, datada de hace entre 1,1 y 1,2 millones de años, pusieron punto final al debate sobre la primera colonización de Europa. Otros yacimientos, como Le Vallonnet se reivindicaron y volvieron a ser centro de atención. Acaba de publicarse (Scientific Reports) una nueva serie de dataciones y un estudio del paleomagnetismo de los sedimentos de los niveles de Le Vallonnet, que confirman la antigüedad del yacimiento y la presencia humana en el sur de Europa hace 1,2 millones de años. La herramientas se localizan en el llamado Complejo III, cuya polaridad magnética “normal” puede corresponderse con el evento Cobb Mountain, que también se data en 1,2 millones de años.

En la actualidad nadie duda de que el suroeste de Europa fue colonizado hace entre 1,5 y 1,2 millones de años. La migración hacia el norte del continente pudo demorarse durante mucho tiempo, hasta que las poblaciones de homíninos pudieron adaptarse a condiciones climáticas más extremas. Se cita el yacimiento de Untermassfeld, en Alemania como el lugar más septentrional con herramientas de piedra. Su datación, en torno a un millón de años, necesita más evidencias. Le Vallonnet ha marcado el camino.

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