Una 'máquina del tiempo' revela los restos del último león de las cavernas en Cantabria

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El equipo de investigación retratado junto a los restos del gran felino. LUIS C. TEIRA
Hace unos 16.000 años, en lo que hoy es la pedanía de Omoño, en tierras de Cantabria, un gran felino cazaba caballos, ciervos, bisontes y quizás Homo sapiens paleolíticos. Era un superdepredador, con un tamaño hasta un 10% superior a un león de nuestros días, y un peso que podía sobrepasar los 360 kilos. Se le conoce como león de las cavernas (Panthera spelaea), pero no porque viviera en ellas (parece que prefería las praderas y bosques de coníferas), sino porque muchos de sus restos se han hallado en cuevas, quizás traídos hasta allí por hienas o bien porque dichos leones quedasen atrapados en las espeluncas cuando intentaban cazar osos cavernarios en hibernación.

La osamenta completa de uno de estos grandes leones, caso único en Europa, fue descubierta el pasado mes de julio por miembros del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria en una galería de difícil acceso de la cueva de La Garma. Marian Cueto, arqueozoóloga del equipo dirigido por Pablo Arias y Roberto Ontañón, se encarga del estudio técnico de los restos del león, remarcando la gran importancia paleontológica del hallazgo, el último documentado del sur de Europa.

Según Cueto, enfermo o herido, el animal se habría recostado en la oscuridad, muriendo sin que nadie desde entonces manipulase sus restos. A la espera de lo que nos digan éstos, desconocemos las dimensiones del felino, ni si era macho o hembra. Sin embargo, sí conocemos su aspecto gracias tanto a las pinturas y tallas en marfil halladas en cuevas como las de Chauvet y Combareilles, como al hallazgo, en 2015, de dos pequeñas crías de Panthera spelaea conservadas a la perfección en el permafrost de las riberas del río Uyandina, en la república siberiana de Yakutia (derecha).
Con un cráneo parecido al del tigre, orejas redondeadas, grandes colmillos y pelaje similar al de los leones actuales -comparte relación genética-, aunque sin su melena, este gran depredador era aún más voluminoso que otros grandes felinos de su tiempo como el más ligero tigre dientes de sable y el leopardo europeo.

«No me hubiera gustado encontrarme con él», dice la arqueozoóloga Marian Cueto (izquierda) aludiendo al intimidante y poderoso aspecto del félido, del que han aparecido otros restos parciales en la gruta cántabra. Dicho hallazgo, habido en otra sección de la galería inferior de La Garma, data de 2016 y Cueto le concede, aún si cabe, una mayor importancia arqueológica. «Allí encontramos nueve de las 10 falanges distales de las garras delanteras de un león -señala la arqueozoóloga-. Dichas garras se conservaron enteras de una manera intencional, dado que por su morfología es muy difícil que se conserven de una sola pieza. Los huesos de las falanges presentaban marcas de corte en la intersección con los tendones, lo que denota buen conocimiento de la anatomía de este animal, mientras que en el entorno no se hallaron otros restos del esqueleto. Ello indica que quienes dejaron los restos lo hicieron de forma consciente».

Según los investigadores, el hallazgo de dichas garras en un lugar de la cueva en donde se ven a simple vista los basamentos en piedra de dos cabañas circulares junto a pinturas y herramientas líticas, señala la evidencia del desollamiento de leones de las cavernas por hombres del Paleolítico. La piel del felino, junto a sus garras delanteras, se usaría entonces como alfombra en un espacio ritual de interacción entre homíninos y carnívoros, similar al que todavía en nuestros días realizan cazadores-recolectores como los Masais africanos. Extinguido hace unos 14.000 años, parece que su caza excesiva por el ser humano fue, entre otras, una de las causas de la desaparición del león de las cavernas.

Ubicada en una colina de 186 metros de altura en la que pueden hallarse 11 sitios arqueológicos que denotan presencia human..., lo que realmente hace excepcional a este entorno es la existencia de la galería inferior de dicha cueva (a la que se accede por una espeluznante bajada-abismo de 20 metros), sellada por un derrumbe hace unos 16.000 años.

El león de las cavernas era un superdepredador de más de 360 kg.

Pablo Arias, catedrático de Prehistoria en la Universidad de Cantabria e investigador del proyecto de La Garma (izquierda), en el que colaboran 52 científicos de 25 instituciones radicadas en ocho países, incluyendo algunas tan prestigiosas como Oxford y la Sociedad Max Plank, define a la cueva como una especie de «máquina del tiempo», no en vano en la misma se han encontrado, intactos, restos de hogueras y basura prehistórica, utensilios tan llamativos como un espléndida espátula tallada en la costilla de un bóvido, basamentos de habitaciones y un imponente conjunto de arte rupestre que refleja cabras, uros, bisontes, caballos, ciervos, megáceros y un panel de manos en negativo. En total unos 800 m2 de un riquísimo depósito paleolítico único en el mundo. Un depósito al que se puede acceder sin excavar, si bien, y dada la abundancia de restos depositados en el mismo, se ha desarrollado una metodología específica de trabajo a fin de documentar los suelos, que están siendo analizados in situ.

«Todo quedó, como en una burbuja, tal y como lo dejaron los cazadores que habitaban esta cueva hace unos 14.000 años», señala Arias, quien precisa que «también en el exterior de la gruta se han registrado depósitos arqueológicos con una edad de 400.000 años, uno de los indicios más antiguos de la presencia humana en Cantabria».


Una imagen de las excavaciones en La Garma, en el municipio de Ribamontán al Monte / Javier Cotera

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en julio de 2008, los primeros grupos humanos habitaron el interior de La Garma hace unos 80.000 años, si bien el colofón a su historia tiene un tinte sepulcral datado en la Edad Media, en los últimos años del reino visigótico. De entonces, de entre los siglos VII y VIII, datan los restos de cinco jóvenes varones depositados en el suelo de la cueva, con sus cráneos concienzudamente machacados tras la descomposición de los cadáveres. El arqueólogo J.A. Hierro ha planteado una sugerente hipótesis para explicar esta práctica. Los individuos habrían muerto a causa de alguna epidemia de enfermedades infecciosas, siendo enterrados en un lugar recóndito de la gruta para evitar la extensión de la plaga. Luego, alguien volvió para machacar sus cráneos, a fin de impedir que estos individuos estigmatizados y peligrosos volvieran al mundo de los vivos.

El zapatero de Beyoncé

Stuart Weitzman (Massachussets, 1941) viajó a Cantabria en 2014 para visitar Altamira. Enamorado de España, rico, este industrial zapatero, competidor de Louboutin -calza a Beyoncé, Angelina Jolie y Lady Gaga-, no pudo cumplir su sueño pero, a cambio, en 2016, le ofrecieron visitar La Garma. El descenso no fue fácil. Con cuerdas bajó 20 metros por cinco horas. Contemplando pinturas de hace 30.000 años, decidió que debía hacer algo para dar a conocer este tesoro, creando la Weitzman Foundation a la que ha dotado con 300.000 euros.

Foto: Stuart Weitzman, con su asistente personal, Barbara Kreger, posan en la cueva delante de unas pinturas. / AP

Fuente: elmundo.es | 6 de octubre de 2017

Anónimo

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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