Una investigación interdisciplinaria muestra que la difusión de las lenguas transurasiáticas se debió a la agricultura

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La ascendencia genética proveniente de la zona de Amur está marcada en rojo, la del río Amarillo en verde y la ascendencia de Jomon en azul. Las flechas rojas muestran las migraciones hacia el este de los productores de mijo en el Neolítico, llevando las lenguas coreana y tungúsica a las regiones indicadas. Las flechas verdes marcan la integración de la agricultura del arroz en el Neolítico tardío y la Edad del Bronce, trayendo trayendo las lenguas japónicas sobre Corea a Japón.

El origen y la dispersión temprana de las lenguas transurasiáticas, que incluyen, entre otras, el japonés, el coreano, el tungúsico, el mongólico y el turco, se encuentran entre los temas más controvertidos de la prehistoria asiática. Aunque muchos de los puntos en común entre estos idiomas se deben a los préstamos, estudios recientes han demostrado un núcleo fiable de evidencia que respalda la clasificación de Transeurasia como un grupo genealógico, o un grupo de idiomas que surgieron de un antepasado común. Sin embargo, aceptar la relación ancestral de estos idiomas y culturas, plantea preguntas sobre cuándo y dónde vivieron los primeros hablantes, cómo las culturas descendientes se mantuvieron e interactuaron entre sí, y las rutas de su dispersión a lo largo de los milenios.

Un nuevo artículo publicado en la revista Nature por un equipo internacional que incluye a investigadores de Asia, Europa, Nueva Zelanda, Rusia y los Estados Unidos, proporciona apoyo interdisciplinario para la "hipótesis agrícola de la dispersión lingüística", rastreando las lenguas transurasiáticas hasta los primeros agricultores, moviéndose a través del noreste de Asia a partir del Neolítico temprano. Mediante la utilización de genomas recién secuenciados, el empleo de una extensa base de datos arqueológica y el estudio de un nuevo conjunto de datos sobre conceptos de vocabularios de 98 idiomas, el equipo de investigación los puso en relación con la profundidad en el tiempo, la ubicación y las rutas de dispersión de las comunidades ancestrales de habla transeurasiática.

Excavaciones en el sitio de Nagabaka, isla Miyako, Japón. © Mark Hudson

Las evidencias de fuentes lingüísticas, arqueológicas y genéticas, indica que los orígenes de las lenguas transeurasiáticas se remontan al comienzo del cultivo del mijo y al acervo genético temprano de la zona de Amur en la región del río Liao Occidental. Durante el Neolítico tardío, los productores de mijo con genes relacionados en la zona de Amur se extendieron a regiones contiguas en el noreste de Asia. En los milenios que siguieron, los hablantes de las ramas hijas de Proto-Transeurasia se mezclaron con las poblaciones del Río Amarillo, Eurasia occidental y la cultura Jomon, agregando la agricultura del arroz, los cultivos de Eurasia occidental y formas de vida pastoralistas al paquete de lenguas transeurasiáticas.

"Tomada por sí sola, una sola disciplina no puede resolver de manera concluyente las grandes preguntas que rodean la dispersión del lenguaje, pero tomadas en conjunto, las tres disciplinas aumentan la credibilidad y validez de este escenario", dice Martine Robbeets (izquierda), autora principal del estudio y líder de investigación del grupo de Arqueolingüística en el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. "Al alinear la evidencia ofrecida por las tres disciplinas, obtuvimos una comprensión más equilibrada y rica de la migración Transeurasiática que la que cada una de las tres disciplinas podría proporcionarnos individualmente".

Las evidencias lingüisticas utilizadas para llevar a cabo el trabajo provino de un nuevo conjunto de datos de más de 3.000 conjuntos afines que representan más de 250 conceptos en casi 100 idiomas transeurasiáticos. A partir de ello, los investigadores pudieron construir un árbol filogenético que muestra las raíces de la familia Proto-Transeurasia, las cuales se remontan a 9.181 años antes del presente a los agricultores de mijo que vivían al oeste del río Liao (China). Un pequeño núcleo de palabras heredadas relacionadas con el cultivo de la tierra, el mijo y la agricultura del mismo, así como otros signos derivados de un estilo de vida sedentario, respaldan aún más la "hipótesis de la agricultura".

Los resultados arqueológicos del equipo también destacan la zona oeste de la cuenca del río Liao, donde las comunidades comenzaron a cultivar mijo de escoba hace aproximadamente 9.000 años. El análisis bayesiano de una base de datos arqueológica de 255 enclaves del periodo Neolítico y de la Edad del Bronce, incluidos 269 cereales fechados directamente por carbono-14, mostró un grupo de culturas neolíticas relacionadas con la zona oeste de la cuenca del río Liao, de la que se separan dos ramas de culturas de cultivo del mijo: una rama coreana de Chulmun, y una rama de culturas que abarca los enclaves de Amur y Primorye en el este de Rusia, y Liadong en el este de China.

El análisis emparejó además los sitios del área oeste del río Liao con los enclaves de Mumun en Corea y los de Yayoi en Japón, y mostró la agregación del arroz y el trigo al paquete agrícola en Liadong y Shangdong en China y su posterior transmisión a la península de Corea en la Edad del Bronce Temprano, y desde allí a Japón hace unos 3.000 años.

Distribución de las lenguas transurasiáticas en el pasado y en el presente.

El nuevo estudio también informa sobre la primera colección de genomas antiguos de Corea, las islas Ryukyu y los primeros productores de cereales en Japón. Al combinar sus resultados con genomas publicados anteriormente del este de Asia, el equipo identificó un componente genético común llamado "ascendencia similar a Amur" entre todos los hablantes de lenguas transurasiáticas. También pudieron confirmar que el período Yayoi de la Edad de Bronce en Japón contempló una migración masiva desde el continente (península de Corea) al mismo tiempo que la llegada de la agricultura.

En conjunto, los resultados del estudio muestran que, aunque enmascarados por milenios de interacción cultural extensa, las lenguas transurasiáticas comparten un ancestro común y que la propagación temprana de hablantes transurasiáticos fue impulsada por la agricultura.

"Aceptar que las raíces del idioma de uno, y hasta cierto punto de la cultura de uno, se encuentran más allá de las fronteras nacionales actuales puede requerir una especie de reorientación de la identidad, y esto no siempre es un paso fácil de dar para la gente", dice Robbeets. "Pero la ciencia de la historia de la humanidad nos muestra que la historia de todos los idiomas, culturas y pueblos es una historia de amplia interacción y mezcla".

El estudio actual muestra cómo la triangulación de métodos lingüísticos, arqueológicos y genéticos puede aumentar la credibilidad y validez de una hipótesis, pero los autores reconocen rápidamente la necesidad de llevar a cabo más investigaciones. Más ADN antiguo, más investigación etimológica y más investigación arqueobotánica profundizarán aún más en nuestra comprensión de las migraciones humanas en el noreste de Asia durante el Neolítico y desenredarán la influencia de los movimientos de población posteriores, de los cuales muchos fueron de naturaleza pastoril.

"Hubo mucho más en la creación de la familia de las lenguas transeurasiáticas, como un todo, que simplemente un solo impulso primario de migración neolítica", dice Mark Hudson (izquierda), arqueólogo del Grupo de Investigación Arqueolingüística. "Todavía hay mucho que aprender todavía".

Fuente: Instituto Max Planck Leipzig | 10 de noviembre de 2021

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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