Patógenos extintos podrían haber marcado el comienzo de la caída de las civilizaciones antiguas, según un estudio

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Foto: El agua fluye de una vasija sostenida por un dios en este sello de un rey acadio de alrededor del 2200 a. C. , aproximadamente en la época en que una sequía afectó al Imperio Acadio. Crédito: Archivo de arte/Shutterstock.

Hace miles de años, en todo el Mediterráneo oriental, varias civilizaciones de la Edad del Bronce empeoraron casi al mismo tiempo. El Imperio Antiguo de Egipto y el Imperio Acadio colapsaron, y hubo una crisis social generalizada en todo el antiguo Cercano Oriente y el Egeo, la cual dio lugar a poblaciones en declive, destrucción, comercio reducido y cambios culturales significativos.

Como de costumbre, se ha señalado con el dedo el cambio climático y el cambio de lealtades. Pero los científicos acaban de encontrar un nuevo culpable en algunos huesos viejos.

Entre los restos excavados en un antiguo lugar de entierro en Creta, en una cueva llamada Hagios Charalambos, un equipo dirigido por el arqueo-genetista Gunnar Neumann (izquierda), del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Alemania, encontró evidencias genéticas de bacterias responsables de dos de las enfermedades más importantes de la historia: la fiebre tifoidea y peste.

Por lo tanto, dijeron los investigadores, las enfermedades generalizadas causadas por estos patógenos no pueden descartarse como un factor contribuyente en los cambios sociales tan generalizados alrededor del 2200 al 2000 a.C.

"La aparición de estos dos patógenos virulentos al final del período minoico temprano en Creta, enfatiza la necesidad de reintroducir enfermedades infecciosas como un factor adicional que posiblemente contribuya a la transformación de las sociedades complejas tempranas en el Egeo y más allá", escriben en su artículo.

Ubicación de sitios arqueológicos con evidencia de 'Yersinia pestis' y 'Salmonella enterica'.

Yersinia pestis es una bacteria responsable de decenas de millones de muertes, la mayoría acontecidas en el transcurso de tres devastadoras pandemias mundiales (la peste de Justiniano del siglo VI que asoló el Imperio Romano de Oriente; la Peste Negra del siglo XIV, la cual mató entre el 40% y el 60% de la población europea; y la tercera Pandemia en curso, que comenzó en China a mediados del siglo XIX y actualmente afecta a miles de personas en todo el mundo). A pesar de lo catastrófica que ha sido esta enfermedad en siglos pasados, su impacto antes de la Plaga de Justiniano, que comenzó en 541 d.C., ha sido difícil de medir.

No obstante, los recientes avances tecnológicos y científicos, en particular la recuperación y secuenciación de ADN a partir de restos óseos antiguos, están revelando parte de esa historia perdida. Ahora sospechamos, por ejemplo, que la bacteria ha estado infectando a las personas desde al menos el Neolítico.

El año pasado, los científicos revelaron que un cazador-recolector de la Edad de Piedra, enterrado hace 5.000 años en la actual Letonia, probablemente murió de peste, esto es, miles de años antes de que tuviéramos evidencia de que la enfermedad alcanzara proporciones epidémicas .

Mandíbula de la víctima de la peste de la Edad de Piedra enterrada en la actual Letonia. (Dominik Göldner/BGAEU, Berlín).

Sin embargo, la evidencia genómica recuperada hasta ahora había sido de regiones más frías. Poco se sabe sobre su impacto en las sociedades antiguas con climas más cálidos, como los del Mediterráneo oriental, debido a la degradación del ADN en las temperaturas más altas.

Así que Neumann y su equipo excavaron entre los huesos recuperados de un sitio en Creta conocido por sus condiciones notablemente frescas y estables. Recuperaron ADN en dientes de 32 personas que murieron entre los años 2290 y 1909 a.C. Los datos genéticos revelaron la presencia de bastantes bacterias orales comunes, lo cual era de esperar.

Menos esperada fue la presencia de Yersina pestis en dos individuos, así como dos linajes de Salmonella enterica -una bacteria típicamente responsable de la fiebre tifoidea- en otros dos cadáveres. Este descubrimiento sugiere que ambos patógenos estaban presentes, y eran posiblemente transmisibles, en la Creta de la Edad del Bronce.

Pero hay una advertencia. Cada uno de los linajes descubiertos está ahora extinto, lo que dificulta determinar cómo sus infecciones podrían haber afectado a las poblaciones humanas.

Micrografía electrónica de barrido de Yersinia pestis en una pulga. (NIH).

El linaje de Yersinia pestis que descubrieron probablemente no podía transmitirse a través de las pulgas, que es una de las características que hizo que otros linajes de la bacteria fueran tan contagiosos entre los humanos.

La pulga vector porta la versión bubónica de la peste, y los humanos se infectan cuando la bacteria ingresa en el sistema linfático a través de una picadura de una pulga. Por lo tanto, la ruta de transmisión de esta forma antigua de la bacteria podría ser distinta y causar una forma diferente de plaga: la peste neumónica, la cual se transmite a través de aerosoles, por ejemplo.

Los investigadores dijeron que los linajes de Salmonella enterica también carecían de rasgos clave que contribuyan a enfermar gravemente a los humanos, por lo que la virulencia y las rutas de transmisión de ambos patógenos siguen siendo desconocidas.

Modelo de dispersión propuesto de la bacteria Yersinia pestis durante el Neolítico y Edad del Bronce.

Sin embargo, el descubrimiento sugiere que ambos patógenos estaban circulando; en las regiones de Creta con altas densidades de población, podrían haberse expandido de modo desenfrenado.

"Si bien es poco probable que la Yersinia pestis o la Salmonella enterica fueran los únicos culpables de los cambios sociales observados en el Mediterráneo a fines del III milenio a. C., proponemos que, dadas los análisis de ADN antiguo presentados aquí, las enfermedades infecciosas deben ser consideradas como un factor contribuyente adicional; posiblemente en una interacción con el clima y las migraciones, tal como se ha sugerido en otras ocasiones", sostienen los investigadores.

Debido a que enfermedades como la peste y la fiebre tifoidea no dejan rastros en los huesos, no se notan con frecuencia en el registro arqueológico. El equipo sugiere que una evaluación genética más detallada de más restos óseos recuperados en el Mediterráneo oriental podrían ayudar a descubrir el alcance del impacto que estas enfermedades tuvieron en las civilizaciones que vivieron en ese entorno.

La investigación ha sido publicada en Current Biology.

Fuente: sciencealert.com | 6 de agosto de 2022

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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