Arqueólogos israelíes hallan un excepcional relicario cristiano-bizantino en Jerusalén



Vía: Israel Antiquities Authority | (Traducción: G.C.C.)
Una cajita decorada con una cruz fue recientemente descubierta en las excavaciones arqueológicas que la Autoridad de Antigüedades de Israel lleva a cabo en el aparcamiento Giv'ati en la ciudad de David, localizada en los muros que rodean el Parque Nacional de Jerusalén. El relicario, que data de la época bizantina (siglos VI-VII d. C.), está decorada en su interior con los dibujos de dos figuras (iconos) rodeadas por un fondo forrado con pan de oro, y parece que el artefacto fue usado como una reliquia personal para la oración.

El relicario tiene 2,2 cm de largo por 1,6 cm de ancho y está hecho de un hueso de un animal de gran tamaño (buey, camello o caballo). Puede abririse, y al hacerlo se observa que incluye dos partes planas donde cada una de ellas lleva un dibujo coloreado.
Según Yana Tchekhanovets, director de la excavación, junto con el Dr. Doron Ben-Ami, de la Autoridad de Antigüedades de Israel, "El uso de iconos (objetos de culto representando figuras sagradas) para la oración fuera de la iglesia es un fenómeno conocido en el mundo cristiano ya en el siglo V d. C. Sin embargo, las reliquias sagradas pintadas, que datan de la época bizantina y que fueron descubiertas aquí, en Tierra Santa, son extremadamente raras, haciendo de esta, en consecuencia, un descubrimiento de excepcional importancia. Iconos plegables para uso personal son conocidos al día de hoy en la cristiandad moderna, especialmente en el Este. El relicario fue descubierto intacto, aparte de una pequeña grieta, y el hecho de que estuviera herméticamente cerrado garantizó la preservación de los dibujos en los paneles interiores de la reliquia".

La imagen de un hombre con barba sobre un fondo de oro está representado en la parte inferior del relicario. Su rostro se conserva sólo parcialmente , pero, a pesar de ello, es posible discernir su forma general, el tono oscuro de su pelo y su ojo izquierdo. Los detalles de su vestido se pueden identificar, los cuales incluyen un manto blanco con una mancha de color rosa situada en su hombro derecho -casi con toda seguridad es una túnica blanca con rayas moradas. La preservación del dibujo en el interior de la tapa del relicario está aún más fragmentado.
Por los detalles de sus restos es posible reconstruir la forma de una figura más pequeña, probablemente una mujer envuelta en un vestido azul, sobre un fondo de oro. El rostro de la figura no se ha conservado. Sin embargo, podemos discernir las líneas del cabello (¿o un pañuelo en la cabeza?), la barbilla, el cuello y parte del hombro izquierdo.


En ausencia de un mecanismo de suspensión de la reliquia, se puede asumir que el dimnuto objeto se conservaba en una pequeña bolsa de tela. En cuevas selladas que fueron excavadas en Moshchevaya Balka, en el norte del Cáucaso, Rusia, pequeñas bolsas de tela se han conservado intactas, entre otras cosas, en los cuerpos de los fallecidos. Con base al contexto en que fueron descubiertos, se determinó que los hombres las llevaban en un cinturón alrededor de su cintura y las mujeres en la parte superior de su vestido.

De acuerdo con Tchekhanovets, "Debido al mal estado de conservación de los dibujos, cualquier intento de identificar las figuras cae en el ámbito de la conjetura. Hay varias posibilidades que se pueden sugerir: si asumimos que los dibujos representados son los de un hombre y una mujer la posibilidad obvia es, entonces, Jesús y María. Sin embargo, en el siglo VI y VII d. C. (siglos en los que se data la cajita) el número de santos venerados por la Iglesia cristiana se incrementó por muchos cientos, dos de los cuales podrían estar probablemente retratados en los dibujos del relicario".



Foto: Lugar de la excavación donde fue hallado el relicario

En los últimos años las excavaciones en el aparcamiento de Giv'ati han descubierto restos de un asentamiento bizantino que se extendió a través de una amplia zona. Estos restos incluyen, principalmente, un edificio de tipo administrativo, una gran terraza de cultivo y una calle pavimentada, con 25 metros de la misma sacada a la luz hasta la fecha. Una serie de pisos de yeso fue descubierta en la parte occidental de la calle pavimentada. El relicario fue descubierto después de que la primera planta fuera desmantelada.

Un asteroide gigante se acerca de la Tierra

  • Pasará a unos 300.000 kilómetros de la Tierra, pero no es peligroso
  • Podrá verse con prismáticos desde la Península Ibérica al anochecer
  • Existen 1.200 asteroides que pueden colisionar con el planeta

Un asteroide de casi 300 metros de longitud y muchas toneladas de peso pasará cerca de la Tierra el próximo martes, 8 de noviembre. La mole se aproximará a nuestro planeta más de lo que lo está la Luna, pero no hay riesgo de que haya un impacto. Así lo aseguran los investigadores del Observatorio de Arecibo (en Puerto Rico), que han estudiado su órbita.
Según sus datos, hasta dentro de 100 años no existe riesgo real de que colisione con el planeta, lo que causaría un desastre equivalente al de 65.000 bombas atómicas. De hecho, se cree que fue un impacto de este tipo el que acabó con la vida de los dinosaurios y otras muchas especies hace 60 millones de años y la posibilidad de que algo así vuelva ocurrir es uno de los asuntos que más preocupan.
En este caso, el Asteroide 2005 YU55 ha salido de la lista del programa de detección de asteroides peligrosos de la NASA, donde hay registrados1.200 objetos potencialmente peligrosos, pero aún así será estudiado al detalle por astrónomos de todo el mundo, para conocer a fondo su órbita y poder prever su comportamiento en el futuro.
El Asteroide 2005 YU55. | NASA
El Asteroide 2005 YU55. | NASA
Los expertos aseguran que, si las condiciones atmosféricas lo permiten,podrá verse con unos simples prismáticos o pequeños telescopios desde la Península Ibérica desde el atardecer hasta las 23 horas, aproximadamente. Su velocidad será de unos 10 grados por hora.

Hallazgo del asteroide

Este objeto fue descubierto en el año 2005 por Robert S. McMillan en el Observatorio Steward, Kitt Peak (Universidad de Arizona) y después fue observado de nuevo el año pasado gracias al telescopio de Arecibo, lo que permitió averiguar que pasará a unos 300.000 kilómetros de la Tierra, algo más cerca de lo que está la Luna. "No se sabe si es de hierro, de carbono o silicio porque no hay un espectro, pero estará lo suficientemente lejos como para que no resulte atraído por la gravedad terrestre. Sin embargo, no se sabe qué puede pasar en próximos encuentros, y por ello hay que prestarle atención", explica el astrónomo rumano Ovidiu Vaduvescu, del Instituto de Astrofísica de Canarias(IAC).
Vaduvescu es uno de los promotores del proyecto Euronear, una iniciativa europea encaminada a observar asteroides potencialmente peligrosos, una investigación liderada hasta ahora por Estados Unidos. "Europa no ha invertido ni un euro en este tema y por ello, con Euronear, queremos iniciar el camino, para lo que necesitamos unos 10 millones de euros", apunta el astrónomo.
Y es que para descubrir asteroides es necesario invertir en instalaciones, que es lo que pretende Euronear: crear una red de dos telescopios de dos metros de diámetro, uno en cada hemisferio, con cien noches al año de observación.

Nuevos telescopios

En el mismo sentido, Rafael Bachiller, director del Observatorio Astronómico Nacional, recuerda la importancia de catalogar todos los objetos mayores de 100 metros, que son los que realmente entrañan un peligro real. "Para ello se necesitan telescopios de gran campo de visión, como el futuro Gran Telescopio Sinóptico (LSST), con un espejo de más de ocho metros, que permite detectar objetos muy débiles en exposiciones cortas". Este telescopio está previsto que entre en funcionamiento a pleno rendimiento hacia 2015.
Luego, una vez identificados, y estudiado el riesgo, hay que poner en marcha soluciones que puedan evitar un desastre en la Tierra. De momento, como recuerda Bachiller, la única eficaz parece ser desviar el asteroide peligroso, como se hizo en la misión 'Deep Impact' de la NASA.
Los investigadores estiman que la probabilidad de estos impactos es pequeña: uno del tipo de Tunguska (en Siberia, en 1908) cada milenio, aunque recuerdan que hay órbitas de asteroides que hay que estudiar con más detalle, por lo que no habría que regatear fondos con este objetivo.
Los astronautas que viajaron a la Luna aún tienen muy presente la cantidad de material cósmico que hay en el espacio exterior. Durante el Festival Starmus, celebrado el pasado verano en Tenerife, muchos hicieron hincapié en la necesidad de temer a los asteroides, pese al 'aura' de ciencia-ficción que parece rodearles.

Ciencia para buscar ciudades extraterrestres iluminadas


En un artículo recién publicado en ArXiv.org investigadores de Harvard y Princeton desvelan una nueva técnica capaz de distinguir la iluminación artificial más allá del Sistema Solar

Los astrónomos Abraham Loeb, de la Universidad de Harvard en Cambridge, y Edwin Turner, de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, acaban de proponer una nueva forma para descubrir civilizaciones extraterrestres avanzadas. Si a pesar de nuestros esfuerzos, dicen, no hemos podido aún captar sus emisiones de radio, probemos entonces a buscar sus ciudades iluminadas de noche. En un artículo recién publicado en ArXiv.org los investigadores desvelan una nueva técnica capaz de distinguir la iluminación artificial más allá del Sistema Solar.

Basta con echar un vistazo al vídeo que hay sobre estas líneas para darse cuenta. Se trata de una animación, hecha a base de docenas de imágenes facilitadas por los tripulantes de la Estación Espacial Internacional y montadas después por especialistas del Centro Espacial Johnson en Houston. Y muestran de forma espectacular cómo las ciudades de la Tierra (en este caso las de Oriente Medio y el sur de Asia) brillan con luz propia cuando se ven desde el espacio. Imágenes como ésta se han convertido en todo un icono, capaz de revelar de un simple vistazo el impacto de la Humanidad sobre nuestro planeta.
Ahora, Loeb y Turner afirman que es muy razonable pensar que alguna hipotética y lejana civilización extraterrestre también tenga que iluminar sus ciudades durante la noche. Y que es más que probable que cualquier forma de vida que haya crecido bajo la luz de un sol, haya desarrollado algún sistema artificial para mantener la iluminación durante las largas horas de oscuridad nocturna.
Como sucede en la Tierra, esa iluminación sería completamente diferente de la natural. Nosotros disponemos de dos clases de luz artificial: la térmica, que es la que dan las clásicas bombillas incandescentes, y la más blanca y fría que proporcionan los LEDs y los fluorescentes. Para Loeb y Turner, “Los espectros de las luces artificiales en objetos lejanos probablemente se distinguirían también de las fuentes de luz natural". Por eso, añaden, “la iluminación artificial puede servir como una farola que señale la existencia de tecnologías y civilizaciones extraterrestres”.
Una "farola", por cierto, que no resulta nada fácil de localizar. Los investigadores parten de la base de que esa luz extraterrestre artificial se distinguirá, como sucede con la nuestra, de la luz natural que emite su estrella. Y sugieren una forma de distinguirla que se basa en las variaciones en la luz que emite un planeta al moverse alrededor de su estrella.

Dado que su órbita será elíptica, la cantidad de luz natural que el planeta refleje irá cambiando a medida que cambie la distancia a la estrella. Sin embargo, la cantidad de luz artificial permanecerá siempre constante. Razón por la que el flujo total de luz de un hipotético planeta con iluminación urbana variará de forma muy diferente a la de otro que esté deshabitado. Y esa variación puede ser medida.
Por supuesto, no se trata de una tarea sencilla. Loeb y Turner han calculado que “para que esta señal sea detectable, el lado nocturno debe tener un brillo artificial comparable a la iluminación natural del lado diurno”. Algo que no parece muy probable. Aquí, en la Tierra, la iluminación diurna es unas 100.000 veces superior a la nocturna...
A pesar de las limitaciones, la nueva técnica está siendo considerada muy seriamente por "cazaplanetas" de todo el mundo. Se trata sólo de un primer paso, pero en una línea de investigación nueva y completamente original, que sin duda dará lugar a métodos mucho más precisos y detallados en el futuro.

Investigación con telescopios

Sin embargo, Loeb y Turner creen que se podría considerar emprender la búsqueda de ciudades extraterrestres más cerca de nuestra propio hogar. De hecho, los mejores telescopios actuales son lo suficientemente potentes como para ver la luz artificial de una ciudad como Tokio a unas 50 Unidades Astronómicas (UA) de distancia. Una Unidad Astronómica es la distancia que hay entre la Tierra y el Sol, cerca de 150 millones de km. Y 50 UA es más o menos la distancia que nos separa del cinturón de Kuiper, una lejana región exterior de nuestro Sistema Solar en la que se están descubriendo rocas de todos los tamaños, incluso cuerpos planetarios de dimensiones parecidas a las de Plutón.
Loeb y Turnen proponen echar un buen vistazo ahí fuera, por si acaso nos encontramos con alguna sorpresa. Si hubiera alguna ciudad iluminada en el cinturón de Kuiper, deberíamos poder verla con los medios actuales. “Los Objetos del Cinturón de Kuiper iluminados artificialmente - dice Loeb- podrían tener su origen en civilizaciones procedentes de otras estrellas”, ya que podrían haber sido eyectados de sus propios sistemas y haber terminado en su lugar actual.

Lutetia: Las claves del origen del sistema solar

Su compleja geología, su densidad y su historial de colisiones sugieren que es "uno de los ladrillos con los que se construyeron los planetas", aseguran desde el CSIC

Fotografías realizadas por la Agencia Espacial Europea, y facilitadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del asteroide Lutetia Efe

Madrid. (Efe).- Un equipo internacional de astrónomos ha estudiado al asteroide Lutetia, probablemente uno de los restos más primitivos del sistema planetario que podría arrojar nuevas pistas sobre la formación del sistema solar.

Su compleja geología, su densidad y su historial de colisiones sugieren que este asteroide es "uno de los ladrillos con los que se construyeron los planetas", ha dicho a Efe la investigadora del CSIC Julia León, del Instituto de Astrofísica de Andalucía.

Esta investigación, que será portada del próximo número de la revista Science y en la que han tomado parte astrofísicos del CSIC, ha servido para analizar la morfología, el tamaño y la densidad de este cuerpo menor (como se conoce a los objetos espaciales que no son ni planetas, ni satélites, ni planetas enanos).
El 2 de marzo de 2004, la Agencia Espacial Europea lanzó la misión espacial Rosetta, encargada de estudiar al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Rosetta no llegará al cometa hasta el 2014, pero en su camino se ha acercado a dos asteroides: el Steins, que fue analizado en 2008, y el 21-Lutetia, que sobrevoló en julio de 2010.

"La nave hizo una pasada cerca del asteroide, a 3.170 kilómetros, distancia que permitió a las cámaras del instrumento Osiris (en el que está implicado el Instituto de Astrofísica de Andalucía) tomar entre 400 y 500 imágenes de la superficie del asteroide".
Las fotografías muestran que Lutetia tiene una compleja morfología, con hendiduras, fracturas, fallas, y más de 300 cráteres -que van desde los 600 metros a los 55 kilómetros de diámetro-, muestras del intenso historial de colisiones del asteroide.

La investigación también ha determinado la forma de este asteroide, que es "irregular" y mide 126x130x95 kilómetros, es decir, que comparado con otros, Lutetia es de tamaño "grande".
La misión de Rosetta ha permitido también calcular el volumen del asteroide, su masa, y su densidad, datos que explican cómo es el interior del objeto.

"Las intensidades bajas en cuerpos grandes indican que hay muchos espacios vacíos en su interior", es decir, que se trata de un asteroide "poroso", según De León. "Hemos deducido que es un cuerpo sólido, con un núcleo de roca, una corteza de varios kilómetros de grosor, muy fracturada por los impactos, y una capa de polvo fino generada por los impactos", afirma sobre Lutetia, que tiene una intensidad alta.
Además, gracias al uso de filtros y de distintos ángulos de visión, los investigadores han elaborado secuencias de imágenes que han permitido realizar mapas del albedo del asteroide. El albedo es una magnitud que de cero a cien informa sobre cuánta luz es capaz de reflejar un cuerpo menor, lo que permite saber el tipo de materiales que lo componen.

Los albedos bajos indican que mucha luz es absorbida por los materiales de la superficie, es decir, que está formado por materiales primitivos, mientras que los albedos altos están asociados a los silicatos (rocas).
Las observaciones hechas desde la nave han confirmado que Lutetia tiene un albedo bajo (del 19 por ciento), "es decir que está compuesto de materiales primitivos que nos permiten acercarnos a los primeros estados de formación del sistema solar", asegura De León.
De hecho, esta investigación es sólo "el pistoletazo de salida" de otros estudios más precisos que a partir de ahora se llevarán a cabo y que se irán publicando en revistas de astrofísica especializadas, destaca la investigadora.

El hombre empujó a la extinción a los mamíferos gigantes de la Edad de Hielo

  • Los humanos primitivos dieron la puntilla a especies debilitadas por el clima
La expansión de los asentamientos humanos que dominaban la tierra durante el Paleolítico superior (entre hace 35.000 años y 10.000 años) promovió la extinción de al menos dos especies de grandes mamíferos hace unos 16.000 años, según un artículo publicado en el último número de la revista 'Nature'.
El estudio, en el que participa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), demuestra que la desaparición del caballo ancestral conocido como tarpán ('Equus ferus') y del bisonte estepario ('Bison priscus') se debió a los efectos combinados del impacto humano y el cambio climático, según explica el CSIC en una nota de prensa.

Los autores del trabajo publicado en 'Nature' han estudiado la pauta de extinciones en ese periodo de la primitiva historia humana. En el Pleistoceno, Eurasia y América del Norte perdieron respectivamente el 36% y el 72% de los géneros de megafauna. Esto coincidió con el último máximo glacial de hace unos 20.000 años, que "influyó en la desaparición de muchas de estas especies", explica la investigadora del CSIC en la Estación Biológica de Doñana que ha participado en el trabajo, Jennifer Leonard.
El artículo, cuyo autor líder es el investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), Eske Willerslev, evalúa el efecto de ambos factores sobre la extinción o la repentina disminución de las poblaciones de seis tipos de grandes mamíferos (caballos, renos, bisontes, mamuts, rinocerontes lanudos y bueyes almizcleros). Para ello, el equipo de investigación ha analizado 846 secuencias de ADN mitocondrial, 2.996 restos de megafauna y 6.291 residuos de asentamientos humanos de aquella época en Eurasia para establecer la relación espacial y temporal entre las poblaciones humanas y las de dichos animales.

Esta información se ha contrastado, a su vez, con los modelos climáticos de hace 42.000 años, 30.000 años, 21.000 años y 6.000 años. De las variedades evaluadas, cuatro de ellas están actualmente extintas y corresponden al rinoceronte lanudo ('Coelodonta antiquitatis'), al mamut lanudo('Mammuthus primigenius'), al bisonte estepario y al tarpán. El resto de las especies analizadas aún conservan poblaciones vivas. Son el caballo doméstico ('Equus caballus'), al reno ('Rangifer tarandus'), al buey almizclero ('Ovibos moschatus') y al bisonte americano ('Bison bison').
Los resultados atribuyen la extinción del tarpán y del bisonte estepario a la combinación de los dos factores debido a que los restos de ambas especies son los más abundantes en las regiones de asentamientos humanos. Aunque el inicio de sus declives coincide con el último máximo glacial, estos muestran un decrecimiento acelerado que se ajusta a la expansión de las poblaciones humanas hace unos 16.000 años.

Bueyes almizcleros fotografiados en la actualidad. Bueyes almizcleros fotografiados en la actualidad.
Por su parte, la distribución del reno también coincide con los asentamientos prehistóricos y su declive, con el último glacial máximo. Sin embargo actualmente la especie ni siquiera se encuentra amenazada de extinción, lo que, según el artículo, "podría explicarse debido a su alta fecundidad y su flexibilidad ecológica".

Diferencia según especies

Según el estudio, las poblaciones de mamut y rinoceronte no sólo no se vieron afectadas por la presencia humana, sino que aumentaron entre cinco y 10 veces al menos 10.000 años después de su primer contacto con humanos.
Por su parte, la población de buey almizclero no mantuvo relación con los hombres. Sin embargo, al igual que el rinoceronte, descendió súbitamente tras la última glaciación máxima.
Por el contrario, la extinción del mamut es misteriosa ya que su población continuó aumentando tras el evento climático, hasta desaparecer de forma repentina.
La investigadora Leonard explica al CSIC: "Los resultados son especialmente oportunos ahora que intentamos determinar como el actual cambio climático afectará a la fauna". Sin embargo, "los resultados indican que cada especie reaccionó de forma diferente, por lo que la ausencia de un patrón común complica la conservación de especies", concluye.


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