Las 'Adidas Predator' de la Antigua Roma

Arqueólogos ingleses han encontrado una sandalia romana de cuero de hace dos mil años en muy buen estado. Hallada en una zanja junto al muro de Adriano en las excavaciones de la fortaleza romana de Vindolanda cerca de Hexham, Northumberland. Los expertos destacan el parecido a la famosa bota de fútbol de David Beckham "Adidas Predator". :)



Más información en: https://goo.gl/wHSFjQ

Una nueva lectura de las estatuillas paleolíticas

Venus de Willendorf.

Las pequeñas tallas femeninas procedentes del Paleolítico Superior han generado un monumental cuerpo de literatura que ha incluido discutidas teorías sobre su papel de diosas, símbolos de la fertilidad y maternidad, o bien su función de objetos eróticos. Curiosamente, muchos de los estudiosos que con tanta meticulosidad las analizaron, aparentemente no advirtieron que algunas de ellas presentan señales de llevar ropas o adornos corporales.

Sin embargo, una detallada observación de las pequeñas tallas, apoyada en el uso de los métodos y técnicas más modernos, ha desplazado en no pocos debates el foco de atención desde la desnudez de las imágenes a la presencia de posibles, aunque sutiles, vestimentas o adornos. Lo interesante de estos ornamentos, dispuestos en la cabeza o en otras partes del cuerpo, es que dan la impresión de estar delicadamente tejidos con finas cuerdas o fibras. Y si así fuera, tendrían un considerable significado porque podrían estar relacionados con los primeros pasos de la producción textil o de la cestería. La pregunta vibra en el aire: ¿Serían las mujeres paleolíticas capaces de tejer los primorosos adornos que lucen?

Elizabeth W. Barber.

La respetada profesora de Arqueología y Lingüística del Colegio Occidental de los Ángeles Elizabeth W. Barber ha sido una de las primeras investigadoras en registrar la presencia de objetos tejidos en las estatuillas. Además, esta experta pionera ha defendido durante décadas la necesidad de interpretar tales objetos con el máximo rigor posible. Cuando Barber estudió las pequeñas figuras, en vez de dedicar su atención a las tantas veces analizadas y discutidas proporciones del cuerpo (tamaño de los pechos, las caderas, detalles del sexo, etc.), optó por concentrarse en algo que llamó profundamente su atención: los gorros, bandas en la cintura o en el pecho, faldas de cuerdas y otras formas de decoración que algunas lucían.

En el año 1994, Elizabeth W. Barber expuso ante la comunidad de expertos que numerosas estatuillas portaban algún tipo de ornamento trenzado a partir de fibras vegetales. Se trataba de una idea un tanto insólita, porque en el contexto de la arqueología del momento se daba por hecho que los humanos no inventaron el tejido hasta después de abandonar la vida nómada y establecerse en villas agrícolas permanentes con plantas y animales domesticados. Y estos acontecimientos tuvieron lugar en distintos territorios del mundo en el Neolítico, hace unos 8.000 años: una vez sedentarios, se suponía que nuestros antepasados pudieron desarrollar tecnologías como la cerámica o los textiles. Sin embargo, las estatuillas paleolíticas tienen edades que oscilan entre 15.000 y 35.000 años y por tanto, ante la idea de que ellas lucieran supuestos tejidos, la opinión generalizada sentenciaba que «nadie podría tejer textiles tan complicados hace tanto tiempo». Esta era la principal razón por la cual el tema apenas se había analizado en profundidad.

En contra del criterio dominante, sin embargo, Elizabeth Barber optó por investigar el asunto. Emprendió un meticuloso trabajo cuyos resultados le confirmaron una y otra vez que la gente del Paleolítico Superior ya sabía utilizar fibras vegetales. La estudiosa pasó a ser una científica de vanguardia, al proponer, con datos en la mano, que el origen de la tecnología textil era notablemente anterior al Neolítico. Centrando la atención en los textiles, que por lo general se han considerado principalmente productos de la actividad femenina, Barber propuso nuevas perspectivas sobre la vida de las mujeres prehistóricas, su trabajo y sus valores.

De hecho, hasta aquellos años las descripciones de las pequeñas tallas se habían limitado a indicar que algunas presentaban un peinado muy complejo. Así por ejemplo, en relación a la figura de Willendorf, el profesor de Historia del Arte Christopher Witcombe enfatizaba que si se presta atención a su perfil, la célebre escultura parece mirar hacia abajo, con la barbilla inmersa en el pecho y el pelo enrollado alrededor de la cabeza, mostrando un elaborado peinado. De todos modos, este autor no ocultó su extrañeza al considerar «extremadamente raro» que un artista paleolítico prestase tanta atención al pelo de la figura que ha tallado, y por ello sugería que un tocado tan meticuloso debía tener algún significado.

En 1998, el arqueólogo James Adovasio y la antropóloga Olga Soffer, tras una minuciosa inspección del peinado de la estatuilla de Willendorf, llegaron a la conclusión de que su «cabello» era en realidad un gorro tejido, una especie de cofia tan cuidadosamente trenzada que les hizo pensar que en el Paleolítico Superior podría haber existido una extendida tecnología de la fibra. Idea que se ha visto corroborada porque la talla de Willendorf no es la única que parece llevar un gorro tejido. La estatuilla de Brassempouy o Dama de la capucha, por ejemplo, es otra célebre figura cuya cabeza da la impresión de estar cubierta por algún tipo de redecilla o tocado para el cabello.

Estatuilla de Brassempouy o Dama de la capucha.

Los adornos aparentemente hechos de fibras, sin embargo, no se limitan, como decíamos más arriba, a la cabeza. También los hay corporales, como los de algunas tallas que presentan cinturones de los que cuelgan cuerdas. Es lo que se observa por ejemplo en la estatuilla de Lespugne, cuyas amplias caderas muestran en la parte posterior una serie de canales muy marcados que parecen una falda, consistente en once fibras unidas a una cuerda basal que sirve de cinturón. La sogas cuelgan del cinto y están tan escrupulosamente talladas que no sólo se aprecia el retorcido de las fibras, sino incluso como pierden su trenzado y se deshilachan hacia el extremo final.

Estatuilla de Lespugne.

En el suroeste de Rusia y en Ucrania, en las proximidades del mar Negro, se han hallado numerosos restos arqueológicos. Entre ellos, en una región llamada Kostenki, se han encontrado literalmente docenas de figurillas que muestran marcadas similitudes entre ellas y con las del resto de Europa. Algunas están completamente desnudas, pero otras presentan prendas de vestir y adornos en la cabeza. También se ha hallado un fragmento más bien grande (13,5 cm) de piedra caliza, con un prominente ombligo y unas manos cuyas muñecas portan brazaletes. El análisis de estos ornamentos ha contribuido a consolidar la idea de que la gente del Paleolítico tenía capacidad para tejer ropas, redes o cestos con fibras vegetales (Soffer et al., 2000).

Figurillas de Kostenki.

Por otra parte, en el año 1993, salió a la luz un trabajo que exponía que en la República Checa, concretamente en Dolni Vestonice, se habían hallado algunos trozos de arcilla cocida muy antiguos, de una edad comprendida entre 24.000 y 28.000 años. Estos restos conservaban en su superficie unas curiosas impresiones de difícil interpretación. Tras diversos análisis, los especialistas sugirieron que los fragmentos de arcilla hallados podrían corresponder a fracciones de suelo que mostraban huellas o impresiones de lo que parecía una cesta tejida con fibras finamente retorcidas.

Huellas Dolni Vestonice.

Hoy se interpreta que sobre ese antiguo suelo se pudo depositar algún tipo de objeto, como sacos, bolsas, cestos o alfombras, tejidos a partir de materiales extraídos de plantas silvestres y que dejaron su huella. Si esta conclusión fuera correcta, contribuiría a consolidar la idea de que los habitantes de aquella zona ya sabían tejer fibras vegetales.

El hallazgo es importante porque hace retroceder en unos 15.000 años la fecha formalmente admitida por los expertos de las primeras señales de cestería o de textiles. Una vez más, surgen señales que sugieren que la capacidad para aprovechar las estructuras vegetales se remonta a muy atrás en la historia de la humanidad. Además, los análisis realizados con métodos modernos en las marcas detectadas en esos supuestos fragmentos de suelo, parecen revelar conocimientos de variados estilos de retorcer y entrelazar hilos, algunos de los cuales incluso han perdurado hasta el presente.

La tesis que sostiene que el aprovechamiento de las fibras vegetales con diversos fines es muy antiguo, se ha visto también reforzada por un hecho significativo. Numerosas herramientas procedentes del Paleolítico Superior, que hasta hace poco parecían tener una dudosa utilidad y se les había prestado poca atención, ahora, bajo la luz de la nueva perspectiva, pueden entenderse mucho mejor: se trata de los utensilios empleados para tejer.

Margaret Conkey.

No son pocos los estudiosos que han subrayado, con notable asombro, que, por la misma época en que unos grupos humanos comenzaban a realizar las primeras pinturas en las paredes de las cuevas del sur de Europa, otros, en el este del continente, estaban produciendo los tejidos más antiguos conocidos. La humanidad florecía entonces con una próspera creatividad que brotaba en distintas partes del viejo continente.

La arqueología de género, que se ocupa de recuperar a la mitad femenina de las poblaciones antiguas, cuenta con numerosas expertas y expertos que han subrayado al respecto el escaso rigor que implica suponer que las mujeres se mantuvieron pasivas contemplando, por ejemplo, el nacimiento de la cestería o que arrastraran igual pasividad ante la creación del maravilloso arte paleolítico. Una de las pioneras, la prestigiosa Margaret Conkey, ha señalado: «No podemos interpretar el material acumulado durante miles años afirmando que todo él está relacionado con actividades masculinas.»

Referencias

Barber, E. W. (1994), Women’s Work: The First 20,000 Years, New York: Norton.
Jennett, K. D. (2008), Female figurines of the Upper Paleolithic, Texas San Marcos.
Martínez Pulido, C. (2012), La senda mutilada: la evolución humana en femenino. Biblioteca Nueva. Madrid.
Soffer, O., Adovasio, J. M, y Hyland, D. C. (2000), «The “Venus” Figurines: Textiles, Basketry, Gender, and Status in the Upper Paleolithic», Current Anthropology 41, págs. 511-537.

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

Fuente: Mujeres con Ciencia

La evolución humana no es una simple cadena lineal de eslabones perdidos


Hace ya siete años que celebramos el 150º aniversario de la publicación de El origen de las especies, el libro que fundó la biología moderna y la obra de Darwin más importante para los científicos profesionales. Pero aún nos quedan cinco años para celebrar el 150º aniversario de otro libro de Darwin que seguramente es mucho más importante para las ciencias sociales, las humanidades y la cultura en general, El origen del hombre. Porque fue aquí, 12 años después, donde Darwin desarrolló el corolario más escandaloso y rompedor de la teoría de la evolución: que nuestra especie no tiene nada de especial, nada que la distinga del gran esquema de las cosas biológicas, ni ninguna relación trascendente con la divinidad, sino que es una mera variación de nuestros primos los monos, nuestr..., y de todas las especies que pueblan este planeta viejo y solitario, nuestro barrio del cosmos.

Curiosamente, y sin que lo supiera Darwin, la primera evidencia de una especie humana primitiva y extinta se había descubierto tres años antes de la publicación de El origen de las especies. El 9 de septiembre de 1856, una cuadrilla de obreros que excavaba cerca de Düsseldorf extrajo de una cueva 16 huesos fosilizados. Pensaron que eran de un oso, pero tuvieron el atino de llevárselos al maestro de un pueblo cercano por si fueran de alguna utilidad para la ciencia. Y vaya si lo fueron. El maestro, llamado Johann Carl Fuhlrott, percibió que los huesos “eran muy antiguos y pertenecían a un ser humano muy diferente del hombre contemporáneo”. Había descubierto al hombre de Neandertal.
El siglo XX contempló episodios gloriosos en la búsqueda del eslabón perdido, o los estadios intermedios en la evolución de nuestra especie a partir de sus ancestros simiescos. Y produjo una narración entrañable de elevación progresiva a los cielos de la consciencia, la inteligencia y la trascendencia moral que se nos suponen.

Pasando a limpio una crónica algo más farragosa, la sucesión de eslabones perdidos quedó más o menos así: hace seis millones de años éramos lo mismo que los chimpancés; hace cuatro millones, evolucionaron los australopitecos (como Lucy izquierda), ya bípedos pero todavía con un cerebro de medio litro; hace dos millones apareció el Homo erectus, que había duplicado su tamaño craneal hasta un litro, usaba herramientas y fue la primera especie humana en abandonar África; y nuestra especie, el Homo sapiens, se revelaba como una recién llegada a la gran historia del planeta, con poco más de 100.000 años, casi un litro y medio de cráneo y caracterizada desde sus inicios por herramientas avanzadas y una cultura no solo innovadora, sino también variable y creativa, cuya representación gráfica inmejorable son las pinturas rupestres de Altamira y Lascaux.

La ciencia no solo aspira a describir la realidad —esa es la parte aburrida—, sino también a entenderla. La esperanza de un investigador es que, a medida que se obtienen más datos y se afinan las teorías, empiece a vislumbrarse un modelo del mundo cada vez más simple y comprensible. Por desgracia, este no ha sido el caso de la investigación de la evolución humana en las últimas décadas, y las cosas no han hecho más que complicarse aún más en los últimos años. Las excavaciones paleontológicas —de Sudáfrica a Atapuerca— y los espectaculares avances de la genómica han enmarañado el cuadro de manera sustancial. Pero ese es el mensaje que nos transmite la realidad. La simplicidad y el entendimiento profundo tendrán que esperar.

Un ejemplo perfecto de complicación inesperada es el hobbit (Homo floresiensis), descubierto en 2004 en la isla de Flores, un reducto poco explorado...a. Con un metro de estatura y la capacidad craneal de un australopiteco o un chimpancé, pero lo bastante inteligente como para manejar herramientas de piedra y, tal vez, haber llegado navegando a la isla, el hombre de Flores —que en realidad era una mujer— vivió hasta hace solo 18.000 años, y por tanto había coexistido con nuestra especie durante 20 milenios. El hobbit encajaba en nuestro modelo de la evolución humana tanto como un burro en un garaje. Y, de hecho, fue recibido con mucha resistencia por la comunidad paleontológica.

En el siglo XIX, cuando Fuhlrott descubrió al hombre de Neandertal, se encontró con una resistencia parecida. El gran Rudolf Virchow, padre de la teoría celular que constituyó la primera gran unificación de la biología (“Omnis cellula e cellula”, toda célula proviene de otra), se pegó el gran batacazo de su carrera al dictaminar que los restos estudiados por Fuhl­rott pertenecían en realidad a "un idiota con artrosis”. Puesto que la evolución no se aceptaba en la época, el mero hecho de que hubiera existido una especie humana primitiva le parecía un disparate. Como les ha pasado a muchos sabios antes y después, Virchow se mostró refractario a las evidencias.
La historia se ha repetido con el hobbit, en una especie de homenaje paradójico al planchazo de Virchow. Un grupo de paleontólogos defendieron desde el principio que se trataba de una mujer con microcefalia. Las investigaciones recientes, sin embargo, confirman que el cráneo de Flores es una versión miniaturizada del típico del género Homo, al que pertenecemos los Homo erectus y nosotros. Los científicos no saben si el hobbit ya era pequeño cuando llegó a la isla o se miniaturizó después de llegar allí, como ciertamente le ocurrió a un elefante enano que también vivía ahí. Los últimos datos apuntan a lo segundo, aunque sin encontrar más cráneos la cuestión seguirá abierta.

Tras el “idiota con artrosis” de Virchow y la mujer microcefalica de Flores, viene al pelo una cita de Darwin: “La ignorancia suele engendrar más confianza que el conocimiento: son quienes conocen poco, no los que conocen mucho, quienes aseveran de forma tajante que ni tal ni cual problema serán jamás resueltos por la ciencia”. Darwin lo escribió en El origen del hombre, preparándose para la que sin duda se le vendría encima. Pero la cita es aplicable a las resistencias científicas que encontraron el neandertal y el hobbit.
El neandertal y el hobbit comparten otra cualidad: no son ancestros nuestros, sino ramificaciones independientes de la nuestra. Son la primera indicación —y de ningún modo la última, como veremos— de que la evolución humana no tiene la forma de una cadena lineal, con un eslabón tras otro ascendiendo la escalera al cielo. Su forma es más bien la de un arbusto, con una variedad de ramas aquí y allá, con diversificaciones locales, salidas en falso, callejones sin salida y extinciones frecuentes. Tan frecuentes que, de hecho, ahora solo quedamos nosotros.

El truco para aceptar esta teoría sin escándalo es percibir que esa forma de arbusto no es ninguna peculiaridad de la evolución humana. Más bien es la forma general de los procesos evolutivos. Esta es una idea a la que dedicó media vida el evolucionista neoyorquino Stephen Jay Gould, muerto en 2002. Darwin insistió en el carácter gradual de la evolución inspirado por su mentor, Charles Lyell, cuya geología era estrictamente gradual para huir de los diluvios universales de la religión y el catastrofismo de la cultura popular. Pero la historia geológica del planeta solo es gradual en tiempos de bonanza, y aparece puntuada por cambios bruscos del entorno, movimientos tectónicos, orgías volcánicas, sequías desastrosas y hasta impactos de asteroides gigantescos. La vida intenta adaptarse como puede: por eso seguimos aquí tras 4.000 millones de años.

Un segundo aspecto esencial es que no toda la evolución humana ha ocurrido en África, contra lo que creíamos hace poco. El hombre de Atapuerca u Homo antecessor, descubierto en el inmenso yacimiento paleontológico burgalés, es seguramente un buen ejemplo. Juan Luis Arsuaga y sus colegas lo llamaron preneandertal porque tiene todos los signos de estar evolucionando hacia los rasgos típicos de los neandertales, y los preceden en el tiempo geológico por unos cientos de miles de años. Es probable por tanto que los neandertales evolucionaran en Europa, y no salieran ya formados de África.

De hecho, la genómica aporta evidencias incuestionables de ciertas formas de evolución fuera de África. La lectura del ADN antiguo ha avanzado hasta tal punto que ya es capaz de descubrir una nueva especie a partir de una falange de un dedo. Así se descubrió hace unos años a los denisovanos, una especie coetánea de los neandertales, pero distinta de ellos y que habitaba más bien en Asia que en Europa. Y, de hecho, llos europeos actuales llevan tramos de ADN neandertal; y los asiáticos y habitantes de las islas del Pacífico llevan tramos de ADN denisovano.

Cuando nuestros ancestros sapiens salieron de África, hace algo más de 50.000 años, esas dos especies antiguas ya llevaban cientos de miles de años adaptándose a las circunstancias ambientales de Eurasia. Y los recién llegados se beneficiaron de esos genes adaptados por una conocida vía de evolución rápida. Se llama sexo.

En fin, una historia más complicada de lo esperado, pero también más interesante, ¿no es cierto?

Fuente: elpais.com | Javier Sampedro | 25 de septiembre de 2016
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Misterios y problemas

La historia de los humanos es larga (de siete millones de años) y compleja, muy ramificada, con muchos vericuetos en todo el ancho mundo

Por Juan Luis Arsuagaes catedrático en paleontología de la universidad Complutense, director científico del Museo de la Evolución Humana, y autor, entre otras obras, de El sello indeleble.

Cada cierto tiempo (cada vez con más frecuencia, esa es la verdad), aparece en los medios de comunicación la noticia de un descubrimiento del que se pregona que lo va a cambiar todo. Luego va uno al artículo original en la revista científica de turno y resulta que las pretensiones son mucho menores. No se dice allí que se haya producido una revolución científica, sino que se comunica una información que se considera relevante para el progreso del conocimiento. Lo que tampoco está nada mal, pero en realidad es a lo que aspiran todos los trabajos que se publican, a aportar algo nuevo. Tantas veces se repite en los medios de difusión aquello del “hallazgo revolucionario que obliga a reescribir la historia”, que me temo que el público va a llegar a creer que se sabe muy poco del tema de la evolución humana. De otro modo la historia no cambiaría cada dos por tres. Y no es eso, sino todo lo contrario. A grandes rasgos, el esquema general de la evolución humana puede considerarse bien establecido. Falta mucho, claro está, porque es una historia larga (de siete millones de años) y compleja, es decir, muy ramificada, con muchos vericuetos en todo el ancho mundo.

La semana pasada se celebró en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares el congreso anual de la sociedad europea para el estudio de la evolución humana, que es la más importante del mundo. Una buena ocasión para ver por dónde se orientan las investigaciones en este campo.


De los primeros antepasados, los de hace más de cuatro millones de años, no hay grandes novedades. Estamos esperando como agua de mayo nuevos hallazgos de fósiles, pero estos se hacen mucho de rogar. Así que todavía sabemos poco de cómo eran aquellos africanos de los que venimos. Arbóreos y habitantes de la selva húmeda, sin duda. Y solo ocasionalmente bípedos cuando se movían por el suelo, por lo que parece. Con los australopitecos empieza la marcha plenamente erguida, hace poco más de cuatro millones de años. De los australopitecos se habló mucho, porque hay suficiente material para abordar toda la gama de investigaciones paleoantropológicas, desde la ecología y la alimentación hasta el parto.

Otra historia diferente es cuándo empezó la talla de la piedra, y quién (qué especie) lo hizo. Para ello hay que identificar y datar las primeras herramientas, y sobre este tema hay mucho debate. ¿Fueron los australopitecos los fabricantes iniciales o fue el Homo habilis? El propio origen del primer Homo es también tema de discusión.

¿De qué australopiteco viene? ¿Dónde se originó?
Muchas más cosas se debatieron, de las que no tengo espacio para hacer una crónica detallada. Pero, por supuesto, los neandertales siguen siendo los grandes protagonistas. ¿Qué tendrán, que nos fascinan de tal manera? Además de conocer mejor su anatomía, nos importa su mente, y nos inquieta (o excita) la posibilidad de que fueran conscientes y simbólicos. Como nosotros.
Hay dos grandes novedades en los últimos años en las reuniones de paleoantropólogos. Una es el uso de las técnicas digitales de tratamiento de la información anatómica. Me explico. Lo que procede ahora con un fósil es hacerle un TAC y estudiarlo en el ordenador, por dentro y por fuera, así como compararlo con otros fósiles por medio de técnicas de morfometría geométrica, que eliminan las diferencias de tamaño y superponen los fósiles entre sí para apreciar las diferencias de forma. Hoy en día casi no se puede ser paleoantropólogo sin dominar estas herramientas informáticas.

Pero lo más sorprendente es la llegada de nuevos actores al escenario. Me estoy refiriendo a los investigadores de la genética de los fósiles, que tanto han aportado últimamente al conocimiento de aquellos tiempos en los que nuestros antepasados salieron de África, se extendieron por Eurasia y ahí se encontraron (y en pequeña escala, se mezclaron) con al menos tres Humanidades locales: los neandertales —viejos conocidos—, los denisovanos —aún sin rostro—, y un tercer ser humano —todavía sin rostro, ni nombre—. Sin ir más lejos, ahora sabemos que la mayoría de los españoles llevamos sangre neandertal en las venas (un 2%, más o menos, de nuestro material genético).
Ya sé que se estarán preguntando por el Hombre de Flores. Todavía nos estamos recuperando de la sorpresa de su descubrimiento. Sigue sin conseguirse material genético (hace demasiado calor en la zona como para que se conserve). Pero hay un dato nuevo. Los restos conocidos son más viejos de lo que se pensaba y superan algo los 40.000 años. Por aquel entonces debió de llegar el Homo sapiens a la isla. Desde entonces se le pierde el rastro fósil a varias especies locales, entre ellas nuestro misterioso "hobbit".

Fuente: elpais.com | 25 de septiembre de 2016
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¿Qué hay de nuevo, neandertales?

Lejos de representar la imagen de lo primitivo, fueron los humanos más parecidos a nosotros

Por Antonio Rosas pertenece al Grupo de Paleoantropología MNCN-CSIC del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Mucho aprendemos cada día sobre los neandertales, esa otra especie humana que habitó Eurasia, desde Iberia hasta Sibe.... Pero el gran salto lo dimos en 2010, con la publicación del genoma neandertal. Por primera vez se conseguía secuenciar el genoma completo de una especie humana extinta. Y los resultados no estuvieron por detrás de las expectativas. Además de proporcionar una valiosísima herramienta de conocimiento, aquel primer análisis descubrió que los humanos actuales de Eurasia, Oceanía y América llevamos en nuestras venas gotas de sangre neandertal, a diferencia de los humanos africanos subsaharianos, que no tienen genes de esta especie arcaica. ¡Sorprendente!
Para explicar este hecho se propuso un nuevo modelo que ha transformado nuestra forma de entender la evolución humana. En breve: una población primitiva de Homo sapiens se expandió por África hace unos 60.000 años, alcanzando también Oriente Próximo. Fue allí donde coincidió con los grupos neandertales residentes y d... —un evento de hibridación— que llevó a la transferencia de genes neandertales a los cromosomas sapiens. Acto seguido, los grupos humanos, ya portadores de genes neandertales, continuaron su migración fuera de África y en su marcha se fueron diferenciando las grandes variedades humanas que hoy ocupan el resto del globo: asiáticos, austro-melanesios, europeos y todos sus descendientes. Así, como resultado de aquel flujo génico, todos los humanos modernos no africanos somos portadores de un 2% de genes neandertales.

Por el contrario, las poblaciones subsaharianas que nunca estuvieron en contacto con los neandertales no son portadores de sus genes (salvo por introgresión posterior muy reciente). Tal descubrimiento ha desembocado en un nuevo paradigma científico en el que el concepto biológico de especie se ve profundamente afectado, al quedar demostrado el flujo génico entre especies diferentes humanas (hay además otros ejemplos). La imagen de retícula genética, con flujo génico en diferentes direcciones, emerge como proceso básico en la evolución humana. Pero aquí no acaba la cosa.

Un reciente estudio publicado en 2016 ha desvelado un nuevo evento de hibridación entre Homo sapiens y neandertales, diferente al ya comentado. Se trata de una hibridación anterior, ocurrida hace algo más de 100.000 años, que transfirió esta vez ADN moderno a las poblaciones neandertales. Además, al comparar el cromosoma 21 de diferentes neandertales se han visto dos hechos relevantes: que los neandertales de Siberia tenían un ADN sapiens similar al que comparten todas las poblaciones subsaharianas, lo que atestigua la procedencia de este ADN desde una población africana ancestral, y que los neandertales europeos no tienen estos genes.

Para conjugar todos estos datos se plantea que tuvo que haber una primera salida de humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens) fuera de África hace algo más de 100.000 años. Estos humanos se cruzaron con una antigua población de neandertales, la cual emigró posteriormente hacia el este de Eurasia, en cuyos descendientes de la cueva de Denisova (Siberia) encontramos los genes sapiens. Por el contrario, los neandertales de Europa, quizá aislados geográficamente, no se vieron afectados por aquel primer evento de hibridación.

Estos descubrimientos tienen también una clara implicación en el modelo evolutivo. Sabíamos desde hace décadas de la existencia de una antigua salida de humanos modernos fuera de África, representados por los restos encontrados en Skhul y Qafzeh (Israel)... (izquierda). Pero en ausencia de otros datos paleontológicos, y por lo que los modelos genéticos predecían, esta primera salida fue considerada como una migración fallida, sin expansión más allá del Próximo Oriente. Fue la segunda oleada de hace 60.000 años la que sí prosperó y se expandió por todo el planeta. Ahora, los nuevos datos devuelven el foco a esta primera migración, máxime cuando algunos paleontólogos afirman la presencia de humanos modernos hace 100 milenios tan lejos como en la cueva de Daoxian (China). ¡Quizá no fuera tan fallida aquella primera migración! Habrá que estar atentos.

Finalmente, un breve comentario sobre la extinción de los neandertales. La reciente oleada de datos perfila su organización demográfica en torno a reducidos grupos de 8 a 20 individuos, aislados unos de otros, y con elevados índices de endogamia. Tal escenario es propicio para la acumulación de alelos deletéreos (aquellos que perjudican la vida de los organismos) y la consiguiente caída en las tasas de reproducción. En este contexto biológico, cualquier otro factor añadido pudo haber desatado el desastre. Por ejemplo, el deterioro climático de la última glaciación que, al igual que ocurrió con los bosques caducifolios del continente europeo, obligó a los neandertales a retraerse más y más hacia sus últimos refugios ecológicos. Y para darles la puntilla, la llegada de los cromañones a Europa, sus potenciales competidores, coincide en el tiempo con su último y definitivo declive. Estas y otras evidencias científicas nos enseñan que los neandertales, lejos de representar la imagen de lo primitivo, lo tosco y degradado, fueron, sencillamente, los humanos más parecidos a nosotros.

Fuente: elpais.com | 25 de octubre de 2016

Nacho Ares: "Faltan muchas tumbas por descubrir en Egipto e incluso podrían estar intactas"

El investigador, durante la entrevista en el periódico. Foto Javier de la Fuente

"Hoy un trocito de barro con una inscripción es más importante que cualquier oro"

Nacho Ares | Historiador y escritor experto en el antiguo Egipto

La noticia del pastor que perdió la vida en busca de un tesoro en el paraje de Valderrey recordó al historiador Nacho Ares varios casos de familias en Egipto que acabaron sepultadas persiguiendo restos valiosos en el subsuelo de su casa. El escritor no dudó en venir a Zamora para "pisar" el lugar donde había sucedido todo. En plena investigación, el director del exitoso programa de radio Ser Historia habla y reflexiona sobre su gran pasión, el antiguo Egipto.

-Cuando tenía 13 años, leí un libro que se llamaba "Dioses, tumbas y sabios", un volumen de arqueología de los años cincuenta. Quedé fascinado con las pirámides y la aventura de personajes ricos, de clase social elevada, que lo dejaron todo para redescubrir la historia de la civilización en Egipto. Muchos de ellos vivieron en condiciones infrahumanas. El egiptólogo francés Mariette decía que "como te muerda la oca de Amón, te haces egiptólogo de por vida". Y eso fue lo que me paso a mí. La arqueología no solo consiste en buscar tesoros, sino también a tus ancestros e incluso, a ti mismo. En mi novela "El sueño de los faraones", el alemán Emil Brugsch narraba la emoción que sintió al ver reflejada su cara en las máscaras de oro de las momias de Deir El-Bahari. En ese reflejo reconocía a sus propios antepasados.

-¿Cuánto tiempo pudo contener la ansiedad de viajar al país que le había hecho soñar desde niño?

-Fui a Egipto por primera vez en 1990 en un viaje turístico. Llegamos a las cuatro de la mañana al hotel Delta Pyramids, situado en una calle paralela a la avenida de las Pirámides. Allí, en una habitación de la séptima planta, la tensión me impidió pegar ojo en toda la noche. Era septiembre y la bruma no dejaba ver nada por el ventanal de la habitación. Pero, de repente, desde la cama empecé a ver aparecer el vértice de una pirámide entre la niebla? Aquella fue la primera emoción intensa que recuerdo de Egipto.

-¿Cómo se atrevió a dar el paso del descubrimiento personal de la civilización a la divulgación de esa realidad que le abrumaba de joven?

-Fue algo que vino solo. Actualmente tenemos varias misiones trabajando allí, pero entonces solo estaban Mari Carmen Pérez Díez, conservadora del Museo Arqueológico y gran amiga, y Josep Padró, de Barcelona. En España no se había publicado nada. Leía literatura científica, pero también me apasionaba el misterio. Reflexionaba y me daba cuenta de que había cosas que no cuadraban. Ahí nació mi actividad de divulgación.

-El misterio ha acompañado a Egipto. ¿Es complicado evitar dejarse seducir por su poder de atracción?

-Todavía escucho decir que las pirámides no las pudieron hacer los egipcios? El problema es que idealizamos las cosas. En realidad, la Gran Pirámide, dentro de su perfección, contiene un montón de errores. Los textos egipcios nos cuentan cómo hicieron las cosas, ¿qué interés iban a tener en mentirnos?

-De todas las "mentiras" que se cuentan sobre la gran civilización, ¿cuál es la más importante, la que todavía hoy se repite?

-El principal error es la mala divulgación que se ha hecho de la cultura egipcia. Decir, por ejemplo, que las pirámides solo eran tumbas sin hacer el esfuerzo de viajar 4.500 años atrás para entender que aquello era mucho más complejo, desde un lugar de peregrinaje a un centro de investigación astronómica. Entonces, ser faraón era la encarnación de la divinidad, pero a nadie le entraría hoy en la cabeza que se le dedicara un monumento al presidente del Gobierno.

-Y todavía seguimos sin saber exactamente cómo construyeron las pirámides?

-La construcción de las pirámides es quizá donde más se ha desbarrado. Algunos han llegado a decir que se realizaban diques gigantes alrededor del monumento o que licuaban la piedra. Hoy sabemos qué no hicieron, pero desconocemos cómo las construyeron exactamente. Está claro que utilizaron rampas y algún tipo de maquinaria para desplazar los bloques, pero nos falta ese punto final que nos ayude a entender el proceso.

-¿Cree que el "show" mediático que envuelve investigaciones como la de Tutankamón resta importancia a la propia investigación y a los futuros hallazgos?

-Actualmente, se está llevando a cabo un proyecto llamado "Scan the pyramids" y parece que podría haber cámaras tras la tumba de Tutankamon. Desde medios académicos han criticado que se ofrezca información cada semana. Es un asunto que he discutido con José Manuel Galán, investigador del CSIC que mejor ha trabajado en Egipto. Yo defiendo que es mejor que exista esa divulgación prácticamente en directo a esperar las investigaciones de los profesores de universidad, funcionarios que no hacen absolutamente nada. Los artículos científicos se publican mucho después de conseguir avances en el conocimiento.

-¿Qué cree que puede haber en esas supuestas cámaras? ¿Quizá la tumba de Nefertiti?

-Esa es la apuesta de Nicholas Reeves, el mayor experto en el Valle de los Reyes, pero yo no estoy con él. Lo primero, porque no ha aparecido ninguna reina en esta zona y no se sabe donde están las monarcas de la XVIII dinastía. Nefertiti no pinta mucho allí. Sobre el material orgánico detectado, podría ser el óxido de la piedra o incluso se ha especulado con herramientas que hubieran dejado dentro, antes de cerrar y sellar las cámaras.

-¿Cree que Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamon, se llevó consigo algún gran secreto?

-En una visita al Valle de los Reyes, dijo conocer dónde estaba la tumba de Alejandro Magno en una visita al Valle de los Reyes? Para mí, Carter es un ídolo. Cuando voy a Londres cada año, lo primero que hago es ir al cementerio de Putney Vale a dejar unas flores. Fue el primer arqueólogo en utilizar un método científico y moderno, tomando fotografías de cada pieza, añadiendo una ficha individual con la información.

-Si Tutankamon, un faraón que reinó solo una década, contó con un sepulcro repleto de lujos, ¿cómo imagina que pudo ser el tesoro funerario, por ejemplo, del gran Ramsés II?

-Eso precisamente se preguntaba el propio Carter. Debió de ser increíble. Tutankamon protagonizó un reinado "bisagra", pero los grandes faraones como Ramsés II, Tutmosis III o Seti I debieron de tener tumbas espectaculares, tanto en joyas como en información.

-Cien años después del descubrimiento de Carter, ¿cree que existe la posibilidad de encontrar alguna otra tumba intacta, como la de Amenhotep I, de la que no existen referencias?

-Un egiptólogo inglés, John Romer, me dijo que la única manera de saber si quedan más tumbas en el Valle de los Reyes es barrer la zona entera y limpiar los escombros. Incluso Ken Wickes, autor del "mapeo" de los enterramientos, tenía localizadas algunas en la literatura, pero no sabía dónde localizarlas. Hay mucho que redescubrir en el valle. Faltan las cámaras de Amenofis I, Ramsés VIII? y todo eso puede estar ahí.

-¿Podrían estar intactas?

-Desde luego. "La tumba perdida", mi primera novela, narra lo que pasó después de descubrirse la sala de Tutankamon. La trama gira alrededor de una lasca de piedra, un "ostracon", que encontró el propio Carter en 1902 en el sepulcro de Tutmosis IV. Esta piedra, que está en los almacenes del Museo de El Cairo, es un auténtico mapa del tesoro, un objeto alucinante. El sistema utilizado para identificar y clasificar las tumbas antiguamente ha impedido que de momento podamos dar con ellas.

-Puestos a soñar, ¿cuál sería el mayor descubrimiento que podría producirse?

-Cualquier tumba en el Valle de los Reyes, incluso aunque esté saqueada. El concepto de tesoro para la ciencia actual ha cambiado. Cualquier trocito de barro con un texto sería más importante que cualquier pieza de oro, que al final no aporta ninguna información.

-La civilización egipcia fue la madre de la medicina: diagnosticaron una enfermedad que podría ser el Alzhéimer, hacían trepanaciones, operaban cataratas, sabían lo que era un ictus, por no hablar de los anticonceptivos. Miles de años después seguimos sin encontrar la cura a una enfermedad terrible como es el cáncer, ¿cómo es posible?

-Ellos partían de la observación del cuerpo humano. No le daban la relevancia que otorgamos al elemento racional, pero lo importante es que sabían solucionarlo. Pensaban que tras un dolor de cabeza había una causa mágica. Hoy tenemos nuestros sistemas de curación, mucho más sofisticados, pero es cierto que ellos fueron pioneros en prótesis dentales, en operaciones de miembros rotos?

-Hace tiempo que el acceso a las cuevas de Altamira fue limitado a unos pocos visitantes privilegiados. ¿Está a favor del conservacionismo puro o cree que hay combinar el cuidado de nuestro patrimonio con la difusión de sus valores entre los ciudadanos?

-Estoy a favor de la visita con control, respeto y cuidado. Lo que no me gusta de Egipto es ver a turistas y a los propios egipcios haciendo cosas que en El Prado no se les ocurriría, como tocar Las Meninas. Lo primero que digo a los grupos que llevo a Egipto al entrar en los sitios es que pongan las mochilas delante y nada de tocar las paredes ni de hacer fotos con flash. El turismo descontrolado es muy nocivo.

-Gran parte del patrimonio egipcio y de otras culturas está lejos de su lugar de origen, ¿cree que se encuentra bien en los museos o debería retornar a la tierra que los vio nacer?

-Yo lo dejaría todo como está. Es parte de la Historia. Muy pocas piezas han salido de Egipto de manera ilegal, aunque los egipcios no lo reconozcan. ¿Vamos a reclamar ahora a The Cloisters los palacios renacentistas que les vendimos? Parece absurdo. En el Museo Arqueológico Nacional tenemos la mejor colección de vasos griegos del mundo y no he oído a nadie decir que sean fruto saquear Atenas.

-¿Y qué opina del contraste entre la sala egipcia del Metropolitan, por ejemplo, y el caos del Museo Arqueológico de El Cairo?

-Lo evidente, que no cuidan su patrimonio. La mayor colección de arte egipcio fuera del país africano está en Turín, por encima del Metropolitan, el Británico o el Louvre. Los propios egipcios reconocen que la Piedra Rosetta es su mejor embajador y son conscientes de que no pueden recuperar ese patrimonio porque no tendrían espacio donde cuidarlo.

-Ser Historia es el paradójico ejemplo de un historiador que, para divulgar el pasado de una forma asequible, entrevista a escritores, dibujantes o incluso aficionados. Muchos colegas suyos hacen lo contrario: hablar con un lenguaje que nadie entiende?

-Estudié en la Universidad de Valladolid y después en la de Manchester. En el mundo anglosajón tienen muy metida la idea de que todo el mundo puede hacer Historia. Aquí, los profesores son funcionarios, están sentados en su silla y publican cada dos años artículos que nadie entiende, sin revertir el conocimiento a la sociedad. Los congresos que celebran son completamente endogámicos y se llevan dinero de todos para publicar actas que no aportan nada. El secreto de Ser Historia está en transmitir la emoción que siento por el pasado en todas sus facetas.

-En Cuarto Milenio, uno de los programas más longevos de la pequeña pantalla, se tratan temas controvertidos que dan mucho que hablar. ¿Cómo lo lleva un historiador?

-En Cuarto Milenio jamás nos hemos inventado nada. Dejamos la puerta abierta a que el espectador tenga su propia opinión. Es más, no dudamos en rebatir testimonios de algunas personas cuando creemos que están exagerando.

-Precisamente, ha venido con Cuarto Milenio a Zamora para recoger la historia del pastor de Valderrey, que ha llamado la atención de todo el país. ¿Qué se lleva de este caso?

-Me voy muy sorprendido. Conocía la historia a través de los medios, pero venir aquí, hablar con las personas y pisar el lugar me ha permitido entender una historia fascinante con un final triste, oscuro. El caso del pastor no deja de ser la ilusión que perseguimos cada uno de nosotros, aunque este hombre llegara a un extremo lamentable.

-¿Cree que existen precedentes en el país de casos similares?

-En absoluto. Ha habido buscadores de tesoros, pero no tengo constancia que hayan llegado a morir en el intento. En Egipto, sin embargo, conozco varios casos: no es la primera familia que ha muerto entera después de venírseles encima el pozo que habían hecho bajo la casa.

-Hatshepsut fue la primera mujer que protagonizó una rebelión política contra los faraones, ¿le parece un personaje revolucionario?

-No lo creo. Si hubiera sido revolucionaria, no habría durado tanto tiempo. Hatshepsut se ha idealizado mucho, igual que la princesa de Éboli, otro de mis personajes favoritos. Se las ha tomado como las adalides del feminismo, de ir en contra del poder masculino. Lo que Hatshepsut quería era gobernar y la prueba más clara de que no era feminista es que quiso ser hombre.

-No ve feminismo, pero? ¿y machismo?

-Los sucesores intentaron borrar su nombre, pero no sabemos muy bien por qué. Esa práctica también era propia de los romanos. También nosotros lo seguimos haciendo hoy de alguna manera. Cuando hay una revolución, se tira abajo la estatua del dictador como un gesto mágico para acabar con su imagen.

-¿Y qué le parece que una mujer quisiera ser faraón?

-No es tan extraño, hubo varias. Tiene elementos muy machistas, como representarse con barba. Llama la atención porque aparece en un momento glorioso de la historia de Egipto.

Fuente: La Opinión de Zamora

El Instituto de Estudios del Antiguo Egipto iniciará su VIII Campaña de excavaciones arqueológicas en Egipto el próximo 3 de Octubre de 2016

Con casi 12.000 hallazgos encontrados, este exitoso programa inicia su VIII campaña de excavación

En unos días se iniciará por el equipo del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto de Madrid la VIII Campaña de excavaciones arqueológicas en la Tumba del Visir Amen-Hotep, Huy (nº 28 de la necrópolis de Asasif, en Luxor occidental), correspondiente a este año 2016.

El Proyecto ‘Visir Amen-Hotep, Huy (TA nº -28-)’ se inició en Octubre del año 2009 y su objetivo es la excavación y estudio científicos de la tumba inédita de mayores dimensiones, entre las pertenecientes a la dinastía XVIII, existentes en la necrópolis de la antigua ciudad de Tebas, (hoy Luxor).


Las campañas llevadas a cabo hasta el momento, siete ( este año comenzamos la octava) durante los años 2009 al 2015, han mostrado la enorme riqueza arqueológica y artística que encierra este yacimiento privilegiado que tiene una superficie de cerca de mil metros cuadrados, con una profundidad media de seis metros de restos arqueológicos.


Los trabajos que se están desarrollando por el equipo interdisciplinar liderado por el Dr. Francisco J. Martín Valentín de la Universidad Complutense de Madrid, Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto de Madrid y por Teresa Bedman, de la misma institución científica, han proporcionado gran cantidad de nueva información sobre el sistema de la momificación de sacerdotes y funcionarios que vivieron y murieron en Tebas, durante cerca de novecientos años, entre los siglos XIII y IV a C.


Hasta el momento se han censado cerca de 12.000 hallazgos, entre los cuales, una serie de inscripciones jeroglíficas de altísimo valor científico pertenecientes al reinado de Amen-Hotep III y de su hijo Amen-Hotep IV (Aj-en-Aton), fechadas hacia el año 1360 a. de C.; dos enterramientos intactos con sus dos momias en sus sarcófagos y otros importantes objetos de mobiliario funerario, que arrojan luz sobre la vida de este importantísimo lugar, y permiten comprender las relaciones de la necrópolis de Asasif con el Valle de los Reyes y el área de Deir El Bahari, desde la época de Amen-Hotep III, en adelante.

El Proyecto ha contado en su inicio con el soporte económico y científico de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte; de La Universidad de Málaga; Fundación 3M, Esirtu Group, y de otras instituciones y cooperadores privados que vienen mostrando su interés en el mismo desde que comenzaron los trabajos del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto en esta gran tumba tebana.


Además el Proyecto cuenta con el soporte institucional de la Embajada de España en Egipto y del apoyo de ser MARCA ESPAÑA.

Como ya es tradicional desde que se iniciaron los trabajos, el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto ha organizado en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid, con motivo del inicio de esta VIII Campaña de Excavaciones, un acto que tendrá lugar en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias de la Documentación de dicha Universidad (Calle de la Santísima Trinidad nº 37- Madrid 28010) el próximo 29 de Septiembre, a las 19,00 horas, consistente en la Conferencia ‘Proyecto Visir Amen-Hotep; resultados de la Campaña 2015’ (XX Jornadas de Egiptología) y la Proyección de un documental del Proyecto relacionado con los trabajos llevados a cabo durante la Campaña del año 2015, que será de asistencia libre.

Fuente: Universia España