Los humanos que sobrevivieron al supervolcán Toba mientras el mundo agonizaba hace 74.000 años

La ubicación arqueológica de Pinnacle Point en la costa sur de Sudáfrica. Se cree que un refugio llamado PP5-6 fue utilizado por los seres humanos hace aproximadamente 90.000 a 50.000 años, lo que pudo haberlos ayudado a sobrevivir a una erupción supervolcánica. (Curtis W. Marean / Universidad Estatal de Arizona)

Imagine un año en África en el cual el verano nunca llega. El cielo adquiere un tono gris durante el día y se ilumina de rojo por la noche. Las flores no florecen. Los árboles mueren en el invierno. Los grandes mamíferos como el antílope se vuelven delgados, se mueren de hambre y proporcionan poca grasa a los depredadores (carnívoros y cazadores humanos) que dependen de ellos. Entonces, el mismo ciclo desalentador se repite año tras año. Esta es una imagen de la vida en la Tierra después de la erupción del supervolcán del Monte Toba, en Indonesia, hace unos 74.000 años. Ahora bien, en un artículo publicado esta semana en Nature, los científicos muestran que los primeros humanos modernos de la costa de Sudáfrica prosperaron a lo largo de este evento.

Se cree que una erupción cien veces más pequeña que la del Monte Toba, la del Monte Tambora, también en Indonesia, en 1815, fue responsable de un año sin verano en 1816. Su impacto en la población humana fue nefasto, las cosechas en Eurasia y América del Norte se perdieron, y hubo hambre y migraciones masivas. El efecto del Monte Toba, un supervolcán que empequeñece incluso las masivas erupciones del pasado más profundo de Yellowstone, habría tenido un impacto mucho más grande y prolongado en las personas de todo el mundo.


La escala de la caída de cenizas atestigua la magnitud del desastre ambiental. Grandes cantidades de aerosoles inyectados hacia la atmósfera habrían reducido severamente la luz solar, con estimaciones que oscilan entre el 25 y el 90 por ciento. Bajo estas condiciones, la muerte de las plantas es predecible, y hay evidencia de sequías significativas, incendios forestales y cambios en la comunidad de las plantas en el este de África, justo después de la erupción del Toba.

Si el Monte Tambora creó tal devastación durante un año completo -y Tambora fue un contratiempo en términos comparativos- podemos imaginar una catástrofe mundial con la erupción de Toba, un evento que habría durado varios años y que llevaría la vida al borde de la extinción.

El Dr. Curtis Marean, en el centro, trabaja con sus colegas dentro de una cueva llamada PP13B el 26 de mayo de 2010, en Pinnacle Point, cerca de Mossel Bay, South Africa.

En Indonesia, la fuente de la destrucción habría sido evidente para los testigos aterrorizados, justo antes de morir. Sin embargo, una familia de cazadores-recolectores en África, hace 74.000 años, no habría tenido idea de la razón del repentino y devastador cambio del clima. El hambre se habría instalado y los muy jóvenes y viejos morirían. Los grupos sociales se habrían devastado, y su sociedad estaría al borde del colapso.

El efecto de la erupción del Toba ciertamente habría afectado a algunos ecosistemas más que a otros, posiblemente creando áreas -llamadas refugios- en las que algunos grupos humanos lo hicieron mejor que otros a lo largo del suceso. Si su grupo vivió en un refugio de ese tipo habría dependido en gran medida del tipo de recursos disponibles. Los recursos costeros, como los mariscos, son altamente nutritivos y menos susceptibles a la erupción que las plantas y los animales de las áreas del interior.


Foto: Este fragmento de vidrio volcánico del volcán Toba se encontró en un sitio arqueológico a casi 9.000 km de distancia de Pinnacle Point, en Vleesbaai, Sudáfrica. Imagen: Rachael Johnsen

Cuando la columna de fuego, humo y escombros, explotó en la cima del Monte Toba, escupió rocas, gases y pequeñas piezas microscópicas (cryptotephra) de vidrio que, bajo el microscopio, tienen una característica forma de gancho producida cuando el vidrio se fractura en una burbuja. Estos fragmentos invisibles penetran en la atmósfera y se extienden por todo el mundo.

Panagiotis (Takis) Karkanas, director del Laboratorio Malcolm H. Wiener de Ciencia Arqueológica, en la Escuela Americana de Estudios Clásicos, en Grecia, vio un solo fragmento de esta explosión bajo un microscopio en una porción de sedimento arqueológico revestido de resina.

"Era sólo una partícula de un fragmento de millones de otras partículas minerales lo que estaba investigando. Pero allí estaba, y no podía ser otra cosa", dice Karkanas.

El fragmento provenía de un sitio arqueológico en un refugio rocoso llamado Pinnacle Point 5-6, en la costa sur de Sudáfrica, cerca de la ciudad de Mossel Bay. Los sedimentos datan de hace unos 74.000 años.

"Takis y yo habíamos discutido el potencial de encontrar fragmentos de la erupción del Toba en los sedimentos de nuestro yacimiento arqueológico, y, con su ojo de águila, acabó encontrando uno", explica Curtis W. Marean (derecha), director del proyecto de las excavaciones de Pinnacle Point. Marean es el director asociado del Instituto de Orígenes Humanos en la Universidad Estatal de Arizona y profesor honorario en el Centro de Paleociencias Costeras en la Universidad Nelson Mandela, en Sudáfrica.

Marean mostró la imagen del fragmento a Eugene Smith (izquierda), un vulcanólogo de la Universidad de Nevada, en Las Vegas, el cual confirmó que era un fragmento volcánico.

"El estudio de Pinnacle Point me llevó de vuelta a los fragmentos de vidrio analizados en mi tesis de maestría de hace 40 años", dice Smith.

Al principio del estudio, el equipo trajo a la científica experta en criptotephra, Christine Lane (derecha), de la Universidad de Cambridge, quien entrenó a la estudiante graduada Amber Ciravolo en las técnicas necesarias. Luego se unió Racheal Johnsen a Ciravalo como gerente de laboratorio y desarrollaron nuevas técnicas.

Partiendo de cero,y con el apoyo de la National Science Foundation, desarrollaron el Laboratorio Cryptotephra para la Investigación Arqueológica y Geológica, el cual está ahora no solo involucrado en proyectos en África, sino también en Italia, Nevada y Utah.

Encerrado en el fragmento de vidrio volcánico mencionado hay una firma química distintiva, una huella digital que los científicos pueden usar para rastrear la erupción asesina. En su artículo de Nature, el equipo describe cómo encontró estos fragmentos en dos sitios arqueológicos de la costa de Sudáfrica, y cómo rastreó esos fragmentos del Toba a través de huellas químicas, al tiempo que documenta una ocupación humana continua durante el transcurso del evento volcánico.

"Muchos estudios previos han intentado probar la hipótesis de que la erupción del Toba devastó poblaciones humanas", señala Marean. "Pero los mismos han fracasado porque no han podido presentar pruebas definitivas que vinculen una ocupación humana con el momento exacto del evento".

"La mayoría de los estudios han analizado si la erupción del Toba causó o no un cambio ambiental. Y sí, lo hizo, pero tales estudios carecen de los datos arqueológicos necesarios para mostrar cómo afectó a los seres humanos".

El equipo de Pinnacle Point ha estado a la vanguardia del desarrollo y la aplicación de técnicas arqueológicas altamente avanzadas. Miden todo en el sitio con precisión milimétrica mediante una "estación total", un dispositivo de medición láser integrado a ordenadores portátiles que realizan una grabación precisa y sin errores.

Naomi Cleghorn (izquierda),de la Universidad de Texas, en Arlington, grabó las muestras Pinnacle Point a medida que fueron removidas.

Cleghorn explica: "Recolectamos una larga columna de muestras, sacando una pequeña cantidad de sedimento de nuestra excavación anterior. Cada vez que recogíamos una muestra, filmábamos su posición con la 'estación total'".

Las ubicaciones de las muestras de la 'estación total', así como miles de otros puntos que representan artefactos de piedra, huesos y otros restos culturales de los antiguos habitantes, se utilizaron para construir modelos digitales del yacimiento.
"Estos modelos nos dicen mucho sobre cómo vivían las personas en el lugar y cómo sus actividades cambiaron con el tiempo", dice Erich Fisher (derecha), investigador científico asociado del Institute of Human Origins, en la Universidad Estatal de Arizona, el cual construyó detallados modelos fotorrealistas en 3D a partir de los datos obtenidos. "Lo que descubrimos fue que durante y después del momento de la erupción del Toba, la gente vivió de modo continuo en el lugar y que no había evidencias de que hubiera afectado a sus vidas cotidianas".

Además de comprender cómo la erupción del Toba afectó a los humanos en esta región, el estudio tiene otras implicaciones importantes para las técnicas de datación arqueológica, pues en estos rangos de antigüedad suelen ser imprecisas: un error del 10 por ciento (miles de años) es típico. Sin embargo, aunque la caída de cenizas del Toba fue un proceso muy rápido ha sido datado de modo preciso. El tiempo de deposición de fragmentos probablemente fue de aproximadamente dos semanas de duración, es decir, algo instantáneo en términos geológicos.

Foto: Miembros del equipo de investigación realizando excavaciones en el sitio arqueológico de Vleesbaai, en la costa de Sudáfrica, donde los humanos fabricaron herramientas de piedra hace unos 74.000 años. (Curtis W. Marean / Universidad Estatal de Arizona / Reuters).

"Encontramos tales fragmentos en dos sitios", explica Marean. "En el refugio rocoso de Pinnacle Point (donde la gente vivía, comía, trabajaba y dormía) y en un sitio al aire libre, a unos 10 kilómetros de distancia, llamado Vleesbaai. En este último sitio es donde un conjunto de personas, posiblemente miembros del mismo grupo que los de Pinnacle Point, se sentaron en un pequeño círculo y crearon herramientas de piedra. Encontrar fragmentos volcánicos en ambos lugares nos permite vincular estos dos registros casi en el mismo momento".

Y no solo eso, sino que la ubicación de dichos fragmentos permite a los científicos proporcionar una prueba independiente de la antigüedad del lugar, estimada mediante otras técnicas. La gente vivía en Pinnacle Point 5-6 hace entre 90.000 y 50.000 años. Zenobia Jacobs (izquierda), de la Universidad de Wollongong, en Australia, usó luminiscencia ópticamente estimulada (OSL) para datar 90 muestras y desarrollar un modelo de la antigüedad de todas las capas de sedimentos. La OSL data la última vez que los granos de arena individuales estuvieron expuestos a la luz.

"Ha habido cierto debate sobre la precisión de la datación mediante OSL, pero el modelo de Jacobs data las capas donde encontramos los fragmentos de la erupción del Toba en hace aproximadamente 74.000 años, exactamente en lo correcto", dice Marean. Esto brinda un apoyo muy fuerte al enfoque vanguardista de Jacobs sobre la datación mediante OSL, la cual ha aplicado en sitios de todo el sur de África y otras partes del mundo.

"La datación mediante OSL es el método de trabajo en la construcción de líneas de tiempo para una gran parte de nuestra propia historia. Comprobar si el reloj marca al ritmo correcto es importante. Por lo tanto, obtener este grado de confirmación es halagüeño", dice Jacobs.
En la década de 1990, los científicos comenzaron a argumentar que esta erupción del Monte Toba, la más poderosa en los últimos dos millones de años, causó un invierno volcánico de larga duración que pudo haber devastado los ecosistemas del mundo y causado numerosos colapsos poblacionales, tal vez incluso estuvo cerca de extinguir nuestro propio linaje, en lo que se llama un 'cuello de botella'.

Foto: Una vista del mar y las rocas desde el exterior de una cueva llamada PP13B el 26 de mayo de 2010, en Pinnacle Point, cerca de Mossel Bay, South Africa. La cueva protegió a los humanos hace entre 164.000 y 35.000 años atrás, en un momento en que los Homo sapiens pudieron estar en peligro de desaparecer.

El estudio muestra que a lo largo de la costa sur de África, rica en alimentos, la gente prosperó a lo largo de esta mega erupción, tal vez debido al régimen de productos alimenticios proporcionados por vivir cerca de la costa.

Ahora otros equipos de investigación pueden tomar los nuevos métodos avanzados desarrollados en este estudio y aplicarlos en otras partes de África para poder ver si esta fue la única población que sobrevivió a esos tiempos devastadores.

En este sentido se necesitan más trabajos para desentrañar la magnitud de los efectos de esta supererupción. "Estos sitios no son suficientes por sí mismos para conocer con certeza los impactos climáticos más amplios de la erupción de Toba", explica a la BBC Jazmin Scarlett (derecha), una vulcanóloga de la Universidad de Hull, en el Reino Unido, que no participó en el trabajo .

Misteriosos cráneos alargados de hace 1.500 años en Alemania pertenecían a ‘novias bárbaras’

Cráneos de la temprana Edad Media hallados en los sitios arqueológicos de Altenerding y Straubing, en Baviera. De izquierda a derecha: un cráneo muy deformado, uno medianamente deformado y otro sin deformar. Foto: State Collection for Anthropology and Palaeoanatomy, Munich.


La transición de la Antigüedad tardía a la Edad Media está marcada por dos acontecimientos clave en la historia europea, la caída del Imperio Romano de Occidente y la migración hacia este Imperio de varias tribus bárbaras como los godos, los alemanes, los francos y los lombardos. Esto dio como resultado una profunda transformación cultural y socioeconómica en todo el continente, y muchos asentamientos de esta época se desarrollarían posteriormente en los pueblos y ciudades que todavía conocemos en la actualidad.

Un equipo internacional dirigido por la antropóloga Michaela Harbeck (izquierda), de la Colección de Antropología y Paleoanatomía del Estado de Baviera (SAPM) y el genetista de poblaciones, el profesor Joachim Burger (derecha), de la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz (JGU) ha realizado el primer análisis genómico de las poblaciones que vivían en el antiguo territorio del Imperio Romano en Baviera (Alemania), desde aproximadamente el 500 d.C., y ha proporcionado la primera mirada directa a la compleja dinámica de poblaciones de lo que popularmente se conoce como Período de Grandes Migraciones, o "Völkerwanderung" en alemán.

Además de los antropólogos de Mainz y Munich, el equipo también incorpora al Dr. Krishna Veeramah (izquierda), genetista de poblaciones de la Universidad de Stony Brook, en los EE. UU., así como a compañeros del Reino Unido y Suiza.

En el estudio interdisciplinario, financiado por la Fundación Volkswagen, el equipo de investigación internacional analizó los genomas antiguos de casi 40 personas de la Edad Media del sur de Alemania. Mientras que la mayoría de los bávaros antiguos se veían genéticamente como europeos del norte y centro, un grupo de individuos tenía un perfil genético bastante diferente y diverso.

Los miembros de este grupo eran particularmente notables en el sentido de que eran mujeres cuyos cráneos se habían deformado artificialmente casi inmediatamente al nacer. Estas enigmáticas deformaciones le daban al cráneo una forma muy característica de torre que se han hallado en antiguas poblaciones de todo el mundo y de diferentes períodos de tiempo

"Los padres envolvían las cabezas de sus hijos con vendajes durante unos meses después del nacimiento para lograr la forma deseada de la cabeza", explica la Dra. Michaela Harbeck. “Es difícil saber por qué llevaban a cabo este elaborado proceso, pero probablemente era usado para emular un cierto ideal de belleza, o quizá para indicar la afiliación a un determinado grupo”.
Desde hace tiempo los investigadores solo han especulado sobre los orígenes de esta práctica en la Europa medieval. "La presencia de estos cráneos alargados en algunas zonas de Europa del Este se suele atribuir a los nómadas hunos, liderados por Atila, durante su invasión del Imperio Romano de la zona oriental, pero la aparición de estos cráneos en Europa occidental es muy misteriosa, pues están muy al margen de su territorio", dijo el Dr. Krishna Veeramah, primer autor del estudio.

Los investigadores han analizado los datos genómicos de 41 individuos de diferentes sitios arqueológicos de la actual Baviera, en el sureste de Alemania. Foto: PNAS.


Tras analizar el ADN obtenido de estos cráneos alargados, el equipo del profesor Joachim Burger reveló que estas mujeres probablemente emigraron a los primeros asentamientos bávaros del este de Europa. "Aunque hay evidencia de que hubo alguna contribución genética de Asia Central, el análisis genómico apunta al hecho de que las mujeres con cráneos deformados en esta región son genéticamente más similares a los europeos del sudeste de hoy en día, y que los hunos probablemente jugaron un papel menor al transmitir directamente esta tradición a Baviera", señaló Burger. Además de sus cráneos deformados, estas mujeres también tendían a tener el cabello y el color de ojos más oscuros que los otros bávaros con los que estaban enterrados y con los que probablemente convivían con los que tenían cabello rubio y ojos azules.

Vista frontal de los cráneos de la Edad Media temprana, excavados en Baviera, en el sureste de Alemania. Foto: State Collection for Anthropology and Palaeoanatomy, Munich.


Pero la migración de mujeres a Baviera no solo involucró a aquellas que poseían cráneos alargados. Solo un poco más tarde, se pueden identificar dos mujeres que se parecen más a los griegos y turcos modernos de hoy en día. En contraste, no hubo evidencias de hombres con perfiles genéticos drásticamente diferentes. "La mayoría de estas mujeres extranjeras se encontraron con bienes funerarios que parecen poco comunes en comparación con el resto de la población enterrada", agregó Veeramah. "Estos casos de migración femenina habrían sido invisibles desde el punto de vista de la cultura material".

Los bienes funerarios hallados en las tumbas de las mujeres inmigrantes son un reflejo tanto de las costumbres locales como de otras culturas materiales más distantes. Foto: Bavarian State Archaeological Collection.


Bienes funerarios de un cementerio de la Edad Media temprana en Altenerding, en Baviera. Foto: Bavarian State Archaeological Collection.


"Esto es un ejemplo de movilidad femenina de largo alcance que une espacios culturales más grandes y pudo haber sido una forma para que grupos distantes formasen nuevas alianzas estratégicas en aquella época de gran agitación política en ausencia de una hegemonía romana previa", dijo Burger. "Debemos esperar que muchos más fenómenos dinámicos poblacionales sin precedentes hayan contribuido a la génesis de nuestras primeras ciudades y pueblos".

"Curiosamente, aunque nuestros resultados son preliminares, no hay rastros importantes de ascendencia genética en estos primeros habitantes de Baviera que podrían haber venido de soldados del ejército romano", dijo Harbeck. "Necesitamos seguir investigando sobre una base aún más amplia sobre la ascendencia celta y romana en estos primeros bávaros".

Fuentes: Universidad Gutemberg | National Geographic | 13 de marzo de 2018

La prehistoria genética de Iberia, única y distinta a la del centro y norte de Europa

El yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor en la Sierra de Atapuerca (Burgos) contiene restos humanos que han hecho posible la reconstrucción de la prehistoria biomolecular de la Península Ibérica a lo largo de 4.000 años. Crédito: cortesía de Javier Trueba.

Un equipo internacional de científicos ha analizado restos humanos antiguos de 13 individuos del norte y sur de España, entre ellos el genoma de un agricultor neolítico de 7.245 años de antigüedad, lo que ha puesto de manifiesto que la genética prehistórica de Iberia difiere de la del centro y norte de Europa.

Así, este estudio constata que los primeros agricultores llegaron principalmente a Iberia siguiendo una ruta costera por la orilla norte del mar Mediterráneo y que los neolíticos ibéricos muestran diferencias genéticas con los primeros agricultores migrantes que se asentaron en el centro y norte de Europa, resume a Efe uno de sus autores, Juan Luis Arsuaga (izquierda), catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense y codirector de Atapuerca (Burgos).

El genoma más antiguo del sur

Los resultados, que suponen otro paso para completar el mapa de la prehistoria ibérica, se publican en un artículo en la revista PNAS, que combina datos arqueológicos, genéticos y de isótopos estables para condensar 4.000 años de prehistoria biomolecular ibérica.
Los restos estudiados son, entre otros, del yacimiento arqueológico de El Portalón, en la Sierra de Atapuerca, y la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), de la que se ha secuenciado el genoma del agricultor neolítico de 7.245 años, convirtiéndolo en el genoma humano secuenciado más antiguo del sur de la península.

Representación de un agricultor neolítico ibérico. Crédito: cortesía de María de la Fuente Soro (ilustradora especializada en arqueología).

Las migraciones prehistóricas han desempeñado un papel importante en la conformación genética de las poblaciones europeas. Desde el último máximo glacial, hace aproximadamente 20.000 años, Europa estaba habitada exclusivamente por grupos de cazadores recolectores, pero dos migraciones importantes durante los últimos 10.000 años tuvieron impactos masivos en el estilo de vida y acervo genético de las poblaciones europeas.

En primer lugar, hace aproximadamente 7.400 años, grupos originarios de Oriente Medio y Anatolia introdujeron prácticas agrícolas en Europa durante el Neolítico; posteriormente, hace 5.000 años, poblaciones de la estepa póntica (la gran pradera que se extiende al norte del mar Negro, del Cáucaso, del mar Caspio y más al este) se dispersaron por el continente europeo reemplazando a las anteriores.

Como ambos movimientos se originaron en el este, las partes más occidentales del continente fueron las últimas en ser alcanzadas por estas migraciones.

Una mezcla tardía

Si bien los estudios arqueológicos han demostrado que ambas migraciones han sustituido a más de la mitad del registro genético de Europa central y septentrional, se sabía mucho menos sobre la influencia de estos sucesos en las poblaciones ibéricas, especialmente en las zonas más meridionales como Andalucía.


Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba). Restos del esqueleto de un agricultor neolítico de hace 7.245 años. 1) Esquema del deósito funerario. 2) Cráneo del individuo. 3) Los restos óseos en el momento de su descubrimiento en la cueva. Créditos: Cortesía de Rafael Martínez-Sánchez (Universidad de Granada) y Antonio Moreno Rosa (Universidad de Córdoba).

Para Arsuaga, este trabajo ofrece varias aportaciones: que la cultura neolítica llegó por la vía costera del norte del Mediterráneo, que los pueblos que introdujeron aquí el Neolítico muestran niveles notablemente bajos de diversidad genética, lo que indica que la primera ola de migración oriental para establecerse en la península fue relativamente pequeña. Después de este período inicial de baja diversidad, las poblaciones recién llegadas crecieron en tamaño y se mezclaron con los cazadores-recolectores locales, aumentando rápidamente la diversidad genética durante los períodos posteriores. son distintos a los que lo hicieron en el centro y norte de Europa y que los primeros neolíticos no se mezclaron con las poblaciones autóctonas.

Esa mezcla, aclara, se produjo mucho más tarde, incluso milenios: mostramos que la influencia genética de esta migración esteparia en los europeos ibéricos prehistóricos fue menor y más tardía, notándose solo a partir de la Edad de Bronce, “lo que confirma que la historia genética de Iberia fue única, ya que ha sido influenciada en su mayor parte por la primera migración prehistórica asociada a la introducción de las prácticas agrícolas”.

Es a lo largo de la Edad de Bronce cuando se produjo un importante aporte de población centroeuropea a la Península Ibérica, que además trajo consigo nuevas ideas y conocimientos, es decir, una nueva cultura; esta migración posiblemente también incluyó las primeras lenguas indo-europeas.
Para Cristina Valdiosera (izquierda), de La Trobe University en Australia y una de las autoras principales del estudio, este trabajo sugiere que "Los primeros agricultores de Iberia remontan la mayor parte de sus antepasados a los primeros pueblos neolíticos que emigraron a la península por la ruta mediterránea y que las aportaciones posteriores de sus homólogos centroeuropeos fueron menores en esta región".

La dieta en Iberia

Este trabajo también señala que estos migrantes de la ruta mediterránea muestran una fuerte conexión genética con los habitantes modernos de la isla mediterránea de Cerdeña.
“Probablemente podemos considerar a los actuales sardos como descendientes relativamente directos de la gente que difundió las prácticas agrícolas en toda la región mediterránea hace unos 8.000 años”, según Mattias Jakobsson (derecha), genetista de poblaciones en la Universidad de Uppsala.

Los autores también investigaron la dieta de estos agricultores neolíticos a lo largo de casi 4.000 años: “curiosamente, aunque con el paso del tiempo vemos una influencia genética significativa de ancestros cazadores-recolectores locales en los agricultores inmigrantes, la dieta de estos primeros agricultores no cambia”, indica Colin Smith (izquierda), de La Trobe University. "Su dieta terrestre es característica de las culturas agrícolas y persiste temporalmente y geográficamente a través de los milenios", dijo.
La Dra. Valdiosera dijo que el estudio ilustra el poder de la investigación interdisciplinaria para comprender la complejidad completa de la prehistoria europea.

"En general, estos resultados enfatizan las diferencias entre las poblaciones más occidentales y sus homólogos de Europa central y resaltan la necesidad de estudios regionales detallados para revelar la complejidad total de las migraciones prehistóricas", concluye en un comunicado.

Fuente: efefuturo.com | quo.com | 12 de marzo de 2018

Descubren nuevos tramos de la antigua vía romana entre Córdoba y Mérida

La imagen aérea permite distinguir el trazado de una antigua vía romana y el recorrido rectilíneo de una antigua vía romana.

Augusto, el primer emperador romano, reinó a partir del 27 a.C. y dividió Hispania en tres provincias: la Tarraconense, con capital en Tarraco (Tarragona); la Bética, con capital en Corduba (Córdoba); y la Lusitania, con capital en Augusta Emerita (Mérida).

Varios tramos de la estratégica vía romana entre Corduba y Augusta Emerita, que conectaba el valle del Guadalquivir con el del Guadiana, han sido descubiertos recientemente por un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba (UCO), según reveló esta universidad a finales de febrero. La sequía predominante en la época de la investigación, antes de la llegada de los últimos temporales, ha permitido explorar el patrimonio romano de los pantanos del Alto Guadiato, Puente Nuevo y Sierra Boyera, en la provincia de Córdoba.


Por esta vía, una de las calzadas más amplias de la Hispania romana, discurría el comercio de metales: el cobre cordobés de Cerro Muriano y del Alto Guadiato, famoso en la Roma del siglo I d.C.; la plata y el plomo de las minas de Los Pedroches; y, entre otros minerales, el preciado mercurio y minio de las minas de Almadén. Todas estas mercancías se reorganizaban en Córdoba, desde donde se embarcaban con destino a Roma, aprovechando la navegabilidad del río Baetis.
Los tramos montañosos en el descenso de Cerro Muriano a Córdoba, o los de la zona del Castillo del Vacar, tienen cuatro metros de ancho como máximo, pero los nuevos tramos documentados en Puente Nuevo llegan a tener hasta 12 metros de ancho: ocho metros para la superficie de tránsito y dos más, en cada lado, para los bordillos y cunetas.


La calzada consistía en un terraplén terrizo elevado, sostenido por dos muros laterales y con un firme de grava como superficie final de rodadura, lo que permitía a la vía seguir un recorrido rectilíneo, aislándola de los arroyos e impidiendo su encharcamiento. En las zonas más llanas del valle del Alto Guadiato podían circular carros en doble sentido, haciendo más seguro y ágil el tránsito de mercancías.

"Si Córdoba tuvo los monumentos que tuvo fue porque por esta infraestructura llegaba más riqueza que a ninguna otra ciudad de la Andalucía romana", afirma Antonio Monterroso, de la UCO y el director del proyecto de investigación Alto Guadiato Arqueológico-Ager Mellariensis. El estudio ha sido publicado en SCIRES-IT.

Fuente: National Geographic | 12 de marzo de 2018

Una columna que anuncia el esplendor de Roma en Los Alcores (Sevilla)

Las dimensiones de la columna hallada hacen pensar en una construcción de bastante entidad - A.M

Una columna romana de dos metros de largo y con varias oquedades que pueden indicar que estaba asociada a algún tipo de cerramiento. Un hallazgo que es la promesa de un yacimiento mucho más grande y que puede corresponderse con una villa de bastante entidad. Pero que además de los objetos materiales puede aportar mucho conocimiento sobre la historia de Mairena y de un entorno tan rico arqueológicamente como Los Alcores (Sevilla).

La sorpresa surgió el pasado verano. En una finca agrícola del escarpe de Los Alcores mientras se hacían labores del campo apareció una columna de gran porte y en bastante buen estado. Tiene unos 38 centímetros de diámetro y casi dos metros de alto. Hoy puede verse en el Castillo de Luna de Mairena, un monumento que sirve también como contenedor de las interesantes colecciones arqueológicas de Bonsor legadas a la ciudad y que ocupan el lugar original en las que las instaló el arqueólogo que hizo de esta fortaleza su residencia.

La buena noticia es que los arqueólogos volverán al lugar del hallazgo para conocer las dimensiones y la importancia del yacimiento. El Ayuntamiento ya ha aprobado realizar un estudio de la zona y existe presupuesto para acometer estos trabajos a lo largo del año 2018. Primero serán trabajos de prospección, no invasivos para localizar otros posibles restos y para delimitar la importancia del yacimiento que parece asociado a una villa del siglo I después de Cristo y que habría contando con piscinas y hornos. En función de lo que se averigüe en las prospecciones se planteará una posible excavación.

Descubrimiento de la columna romana de casi dos metros de altura en Mairena del Alcor.

Hallazagos casuales

Las perspectivas son buenas. Aún sin que se haya excavado mucho en la zona, en este entorno se han producido hallazgos casuales de gran relevancia, es el caso del alto relieve en mármol del Sileno o de un busto romano. La Junta tiene catalogados varios yacimientos en la zona, pero están sin excavar, por lo que es importante no precisar el lugar exacto, ya que el entorno de Los Alcores ha sido muy castigado por el expolio arqueológico. Pero en este último caso se trata de un yacimiento que está muy cerca del casco histórico de Mairena.

Aquí el interés se redobla. El actual casco urbano de la localidad es de cronología mudéjar, pero en el escarpe se observa una alta densidad de hallazgos. Por otro lado existen algunos testimonios antiguos que están por comprobar y que hablan de que el Castillo de Mairena se asienta sobre una antigua necrópolis romana.

Todos estos elementos hacen que la investigación del escarpe se convierta en una búsqueda de los propios orígenes de la localidad. Todo ello con el añadido de que aún son necesarios muchos datos para conocer el funcionamiento poblacional de la comarca en época romana, cuando muy cerca de aquí en Gandul existió incluso una ciudad y se piensa cerca de la localidad de El Viso del Alcor, pudiera existir otra ciudad antigua que permanece enterrada y sin excavar, pero que ya se ha manifestado con la aparición de forma casual de restos puntuales.

Fuente: abc.es | 12 de marzo de 2018