Una excavación descubre el suelo en el que empezó a construirse Mérida

Solar donde se ha realizado la excavación en la calle Concordia. :: Brígido

El suelo sobre el que los fundadores de Emérita Augusta comenzaron a construir la ciudad ha salido a la luz en las excavaciones realizadas por el Consorcio en un solar de la calle Concordia. En esta parcela ha aparecido un tramo de la muralla romana de Mérida y una piqueta de tienda de campaña de esta misma época sobre un suelo limpio y bien conservado que deja entrever claramente lo que sería la superficie a partir de la que se empezó la construcción la villa romana.

Este hallazgo se ha producido tras el derribo de una casa. Los trabajos realizados han dejado al descubierto un tramo de cinco metros de la muralla de la ciudad cimentado en una superficie de suelo que, intramuros, ocupa todo el solar. En ese espacio se ha encontrado además una piqueta de tienda de campaña romana, clavada in situ, que habría sido dejada allí olvidada o abandonada. Los arqueólogos la encontraron inclinada, justo en la posición en la que se encontraría cuando se estaba construyendo la muralla.

Se trata de uno de los pocos lugares de Mérida en los que se puede documentar el suelo que pisaban quienes estaban construyendo la ciudad, explica el arqueólogo del Consorcio responsable de la excavación, Santiago Feijoo. Destaca además que sobre esta superficie se empieza a construir la muralla, que es lo primero que se hacía en el pasado para fundar una ciudad.

Detalle de una piqueta romana clavada en el suelo / HOY

La aparición en esta superficie de la piqueta de tienda de campaña romana, tal cual estaría clavada allá por el año 25 antes de Cristo, es un hallazgo importante al indicar que en esta zona no había edificación alguna y, por lo tanto, sería la época de la fundación de la ciudad. La pieza se ha conservado porque durante la creación de la villa se aterrazó esta parte con echadizos de roca fragmentada que la cubrieron. Después, esta zona funcionó como un espacio abierto durante siglos, sin cortes ni cimentaciones romanas, visigodas o islámicas.

Además, en esta misma parcela de la calle Concordia ha aparecido una tubería romana subterránea de unos cuatro metros que debía formar parte de la conducción general del agua, por sus grandes dimensiones y el lugar donde se encontraba, cercano al Castellum Aquae. Estaba apoyada en una roca, sobre la cual se encuentra un nivel de tierra con algunos cantos rodados de cuarcita del Paleolítico que, al cortarlo, descubrió el tramo de la muralla.

El arqueólogo Santiago Feijoo junto a la tubería hallada / HOY

Es una tubería de plomo de las más grandes encontradas en Mérida, que seguramente servía para llevar agua a alguno de los acueductos, explica Santiago Feijoo. Esta tubería y la piqueta romanas son los únicos vestigios encontrados en la superficie excavada de unos 80 metros cuadrados, de los cien que mide el solar de la casa donde se realizaron estos trabajos hace dos meses.

Una ausencia significativa

Sobre este suelo que los investigadores han encontrado limpio y perfecto, en el sentido de tal cual estaría en el siglo I antes de Cristo, no se ha encontrado ningún vestigio más hasta los restos de la casa que se ha derribado ahora y que se construiría entre los años 1878 y 1903, como el resto de viviendas de esta parte de la ciudad.

«De la excavación no ha salido prácticamente nada, salvo la tubería y la piqueta, y esa ausencia es muy importante», explica el arqueólogo responsable de la excavación, Santiago Feijoo, pues indica que este fue un espacio público y abierto, como podría ser por ejemplo una plaza, de aquella época.
En cuanto a la tubería romana, se trata de una conducción que seguramente llevaba el agua del Acueducto de Los Milagros o el de San Lázaro, o de los dos si se mezclaba, y desde allí llegaba al cerro del Calvario, el de Los Milagros y el de Las Abadías para su distribución por toda la ciudad. Tiene 17 centímetros de diámetro y un grosor de 8 milímetros. «No se ha encontrado nada igual en los últimos treinta años», apunta Santiago Feijoo. No ha aparecido, sin embargo, el sello o inscripción que este tipo de conducciones suelen llevar con información sobre su fabricación, lo que permitiría situarla en una fecha más concreta.

Esta pieza, que hubo que sacar de la excavación con una grúa por sus «dimensiones a lo romano», se encuentra en el almacén del consorcio para su limpieza y restauración. Además, se comprobará si aún tiene sello de fabricación, lo cual es bastante probable porque la tubería se conserva muy bien, indica el arqueólogo.

También está en el almacén del Consorcio la piqueta de tienda de campaña romana para su conservación, estudio y posible restauración. Más adelante podrá también valorarse su exposición o si continúa en el almacén para posteriores estudios.

Fuente: hoy.es| 9 de julio de 2018

Cazadores del paleolítico habitaron las cuevas de Montserrat (Barcelona)

Arqueólogos de la Universidad de Barcelona (UB) han encontrado herramientas fabricadas con sílex y restos de fauna consumida por humanos hace entre 12.000 y 15.000 años. Estos son considerados por los investigadores los primeros vestigios de que cazadores del paleolítico superior habitaron las cuevas de Montserrat (Barcelona).

Investigadores del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP) de la Universidad de Barcelona (UB) han llevado a cabo durante el pasado mes de junio excavaciones arqueológicas en las cuevas prehistóricas de Montserrat, que no eran objeto de una intervención científica desde que fueran estudiadas por primera vez hace casi un siglo, en una expedición del Institut d'Estudis Catalans en 1922.

Las excavaciones las han dirigido los profesores de la UB Josep M. Fullola, Xavier Oms y Juan Ignacio Morales, y el investigador adscrito al grupo Artur Cebrià. Las excavaciones se han hecho en la Cova Gran y en la Cova Freda de Collbató (Bacelona), yacimientos en que se definió por primera vez el estilo de decoración cerámico llamado montserratino.

La excavación en la Cova Freda ha permitido documentar que fue utilizada como cueva corral por parte de los primeros agricultores, que estabularon allí sus primeros rebaños de ovejas y cabras. En la Cova Gran también han encontrado restos de ocupaciones neolíticas (hace entre 7.500 y 7.000 años), y han recuperado fragmentos de la famosa cerámica montserratina.

El estilo de Montserrat, conocido a partir de los años cincuenta como cerámica cardial, caracteriza las producciones cerámicas de los primeros agricultores que se expandieron por el Mediterráneo desde el Próximo Oriente. Según ha informado la UB, una de las novedades principales ha sido la constatación de que en la Cova Gran también habitaron grupos de cazadores recolectores del paleolítico superior final, un hecho del que hasta ahora no se tenía constancia.

Foto: Excavaciones en las cuevas de Montserrat. | Ayuntamiento de Collbató


Herramientas de sílex y restos de fauna
Los principales hallazgos de esta época, de hace entre 12.000 y 15.000 años, han sido herramientas de sílex y restos de fauna consumida por los grupos humanos, como ciervos y conejos. Los arqueólogos han augurado que es probable que a medida que avancen las excavaciones puedan documentar niveles con ocupaciones humanas aún más antiguas.

Aunque han precisado que los resultados de la campaña de la UB todavía son bastante preliminares, han constatado "el gran potencial que ofrecen las dos cuevas" y, por tanto, las posibilidades que ofrecen para desarrollar una investigación continuada sobre el poblamiento prehistórico de las montañas de Montserrat. Por ello, el SERP se propone trabajar en esta línea en los próximos años.
Los resultados obtenidos en los dos yacimientos, además de ayudar a contextualizar el rico material cerámico, óseo y lítico publicado en 1925 por Josep Colomines y conservado en el monasterio de Montserrat, también aportan datos relevantes de la prehistoria en estas sierras de conglomerados del prelitoral catalán. Según los arqueólogos, en el caso de las ocupaciones paleolíticas, además, llenan un vacío de conocimiento de este período en toda esta región.

Fuente:lavanguardia.com | 4 de julio de 2018

150 años del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz (1867-2017) en el Museo de Cáceres

Esta exposición del Museo de Cáceres, tiene como fin conmemorar los 150 años del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, cuyo germen fue la definitiva constitución en 1867 de la Comisión Provincial de Monumentos, cuyo secretario don Tomás Romero de Castilla empezó inmediatamente a conformar un museo.

A lo largo de este siglo y medio, el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz ha tenido la función principal de custodiar y difundir la arqueología de toda la provincia de Badajoz, desde los comienzos de la población humana hasta prácticamente el presente.

La muestra que se presenta ahora en el Museo de Cáceres pretende resumir dicha arqueología, llevándola fuera de su sede habitual a diferentes puntos de Extremadura y de Portugal, facilitando el acceso de sus habitantes al gran potencial de información contenido en este museo en una itinerancia facilitada por la Excma. Diputación Provincial de Badajoz.

La exposición se articula en catorce vitrinas, cada una de las cuales representa un aspecto concreto de la cultura humana del pasado, comenzando por el Paleolítico, con la primera presencia humana en el valle del Guadiana, y finalizando en la etapa medieval cristiana, tras la conquista del territorio por el rey Alfonso IX de León en 1230.

Destacan en la exposición las referencias al Período Orientalizante (800-450 a.C.), con materiales procedentes de yacimientos tan importantes como Cancho Roano, o los vestigios de la época islámica y en concreto del Reino Taifa de Badajoz, que abarca casi todo el siglo XI.
Inauguración de la exposición: 16 de julio (se ruega consultar hora)

Horario de visita:
De Martes a Sábados, de 9,00 a 20,00.
Domingos, de 10,15 a 15,00 horas.
Lunes cerrado.
Nota de Prensa: Museo de Cáceres

La lepra en la Europa medieval

Cualquier enfermedad con un origen oscuro y cuyo tratamiento sea ineficaz estará siempre cargada de significados, religiosos o no.

Por María del Carmen Sánchez Uriarte

uchas enfermedades han sido y son mucho más que una alteración biológica del cuerpo: se tornan un espacio y tema de expresión cultural o un campo semiótico amplio.

Existen muchos ejemplos de este hecho: en la Edad Media, el leproso fue emblema de redención y trasgresión; en el siglo xix, el tuberculoso representó la consunción y la debilidad, y luego, en la Edad Moderna, el sifilítico fue signo de degradación y vulgaridad. Actualmente, el enojo, la tensión, la «desviación» sexual y la incontinencia se consideran el origen de males como el cáncer y la depresión; más aún, la falta de «buenas costumbres» y el «mal comportamiento» se relacionan con otros como el sida.

Lepra en tu alma

Cualquier enfermedad afecta la existencia de quien la padece, pero la lepra —como ningún otro mal en la historia medieval— tuvo consecuencias terribles para la vida social del enfermo. Estas implicaciones se originaron en el temor a contraer un padecimiento considerado contagioso e incurable que, además, ocasionaba terribles deformaciones.

Por siglos, los leprosos sobrellevaron el sufrimiento de su dolencia, cargaron la imagen aterradora que de ella se tuvo y fueron receptores del miedo colectivo. El cuerpo del leproso, mutilado y gangrenado, ofrecía una terrible visión, despedía un olor nauseabundo y desafiaba la distinción fundamental entre la vida y la muerte al pudrirse mientras vivía. Su sola presencia provocaba horror.

El cristianismo estableció una estrecha relación entre la lepra y el pecado. Así, la sociedad medieval consideró esta enfermedad como propia de la maldad, la lascivia y la herejía, y a sus portadores, como réprobos y enfermos del alma: sobre el cuerpo de aquellos dolientes se reflejaba la podredumbre de su espíritu. En muchas ocasiones, los leprosos —al igual que judíos y herejes— fueron tratados con violencia; por ejemplo, en 1321 se acusó a un grupo de leprosos de envenenar los pozos de agua franceses y fueron enviados a la hoguera.

Para canonizarte

Al mismo tiempo, la lepra fue vista como vía de penitencia y expiación para el enfermo y como vía de santidad para quien lo atendía y procuraba. Esto provocó la imagen milagrosa de su curación y la imagen compasiva de su cuidado. La mentalidad medieval otorgó a los leprosos el purgatorio en vida —por cargar en este mundo el castigo a sus pecados— y dio especial mérito a la práctica de lavar, besar y atender a estos enfermos. San Francisco de Asís; San Luis, Rey de Francia; Santa Isabel de Hungría, y Santa Catalina de Siena encontraron su vocación y santidad en el amor y devoción a los sufrientes leprosos y éstos buscaron en aquellos virtuosos el milagro de su curación. Fue San Lázaro el santo encargado de la protección y alivio de estos enfermos y, como el medioevo designó a muchos padecimientos con el nombre de su santo protector, la lepra fue llamada también «mal de San Lázaro».

Según la oms, en 2006 se registraron poco más de 259 000 casos de enfermedad de Hansen en todo el mundo.

A pesar de lo anterior y de que la Edad Media dignificó la caridad y la piedad a pobres y enfermos, para aquellos que padecieron el mal de San Lázaro su enfermedad significó el rechazo violento de la comunidad, que evitaba el contacto y la relación con aquellos contagiosos y trasgresores, lo que los confinaba a un retraimiento social. Asimismo, marcó su declive hacia la pobreza, pues se les confiscaban bienes y derechos, y se les imponía una serie de prohibiciones, tanto civiles como eclesiásticas: entrar a iglesias, mercados y plazas, hablar con los sanos, contraer matrimonio e, incluso, ser enterrados en cementerios públicos. Además, los leprosos medievales debían avisar de su presencia sonando una matraca o campanilla a su paso y portando una capa gris, cuando iban por los caminos pidiendo limosna.

Lazaretos o malaterías

La consecuencia más terrible para los que padecían lepra fue su aislamiento obligatorio en leprosarios, también llamados lazaretos o malaterías. Como aquella enfermedad tuvo su máxima intensidad en Europa entre los siglos x y xiii, durante esos años se multiplicaron los leprosarios, que llegaron a cerca de 19 000. Esto refleja un importante esfuerzo caritativo por parte de la sociedad medieval, pero también el incremento de la hostilidad hacia los leprosos. Aunque quizá para ellos el encierro significó una mejor alternativa de vida que andar errantes y expuestos a la violencia.

Aquellos lazaretos se establecían fuera de las poblaciones, tenían escaso contacto con el exterior, solían ser bastante pequeños, se mantenían de la caridad y las limosnas y, en ocasiones, eran dirigidos por un leproso. Además, ofrecían a sus ocupantes amparo, comida y asistencia espiritual —más que tratamiento médico—, exigiéndoles a cambio un buen comportamiento.


A pesar de la ansiedad social que la lepra ocasionaba, los médicos medievales la trataron como una alteración del cuerpo y no sólo como una enfermedad del alma. Así, intentaron su paliación, curación y tratamiento por medio de la ingestión de carne —bajo la idea de que ésta producía más carne—, de la moderación en la dieta, de la aplicación de diversos ungüentos y del uso de métodos evacuativos como las sangrías. Médicamente, el mal de San Lázaro se concebía como una podredumbre extendida en el cuerpo causada por un desequilibrio humoral debido al exceso de bilis negra o humor melancólico; este desequilibrio, muchas veces, se originaba en la transgresión moral. También se le asoció con el consumo de carnes podridas o saladas en exceso, con el abuso de lentejas, con el aire corrupto, con la concepción de un hijo durante la menstruación y con las relaciones sexuales con una mujer menstruante. Además, se pensaba que se transmitía y heredaba sexualmente, y que incrementaba el apetito carnal.

Que a Dios toca juicio

Un tribunal compuesto por jueces, clérigos y, progresivamente, médicos se encargaba de hacer el iudicium leprosorum, es decir, el diagnóstico y juicio de los leprosos para, dado el caso, sacarlos de la comunidad. Las manchas y lesiones en el cuerpo, así como la falta de sensibilidad causada por la enfermedad eran decisivas. Que la aguja y el agua fría no causaran dolor era señal inequívoca de lepra; la disolución inmediata de tres granos de sal en la sangre del enfermo también era signo indudable de aquel padecimiento.

Hay muchas teorías sobre la disminución de la incidencia de lepra en Europa. Una de ellas propone que sus portadores fueron los primeros en sucumbir a la muerte negra y a las siguientes olas de peste; otra, que los médicos afinaron sus diagnósticos y dejaron de llamar leprosos a la mayoría de los que padecían una afección de la piel; otra más señala que la mayor incidencia de la tuberculosis dio cierta inmunidad contra la lepra, y otras dan crédito a una mejor higiene. Lo cierto es que, a partir de la segunda mitad del siglo xvi, muchos leprosarios europeos cerraron sus puertas o se volvieron casas de pobres u hospitales durante las incidencias de epidemias. La disminución del mal de San Lázaro coincidió con plagas de peste y episodios de sífilis, y esto contribuyó al desarrollo de políticas de salud pública más amplias que el mero confinamiento de enfermos.

Fuente: Algarabía

María Sofía, la verdadera Blancanieves

Ilustración de Carl Offterdinger sobre el popular cuento de los hermanos Grimm - Wikimedia

La crueldad del cuento de los hermanos Grimm llevó a un grupo de investigadores alemanes a preguntarse cuál pudo ser su inspiración histórica. La respuesta fue clara: la princesa alemana María Sophia

Fueron felices, comieron perdices y a la bruja le amputaron sus pies achicharrados... O al menos eso deja intuir el cuento de los hermanos Grimm. La mayoría de sus relatos infantiles fueron suavizados por Disney o por ellos mismos en sucesivas ediciones. En el final del cuento de la «Cenicienta» escrito por estos alemanes, los pájaros que cantan alegremente en la versión de dibujos animados se lanzan a arrancarles los ojos a las malvadas hermanastras. No es una versión apta para menores de edad, como no lo es que, al final de «Blancanieves», el príncipe ordene que la malvada bruja se calce un par de zapatos de hierro candente y baile hasta que caiga muerta. Se lo tenía merecido, según los Grimm, pues, al fin y al cabo, había creído comerse el corazón de Blancanieves cuando en realidad era el de un jabalí.

La crueldad del cuento de los hermanos Grimm llevó a un grupo de investigadores alemanes a preguntarse cuál pudo ser la inspiración histórica o el relato medieval en el que se basa la historia de «Blancanieves». Entre distintas teorías, la más probable apuntaba que Blancanieves estaba basada directamente en la vida de María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, una princesa alemana del siglo XVIII que sufrió los desprecios de su madrastra.

María Sophia, la princesa ciega querida por todos

El príncipe Philipp Christoph von Erthal, condestable de Kurmainz, tenía así una hija, María Sophia, que se quedó ciega parcialmente a causa de una viruela y que perdió a su madre en 1741. Sus desgracias personales y su carácter bondadoso hacía que la población adorara a la princesa. Tras dos años viudo, su padre se casó con Claudia Elisabeth Maria von Venningen, condesa imperial de Reichenstein y aspirante a madrastra cruel. La segunda esposa de Philipp Christoph dio preeminencia a los hijos de un anterior matrimonio y, según el mito, María Sophía fue objeto de distintos episodios de maltrato y desprecio. No parece, sin embargo, que hubiera argumentos para considerarla una mujer perversa en la vida real; siendo el cariño que el pueblo tenía hacía María Sophia el que pudo dervirtuar su papel de madrastra.

Fotograma de la película «Blancanieves» (1937) - Walt Disney

Las similitudes van más allá. La familia de Philipp Christoph von Erthal estaba asentada en un poblado de Lohr, junto al río Meno, cerca de Frankfurt. En el castillo de Rieneck, de su propiedad, se conserva un «espejo parlante», es decir, un juguete acústico idéntico a uno que estuvo de moda en el siglo XVIII y era fabricado en Lohr, ciudad famosa por la manufactura de espejos y cristales. Este ingenio habría inspirado a los Grimm para el cuento de «Blancanieves».

Además, por razones que se desconocen, María Sophia entró en contacto cotidiano con un grupo de mineros de la región. Dado que las minas de Bieber eran muy estrechas y algunos túneles casi inaccesibles, se requería del trabajo de personas pequeñas o incluso de niños. Estos trabajadores llevaban gorras y capuchas de colores chillones para protegerse de los golpes, al igual que en el cuento. Pero no todo era magia en las minas de Bieber, donde el trabajo resultaba brutal y muchos morían siendo niños.

La salud de la princesa tampoco fue buena, lo que pudo dar lugar a alguna enfermedad que la obligara a guardar cama en distintos periodos. Lo que sin embargo no ocurrió es que fuese envenenada por una manzana o quedara en coma a la espera del beso de un príncipe en su ataúd de cristal. En lo referido a este ataúd de cristal, podría tener su raíz en la importante industria del vidrio de la zona. Todavía hoy se pueden encontrar algunos ejemplos, especialmente en iglesias católicas, de urnas y ataúdes hechos de cristal.

Otra teoría: Felipe II y su amor alemán

Para el historiador alemán Eckhard Sander, por el contrario, Blancanieves habría sido una joven condesa que se llamaba Margarethe Von Waldek. Esta noble vivió en Alemania en la primera mitad del siglo XVI, en la misma época en la que el entonces príncipe Felipe II realizó el «Felicísimo Viaje» por el continente europeo para conocer los límites de su futuro reino. Mujeriego y en ese momento soltero, Felipe de España habría mantenido una aventura con esta condesa alemana que devino en tragedia.

La hermosa Margarethe murió supuestamente envenenada por las intrigas de la corte, que evitaron así que se casara con Felipe II de España. Las semejanzas con el cuento, una vez más, tienen a los enanos como elemento vertebrador. La condesa jugaba desde pequeña con siete niños desnutridos y envejecidos prematuramente que trabajaban en las minas de la familia von Walked. Su pobreza les hacía vestir con harapos coloridos y largos abrigos.

Pero estas dos no son las únicas teorías. En la línea de que los relatos de esta naturaleza están presenten en distintas literaturas y culturas no relacionadas entre sí, hay quien no cree que los hermanos Grimm empleasen una única fuente. Simplente sus cuentos fueron el resultado del folklore alemán y los mitos locales.

Por César Cervera
Fuente: ABC