Arqueología biomolecular para saber qué comían los campesinos de la Alta Edad Media

La investigadora Maite Iris García Collado junto a los restos humanos hallados en el asentamiento de la Alta Edad Media en la aldea de Boadilla (Toledo). / Nuria González / UPV/EHU

Un equipo científico, en el que participa la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), ha llevado a cabo un estudio que aborda el conocimiento de la alimentación de la población que habitaba la aldea de Boadilla, un asentamiento de campesinos de época visigoda (siglos VI-VIII d.C.), en las afueras del actual municipio de Illescas, en Toledo. Los resultados se han dado a conocer en la revista Archaeological and Anthropological Sciences.

Según los autores, el análisis biomolecular permite no solo reconstruir la dieta de un grupo de población, sino que constituye una alternativa real para historiar conjuntos antropológicos que tendrían escaso potencial si solo se estudiaran mediante métodos tradicionales.
El objetivo del trabajo fue demostrar que las técnicas de arqueología biomolecular pueden ser una alternativa útil para obtener nuevos datos sobre diversos aspectos sociales y económicos de las sociedades rurales de la Península Ibérica en la Alta Edad Media y así devolver el valor histórico a esos conjuntos antropológicos.

Para ello, por un lado, se realizó un estudio antropológico tradicional con el fin de determinar el tamaño de la población enterrada en Boadilla y su perfil demográfico (edad y sexo), lo cual determinó que se trataba de una población estable en la que estaban representadas todas las categorías de edad. También se llevaron a cabo los análisis de isótopos estables de carbono nitrógeno de una parte de la población seleccionada aleatoriamente.
Según explica Maite Iris García Collado, investigadora de la UPV/EHU y primera autora del estudio, “Esta técnica se basa en la premisa de que la composición química de los alimentos que tomamos queda reflejada en la composición química de los tejidos de nuestro organismo. Por lo tanto, analizando la composición de los restos antropológicos de una población arqueológica, podemos conocer su dieta”.

Se sabe poco sobre los hábitats rurales de esa época porque las fuentes escritas apenas cuentan nada sobre ellos y los restos arqueológicos que dejaron son escasos y poco visibles. “En ese tipo de contextos son frecuentes los cementerios que ocupan grandes extensiones, con tumbas que forman hiladas irregulares, en las que se inhumaban una o varias personas sucesivamente, a menudo acompañadas de distintos tipos de objetos”, comenta la investigadora.

Sin embargo, el material antropológico procedente de esos cementerios, es decir, los huesos y los dientes de las personas que habitaron esas aldeas, no han recibido mucha atención, porque frecuentemente están fragmentados y mal conservados. Ello ha sido un obstáculo para el conocimiento de esas poblaciones, ya que se asumía que la información que se podía sacar de sus restos antropológicos era muy escasa.
Ahora, con esta investigación, ha quedado demostrado que la aplicación de ese tipo de análisis permite no sólo reconstruir la dieta de un grupo de población, sino que constituye una alternativa real para historiar conjuntos antropológicos que tendrían escaso potencial si sólo se estudiaran mediante métodos tradicionales, destaca el estudio.

Producción y el consumo de cereales

De acuerdo a los isótopos de carbono, la alimentación de la población enterrada en Boadilla estaba basada en cereales de invierno, una categoría que incluye el trigo, la cebada, el centeno o la avena. No obstante, los cereales de ciclo corto, que en esta cronología están restringidos al mijo y el panizo, también formaban parte importante de la dieta de esa comunidad.

“Esto es relevante porque este y otros estudios anteriores apuntan a que la producción y el consumo de esos cereales menores podría ser un rasgo característico de grupos de campesinos con cierta autonomía y control sobre su producción. En cuanto a las proteínas de origen animal (carne, huevos, leche, lácteos) que se han podido detectar a través de los isótopos de nitrógeno, su consumo sería limitado y ocasional. Asimismo, se ha podido descartar el consumo de pescado”.


Según los resultados de los isótopos de nitrógeno, los individuos más jóvenes (entre 2 y 8 años) eran los que menos productos de origen animal consumían. El consumo de carne, huevos, lácteos y otros productos derivados se incrementaba ligeramente entre los 8 y los 14 años, para ponerse a la misma altura que los adultos durante la adolescencia (a partir de los 14 años).

“Eso quiere decir que el acceso a ese tipo de productos estaba condicionado por la edad y que los individuos más jóvenes tenían un acceso muy restringido a ellos. Además, nos indica que era a partir de los 14 años aproximadamente cuando los adolescentes empezaban a ser tratados como adultos”, puntualiza.

Otra cuestión investigada fue la existencia de diferencias en la alimentación entre los individuos enterrados con objetos de adorno personal o herramientas de uso cotidiano y los que se enterraron sin nada de ello. “A menudo, se ha considerado que esos objetos, que en ocasiones se depositaban junto a los cuerpos, podrían denotar la posición social del individuo. No obstante, de ser así, no habría habido diferencias significativas entre la dieta de los individuos más y menos relevantes”, dice García Collado.

Por último, también se analizó un conjunto de muestras de animales domésticos, ya que determinar las pautas alimenticias de esos animales es útil para caracterizar la ganadería que se practicaba en esa aldea.

“El resultado más interesante es que se practicaban diferentes estrategias para cada especie. Las vacas, las ovejas y las cabras probablemente pastaban en tierras cercanas a la aldea, lo cual contribuía al abonado de los campos de cultivo. En cambio, seguramente los caballos eran enviados a pastos abiertos más alejados del asentamiento”, concluye la autora.

Fuente: SINC | 27 de septiembre de 2018

Exposición ‘aTempora Talavera. Seis mil años de cerámica en Castilla-La Mancha’ en Talavera de la Reina (Toledo)

El arte del barro ha sido uno de los primeros quehaceres de las comunidades humanas y una de sus más significativas expresiones artísticas.

La cerámica es un arte que aparece en las primeras civilizaciones que se asientan en el territorio de la actual Castilla-La Mancha, constituyendo una parte muy importante de nuestras manifestaciones culturales en todas las épocas.


‘aTempora Talavera. Seis mil años de cerámica en Castilla-La Mancha’ pretende subrayar la importancia de la cerámica como fuente de expresión artística, como elemento de uso doméstico e industria generadora de riqueza, y también como elemento clave en la promoción turística y cultural del territorio. Cuenta con más de 1.200 obras, 200 de ellas restauradas exclusivamente para la cita, a través de las que recorre la historia de la cerámica, que va desde la antigüedad hasta nuestros días. En ella se da testimonio de la importancia de los vestigios de este arte, que se ha desarrollado a través de los siglos desde su creación en nuestra Comunidad Autónoma.

LAS PIEZAS MÁS ESPECIALES
De entre todas las piezas que forman ‘aTempora’, hay algunas más especiales, que destacan por su antigüedad, estado de conservación o simplemente porque se trata de obras únicas.


El vaso calcolítico campaniforme, de la ciudad de la cerámica, se encontraba expuesto en el Museo Cerralbo, en la capital estatal. Es una obra prehistórica de la Edad de Cobre. Otra de las piezas más curiosas y más antiguas es una caja, que se piensa que se creó entre el 400 y el 350 a.C.. Se encontraba en la necrópolis de El Toril y pertenece al Museo de Albacete.


‘El pueblo y su ejército’ es el nombre que recibe esta pieza conquense. Realizada en 1970, se encontraba en el Museo de Cuenca. Otra tinaja curiosa de ‘aTempora’ pertenece al período islámico almohade. Se originó entre el 1195 y el 1212 en Alarcos, Cuidad Real.

Por último, el ánfora de dos asas es una de las piezas que proviene del Museo arqueológico Nacional y se cree que se realizó hacia el año 1650.


OBRAS TOLEDANAS

La provincia de Toledo ha colaborado con un gran número de obras a esta magnífica exposición cerámica. En 1815 se creó el ‘Gran cuenco’. Se trata de una obra originada en Puente del Arzobispo y se encuentra dentro de la colección Sánchez-Cabezudo.

Talavera también ha aportado un gran retablo de Santiago, que fue realizado en el año 1917. Anteriormente, se encontrada en el Museo Ruiz de Luna de la ciudad. En el centro de él, se ve la imagen de Santiago a lomos de un caballo blanco, y en la cúspide se encuentra la imagen de la Virgen.

La Tinaja Ochavada es otra de estas obras tan peculiares. Se creó en el siglo XV y pertenece al Museo de Santa Cruz de la capital regional.



Arqueólogos españoles descubren suelos pintados de hace 10.000 años en Jordania

Motivos de los suelos de 9.800 años encontrados en Kharaysin. / FUNDACIÓN PALARQ

Arqueólogos españoles han descubierto dos suelos de cal pintados hace 10.000 años en unas antiguas cabañas de los primeros pueblos sedentarios en el yacimiento jordano de Kharaysin.

Según ha informado la Fundación Palarq, que ha financiado parte de las excavaciones, los suelos de cal eran una medida higiénica en las viviendas de los primeros pueblos sedentarios que contribuyeron al aumento demográfico durante el Neolítico.
Los dos suelos encontrados se exponen al público hasta el 13 de octubre en el Instituto Cervantes de Amán (Jordania).

«El descubrimiento pone de manifiesto las altas capacidades técnicas de los grupos humanos que fabricaron estos suelos sofisticados con el fin de mantener limpios los espacios domésticos, antes de la domesticación de plantas y animales», ha explicado el investigador del CSIC en la Institución Milá i Fontanals, Juan José Ibáñez (izquierda), director del proyecto junto con la Universidad Pontificia de Salamanca y la Universidad de Cantabria.
«La aparición de estos suelos con finalidad higiénica fue una innovación muy importante durante el proceso de aparición de los primeros poblados sedentarios, que agrupaban a cientos de personas durante el Neolítico», ha añadido Ibáñez.
La estructura, pintada de rojo con hematites, fue localizada en una cabaña de construcción semienterrada, en la que también hallaron restos de una cocina y un hogar excavado en el suelo y rodeado de suelo de cal.

En el segundo suelo, pintado también en rojo y fechado hace 9.800 años, los investigadores han identificado motivos en un estilo abstracto y espontáneo, que evoca el expresionismo abstracto, que combina trazos cortos y gotas aspergidas dispuestas en amplias líneas curvas.

Fotos: 1) Reconsrtucción de cómo era la cabaña donde apareció el suelo pintado de hace 10.800 años (Dibujo: E. Carlson)./ 2) Trabajos en el yacimiento de Kharaysin. 3) Proceso de extracción y restauración de los suelos. 4) Restos de la casa donde aparecieron las pinturas de 9.800 años con motivos abstractos. / CSIC

«Las características de la pintura y su estilo indican la existencia de inquietudes estéticas y, probablemente, también simbólicas. Podríamos decir que los diferentes estilos artísticos que se utilizan en el arte contemporáneo ya estaban presentes para decorar los espacios arquitectónicos durante la transición hacia las primeras sociedades agrícolas y ganaderas hace más de 10.000 años», ha afirmado Ibáñez.

Según los arqueólogos, entre hace 11.500 y 9.000 años, las comunidades humanas comenzaron a vivir en amplios poblados sedentarios e inventaron la agricultura y la ganadería en Próximo Oriente.

Foto: Engasando el pavimento para su extracción.

Las casas experimentaron profundas transformaciones desde las sencillas y pequeñas cabañas ovales enterradas hasta las grandes edificaciones rectangulares con habitaciones múltiples, construidas sobre la superficie del terreno.

Estos cambios hacia el uso de casas cada vez mayores y más complejas conllevaron importantes retos técnicos relacionados con la construcción de muros, suelos y tejados.

Foto: Analizando el pavimento de la casa.

«Hasta ahora se creía que previamente a la aparición de la domesticación de plantas y animales, los suelos domésticos más sofisticados eran de tierra batida o pavimentos de piedra irregulares y que hasta hace unos 10.000 años no se habían construido los suelos con lechadas de cal», según Ibáñez.

«Sin embargo, el descubrimiento de los suelos de Kharaysin permite retrasar en 800 años la aparición de los suelos de cal, antes de la aparición de la agricultura y la ganadería», ha informado el investigador del CSIC.

El yacimiento de Kharaysin se encuentra junto al río Zarqa, en la provincia del mismo nombre, en el norte de Jordania, y sus diferentes niveles arqueológicos están permitiendo a los investigadores documentar la transición desde los grupos de cazadores-recolectores a los de agricultores y ganaderos entre hace 11.200 y 9.800 años.

Fuentes:lasprovincias.es | CSIC | 5 de octubre de 2018

Un cambio climático pudo haber estimulado la evolución humana

Lago Magadi en la estacón lluviosa / Richard Owen

El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) participa en un estudio que se acaba de publicar en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), sobre la desertización progresiva de África Oriental en el último medio millón de años y sus implicaciones en la evolución humana.

Según los autores, la evidencia de un clima variable y progresivamente más seco coincide con un cambio importante en las habilidades de fabricación de herramientas líticas y la aparición del Homo sapiens moderno.

Este estudio, basado en núcleos de sedimentos lacustres, de 194 m de longitud, recogidos en el Lago Magadi, al sur de Kenia, es el primero en proporcionar un contexto ambiental continuo de los diversos restos arqueológicos y paleontológicos recuperados en las cuencas del valle del Rift.

“Si bien ya se había relacionado la evolución de los homininos con cambios ambientales, los núcleos del Lago Magadi proporcionan el primer vínculo detallado entre el cambio climático y los eventos conocidos a partir del registro arqueológico de la región”, afirma Mark Sier (izquierda), geocronólogo y arqueólogo de la Universidad de Oxford, que ha llevado a cabo parte de los análisis de magnetoestratigrafía en el laboratorio de Arqueomagnetismo del CENIEH.

Una transición crucial

Como explica el autor principal del estudio Richard Owen (derecha), de la Universidad Bautista de Hong Kong, existe una gran brecha en los registros entre las últimas herramientas del Paleolítico inferior, hace 500.000 años y la aparición de las herramientas del Paleolítico medio, hace unos 320.000 años.
“Nuestros resultados cubren esa brecha con un registro ambiental continuo en el que se produjo una transición crucial, durante la cual los arqueólogos han descubierto evidencias de un salto en las capacidades de los humanos primitivos para hacer, usar e intercambiar útiles de piedra”, señala Owen.

Foto: Extracción de sedimentos en el lago Magadi.

La industria lítica encontrada no cambió mucho entre 1,2 millones y medio millón de años; pero de repente, después de 500.000 y antes de 320.000 años, coincidiendo con la desertización de la región, las herramientas se volvieron más sofisticadas y se transportaban a distancias más largas.
“Ahora podemos saber cuándo cambió el entorno y luego comparar dicho cambio con los restos fósiles y arqueológicos de la región", señala Andrew Cohen, de la Universidad de Arizona, investigador principal del Proyecto Hominin Sites and Paleolakes Drilling Project (HSPDP) en el que se engloba este trabajo.

El HSPDP es un macroproyecto internacional y multidisciplinar cuyo objetivo es estudiar la relación entre la evolución humana y el cambio climático mediante el estudio de sondeos en paleolagos situados cerca de los yacimientos arqueopaleontológicos más importantes del mundo.

Fuente: agenciasinc.es | 8 de octubre de 2018

De nuevo, estudiando el registro fósil de China

En primer plano aparece el Dr. Xing Song, debatiendo con la Dra. María Martinón sobre los fósiles de Tongzi. Foto del autor.

Fieles a nuestra cita anual, hemos realizado una breve estancia en China para estudiar y debatir con nuestros colegas de Pekín acerca de ciertos fósiles humanos de este país. Estos estudios son fuente de continuas sorpresas y un aprendizaje sobre la evolución humana de épocas remotas en lugares muy alejados de Europa. Lo que sucedió en nuestro continente o en África durante el Pleistoceno tiene poco que ver con lo que aconteció en las regiones del este de Eurasia (Far East). En esta ocasión hemos debatido sobre un yacimiento del centro de China (Tongzi), datado de finales del Pleistoceno Medio y una antigüedad de unos 200.000 años antes del presente.

Tradicionalmente y desde la perspectiva occidental, se ha considerado que en el este de Eurasia vivió la especie Homo erectus hasta la llegada de nuestra especie. Aunque algunos especialistas han sido capaces de distinguir las poblaciones pleistocenas de Indonesia de las de China, siempre se ha considerado que esas diferencias son menores. Todos los fósiles del Pleistoceno Medio de China se han metido en el mismo cajón: Homo erectus. Así todo ha sido más sencillo. Pero también demasiado simple.

Cuando se estudian con detenimiento los fósiles más tardíos del Pleistoceno Medio de China (hace entre 250.000 y 100.000 años, aproximadamente) el escenario se complica. En los estudios clásicos del siglo XX, nuestros colegas de China interpretaron estas poblaciones como un paso intermedio entre Homo erectus y Homo sapiens; es decir, la especie Homo erectus habría evolucionado hacia Homo sapiens a través de poblaciones de morfología intermedia. Como es bien conocido, esta visión lineal del origen multiregional de nuestra especie dejó paso en la década de 1980 a la hipótesis del origen único y africano de Homo sapiens (teoría del Out of Africa o de la Eva Negra). Esta última hipótesis se ha mantenido, con la salvedad de que ahora sabemos que las poblaciones africanas de Homo sapiens hibridaron esporádicamente con las poblaciones autóctonas durante nuestra expansión por Eurasia y sus descendientes mestizos dejaron descendencia fértil. Las poblaciones actuales de Eurasia y las Américas llevamos en nuestro genoma un pequeño recuerdo de aquellas “aventuras amorosas” del Pleistoceno.

Volviendo a las poblaciones que vivieron en China a finales del Pleistoceno Medio entre la época de Homo erectus y la de Homo sapiens de China, y habiendo abandonado el modelo multiregional, tenemos que buscar hipótesis alternativas para interpretarlas. ¿Representan estas poblaciones una o más oleadas migratorias hacia el este de Eurasia, que llegaron a convivir o coexistir con Homo erectus?, ¿Hibridaron con esta especie o la exterminaron? Son muchas las preguntas y pocas las respuestas, debido a que el registro fósil es muy limitado en esta época.

Un ejemplo de interés son los cráneos de Maba (derecha), Dali o Jinniushan, que en su día fueron tentativamente asignados a Homo heidelbergensis. Con independencia de este nombre, cuestionado por muchos/as, el caso es que en China existieron unos humanos muy parecidos a otros contemporáneos de África y Europa. Es una señal inequívoca de que a China llegaron poblaciones diferentes de Homo erectus y que precedieron a la llegada de Homo sapiens. Los denisovanos, un grupo hermano de los neandertales, son otro ejemplo. Dejaron su huella genética en China. Como dice siempre nuestro colega y buen amigo Robin Dennell, “es posible que los neandertales se bañaran en el Pacífico” ¿Por qué no?

En estos momentos tratamos de interpretar el registro fósil del yacimiento de Tongzi, cuyos restos se diferencian claramente de los de Homo erectus. No es poco llegar a esta conclusión. Pero su atribución a alguna otra especie no parece una tarea sencilla. Lo más interesante es saber que la evolución humana del Far East fue mucho más compleja de lo que se había interpretado hace tan solo un par de décadas.

Fuente: quo.es| 9 de octubre de 2018