Una investigación analiza la pudrición de la carne para descifrar la dieta neandertal

La paleobióloga Kimberly Foecke está llevando a cabo la medición de los cambios bioquímicos que experimenta la carne podrida con la esperanza de comprender mejor la composición de la dieta de los neandertales. Un filete fresco (izquierda) se ha vuelto pútrido y negro después de 15 días (derecha).

A pesar de que compra mucha carne, Kimberly Foecke (izquierda) no es una chef o la dueña de un pequeño zoológico. Es una paleobióloga de la Universidad George Washington, en Washingto DC, que estudia lo que comían los neandertales. Y eso implica, según sus palabras, "'putrefacción experimental', que es una forma elegante de decir, 'pudrir la carne todo el día, todos los días'".

Los científicos saben que los neandertales comían mucha carne. Los huesos fosilizados de los homínidos tienden a tener niveles altos de una forma pesada del nitrógeno, el nitrógeno-15 (un isótopo estable y no radiactivo), en comparación con el isótopo más ligero, el nitrógeno-14. El nitrógeno-15 es menos abundante en las plantas y se concentra más en la cadena alimenticia, puesto que es más difícil de descomponer que el nitrógeno-14.

Pero exactamente cuánta carne comían estos homínidos, y qué más elementos componían su dieta, es algo controvertido. Evidencias obtenidas de partículas en los dientes fósiles sugieren que los neandertales también consumían una variedad de plantas. Pero las mediciones del nitrógeno-15 apuntan a que "existía una cantidad excesivamente grande de carne en su dieta", dice Foecke. Esos niveles tienden a ser incluso más altos que los que se observan en los principales carnívoros, como las hienas, las cuales comen, casi en su totalidad, carne.

Foecke cree que esas altas proporciones del nitrógeno-15 pueden explicarse no solo por la cantidad de carne que comían los neandertales, sino también por cómo la obtuvieron y prepararon, pues si la carne se comía fresca o podrida, cruda o cocinada, tal vez podía influir en la concentración del nitrógeno-15. Es por ello que Foecke ha procedido a medir los isótopos del nitrógeno en los cortes de carne, tratando de precisar los cambios bioquímicos que la misma experimenta a medida que se pudre.

Sin embargo, los filetes que se compran en la tienda de comestibles no sirven para este experimento. En su lugar, Foecke llama a su carnicero en Maryland, quien se asegura de que reciba carne fresca de animales que se han criado lo más parecido posible al modo existente en el Pleistoceno. Hay que tener en cuenta que hace 200.000 años no se administraban hormonas ni antibióticos a los animales que eran cazados. Es decir, ella necesita animales criados con dietas orgánicas que puedan servir para el análisis.

Imagen: Recreación de Mauricio Antón.

En tal sentido, Foecke deja que los filetes de carne se pudran durante 16 días en una caja cubierta con una malla en el patio trasero de su casa, o algunas veces en un invernadero, y toma muestras diariamente de los valores de nitrógeno existentes en dichos filetes.
Aunque ella planea llevar a cabo muestreos futuros por periodos de tiempo más largos, los resultados preliminares sugieren que las proporciones de nitrógeno-15 fluctúan a medida que la carne se pudre.

En la primera semana, los niveles aumentan. La carne está húmeda y hay mucha actividad microbiana que descompone el nitrógeno-14 más ligero de modo más rápido que el nitrógeno-15, según informó Foecke el pasado 14 de diciembre en la reunión de la American Geophysical Union. "Huele bastante horrible", dice ella, aunque con el paso del tiempo el hedor disminuye a medida que la carne se ennegrece y adquiere una consistencia parecida a la cecina.

La investigación de Foecke sugiere, hasta el momento, que comer carne podrida puede, al menos en parte, explicar las altas proporciones de nitrógeno-15 en los fósiles neandertales. Y tiene sentido suponer que los neandertales no estuvieran en disposición de comer carne fresca siempre, particularmente cuando mataban animales grandes, dado que el cadáver de un animal de gran tamaño puede durar días en consumirse.

Foecke está midiendo, igualmente, lo que le sucede bioquímicamente a la carne cuando se la cocina o se ahuma, que son otros posibles pasos de preparación de la misma que podrían haber usado los neandertales y que también pueden afectar al nitrógeno-15.

Fuente: sciencenews.org | 2 de enero de 2018

Encuentran la llave de la despensa (y de la historia) en el pecio romano de Bou Ferrer (Alicante)

Un arqueólogo pasa sobre la trinchera de 6 metros excavada en el centro de la nave - JOSÉ ANTONIO MOYA / BOU FERRER.

Los arqueólogos del equipo que investiga el pecio romano del Bou Ferrer, hundido frente a Villajoyosa (Alicante) entre el año 66 y 68 de nuestra era habían encontrado en la campaña de 2017 una jarra con una concreción pegada cuyo contenido no se conocía. Apareció durante un sondeo en la zona de la cocina, en la popa de la nave. Ahora, tras el largo tratamiento de los objetos para preservarlos, una radiografía ha permitido saber que lo que se escondía en esa concreción era la llave la despensa en la que se guardaban el rancho y algunas pertenencias de la tripulación. ¿Pasaban hambre durante la travesía los marineros o es que era mejor ser precavidos ante la picaresca? Durante décadas se han documentado en barcos de la antigüedad pequeños hurtos, que dejaron huellas como ánforas de vino trepanadas para beber a escondidas. ¿No recuerda esta manera de obrar lo mismo que le hacía el Lazarillo de Tormes al ciego?

Radiografía de la llave encontrada en el Bou Ferrer

Es tan solo un detalle de una de las excavaciones más importantes que se lleva a cabo en España, pero señala uno de los principales objetivos de la arqueología subacuática: documentar cómo navegaban y cómo vivían y comían los marinos del pasado. El equipo de arqueólogos dirigido por Carlos de Juan lleva más de una década trabajando en el pecio, con resultados espectaculares. Iba cargado hasta los topes: más de 4.000 ánforas de 65 kilos, producidas en Cádiz, de una versión lujosa de la salsa de pescado fermentado que hacía las delicias de los habitantes de la ciudad eterna, probablemente gárum. Y también llevaba 12 toneladas de plomo hispano en lingotes muy especiales, sellados como propiedad imperial, en tiempo de Nerón.


El momento del hallazgo de la jarra y la concreción - JOSÉ ANTONIO MOYA / PROYECTO BOU FERRER.

Trinchera

El día del naufragio, este enorme barco romano hacía la línea entre Cádiz y Roma. Era un transporte de 30 metros de eslora, fondo plano y una sola vela, con una tripulación pequeña, probablemente no más de cinco personas. Tal vez un temporal lo llevó a pique. Carlos de Juan comenta que se ha excavado una trinchera de 6 metros de ancho y 22 metros de largo para conocer con detalle la parte central del yacimiento, situado a 25 metros bajo el agua.

La descompresión es un paso obligado para trabajar a 25 metros de profundidad - JOSÉ ANTONIO MOYA

Desde esa cota, la excavación ha profundizado 3 metros en la carga hasta llegar a la quilla del barco. Su madera es de encina y «al serrarla la parte interior parece madera cortada ayer». Han descubierto cuatro pisos de ánforas encajadas a tresbolillo (el pie de cada una encaja en el hueco que dejan tres en el piso inferior). «Encajan perfectamente, fueron diseñadas para eso. Gracias a la estiba, el centro de gravedad del barco está muy bajo. Los cuatro pisos rondan los dos metros de altura. Así el balance del barco se favorece en malas condiciones marítimas».
Lingote de plomo del Bou Ferrer.

En conversación con ABC narra más novedades, como el sistema único que tiene el Bou Ferrer por el que los lingotes de plomo encajaban en la sobrequilla con sus ángulos formando un riel que sujetaba perfectamente la carga. O, la perplejidad ante el hecho de que desde las ánforas a la cubierta falta un metro de carga, según los cálculos actuales. «Conocemos el gran comercio de ánforas, pero es poco probable que no fuera cargado completamente, es económicamente inviable. Podría faltar una tercera carga que no hemos visto, de trigo, o de sal mineral de la misma procedencia del plomo, cerca de La Carolina, muy apreciada en Roma para infecciones oculares, tanto de personas como de ganado», señala De Juan.

Carlos de Juan y su equipo, en la pasada campaña sobre el pecio del Bou Ferrer - JOSÉ ANTONIO MOYA.

Rumbo a Ostia

El proyecto ha unido a la Generalitat de Valencia, el Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, la Universidad de Alicante y cuenta con la colaboración especial del Ayuntamiento de Villajoyosa y el Club Náutico de la localidad. Está siendo una investigación fecunda porque responde algunas preguntas y abre otras continuamente: «Estamos llegando a los números que definen el barco: un cálculo de su tamaño en sistema métrico dio casi 30 metros de eslora por 11,82 de manga. Comparándolo con otros pecios como el de La Bourse, de Marsella, vemos una proporción parecida: 2,5. Y cuadra en pies romanos. 100 pies por 40. Ahora trazamos una hipótesis sobre la carga total que soportaba, unas 320 toneladas, quizá. Veremos si se confirma con el estudio de nuestros ingenieros».

¿Para qué era la carga? El garum para su venta. El plomo podría ser para las cañerías que necesitaba la Roma incendiada por Nerón en el año 64. Pero el flete de 12 toneladas de plomo es muy poco para tanto gárum. «Plutarco cuenta que se invertía en un flete y se dividía en 50 barcos, y así si naufragaba un barco no se perdía toda la inversión, sino solo una de cincuenta partes», dice De Juan. Tal vez es esto lo que pasó.

La jarra y la concreción que guarda los restos oxidados de la llave - JOSÉ ANTONIO MOYA.

Volvemos a la tripulación. La concreción en la que estaba la llave apareció adherida a una jarra «en lo que pensamos que era la zona de cocina y despensa» -hacia la popa, porque ahí fue hallada una pieza de la bomba de achique-. La jarra contenía «salsa de pescado barata, típica, que las tripulaciones compraban en Ostia, el puerto de Roma, y estaba junto a pequeñas ánforas de aceite de la Bética y vino defructum, una especie de mistela cocida. Estamos estudiando los trozos de cerámica, pero todo apunta a orígenes en Cádiz y Roma, lo que confirmaría que hablamos de un transporte de línea».
Ortofoto del pecio Bou Ferrer publicada por National Geografic E.M.

Estrabón decía que los barcos más grandes que llegaban a Roma venían de la Bética, una gran cantidad. Por eso el Bou Ferrer es tan importante, por ejemplo por el hallazgo de la cinta de carena que soporta la cubierta y ayudará a entender su construcción. «Es un barco que va a resolver otras problemáticas que aparecen en contextos portuarios en Francia e Italia. Aquí tenemos un conjunto de materiales singular y con fecha cierta», concluye Carlos de Juan. Pero la excavación de un barco tan grande aún puede dar sorpresas.

Fuente: abc.es | 7 de enero de 2019

Una mujer, enterrada hace 5900 años, es la sepultura más antigua de Centroamérica (Nicaragua)

Entierro excavado de la mujer (parte superior) junto a una ilustración (parte inferior) de cómo fue depositada en un pozo ovalado hace unos 5.900 años en Nicaragua. Crédito: Roksandic M. et al., Antiquity 2018; Cortesía de BICU-CIDCA


Un equipo de arqueólogos ha descubierto el entierro humano más antiguo que se conoce en la parte inferior de América Central: los restos esqueléticos de una misteriosa mujer que vivió hace 5.900 años en lo que hoy es Nicaragua.

En general, los lugares tropicales no suelen conservar restos humanos, pero en este caso los huesos de esta vetusta mujer se han mantenido intactos debido al lugar donde fue enterrada, dijo la investigadora principal del estudio, Mirjana Roksandic (izquierda), profesora de Antropología en la Universidad de Winnipeg, en Canadá.

"La mujer fue enterrada sobre un montículo de conchas, lo cual redujo la acidez del suelo y ayudó a preservar sus restos. Los responsables del entierro crearon montículos de conchas por varias razones, entre ellas depositar a sus muertos o marcar el paisaje", informa Roksandic a Live Science en un correo electrónico.

Es increíblemente raro encontrar restos humanos antiguos en la costa caribeña de Nicaragua, un país de aproximadamente 6 millones de personas y que es la segunda nación más pobre del hemisferio occidental, según el World Factbook de la CIA. Pero a Roksandic y su equipo, que suelen estudiar los antiguos habitantes que vivieron en Cuba, les llegó la sugerencia, a través de un colega antropólogo, de que podía haber un enterramiento que valía la pena investigar en Monkey Point, una aldea costera en el sur de Nicaragua.

"Estaba encantada con la sugerencia y fui allí de inmediato a visitar el sitio y examinar el enterramiento", comenta Roksandic.
El lugar exacto, conocido como Angi, fue excavado originalmente en la década de 1970, pero los restos óseos de la misteriosa mujer se encontraron hace poco. Los antropólogos los hallaron enterrados a 2,3 metros por debajo de la superficie del suelo, e inmediatamente pidieron permiso de las comunidades locales de Rama y Kriol para continuar con su trabajo.

Perfil del enterramiento. A la izquierda, una foto tomada durante la excavación. A la derecha, un esquema que muestra las diferentes capas del yacimiento, así como el lugar donde se enterraron las conchas y el cuerpo. Crédito: Roksandic M. et al., Antiquity 2018; Cortesía de BICU-CIDCA.

Poco después, comprobaron que la mujer había sido enterrada de espaldas, con las piernas flexionadas hacia el estómago y los brazos extendidos a lo largo de los costados de su cuerpo, en un pozo ovalado.

El análisis reveló que la mujer era adulta, pero no particularmente mayor, probablemente tendría entre los 25 y 40 años. No era muy alta, medía 150 centímetros, que es una estatura corta según los estándares de América del Norte y del norte de Europa, pero no para los estándares de América Central u otras poblaciones más al sur, señala Roksandic.

El radio izquierdo (hueso del brazo) de la mujer enterrada. Obsérvese las marcas del hueso, las cuales sugieren que ella era musculosa. Crédito: Roksandic M. et al., Antiquity 2018

A pesar de su pequeña estatura, "la mujer había desarrollado fuertemente la musculatura de los antebrazos, posiblemente derivado de remar o de realizar actividades similares", destaca Roksandic. Incluso, hoy en día, los individuos locales son expertos y fuertes remeros.
"Mientras estábamos en la aldea de Bankukuk Taik, la co-investigadora del estudio, Harly Duncan, nos presentó a una anciana de la localidad de Rama que había remado ese mismo día durante 4 horas para visitar a su familia", dijo Roksandic. "Tenía 82 años. Y los niños de 9 años suelen remar en canoas por las islas de Rama".

Además, al igual que otras personas que comen una buena cantidad de mariscos, la mujer enterrada tenía un gran desgaste en los dientes, apunta Roksandic.

Isla de Rama Cay (Nicaragua)

Dado que pocos restos humanos antiguos se suelen encontrar en lugares tropicales, poco se sabe acerca de las culturas indígenas de la zona inferior de América Centra. Y si bien las personas que construyen los montículos de conchas mencionados son a menudo pescadores, recolectores y horticultores, "sin un estudio adicional del lugar, no es posible determinar quiénes fueron y por qué colocaron el entierro allí y cuál es el significado de este individuo en particular", explica Roksandic.

En el mundo de la antropología el tiempo es esencial, ya que Monkey Point pronto se verá afectado por la construcción de un canal y otros proyectos en desarrollo.

Los restos de la mujer se encuentran actualmente en el Museo Histórico Cultural CIDCA de la Costa del Caribe, dijeron los investigadores. Las comunidades locales, que trabajan con los antropólogos para preservar su patrimonio, decidirán qué sucederá con los restos óseos.
El estudio fue publicado en la edición de diciembre de la revista Antiquity.

Fuente: livescience.com| 2 de enero de 2019

Los secretos de Tierradentro, una de las mayores necrópolis del mundo, oculta en el corazón de Colombia

San Agustín es uno de los grandes tesoros de Colombia. Derechos de autor de la imagen: GETTY

Hace una década, la muerte acechaba en el camino que lleva al Parque Arqueológico Nacional de Tierradentro. El camino desde la ciudad de Popayán, sobre la Cordillera central de Colombia, era tristemente famoso por las emboscadas y los secuestros que ahí ocurrían. Unos cuantos puestos militares insinuaban siniestramente la presencia de guerrilleros de las Farc.

Así que mientras sorteaba el camino destapado, en medio de un paisaje andino desolado y azotado por el viento, agarraba el volante con fuerza. La niebla fría se arremolinaba a mi alrededor como un manto funerario. Afortunadamente, llegué a una de las necrópolis más grandes del mundo. Frente a mí tenía la gran hipogea precolombina de Tierradentro.

Efectivamente, el mayor tesoro de monumentos religiosos y esculturas megalíticas de América del Sur no se encuentra en la Isla de Pascua, Chile, ni en Perú, como podría suponer la mayoría de los viajeros. Son las 162 tumbas subterráneas de Tierradentro excavadas en roca volcánica, y las más de 500 estatuas y monolitos funerarios que rodean el cercano pueblo de San Agustín. Están esparcidas a lo largo de 2.000 kilómetros cuadrados de montañas y llanuras cercanas al río Magdalena, en el suroccidente de Colombia.

Las tumbas de Tierradentro están llenas de enigmáticas inscripciones. Derechos de autor de la imagen: GETTY

Estos vestigios de una avanzada pero desconocida cultura andina habían estado en gran parte fuera del alcance de las personas durante cinco décadas de conflicto armado. Pero ahora que la región ya no operan las guerrilla de las Farc, formalmente desmovilizadas desde 2017, este impresionante e inspirador lugar, Patrimonio Mundial de la Unesco, es fácil de visitar.

El regreso

Ocho años después de mi primer viaje a Tierradentro, llegué nuevamente a la remota región y me quedé en la aldea de San Andrés de Pisimbalá, en medio de un nudo montañoso en las laderas del valle de Inzá, 115 kilómetros al noreste de Popayán.

Desde los pequeños Museo Etnográfico y Museo Arqueológico en la parte baja pueblo, seguí un sendero empinado y fangoso que serpenteaba sobre las crecientes cordilleras montañosas, uniendo las cinco concentraciones de tumbas. Mirando a un abismo negro en el Alto de Segovia, el más impresionante de los sitios, sentí vértigo mientras bajaba por una elaborada escalera de caracol hecha de rocas porosas.

Las estatuas de San Agustin aún guardan muchos misterios.Derechos de autor de la imagen: GETTY.

Me sentí como Indiana Jones entrando en la tumba del emperador. Abajo, la vasta cámara funeraria mide unos 12 m de ancho. Mi antorcha iluminaba las paredes y columnas, profusamente adornadas con diseños geométricos hechos con pigmentos negros, amarillos y ocres. Figuras de animales y seres humanos bailaban en las sombras parpadeantes que se proyectaban mientras recorría el lugar.
Otra tumba fue tallada para replicar un techo inclinado y otros elementos de una casa de madera prehispánica: una alegoría, sin duda, para preparar al difunto para el viaje continuo entre la vida y la muerte que caracterizó a la enigmática sociedad que esculpió estos impresionantes monumentos funerarios.
Desde el momento de la subyugación de la región por parte de los conquistadores españoles en la década de 1530, el área ha sido habitada por los Nasa, un grupo indígena que habla paez (un idioma chibcha).
Sin embargo, poco se sabe sobre la misteriosa cultura que floreció a lo largo del primer milenio y luego desapareció seis siglos antes de que los españoles y los Nasa aparecieran en escena.

Lugar de misterio

A pesar de que las excavaciones comenzaron en la década de 1930, los arqueólogos aún no pueden explicar quién se asentó en la región, de dónde vinieron o a dónde fueron. Y nadie sabe la relación entre los escultores de estas complejas tumbas subterráneas de Tierradentro y los túmulos funerarios y estatuas gigantescas de San Agustín, a 180 km hacia el sudoeste.

Las estatuas representan el paso de la vida a la muerte. Derechos de autor de la imagen: GETTY.

El drama que despertaba la estatua gigante en cuya base me encontraba, iba acorde con el estupendo escenario. Estaba desgastada por el clima y recubierta con algas verde azuladas. Se elevaba por encima de mí unos 5 metros de altura: solemne, de ojos grandes, y con una gran boca arqueada. La estatua es parte de los ejércitos de colosos y tótems que cubren las mesetas alrededor de San Agustín, un encantador pueblo colonial cerca de la frontera con Ecuador.

Alrededor de un tercio de ellos están en el Parque Arqueológico de San Agustín, que comprende alrededor de 50 sitios de entierro ceremonial, más o menos contiguos, centrados en la ciudad que le da nombre a toda la colección. La mayoría de las estatuas se encontraron dentro de inmensos túmulos en los que los precolombinos enterraron a sus jefes.

Durante muchos años San Agustín fue un lugar al que era difícil llegar.Derechos de autor de la imagen: GETTY.

Mi guía, Davido Pérez, conocía cada detalle de cada estatua y los dólmenes, que son sarcófagos de piedra rematados por enormes losas. Ferozmente expresivas y vitales, las estatuas son tan refinadas y bien conservadas que traspasan las barreras de la cultura y el tiempo. Conversé con Davido mientras seguíamos un sendero que subía hacia Alto de los Ídolos, el más grande de los sitios antiguos.
"Lo que ves es el legado de un intenso culto fúnebre", dijo Davido. "La muerte era vista simplemente como una transición a otra vida".

Esculpidas a partir de piedras volcánicas relativamente blandas, conocidas localmente como "chinas", las estatuas varían en tamaño desde 20 cm a 7 m. La mayoría eran rectangulares. Algunas eran ovaladas. Unas pocas parecían moldeadas con un torno. Y la mayoría fueron grabadas con motivos abstractos o figuras zoomorfas, envolviendo diseños bidimensionales alrededor de objetos tridimensionales para recorrer un camino entre mundos.

La luz del sol ponía en alto relieve los exóticos diseños llenos de energía latente y tensa. Algunos se parecían a serpientes, ranas y aves de presa, símbolos de la creación, riqueza y poder en la cultura precolombina. Muchas eran figuras de guerreros con colmillos como de jaguar, una alusión a los chamanes, líderes espirituales que se creía eran capaces de absorber el poder de estos felinos.

El significado de muchas de las estatuas es desconocido. Derechos de autor de la imagen: GETTY.

En la parte superior de una gran loma encontramos una estatua solitaria apodada Doble Yo, mirando hacia adelante, con una sonrisa perversa grabada en sus labios. Llevaba un pelaje de jaguar tallado, coronado, a su vez, por la piel de un cocodrilo. "Esta estatua fusiona lo masculino y lo femenino", dice Davido. "También simboliza el acoplamiento de espíritus humanos y animales en los que los chamanes confiaban para el poder y la hechicería".
"Este está vomitando", dijo Davido, señalando a una figura con los ojos saltones. "Representa la antigua práctica de ingerir alucinógenos".
El significado simbólico de muchos otros diseños solo puede ser adivinado.

"La obra del diablo"

Al día siguiente, nuestros caballos sortearon con seguridad la empinada senda que llevaba cuesta abajo a un sitio llamado La Chaquira. Al desmontar, bajamos por una escalera tallada en la ladera para pararnos en un precipicio salpicado de rocas sobre el turbulento Río Magdalena. Unas cataratas se precipitaban desde el lejano cañón. Era estupendamente pintoresco.


Muchas de las tumbas han sido saqueadas. Derechos de autor de la imagen: GETTY

Davido se volvió para señalar los petroglifos grabados en las enormes rocas situadas sobre el borde del cañón. El más grande mostraba a un hombre con las manos en alto, rindiendo homenaje al magnífico paisaje de la Madre Naturaleza.

Mirando hacia el barranco, imaginé al conquistador español Sebastián de Belalcázar y su despiadado ejército marchando por el valle a fines de la década de 1530, después de conquistar las tierras de los incas. Los indígenas nasa opusieron una valiente resistencia, pero no fueron rival para las ballestas y mosquetes. Fueron conducidos a remotos reductos de la montaña.
Pero las estatuas y las tumbas permanecieron sin ser descubiertas hasta 1757, cuando el fraile Juan de Santa Gertrudis tropezó con la vasta biblioteca lítica y la llamó "la obra del diablo" ya que "los [nativos] no tenían hierro o implementos para producir tal cosa".

Las tumbas fueron saqueadas hace siglos por sus guacas de oro y preciosas reliquias. Y muchas de las estatuas originales se perdieron o se dispersaron en todo el mundo.

Algunas de las estatuas solo miden centímetros, otras varios metros. Derechos de autor de la imagen: GETTY.

En 1899, por ejemplo, los antropólogos británicos dirigidos por el Capitán H.W Dowding cargaron varias docenas de estatuas en un barco con destino a Inglaterra. Se hundió rápidamente. Solo una efigie fue recuperada y transportada a Londres, donde se encuentra en el Museo Británico.
La mayoría de las estatuas existentes ahora están ancladas con concreto y barras de refuerzo, aun así algunas logran ser removidas. Tienen una gran demanda en el mercado de antigüedades ilegales y ahora están en la Lista Roja de Objetos Culturales de América Latina en Riesgo.

A pesar de su lejanía, este fértil centro de esculturas me pareció poderoso. El ambiente, que alguna vez fue tenso ahora es relajado. "Mi único riesgo era querer quedarme".
Me quedé un tiempo más para disfrutar de la gran cantidad de atracciones de la región: el rafting en el río Magdalena; explorar el desierto de la Tatacoa; un viaje de montaña a las cuevas habitadas por pájaros nocturnos.

Mientras manejaba por una carretera sin pavimentar a través de un salvaje paisaje andino y azotado por el viento, me encontré reflexionando sobre cómo los peligros de la guerrilla son cosa del pasado, y cómo las inescrutables estatuas de San Agustín y las figuras subterráneas danzantes de Tierradentro finalmente se han levantado de la muerte después de estar fuera de nuestro alcance durante décadas.

Fuente: bbc.com| 4 de enero de 2019

La conjetura Zaslavsky: ¿y si los primeros 'matemáticos' fueron mujeres?

Cuatro pequeñas placas de hueso con incisiones encontradas en Altamira. Alfredo Prada/Museo de Altamira.

Hoy sabemos que tanto los últimos homínidos como las primeras poblaciones de Homo utilizaron y crearon herramientas de madera, piedra y hueso. También que los neandertales de hace unos 100.000 años y los humanos “anatómicamente modernos” del levante elaboraron herramientas de piedra con características similares.

Dataciones recientes indican que algunas manifestaciones de “arte no figurativo” encontradas en cuevas como La Pasiega (Puente Viesgo, Cantabria) serían anteriores a la llegada de nuestra especie a la Cornisa Cantábrica. En otras palabras, que habrían sido realizadas por neandertales.

De hecho, algunos autores hablan de una posible “tarea docente” de los neandertales, mejor adaptados a las condiciones de vida en Europa, hacia las poblaciones de Homo sapiens llegados a nuestro continente desde África. Basan su afirmación en la coexistencia de restos en niveles arqueológicos comunes. Pero esa labor pedagógica no parece que se diera para transmitir conocimientos matemáticos, unas capacidades cognitivas que no se atribuyen a los neandertales.
Es razonable pensar que los humanos del Paleolítico Superior europeo sentirían la necesidad de contar objetos y sucesos. Por ejemplo, el paso del tiempo en días o incluso en meses lunares. Estas repeticiones constantes pudieron constituir las primeras motivaciones contables de nuestros antepasados, como ya adelantaba Persson Nilsson en 1920.

Pero no hay que asumir que los Homo sapiens, surgidos en África hace unos 200.000 años, desarrollaron estas habilidades artísticas al llegar a Europa hace 40.000 años. Tampoco que la autoría del arte prehistórico deba atribuirse, como las imágenes de los libros dedicados al tema parecen asumir, a artistas varones.

En 2010 bautizamos como conjetura Zaslavsky a estas dos perspectivas, en honor de la etnomatemática norteamericana Claudia Zaslavsky (izquierda), que completó la interpretación del hueso Ishango.

Esta pieza de 10,2 cm de largo fue encontrada en las proximidades del lago Eduardo (África central) y hoy está depositada en el Instituto Real de Ciencias Naturales de Bruselas (Bélgica). Presenta 168 incisiones transversales dispuestas en diferentes agrupaciones, separadas entre sí a lo largo de tres columnas.
Si desarrollamos en un plano la superficie cilíndrica del hueso, en la primera columna de la izquierda encontramos 11, 13, 17 y 19 muescas. En la columna central, 3, 6, 4, 8, 10, 5, 5 y 7 muescas. Finalmente, en la columna de la derecha aparecen 11, 21, 19 y 9 muescas.

En dos de las columnas hay 60 muescas y en la tercera hay 48. Como 60 + 60 + 48 = 168, es decir, 6 veces 28, Zaslavsky se preguntó si no podría tratarse de un recuento de seis ciclos menstruales, de modo que, quizá la decoración del hueso fuese obra de una mujer y, por tanto, que las primeras matemáticas de la historia fueran mujeres.
Foto: Imagen de las dos caras del Hueso de Ishango

Una gran colección de muescas

Esta hipótesis podría aceptarse si existieran suficientes piezas complementarias que la corroboraran, y la región franco-cantábrica aporta varios elementos en ese camino.

Un colgante de unos 30.000 años, encontrado en Gorge d’Enfer (Francia), presenta muescas en paralelo en sus bordes. Estas se interrumpen por la rotura de la pieza, tanto en la cabeza de colgadura como en la parte inferior, pero parece presentar unas 60 incisiones.

Colgante de Gorge d'Enfer

El colgante de Morín (Cantabria) está grabado con una serie armónica de unas 30 muescas transversales en paralelo, que contornean el objeto. En Las Caldas (Asturias) se encontró un incisivo de caballo perforado que, de acuerdo con Mª Soledad R. Corchón, muestra 30 (11+13+6) incisiones cortas en los bordes.

En los estratos K y L de La Garma (Cantabria) se encontraron dos caninos de ciervo, perforados en la zona central de la raíz y decorados con parecidas muescas horizontales, cortas y paralelas, que parecen sumar entre 28 y 30. Otro canino de ciervo, encontrado en Altamira por Henri Breuil y Hugo Obermaier en las excavaciones de 1924-1925 tendría, según Esteban Álvarez Fernández, exactamente 28 incisiones de este tipo.

Dibujo del colgante de Morín

La “conjetura Zaslavsky” encuentra su mayor apoyo no en estas evidencias individuales, sino en un conjunto de cuatro pequeñas placas (véase la foto que encabeza el post). Estas, encontradas juntas en Altamira, fueron hechas con hueso hioides de caballo durante la época Solutrense, hace unos 18.500 años.

Las cuatro tienen una forma casi rectangular y están perforadas en uno de los extremos, a modo de colgante único para adorno personal. Aunque las piezas están deterioradas, presentan una decoración análoga de muescas cortas y paralelas en los bordes que, por la información que proporciona su estado actual, podrían haber contabilizado en torno a 30 incisiones, según la consideración que se le quiera atribuir a las diferentes marcas.
La importancia de esas 30 incisiones se debe a su coincidencia con el número de días (29,5) del mes lunar, así como con el del menstruo femenino (unos 28). La persona que hizo las piezas puso la misma decoración para todas ellas y repitió el mismo motivo, tanto en el recuento de los trazos como en la correspondencia uno a uno entre los grupos de 30 trazos. En suma, aunque la decoración quedó inconclusa, nos encontramos ante la que probablemente sea la primera (y, quizá, única) colección del Paleolítico concebida como unidad de expresión simbólica de 8 grupos de unas 30 marcas.

Estos hallazgos plantean nuevas preguntas. ¿Se habría querido contabilizar la duración de un embarazo? ¿Se querrían haber representado ocho meses a contar desde la primera falta?
¿A qué varón solutrense le habría resultado relevante preparar estas piezas y realizar este recuento? ¿Habrán sido hombres, prioritariamente, como la iconografía generalizada sugiere, los autores de las manifestaciones de arte parietal y mobiliar que se conservan?

Serias dudas se nos plantean al respecto. Menos dudas nos quedan ya sobre si Claudia Zaslavsky tenía razón. Altamira es nombre de mujer… y matemática, también.

Fuente: vozpopuli.com | 2 de enero de 2019