La ubicación perfectamente medida de la pata de oso (en la imagen), sugiere que se había colocado allí a propósito, en lugar de ser desechada después de un banquete.
Una tumba de la Edad de Piedra hallada en Polonia contenía una pata de oso de 4.500 de antigüedad. Lo notable es que, aun cuando los enterramientos prehistóricos suelen incluir ofrendas animales, los arqueólogos de aquel país nunca habían encontrado restos de oso en una tumba.
Según informes de Science in Poland (PAP), un equipo de científicos está examinando el enterramiento, el cual fue descubierto hace unos años cuando un residente de la población de Święcica excavaba una entrada para su cochera. Al explorar el sitio, los investigadores encontraron una amplia cavidad de acceso que conduce a una cámara mortuoria donde, en su opinión, es muy probable que hayan tenido lugar ritos funerarios. En dicha cámara descubrieron dos esqueletos desmembrados -un hombre adulto y un infante muy joven-, además de vestigios de fuego y una quijada de cerdo que pudo haber tenido significación ritual.
“Resulta que al fondo de la cavidad de acceso, justo antes del nicho funerario, hallamos un único resto óseo de ganado y una pata de oso casi completa. Dicha pata es un descubrimiento muy singular para una tumba del Neolítico tardío”, informó Elżbieta Sieradzka, candidata doctoral del Instituto de Arqueología de la Universidad de Rzeszów, en entrevista con PAP.
La pata mantenía su distribución anatómica natural, lo cual sugiere que la extremidad se encontraba intacta y que fue depositada de manera deliberada en la tumba, en vez de desecharla después de un banquete.
Restos de la pata de oso de 4.500 años de antigüedad encontrada en la tumba junto a restos desmembrados de un hombre y un niño pequeño.
El análisis óseo corrió a cargo de la Dra. Mirosława Zabilska-Kunek y el profesor Daniel Makowiecki, miembros de la facultad del Instituto de Arqueología de la Universidad de Rzeszów. Estos científicos señalaron que, si bien las tumbas del periodo suelen contener huesos de ganado vacuno y porcino, el hallazgo de este enterramiento proporciona información valiosa en cuanto a los rituales que se llevaban a cabo hacia el final de la Edad de Piedra.
“La pata de oso pudo haber sido una ofrenda para los difuntos”, prosiguió Sieradzka. “Hay numerosos casos que apuntan al significado simbólico de los restos animales. Por ejemplo, los habitantes de Feno Escandinavia [en el extremo sur de la península escandinava] creían que los colmillos, las garras, el báculo [hueso del pene] y las patas de oso poseían poderes curativos, protegían el ganado de los depredadores, y conferían al propietario los sentidos y la fuerza del animal”. Sieradzka añadió que, en ocasiones, creaban amuletos con patas de oso, tal vez en la creencia de que ahuyentaban el mal.
Restos óseos humanos hallados en la tumba junto a una vasija.
Aunque no han esclarecido por qué los esqueletos estaban desmembrados, los arqueólogos polacos señalan que muchos otros enterramientos europeos de la Edad de Piedra han producido restos mutilados. Por ejemplo, hay pruebas de que, hace 6,000 años, las comunidades de las islas Orcadas de Escocia sepultaban a sus muertos intactos. Sin embargo, con el paso de tiempo, desmembraban los cadáveres de manera sistemática.
Tumba en Irlanda donde se descubrió que los cuerpos habían sido desmembrados como parte de un ritual funerario.
De hecho, hace poco, un equipo que trabaja en el noroeste de Irlanda encontró una tumba de 5.000 años de antigüedad que contenía esqueletos desmembrados, lo cual indica que los habitantes realizaban ritos funerarios muy complejos. “Hallamos huellas de cortes practicados con herramientas de piedra en las inserciones tendinosas y ligamentosas de las articulaciones más importantes, como hombro, codo, cadera, y tobillo”, informa en un comunicado del Dr. Jonny Geber, arqueólogo y antropólogo biológico del Departamento de Anatomía de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda. “Esto parece indicar que los parientes y la comunidad ‘procesaban’ los cadáveres de varias maneras, incluidas la incineración y el desmembramiento. Es muy posible que lo hicieran con la finalidad de que las almas de los difuntos alcanzaran la siguiente etapa de su existencia”.
Fuentes: newsweekespanol.com | scienceinpoland.pap.pl | archeowiesci.pl | 3 de mayo de 2019
Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) acaba de publicar un artículo de perspectiva en la revista Journal of Comparative Neurology, sobre el estudio de la forma cerebral en la evolución humana, en el que se considera la relación evolutiva entre los humanos y el resto de los primates.
La neuroanatomía evolutiva debe integrar dos fuentes de información diferentes: fósiles y de especies vivas. Los fósiles suministran datos sobre el proceso de evolución, mientras que las especies vivas lo hacen sobre el producto de la evolución. Desafortunadamente, el registro fósil es parcial y fragmentado, y con frecuencia no puede respaldar validaciones para hipótesis evolutivas específicas. Las especies actuales pueden proporcionar indicaciones más completas, pero no representan grupos ancestrales o formas primitivas.
En concreto, en este artículo se revisan las limitaciones en los estudios de neuroanatomía evolutiva y las diferentes aportaciones de los análisis sobre primates actuales y homínidos extintos. Por ejemplo, los grandes simios todavía se interpretan como modelos biológicos primitivos, aunque son especies evolucionadas e independientes del camino evolutivo del género humano. “Los macacos o chimpancés se usan frecuentemente como sustitutos de las condiciones ancestrales humanas, a pesar de ser linajes divergentes y especializados, con sus propias características biológicas”, afirma Emiliano Bruner (izquierda).
En cuanto a los fósiles pueden aportan informaciones más directas sobre el proceso evolutivo, pero las limitaciones de las muestras no permiten a menudo una valoración científica de las hipótesis, generando excesivas especulaciones. En este sentido, como explica Bruner, “los linajes independientes, como los neandertales, no deben confundirse con las etapas humanas ancestrales modernas”. Moldes endocraneales
El artículo introduce además los métodos más recientes de análisis geométrico computarizado y de imágenes biomédicas, describiendo las principales variaciones de cerebros y moldes endocraneales en los humanos actuales y en los homínidos extintos, así como la relación espacial entre cerebro y cráneo en el género humano.
Finalmente, plantea la integración de las informaciones anatómicas y culturales con los conocimientos en neurobiología para formular hipótesis sobre evolución cognitiva. Un ejemplo sería la evolución de la corteza parietal y de sus esquemas de conexiones cerebrales.
Este artículo, titulado Human paleoneurology: shaping cortical evolution in fossil hominids se ha publicado en un volumen dedicado a la evolución de la corteza cerebral, editado por Verónica Martínez-Cerdeño y Stephen Noctor, de la Universidad de California en Davis (EE.UU.).
Después de una elección de 'dar' por el perro de la derecha, el perro de laizquierda fue recompensado. Una puerta transparente entre los dos recintos permitía a los perros ver si una pareja era recompensada por sus acciones o no, así como comprobar la identidad de tal pareja.
Hace unos 15.000 años algunos lobos dejaron de serlo. Se convirtieron en animales dóciles y leales a su nueva compañía, la humanidad. Durante ese proceso de domesticación, lobos asiáticos y europeos comenzaron a acompañar a las personas en sus asentamientos gracias a su capacidad para adaptar su dieta a las basuras que desechaban. Además, tenían una gran comprensión de los comportamientos sociales humanos y a estos les venían de perlas durante sus cacerías. Poco a poco, se fue asentando esa amistad hasta que los lobos se transformaron en perros domésticos. Y al jurar fidelidad a sus nuevos compañeros, perdieron el sentido de la solidaridad con su propia especie.
"Nuestros hallazgos ciertamente sugieren que los perros perdieron cierta prosocialidad entre ellos, en comparación con los lobos", explica Rachel Dale (izquierda), del Wolf Science Center en Viena, especializada en el comportamiento animal. Su equipo acaba de publicar los resultados de su trabajo con estos dos grupos de animales y su sentido de la solidaridad. El estudio, publicado en PLOS One, muestra que los lobos mantienen con salud de hierro esta camaradería, mientras que los perros parecen haber perdido la propensión a ayudar al compañero. "Esto sugiere que durante la domesticación, los perros perdieron cierta confianza mutua y, por lo tanto, ya no necesitan tener tanta consideración por las necesidades de los perros como los lobos", concluye Dale.
Los investigadores realizaron una serie de pruebas con perros y lobos para medir esa "prosocialidad" de la que habla Dale, como una acción voluntaria de la que se beneficia un tercero. En la prueba, a la que los cánidos estaban habituados, tenían la oportunidad de accionar un mecanismo que le regalara una pieza de comida a un compañero en una estancia contigua. Tanto lobos como perros realizaban la prueba junto a miembros de su manada, es decir, congéneres con los que se han criado y conviven. Los lobos tuvieron un comportamiento notablemente solidario hacia sus compañeros de grupo y les proporcionaban comida muy por encima de los escenarios de control establecidos por los científicos. "Los perros no", zanja el estudio, "en esta prueba, los perros no mostraron ninguna respuesta prosocial hacia su compañero". Incluso accionaban más veces el mecanismo para enviar comida a la otra estancia cuando estaba vacía que cuando había otro perro. Todos los animales conocían perfectamente el mecanismo y las consecuencias del mismo. Cuando los perros tenían la oportunidad de enviarse comida a sí mismos, recuperaban el interés en la prueba.
Sin embargo, los lobos mantuvieron siempre un robusto interés en lo que hacían, aunque fuera enviar premios a otro camarada. Los lobos también dejaron claro que la suya no era una generosidad universal: solo mandaban comida a lobos de su manada. Con los lobos de otro grupo, aunque los conocieran, no mostraban esa fraternidad.
¿Hemos convertido en egoístas a los perros por medio de la domesticación? "Como científica, es difícil para mí ser tan directa como decir que los perros pueden ser más egoístas que los lobos. No hemos demostrado que le quitarían activamente la comida a otros", advierte Dale. "Sin embargo, puedo decir que a través de nuestra serie de estudios hemos demostrado que tienen menos probabilidades que los lobos de donar alimentos a otros de su propia especie", resume esta experta del vienés Instituto de Etología Konrad Lorenz.
Los lobos dependen de la cooperación en gran medida para muchos aspectos de su vida, incluida la reproducción, la caza y la defensa del territorio. Los perros criados en libertad, explican en el estudio, cooperan menos que los lobos, usualmente alimentándose solos y criando en soledad, aunque en algunos estudios se ha visto que los perros tienen ese sentido de la solidaridad hacia otros perros de su entorno.
Hasta ahora, algunas hipótesis sobre la domesticación sugerían que su relación con los humanos los llevó a desarrollar este comportamiento prosocial, mientras que otros planteamientos argumentan que este rasgo es solo una herencia de sus antepasados, que ya tenían estas aptitudes sociales. "Estos resultados sugieren que los comportamientos prosociales que están presentes en las poblaciones de perros mascota probablemente se deriven de rasgos ancestrales", concluye el estudio.
"Desde una perspectiva evolutiva, nuestros hallazgos refuerzan el vínculo que algunos han sugerido entre la cooperación y el comportamiento prosocial, lo que mejora nuestra comprensión del altruismo y la cooperación", afirma Dale. Es decir, que los perros tienen cierto carácter solidario gracias a su origen lobuno, pero que seguramente ha quedado muy reducido por sacarlos de sus manadas y meterlos en nuestras casas durante miles de años.
La mandíbula hallada en Siahe, China. D. ZHANG, LANZHOU UNIVERSITY.
En 1980, un monje tibetano encontró un extraño hueso en una cueva sagrada de la montaña de Dalijiashan, cerca de su monasterio, en Baishiya (región china de Xiahe). Por su apariencia, pensó que podría tratarse de una mandíbula humana muy antigua y se la dio al sexto buda viviente Gung-Thang. Consciente de su importancia, Gung-Thang la entregó a los investigadores de la Universidad de Lanzhou. Hoy, ese resto óseo acaba de ser analizado. Tiene 160.000 años y perteneció al misterioso hombre de Denisova, el pariente más cercano de los neandertales.
De los denisovanos se sabe muy poco. Hasta la fecha sólo se habían encontrado tres muelas y un pequeño hueso de la falange de una mano, todos ellos excavados al sur de Siberia, en la cueva de Denisova (San Denis), que le da su nombre. Para diferenciarlo de los neandertales o del Homo sapiens hizo falta un análisis completo de su ADN. El hallazgo de la mandíbula de la cueva de Karst Baishiya, en la meseta tibetana, completa ahora este registro. Lo hace en otro lugar, fuera de Rusia y en un ambiente distinto, a 3.280 metros de altitud.
Para identificarlo, los científicos Jean-Jacques Hublin, Frido Welker, Dongju Zhang y sus colegas han recurrido a un método distinto. No han secuenciado el ADN. Como este material biológico es frágil y no siempre se conserva en el tiempo, a veces no es posible analizarlo. Pero han encontrado restos de proteínas (ocho tipos de colágeno) y, al ver en qué orden se disponen sus componentes principales (los aminoácidos), han obtenido una secuencia proteica antigua, muy similar a la de las proteínas del homínido de Denisova.
El estudio, publicado este miércoles en la revista Nature, abre la puerta a la paleoproteómica como método para identificar fósiles muy antiguos en los que no queda ni rastro de ADN. Con esta técnica, se ha determinado que los denisovanos no sólo vivieron en Siberia e invita a los investigadores de todo el mundo a revisar cualquier hueso no identificado. "En China hay un número de especímenes que no son ni 'Homo erectus', ni hombres modernos y que son buenos candidatos para ser denisovanos chinos. Esto ha sido imposible de demostrar hasta la fecha, porque en la mayoría de estos fósiles no ha quedado preservado su ADN antiguo", ha señalado por teleconferencia Jean-Jacques Hublin (izquierda), investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) y autor principal de este trabajo.
"Las proteínas antiguas de la mandíbula -afirma Frido Welker (derecha) otro de los miembros del equipo- están altamente degradadas y son, por lo tanto, claramente distinguibles de las proteínas modernas que podrían contaminar una muestra. Nuestro análisis de proteínas indica que la mandíbula de Xiahe pertenecía a una población de homininos que estaba estrechamente relacionada con los denisovanos de la cueva Denisova".
De poder aplicarse este tipo de análisis en otras muestras, el mapa de los denisovanos podría ampliarse aún más. "Si las proteínas se conservan en esos otros fósiles chinos, entonces sería posible analizarlas de una manera idéntica, comparar las secuencias de las proteínas con las recuperadas del hominino de Xiahe y de otros denisovanos, neandertales y humanos modernos y determinar si también están estrechamente relacionados con los denisovanos", ha afirmado a EL MUNDO Frido Welker, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Copenhagen (Dinamarca) y del Instituto Max Planck. "Ahora estamos estableciendo esta próxima fase de investigación", ha adelantado Welker.
La cueva de Baishiya-Kararst está orientada al sureste y a unos 40 metros por encima del moderno lecho del río Jiangla. Es a la vez una cueva budista famosa a nivel local y un lugar turístico famoso. Foto: Dongju Zhang, Lanzhou University.
UNA GRAN MANDÍBULA
Los denisovanos encontrados en Xiahe se han datado con radioisótopos midiendo la antigüedad de una costra de carbonato pesado depositada por encima del hueso. Los autores han calculado que pertenecen al Pleistoceno Medio, con más de 160.000 años de antigüedad, por lo que representan al homínido más antiguo encontrado en la meseta tibetana y son anteriores al Homo sapiens.
No obstante, la datación y el análisis de las proteínas no han sido lo único que han estudiado Hublin y sus colaboradores. El fragmento de mandíbula encontrado en China es el primer hueso que nos da una idea del aspecto que podrían tener los denisovanos. Pertenece al maxilar inferior derecho. Es muy grande y conserva seis piezas dentales, también de considerable tamaño. Se cree queera un individuo juvenil, posiblemente un adolescente, aunque esto no se puede afirmar con total seguridad, ya que no se sabe cómo era el desarrollo de los dientes en esta especie. El gran tamaño de esta mandíbula, mayor que la nuestra y muy robusta, podría también indicar su joven edad, aunque este es un hueso que suele variar a lo largo de la vida, incluso de adulto.
"En cuanto al aspecto físico, probablemente se parecieran a las formas más primitivas de neandertales. En Europa tenemos neandertales tempranos en la Sima de los Huesos (en España) y es posible que los denisovanos se parecieran un poco a estos seres, pero siendo menos neandertales que ellos", ha explicado Hublin.
PERMITIRÁ IDENTIFICAR A MÁS DENISOVANOS
La forma de los dientes no encaja con el del Homo erectus, aunque tiene reminiscencias asiáticas, y está más próximo a Homo sapiens y a neandertales, sin ser como ellos. Por esta razón, y tras los resultados del trabajo de Hublin y sus colaboradores, la misma incógnita se centra enrestos hallados en otros lugares de China que podrían ser denisovanos y que aún no se han catalogado como tal.
María Martinón-Torres, paleoantropóloga y directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), ha tenido en sus manos varios de ellos. En 2015 trabajó, junto a José María Bermúdez de Castro y otros investigadores, con los dientes del yacimiento de Xujiayao, al norte de China. "Este fósil no encajaba en ninguna de las especies hasta entonces conocida, y dejábamos abierta su posible clasificación taxonómica", ha comentado a este periódico Martinón. Dos años más tarde ya apuntaban hacia los denisovanos, "una hipótesis que está pendiente de comprobar hasta que se obtenga ADN o proteínas de estos fósiles", ha remarcado. "Nos alegra el hallazgo de Xiahe porque, de alguna forma, es una evidencia que viene a apoyar nuestras predicciones. Gracias a esta mandíbula, tenemos ahora más pistas para tratar de identificar a los denisovanos en el registro fósil".
A GRAN ALTITUD Y POCO OXÍGENO
Sin embargo, si hay algo que ha sorprendido a los investigadores es el ambiente en el que se han encontrado los restos. A diferencia de Denisova, que está a 700 metros sobre el nivel del mar, la cueva china de Karst Baishiya se localiza en plena meseta tibetana, a 3.280 metros de altitud. Este dato indica que los denisovanos se habrían adaptado a la vida en bajas condiciones de oxígeno en este lugar y podría explicar por qué los sherpas actuales, los tibetanos y las poblaciones vecinas muestran una variante genética peculiar: el alelo EPAS1.
Esta versión de este gen está relacionada con la adaptación a la altitud y está presente en los denisovanos de Siberia. También lo tienen las poblaciones actuales del Himalaya, pero si, de alguna forma, la han heredado de los denisovanos es algo que no se podía demostrar. El hecho de encontrar denisovanos en China que vivieran a gran altitud hace 160.000 años, prueba que lo lograron antes que los humanos modernos, cuyos restos más antiguos de altitud en la zona son de hace entre 30.000 y 40.000 años.
Valle del río Jiangla, China.D. ZHANG, LANZHOU UNIVERSITY.
Además, la mayor altitud que se conoce para neandertales está a 2.000 metros sobre el nivel del mar. Aunque existen evidencias de altitudes mayores, estas se corresponden con periodos estivales, cuando pudieron desplazarse ocasionalmente para cazar. Por el contrario, los denisovanos de la Meseta del Tibet no habitaron su cueva a más de 3.000 metros de forma ocasional, sino que se asentaron allí, según datos no publicados de la excavación, de forma permanente.
Para decir que el hombre moderno de la zona adquiriera esta adaptación a la altitud de los denisovanos tibetanos, los científicos están algo más cerca. Tomàs Marquès-Bonet (izquierda), investigador ICREA y director del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), es uno de los antropólogos que publicó en 2010 el análisis genético del hombre de Denisova de Siberia. Algo más tarde, "Un análisis genómico permitió aventurar la idea de que los Tibetanos habían heredado una genética única, adaptada a vivir a gran altura, gracias, precisamente, a cruces ancestrales con esta especie. Este artículo, permite cerrar el circulo de conjeturas presentando en sociedad la primera mandíbula de denisovanos, encontrada precisamente en el hábitat esperado: en el Tíbet", ha destacado a este medio Marquès-Bonet.
Una misteriosa especie humana conquistó el techo del mundo hace 160.000 años
Científicos chinos y europeos han identificado un fósil como perteneciente a un denisovano, la misteriosa especie humana que pobló Asia hace miles de años y con la que los Homo sapiens tuvimos una corta pero fructífera historia de sexo.
Un estudio publicado hoy en Nature describe los restos —la mitad de una mandíbula inferior y dos molares— que fueron encontrados en 1980 por un monje budista en la cueva de Baishiya, en la provincia china de Gansu, que comprende parte de la meseta tibetana. “Esta cavidad natural está considerada un lugar sagrado y los huesos humanos que aparecen aquí se suelen machacar para hacer medicinas tradicionales con supuestos poderes curativos”, explica Jean-Jacques Hublin, paleoantropólogo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y coautor del estudio. "No se sabe por qué, el monje prefirió salvar los restos y regalárselos al sexto buda viviente de Gung-Thang, una autoridad religiosa, quien a su vez los donó a una universidad china”, explica. Ahora, 39 años después y gracias a la colaboración entre investigadores chinos y europeos, se ha demostrado que el hueso no era de un santo, sino de un denisovano adolescente de sexo desconocido que vivió hace al menos 160.000 años.
Los denisovanos son una especie humana sin rostro. Fueron descubiertos en 2010 y de ellos apenas se conocían cinco restos fósiles de menos de dos centímetros, todos hallados en la cueva rusa de Denisova, al sur de Siberia, que no permiten conocer el aspecto físico de estos humanos. Sin embargo, el frío de la cueva preservó el ADN, lo que ha permitido ensamblar todo su genoma a partir del diminuto diente de una niña. La genética los identificó como una especie hermana de los neandertales que apareció hace unos 400.000 años. Mientras los neandertales ocuparon Europa, los denisovanos se expandieron por Asia.
Después de que los Homo sapiens salieran de África por primera vez, hace unos 100.000 años, se encontraron con los denisovanos y tuvieron sexo e hijos con ellos en varias ocasiones. Fruto de aquellos cruces hay unas gotas de ADN denisovano en los asiáticos, sus descendientes los nativos americanos (un 0,2% del genoma) y los habitantes de Oceanía (hasta el 5%). Por razones desconocidas, los denisovanos se extinguieron hace unos 40.000 años, el mismo destino que siguieron los neandertales en la misma época.
Entrada de la cueva de Baishiya, un santuario budista.D. Z.
El nuevo hallazgo demuestra que los Homo sapiens no fuimos los primeros en ocupar la meseta del Tíbet, el techo del mundo sobre el que se asienta el Himalaya, la cordillera más alta del planeta. El trabajo, coliderado por Fahu Chen (izquierda), de la Academia de Ciencias China, Dongju Zhang (derecha), de la Universidad de Lanzhou, y el equipo de Hublin, ha extraído proteínas de colágeno de uno de los dientes del fósil. Su secuencia de aminoácidos, aunque muy degradada, parece diferente de la de otras especies humanas e identifica los restos como denisovanos. Esto no solo implica que hubo otros humanos que conquistaron la meseta, con una altitud media de 4.500 metros, 120.000 años antes que nosotros, sino que probablemente fueron ellos los que nos pasaron algunas variantes genéticas necesarias para sobrevivir en este entorno hostil con escaso oxígeno, como han demostrado estudios recientes entre pobladores del Himalay...
“Neandertales y denisovanos vivieron durante cientos de miles de años en Eurasia y se adaptaron a estos entornos. Los humanos modernos llegaron de África y se mezclaron con ellos un poco, lo que les permitió adquirir variantes genéticas ventajosas. Esas variantes se hicieron cada vez más frecuentes. Por ejemplo, el 80% de los tibetanos actuales las portan”, resalta Svante Pääbo (izquierda), genetista del Instituto Max Planck y autor principal de la secuenciación del genoma neandertal y denisovano. "Es muy interesante que se empiecen a encontrar denisovanos más allá de la cueva de Denisova. Presumiblemente ocuparon la mayoría de Asia en el pasado, así que espero que se encuentren muchos más restos en el futuro", comenta el genetista.
La técnica que analiza paleoproteínas puede ser la próxima revolución en evolución humana y probablemente permita aclarar qué aspecto tenían los denisovanos, si es que no lo ha hecho ya. “A juzgar por la mandíbula y lo que sabemos de otros fósiles ya conocidos de China como Maba [sur de China], Xujiayao [norte] y Penghu [Taiwán], que también pueden ser de denisovanos, estamos ante unos humanos muy parecidos a los de la Sima de los Huesos [en Atapuerca, Burgos], con una cabeza grande, los arcos de las cejas muy marcados, dientes voluminosos y frente huidiza”, explica Hublin.
El trabajo también confirma a Asia como una segunda cuna de la evolución humana más allá de África. “En China se conocen muchísimos fósiles humanos raros o inclasificables que ahora podrían ser adscritos a los denisovanos con las nuevas técnicas de análisis de ADN y paleoproteínas”, opina Antonio Rosas (derecha), paleoantropólogo del CSIC.
“Nuestra especie, aunque solitaria, es en realidad un crisol de humanidades ya extintas, y esa mezcla ha sido particularmente importante para nuestro éxito actual”, resalta María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en Burgos. “Es curiosa la forma en que relatamos siempre como hazañas muchas de nuestras capacidades. Sin embargo, es una cura de humildad descubrir que parte de nuestros superpoderes estaban presentes en otras poblaciones humanas mucho antes que en la nuestra, y que, de hecho, les debemos a ellas su herencia”, destaca.
Estos visitantes del Museo Bíblico Tarraconense se encuentran dentro del espacio que ocupaba el antiguo pórtico del Templo de Augusto. FOTO: Alfredo González.
Delante de un ordenador y después de muchos meses de documentación, la arqueóloga Silvia Fibla ha hecho una recreación en 3D de cómo era una parte del Templo de Augusto hace más de 2.000 años.
En concreto, se ha centrado en interpretar las estructuras que se conservan en el interior del Museo Bíblico Tarraconense. Un trabajo que se ha realizado después de que las diferentes excavaciones arqueológicas determinaron qué parte de las salas se ubican en el antiguo pórtico del recinto de culto del templo, y que en la sala dedicada a la Judea Romana había una de las exedras –una especie de capilla en forma de ábside en la que colocaban figuras de los dioses que veneraban– de este conjunto religioso romano.
La presentación de las imágenes en 3D de los restos romanos se hizo en la sede del Museo Bíblico. OLIVIA MOLET.
Fibla ha realizado el trabajo después de cursar el grado de Arqueología en la Universidad Autónoma de Barcelona y un máster en Patrimonio Virtual en la Universidad de Valencia. El diseño de este modelo ha sido su trabajo de fin de máster. «Me gusta mucho la tecnología y las recreaciones que ésta te permite», aseguraba antes de la presentación. En este trabajo ha contado con la colaboración de los arqueólogos Andreu Muñoz, director del Museo Bíblico Tarraconense, y de Josep Maria Puche, de la Unidad de Documentación Gráfica del Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC).
Afirmaba que la maqueta del antiguo templo, que se expone en el Museo Bíblico Tarraconense, ha sido una de las principales fuentes de documentación. A partir de ésta entró en los detalles para «dibujar» cómo era el pórtico, de once metros de ancho, así como la exedra, de unos 7,5 metros de ancho por unos 9 metros de altura.
Respresentación virtual del espacio que ocupa el Museu Bíblic en la época romana, con los pórticos y la exedra del recinto de culto. FOTO: Silvia Fibla «Diseñar» la estructura
La autora de este proyecto afirmaba que «cuando estás modelando es como si estuvieras construyendo en edificio en aquella época». Este ejercicio de arquitectura ha permitido tener un nivel de conocimiento mucho más concreto sobre cómo era esta estructura. «Van surgiendo incoherencias que te permiten seguir afinando», afirmaba Puche.
Las dimensiones de los sillares, así como el color y la textura de los diferentes materiales son otros de los aspectos que pueden apreciarse en el resultado final. Éste podrá verse a través de las pantallas que hay instaladas en el Museo Bíblico Tarraconense así como a través de la plataforma Sketchfab, en la que tan solo habrá que poner el concepto ICAC en el buscador, para poder consultarlo gratuitamente.
El director del Museo Bíblico Tarraconense destacó que a partir de esta herramienta podrán hacerse «inteligibles» las estructuras romanas que se conservan en el interior de la Casa de los Concilios. «Intentamos hacer excavaciones y recursos pedagógicos para transferir el conocimiento de la evolución histórica de la acrópolis», aseguraba Muñoz.
Por su parte, el representante del ICAC defendía que la tecnología, y en este caso, «los modelos 3D, es un complemento que ayuda a entender la arqueología». Los profesionales que han intervenido en este proyecto destacan el nivel de conocimiento que aportan los arqueólogos en un campo de la reconstrucción en el que «hay mucho 'fake'».
Aquí os dejamos casi 25 minutos de los anuncios que veíamos en nuestro televisor allá por los años 80, publicidad de productos cuyas marca...
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