El Museo de Prehistoria de Valencia exhibe los restos esqueléticos del neandertal más antiguo de la península ibérica

El Museo de Prehistoria de Valencia exhibe desde este jueves parte del esqueleto del neandertal de la Cova Foradada de Oliva, recuperado por la Diputación de Valencia en una excavación del año 2010.

Del esqueleto se conserva el cráneo, la mandíbula, el tórax y el brazo izquierdo, que se encontró en conexión anatómica y podría corresponder a un entierro practicado en el interior de la cueva hace aproximadamente unos 100.000 años.

Presumiblemente, el cuerpo del finado se colocó en posición decúbito lateral izquierdo y los primeros datos facilitados por el equipo investigador lo relacionan con un hombre de unos 30 a 40 años de edad en el momento de su muerte, informa la Diputación.

Las características morfológicas lo vinculan al Homo neanderthalensis, el grupo humano presente en este territorio antes de la llegada de la especie actual Homo sapiens.

Foto: De izquierda a derecha, el especialista Alfred Sanchis, el diputado de Cultura, Xavier Rius y la directora del Museo de Prehistoria de Valencia, María Jesús de Pedro en la presentación de los restos esqueléticos del neandertal.

"Se trata de los restos esqueléticos de un neandertal que ratifican tanto la importancia investigadora como la cuidadosa presentación de un hallazgo extraordinario de gran interés paleoantropológico y arqueológico, los cuales sitúan a este museo entre los adalides en materiales propios de esta especie extinta del género 'Homo'", ha destacado el diputado provincial de Cultura, Xavier Rius, el cual ha concluido destacando que "la Comunidad Valenciana es un referente en el ámbito de la prehistoria, ya que en ella se han hallado el cinco por ciento de todos los neandertales encontrados en el mundo".

Ahora, el equipo de conservadores del museo, encabezados por su directora, María Jesús de Pedro, y el especialista Alfred Sanchis, ha podido preparar una vitrina especial para el hallazgo.

El esqueleto, que fue recuperado por J. Aparicio Pérez durante la excavación de 2010, formaba parte de un bloque en el que se mezclaba con fragmentos de huesos de fauna y piezas líticas de la cultura musteriense.

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Por esta razón fue trasladado al Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social de Tarragona (Iphes) para su restauración e investigación científica..

Una vez finalizados los trabajos correspondientes, y de acuerdo con la resolución de la Dirección General, los restos esqueléticos volvieron a Valencia en octubre del 2021 para su depósito definitivo en el Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.

Panorámica del entorno de la Cova Foradada en la Marjal de Oliva-Pego. Fotografía de Nemesio Jiménez.

Tales restos se muestran ahora por primera vez al público en una vitrina construida específicamente para su presentación y ocupará un lugar destacado en la nueva sala de exposición permanente, la cual va acompañada por material interactivo, con información sobre la anatomía neandertal y sobre el yacimiento donde aparecieron los restos, la Cova Foradada de Oliva.

El equipo de investigadores implicados aún no ha publicado los resultados definitivos de su estudio al respecto.

Fuentes: vivaalmeria.es | abc.es | elperiodic.com | 15 de diciembre de 2022

Herramientas atribuidas a pobladores prehistóricos de Sudamérica fueron hechas por antepasados de los monos capuchinos

Mono capuchino fracturando nueces con una roca como martillo y otra más grande como yunque en el noreste de Brasil. Crédito: Tiago Falótico.

El origen de los seres humanos ocurrió en África, y desde allí hubo una dispersión hacia Asia, Europa, Oceanía, y por último hacia América. Por supuesto, no la descubrió Cristóbal Colón sino que América estaba habitada por comunidades de la especie Homo sapiens desde miles de años antes que se desplazaran hacia el Sur del continente. Cuándo y cómo fue el poblamiento exactamente en Sudamérica todavía está en debate.

Tiempo atrás se informó que en Brasil existen yacimientos arqueológicos con herramientas de piedras que son las huellas de humanos que habitaron en la zona hace más de 32.000 años. Sin embargo, un nuevo estudio realizado por los científicos del Conicet de Argentina y hermanos Agustín y Federico Agnolín puso en duda que esas herramientas hayan sido realizadas por humanos.

Son “artefactos” que fueron usados por los antepasados de los monos capuchinos, postularon los investigadores en un trabajo publicado en la revista The Holocene.

El yacimiento de Pedra Furada incluye canteras de rocas redondeadas, conocidas como “cantos rodados”. Crédito: Gustavo Politis.

El poblamiento americano es uno de los temas más calientes de la arqueología. Durante mucho tiempo predominaron tres grupos de teorías acerca de la antigüedad de los primeros grupos humanos que arribaron al continente americano.

Una de las teorías se conoce como Clovis, Los Primeros, y ha propuesto un poblamiento tardío de América, alrededor de 11.500 años atrás, según contaron en el libro Vivir en la Patagonia, una historia antigua, de Enrique Terranova, Laura Miotti, y otros autores, publicado con apoyo de Fundación de Historia Natural Felix de Ázara.

Otra teoría, conocida como “Pre-Clovis”, plantea una ocupación previa, entre 12.000 y 14.000 años atrás.

Por último, el tercer grupo, proponía un poblamiento aún más antiguo del Nuevo Mundo, anterior a los 20.000 años.

En ese contexto del debate, un grupo de especialistas que trabaja en Brasil postuló años atrás que el poblamiento americano habría sido mucho más antiguo, posiblemente entre los 50.000 y 20.000 años antes del presente. Señalaron que las herramientas de piedra halladas en la cueva “Pedra Furada” y otros sitios del noreste de Brasil son de origen humano.

Pero ha habido estudios recientes en Brasil que sugieren que los monos capuchinos son también capaces de fabricar y usar un gran número de herramientas de piedra y vegetales en actividades más variadas que cualquier otro primate no humano conocido, incluidos los chimpancés.

Agustín Agnolín (izq.) y Federico Agnolín, investigadores del CONICET y autores del estudio. Uno se dedica a la arqueología y el otro a la paleontología / Archivo

Agustín Agnolin es arqueólogo e investigador de lnstituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Su hermano Federico es paleontólogo e investigador del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia" y de la Fundación Azara en Buenos Aires.

“Nos llevamos bien como hermanos y siempre comentamos 'papers'. Entre otros, años atrás hablamos sobre las herramientas que hacen los monos capuchinos”, recordó el arqueólogo en diálogo con Infobae. En 2017, hubo un artículo del científico Stuart Fiedel, de los Estados Unidos, en la revista PaleoAmerica en el que se preguntaba si las herramientas encontradas en Brasil podrían haber sido fabricadas por los monos.

Los hermanos Agnolin se pusieron a revisar todos los estudios publicados. “Postulamos que las herramientas de Pedra Furada y otros sitios cercanos de Brasil fueron el producto realizado por monos capuchinos para quebrar nueces y rocas hace unos 50.000 años. Hemos detectado que no hay diferencia entre las supuestas herramientas humanas de hace 50.000 años de antigüedad y las producidas por los monos en la actualidad”, agrega Agustín.

"Los monos capuchinos se suelen acercar a canteras de rocas redondeadas, conocidas como “canto rodado” y seleccionan algunas para cascar nueces o para excavar y conseguir alimentos. También golpean una roca con otra y luego lamen el polvillo que se genera tras los golpes, posiblemente como una manera de obtener minerales que son poco comunes en su dieta”, afirma.

Un mono capuchino fractura frutos utilizando una roca como martillo y otra como yunque en un sitio arqueológico con pinturas rupestres en el noreste de Brasil. Tiago Falótico.

Las herramientas que se han encontrado en Pedra Furada y otros sitios del noreste de Brasil consisten en guijarros fracturados, yunques, martillos y fragmentos de roca con sus bordes mellados. “Todas estas características líticas son indistinguibles de las herramientas de piedra de hoy en día utilizadas por los monos capuchinos”, sostiene.

Por otra parte, los yacimientos de Brasil no tienen restos de hogueras o de la alimentación que contribuyan a fundamentar la hipótesis de una presencia humana hace más de 20.000 años.

“Nuestra revisión de las evidencias plantea que los antiguos yacimientos de Brasil en realidad no pertenecen a los primeros pobladores de Sudamérica. En realidad son el producto de la actividad de monos capuchinos. Esto pone en duda las hipótesis que se proponía de un poblamiento excesivamente antiguo de América del Sur”, aclara Federico Agnolín.

“El poblamiento humano en esta parte del continente americano pudo haber sido más reciente y está en sintonía con los estudios que determinan su llegada hace unos 14.000 años”, agrega.

La científica Laura Miotti -(Izquierda), investigadora superior del Conicet y jefa de la división arqueología del Museo de La Plata especializada en el poblamiento americano-, coincide con que las pruebas que se han presentado para defender una ocupación humana en Pedra Furada y otros sitios de Brasil también habrían sido -en realidad- usadas por los antepasados de los monos capuchinos actuales.

Aunque Miotti, en diálogo con Infobae, precisa que "no eran herramientas 'fabricadas'" por los monos. “En esa zona de Brasil, hay cantos rodados. Se golpean nueces y entonces los guijarros se parten y parecen herramientas de piedra. Las compararon con los instrumentos hallados y atribuidos a los humanos y son idénticos. Esa tecnología de guijarros se mantuvo igual desde hace 40.000 a 12.000 años atrás. Es posible que sean objetos generados por los monos y no por humanos”.

La investigadora agregó: “Lo que demuestra la práctica de los monos capuchinos con los cantos rodados es que hasta el día de hoy no han cambiado nada la tecnología. Los monos siguen -como hace 40.000 años atrás- rompiendo nueces y generando 'pseudo instrumentos' de piedra que quedan desparramados. Esa falta de cambio tecnológico no puede ser aplicada a los humanos, ya que a partir de hace 14.000 o 12.000 años las tecnologías líticas de esa zona de Brasil sí se transforman constantemente. Entonces, es importante preguntarse ¿por qué no cambiaron entre los 40.000 y los 14.000 años anteriores? Considero que la ocupación humana en el Noreste de Brasil tiene altas posibilidades de haber comenzado hace unos 14.000 años en base a diferentes evidencias disponibles”.

Fuente: infobae.com | 15 de diciembre de 2022

Atila quería comida y no oro: desvelan la razón de los ataques hunos contra el Imperio Romano

Recreación de una villa romana saqueada por las hordas de Atila. Un lienzo de Georges-Antoine Rochegrosse.

Los hunos, un belicoso pueblo de la gran estepa euroasiática, han sido tradicionalmente definidos como violentos bárbaros movidos por una sed infinita de oro que contribuyeron, entre otras muchas razones, a la caída del Imperio Romano. Pero tanto sus orígenes como su expansión hacia el oeste y su impacto en las provincias tardías de Roma han sido cuestiones muy debatidas por los historiadores. Se sabe que a finales del siglo IV colaboraron y llegaron a acuerdos para acceder a grandes cantidades del precioso metal, aunque el sistema romano se derrumbó en la década de 440, con las sucesivas incursiones lideradas por su caudillo más famoso, Atila.

Un nuevo estudio publicado en la revista científica Journal of Roman Archaeology y liderado por Susanne Hakenbeck y Ulf Büntgen, investigadores de la Universidad de Cambridge, apunta a que el combustible de las migraciones de los hunos fue una serie de extremas sequías registradas entre los años 430 y 450. Combinando evidencias históricas, arqueológicas y medioambientales, los autores del trabajo sugieren que la "inexplicable violencia" de este pueblo pudo haber sido en realidad una respuesta a las circunstancias climáticas extremas y una estrategia para minimizar los desafíos económicos.

Concordancia espacial entre la sequía estival europea reconstruida y medida. Coeficientes de correlación espacial de 0,5° de alta resolución (escala de colores) entre el registro de isótopos estables de los anillos de los árboles (TRSI) y los datos objetivos del índice de gravedad de la sequía de Palmer autocalibrado en toda Europa (scPDSI) durante el período común 1901– 2018 CE. (Creado por Ulf Büntgen.)

Los datos obtenidos a partir de los anillos de crecimiento de robles de la actual República Checa y el sureste de Baviera arrojan información sobre los cambios anuales en el clima registrados a lo largo de los dos últimos milenios en Europa central y muestran que la zona de la gran llanura húngara donde se asentaron los hunos experimentó episodios de veranos inusualmente secos en los siglos IV y V. Los autores del estudio consideran que estas fluctuaciones, concretamente los periodos de sequía entre 430 y 450, habrían reducido el rendimiento de los cultivos y los pastos para los animales más allá de las llanuras aluviales de los ríos Danubio y Tisza.

"Estos datos nos brindan una oportunidad increíble para vincular año a año las condiciones climáticas con la actividad humana. Hemos descubierto que los periodos de sequía documentados en las marcas bioquímicas en los anillos de los árboles coincidieron con una intensificación de las incursiones armadas en la región", explica Büntgen (izquierda). Esta metodología de identificar acontecimientos climáticos extremos en el interior de los troncos y relacionarlos con estratigrafías arqueológicas o hechos concretos está brindando grandes resultados científicos, por ejemplo, la posibilidad de documentar la primera fecha exacta y segura sobre la presencia vikinga en América.

Para sustentar su hipótesis, los investigadores también han llevado a cabo análisis de isótopos de esqueletos hallados en cinco cementerios del siglo V localizados en la antigua provincia romana de Panonia y la gran llanura húngara. Los resultados muestran que los hunos respondieron a las adversidades climáticas migrando y mezclando dietas agrícolas y pastoriles. "Si la escasez de recursos llegó a ser demasiado extrema, es posible que las poblaciones se vieran obligadas a trasladarse, diversificar sus prácticas de subsistencia y cambiar entre la agricultura y el pastoreo móvil de animales", valora Hakenbeck (derecha).

Violentas incursiones

Los Hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos, por Alphonse de Neuville (1836–85)

Los ataques de los hunos a territorio romano se intensificaron con la llegada al poder del temible Atila en la década de 430. El caudillo prohibió a sus guerreros servir como mercenarios de Roma y lanzó dos campañas —441-442 y 447— que devastaron los Balcanes y lograron de Constantinopla un cuantioso tributo anual. En 451 se lanzó a la conquista de la Galia, aunque fue derrotado en la batalla de los Campos Cataláunicos por una alianza de romanos, godos y germanos, e invadió el norte de Italia al año siguiente.

Los investigadores de la Universidad de Cambridge señalan que esas incursiones, las más devastadoras de toda la historia de los hunos, coinciden con veranos extremadamente secos en la llamada llanura panónica o cuenca cárpata. "Las perturbaciones económicas producidas por el clima pudieron haber empujado a Atila y otros caudillos a obtener oro de las provincias romanas para conservar las bandas guerreras y mantener la lealtad entre las élites", considera Hakenbeck. "Los antiguos pastores de animales a caballo parece que se convirtieron en invasores". Las fuentes históricas describen a los hunos en este momento como un grupo muy estratificado y con una organización militar que resultaba difícil de contrarrestar incluso para los ejércitos romanos.

En el estudio también se sugiere, aunque sin pruebas, que la razón por la que los hunos atacaron las provincias de Tracia e Ilírico en 422, 442 y 447 fue para adquirir comida y piezas de ganado en lugar de oro. "Incluso la demanda de Atila de una extensa franja de tierra a lo largo del Danubio tal vez pueda verse como una estrategia de mitigación, ya que la tierra en la llanura aluvial habría ofrecido mejores pastos en tiempos de sequía", escriben los autores en relación con una supuesta búsqueda de mejores emplazamientos para combatir la escasez de tierras fértiles.

"El clima altera lo que el medioambiente puede proporcionar y esto puede llevar a la gente a tomar decisiones que afectan su economía y su organización social y política", concluye Hakenbeck. "Este ejemplo histórico muestra que las personas responden al estrés climático de manera compleja e impredecible, y que las soluciones a corto plazo pueden tener consecuencias negativas a largo plazo". Para la década de 450, los hunos habían desaparecido del mapa europeo con la misma rapidez que los había encumbrado como feroces invasores.

Fuente: elespanol.com | 15 de diciembre de 2022

Observaciones solares precisas alimentaron a millones en el México antiguo

Sol naciente visto desde la calzada de piedra del observatorio solar en el Monte Tlaloc, México. La vista se alinea con el sol naciente el 24 de febrero, coincidiendo con el año nuevo del calendario mexica. Crédito: Ben Meissner

Sin relojes ni herramientas modernas, los antiguos mexicanos observaban el sol para mantener un calendario agrícola que rastreaba con precisión las estaciones e incluso se ajustaba a los años bisiestos.

Antes de la llegada de los españoles en 1519, el sistema agrícola de la Cuenca de México alimentaba a una población extraordinariamente grande para la época. Mientras que Sevilla, el centro urbano más grande de España, tenía una población de menos de 50.000 habitantes, la Cuenca, ahora conocida como Ciudad de México, albergaba hasta 3 millones de personas.

Alimentar a tantas personas en una región con una primavera seca y monzones de verano requería una comprensión avanzada de cuándo llegarían las variaciones climáticas estacionales. Plantar demasiado temprano o demasiado tarde podría haber resultado desastroso. La falla de cualquier calendario para ajustarse a las fluctuaciones de los años bisiestos también podría haber llevado a la pérdida de cosechas.

(A) Patrón de precipitaciones en la Cuenca de México. Puntos azules: medias mensuales; puntos naranjas: modos mensuales; área sombreada en azul: ±1 SE; área azul claro: ±1 SD. (B) Sesgo de Pearson, una medida de riesgo de eventos extremos raros. Nótese la alta asimetría de los meses secos de primavera, de marzo a mediados de mayo (datos de los años 1952 a 2016, Estación Meteorológica 9020 Pedregal, Comisión Nacional del Agua , México).

Aunque los cronistas coloniales documentaron el uso de un calendario, no se entendía previamente cómo los mexicas o aztecas pudieron lograr tal precisión. Una nueva investigación de la Universidad de California Riverside, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, demuestra cómo lo hicieron. Usaron las montañas de la Cuenca como un observatorio solar, siguiendo la salida del sol contra los picos de las montañas de Sierra Nevada.

“Llegamos a la conclusión de que deben haberse parado en un solo lugar, mirando hacia el este de un día para otro, para saber la época del año mirando el sol naciente”, dijo Exequiel Ezcurra (izquierda), profesor distinguido de ecología de la UCR que dirigió la investigación.

Para encontrar ese lugar, los investigadores estudiaron manuscritos mexicas. Estos textos antiguos se referían al Monte Tlaloc, que se encuentra al este de la Cuenca. El equipo de investigación exploró las altas montañas alrededor de la cuenca y un templo en una cima de las mismas. Mediante modelos informáticos astronómicos, confirmaron que una larga estructura de calzada en el templo se alinea con el sol naciente el 24 de febrero, el primer día del año nuevo azteca.

Observatorio solar en el Monte Tlaloc, México. La calzada inclinada se alinea con el sol naciente del 23 al 24 de febrero, coincidiendo con el año nuevo del calendario mexica. Crédito: Ben Meissner.

“Nuestra hipótesis es que usaron todo el Valle de México. Su instrumento de trabajo era la propia Cuenca. Cuando salía el sol en un punto histórico detrás de las Sierras, sabían que era hora de comenzar a sembrar”, dijo Ezcurra.

El sol, visto desde un punto fijo de la Tierra, no sigue la misma trayectoria todos los días. En invierno, corre al sur del ecuador celeste y se eleva hacia el sureste. A medida que se acerca el verano, debido a la inclinación de la Tierra, el amanecer se mueve hacia el noreste, un fenómeno llamado declinación solar.

El horizonte oriental de la Cuenca de México, visto desde (A) el monte Tepeyac, (B) el Templo Mayor y (C) la pirámide de Cuicuilco. De NE a SE, las etiquetas resaltan todos los hitos horizontales principales: Tlamacas (Tm), Monte Tlaloc (Tl), Telapon (Te), Papayo (Pa), Iztaccihuatl (Iz) y Popocatepetl (Po). Los discos solares simulados indican la posición del sol al amanecer durante el solsticio de verano (izquierda), el equinoccio (centro) y el solsticio de invierno (derecha). Las imágenes del horizonte se obtuvieron utilizando Google Earth©.

Este estudio puede ser el primero en demostrar cómo los mexicas pudieron medir el tiempo empleando este principio, el sol y las montañas como puntos de referencia. Aunque algunos pueden estar familiarizados con el "calendario azteca", ese es un nombre incorrecto que se le da a la 'Piedra del Sol' (derecha), posiblemente la obra más famosa de la escultura azteca utilizada únicamente con fines rituales y ceremoniales.

“No tenía ningún uso práctico como observatorio celeste. Piense en ello como un monumento, como la Columna de Nelson en Trafalgar Square o el Monumento a Lincoln en Washington, DC”, dice Ezcurra.

Aprender sobre las herramientas aztecas que tenían un uso práctico ofrece una lección sobre la importancia de emplear una variedad de métodos para resolver preguntas sobre el mundo natural.

(A) Patio cuadrado (tetzacualo) y calzada de piedra del monte Tlaloc, proyección vertical elaborada a partir de una imagen digital de dron. El círculo de piedra en la calzada superior (S) y la plataforma rocosa donde se encontraba el monolito de Tlaloc (T), visibles en la imagen del dron, junto con el pozo excavado (W), están marcados como referencia. (B) Un plano de elevación, o sección longitudinal, a lo largo del eje principal de la calzada, muestra la elevación angular del rumbo celeste. (C) Vista de la pendiente hacia arriba a lo largo de la calzada, la cual muestra la alineación del monolito de Tlaloc en el patio con el centro del círculo de piedra en la calzada superior y el marcador de piedra existente en la entrada de abajo.

“Los mismos objetivos se pueden lograr de diferentes maneras. Puede ser difícil ver eso a veces. No siempre necesitamos depender únicamente de la tecnología moderna”, dijo Ezcurra. “Los aztecas eran tan buenos o mejores que los europeos para medir el tiempo, utilizando sus propios métodos”.

El observatorio azteca también podría tener una función más moderna, según Ezcurra. La comparación de imágenes antiguas de la cuenca de México con las actuales muestra cómo el bosque está subiendo lentamente al monte Tlaloc, probablemente como resultado de un aumento en las temperaturas promedio en las elevaciones más bajas.

Amanecer visto desde el cerro Tepeyac el 26 de febrero de 2022 a las 7:10 h. Téngase en cuenta que, debido a que la fecha de alineación fue 2 días antes, el sol naciente se desplaza alrededor de 1° al norte de la cima del monte Tlaloc, visible a lo lejos. Créditos de las fotos: Ben Fiscella Meissner.

“En la década de 1940, la línea de árboles estaba muy por debajo de la cumbre. Ahora hay árboles creciendo en la cumbre misma”, precisa Ezcurra. “Lo que fue un observatorio para los antiguos también podría ser un observatorio para el siglo XXI, a fin de comprender los cambios climáticos globales”.

Fuentes: Universidad de California Riverside | phys.org | 12 de diciembre de 2022

Sarro en dientes de miles de años muestra que los humanos del Paleolítico tenían mejor salud bucal

Foto: Algunas de las piezas bucales cuyo sarro se analizó en el estudio. Imagen cedida por Andrea Quagliariello.

El sarro fijado a dientes de humanos que vivieron hace miles de años ha permitido saber qué comían, qué bacterias tenían en la boca y, también, cómo era su salud bucal.

Investigadores italianos han reunido decenas de dentaduras de un periodo clave de la prehistoria: el paso del Paleolítico, el tiempo de los cazadores-recolectores nómadas, al Neolítico, la era de los agricultores, los ganaderos, las primeras ciudades, los primeros imperios y el resto de la historia. Han visto cómo el microbioma oral cambió a medida que los pueblos neolíticos que venían de oriente con su tecnología agraria y sus animales domesticados fueron propagándose. El proceso es muy similar al sucedido en la península ibérica por la misma época.

El sarro no es otra cosa que placa dental calcificada. Y la placa es una fina película de bacterias (biofilm) que prospera con la presencia de los restos de comida. Muchas son simbiontes, ayudando a la digestión de los alimentos, otras son patógenas y otras muchas son beneficiosas o dañinas según su medida y las condiciones del entorno. La ciencia lleva unos años aprovechando los avances de la genética, que han permitido identificar la presencia de estos microorganismos en restos humanos antiguos, y donde más se acumulan y mejor se conservan es en los dientes. La dentadura es, precisamente, la parte del cuerpo humano que más aguanta el paso del tiempo, como cualquier paleontólogo podría atestiguar. Hay descubrimientos de especies de homínidos que se basan en el hallazgo de un único diente.

Lo que ha hecho un grupo de científicos italianos ha sido reunir una de las mayores colecciones de dentaduras ancestrales. En total, juntaron 76 muestras dentales, algunas tan antiguas como hace 31.000 años, en pleno Paleolítico superior, cuando la última glaciación aún cubría de hielo la mayor parte de Europa. Las más recientes son ya de la Edad del Cobre, hace unos 3.000 años y a unos pocos siglos de la fundación mítica de Roma. Entre medias, la mayoría de los restos son de las distintas fases del Neolítico. La gran revolución empezó justo al inicio del Holoceno, al retirarse los últimos glaciares, hace unos 11.000 años en Oriente Próximo. De allí llegaron a Europa en los milenios siguientes otras gentes, que trajeron la agricultura, la ganadería, los pueblos estables, las jerarquías sociales...

En esta dentadura de hace 5.000 años recuperada en el sur de Italia se puede apreciar perfectamente el sarro con restos de decenas de especies de bacterias. ANDREA QUAGLIARIELLO

Al sur de Italia, los primeros pueblos del este llegaron hace unos 8.000 años. De esa zona son casi todas las dentaduras analizadas en esta investigación. Buscaban así poder ver cómo fue la evolución del microbioma bucal con el paso del tiempo en un mismo sitio.

El trabajo se basa en la llamada metagenómica, el estudio de la comunidad microbiana en un entorno específico, en este caso, la boca. Los resultados de la investigación, publicada en Nature Communications, muestran que lograron identificar 49 especies distintas. La gran mayoría eran bacterias, pero también encontraron otros micro-organismos, como arqueas y diatomeas. Comparadas con las más de 1.000 especies que pueden colonizar una boca humana, no parecen muchas. Pero estas bocas tienen entre 31.000 y 3.000 años de antigüedad.

El investigador de la Universidad de Padua, Andrea Quagliariello (izquierda), coautor del estudio, resume sus resultados: “Observamos dos cambios diferentes, especialmente desde el cazador-recolector hasta los primeros agricultores. Estos cambios siguieron dos tendencias distintas: una, de especies que estaban muy presentes entre los cazadores-recolectores y comienzan a declinar con el inicio del Neolítico; y otras especies que siguen la tendencia opuesta, que estaban poco presentes entre los cazadores y aumentaron mucho con el inicio de la transición”.

Las que van aumentando hasta ser predominantes pertenecen a los complejos rojo y naranja. Los odontólogos y microbiólogos catalogan las bacterias bucales en grupos de colores. Entre ellas hay algunas que, sin tener que saber qué son, sus nombres resultan familiares, como las rojas Porphyromonas gingivalis y Treponema denticola o varias especies de Campylobacter y la Prevotella intermedia, ambas del complejo naranja. En el otro extremo, entre los micro-organismos que van desapareciendo de la boca, están taxones del complejo púrpura (la Actinomyces spp.) y varios estreptococos, del grupo amarillo.

El microbioma oral y sus cambios permitió a los investigadores identificar las modificaciones en la dieta. Como sucede con la microbiota intestinal, las bacterias simbiontes de la boca metabolizan la comida, pero cada grupo de especies metaboliza nutrientes diferentes o por rutas químicas distintas. “Las muestras paleolíticas y neolíticas se caracterizaron por diferentes rutas de carbohidratos”, dice Quagliariello. Por ejemplo, los cazadores-recolectores paleolíticos presentaban un enriquecimiento en el metabolismo del almidón de origen vegetal silvestre, mientras que en las muestras neolíticas era por el metabolismo de la galactosa, un subproducto de la lactosa de la leche animal. “Estas diferencias probablemente estén relacionadas con una diferencia en los recursos dietéticos seleccionados”, añade el investigador italiano. De hecho, usando el microscopio, detectaron restos de plantas diferentes (trocitos de semillas y raíces) en el sarro de los cazadores-recolectores y en el de las personas del Neolítico. “Esto puede explicarse por el hecho de que adoptaron diferentes fuentes de carbohidratos y, a cambio, se seleccionaron diferentes especies. De hecho, las muestras de cazadores-recolectores estaban particularmente enriquecidas en restos de almidón en el sarro y, al mismo tiempo, también enriquecidas en especies implicadas en el metabolismo del almidón”, concluye.

Los dientes son la parte del cuerpo que mejor se conserva en el registro fósil y desde hace unos años la metagenómica ayuda a identificar el microbioma oral del pasado. Este diente tiene 3.000 años. ANDREA QUAGLIARIELLO.

Aunque no fuera el objetivo del trabajo, las diferencias en el microbioma oral les permitió llegar a otra conclusión: los paleolíticos tenían los dientes más sanos. La caracterización de las bacterias de los neolíticos permitió a los científicos observar un aumento de la virulencia con el paso del tiempo. Así, las nuevas bacterias tenían mayor motilidad, una mejorada evasión frente al sistema inmune y mejores mecanismos antifagocitosis (un mecanismo celular para combatir agentes extraños), así como mayor capacidad para generar endotoxinas. En conjunto, según escriben los autores del estudio, “los ecosistemas orales de las poblaciones del final del Neolítico y la Edad del Cobre sufrieron un peor estado de salud que los de sus ancestros recientes. En este marco, cabe señalar que los análisis antropológicos, principalmente extraídos de artículos publicados, informaron que la mayoría de las muestras consideradas para este periodo se caracterizaron por una mayor incidencia de enfermedades orales. Por el contrario, las muestras del Paleolítico mostraron buenas condiciones de salud bucal y las de inicios y mitad del Neolítico presentaban una baja incidencia de periodontitis y caries”.

La investigadora de la Universidad de Alcalá de Henares, Miriam Cubas (izquierda), conoce bien cómo era la salud dental de aquella época. “Los dientes de los humanos del Neolítico están todos agujerados, llenos de caries”, dice. Cubas, que, aunque no ha participado en el trabajo italiano, ha investigado la misma transición del Paleolítico al Neolítico y cómo cambió la dieta de forma paralela. Pero su trabajo se ha centrado en la península ibérica y usado un método muy diferente, pero igual de fascinante que el de la metagenómica del sarro. “La distinta presencia de dos isótopos diferentes en los huesos [el carbono-13 y el nitrógeno-15] permiten saber qué comían”, dice Cubas.

En 2018 y mientras estaba en la Universidad de York (Reino Unido), Cubas lideró un trabajo en el que se analizaron los huesos de casi 800 humanos que vivieron, en su mayoría, en las costas mediterránea y cantábrica, los dos extremos ecológicos y climáticos de la península ibérica. “Durante el Paleolítico, eran grupos nómadas que dependían de lo que tenían en el sitio en el que se encontraban. La mayor parte de sus proteínas eran cárnicas terrestres”, explica la científica española. Pero con el fin de la glaciación, hubo cambios muy profundos: la megafauna desapareció y el nivel del mar aumentó. “Los humanos del Mesolítico [previo al Neolítico] complementaban su dieta con proteínas animales, pero ahora eran de origen marítimo. Así que cuando ahora se habla de dieta paleolítica, hay que recordar que hubo varias dietas paleolíticas”, recuerda Cubas.

Foto: Los resultados demuestran, según escriben los investigadores, que la introducción de la agricultura afectó al microbioma oral de los humanos.

Pero el gran cambio vino, como en Italia, por el este y hace unos 8.000 años. “La población que viene del oriente se instala en las costas mediterráneas, trayendo su agricultura y su ganadería”, comenta Cubas. La relación de isótopos en los huesos muestra que dejaron de comer pescado o, al menos, lo arrinconaron en favor del grano y la leche de sus animales domesticados. Esto marcó grandes diferencias entre los pobladores del este de la península y los del oeste. Los primeros tardaron al menos otros 1.000 años en llevar el Neolítico y su dieta hasta el extremo cantábrico.

Lo que no está claro, ni en Italia ni en España, es si la sustitución fue por la asimilación de los últimos cazadores nómadas al estilo de vida sedentario de los primeros agricultores o, simplemente, los paleolíticos desaparecieron, como su modo de vida.

Fuente: elpais.com | 22 de noviembre de 2022