El puente de Beringia se formó mucho después de lo que se creía, según revela un estudio

Mapa del este de Rusia y Alaska con un borde marrón claro que representa a Beringia.

El puente de Beringia no se formó hasta hace 35.700 años, y sirvió como paso para que los seres humanos poblaran América en el Pleistoceno.

El estrecho de Bering se localiza en el extremo de Siberia (en Asia) más cercano a Alaska (en América). Se nombró en honor a un explorador danés Vitus Bering, quien, al servicio del Imperio Ruso, cruzó de lado a lado en el siglo XVIII. De acuerdo con la teoría evolutiva más aceptada, hacia la última glaciación este espacio estaba completamente libre de agua marina.

Durante décadas, se asumió que este cruce natural estuvo despejado hace 16.500 años. Sin embargo, a partir de un nuevo estudio, los investigadores de la Universidad de California, Santa Cruz, sugieren que este proceso se dio mucho tiempo después del que se creía originalmente. Ésta es la razón.

Mapa en el que se ilustra la geografía de Beringia, el puente terrestre que se formó entre América del Norte y Asia durante la última glaciación. Los humanos cruzaron Beringia desde Asia hasta América del Norte durante el período glacial Würm (Bond, JD, 2019. Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey, Open File 2019-2. © Government of Yukon 2022.).

¿Cuál es la teoría del estrecho de Bering?

Como consecuencia del descenso en el nivel de los océanos, hace unos 16.500 años, los seres humanos antiguos lograron pasar de un lado al otro a pie.

De acuerdo con el National Park Service, en Estados Unidos, la primera teoría sobre el estrecho de Bering surgió en España, en 1590. La hipótesis se ha afinado por siglos, a partir de los registros geológicos que han estado disponibles: "Algunos científicos creían que el puente terrestre contenía vegetación uniformada similar a la actual vegetación de la llanura ártica", documenta la institución.

En la actualidad, se sabe que el estrecho de Bering fue un puente terrestre a través del cual los seres humanos cruzaron hacia las Américas durante la Edad del Hielo. La tierra era tan fértil, que una amplia diversidad de especies vegetales abundó en ese periodo, hasta que el mar reclamó su territorio nuevamente.

Hidrografía del hemisferio norte polar y batimetría del estrecho de Bering

A merced del cambio climático

De acuerdo con los investigadores de Estados Unidos, los humanos prehistóricos cruzaron el estrecho de Bering tan pronto como se formó. A partir de una reconstrucción histórica de la región, los científicos piensan que podría ser que el puente terrestre se formara hace 35.700 años, menos de 10.000 años antes de que tuviera lugar el apogeo del Último Máximo Glacial. Esto lo situaría en la plenitud del Pleistoceno, explican los autores en Proceedings of the National Academy of Sciences.

Los investigadores tomaron como base las placas de hielo que cubrieron al estrecho de Bering hace 46.000 años. A partir de su estudio lograron rastrear que el espacio se abrió hace 35.700 años. De acuerdo con Tamara Pico (izquierda) profesora asistente de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la institución National Park Service, este hallazgo arroja nueva luz sobre el cambio climático en la época:

"Significa que más de 50% del volumen global de hielo en el Último Máximo Glacial creció después de hace 46.000 años", explica la coautora del estudio en un comunicado de la Universidad de California, Santa Cruz. "Esto es importante para comprender la retroalimentación entre el clima y las capas de hielo, porque implica que hubo un retraso sustancial en el desarrollo de las capas de hielo después de que las temperaturas globales cayeron".

Los niveles globales del mar caen durante los periodos glaciales a medida que más y más agua de la Tierra queda atrapada en capas de hielo masivas, pero el momento de estos procesos ha sido difícil de precisar. Durante el Último Máximo Glacial, que duró desde hace unos 26.500 a 19.000 años, las capas de hielo cubrieron grandes áreas de América del Norte. Los niveles del mar drásticamente más bajos descubrieron una vasta área de tierra conocida como Beringia que se extendía desde Siberia hasta Alaska y albergaba manadas de caballos, mamuts y otra fauna del Pleistoceno. Cuando las capas de hielo se derritieron, el estrecho de Bering se inundó nuevamente hace unos 13.000 a 11.000 años.

Hoy en día, muchas partes de la Reserva Nacional del Puente Terrestre de Beringia se parecen a lo que podría haber sido cuando llegaron los primeros humanos. Foto de NPS

Los nuevos hallazgos son interesantes en relación con la migración humana, dado que acortan el tiempo entre la apertura del puente terrestre y la llegada de los humanos a las Américas. El momento de la migración humana a América del Norte sigue sin resolverse, pero algunos estudios sugieren que los seres humanos pudieron haber vivido en Beringia durante el apogeo de la Edad de Hielo.

“Es posible que la gente hubiera comenzado a cruzar tan pronto como se formó el puente terrestre”, dice Tamara Pico.

El nuevo estudio utilizó un análisis de isótopos de nitrógeno en los sedimentos del fondo marino para determinar cuándo se inundó el estrecho de Bering durante los últimos 46.000 años, lo que permitió que el agua del Océano Pacífico fluyera hacia el Océano Ártico. El primer autor, Jesse Farmer, de la Universidad de Princeton, dirigió el análisis de isótopos, midiendo las proporciones de isótopos de nitrógeno en los restos de plancton marino conservados en núcleos de sedimentos recolectados del fondo marino en tres lugares en el Océano Ártico occidental. Debido a las diferencias en la composición de nitrógeno de las aguas del Pacífico y del Ártico, Farmer pudo identificar una firma de isótopos de nitrógeno que indicaba cuándo fluyó el agua del Pacífico hacia el Ártico.

Pico, cuya experiencia versa sobre el modelado del nivel del mar, comparó los resultados de Farmer con modelos del nivel del mar basados ​​en diferentes escenarios para el crecimiento de las capas de hielo.

Foto: Representación artística de un campamento de cazadores-recolectores en Beringia durante la última Edad de Hielo. Para sobrevivir al frío, habrían necesitado parkas y pantalones apropiados. Crédito de la imagen: Beringia hace 15.000 años. Pintura producida por Videoanthrop Inc., Montreal/M. François Girard. Museo Canadiense de Historia

"Lo emocionante para mí es que esto proporciona una restricción completamente independiente sobre el nivel del mar global durante este período de tiempo", aduce Tamara Pico. "Algunas de las historias sobre la capa de hielo que se han propuesto difieren bastante, y pudimos ver cuál sería el nivel del mar pronosticado en el Estrecho de Bering y comprobar cuáles eran consistentes con los datos del nitrógeno".

Los resultados respaldan estudios recientes que indican que los niveles globales del mar eran mucho más altos antes del Último Máximo Glacial de lo que sugerían las estimaciones anteriores. El nivel medio global del mar durante el Último Máximo Glacial fue unos 130 metros más bajo que el actual. Sin embargo, el nivel real del mar en un sitio en particular, como el estrecho de Bering, depende de factores como la deformación de la corteza terrestre por el peso de las capas de hielo.

“Es como darle un puñetazo a la masa de pan: la corteza se hunde bajo el hielo y se eleva por los bordes”, precisa Tamara Pico. “Además, las capas de hielo son tan masivas que tienen efectos gravitatorios sobre el agua. Modelé esos procesos para ver cómo había variado el nivel del mar en todo el mundo y, en este caso, para observar lo sucedido en el estrecho de Bering”.

Los hallazgos implican una relación complicada entre el clima y el volumen global de hielo y sugieren nuevas vías para investigar los mecanismos subyacentes a los ciclos glaciales.

Fuentes: National Geographic | Universidad de California, Santa Cruz | 5 de enero de 2022

La producción en masa de láminas de piedra muestra un cambio cultural en el Paleolítico Superior del Levante

Puntas de El-Wad. a–f: puntas El-Wad con combinaciones de retoque dorsal (c se ajusta al tipo de punta Ksar Akil). g: Punta de el-Wad retocada inversamente. h: fragmento distal de el-Wad con cicatriz de burinación (resaltado en rojo). Crédito: fotos M. Schemmel; Revista de arqueología paleolítica (2023).

El análisis de las herramientas de piedra atribuidas a la cultura Ahmariana, la primera cultura del Paleolítico Superior del Cercano Oriente (que data de hace aproximadamente 45.000 a 40.000 años) muestra que los objetos pequeños, alargados y simétricos (cuchillas), se producían en masa in situ. Una producción tan estandarizada está en línea con lo que los arqueólogos ya han sugerido que se vincula con la introducción del arco y la flecha.

La herramienta ahmariana más típica es la punta de el-Wad, una hoja o hoja hecha de pedernal que tiene una modificación adicional e intencional, el llamado retoque. Son una de las variantes extendidas de puntas de lanza o flecha a principios del Paleolítico Superior. Los nuevos hallazgos sugieren que las puntas de el-Wad en Al-Ansab probablemente fueron el resultado de intentos de remodelar artefactos de hojas asimétricas más grandes, a fin alcanzar los estándares de calidad de las hojas no modificadas, que son más pequeñas, alargadas y simétricas.

Los principales sitios ahmarianos en el Levante: (1) Abu Noshra I, II, IV; (2) Al-Ansab 1; (3) Boker A; (4) Kebara; (5) Ksar Akil; (6) Lagama V, VI, VII, VIII, XI, XII, XV, XVI; (7) Manot; (8) Mughr el-Hamamah; (9) Nahal Nizzana XIII; (10) Qadesh Barnea 501, 601, 602, 9; (11) Qafzeh; (12) Tor Hamar (J431); (13) Tor Sadaf; (14) Yabroud II; (15) Üçağızlı.

Este es el principal resultado del análisis realizado por el Dr. Jacopo Gennai, Marcel Schemmel y el profesor Dr. Jürgen Richter (los tres del Departamento de Arqueología Prehistórica de la Universidad de Colonia). Los autores proponen que al sur de la cultura Ahmariana ya se había completado por completo el cambio tecnológico y cultural hacia el uso preferido de pequeñas cuchillas, utilizadas como lanzas o incluso puntas de flechas. El artículo "Análisis de la cultura Ahmariana. Tecnología lítica y las puntas de El‑Wad de Al‑Ansab 1" se ha publicado ahora en el Journal of Paleolithic Archaeology.

El sitio de Al-Ansab 1, ubicado aproximadamente a 10 kilómetros al sur de la conocida ciudad en ruinas de Petra, en Jordania, ha sido excavado desde 2009 por un equipo de la Universidad de Colonia dirigido por Jürgen Richter. El lugar es importante, ya que es una de las evidencias mejor conservadas de la tecnología lítica ahmariana registrada en un contexto al aire libre.

Foto: excavaciones en el enclave de Al-Ansab 1, en el bajo Wadi Sabra, a unos 15 Km al sur de Petra (Jordania), es uno de los pocos asentamientos al aire libre estratificados de la cultura Ahmariana. Daniel Schyle.

De 2018 a 2021, Jacopo Gennai, el autor principal del trabajo de investigación, volvió a estudiar una parte representativa del material excavado para comprender cómo los métodos de producción de láminas similares estaban dentro de la extensión del Paleolítico Superior temprano. Además, Marcel Schemmel, un estudiante miembro del equipo de Richter, produjo un nuevo análisis de las puntas de el-Wad, restringiendo su definición a criterios tipométricos más precisos.

Foto: Pequeñas puntas de piedra como remates de armas de caza como lanzas (derecha)

El Paleolítico Superior temprano se identifica como el marcador cultural del empuje final y exitoso de nuestra especie en Eurasia. Se cree que las hojas pequeñas, delgadas y altamente estandarizadas son lo que queda de las flechas o lanzas arrojadizas que se usaban en los ambientes esteparios abiertos de la época para atrapar animales ungulados. Luego, las hojas muestran características del comienzo de la caza a larga distancia, una desviación significativa de las prácticas de caza anteriores.

Los nuevos análisis indican que, en lugar de ser meros productos residuales, las pequeñas láminas fueron fundamentales para el éxito del Homo sapiens durante el Paleolítico superior. Al ser estandarizadas y desechables las hojas líticas, esta tecnología flexible probablemente facilitó la dispersión exitosa de nuestra especie por toda Europa, ya que permitió a los grupos cubrir grandes distancias en territorios desconocidos sin necesidad de depender de fuentes de materia prima grandes y de buena calidad.

"Durante el Paleolítico Superior, tenemos una proliferación de navajas, pero su papel aún no estaba bien establecido dentro de la cultura Ahmariana. Esperamos que estos nuevos resultados cambien nuestra comprensión de la industria lítica del Paleolítico Superior más temprano del Levante e impulsen nuevas investigaciones para encontrar los orígenes de este comportamiento que se mantuvo con el 'Homo sapiens' hasta el final del Paleolítico", dijo el Dr. Gennai (izquierda).

Fuentes: Universidad de Colonia | 6 de enero de 2023

Una máquina de leer huesos revela que el primer 'Homo' cazaba

Recreación de la vida en Olduvai de los primeros 'homo', despedazando una pieza cazada MAURICIO ANTÓN / IDEA.

Encontrar en un fragmento del hueso hioides –situado a la altura de las vértebras cervicales– las leves marcas de una piedra afilada que utilizó un Homo habilis hace más de un millón de años provoca un pequeño escalofrío. Es una emoción extraña que te asalta cuando, aplicando el cortahilos, el ojo es capaz de apreciar esos cortes casi paralelos que quedaron impresos en el fragmento óseo, y la mente comprende que es obra de un antepasado que vivió hace más de 1,8 millones de años.

Arqueólogos madrileños acaban de publicar en una revista científica las conclusiones de un trabajo de años, en el que, por medio de la inteligencia artificial, han logrado demostrar que aquellos primeros humanos eran cazadores, y no se limitaban a comer los restos que dejaban leones o hienas.

El estudio se ha realizado en el Instituto de Evolución en África (IDEA), codirigido por los doctores Manuel Domínguez-Rodrigo, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares y profesor visitante en la Universidad de Rice, Houston)–, y Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid), y se publicó el 18 de octubre en la revista científica PeerJ.

Enrique Baquedano (izquierda) y Manuel Domínguez-Rodrigo en Olduvai. IDEA.

Prospección por franjas

Baquedano y Domínguez-Rodrigo llevan años excavando en la garganta de Olduvai (Tanzania), en el corazón de África y la cuna de la humanidad, donde dieron sus pasos los primeros especímenes Homo. De hecho, desde 2006 dirigen un equipo internacional encargado de buscar, localizar y analizar cuanto vestigio sea posible sobre aquellas primeras agrupaciones de los considerados primeros Homo.

Y allí donde los equipos estadounidenses llevan 30 años sin encontrar nuevos yacimientos, ellos llevan ya cuatro localizados. Uno de ellos es DS –David's site, llamado así en homenaje al geólogo David Uribelarrea, que lo descubrió–. «500 metros cuadrados en superficie, cubiertos por 1,8 millones de años de sedimentos», explica Baquedano.

Vista general de la garganta de Olduvai, considerada la cuna de la humanidad y donde trabaja el equipo del IDEA MAURICIO ANTÓN / IDEA

Un largo debate

La explicación a este éxito del equipo madrileño está en la metodología aplicada: «Tenemos distintas maneras de hacer la prospección». Mientras que los estadounidenses se centraron en pequeñas catas muy concretas donde creían que podían encontrar algún hallazgo, los españoles realizaron grandes franjas, muy largas, para poder salvar el obstáculo que supone un terreno con muchas fallas y diaclasas, que complica la identificación de los estratos. Las largas franjas permiten hacer el seguimiento completo de un determinado nivel: así llegaron hasta el yacimiento DS.

En este espacio, donde el terreno es volcánico, lacustre y fluvial, se han recogido las muestras que han permitido concluir que los primeros especímenes africanos Homo eran ya cazadores, «que transportaban su caza hasta este punto y allí las deshuesaban y consumían».

El debate sobre si Homo habilis era cazador o se dedicaba al cleptoparasitismo –aprovechar los restos de las presas de otros animales– ha tenido ocupada a la comunidad científica durante más de cinco décadas. En 1959, el matrimonio de antropólogos e investigadores Louis y Mary Leakey defendían la tesis de que este antepasado humano también era cazador. Coincidió con ella el también arqueólogo Glynn Isaac.

Foto: Louis y Mary Leakey mostrando los restos de una mandíbula. Cortesía de la Fundación Leakey.

Debate científico

Pero a finales de los 70, su colega Lewis Binford cambió la teoría y sostuvo que esos primeros especímenes Homo «eran carroñeros terminales: acudían a comerse lo que quedaba de las presas, tras el paso de los leones y luego de las hienas». El debate arreció en los 80; hasta que en los 90, las excavaciones de Robert Blomenschein defendieron una posición intermedia: creía que eran carroñeros sobre piezas cazadas por leones, y tras el paso de estos, pero antes que las hienas, «porque después de estas, no queda nada», señala Baquedano.

Manuel Domínguez-Rodrigo volvió a la primera teoría en 2007: Homo habilis era cazador, de piezas pequeñas como gacelas o antílopes. La misma tesis que ahora han podido demostrar. Para ello, han utilizado la inteligencia artificial para diseñar una «máquina de leer» a la que «mediante un algoritmo, se le ha enseñado a distinguir las huellas que dejan los dientes de félidos o las hienas», sobre los huesos de las presas halladas en el yacimiento DS de la garganta de Olduvai.

Las conclusiones del estudio confirman las hipótesis planteadas en la tesis doctoral de Lucía Cobo-Sánchez, autora principal del artículo y también miembro del IDEA: no existen marcas de felinos en la mayoría de los animales consumidos por los primeros seres humanos, lo que indica que los homininos fueron los consumidores primarios de la mayoría de los animales acumulados en el yacimiento, posiblemente a través de la caza.

La investigadora en evolución humana en el IDEA, Lucía Cobo-Sánchez, realizando trabajos de prospección en la Garganta de Olduvai.

No es una cuestión intrascendente: la capacidad de cazar se asocia a un alto grado de cooperación, tanto para apresar a los animales como para repartir luego la carne obtenida. Además, la caza habría resultado ser una fuente regular de proteína de alta calidad, que metabólicamente ayudara a un mayor desarrollo del cerebro humano, la marca de la evolución de la especie.

La 'máquina de leer' es una creación del doctor Domínguez-Rodrigo, que la ideó hace unos siete años y que «ahora se usa en todo el mundo», explica Baquedano. «Hubo que introducir miles y miles de fotos de marcas de leones o hienas sobre huesos para que el algoritmo aprendiera», amplía el arqueólogo. Las marcas de dientes se obtuvieron tanto de carnívoros cautivos en la reserva de Cabárceno (Cantabria), como de animales salvajes que habitaban en el parque nacional Tarangire (Tanzania).

El mayor yacimiento

El DS es el yacimiento más grande en extensión de la industria olduvayense, el primer tecnocomplejo de estos especímenes Homo, donde construían sus primeras herramientas de piedra. «Hasta ese punto llevaban las piezas cazadas y ahí las despiezaban y las consumían», relata Baquedano. «Es un espacio donde encontramos las cosas tal como las dejaron los 'Homo' de hace 1,7 millones de años: las basuras están en posición primaria, donde las dejaron caer. Es como interpretar la escena del crimen en CSI».

El análisis de ese yacimiento permite a los expertos conocer cómo era la vida y la organización de aquellos primeros grupos humanos, y les lleva a deducciones: «Hay patrones de descuartizamiento que nos llevan a pensar que no había familias nucleares, padres con sus hijos como ahora las entendemos; no se percibe ese patrón de distribución», detalla el director del Museo Arqueológico y Paleontológico de Madrid.

Falange de 1.84 millones de años hallada en el yacimiento PTK de Olduvai, Tanzania.

En clanes

Su deducción es que «la organización era en clan. Había parejas, sí, pero no como una familia nuclear, sino más bien como hacen otros grupos de grandes primates, con liderazgos importantes como en el caso de los gorilas». Este amplio espacio descubierto por el equipo madrileño de investigadores «era el lugar donde despedazaban, descarnaban y consumían las piezas cazadas». Pero no vivían allí: estos primeros Homo no utilizaban cuevas –no las había en la zona–, ni hay testimonio de que construyeran cabañas. En el enclave había arroyos que entraban al lago, donde se formaban islotes con palmeras, «y allí se cobijaban, bajo las palmeras, como los grandes primates», cuenta Baquedano.

Queda mucho por saber de nuestros primeros antepasados. Por ejemplo, si esas primeras herramientas de piedra tallada las hicieron, como se creía, el Homo habilis –de ahí su nombre, habilidoso–, o si también las elaboró el Homo ergaster: el equipo del IDEA descubrió en el yacimiento PTK, en 2012, una falange muy moderna, del dedo meñique de la mano izquierda de un individuo que vivió hace casi dos millones de años en África. La garganta de Olduvay, la cuna de la humanidad, es la espléndida 'oficina' donde trabajan Baquedano, Domínguez-Rodrigo y sus equipos desde hace años, y a la que esperan seguir volviendo cada año porque «África te abduce».

Fuente: abc.es | 7 de enero de 2023

Descubren evidencias de la peste justiniana en una necrópolis de época bizantina en Alicante

Cuadro representando la «peste justiniana». Creative Commons. Wikepedia.

En una necrópolis de época bizantina (siglo VI d.C.) situada a orillas del río Segura, en el municipio de Rojales, en la provincia de Alicante, se han documentado evidencias de la que podría ser considerada como la primera pandemia global de la historia, más conocida como "peste justiniana" o "plaga de Justiniano", bautizada así por quien era en esos momentos el emperador del Imperio Bizantino. En esta necrópolis, los arqueólogos han excavado alrededor de una treintena de tumbas en las que fueron enterrados padres y madres abrazados a sus hijos tras morir como consecuencia de la terrible plaga causada por la bacteria Yersina pestis.

Esta necrópolis bizantina esta situada en una duna fosilizada del yacimiento de Cabezo del Molino, y los restos mortales allí localizados son el resultado de varias campañas de excavación llevadas a cabo por el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ), dirigidas por Manuel Olcina Doménech. El proyecto también cuenta con la colaboración del Instituto Max Plank de Jena (Alemania) y de la antropóloga de la Universidad de León, Susana Gómez-González.

Foto: Trabajos en el yacimiento de Rojales. / EFE

UNA PANDEMIA DEVASTADORA

La arqueóloga del MARQ, Teresa Ximénez de Embún, ha explicado que hasta ahora se han hallado en la necrópolis 62 cuerpos repartidos en una treintena de tumbas que, cronológicamente, coincidirían con el primer brote de peste, una pandemia que pudo haber matado entre 25 y 50 millones de personas a lo largo y ancho de todo el Mediterráneo.

La arqueóloga del MARQ Teresa Ximénez de Embún. (EFE/Morell).

En cuanto a las novedades que aportan las recientes investigaciones, estas radican principalmente en la posibilidad de localizar por primera vez vestigios de la peste justiniana en la parte occidental del Mediterráneo, en una región que abarcaba desde el sur de Valencia hasta Huelva y que, por aquel entonces, formaba parte del Imperio Bizantino, que se la arrebató a los visigodos entre los siglos VI y VII d.C.

Una de las tumbas descubiertas por los arqueólogos del MARQ en la necrópolis de Cabezo del Molino. Foto: Diputación de Alicante.

Según Ximénez de Embún, cuando la pandemia llegó al sur de Alicante, sus víctimas fueron enterradas en un tipo de necrópolis que era muy diferente a otras que hayan podido ser descubiertas con anterioridad: "El tratamiento de los individuos en su forma de enterramiento es emocional, sin fosas comunes y con una organización cementerial por agrupaciones familiares". Esta necrópolis formaba parte de las primeras comunidades cristianas en el ámbito rural, y en ella pueden verse muertes "repentinas y contemporáneas", como por ejemplo grupos familiares de hasta tres individuos abrazados y sepultados al mismo tiempo (antes del rigor post mortem), cuya muerte tuvo que ser causada por una infección.

Una de las tumbas de Cabezo del Molino, en la que pueden verse los restos de un adulto y un niño. Foto: Diputación de Alicante

TUMBAS COMUNALES

Dos arqueólogas del MARQ analizan algunos de los huesos descubiertos en la necrópolis de Cabezo del Molino.Foto: Diputación de Alicante

Como hemos visto, en las tumbas que los arqueólogos han localizado en la necrópolis de Cabezo del Molino los individuos adoptan posturas bastante inusuales: un adulto abraza a un niño, un varón de entre 20 y 25 años yace junto un menor de unos seis años, una joven sostiene a un bebé en brazos, cuatro niños de entre 8 y 10 años fueron enterrados a la vez y dos gemelos o mellizos descansan en la misma sepultura. La edad de los difuntos es bastante clarificadora para Ximénez de Embún: "Se trata de una población joven, cuyas muertes prematuras nos advierten de que existió un proceso infeccioso en la comunidad".

Y es que según se iba ampliando la Renovatio imperii (nombre que recibe la campaña de reconquista de los antiguos territorios del Imperio Romano en manos de los pueblos bárbaros, liderada por el emperador Justiniano I), las tropas bizantinas podrían haber ido extendiendo la epidemia a su paso, lo que provocó que la población bizantina en Hispania se viera seriamente afectada, incluso hasta llegar a su desaparición.

De la importancia de este descubrimiento ha hablado, asimismo, la responsable de Cultura de la Diputación de Alicante (de quien depende el MARQ), Julia Parra, quien ha destacado la importancia de la colaboración recibida en esta investigación por parte del Instituto Max Plank, ya que esto "pone en valor la singularidad y trascendencia de muchos de los hallazgos realizados por los arqueólogos del MARQ, con un proyecto que refuerza la proyección internacional de enclaves de la provincia para avanzar en el conocimiento de nuestra historia".


Fuentes: nationalgeographic.com.es | elconfidencial.com | 4 de enero de 2023

Revelan el gran secreto del hormigón romano: por qué es mucho más fuerte y resistente que el actual

Recreación del puerto romano de Trajano en Ostia, Italia.

Los romanos fueron unos genios de la ingeniería. Gracias a sus enormes dotes arquitectónicas, crearon vastas redes de carreteras, acueductos, anfiteatros, puertos y puentes con tal pericia que muchas de estas construcciones han sobrevivido hasta nuestros días. El Coliseo, por ejemplo, el principal monumento de la Antigua Roma, comenzó a construirse en el año 70 d.C., finalizando la obra 10 años después, y ahí sigue, convertido en un emblema de esta civilización.

En España también tenemos algunos buenos ejemplos: el teatro romano de Mérida, el "príncipe entre los monumentos emeritenses", fue inaugurado en los años 16-15 a.C y aún hoy sirve de escenario de obras de teatros y conciertos. Por su parte, el acueducto de Segovia, que data del siglo II d.C., se ha mantenido prácticamente intacto desde entonces. En contraste, muchas estructuras de ingeniería moderna han acabado desmoronándose después de algunas décadas.

La ciencia lleva tiempo intentando explicar cómo los romanos consiguieron crear semejantes estructuras hace miles de años de forma imperecedera. Estas construcciones, en algunos casos, aguantaban toneladas de peso —véase algunos diques o muelles—; en otros, fueron construidas en lugares sísmicamente activos y han soportado el inclemente paso del tiempo y la actividad sísmica que emerge de las profundidades de la Tierra.

El puente de Fabricio es el más antiguo de Roma y el que mejor se conserva de la época del Imperio Romano.

Ahora, un grupo internacional de investigadores del MIT, la Universidad de Harvard, y distintos laboratorios de Italia y Suiza, acaban de alumbrar el misterio de la resistencia del hormigón romano. Según el estudio que se publica este viernes en la revista Science Advances, los romanos utilizaron estrategias de fabricación con las que consiguieron hacer una masa ultrarresistente, que dotó a sus construcciones de un vigor y una resistencia realmente admirables gracias a un proceso de "autocuración".

Pero vayamos por partes. Lo cierto es que, desde hace muchos años, los investigadores sospechaban que la clave de la resistencia y duración del hormigón romano se encontraba en un ingrediente: el uso de materiales puzolánicos —que contienen sílice— como la ceniza volcánica que existe en la región de Pozzuoli, en el norte de Nápoles. Esta ceniza llegó a ser enviada por todo el Imperio Romano para ser utilizada en la construcción. De hecho, muchos arquitectos e historiadores la describieron como un ingrediente clave para el hormigón.

Pero esto no es nuevo. Un análisis mucho más detallado ha constatado que el secreto del hormigón romano no sólo se encuentra en los materiales puzolánicos que incluía. El hormigón romano también contiene unas sustancias minerales blancas, brillantes y pequeñas, de apenas unos milímetros, que se denominan clastos de cal.

"Desde que comencé a investigar el hormigón romano antiguo, siempre me han fascinado sus características", dice Admir Masic (izquierda), profesor de Ingeniería Civil y Ambiental del MIT y uno de los autores del estudio. "En las formulaciones modernas del hormigón no encontramos estas características. Entonces, ¿por qué están presentes en estos materiales antiguos?", añade.

Cemento con "capacidad de autocuración"

El lector puede pensar que los romanos llegaron a esta fórmula tras realizar mezclas descuidadas. Sin embargo, la ciencia descarta este extremo. Este nuevo trabajo de investigación sostiene que los clastos de cal que incluían los romanos en el hormigón le otorgaron una gran "capacidad de autocuración" que no se conocía hasta la fecha. Además, lejos de ser una magnífica casualidad del destino, su hormigón fue el resultado de un proceso de optimización que duró siglos. "Si los romanos pusieron tanto esfuerzo en hacer un material de construcción sobresaliente, siguiendo todas las recetas detalladas que habían sido optimizadas a lo largo de muchos siglos, ¿por qué pusieron tan poco esfuerzo en asegurar la producción de un hormigón bien mezclado?", se pregunta Masic.

Lo cierto es que el asunto es aún más complejo. El profesor del MIT y el resto de investigadores que participaron en este trabajo científico se propusieron utilizar imágenes multiescala de alta resolución y técnicas de mapeo químico para analizar más en profundidad este cemento milenario. Gracias a ellas se obtuvieron nuevos hallazgos relacionados con la funcionalidad potencial de los clastos de cal utilizados por los romanos.

Los muros de hormigón de los Mercados de Trajano en Roma han superado el test del paso del tiempo y de los elementos atmosféricos durante casi 2000 años. Incluso sobrevivieron a un terremoto en 1349. (Foto cortesía de Marie Jackson).

Tradicionalmente se había pensado que la cal que se incorporaba al hormigón romano había sido mezclada con agua previamente para formar un material pastoso altamente reactivo. Sin embargo, este proceso por sí solo no podía explicar la presencia de clastos de cal. Así, al estudiar nuevas muestras de hormigón antiguo llegaron a la conclusión de que las inclusiones blancas estaban hechas de distintas formas de carbonato de sílice.

"El examen espectroscópico proporcionó pistas de que estos se habían formado a temperaturas extremas, como era de esperar de la reacción exotérmica producida por el uso de cal viva en lugar de o, además de, la cal apagada en la mezcla".

Es decir, la mezcla de los distintos ingredientes del hormigón romano en caliente fue clave para crear una masa superduradera y ultrarresistente. "Los beneficios de la mezcla en caliente son dobles", explica Masic. "Primero, la mezcla a altas temperaturas permite procesos químicos que no son posibles si solo se usa cal apagada, produciéndose compuestos asociados a estas altas temperaturas que de otro modo no se formarían. Por otro lado, este aumento de la temperatura reduce significativamente los tiempos de curado y fraguado, ya que todas las reacciones se aceleran, lo que permite una construcción mucho más rápida", subraya el experto.

Experimentos modernos de autocuración con mortero. Después del vaciado, las muestras de concreto mezclado en caliente de inspiración romana se fracturaron mecánicamente y luego se volvieron a acoplar (con un espacio de 0,5 ± 0,1 mm) y se preacondicionaron para nuestros estudios de curación de grietas (A). Mediante el uso de un circuito de flujo integrado (B), el flujo de agua a través de la muestra durante el transcurso de 30 días se documentó con un medidor de flujo. En comparación con el control sin sedimentos de cal (línea naranja), después de 30 días, el flujo de agua a través de la muestra que contenía sedimentos de cal (línea azul) cesó (C), y el examen de la superficie agrietada reveló que se había llenado por completo con un fase mineral recién precipitada (D y E), que se identificó como calcita a partir de mediciones de espectroscopia Raman (F).

Pero la cosa no queda solo aquí. El gran hallazgo del estudio que hoy se publica en Science Advance apunta a que este material era capaz de regenerarse o "autocurarse". "Durante el proceso de mezcla en caliente, los clastos de cal desarrollan una arquitectura de nanopartículas característicamente frágil que crea una fuente de calcio fácilmente fracturable y reactiva". Los investigadores descubrieron que esta fuente de calcio otorgaba al hormigón la capacidad de regenerarse cuando se fracturaba. "Este material puede reaccionar con agua, creando una solución saturada de calcio que puede recristalizarse como carbonato de calcio y llenar rápidamente la grieta, o reaccionar con materiales puzolánicos para fortalecer aún más el material compuesto".

Según apuntan los científicos, estas reacciones se producían espontáneamente, curando automáticamente las grietas antes de que se propagaran por toda la construcción. De hecho, para demostrar que estaban en lo cierto, los investigadores crearon el cemento tal y como lo hacían los romanos, en caliente, lo rompieron e hicieron correr a través de las grietas el agua. Así pudieron comprobar que, "en dos semanas", el hormigón se regeneraba y el agua dejaba de fluir por el interior. Por supuesto, tras el hallazgo, el equipo encabezado por Masic ya ha anunciado que se encuentra trabajando para comercializar este hormigón modificado para que pueda ser utilizado en las construcciones y obras actuales.

Fuente: elespanol.com | 6 de enero de 2023