La bodega fenicia de 2.300 años que languidece oculta en una sierra de Cádiz

Yacimiento arqueológico fenicio con instalaciones para producir vino, del siglo III antes de Cristo en la Sierra de San Cristóbal, Cádiz. IMÁGENES CEDIDAS POR DIEGO RUIZ MATA


Es la sierra de los misterios. Bajo su apariencia seca y estéril, pocos montes pueden presumir de esconder tantos secretos como la Sierra de San Cristóbal, en Cádiz. Lo que no está ahuecado en inmensas y fantasmagóricas canteras subterráneas abandonadas, es un rico manantial que surtió de agua a la cercana localidad de El Puerto de Santa María. Y lo que hoy no parece más que una cima de matorrales esconde la bodega completa más antigua de Occidente, unas instalaciones para producir vino del siglo III a.C., que, por los restos encontrados, también albergaba rituales religiosos en los que se utilizaba el vino para establecer contacto con las divinidades.

Sin embargo, tan valioso pasado, enclavado justo en el importante Marco del vino de Jerez, languidece hoy oculto bajo tierra desde que fue descubierto en 1991. “Aunque hay otros indicios arqueológicos anteriores, restos de lagares o pepitas en la zona levantina, San Cristóbal es una bodega completa de 2.000 metros cuadrados. Es única”, explica Diego Ruiz Mata (izquierda), arqueólogo y catedrático en Prehistoria.

Él fue quien lideró la excavación del espacio y el que pocos años después dio la alerta: “Aquello se convirtió en un motocross. Usaban los muros del yacimiento para pasar por encima, así que se tuvo que tapar”. Más de 20 años después, Ruiz Mata clama ahora por su recuperación como centro de interpretación arqueológico de la producción de vino.

De llevarse a cabo la idea —que el catedrático defiende públicamente en distintas conferencias y en un libro que está por publicar—, el complejo vitivinícola vendría a completar el importante pasado arqueológico que se puede visitar en la zona. En la falda de San Cristóbal se encuentra el enclave arqueológico de Doña Blanca, una ciudad fenicia que tiene su origen en el siglo VIII a.C. Aunque el consumo de vino surgió en Oriente en el Neolítico, fueron los fenicios quienes extendieron su uso por Europa.

Yacimiento arqueológico de San Cristobal (Cádiz), de época fenicia.

El yacimiento descubierto data del siglo III a. C., justo en la etapa púnica de la ciudad. En ese periodo también está fechada la ampliación del puerto, que llegó a ser el mayor de la zona y fue descubierto por científicos de la Universidadde Cádiz en el verano de 2017. Ambos testimonios permiten contextualizar la importancia que debió tener la urbe en su momento. De hecho, "la bodega se enclavaba dentro de un gran polígono industrial de la época que tenía al menos siete hectáreas”, como subraya Ruiz Mata. En él, hoy en parte destruido por las canteras, se producían salazones, tinte púrpura y otras actividades primarias.

En sus excavaciones, el arqueólogo localizó dos lagares para el pisado de la uva, otro para el vertido del mosto, hornos para calentar y producir vino dulce y almacenes con ánforas para su conservación. Aunque la bodega tenía un valor que iba mucho más allá de lo comercial. Ruiz Mata localizó hasta tres templos cercanos que hablan de los diferentes usos que por aquel entonces se le daban al vino.

Lagar del siglo IV o III a. C.

Caro y psicotrópico

“Además del uso social que hoy conocemos, [el vino] tenía su éxito porque era capaz de sumirte en un estado psicotrópico que te acerca a la divinidad”, detalla el arqueólogo. Uno de los templos contiene un foso para las ofrendas donde se hallaron multitud de vasos y ánforas que se arrojaban en banquetes rituales. En otro aparecieron betilos —piedras sagradas— y en otro más una pileta que se usaba para libaciones o aspersiones de líquidos a los dioses.

El vino era utilizado también como ofrenda a las divinidades por que, además de su carácter embriagador, tenía un gran valor, era un bien escaso. "Estaba considerada la bebida de los dioses”, añade Ruiz Mata. El amplio complejo arqueológico aportó más información, además de la extraída de los usos ritualísticos. La distribución espacial de las zonas de trabajo explica el mismo proceso de elaboración del caldo.

Piletas para decantar líquidos, Yacimiento Arqueológico Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz)


Una vez pisado y convertido en mosto, los moradores de Doña Blanca mezclaban el vino con frutas y lo calentaban en hornos a 200 grados. Eso daba como resultado una bebida dulce, afrutada y espesa, a medio camino entre la sangría y el sirope. Es lo que en la antigüedad los romanos denominaron posteriormente como defrutum o vino cocido.

Aunque el Marco de Jerez —famoso en el mundo por sus manzanillas, finos u olorosos, entre otras variedades— dista mucho de esos vinos melosos del pasado, Ruiz Mata tiene claro que son las bodegas del presente las que están llamadas a rescatar el yacimiento.

“Su recuperación sería posible si se excava y restaura con la ayuda de empresarios del Marco de Jerez”, reconoce el catedrático. De ahí que abogue por una colaboración público-privada para conseguir crear un centro de explicación de la historia y cultura del vino. “Sería un polo de atracción muy valioso. Que no se nos olvide que esto no es la historia de mi pueblo, esto es historia universal”, remacha con orgullo Diego Ruiz Mata.

Fuente: elpais.com | 9 de octubre de 2018

De neandertales y sapiens: se aviva el debate sobre el origen del arte rupestre

Panel de las manos, en la cueva de El Castillo (Cantabria). Una de las siluetas de una mano tiene al menos, 37.300 años y un disco rojo, 40.800. Son las pinturas rupestres más antiguas de Europa.


Marcos García Diez es profesor e investigador de la Universidad Isabel I de Burgos. Sus áreas de investigación se centran en el origen del arte y de los lenguajes gráficos, en la definición de los territorios culturales de la Prehistoria a partir del arte, en la cronología del arte, y en la gestión y conservación de espacios subterráneos con arte prehistórico. Ha participado en trabajos de campo e investigación en España, Francia, Italia, Portugal y Timor.

En febrero de 2018, un estudio afirmaba que los primeros artistas del mundo fueron neandertales. El arte paleolítico más antiguo, hallado en cuevas españolas, era obra de nuestros primos extintos ibéricos hace 64.000 años. Hace unos días, un artículo de opinión en Science criticaba aquel trabajo. Ahora sus autores responden a las dudas en la misma revista y uno de ellos, Marcos García Díez, nos detalla sus argumentos.
Pared con motivos pintados en rojo en la cueva de La Pasiega (Cantabria). En el centro el signo escaleriforme compuesto por líneas horizontales y verticales fue trazado hace al menos 64.800 años.

La ecuación que se construyó hace más de un siglo era perfecta. El origen del arte rupestre, del lenguaje gráfico, tenía una antigüedad máxima de unos 42.000 años y su ejecución correspondía a poblaciones humanas de Homo sapiens. Es decir, nosotros, nuestra especie, construimos ese paradigma reservándonos la capacidad de construir lenguajes gráficos.

Este axioma, al que no se le requirió demostración alguna, hace casi un año se ha tambaleado. Un equipo internacional de físicos, geólogos, geocronólogos y arqueólogos, con una considerable representación española, lo hemos discutido con pruebas y datos científicos procedentes de una visión transdisciplinar de la ciencia y del conocimiento.

La aplicación de un método de datación con más de 40 años de desarrollo, las series del uranio, o U/Th, aportó casi veinte fechas en tres cuevas españolas (La Pasiega en Cantabria, Maltravieso en Cáceres y Ardales en Málaga), cuyos resultados concluyen que el arte rupestre paleolítico se inició al menos hace 65.000 años y que su ejecución correspondió a poblaciones humanas de Homo neanderthal.

En este punto cabe recordar que lo datado son formaciones de calcita que están en relación directa con las pinturas de las cuevas, por lo que las fechas ofrecen una edad anterior o posterior de la acción de pintar.

Estos resultados chocan frontalmente con el paradigma establecido en evolución humana. Pero también con una consideración filosófica y biológica que tenemos de nuestra especie.

Voces críticas

Podemos entender como normal que unas conclusiones científicas cuyos resultados rompen un límite sobrepasando una frontera del conocimiento establecido sean debatidos.

Se ha argumentado que las calcitas datadas no están relacionadas con pinturas en la cueva de Ardales, sino con depósitos de color rojo de origen natural (oxidaciones o formaciones biológicas). Pero los datos son concluyentes y justificados tanto por la historiografía y otras formas similares en otros conjuntos, como sobre todo por la arqueología experimental, que demuestra fehacientemente su ejecución antrópica. Es decir, datos empíricos y contrastados fundamentan el carácter humano.
También se ha puesto en solfa que el procedimiento de muestreo de las calcitas puede llevar a la confusión entre el carácter mínimo y máximo de la datación. Es decir, que hemos confundido cuándo la calcita estaba por encima de la pintura (fecha ante quem) o por debajo (fecha post quem). Creo que no es cuestionable la aplicación al caso concreto de estos adverbios (arriba y abajo).

El muestreo detallado y preciso, contrastado siempre al menos con seis ojos, y la observación detenida en el laboratorio de las muestras, hace caer por su propio peso la crítica. Más aun cuando se presentan a la comunidad científica fotos del proceso en la información suplementaria.

También se están cuestionado parte de los fundamentos básicos de la aplicación del método. Me refiero a las correcciones derivadas de posibles contaminaciones detríticas. Obviamente están pueden existir y existen, pero la mayor parte de las muestras analizadas presentan un bajo grado (en algunas insignificante) de contaminación y en el caso de algunas muestras se han aplicado los factores de corrección al uso utilizados por la comunidad científica.

Si queremos ser más restrictivos y forzar el factor de corrección (es decir, generar resultados más recientes), los datos siguen entrando plenamente en valores más allá de 42.000, es decir, correspondientes a momentos en que los Homo sapiens no había llegado a Europa y, en consecuencia, a no ser que se quiera criticar de un plumazo las ideas actuales sobre antropología, quienes estaban era solo humanos anatómicamente Homo neanderthal.

Por último, se puede producir un envejecimiento de las fechas por lo que se llama un “sistema abierto”. Pero la contrastación realizada lo niega rotundamente. Cada una de las calcitas fueron tomadas separadas y progresivamente, a fin de obtener el mayor número de dataciones de forma secuencial y contrastar la coherencia interna del proceso de formación de la calcita. Y así fue, por lo que argumentar esta problemática en este caso es más una cuestión de fe que de ciencia.

Resistencia al cambio

Continuamente nuestra sociedad se enfrenta a retos y desafíos que implican cambios tanto en la ciencia como en el conocimiento. Nos cuesta asumir ideas de nueva generación, pero más aún ideas que rompen con lo tradicional.

Cuestionar algunas bases de nuestro conocimiento no es ir en contra de nadie ni de nada, sino de plantearnos sobre qué base construimos nuestro pensamiento, la idea de nuestra sociedad y, más aún, de nosotros mismos. La crítica debe nacer de planteamientos sólidos y de datos contrastados, y no de campanas al vuelo, donde el debate parece hacerse en base a la resistencia al cambio.

Aceptar que nosotros, los Homo anatómicamente sapiens tenemos singularidades cognitivas respecto a otras especies humanas anteriores, hoy es un error. Al menos las poblaciones anatómicas de Homo neanderthal y Homo sapiens son plenamente humanos sapiens, humanos con una perfecta capacidad para construir lenguajes gráficos simbólicos.

La evidencia científica implica asumir que al menos hace 65.000 años nos comunicamos mediante símbolos y que estos se repitieron generación tras generación observando y transformando lo previo, y construyendo nuevas formas que hoy nos alteran cuando las vemos.

Fuente: SINC | 11 de octubre de 2018

Negar que las pinturas más antiguas del mundo son neandertales es un disparate


El arte de las cuevas de Ardales (Málaga), Maltravieso (Cáceres) y La Pasiega (Cantabria) tiene, por lo menos, 65.000 años, por lo que negar que esas pinturas son las más antiguas del mundo y fueron hechas por neandertales "es un disparate que carece de todo fundamento".

Así lo ha explicado a Efe el investigador de la Universidad de Barcelona y del ICREA, Joao Zilhão (izquierda), coautor de un estudio publicado el pasado febrero en la revista Science que desvelaba que, de acuerdo con las dataciones hechas en las tres cuevas, las pinturas fueron hechas por neandertales.

Las dataciones, lideradas por D.L. Hoffmann del Instituto Max Plank de Alemania, fueron realizadas con el método Uranio-Torio, que mide el tiempo tomando como base la desintegración radiactiva del uranio de las costras de calcita asociadas a las pinturas.
El método permitió a los científicos certificar que las pinturas de estas cuevas tenían una antigüedad insospechada en los orígenes de la actividad artística en el género humano.

En concreto, determinaron que una mano pintada en negativo en Maltravieso fue realizada al menos hace 66.700 años, que una formación de calcita fue cubierta de pintura hace al menos 65.500 años en la gruta de Ardales, y que un signo lineal con forma de escalera de la caverna de La Pasiega tiene cerca de 64.800 años.

El hombre moderno no llegó a Europa hasta hace unos 40.000 años, por tanto, el arte de las tres cuevas es neandertal.

Sin embargo, el pasado 21 de septiembre, Science publicaba un comentario que ponía en cuestión la antigüedad de las pinturas y proponía "poner en cuarentena las fechas a la espera de que estudios más profundos" aclarasen la autoría.

Hoy, Science publica una respuesta a este comentario que "zanja el debate y demuestra que las críticas no tienen fundamento", explica João Zilhão a Efe.
Sobre La Pasiega, detalla Zilhão, el comentario sostiene en primer lugar que las fechas no son exactas porque tienen una incertidumbre importante. Pero esto es perfectamente lógico y normal en arqueología y en paleontología, disciplinas en las que toda datación siempre viene asociada a un margen de error.

"Cuando hablamos de un rango de entre 65.000 y 85.000 años, eso significa que la edad exacta está dentro de ese intervalo y, por lo tanto, es con toda seguridad de por lo menos 65.000 años". Confundir margen de error con resultado cuestionable es una equivocación grave, advierte.
En segundo lugar, continúa el arqueólogo, la crítica olvida que, aun descartando ese resultado de 65.000 años, tomado de una muestra de calcita directamente sobre el pigmento, otra muestra de la calcita más reciente formada sobre la misma pintura da una edad mínima de 54.000 años. Aun si sólo aceptamos esta última "en ningún caso cambia la autoría porque hace 54.000 años solo había neandertales", subraya.

Por último, el comentario plantea como tercer argumento que, en realidad, las tres muestras de calcita tomadas sobre la pintura de La Pasiega deben de tener la misma edad porque, a pesar de su datación ser distinta, vienen todas de una misma concreción de calcita, y esta es del tipo coliflor, que se formaría muy rápidamente.

"Pero esto no lo demuestran, sino que lo asumen, lo que es un error básico y elemental. De hecho, las decenas de resultados que hemos obtenido a lo largo de una década en 40 cuevas de cuatro países demuestran lo contrario; las concreciones de tipo coliflor se desarrollan a lo largo de períodos de tiempo muy alargados".
"En lo que concierne a Maltravieso y Ardales, las críticas son aún más burdas". Concluye el arqueólogo portugués: "la crítica contiene errores garrafales, se equivoca de la primera a la última palabra y carece de base científica".

Fuente: eldiario.es| 11 de octubre de 2018

Arqueología biomolecular para saber qué comían los campesinos de la Alta Edad Media

La investigadora Maite Iris García Collado junto a los restos humanos hallados en el asentamiento de la Alta Edad Media en la aldea de Boadilla (Toledo). / Nuria González / UPV/EHU

Un equipo científico, en el que participa la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), ha llevado a cabo un estudio que aborda el conocimiento de la alimentación de la población que habitaba la aldea de Boadilla, un asentamiento de campesinos de época visigoda (siglos VI-VIII d.C.), en las afueras del actual municipio de Illescas, en Toledo. Los resultados se han dado a conocer en la revista Archaeological and Anthropological Sciences.

Según los autores, el análisis biomolecular permite no solo reconstruir la dieta de un grupo de población, sino que constituye una alternativa real para historiar conjuntos antropológicos que tendrían escaso potencial si solo se estudiaran mediante métodos tradicionales.
El objetivo del trabajo fue demostrar que las técnicas de arqueología biomolecular pueden ser una alternativa útil para obtener nuevos datos sobre diversos aspectos sociales y económicos de las sociedades rurales de la Península Ibérica en la Alta Edad Media y así devolver el valor histórico a esos conjuntos antropológicos.

Para ello, por un lado, se realizó un estudio antropológico tradicional con el fin de determinar el tamaño de la población enterrada en Boadilla y su perfil demográfico (edad y sexo), lo cual determinó que se trataba de una población estable en la que estaban representadas todas las categorías de edad. También se llevaron a cabo los análisis de isótopos estables de carbono nitrógeno de una parte de la población seleccionada aleatoriamente.
Según explica Maite Iris García Collado, investigadora de la UPV/EHU y primera autora del estudio, “Esta técnica se basa en la premisa de que la composición química de los alimentos que tomamos queda reflejada en la composición química de los tejidos de nuestro organismo. Por lo tanto, analizando la composición de los restos antropológicos de una población arqueológica, podemos conocer su dieta”.

Se sabe poco sobre los hábitats rurales de esa época porque las fuentes escritas apenas cuentan nada sobre ellos y los restos arqueológicos que dejaron son escasos y poco visibles. “En ese tipo de contextos son frecuentes los cementerios que ocupan grandes extensiones, con tumbas que forman hiladas irregulares, en las que se inhumaban una o varias personas sucesivamente, a menudo acompañadas de distintos tipos de objetos”, comenta la investigadora.

Sin embargo, el material antropológico procedente de esos cementerios, es decir, los huesos y los dientes de las personas que habitaron esas aldeas, no han recibido mucha atención, porque frecuentemente están fragmentados y mal conservados. Ello ha sido un obstáculo para el conocimiento de esas poblaciones, ya que se asumía que la información que se podía sacar de sus restos antropológicos era muy escasa.
Ahora, con esta investigación, ha quedado demostrado que la aplicación de ese tipo de análisis permite no sólo reconstruir la dieta de un grupo de población, sino que constituye una alternativa real para historiar conjuntos antropológicos que tendrían escaso potencial si sólo se estudiaran mediante métodos tradicionales, destaca el estudio.

Producción y el consumo de cereales

De acuerdo a los isótopos de carbono, la alimentación de la población enterrada en Boadilla estaba basada en cereales de invierno, una categoría que incluye el trigo, la cebada, el centeno o la avena. No obstante, los cereales de ciclo corto, que en esta cronología están restringidos al mijo y el panizo, también formaban parte importante de la dieta de esa comunidad.

“Esto es relevante porque este y otros estudios anteriores apuntan a que la producción y el consumo de esos cereales menores podría ser un rasgo característico de grupos de campesinos con cierta autonomía y control sobre su producción. En cuanto a las proteínas de origen animal (carne, huevos, leche, lácteos) que se han podido detectar a través de los isótopos de nitrógeno, su consumo sería limitado y ocasional. Asimismo, se ha podido descartar el consumo de pescado”.


Según los resultados de los isótopos de nitrógeno, los individuos más jóvenes (entre 2 y 8 años) eran los que menos productos de origen animal consumían. El consumo de carne, huevos, lácteos y otros productos derivados se incrementaba ligeramente entre los 8 y los 14 años, para ponerse a la misma altura que los adultos durante la adolescencia (a partir de los 14 años).

“Eso quiere decir que el acceso a ese tipo de productos estaba condicionado por la edad y que los individuos más jóvenes tenían un acceso muy restringido a ellos. Además, nos indica que era a partir de los 14 años aproximadamente cuando los adolescentes empezaban a ser tratados como adultos”, puntualiza.

Otra cuestión investigada fue la existencia de diferencias en la alimentación entre los individuos enterrados con objetos de adorno personal o herramientas de uso cotidiano y los que se enterraron sin nada de ello. “A menudo, se ha considerado que esos objetos, que en ocasiones se depositaban junto a los cuerpos, podrían denotar la posición social del individuo. No obstante, de ser así, no habría habido diferencias significativas entre la dieta de los individuos más y menos relevantes”, dice García Collado.

Por último, también se analizó un conjunto de muestras de animales domésticos, ya que determinar las pautas alimenticias de esos animales es útil para caracterizar la ganadería que se practicaba en esa aldea.

“El resultado más interesante es que se practicaban diferentes estrategias para cada especie. Las vacas, las ovejas y las cabras probablemente pastaban en tierras cercanas a la aldea, lo cual contribuía al abonado de los campos de cultivo. En cambio, seguramente los caballos eran enviados a pastos abiertos más alejados del asentamiento”, concluye la autora.

Fuente: SINC | 27 de septiembre de 2018

Exposición ‘aTempora Talavera. Seis mil años de cerámica en Castilla-La Mancha’ en Talavera de la Reina (Toledo)

El arte del barro ha sido uno de los primeros quehaceres de las comunidades humanas y una de sus más significativas expresiones artísticas.

La cerámica es un arte que aparece en las primeras civilizaciones que se asientan en el territorio de la actual Castilla-La Mancha, constituyendo una parte muy importante de nuestras manifestaciones culturales en todas las épocas.


‘aTempora Talavera. Seis mil años de cerámica en Castilla-La Mancha’ pretende subrayar la importancia de la cerámica como fuente de expresión artística, como elemento de uso doméstico e industria generadora de riqueza, y también como elemento clave en la promoción turística y cultural del territorio. Cuenta con más de 1.200 obras, 200 de ellas restauradas exclusivamente para la cita, a través de las que recorre la historia de la cerámica, que va desde la antigüedad hasta nuestros días. En ella se da testimonio de la importancia de los vestigios de este arte, que se ha desarrollado a través de los siglos desde su creación en nuestra Comunidad Autónoma.

LAS PIEZAS MÁS ESPECIALES
De entre todas las piezas que forman ‘aTempora’, hay algunas más especiales, que destacan por su antigüedad, estado de conservación o simplemente porque se trata de obras únicas.


El vaso calcolítico campaniforme, de la ciudad de la cerámica, se encontraba expuesto en el Museo Cerralbo, en la capital estatal. Es una obra prehistórica de la Edad de Cobre. Otra de las piezas más curiosas y más antiguas es una caja, que se piensa que se creó entre el 400 y el 350 a.C.. Se encontraba en la necrópolis de El Toril y pertenece al Museo de Albacete.


‘El pueblo y su ejército’ es el nombre que recibe esta pieza conquense. Realizada en 1970, se encontraba en el Museo de Cuenca. Otra tinaja curiosa de ‘aTempora’ pertenece al período islámico almohade. Se originó entre el 1195 y el 1212 en Alarcos, Cuidad Real.

Por último, el ánfora de dos asas es una de las piezas que proviene del Museo arqueológico Nacional y se cree que se realizó hacia el año 1650.


OBRAS TOLEDANAS

La provincia de Toledo ha colaborado con un gran número de obras a esta magnífica exposición cerámica. En 1815 se creó el ‘Gran cuenco’. Se trata de una obra originada en Puente del Arzobispo y se encuentra dentro de la colección Sánchez-Cabezudo.

Talavera también ha aportado un gran retablo de Santiago, que fue realizado en el año 1917. Anteriormente, se encontrada en el Museo Ruiz de Luna de la ciudad. En el centro de él, se ve la imagen de Santiago a lomos de un caballo blanco, y en la cúspide se encuentra la imagen de la Virgen.

La Tinaja Ochavada es otra de estas obras tan peculiares. Se creó en el siglo XV y pertenece al Museo de Santa Cruz de la capital regional.



Arqueólogos españoles descubren suelos pintados de hace 10.000 años en Jordania

Motivos de los suelos de 9.800 años encontrados en Kharaysin. / FUNDACIÓN PALARQ

Arqueólogos españoles han descubierto dos suelos de cal pintados hace 10.000 años en unas antiguas cabañas de los primeros pueblos sedentarios en el yacimiento jordano de Kharaysin.

Según ha informado la Fundación Palarq, que ha financiado parte de las excavaciones, los suelos de cal eran una medida higiénica en las viviendas de los primeros pueblos sedentarios que contribuyeron al aumento demográfico durante el Neolítico.
Los dos suelos encontrados se exponen al público hasta el 13 de octubre en el Instituto Cervantes de Amán (Jordania).

«El descubrimiento pone de manifiesto las altas capacidades técnicas de los grupos humanos que fabricaron estos suelos sofisticados con el fin de mantener limpios los espacios domésticos, antes de la domesticación de plantas y animales», ha explicado el investigador del CSIC en la Institución Milá i Fontanals, Juan José Ibáñez (izquierda), director del proyecto junto con la Universidad Pontificia de Salamanca y la Universidad de Cantabria.
«La aparición de estos suelos con finalidad higiénica fue una innovación muy importante durante el proceso de aparición de los primeros poblados sedentarios, que agrupaban a cientos de personas durante el Neolítico», ha añadido Ibáñez.
La estructura, pintada de rojo con hematites, fue localizada en una cabaña de construcción semienterrada, en la que también hallaron restos de una cocina y un hogar excavado en el suelo y rodeado de suelo de cal.

En el segundo suelo, pintado también en rojo y fechado hace 9.800 años, los investigadores han identificado motivos en un estilo abstracto y espontáneo, que evoca el expresionismo abstracto, que combina trazos cortos y gotas aspergidas dispuestas en amplias líneas curvas.

Fotos: 1) Reconsrtucción de cómo era la cabaña donde apareció el suelo pintado de hace 10.800 años (Dibujo: E. Carlson)./ 2) Trabajos en el yacimiento de Kharaysin. 3) Proceso de extracción y restauración de los suelos. 4) Restos de la casa donde aparecieron las pinturas de 9.800 años con motivos abstractos. / CSIC

«Las características de la pintura y su estilo indican la existencia de inquietudes estéticas y, probablemente, también simbólicas. Podríamos decir que los diferentes estilos artísticos que se utilizan en el arte contemporáneo ya estaban presentes para decorar los espacios arquitectónicos durante la transición hacia las primeras sociedades agrícolas y ganaderas hace más de 10.000 años», ha afirmado Ibáñez.

Según los arqueólogos, entre hace 11.500 y 9.000 años, las comunidades humanas comenzaron a vivir en amplios poblados sedentarios e inventaron la agricultura y la ganadería en Próximo Oriente.

Foto: Engasando el pavimento para su extracción.

Las casas experimentaron profundas transformaciones desde las sencillas y pequeñas cabañas ovales enterradas hasta las grandes edificaciones rectangulares con habitaciones múltiples, construidas sobre la superficie del terreno.

Estos cambios hacia el uso de casas cada vez mayores y más complejas conllevaron importantes retos técnicos relacionados con la construcción de muros, suelos y tejados.

Foto: Analizando el pavimento de la casa.

«Hasta ahora se creía que previamente a la aparición de la domesticación de plantas y animales, los suelos domésticos más sofisticados eran de tierra batida o pavimentos de piedra irregulares y que hasta hace unos 10.000 años no se habían construido los suelos con lechadas de cal», según Ibáñez.

«Sin embargo, el descubrimiento de los suelos de Kharaysin permite retrasar en 800 años la aparición de los suelos de cal, antes de la aparición de la agricultura y la ganadería», ha informado el investigador del CSIC.

El yacimiento de Kharaysin se encuentra junto al río Zarqa, en la provincia del mismo nombre, en el norte de Jordania, y sus diferentes niveles arqueológicos están permitiendo a los investigadores documentar la transición desde los grupos de cazadores-recolectores a los de agricultores y ganaderos entre hace 11.200 y 9.800 años.

Fuentes:lasprovincias.es | CSIC | 5 de octubre de 2018

Un cambio climático pudo haber estimulado la evolución humana

Lago Magadi en la estacón lluviosa / Richard Owen

El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) participa en un estudio que se acaba de publicar en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), sobre la desertización progresiva de África Oriental en el último medio millón de años y sus implicaciones en la evolución humana.

Según los autores, la evidencia de un clima variable y progresivamente más seco coincide con un cambio importante en las habilidades de fabricación de herramientas líticas y la aparición del Homo sapiens moderno.

Este estudio, basado en núcleos de sedimentos lacustres, de 194 m de longitud, recogidos en el Lago Magadi, al sur de Kenia, es el primero en proporcionar un contexto ambiental continuo de los diversos restos arqueológicos y paleontológicos recuperados en las cuencas del valle del Rift.

“Si bien ya se había relacionado la evolución de los homininos con cambios ambientales, los núcleos del Lago Magadi proporcionan el primer vínculo detallado entre el cambio climático y los eventos conocidos a partir del registro arqueológico de la región”, afirma Mark Sier (izquierda), geocronólogo y arqueólogo de la Universidad de Oxford, que ha llevado a cabo parte de los análisis de magnetoestratigrafía en el laboratorio de Arqueomagnetismo del CENIEH.

Una transición crucial

Como explica el autor principal del estudio Richard Owen (derecha), de la Universidad Bautista de Hong Kong, existe una gran brecha en los registros entre las últimas herramientas del Paleolítico inferior, hace 500.000 años y la aparición de las herramientas del Paleolítico medio, hace unos 320.000 años.
“Nuestros resultados cubren esa brecha con un registro ambiental continuo en el que se produjo una transición crucial, durante la cual los arqueólogos han descubierto evidencias de un salto en las capacidades de los humanos primitivos para hacer, usar e intercambiar útiles de piedra”, señala Owen.

Foto: Extracción de sedimentos en el lago Magadi.

La industria lítica encontrada no cambió mucho entre 1,2 millones y medio millón de años; pero de repente, después de 500.000 y antes de 320.000 años, coincidiendo con la desertización de la región, las herramientas se volvieron más sofisticadas y se transportaban a distancias más largas.
“Ahora podemos saber cuándo cambió el entorno y luego comparar dicho cambio con los restos fósiles y arqueológicos de la región", señala Andrew Cohen, de la Universidad de Arizona, investigador principal del Proyecto Hominin Sites and Paleolakes Drilling Project (HSPDP) en el que se engloba este trabajo.

El HSPDP es un macroproyecto internacional y multidisciplinar cuyo objetivo es estudiar la relación entre la evolución humana y el cambio climático mediante el estudio de sondeos en paleolagos situados cerca de los yacimientos arqueopaleontológicos más importantes del mundo.

Fuente: agenciasinc.es | 8 de octubre de 2018