Zodíacos en iglesias y catedrales.



El pasado domingo la prensa aragonesa se hacía eco de un hallazgo sorprendente: la aparición de un zodiaco hasta ahora desconocido en el ábside central de la catedral de Jaca, en Huesca.

El descubrimiento se produjo mientras Antonio García Omedes —experto en arte románico— estudiaba uno a uno los sillares que forman los muros del temple en busca de marcas de cantería.
Fue entonces cuando se percató de la existencia de seis sillares en los que se intuye —la piedra fue repicada en algún momento para ocultar las figuras— la presencia de sendos signos del zodiaco: tauro, acuario, sagitario, piscis y otros dos aún por identificar.
García Omedes ha llegado a la conclusión de que posiblemente el zodiaco completo estuvo en su día en el ábside original del templo, y que durante las últimas obras —datadas en el siglo XVIII— aquellos signos se consideraron "inadecuados", por lo que se ordenó su eliminación.
Aunque la presencia de zodiacos de este tipo en templos medievales no es algo extraordinario —de hecho es bastante habitual—, son muchos los turistas y fieles que se sorprenden al descubrir estos signos paganos en construcciones cristianas. ¿Cuál era su función?
Lejos de explicaciones fantásticas y pretendidos mensajes ocultos que algunos se empeñan en ver en estas singulares muestras de arte, los zodiacos de iglesias y catedrales tenían una función lógica para la doctrina cristiana, a pesar de su origen pagano.
Lo más habitual es encontrar estas representaciones en las fachadas de los templos, rodeando la imagen de Cristo. En estos casos, no es extraño que este vaya acompañado también por los doce apóstoles, de modo que la escena identifica a Cristo con el Sol, y a los apóstoles con los signos del zodiaco.
Los ejemplos más antiguos de zodiacos "cristianizados" datan del cristianismo primitivo, pues se han encontrado representaciones en algunas basílicas paleocristianas. Esta misma iconografía, idéntica, la encontramos en obras de arte de fines de la Antigüedad, en las que se representa a los dioses MitraFanes o Aiôn.
Estos aparecen enmarcados por la rueda del tiempo, con los doce signos del zodiaco representados en ella. En estos ejemplos paganos, el dios representado simboliza al "Señor eterno" que garantiza el movimiento sin fin y circular.
Estos ejemplos paganos tenían como función recalcar que la eternidad se produce como consecuencia de la sucesión infinita de los "retornos incesantes".
En el caso de Cristo, por el contrario, esta "rueda del tiempo" no es una alusión a un tiempo cíclico y circular, sino a que el tiempo se mueve solo hacia adelante, hacia una meta inevitable: la llegada del fin de los tiempos y la segunda venida de Cristo.
¿Cómo se produjo esta copia de elementos paganos por parte del arte cristiano? En los primeros siglos del cristianismo, la nueva religión rivalizaba con doctrinas paganas de gran importancia y difusión. Así que la naciente Iglesia vio con buenos ojos la idea de apropiarse algunas de las características de las divinidades de estos cultos paganos.
En el caso de los zodiacos, los cristianos de la época primitiva adoptaron esta iconografía de Mitra o Fanes sin cambios notables. Y así terminó pasando a templos posteriores, siendo frecuente su representación en iglesias y catedrales de época medieval, tanto en esculturas como en vidrieras.
Además del mensaje sobre la 'parusía' o segunda venida, la imagen de Cristo rodeado de signos zodiacales —y habitualmente también de los símbolos de los meses— transmitía también la idea de que el Salvador era el señor del Cosmos ('Cosmocrator') y del tiempo ('Cronocrator').
Tampoco es extraño que estos zodiacos aparezcan separados en dos mitades, representando el ciclo anual. Así, los signos "ascienden" desde el solsticio de invierno hasta el de verano, y luego "descienden" desde este hasta el de invierno.
A veces, estos puntos de "cambio" aparecen simbolizados en la puerta mediante la representación de los "dos Juanes": San Juan Bautista y San Juan Evangelista, cuyas festividades coinciden con las de los respectivos solsticios.
Esta representación de los "Juanes" adquiere entonces un mensaje claro. Ambos señalan dos momentos clave de la historia de Cristo: uno anunció su llegada —el Bautista—,  y otro vaticinó su segunda venida —el Evangelista — .
En definitiva, todos estos ejemplos suponen una muestra de la transformación que sufren los símbolos a lo largo de la historia. Las formas se mantienen, mientras que el significado va adaptándose a las nuevas creencias.

Fuente: yahoo.com
Imagen: Tímpano con zodíaco en Sta. María Magdalena de Vezelay, Francia. (Wikipedia).



El volcán que enfrió la Tierra en el siglo XIII.




La erupción, la mayor en los últimos 7.000 años, envió a la atmósfera grandes cantidades de azufre que reflejaron durante un tiempo los rayos solares.

Uno de los grandes misterios de la vulcanología narra la erupción de un volcán en el siglo XIII, una erupción tan fuerte -se considera una de las más potentes de los últimos siete milenios-, que incluso su nube de cenizas consiguió enfriar la Tierra. Los científicos tenían indicios de que este fenómeno había ocurrido, pero no sabían dónde ni tampoco cuándo con exactitud. Franck Lavigne, geocientífico de la Universidad de Panthéon-Sorbonne en Meudon (Francia), cree haber resuelto el misterio, aunque se muestra cauto. El investigador ha compartido sus datos y fotografías de los restos del supuesto supervolcán en un encuentro de la Unión Geofísica Americana (AGU), pero, según publicaScienceNews, se niega a identificar el nombre específico del volcán hasta que su trabajo sea publicado en una revista revisada por pares, el método que suelen emplear los científicos para hacer públicas sus conclusiones.
«Tenemos evidencias nuevas y sólidas de la mayor erupción volcánica en 7.000 años», afirma Lavigne. Al parecer, el volcán podría estar situado en Indonesia, que tiene más de 130 activos, aunque el vulcanólogo no ha confirmado este extremo.
La gran erupción ocurrió en la segunda mitad del siglo XIII -hasta ahora se ha datado en 1258- ya que núcleos de hielo de Groenlandia y la Antártida contienen enormes cantidades de azufre de esa época. Los anillos de los árboles, registros históricos y otras pruebas también desvelan que el planeta se enfrió poco después. La erupción arrojó partículas de azufre a la atmósfera superior que se extendieron por todo el mundo y reflejaron la luz solar, de manera que se produjo un enfriamiento temporal del planeta. Los principales candidatos a la erupción incluyen El Chichón en México, que también entró en erupción en 1982, y el Quilotoa, en los Andes ecuatorianos. Sin embargo, la composición química de las rocas de los volcanes no coincide con el azufre de 1258 encontrado en el hielo.

A más de 40 km de altura

En la reunión, Lavigne ha mostrado análisis geoquímicos de rocas de su volcán misterioso y, según él, coinciden casi perfectamente con la química del azufre polar. Además, Lavigne cree que la erupción se produjo antes, en primavera o el verano de 1257. Las simulaciones por ordenador que ha realizado sugieren que el volcán envió partículas a más de 40 kilómetros de altura que alcanzaron decenas de kilómetros a la redonda. La erupción habría alcanzado un 7 en la escala de explosividad volcánica que mide la magnitud de una erupción (El máximo es 8). Habrá que esperar para ver si la teoría de Lavigne se confirma y para conocer el lugar exacto de la supererupción.
Fuente: abc.es

El proceso de Zugarramurdi.




Desde que fue creado en el siglo XV por los Reyes Católicos, elTribunal del Santo Oficio de la Inquisición se encargó de perseguir todo aquello que constituía (según la fe católica) un peligro para la moral.
A lo largo de los siguientes cuatro siglos juzgaron y enviaron a millares de personas a presidio (en el mejor de los casos) y a la hoguera a otras muchas. Algunos historiadores apuntan a que la cifra podría estar cercana a los 200.000.
Pero hay un episodio bastante turbio en la historia de esa institución que ha dado para escribir miles de páginas; nos referimos al proceso a las brujas de Zugarramurdi, acaecido en 1610, bajo el reinado de Felipe III.
La Corona de Castilla tenía establecidos varios tribunales repartidos por la península y Canarias, siendo uno de los más activos el que se encontraba en la ciudad de Logroño. Desde allí los inquisidores Alonso Becerra Holguín y Juan Valle Alvarado vigilaban de cerca todas las conductas extrañas que eran denunciadas anonimamente.
Se les unió al tribunal el letrado Alonso de Salazar Frías, quien se dedicó a interrogar a todos aquellos que eran sospechosos de llevar a cabo actos de brujería.
Cuando tomó posesión de su cargo en 1609, ya estaba en marcha la investigación que se realizaba a un gran número de residentes de la localidad navarra de Zugarramurdi; un lugar en el que se concentraba un gran número de adoradores de Satán y practicantes de aquelarres, según declaraciones realizadas por una joven llamada María de Ximildegui.
Fueron llamados a declarar un total de 1384 menores y 420 adultos, todos ellos sospechosos de realizar presuntas actividades relacionadas con la brujería. Investigó uno por uno los casos, determinando quiénes realmente podían estar involucrados en esas prácticas y quiénes podían quedar libres. Fue un trabajo complicado y arduo, ya que los vecinos se inculpaban unos a otros, aunque la mayoría no tenían nada que ver con esos asuntos.
Finalmente 31 fueron las personas acusadas y que serían juzgadas en un Auto de Fe que determinaría si realmente estaban implicadas en el asunto de las adoraciones a Satán a través de aquelarres celebrados en los bosques de Zugarramurdi tal y como aseguraba María de Ximildegui.
El 6 de noviembre de 1610 comenzó el Auto de Fe, al que solo llegaron con vida 13 de los encausados, de los que seis fueron condenados a morir quemados en la hoguera y el resto a cadena perpetua.
Alfonso de Salazar mostró su disconformidad a que los acusados fuesen juzgados por el Tribunal de la Inquisición, ya que no había encontrado pruebas evidentes y suficientemente fuertes que pudiesen determinar que eran culpables.
A pesar de su oposición, el Auto de Fe siguió adelante y se llevó a cabo la ejecución de los seis acusados de brujería. Sus nombres eranDomingo de Subildegui, Graciana Xarra, Petri de Juangorena, María de Echatute, María de Arburu y María Baztán de la Borda.
Tras el caso, Salazar recibió el sobrenombre de"el abogado de las brujas" y su firme y férrea defensa por descubrir la verdad propició que en los futuros Autos de Fe celebrados por los tribunales de la inquisición se estudiase más a fondo los casos, ayudando a no acusar y quemar injustamente a miles de inocentes.
El asunto ayudó a promocionar la población de Zugarramurdi como uno de los centros de peregrinación de todos aquellos amantes del ocultismo y los temas afines a la brujería.

Fuente: yahoo.es
Imagen: Wikipedia.





El telescopio de Jan Brueghel el Viejo.





La invención del telescopio a comienzos del siglo XVII supuso un enorme avance para el desarrollo de la astronomía, pero su historia no está exenta de interrogantes. Entre ellos, el de quién fue su auténtico creador.
Sabemos, por ejemplo, que el óptico alemán Hans Lippersheysolicitó en 1608 la inscripción de una patente sobre un primitivo diseño de telescopio que, según sus propias palabras, servía para "ver cosas lejanas como si estuvieran cerca". Sin embargo, parece que su solicitud fue rechazada con el argumento de que esa idea ya estaba extendida en aquella época.
De hecho, los estudiosos conocen algunos textos del siglo anterior en los que ya se citaban lentes que permitían "acercar" lo que estaba a grandes distancias. En cualquier caso, y aunque otros personajes de la época se atribuyeron también la invención, parece ser que efectivamente Lippershey fue de los primeros en interesarse por las posibles aplicaciones prácticas —y comerciales— del artilugio.
Desde hace tiempo se sabe que Lippershey, seguramente buscando el apoyo de un personaje notable, regaló uno de sus artilugios nada menos que al archiduque Alberto VII de Austria —soberano de los Países Bajos españoles—, pues era un gran amante de la "filosofía natural" (una forma primitiva de nuestra ciencia actual).
Curiosamente, por aquellas fechas el artista flamenco Jan Brueghel el Viejo trabajaba como pintor de cámara del archiduque y, en una de sus pinturas ('Paisaje con vista del castillo de Mariemont', hoy en el Museo de Bellas Artes de Virginia, EE.UU.), realizada entre 1608 y 1612, aparece retratado un personaje mirando a través de una especie de telescopio o catalejo.
Todo parece indicar que esta fue la primera vez que un telescopio se representaba en una pintura. Pero además es muy posible —al menos así lo creen los investigadores Paolo Molaro y Pierluigi Selvelli, del Instituto Nacional de Astrofísica de Trieste— que el artilugio representado sea precisamente el que Lippershey regaló al archiduque.
Esa es la tesis que los dos italianos plantean en un sugerente trabajo publicado en el año 2008, bajo el título The mystery of the telescopes in Jan Brueghel the Elder's paintings (El misterio de los telescopios en las pinturas de Jan Brueghel el Viejo).
En el interesante estudio, Molaro y Selvelli explican además que aparecen distintos instrumentos ópticos en hasta cinco pinturas del artista flamenco. Sin embargo, es una de estas obras la que más llamó su atención.
Se trata de una pintura realizada en colaboración con su amigo Rubens, una Alegoría de la vistaque hoy se conserva en el Museo del Prado y que data del año 1617. En la tabla se reproduce un interior repleto de distintos objetos —muchos relacionados con la visión— y, entre las dos figuras, vemos un artilugio que es sin duda alguna un telescopio.


El misterio radica, según los investigadores italianos, en que el artefacto representado parece ser de tipo kepleriano, pero este tipo de telescopios no habría sido fabricados hasta algunos años después de que Rubens y su amigo Jan Brueghel pintaran la tabla.
Tal y como explican Molaro y Selvelli, los primeros telescopios empleaban una lente convexa y un ocular cóncavo. Fue Keplerquien sugirió en su obra 'Dióptrica' (1611) que el uso de dos lentes convexas supondría notables ventajas, pero hubo que esperar a 1631 para que el jesuita Christoph Scheiner hiciera una detallada descripción de un telescopio astronómico construido por él en su libro 'Rosa Ursina'.
Para llegar a la conclusión de que se trata de un telescopio kepleriano, los italianos se basan en el gran tamaño del artefacto —que estiman en unos 180 cms, según su cálculos—, mucho mayor que los empleados en aquel entonces, y por otra parte en las peculiares características del ocular.
Si los dos astrofísicos italianos están en lo cierto, ¿quién construyó el ingenio retratado en la pintura que se conserva en el Prado? El propio Scheiner aseguraba en su libro haber fabricado un telescopio kepleriano, pero todo parece indicar que no lo hizo hasta después de 1624.
Otro erudito de la época, el italiano Francesco Fontana, afirmaba en uno de sus textos, fechado en 1646, que había fabricado un telescopio astronómico nada menos que en 1608. Sin embargo, no hay forma de probar que su creación acabara en manos del archiduque.
Unos documentos conservados en el Museo Estatal del Tirol podrían, por suerte, aclarar parte del misterio. En ellos se detalla que Maximiliano III, hermano del archiduque Alberto, poseía varios telescopios con dos lentes convexas hacia 1615. Es bastante probable que, conociendo el interés de su hermano por aquellas cuestiones, le hubiera regalado alguno. La cuestión sigue siendo, ¿cómo los consiguió él?

Fuente: yahoo.es

Juegos de tablero en templos medievales.



Si os sorprendisteis al descubrir que ciertas iglesias custodian en su interior cocodrilos y huesos de ballena, o alguna vez os preguntasteis por qué hay laberintos en ciertos templos, seguro que os interesa saber que algunas iglesias cuentan con juegos de tablero grabados en sus sillares.



Lo más habitual es encontrar relieves de tableros de alquerque, un antiquísimo juego originario de Oriente Próximo —aparece ya en templos egipcios de hace 3.500 años— que se hizo muy popular en la Edad Media.
La práctica del alquerque se introdujo en la Península Ibérica con la llegada de los musulmanes, y desde aquí acabó extendiéndose al resto de Europa, especialmente a partir del siglo XIII.
Fue precisamente en aquellas fechas cuando el rey Alfonso X el Sabio hizo referencia al alquerque en su célebre 'Libro de los Juegos', dedicándole todo un apartado.
Pero, ¿por qué razón tallarían los constructores medievales estos tableros en un edificio dedicado al culto cristiano?
Si buscamos respuestas analizando la ubicación de dichos tableros, vemos que estos aparecen en lugares bien variados. Algunos se encuentran en sillares incrustados en los muros o en el techo, mientras que otros están junto a la puerta de entrada, o en bancos de piedra pegados a los muros.
En opinión de los estudiosos, algunos de estos tableros pudieron haber sido tallados por los canteros para jugar en sus momentos de descanso, y más tarde se colocaron en muros y techumbres. De ahí que hoy los veamos en esa ubicación.
En el caso de los colocados en las puertas de entrada, algunos investigadores plantean la posibilidad de que tuvieran una función simbólica, quizá de protección, similar al de algunos laberintos tallados en puertas de iglesias y catedrales.
Otra posibilidad es que simbolizaran el bíblico templo de Salomón —sobre todo aquellos tableros del tipo "alquerque de nueve", por su similitud con el llamado "triple recinto" de célebre edificio—, o bien a la Jerusalén Celestial.
Por último, parece evidente que algunos de estos tableros tallados en sillares de piedra fueron creados con la intención de servir para el juego tras su colocación definitiva.
Buenos ejemplos de este tipo serían los distintos alquerques conservados en una bancada de piedra de la catedral de Ourense, cuya ubicación permitía jugar tranquilamente sin molestar al desarrollo del culto.
Algo similar ocurre con el tablero que se encuentra en la iglesia navarra de San Esteban de Eusa, tallado bajo una galería porticada, que habría permitido a los hipotéticos jugadores practicar el alquerque protegidos de las inclemencias.
Más información y numerosos ejemplos en: Juegos de tablero romanos y medievales.

Fuente: yahoo.es











Nautilus de ficción a realidad.


Decir que el mar ejerce una fascinación enorme sobre los franceses es toda una obviedad. Ahí están las míticas gestas del regatista Éric Tabarly, y sobre todo el descubrimiento del mundo submarino para el gran público de la mano del inolvidable Jacques Cousteau.
Julio Verne, otro famosísimo francés que no fue navegante, pero viajó con la imaginación para deleite de millones de lectores en todo el mundo, emplazó en el mar algunas de sus obras más famosas, como "Cien mil leguas de viaje submarino" (1870).
Llevada al cine en múltiples ocasiones, tanto el personaje del Capitán Nemo como su futuristasubmarino Nautilus forman parte ya del imaginario colectivo. Más de 140 años después de la publicación de esa obra maestra de la literatura de ciencia ficción, otro francés llamado Jacques Rougerie está a punto de cumplir el sueño de Verne.
El proyecto SeaOrbiter, iniciado conceptualmente hace casi 12 años en la mente del arquitecto Rougerie, es un buque parcialmente submarino que servirá como laboratorio para la exploración de los mares.
Podéis pensar que se trata de otra utopía que jamás abandonará la fase de proyecto, pero lo cierto es que el SeaOrbiter es la pieza central del pabellón francés en la Expo 2012 de Yeosu, Corea del Sur. Todos los aspectos técnicos han sido resueltos. De hecho la fase de diseño industrial se completó hace poco, y se espera que el próximo mes de octubre comience la fase de construcción.
Los 43 millones de dólares que costará su construcción se han conseguido gracias al apoyo institucional de varias empresas (Microsoft por ejemplo) y organismos oficiales cono la Agencia Espacial Europea.
La estructura medirá 58 metros de alto, dimensiones similares a la del monumento a Colón a pie de las Ramblas barcelonesas. El 50% del barco permanecerá por debajo del mar, lo cual permitirá observar de forma permanente el entorno submarino. La idea es explorar el océano "desde abajo" durante largas temporadas, algo imposible hasta el momento.
Los primeros interesados en embarcarse serán obviamente los científicos. Es fácil imaginar la fascinación que este futurista buque despierta entre biólogos marinos, oceanógrafos y estudiosos del clima.
Para su diseño, el arquitecto Rougerie se inspiró también en el hábitat submarino Tektite usado por la eminente oceanógrafa Sylvia Earle en 1969, quien de hecho colabora con el proyecto SeaOrbiter.
El astronauta francés Jean-Loup Chretien también ha brindado su apoyo y lo mismo se puede decir del anterior Administrador de la NASA Dan Goldin. La conexión espacial no acaba aquí, como he comentado antes, la Agencia Espacial Europea ha ayudado a desarrollar la tecnología necesaria para este ambicioso proyecto.
Diseñado para cumplir los requerimientos actuales de sostenibilidad, el SeaOrbiter obtendrá la mayor parte de su energía de fuentes renovables, incluyendo solar, eólica y undimotriz.
Una vez concluya su construcción, y como homenaje al punto de partida habitual de la expediciones del mítico Calypso de Jacques Cousteau, el buque se dirigirá a Mónaco.

Fuente: yahoo.es