El Dinosaurio Cíclope de Marruecos

Reconstrucción del Sauroniops pachytholus, al fondo alimentándose de un Spinosaurus juvenil. En primer plano, dos espinosaurios en pleno combate.

El depredador, que vivió hace 95 millones de años, se distinguía por una enorme protuberancia sobre la cabeza

Un nuevo dinosaurio depredador gigante, bautizado con el inquietante nombre de «Ojo de Sauron», Sauroniops pachytholus, vivió hace unos 95 millones de años en el sur de Marruecos, según un estudio publicado en la revista Cretaceous Research por un equipo de paleontólogos entre los que se encuentra Fabio M. Dalla Vecchia, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont.
Sauroniops fue un miembro de la familia Carcharodontosauridae, un grupo de dinosaurios bípedos, gigantes y carnívoros que vivieron durante el período Cretácico en Eurasia, África y las Américas.
La descripción de esta nueva especie de dinosaurio se basa en un único y «peculiar» hueso grande del techo del cráneo (el hueso frontal) de aproximadamente 20 cm de largo, que muestra que el dinosaurio se distinguía por poseer una prominencia en forma de cúpula por encima de sus ojos. Por esta razón, los investigadores le bautizaron en recuerdo de Sauron -el personaje de ficción del Señor de los Anillos creado por JRR Tolkien que tiene el aspecto de un ojo grande- seguido de «ops», del griego «ojo».

A cabezazo limpio

El Sauroniops vivió en el ambiente tropical deltaico que se extendía a lo largo del norte de África hace unos 95 millones de años, junto con otros depredadores gigantes como el Carcharodontosaurus y el Spinosaurus, así como con grandes cocodrilos y peces de aletas lobuladas gigantes.

El tamaño del hueso del cráneo de Sauroniops sugiere que el animal tendría entre 10 y 12 metros de longitud. Como se puede apreciar en la imagen junto a estas líneas, un enorme «monstruo» en comparación con una persona. Una cabeza humana apenas le serviría como un ligero apertivo. La función que podrían tener unos huesos tan gruesos en el cráneo y la prominencia en forma de cúpula sobre el ojo de este dinosaurio no está clara. Es posible que los machos de esta especie se enfrentaran con golpes de cabeza durante la época reproductiva, como lo hacen los bóvidos modernos que tienen un cráneo con un grosor equivalente.

Vía: www.abc.es

El caso de los perros ‘asesinos’ de Mexico


En la parte baja del Cerro de la Estrella hay un cementerio, y a un lado del cementerio, pasada una barranquilla maloliente donde desembocan aguas fecales, hay un asentamiento ilegal de casas pobres. Uno de los vecinos explica a los periodistas que cada fin de mes unos individuos suben al anochecer a la cima del monte –donde están los restos de una pirámide, que ahora funcionan como un mirador– y allá arriba sacrifican animales y tocan un tambor y hacen sonar un cuerno. Con él está un chico que se come una manzana sin hablar demasiado y que al final opina que lo de los muertos debe de ser cosa de “mariguanos”, como se le llama en México a los que fuman hierba. En un país que desconfía por norma de la versión oficial, la aparición de seres humanos devorados por perros es un convite a la elucubración.
Esta semana se ha sabido que entre el 17 de diciembre y el 4 de enero aparecieron cinco cadáveres con mordeduras caninas en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa, la delegación más poblada y con más crímenes de la Ciudad de México. Las víctimas: una pareja de novios (ella 15 y él 16); una mujer de 26 y su niño de un año y ocho meses; y otra adolescente de 15 años. La policía ha hecho una batida en la colina y ha capturado a más de cincuenta perros de aspecto famélico. De acuerdo con las explicaciones de la fiscalía de la capital, las muertes se deben a los ataques de una jauría asilvestrada y en los cuerpos no hay ni rastro de la mano del hombre.


En esta época del año el Cerro de la Estrella es una colina reseca y polvorienta. En un camino de entrada al monte vive con su familia una mujer que pide que no se la identifique por su nombre, pero que luego se deja grabar por una cámara. Su casa es una chabola de madera. Dice que allí no hay perros salvajes y que los que ha capturado la policía son domésticos, uno de ellos el suyo, de nombre Chingordoño. “Es blanco y trae como mocha [mellada] una orejita”. Un poco más arriba hay una explanada con un tenderete montado con planchas de metal en el que, según un señor que guía a los reporteros, se venden droga y alcohol los fines de semana. En el grupo que recorre el monte va Enrique Martínez, hermano de uno de los muertos, Samuel Martínez, el chico de 16 años que apareció carcomido junto a su novia. Enrique tiene 24 años y es enfermero. Avanza callado por los caminos del Cerro de la Estrella llenándose de polvo sus zapatos de vestir. Desde que se supo del caso él ha salido en los medios diciendo una y otra vez que no se cree que a su hermano lo mataran unos perros. Dice que vio el cadáver de su hermano y que en una oreja tenía un corte como de cuchillo. Dos o tres horas más tarde Enrique Martínez lleva a los reporteros a casa de su familia. Las mujeres de la casa les sirven refrescos: sprite y coca-cola en botellas de dos litros. En una habitación otro hermano de la víctima dice delante de una cámara de televisión que sabe de un superviviente de los ataques que le confesó que los agresores no eran perros sino personas con machetes. En casa de la familia Martínez son seis, y tienen tan poco espacio que han sustituido el sofá para ver la tele por cinco sillas de cocina que ocupan menos.

En la prensa mexicana no se duda de los datos que aportan las autoridades, pero se abren ventanucos a la rumorología. “Usan cuevas para ritos, drogas y sexo: vecinos”, informaba este viernes un diario de la capital, contextualizando con toques de vicio y de brujería la información sobre el caso de los perros asesinos. Otro diario da cuenta de un sondeo en el que el 75% de los encuestados cree que las víctimas fueron primero asesinadas por hombres y luego devoradas por los canes. A pesar de las conclusiones provisionales de la fiscalía, basadas en estudios periciales, la tesis de la jauría homicida no acaba de convencer al público. Dos asociaciones en defensa de los animales están poniendo en duda la versión oficial y montando protestas para pedir que se libere a los perros enclenques capturados por la policía. “Yo no soy perito ni experta, pero mi experiencia y mi sentido común me dicen que esos perros no son los culpables”, ha dicho Norma Huerta, presidenta de uno de los grupos de presión, el colectivo Mundo Patitas. En las redes sociales también ha surgido un movimiento a favor de los perros llamado #yosoycan26, que en los últimos días en México se ha convertido en un tema central en Twitter.

Hasta que dentro de dos semanas se tengas los resultados de las pruebas de ADN no se podrá determinar con certeza si alguno de los perros capturados con lazos en el Cerro de la Estrella participaron en los supuestos ataques caninos, aunque en los primeros análisis se han encontrado pelos y pieles humanas en las garras de algunos de los perros, según la fiscalía. En los medios aparecen testimonios de dueños que acuden al centro canino donde están encerrados los perros y exigen que se los entreguen de vuelta. Se cita por ejemplo la historia de Fernando, propietario de un perro llamado Canelo, dos años, color café, que según él es incapaz de matar a una persona, como demuestra el hecho de que conviviese con normalidad con gallinas y con pollos.
De momento las autoridades han comprobado que 25 de los perros capturados no tuvieron nada que ver con las muertes y los entregarán a sus dueños o a asociaciones protectoras animales. Todavía quedan 30 perros sin veredicto.

Cómo 'esterilizar' el problema

P. LL. | México
El caso de los perros asesinos ha traído de vuelta un problema que ya se conocía en la Ciudad de México, el descontrol de la población de perros callejeros y los ataques de estos animales a ciudadanos, como el de un señor búlgaro llamado Ángel Stoyanov que fue agredido en agosto por 15 perros en el Bosque de Chapultepec, el principal parque de la capital, en el que se calcula que hay decenas de canes asilvestrados.
En la capital hay 120.000 perros vagabundos, según los datos que ha ofrecido la Secretaría de Salud de la capital al hilo de la polémica de los muertos del Cerro de la Estrella. Esta semana el Gobierno de México DF ha reaccionado aprisa ante le evidencia del problema lanzando una campaña de esterilización de perros y gatos. La presidente del grupo en defensa de los animales Mundo Patitas, Norma Huerta, dice que la esterilización es una de las vías para reducir el número de perros callejeros, pero hace hincapié en que los programas de castración tienen que contar con profesionales que convenzan a los ciudadanos de que deben dar este paso: “Tiene que haber un escuadrón que le explique al señor que su perro no se volverá marica si se le esteriliza, y a la señora que su perra no tendrá cáncer si no tiene una camada de perritos”.
Huerta señala que otra medida efectiva sería regular con rigor la venta de perros, que según dice se hace sin ningún tipo de control en los mercados populares de la Ciudad de México. La ciudad, según ella, cuenta con una normativa moderna contra el maltrato animal, asentada con reformas penales durante 2012, pero no tiene un método sólido para evitar que la superpoblación de canes se convierta en un problema de salud pública y de abandono animal.

Fuente: www.elpais.com

Un gato sobrevive a un flechazo en la cabeza


A pesar de que un desconocido se coló en la casa de sus dueños y le disparó a la cabeza, el animal todavía sigue con vida

No hay duda, los gatos tienen siete vidas. Esto es lo que debió pensar el trabajador de una clínica veterinaria de Pensilvania (en los Estados Unidos) cuando se cercioró de que el pequeño gato doméstico que le acababan de traer había sobrevivido nada menos que a un flechazo que le atravesaba la cabeza, según ha informado la cadena Fox.

Al parecer, los hechos se sucedieron durante la noche en el barrio residencial de Lancaster. Concretamente, un desconocido se acercó hasta la casa de la familia Kissinger para, sin ser visto, disparar su arco contra un gato doméstico de un año de edad.

Tras enterarse de lo sucedido, sus dueños descubrieron sorprendidos que, aunque el proyectil había atravesado la cabeza del felino, este aún seguía con vida.
La familia trasladó entonces al felino de forma inmediata a una clínica veterinaria cercana, donde se descubrió que la flecha no había logrado atravesar el cerebro animal, el cual, tras dos semanas bajo vigilancia médica, se recupera ahora en el hogar de sus dueños. «Debe ser alguien que tiene una personalidad enfermiza y necesita ayuda», afirmó Jean Kissinger, la propietaria del minino.

Investigación policial

Tras el ataque, las autoridades locales han informado de que siguen buscando al responsable de los hechos, quien podría haber sido visto por un miembro de la familia. Por su parte, el teniente Stephen Englert ha explicado que atraparán al culpable, ya que consideran que una persona que maltrata así a un animal es «capaz de hacer otras cosas».

Vía: www.abc.es

Arqueólogos hallan un cementerio de hace 3.000 años en un templo de Amenhotep II


Los arqueólogos descubrieron en las tumbas varios esqueletos y unos 12 vasos canopos, que los antiguos egipcios utilizaban para guardar las vísceras del fallecido embalsamadas.

Un cementerio con tumbas excavadas en la roca, que datan de entre 664 y 1075 a. C., ha sido descubierto en el interior de un templo del faraón Amenhotep II (1291-1550 a.C.) en la ciudad monumental de Luxor, a unos 700 kilómetros al sur de El Cairo.

El Ministerio de Estado para las Antigüedades ha anunciado en un comunicado que el descubrimiento se produjo durante los trabajos de limpieza y excavaciones llevados a cabo por arqueólogos italianos en el templo funerario de Amenhotep II, en la orilla occidental del Nilo.

Cada tumba contiene un pozo que conduce a una habitación, donde se enterraba el difunto y donde fueron encontrados restos de ataúdes de madera con inscripciones y dibujos en rojo y negro.

Además, los arqueólogos descubrieron en las tumbas varios esqueletos y unos doce vasos canopos, que los antiguos egipcios utilizaban para guardar las vísceras del fallecido embalsamadas. Los vasos tienen tapas con la forma de cada uno de los cuatro hijos del dios Horus, responsables de proteger los órganos del muerto.

Amenhotep II, el conquistador implacable

Cazador, atleta y poderoso guerrero, el faraón Amenhotep II consolidó las conquistas de su padre Tutmosis III en el Próximo Oriente, pero a diferencia de éste no mostró clemencia con los vencidos.

Cuando ciñó la doble corona de Egipto, a la muerte de su padre Tutmosis III, Amenhotep II recibió la mayor herencia jamás otorgada a ningún otro faraón. Tutmosis III, el auténtico forjador del Imperio Nuevo, protagonizó diecisiete victoriosas campañas militares que le permitieron ampliar enormemente las fronteras de Egipto y convertirlo en el país más poderoso de su época. Su imperio se extendía desde Nubia, en el actual Sudán, hasta Palestina, territorio que Tutmosis logró conquistar en la decimocuarta campaña de su reinado.
Amenhotep II fue hijo de Hatshepsut Merire, segunda esposa de Tutmosis III, y fue asociado al trono por su padre, dos años antes de su muerte. Al igual que su padre, Amenhotep II fue un faraón guerrero, que se jactaba de la formación militar que había adquirido en Menfis, así como de sus hazañas en las múltiples expediciones de caza que se complacía en organizar. De hecho, consiguió pasar a la posteridad como un aguerrido y atlético rey, con tanta fuerza física que, según sus propias palabras, grabadas en la piedra, nadie fue capaz de tensar su arco. Un bajorrelieve de Karnak, expuesto hoy en el museo de Luxor, nos muestra a Amenhotep II como arquero, disparando flechas sobre un blanco de cobre, con las riendas de su tiro de caballos atadas a la cintura.

Primeras campañas

Desde su acceso al trono, Amenhotep se propuso consolidar el imperio recién conquistado por su progenitor y, lo más importante, defenderlo frente a las amenazas exteriores, particularmente del tradicional enemigo de Egipto en ese período, Mitanni, un reino situado en los límites de la actual Armenia que realizó numerosos ataques a posiciones egipcias en Siria. El nuevo faraón llevó a cabo tres campañas bélicas en suelo sirio. La primera incursión tuvo lugar en el tercer año de su reinado con el objetivo de sofocar un levantamiento secesionista por parte de una coalición de príncipes asiáticos del sur de Siria. Aunque poseemos escasos detalles de esta campaña, se consideró una victoria fácil, a juzgar por el escaso número de enemigos capturados.

La siguiente campaña, iniciada en el año séptimo de su reinado, tuvo como finalidad aplastar nuevos levantamientos en suelo sirio. El choque inicial con el enemigo tuvo lugar más allá de las riberas del río Orontes. Según se relata en las inscripciones de dos estelas halladas en Menfis y Karnak, tras cruzar el río, Amenhotep vio que se aproximaban unos jinetes asiáticos procedentes de la ciudad de Katma. El faraón se lanzó sobre ellos atacando al jefe con su hacha, «igual que Montu en su hora» (Montu era el dios egipcio de la guerra). Los asiáticos huyeron en desbandada y Amenhotep capturó sus armas y caballos; luego ató al cabecilla en el extremo de su carro de guerra.
Tras rechazar este ataque de la caballería asiática, el ejército egipcio tomó la ciudad de Niy, que se rindió sin condiciones. Pero no por ello terminaron los combates. La estela de Menfis menciona dos rebeliones inmediatamente posteriores. Primero, la población de Ugarit se alzó contra la guarnición egipcia destacada en la ciudad, y a continuación varias tribus nómadas se sublevaron también contra el dominio egipcio. Tras acabar con ambos levantamientos, Amenhotep II se dirigió de nuevo hacia el Orontes, saqueando por el camino las poblaciones de la región de Mindjatu. De este modo pudo conquistar las ciudades de Hetera, Ynek y Qadesh. El rey de esta última ciudad, así como sus hijos, juraron fidelidad al faraón y éste hizo un regreso triunfal al país del Nilo.

Crueldad con el enemigo

Dos años más tarde, Amenhotep emprendió su última campaña en Palestina. Se trató, como en las dos contiendas anteriores, de una expedición de castigo contra varias localidades palestinas deseosas de sacudirse el yugo egipcio. Las estelas de Menfis y Karnak cuentan que Amenhotep llegó a la ciudad de Apek, enclave cercano a la vía de acceso al Líbano. Se desprende del texto que la ciudad se rindió sin luchar cuando avistó al ejército egipcio. También se grabó en la estela de Menfis un sueño que tuvo Amenhotep II, en el que el dios Amón se presentó ante él para darle su fuerza y otorgarle su protección. Continuando su marcha triunfal, Amenhotep llegó a la ciudad de Yehem, asolando por el camino los emplazamientos de Repesen y Jetetchen, al oeste de Saka.
Al contrario que su padre, que tendió a mostrarse compasivo con el enemigo derrotado, el comportamiento de Amenhotep en sus expediciones, según consta en dos estelas levantadas en suelo nubio y en la de Karnak, fue brutal y sanguinario. A siete príncipes enemigos derrotados en la última campaña en Siria los llevó a Egipto en su barco, colgados cabeza abajo en la proa. No contento con ello, ordenó cortarles las manos y a seis de ellos hizo que los ahorcaran frente a las murallas de Tebas; el séptimo «miserable», según el texto, fue enviado a Napata, en Nubia, para que, pendiendo de la muralla de la ciudad, sirviera de aviso al pueblo nubio. Esta tercera campaña duró siete días, tras los cuales Amenhotep regresó a Egipto, probablemente tras embarcar en el puerto de Jopa.

Amenhotep el constructor

Por lo demás, el reinado de Amenhotep II fue en su mayor parte pacífico y marcado por la estabilidad. Ello permitió al faraón desarrollar una intensa labor constructiva a lo largo y ancho del país. Continuó los trabajos que su padre iniciara en Amada, el templo nubio dedicado a los dioses Amón y Re-Horakhty. Entre sus intervenciones en Karnak destaca su templo del jubileo, levantado en la vía de acceso lateral al templo de Amón. De su templo funerario, construido en la orilla occidental de Tebas, apenas quedan vestigios, pero dejó otros monumentos en casi todos los centros de culto antiguos, sobre todo en el Alto Egipto, como El Kab, Elefantina, Armant, Gizeh, Gebel el-Silsila, Gebel Tingar, Tod, Dendera y Heliópolis, así como en Qasr Ibrim, Sehel, Buhen y Kumma, en la región de Nubia.
Sin embargo, el monumento mejor conservado de Amenhotep II y, por ello, el más visitado en la actualidad es su tumba. Fue excavada en la roca virgen del Valle de los Reyes y quedó emplazada al fondo de un wadi (cauce seco) que desemboca en el centro del Valle; lejos, por tanto, del sepulcro del padre de Amenhotep, Tutmosis III.

La morada eterna del faraón

El trazado de la tumba de Amenhotep II, con su eje principal quebrado, sigue el modelo de la sepultura de Tutmosis III, al igual que su decoración mural, que tiene como principal motivo el Libro del Amduat, el viaje nocturno del dios sol Re. Ciertas «faltas de ortografía» y lagunas del texto de Amenhotep II se repiten en la tumba de su padre, lo que demuestra que ambas inscripciones procedieron de un único papiro original que, deteriorado en algunos puntos, hizo que el pintor se equivocara.
El sarcófago de Amenhotep se colocó en la cámara funeraria, en un suelo rebajado que forma una cripta. Allí localizó la momia del faraón en 1898 el arqueólogo Victor Loret, el descubridor de la tumba KV35, como se la denomina. Sin embargo, el hallazgo de la momia del titular del sepulcro no es lo que hace que el descubrimiento de Loret sea considerado como uno de los más importantes del Valle de los Reyes. En su exploración, el arqueólogo francés descubrió, en una estancia a la derecha de la cámara funeraria, otras tres momias destapadas, colocadas una al lado de la otra; de una de ellas hoy sabemos que corresponde a la reina Tiy.
Además, en la estancia de la cripta, Loret pudo ver, a través de un orificio en un muro, un espacio en el que se disponían nueve sarcófagos, que él pensó que corresponderían a miembros de la familia real. Más tarde comprobó que se trataba de las momias de diversos miembros de la realeza egipcia: Tutmosis IV y Amenhotep III, hijo y nieto respectivamene de Amenhotep II, así como Seti II, Siptah, Sethnakht, Ramsés IV y Ramsés V. También se halló la momia del sumo sacerdote de Amón de época de Tutmosis III. En efecto, la tumba de Amenhotep II había sido habilitada en la Antigüedad como escondite para proteger de los saqueadores varias momias faraónicas, un escondite real parangonable con el de Deir el-Bahari, descubierto unos años antes, en 1881, por Émile Brugsch.

Vía: www.historiayarqueologia.com

Historiador turolense sitúa las primeras máquinas de asedio en Egipto

Un historiador turolense asegura que unas pinturas en tumbas egipcias demuestran que existían ya máquinas de asedio en Egipto en el año 2400 antes de Cristo, muchas siglos antes de los relieves neoasirios del siglo noveno antes de Cristo, considerados hasta ahora las primeras referencias de estas máquinas. "Creemos que debemos mucho al mundo grecorromano en cuanto a táctica, pero en tecnología militar hay que estudiar el antiguo Egipto y Mesopotamia", ha asegurado a Efe el historiador Rubén Sáez.

Doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Premio Nacional Defensa 2004, en la modalidad de Historia y Geografía Militar, Sáez ha explicado que se han encontrado representaciones de escalas de asalto, con ruedas, torres de asedio y arietes en inscripciones en rocas y tumbas egipcias, pero que hasta ahora habían pasado desapercibidas para los historiadores.

"Se trata de tumbas de personajes menores, no faraones, como la del general Intef", de las que hay fotografías en catálogos "on line" a través de los cuáles ha realizado la investigación.

"Ahora nos queda el trabajo más largo que es viajar hasta Egipto y buscar directamente las inscripciones y los textos en los que aparecen estas referencias", ha añadido.

Sáez ha asegurado que hay documentadas escalas de asalto con ruedas en la dinastía VI, del 2350 al 2190 antes de Cristo, y arietes y torres de asedio en la Dinastía XI, "muy modernas en cuanto a sus diseños".

"La investigación debe ahora atar cabos sobre cómo llegó la tecnología de Egipto y Mesopotamia a Cartago y reubicar cronológicamente todo. Es un proyecto muy ambicioso, de toda una vida", ha resaltado.

Este historiador dirige el "Trebuchet Park", un parque temático en la Sierra de Albarracín en el que muestra medio centenar de recreaciones a escala real de máquinas de guerra de distintas épocas.

Gracias a las visitas a este espacio y las exposiciones en las que participa, con el material que él mismo con la ayuda de su familia ha construido, espera financiar su investigación.

"No me he puesto en contacto con ninguna publicación científica ni universidad porque ahora no hay financiación para destinarla a estos proyectos, así que espero poder sufragarla con los ingresos del parque, las exposiciones y las publicaciones".


Vía: http://www.diariodeteruel.es