Busto del emperador Octavio Augusto, hallado en 1955 en Lora del Río.
- La pieza podría salir de España si la Junta y los dueños no se ponen de acuerdo sobre su valor. La obra, bien conservada y de gran valor artístico, está depositada ahora en el Museo Arqueológico de la ciudad.
La Consejería de Hacienda de la Junta de Andalucía negocia cobrarse el impuesto de sucesiones que tiene que abonar una familia sevillana con un busto romano de valor excepcional hallado en 1955 en Lora del Río y hoy en depósito en el Museo Arqueológico de Sevilla, según ha podido saber ABC. El expediente de dación en pago está abierto desde hace varios años pero ha encallado con la tasación que se hace de la pieza de arte y sobre la que no hay consenso con la familia propietaria. Fuentes consultadas por ABC señalan que si finamente la Junta de Andalucía y los dueños del busto no llegan a un acuerdo, la obra de arte podría salir de España si finalmente se vende a un museo o coleccionista extranjero.
En las negociaciones para la dación en pago del impuesto de sucesiones han participado la consejerías de Cultura y Hacienda de la Junta de Andalucía. La parte más interesada en quedarse con la pieza artística es la Consejería de Cultura, cuya titular es Rosa Aguilar, ya que supondría reforzar su colección en el Museo Arqueológico de Sevilla, que aglutina la mejor colección de escultura romana de España.
Situación delicada
La falta de acuerdo sobre la tasación de la obra de arte ha paralizado un expediente que podría estar resuelto hace años. Las cosas de palacio van despacio, pero tanto que en esta ocasión «la situación es delicada porque estamos hablando de una pieza de gran valor que podría acabar siendo vendida en el extranjero si la Junta de Andalucía no llega a un acuerdo sobre su valor», según ha podido saber ABC.
A la Consejería de Hacienda, cuya titular es María Jesús Montero, se le ha hecho llegar la importancia de que la Junta de Andalucía sea propietaria de esa pieza, «pero parece inasequible a cualquier sensibilidad patrimonial», añaden las mismas fuentes. Este medio intentó ayer sin éxito que la Consejería de Hacienda se pronunciara sobre las negociaciones para quedarse con el busto romano, pero la contestación oficial ha sido que «no hay información».
Al tratarse de un Bien de Interés Cultural, la Ley de Patrimonio de Andalucía concede al Gobierno autonómico los derechos de tanteo y retracto en caso de que exista otro posible comprador. Por tanto, la Junta tiene la última palabra.
En 2011, el Consejo de Gobierno de la Junta acordó inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural (BIC), el busto del emperador Augusto localizado en el Cortijo Ossorio, en Lora del Río. La obra es una pieza excepcional en España tanto por su calidad artística como por tratarse del único retrato del emperador datado en la antigua Hispania durante su mandato (27 a.C.-14 d.C.).
El busto fue descubierto en 1955 cuando se desarrollaban labores agrícolas en una zona muy rica en restos arqueológicos donde, según las fuentes documentales, se asentó la población romana de Flauium de Axati. La escultura es de mármol blanco «de grano fino y cristalino, de 27 centímetros de altura y 25,2 de anchura, carece de policromías y su tamaño supera ligeramente a la escala natural. La base del cuello indica que formó parte de una estatua de cuerpo entero en la que el emperador podría manifestarse como máxima autoridad militar o magistrado».
El retrato destaca por la fuerte expresión del rostro y la mirada profunda, que transmiten las cualidades de dignidad, majestuosidad, firmeza, solemnidad y clemencia, inherentes al título de augusto. El esculpido del pelo es realista y laborioso, aunque la parte trasera de la cabeza está simplemente esbozada, debido a la probable colocación de la escultura dentro de una hornacina.
Especial significación
El busto de Lora del Río, que ha sido comparado con el de los Museos Capitolinos de Roma, presenta una especial significación vinculada a los inicios del proceso de difusión del poder imperial. Es uno de los tres descubiertos hasta la fecha en la Bética romana. Los más cercanos al de Lora del Río proceden del yacimiento sevillano de Itálica, aunque se adscriben a momentos posteriores (uno de época de Tiberio y otro de Tiberio-Claudio).
Una escultura de «valor excepcional»
El valor del busto de Octavio Augusto hallado en 1955 en el cortijo Ossorio de Lora del Río (Sevilla) y declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía es «excepcional» en cuanto a su calidad artística y conservación, a decir de los expertos consultados por ABC. Estamos hablando de una pieza única en el mundo, hecha durante el mandato del emperador romano Octavio Augusto (27 a.C.-14-d. C.) con «mármol lunense», un tipo de mármol extraído de las canteras de Carrara (Italia). La obra es propiedad de los herederos del dueño de la finca donde fue hallada. Este busto es uno de los tres hallados en la Bética romana y de los cinco de la antigua Hispania (los otros dos se localizan en Mérida y Zaragoza).
Fuente: M. J. PEREIRA | ABC de Sevilla, 25 de octubre de 2016
Durante dos años sus compañeros de armas se empeñaron en construir un mausoleo de oro macizo con la figura en relieve del Magno. La estructura contaba en sus extremos con columnas jónicas de oro y en sus laterales incluía escenas de la vida del general.
La localización de la tumba del gran conquistador de la Antigüedad resulta uno de los casos más misteriosos de la arqueología mundial. No tanto por lo que puede haber en su interior, como por el hecho de que durante siglos su ubicación era archiconocida. La visitaron emperadores, reyes, gobernantes y grandes personajes hasta que, mientras se venía abajo el Imperio romano, se le perdió el rastro para siempre.
Alejandro cayó enfermo el 2 de junio del 323 a. C. tras un banquete en Babilonia donde había bebió grandes cantidades de vino. Durante casi dos semanas Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos. El 13 de junio, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años de edad, falleció el dueño de media Asia sin dejar un heredero claro.
Durante dos años sus compañeros se empeñaron en construir un mausoleo de oro macizo con la figura en relieve del Magno. La estructura contaba en sus extremos con columnas jónicas de oro y en sus laterales incluía escenas de la vida del general. En el palio de púrpura bordada se encontraba expuestos el casco, la armadura y las armas del macedonio. Una vez finalizado, el mausoleo fue transportado desde Babilonia hacia Macedonia por 64 mulas que completaron un recorrido de 1.500 kilómetros. Sin embargo, los restos mortales nunca lograron alcanzar su lugar de nacimiento.
La guerra abierta entre los sucesores de Alejandro Magno fragmentó el imperio del macedonio y entregó la parte Egipcia a Ptolomeo, que se declaró a sí mismo Rey de Egipto. Mientras el cortejo fúnebre con los restos de Alejandro se dirigía a Macedonia, Ptolomeo se apropió de ellos y se los llevó a Egipto. En un principio, adaptó una tumba vacía que había sido preparada para enterrar al último faraón nativo de Egipto, Nectanebo II, y trasladó los restos del que fuera su general a una capilla dentro del templo del Serapeo de Saqqara, en la necrópolis de la antigua Menfis. La grandilocuente tumba se encontraba al final de una larga avenida de esfinges.
Una parada para los emperadores que se perdió
Al hijo de Ptolomeo, Ptolomeo II, no le parecía suficientemente lustrosa la localización y trasladó la tumba de Alejandro de Menfis a Alejandría (la más famosa de las 50 Alejandrías fundadas por el conquistador). Así creó un estructura monumental conocida como el Soma para el descanso del macedonio y el de su propia dinastía. El sarcófago era en su origen de oro, si bien Ptolomeo IX lo reemplazó por cristal debido a necesidades económicas e incluso es posible que cambiara su ubicación de nuevo. Allí lo halló Julio César cuando peregrinó a la tumba de su héroe de juventud. En el año 48 a.C, el romano llegó a Alejandría, después de haber perseguido a su enemigo Pompeyo, y tuvo ocasión de ver los restos.
Su heredero político, César Augusto, también visitó la tumba en un acto plagado de propaganda. Cuando las dignidades griegas que le acompañaban le ofrecieron visitar las tumbas de los reyes Ptolomeos, el primer ciudadano de Roma les recordó que él no había ido a ver muertos sino a un rey. Ordenó que fueran sacados los restos de Alejandro de su tumba, adornando el cadáver con flores y una corona de oro. Según las fuentes del periodo, cuando Augusto estiró la mano para tocarle la cara a Alejandro le rompió de forma accidental un pedazo de nariz.
A partir de entonces, la visita de los emperadores de Roma a la tumba de Alejandro se convirtió en «protocolaria». Algunos, como Cayo Calígula, que la conoció en un viaje con su padre de niño, se apoderaron de distintos objetos presentes (en su caso de la coraza de Alejandro). Por el contrario, Septimio Severo ordenó sellar el acceso a la tumba al ver lo poco protegida que estaba, en el año 200 d.C. La última supuesta visita fue la del emperador romano Caracalla, en 215, que afirmó haber sido poseído por el espíritu de Magno.
Con la decadencia del Imperio romano, Alejandría se vio azotada por distintos saqueos y revueltas, que terminaron por perder el rastro de la tumba del general. Si bien hay evidencias de que todavía en el siglo IV la tumba seguía en su lugar original, no se puede constatar que saliera intacta en el 365 del gran terremoto seguido de un tsunami gigantesco, que provocó estragos en las regiones costeras y ciudades portuarias de todo el Mediterráneo oriental. En Alejandría los barcos fueron levantados hasta los tejados de los edificios que quedaron, lo que hace probable la destrucción del mausoleo del Soma.
A partir de ese momento se perdió el rastro a la tumba, ya fuera porque fue destruida en el terremoto o en los saqueos que acompañaron los años finales del Imperio romano. No así a los restos mortales del conquistador. Libanio de Antioquía mencionó en un discurso dirigido al Emperador Teodosio, que el cadáver de Alejandro estaba expuesto en Alejandría de forma pública. Probablemente fue retirado y separado del sarcófago, lo que explicaría que la expedición de Napoleón lo hallara vacío en el siglo XIX.
La devoción por estos restos finalizó de forma abrupta cuando Teodosio publicó una serie de decretos para prohibir el culto a los dioses paganos, entre los que destacaba Alejandro. Aquí se perdieron también los restos.
Una búsqueda obsesiva entre los arqueólogos
En la célebre expedición que Napoleón condujo en 1798, se descubrió un antiguo sarcófago vacío situado en una capilla en el patio de la mezquita Atarina en Alejandría. Los lugareños aseguraban, basándose en la creencia medieval de que el gigantesco sarcófago se había quedado limitado a una pequeña capilla, que se trataba de la tumba de Alejandro Magno. No obstante, los arqueólogos que acompañaban al «Gran corso» albergaba sus dudas y no fueron capaces de resolver el rompecabezas todavía vigente.
Foto: Supuesto sarcófago de Alejandro Magno en el Museo de Estambul.
En 1801, Edward Daniel Clarke llevó el sarcófago al Museo Británico de Londres y dio pie a que Champollion descifrara los jeroglíficos. Después de que los británicos transportaron el sarcófago a Inglaterra entre 1802 y 1803, la mezquita se deterioró rápidamente, y pocas décadas después había desaparecido. No en vano, el monumento contenía una pista, una inscripción que anunciaba que el sarcófago pertenecía al faraón Nectanebo (Nectanebo II, aclararon investigaciones posteriores).
El asunto se cerró en falso sin sospechar, en ese momento, que Ptolomeo se había apoderado de la tumba de Nectanebo II (él huyó de Egipto cuando llegaron los macedonios y su tumba quedó vacía) para enterrar a Alejandro Magno. Distintos autores han insistido recientemente en que la respuesta al misterio está en esta mezquita de Atarina en Alejandría, concretamente en la costumbre de los ptolomeos por reciclar elementos arquitectónicos de sus antecesores.
Pero esta no ha sido la única teoría, siendo que la mayor parte de los esfuerzos por encontrar la tumba o los restos del conquistador se han centrado en Alejandría. El egiptólogo italiano Evaristo Breccia lo buscó casi de forma desesperada en la zona de la mezquita de Nabi Daniel (a pocos metros de donde estuvo la de Atarina) y en Kom el Dick. Todo ello sin éxito. Como explica Valerio Massimo Manfredi en su libro «La tumba de Alejandro: El enigma», el sucesor de Breccia, el arqueólogo Achille Adriani, decidió cambiar la dirección de las búsquedas hacia el cementerio latino de Alejandría, en la zona sudeste de la península del Lochias. Tampoco él logró dar con la tecla.
Fuera de la ciudad, otros estudios han buscado la tumba en el oasis de Siwa, el lugar donde Alejandro fue acogido por los sacerdotes egipcios como el hijo del dios Amón. Así como en la antigua Anfípolis, una importante ciudad del reino de Macedonia, a 100 kilómetros al este de Tesalónica, la segunda ciudad de Grecia. En este sentido, los arqueólogos anunciaron el año pasado que lo más probable es que esta tumba esté dedicada a Hefestión, el amigo más íntimo de Alejandro Magno.
Foto: Reconstrucción del catafalco de Alejandro según Diodoro (mitad del S. XIX).
Pero más allá de saber dónde está la tumba, al menos cabe preguntarse qué fue de los restos tras la prohibición de Teodosio de adorar a símbolos paganos. En 2004, el historiador británico Andrew Chugg planteó una curiosa pero poco probable teoría en su libro «La tumba perdida de Alejandro Magno». En su opinión, la venerada tumba de San Marcos en Venecia podría contener no los restos del evangelista, sino nada menos que el cuerpo de Alejandro Magno.
Sostiene este experto en el legendario rey de Macedonia que la confusión histórica sobre la suerte del cuerpo del mítico guerrero se explica porque el cadáver fue disfrazado de San Marcos para evitar su destrucción durante una insurrección cristiana. De esta forma, no fueron los restos de San Marcos (que algunas tradiciones dicen que fueron quemados) los que fueron robados por mercaderes venecianos unos cuatro siglos más tarde para devolverlos a su ciudad natal. Serían, en este caso, los restos de Alejandro Magno los que fueron llevados a Venecia.
Fuente: César Cervera | ABC, 26 de octubre de 2016
Gracias al poder de las nuevas tecnologías la Cueva de Ekain (Guipúzcoa) puede ser contemplada. Madpixel, líder mundial en la digitalización de obras de arte, ha colaborado con el Gobierno Vasco para digitalizar el interior de la Cueva de Ekain, una de las obras más importantes del arte rupestre de la época paleolítica y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008.
Por motivos de conservación, la cueva está cerrada al público desde 1969, por lo que, a pesar de contar con una excelente réplica, Ekainberri, los tesoros artísticos originales, pintados hace unos 14.000 años, han permanecido inaccesibles hasta hoy.
Ahora, con el objetivo de facilitar el acceso a una versión digital de las pinturas allí albergadas que ayude a dar a conocer este patrimonio y permita el acceso y conocimiento por audiencias «remotas» el Gobierno Vasco ha encargado a Madpixel la digitalización de esta obra, para lo cual se han obtenido imágenes en súper-alta resolución en un proyecto de digitalización que es pionero en España.
El resultado han sido digitalizaciones en súper-alta resolución de los paneles principales (Zaldei y Artzei), incluyendo capturas infrarrojas que permiten apreciar con mayor nitidez las figuras, el contorno e incluso la técnica utilizada en las pinturas.
También se han generado panoramas interactivos en 360º de las principales salas de la cueva a partir de la recuperación y adaptación de material existente, propiedad del Gobierno Vasco.
Para poder llevarlo a cabo, Madpixel ha tenido que realizar una adaptación especial de su tecnología de Art Gigapixel a los requerimientos de captura en cuevas: luces frías especiales para tener un impacto mínimo en la obra, baterías portátiles para facilitar la movilidad en espacios reducidos y de difícil acceso, trípodes adaptados, reducción del equipamiento, etc.
Este proyecto ha sido promovido por el Gobierno Vasco, desde su centro de Patrimonio Cultural, y ha contado con el apoyo del Grupo de Prehistoria de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), que ha participado en la definición de los contenidos seleccionados para la digitalización.
La tecnología utilizada, Art Gigapixel se ha desarrollado para la digitalización de obras de arte con la máxima calidad en formato gigapíxel y súper-HD, con un zoom que permite apreciar la más mínima pincelada y detalles que, de otra manera, escaparían al ojo humano. Esta tecnología la han utilizado ya instituciones como el Museo del Prado, Fundación Banco Santander o Fundación Telefónica, entre otras.
Todo este trabajo se traslada ahora al público mediante la publicación de una aplicación gratuita en la plataforma Second Canvas que ya está disponible para smartphones y tabletas (iOS y Android), y que también tiene una versión web que incluye un visor de imágenes gigapíxel.
La plataforma Second Canvas permite a los museos publicar contenidos de una manera sencilla y basados en imágenes de alta resolución. Además, ofrece un gestor de contenidos multidispositivo que, entre otras cosas, permite a las instituciones enriquecer las imágenes con storytelling y publicar en varios idiomas, incluyendo alfabetos no occidentales.
«Merecen ser admirados por todo el mundo»
«El uso de la tecnología en la digitalización de la cueva de Ekain permite dar a conocer y facilitar la navegación por contenidos únicos y de difícil acceso que, al estar considerados Patrimonio de la Humanidad, merecen ser admirados por todo el mundo, independientemente de dónde se encuentren», explica Koldo García, cofundador de Madpixel. «De esta forma, se garantiza la accesibilidad digital a las pinturas en un formato de calidad y enriquecido, de manera que todo tipo de audiencia pueda disfrutarlo, interpretarlo y ponerlo en valor, al tiempo que se fomenta la visita a la réplica de Ekainberri», añade.
El viceconsejero de Cultura de Gobierno vasco, Joxean Muñoz, ha destacado la importancia del trabajo de digitalización realizado, y el objetivo que persigue el resultado final. «El objetivo de esta nueva aplicación es poner a disposición de la gente, en todo el mundo, una de las grandes joyas del patrimonio rupestre vasco», ha señalado.
«Ahora, esta aplicación, permite conocer mejor las pinturas de Ekain, no sólo a la sociedad vasca, sino a todos aquellos que se interesan por el arte paleolítico en todo el mundo. Por eso está en cuatro idiomas, por eso se ofrece en las plataformas digitales más extendidas del planeta, permitiendo su visualización en móviles, tabletas u ordenadores. Es el primer paso hacia una difusión digital de todo el tesoro paleolítico de las cuevas de Euskal Herria».
Fuente: elcorreo.com | 26 de octubre de 2016