Puñal de hoja de cristal de roca y enmangue de marfil de Montelirio (Sevilla). M. A. Blanco; Grupo ATLAS, Universidad de Sevilla
El cuarzo, pese a ser uno de los minerales con mayor presencia en la corteza terrestre, ha sido considerado tradicionalmente por los arqueólogos como un recurso de escasa importancia, propio de sociedades arcaicas. En cambio, nuevos estudios, recogidos ahora en un monográfico que publica la prestigiosa revista Quaternary International, demuestran la complejidad económica, tecnológica, social y simbólica, equiparable a la registrada en los grupos que habitaban otros territorios donde el sílex era un material frecuente, y al cuál se le ha dado más valor. Estos resultados pueden considerarse como una prueba evidente de la flexibilidad y capacidad de adaptación de las sociedades prehistóricas a los cambios y condicionantes de los diversos territorios.
El monográfico es fruto del trabajo de miembros del
GEPN-AAT (Grupo de Estudos para a Prehistoria do Noroeste Ibérico- Arqueoloxía, Antigüidade e Territorio) de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) e
IPHES (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social), que lo han editado conjuntamente. El volumen reúne las contribuciones de varios especialistas nacionales e internacionales, cuyo contenido tiene su base en una sesión celebrada durante el XVII Congreso Internacional de la
UISPP (Union International de Sciences Préhistoriques et Protohistoriques), en Burgos en 2014.
Durante millones de años y hasta la generalización de la metalurgia, hace apenas unos milenios, la fabricación de herramientas líticas fue un aspecto fundamental de la economía y tecnología de las sociedades prehistóricas. Es por ello que su estudio resulta de enorme importancia para que los arqueólogos puedan comprender y reconstruir las sociedades pasadas.
En ese sentido, la investigación se ha centrado tradicionalmente en aquellas herramientas realizadas en sílex (que, de hecho, es un tipo de cuarzo), dado que esta roca presenta una mejor calidad para la talla, lo que facilita la fabricación de piezas más complejas e, incluso, más atractivas desde un punto de vista estético. Sin embargo, en aquellos territorios en los que el sílex es una materia prima muy escasa (como puede ser la propia Galicia o el extremo Noreste de la Península Ibérica) los grupos prehistóricos tuvieron que recurrir a otros materiales, como el cuarzo.
Pese a ser uno de los minerales más comunes de la corteza terrestre, se había prestado muy poca atención al estudio de estos materiales, ya sea en su variedad más común, el
cuarzo lechoso (izquierda) o en su variedad más pura, el
cristal de roca (derecha). Los investigadores lo han considerado tradicionalmente como un mero recurso de sustitución, de mala calidad, y que no permitía obtener la misma estandarización morfológica de las herramientas que en sus homólogos en sílex. Esta aproximación llevó a que, en algunos casos, se tachase de arcaicos a los grupos prehistóricos que fabricaban sus herramientas en cuarzo. No es de extrañar que haya sido precisamente en estas regiones con una mayor presencia del mencionado mineral, entre las que Galicia tiene cierta relevancia, desde las cuales se estén desarrollando trabajos cuyo objetivo es el de revisar estas consideraciones apriorísticas sobre el cuarzo.
El presente volumen reúne 16 contribuciones de numerosos especialistas nacionales e internacionales con el fin de ofrecer un panorama lo más completo posible sobre el papel que el cuarzo jugaba en las sociedades prehistóricas desde un punto de vista económico, tecnológico, funcional y simbólico. Estos trabajos abarcan un amplio marco cronológico y espacial, ofreciéndose casos de estudio de diversas regiones del planeta y desde el Paleolítico Inferior hasta la Edad del Bronce (Olduvai, Suecia, Nueva Zelanda, Foz Côa, etc.).
Procesos de talla
Estas contribuciones ayudan a romper con los paradigmas tradicionales de la disciplina, dejando claro el gran conocimiento que estos grupos prehistóricos tenían sobre las características de este material y las posibilidades que les ofrecía, llegando a desarrollar procesos de talla específicos que posibilitaron la obtención de piezas de indudable valor estético y simbólico, como puede ser la daga en cristal de roca de Montelirio (Valencina de la Concepción, Sevilla). En estas obras el cuarzo se muestra, pues, como un recurso versátil.
En este sentido, además de mostrar propiedades mecánicas y funcionales equiparables a las de otros materiales de buena calidad, el cuarzo muestra ciertas propiedades específicas (forma prismática, propiedades piezo-eléctricas...) que lo dotaron de un valor simbólico y apotropaico para diferentes sociedades prehistóricas, como refleja la presencia de prismas y cristales de roca en numerosos ajuares megalíticos a lo largo de la fachada atlántica europea.
Fuente:
IPHES | 6 de febrero de 2017
El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga ofrece una conferencia en el Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL) de Salamanca. Manuel Sánchez Malmierca, director del INCYL, en primer plano, presenta a Juan Luis Arsuaga, al fondo.
Juan Luis Arsuaga, codirector de las excavaciones de la Sierra de Atapuerca y catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha echado mano de la historia para ofrecer una conferencia en el Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL) de Salamanca. Al igual que
Julio César cruzó el río Rubicón para marchar sobre Roma, en algún momento de la evolución nuestra especie –y puede que no sea la única- cruzó una frontera que nos permite ser conscientes y desarrollar el tipo de pensamiento que nos hace humanos.
La idea de ese “Rubicón cerebral” la enunció el anatomista Arthur Keith a comienzos del siglo XX y hace referencia al “límite entre el animal y el humano en la terminología de la época, es decir, al momento en que nos convertimos en lo que somos”, afirma Arsuaga en una entrevista concedida a DiCYT.
De forma simplificada, la clave está en el volumen del cerebro. Aunque no es sólo una cuestión de tamaño, “la cantidad de neuronas por kilo de peso es un dato fundamental, tiene mucho que ver con las capacidades mentales”.
Sin embargo, la respuesta es controvertida, puesto que “los neandertales tenían un cerebro mayor que el nuestro y hay quienes piensan que habían cruzado ese Rubicón y otros que no”. Además, los primeros utensilios fueron fabricados por antepasados con un volumen cerebral muy inferior.
Los chimpancés, en el umbral
Por eso, resultan muy interesantes los estudios que se realizan con chimpancés. “Hay una impresión general de que les falta poco, de que con un empujoncito serían casi humanos”, comenta. Para algunos expertos, estos simios ya habrían puesto un pie o los dos a este lado de la frontera de la consciencia, para otros no, pero en cualquier caso, estarían muy cerca. De hecho, investigaciones recientes indican que los grandes monos pueden predecir las acciones de sus semejantes.
Atapuerca también está aportando mucho a este conocimiento. “Desde hace ya muchos años es el proyecto más importante del mundo sobre evolución humana, con cualquier variable que se mida: número de yacimientos intervenidos, número de fósiles encontrados, número de publicaciones científicas de primer nivel producidas al año, número de centros de investigación implicados, número de países que participan, volumen de inversiones económicas y de actividades de divulgación… Destaca en todos los aspectos”, asegura.
El lenguaje de Atapuerca
Por eso, la cantidad de datos útiles que proporciona Atapuerca para este debate es gigantesca. “Voy a poner un ejemplo”, señala Arsuaga, “en Atapuerca estudiamos el lenguaje, somos la vanguardia en este campo, y hemos podido demostrar que nuestros antepasados que vivieron allí se comunicaban como los humanos actuales”, asegura. “Los sonidos que emitían eran como los nuestros aunque eso no es lo mismo que decir que su pensamiento era similar”.
Gracias al hallazgo de fósiles muy completos, los investigadores pueden determinar la gama de sonidos de los habitantes de la sierra burgalesa de hace medio millón de años. “Se había dicho que los neandertales no tenían nuestro repertorio fonético, que no podían emitir ciertas vocales, y nosotros hemos demostrado que eso es falso, sí que lo tuvieron y mucho tiempo antes”.
La consciencia
Sin embargo, la cuestión más difícil de dilucidar es si estos humanos eran conscientes, si tenían la capacidad de reconocer la realidad que les rodeaba y de reconocerse a sí mismos en ella. “La mayor parte de las cosas que hacemos los seres humanos las podríamos hacer inconscientemente. Podemos pensar que para hacer fuego hay que tener consciencia, pero no es tan evidente, esa tecnología existe desde hace 300.000 años y se podría hacer mecánicamente. Por ejemplo, un ordenador hace muchas tareas de modo inconsciente, pero lo que está claro es que sin consciencia no hay cultura, arte ni religión”, comenta.
“Entonces, ¿qué es la consciencia?”, se pregunta el paleoantropólogo. “No se trata de ser más listo, porque un león es muy listo, pero no es consciente de sus actos ni de sus pensamientos, no se adorna ni hace arte”, añade.
Respuestas en la Sima de los Huesos
Por eso, un descubrimiento fundamental de Atapuerca es que la acumulación de fósiles humanos en la Sima de los Huesos es hecho intencional. Los homínidos del lugar estuvieron arrojando cadáveres allí a propósito y eso ya ofrece una pista muy importante acerca de sus pensamientos. “Yo creo que esa frontera ya se había cruzado en Atapuerca, pero no todo el mundo está de acuerdo, la mayoría de los autores dicen que solo el Homo sapiens lo ha hecho”, afirma Arsuaga.
En el INCYL, el director del Centro de Investigación Sobre la Evolución y el Comportamiento Humanos (UCM-Instituto de Salud Carlos III) también ha comentado la estrecha relación que existe entre las neurociencias y la evolución. "Para saber cómo funciona algo hay dos métodos. El primero es la ingeniera inversa, desmontarlo como harían los espías para saber cómo está fabricado un avión enemigo; es el método de los biólogos. El segundo consiste en ver cómo se ha montado a través de la evolución. Las dos técnicas tienen mucho que ver, la cuestión es poner el foco en el presente o en el pasado, pero las dos son fuentes de conocimiento”, declara.
Por eso, un yacimiento como el de Atapuerca da lugar a tantos saberes, a través de la combinación de la genética, la anatomía, la evolución, la arqueología y la propia neurociencia. “¿Cómo se gestiona una frase en el cerebro, en qué lugar exacto y cómo?”, se pregunta Arsuaga volviendo al estudio del lenguaje. “Al final todas estas disciplinas convergen para solucionar el mismo problema”, agrega.