Descubren que 8 de cada 10 pacientes sobrevivían a las trepanaciones craneanas hechas por los Incas

Foto: University of Miami.
La trepanación craneana es un procedimiento médico que ha sido encontrado en varias culturas, incluyendo la antiquísima Göbekli Tepe (10.000 a.C) en la actual Turquía. Sin embargo, de acuerdo a una nueva investigación, uno de las culturas que mejor llevó a cabo el procedimiento fueron los Incas.

El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Miami en Florida (UM) encontró que a pesar de no contar con antibióticos o anestesia moderna, cerca del 80% de los pacientes sobrevivieron a la operación. Los resultados han sido publicados en la revista World Neurosurgery.

Una forma de tratar dolores de cabeza

La trepanación probablemente comenzó como un tratamiento para las heridas en la cabeza, dice David S. Kushner (izquierda), neurólogo de la Universidad de Miami que lideró la investigación. Después de una lesión traumática, dicha cirugía habría limpiado las fracturas del cráneo y aliviado la presión sobre el cerebro, el cual se suele hinchar y acumular líquido después de un golpe en la cabeza.

Pero no todos los cráneos muestran signos de lesiones en la cabeza, por lo que es posible que la cirugía también se usara para tratar afecciones que no dejaban rastros en el esqueleto, como dolores de cabeza crónicos o enfermedades mentales.

Para el nuevo estudio, Kushner se asoció con John W. Verano (derecha), un bioarqueólogo de la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, Luisiana, para estudiar sistemáticamente la tasa de éxito de la trepanación en diferentes culturas y épocas. Verano ya ha trabajado anteriormente con cráneos pre-colombinos.

El equipo examinó 59 cráneos de la costa sur de Perú fechados entre 400 a.C a 200 a.C., 421 cráneos procedentes de las tierras altas centrales del Perú de 1000 CE a 1400 a.C, y 160 de las tierras altas alrededor de Cusco, capital del Imperio Inca, desde principios del siglo XIV hasta mediados del siglo XVI d.C. Si el hueso alrededor del agujero quirúrgico no mostraba signos de curación, los investigadores sabían que el paciente murió durante o poco después de la cirugía. Pero si los cráneos mostraban el hueso liso alrededor de la abertura, quería decir que el paciente había sobrevivido durante meses o años después del procedimiento.

Cráneo trepanado de una mujer de 50 años, encontrado en Chardoneux, Suiza. Data de unos 3.500 años antes de Cristo. La trepanación fue un procedimiento común en muchas culturas, desde el norte de Europa hasta China, India, y Suramérica. La cicatrización de los huesos indica que el paciente sobrevivió.Wikimedia Commons.

Sorprendente eficacia

"Los resultados fueron sorprendentes", dice Kushner a Science Magazine. Solo el 40% del primer grupo sobrevivió a las operaciones. Pero el 53% del siguiente grupo sobrevivió, seguido por el 75% y el 83% durante el período Inca. Finalmente un asombroso 91% de los pacientes sobrevivió en una muestra adicional de solo nueve cráneos de las tierras altas del norte entre 1000 d.C.. y 1300 d.C.
Las técnicas también parecían mejorar con el tiempo, dando como resultado orificios más pequeños y menos corte o perforación y un "surco" más cuidadoso, lo que habría reducido el riesgo de pinchar la membrana protectora del cerebro llamada duramadre y causar una infección.

"Lo que estamos viendo es más de 1000 años de refinar sus métodos", dice Corey Ragsdale (izquierda), un bioarqueólogo de la Universidad del Sur de Illinois en Edwardsville que no participó en el estudio. "No solo están teniendo suerte... Los cirujanos que realizan esto fueron muy hábiles”, añadió.
Varios pacientes parecen haber sobrevivido a múltiples trepanaciones; un cráneo de la era Inca mostró cinco cirugías curadas.
Aunque ahora ya podemos tener una idea de qué tan efectivos eran los incas en sus trepanaciones, la razón por la cual lo hacían sigue siendo un misterio. Y de acuerdo a algunos expertos, quizás nunca sepamos la respuesta.

Fuente: nmas1.org | 9 de junio de 2018

Las dos 'familias' que se repartieron América

Dos ramas ancestrales. Una en el norte de América y otra en el sur. Dos ‘familias’ separadas durante miles de años. Poblaciones nativas vinculadas genéticamente a una rama estrechamente relacionada con los pueblos indígenas del este de Canadá, pero que hicieron ‘vidas’ distintas hasta que decidieron expandirse por el continente.

Durante mucho tiempo se creyó que todas las tribus prehistóricas americanas tenían como antepasado común la cultura Clovis, creadora de las herramientas de piedra de hace 13.000 años encontradas cerca de Nuevo México. “Se pensaba que los sudamericanos y, de hecho, la mayoría de nativos americanos, derivaban de un ancestro relacionado con la gente de Clovis”, afirma el doctor Toomas Kivisild (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Cambridge, en un comunicado.
”Ahora hemos visto que todas las poblaciones nativas de América del Norte, Central y del Sur también tienen ascendencia genética de una rama del norte más estrechamente relacionada con los pueblos indígenas del este de Canadá. Esto no puede explicarse por la actividad en los últimos miles de años. Es algo mucho más antiguo“, añadió.

Su estudio, publicado en la revista Science , se basa en el análisis de ADN de 91 genomas antiguos procedentes de California y Canadá que demostraron que los primeros pueblos se separaron en dos poblaciones hace entre 18.000 y 15.000 años atrás. Esto habría sido durante o poco después de que se produjera la migración a través del estrecho de Bering, el puente terrestre que ahora está sumergido entre Siberia y la costa americana.
Estas dos poblaciones permanecieron separadas durante milenios, el tiempo suficiente para que incluso surgieran ancestros genéticos distintos. Y no se volvieron a juntar hasta la expansión humana a través de Sudamérica. La “rama sur” fue la que dio origen a todas las poblaciones del Centro y el Sur de América.


Los sitios de individuos antiguos recientemente secuenciados se designan mediante triángulos de colores. Las poblaciones modernas comparadas y los individuos antiguos se designan con círculos negros y triángulos, respectivamente.

Los investigadores han certificado que, en medio de su historia genética, la mayoría, si no todos, de los pueblos indígenas del subcontinente austral retienen al menos algo de ADN de la “rama norte”, comunidades que hoy en día viven en el este canadiense y que son antepasados ​​directos de muchos nativos.

Los genomas antiguos del suroeste de Ontario muestran que, después de la división, los ancestros indígenas que representaban la rama norte migraron hacia el este, a la región de los grandes lagos. Esta población podría haber seguido el retroceso de los bordes glaciales a medida que la Edad de Hielo comenzó a descongelarse, apuntan los expertos.


Es probable que la otra ‘familia’, la del sur, continuara por la costa del Pacífico, habitando islas en el camino. El ADN antiguo de las Islas del Canal de California muestra que las poblaciones iniciales estaban estrechamente relacionadas con la gente de Clovis.

Sin embargo, los genomas contemporáneos de América Central y del Sur revelan una “reconvergencia” de estas dos ramas. Esta nueva mezcla de linajes se produjo en América del Norte antes de la expansión hacia el sur, o cuando las personas migraron cada vez más hacia el sur del continente, probablemente siguiendo la costa occidental hace unos 13.000 años.

Las cuatro posibles combinaciones de mezcla antigua de las dos ramas de población consideradas por los investigadores. Rojo y azul indican Ancient-A y Ancient-B, respectivamente; los símbolos denotan evento (s) de mezcla. Las ubicaciones de los eventos de mezcla son hipotéticas. (A) Un modelo con un evento de mezcla en América del Norte. (B) Un modelo en el que una población de Ancient-B llegó por primera vez a América del Sur, seguida de una población de Ancient-A con múltiples eventos de mezcla. (C) El mismo modelo que (B), pero revirtiendo las poblaciones. (D) Un modelo con múltiples eventos de mezcla y dispersiones.

Las poblaciones actuales de Centro y Sudamérica analizadas en el estudio mostraron una contribución genética de la rama norte que oscila entre el 42% y el 71% del genoma. Sorprendentemente, la mayor proporción genética de la rama norte en Sudamérica se encontró en el sur de Chile, en la misma área que el sitio arqueológico de Monte Verde, uno de los asentamientos humanos más antiguos conocidos en el continente (más de 14.500 años de antigüedad).

”Sin duda es un hallazgo intrigante, aunque actualmente circunstancial, porque no tenemos muestras genéticas antiguas que corroboren en qué momento llegó esta rama ancestral del norte”, explica la doctora Christiana Scheib (izquierda). ”Podría ser una población que ejercía de vanguardia de la rama norte y que se aisló durante largo tiempo, preservando una continuidad genética”, añade.

”Hace más de 13.000 años, la expansión en la punta de Sudamérica habría sido difícil debido a las enormes capas de hielo que bloqueaban el camino. Sin embargo, el área en Chile donde se encuentra el sitio de Monte Verde no estaba cubierta por el agua congelada en este momento“, afirma.
”En las poblaciones que viven hoy en ambos continentes, vemos proporciones genéticas mucho más altas de la rama sur relacionada con Clovis. Tal vez tenían alguna tecnología o práctica cultural que permitiera una expansión más rápida. Esto puede haber empujado a la rama norte a los bordes de la masa de tierra, así como también a encuentros que facilitaron la mezcla entre comunidades“, dicen los investigadores.

Fuente: lavanguardia.com | 1 de junio de 2018

Encuentran una extraordinaria cueva funeraria romana durante unas obras en Tiberíades (Israel)

Interior del complejo funerario de época romana, que incluye varios nichos tallados en la roca, cerámica decorada y osarios de piedra. Foto: Miki Peleg, IAA.

La construcción de un nuevo barrio en la parte norte de Tiberíades, una ciudad en la orilla occidental del mar de Galilea, en el norte de Israel, ha sacado a la luz un complejo funerario de época romana, de unos 2.000 años de antigüedad, oculto en el interior de una cueva, según informó ayer la Autoridad de Antigüedades de Israel.

Una pala mecánica dejó al descubierto la entrada de la cueva, tallada en la roca y situada en la parte norte de la ciudad de Tiberíades. Foto: Miki Peleg, IAA.

Una pala mecánica dejó al descubierto la entrada de una cueva tallada en la roca, cuyo acceso está decorado con un revoque coloreado. A continuación se abre un espacio central con varios nichos tallados en la roca, con cerámica decorada y osarios de piedra, y al fondo hay una pequeña cámara funeraria.


La cueva probablemente fue saqueada en época antigua.

Fuente: National Geographic| 11 de junio de 2018

La democracia no cree en la democracia

La democracia no cree en la democracia

De acuerdo con Cristina Calcagnini, para “caracterizar el inconsciente freudiano habría una fórmula: Dios no cree en Dios, que es lo mismo que decir hay inconsciente”

Así como, de acuerdo con Cristina Calcagnini, para “caracterizar el inconsciente freudiano habría una fórmula: Dios no cree en Dios, que es lo mismo que decir hay inconsciente”, las generales de la ley le corresponderían a nuestras democracias representativas a las que podríamos comprender en sus abismales filtraciones, en sus siderales vacíos, al adolecer ésta de la convicción de creer en sí misma, que sería lo mismo que decir que hay un pueblo a la deriva,  desguarnecido, empobrecido, asediado por problemáticas indignantes e inhumanas,  privado de una institucionalidad que lo ordene, bajo parámetros en los que se consensue un acuerdo que dote de sentido a esa voluntad general con posibilidades de firmar un contrato social que se defina, semántica como conceptualmente: de democrático.

“La ley misma no llega quizá, no nos llega, sino transgrediendo la figura de toda representación posible. Cosa difícil de concebir, como es difícil de concebir cualquier cosa que esté más allá de la representación, pero que obliga quizás a pensar completamente de otro modo”. (Derrida, J. “La deconstrucción en las fronteras de la filosofía”. Paidós. 1989. Buenos Aires. Pág. 122).

Esto mismo que parece orillar la obviedad de una tautología, es sin embargo lo que en cada aldea que se define como democrática, sucede cotidianamente. Queremos creer en la democracia, más no así en quiénes la representan. Esta dislocación del  sentido de lo político, nos define en cuanto a nuestra paradojal, como palmaria, contradicción, que más que tal, se transforma en una contracción.

Contracción es un término clave. Gramaticalmente es cuando la pronunciación de dos palabras origina una palabra nueva. Clínicamente es el trabajo de parto que alumbrará más luego el nacimiento o la posibilidad de que este se dé.

Arriesgaremos en afirmar que en nuestra contracción democrática, dos fuerzas antagónicas, sin ánimo de anteponerse una por sobre otra, pero en la obligación de convivir armónicamente, se azuzan, cuando no se trenzan en una disputa sin cuartel y sin final.

Nos gobiernan en nombre nuestro (del pueblo, de la ciudadanía, garantizándonos libertad de expresión y libertad electoral o de voto, elección u opción condicionada) sin que podamos hacer otra cosa que delegar en nombres concretos tal poder. Caemos en la representación y desde ese momento dejamos de creer en la idea de lo democrático en su estado puro. Hasta los propios representantes, dejan de creer en el sistema que los ungió, como, concomitantemente, en sí mismos. Retomando aquello de Freud que definió lo inconsciente (dios descreyendo de sí mismo), nuestra transgresión (en la salida a la representación, que plantea Derrida) no es lineal, directa u obvia (de único camino). De ser así, viviríamos en estados revolucionarios permanentes, en las reconversiones del orden establecido, a cada rato o de seguido. Sin embargo, nos transgredimos, al montarnos en un teatro de operaciones (que ya es una representación de la realidad) en donde hacemos de cuenta que creemos en lo que no creemos. Vivimos en las interfaces de medios de comunicación, de la virtualidad de redes sociales, que nos alimentan, contumazmente de qué racionalmente, es imposible creer en los representantes de lo democrático (los políticos), cuando en verdad, no creemos en la democracia, ni como forma, ni como valor, apenas lo sostenemos como símbolo de aquello que transgredimos, procaz como permanentemente.

Tal como veremos en la cita de Habermas, que recuerda una reflexión de Marcuse, sí actuásemos con lógica, raciocinio, y dentro de los marcos legales de la institucionalidad democrática, tendríamos que hacer uso del siguiente derecho, en nombre de la democracia: “Apelar al derecho a la resistencia es apelar a una ley superior, que tiene validez universal, esto es, que trasciende el derecho y el privilegio autodefinidos de un grupo particular. Y existe realmente una estrecha conexión entre el derecho a la resistencia y la ley natural… Si apelamos al derecho de la humanidad a la paz, al derecho a abolir la explotación y la opresión, no estamos hablando de los intereses de un grupo especial, autodefinido, sino más bien y, de hecho, a intereses que pueden demostrarse como derechos universales”. (Habermas, J. “La psique al termidor y el renacimiento de la subjetividad rebelde”. Simposio Marzo 1980).

No nos afecta, no nos asusta, ni tampoco nos rebela, la pobreza, la marginalidad o todo de lo que nos priva lo democrático. Nos quedamos, con la transgresión de hacer de cuenta que creemos, en eso mismo (en la democracia como expresión de un sistema que nos integre, que nos respete, que establezca prioridades para los que se encuentren relegados en relación a los que no) en que no creemos, dejándonos, normativamente, la posibilidad, de que nunca usaremos, de elegir otro sistema que no sea el democrático, por la falla de este en su integralidad y no en su conformación (adjudicar la culpa o responsabilidad a la casta, la clase o la política).

La palabra representa un concepto, una idea, finalmente, una aspiración, un deseo. Los cambios, las modificaciones, no se logran desde lo nominal, desde la denominación de una cosa por otra, que finalmente nos siga significando lo mismo, por el ruido de un significante que suene distinto.

Cuando, tengamos la posibilidad que la contracción democrática, nos depare en el entendimiento de que la transgresión, como salida, la subversión como instancia superadora o complementaria, la revolución del sentido a decir de la poeta Alejandra Pizarnik, nos conmueva en la humana comprensión de  que “la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos” recién en tal contexto podríamos animarnos a creer que deseamos habitar bajo principios democráticos, en el mientras tanto, hacemos de cuenta, actuamos tal convencimiento, y a veces nos sale bien, la actuación, y otras no, tan solo esto es lo que define el público, como el votante, con su aplauso, como con su voto, a sabiendas, sin que lo que lo reconozcamos abiertamente, que asistimos a una teatralización de la vida real o de una supuesta verdad representada, como democrática.

Autor| Francisco Tomás González Cabañas
Vía| La política al diván
Imagen| Desmotivaciones
Edición| Historia y Arqueología

Las guerras astur-cántabras: cuando Augusto perdió su primer Águila de legión

Guerra Astur Cantabra 5
Un grupo de cántabros con un estandarte de batalla en una recreación histórica.

Casi treinta años antes de la terrible derrota en Germania de las legiones en Teotoburgo, el primer emperador de Roma soportó en la zona de Picos de Europa el robo de las enseñas de su Legio I Augusta —que se fundió cien años después con una de las legiones que creó León— tras la última revuelta de los cántabros; que vivían también en la montaña oriental leonesa. Era el mayor descrédito para el Ejército romano, que sufrió lo indecible para vencer en una de las guerras más encarnizadas de toda la Historia de Roma.

"Varo, devuélveme mis legiones". Esta frase quedó para la Historia de Roma, tras la derrota del Ejército romano en el bosque de Teotoburgo, donde el general al que alude César Augusto perdió nada menos que tres legiones (y sus correspondientes Águilas y enseñas) masacradas por los germanos de Arminio. Suetonio contaba que el primer emperador de Roma sufría pesadillas en su vejez y gritaba esta frase por la noche entre sudores fríos.

Aquello ocurrió en el 9 después de Cristo... pero no era la primera vez que a Octaviano le había ocurrido algo así. En realidad, fue en la zona de Picos de Europa donde fue humillado con la pérdida de su primera Águila casi treinta años antes.

"Agripa, devuélveme mi Águila". Esta orden supuso el principio del fin de una de las guerras más difíciles y complejas de conquista de las que salió victorioso el ejército romano.
Y fue en la zona de las actuales provincias de León, Asturias, Cantabria y el norte de Palencia: la guerra astur-cántabra (oficialmente desde el 29 al 19 antes de Cristo), que el propio Augusto inició de forma propagandística y para quedarse el oro de los ástures y financiar su Imperio, muy tocado económicamente tras la Guerra Civil contra Marco Antonio y Cleopatra.


Pongámonos en situación: en la península ibérica vivían aún libres dos tribus de alto potencial bélico, la astur (más allá del río Ástura, el actual Esla que vivían en el norte de Tras os Montes en Portugal y Zamora, y en lo que vendrían a ser las actuales provincias de León y Asturias) y la cántabra (en la zona de la montaña oriental leonesa donde vivían los vadinienses, desde el Sella en Asturias, el norte de Palencia y la provincia de Santander). Eran tan fieros y atrevidos que incluso estos últimos llegaron a intervenir en la Galia suroccidental para apoyar a los galos de la Aquitania en una revuelta contra Roma.

El caso es que Octaviano Augusto, tras vencer a Marco Antonio en el 30 a.C. se planteó la posibilidad de castigar a los cántabros, y de paso conquistar las zonas auríferas astures. Sobre todo porque Marco Agripa (su mejor amigo y aliado, que llegó a ser heredero de Augusto al convertirse en su yerno en el 21. a.C., así era el Imperio Romano) era el que se había llevado la fama de estratega en las guerras civiles que auparon al sobrino de César al poder. Así que, para conseguir fama como gran general, e intentando emular a su tío Julio (y eclipsar la fama de Agripa), inició dos años de operaciones militares de tanteo en la zona astur y en el 27 a.C. entró en el templo de la guerra de Jano para abrir sus puertas y arrojar públicamente una lanza en la dirección que creía que estaban estas dos tribus hispanas ante la sorpresa de toda Roma. Un golpe de efecto que Augusto creía que iba a ser su encumbramiento como genio militar. Pobre de él.

Un grupo de recreacionistas legionarios romanos desfilando.

Lo cuenta Floro así: "En el occidente estaba ya en paz casi toda Hispania, excepto la parte de la Citerior, pegada a los riscos del extremo del Pirineo, acariciados por el océano. Aquí se agitaban dos pueblos muy poderosos, los cántabros y los astures, no sometidos al Imperio". El historiador romano deja bastante claro que los hispanos que quedaban aún por conquistar (nótese que gallegos y vascos ya estaban bajo el poder romano, y en el caso de estos últimos colaborando con ellos, por mucho que digan los mitos del nacionalismo actual) no eran moco de pavo. Claro que él escribió esto doscientos años después en tiempos de Marco Aurelio; Augusto no sabía dónde se estaba metiendo.
La guerra con los astures y los cántabros pronto se convirtió en una pesadilla que casi acaba con la frágil salud de Augusto. Resumiendo rápidamente, los guerreros de estas tribus eran tan bestias como inteligentes a la hora de enfrentarse a las entre siete y nueve legiones que los romanos tuvieron que emplear para someterlos. Y no contentos con ello se rebelaban una y otra vez. Los astures fueron los únicos que presentaron batalla en campo abierto (en una jornada en la que estuvieron a punto de vencer y los romanos tuvieron enormes pérdidas, y eso que les habían avisado antes los brigecinos traicionando a sus tribus hermanas que casi atacan por sorpresa los campamentos de tres legiones).

Mientras a los cántabros se los fue venciendo tras una serie de asedios dignos de lo que la Historia recuerda en el sitio de Sagunto, el asedio de Numancia, o el peliculero asalto a los judíos en Masadá. Todos ellos terminaron con el suicidio de sus habitantes antes de rendirse a las tropas romanas. Sí, incluso los astures terminaron así, pero no lo recuerda nadie en la actualidad pese a ser una de las guerras más famosas de los tiempos de los romanos (con la Junta de Valladolid y el Estado financiado actos conmemorativos de los numantinos 2.150 años después).


Aún así, incluso con la 'pinza' que efectuaron las legiones romanas —se calcula que al menos se dispusieron 30.000 efectivos de soldados de estas unidades de élite, a los que habría que añadir entre 10.000 y 15.000 soldados tropas auxiliares, ya que cada legión contaba con cuatro o cinco alas de este tipo— desde los territorios vacceos (al Sur), galaicos (al Oeste) y vascones (al Este) cuando los astures y cántabros se refugiaron en la Cordillera Cantábrica comenzó el infierno de los soldados romanos.

Las guerras de guerrillas, propias de los hispanos (la más famosa la del lusitano Viriato, aunque hubo muchas más) fueron superlativamente duras aquí, provocando nada menos que para poder ir conquistando sus castros los legionarios tuvieran que transitar por los cordales de las montañas, por la zona más alta de las mismas (aún hoy existe la calzada rojana de la Carisa y la cantidad de campamentos a más de 1.700 metros de altura que tuvo que disponer el general Publio Carisio para controlar los pasos), ya que transitar en fila por un desfiladero, o cualquier valle estrecho, era prácticamente muerte segura.

Algo que les ocurriría a los musulmanes siglos después, con la mítica batalla de Covadonga (por fantasiosa) como ejemplo de destrucción de una tropa militar en las montañas cantábricas. No es baladí ni casualidad que la recuperación cristiana de la península ibérica tras el 711 comenzara en esta zona, ni que el primer reino en combatir a los árabes fuera el Reino de los Astures ('Asturum Regnum', y no reino de Asturias): estas cumbres son una muralla natural prácticamente inconquistable; salvo si eres romano en todo tu esplendor, claro.

Augusto lo intentó, vaya que sí. Casi dos años estuvo en Hispania para volver como vencedor del conflicto (entre el 25 y el 24 antes de Cristo); pero la salud no le acompañó. No es difícil para un leonés, un asturiano o un cántabro de hoy en día pensar cómo sería el clima de estas tierras en época romana. Le vale con conocer la extrema dureza de la meteorología del siglo XXI: frío y grandes nevadas, que cuando se convierten en 'nevadonas' no tienen nada que desmerecer a las de los países nórdicos. Octaviano se trasladó a comandar las tropas, en plan propaganda como su tío Julio, pero al final enfermó. "La estancia de Augusto en Cantabria no debió ser afortunada. El cansancio, el desánimo de una guerra de guerrillas, la aspereza del terreno, la enfermedad [...] hicieron mella en el Emperador que se retiró de la contienda a Tarragona. En Roma se llega a decir que el Emperador ha muerto por su mala salud. Augusto enferma del hígado", explican en la cronología de esta 'maldita' guerra en Wikipedia.

Recreacionistas de guerreros cántabros.

Y tampoco le benefició la Fortuna, ya que venía en loor de multitudes para compararse a los estrategas más importantes de la Historia (una Victoria como las de su tío Julio César ya lo encumbraría totalmente al poder) y el dios de la guerra romano, Marte, que más que esquivo se le puso de espaldas. Contrariedad tras contrariedad por culpa de los constantes golpes de mano de estos malditos hispanos del noroeste llegó la gota que colmó el vaso. Enfermo y trasladándose en litera por la zona de El Bierzo, cayó un rayo tan cerca de él que casi lo mata; es más, fulminó a uno de sus sirvientes que le portaba.

Para un romano como él (es más, el primer romano, el 'princeps' de Roma, el ciudadano principal), un agurio así era la gota que colmaba el vaso. Zeus, el dios del rayo romano, le había advertido: enfermo, incapaz, con una panda de bestias hispanas destruyéndole los planes de gloria día sí y día también y a los que parecía que el dios Marte honraba con su amistad; y con los rumores en Roma sobre su muerte (cosa que ningún mandatario romano podía permitirse), abandonó y se marchó de allí. Eso sí, cuando llegó a la ciudad del Tíber, hábilmente hizo festejar su propio triunfo para ocultar lo que verdaderamente ocurría en Hispania. Repartir un montón de dinero al Pueblo de Roma y más 'pan y circo' aún funcionaba bien en aquellos tiempos.

El caso es que ni aún con decenas de miles de los mejores soldados de Roma entrampados en un verdadero matadero —parecido a lo que se podría llamar el 'Vietnam' de Augusto; pero más bien a las guerras zulúes o bóer de los ingleses, ya que vencieron a un alto coste y los estadounidenses perdieron el conflicto al igual que los soviéticos en Afganistán— la cosa se pudo solventar hasta que se decidió utilizar el método de desembarco con la flota de la Aquitania (nótese, el lugar al que acudieron los cántabros para ayudar a los galos contra Augusto y que desató las iras del emperador).

Propaganda convertida en chanza

La propaganda del Augusto Victorioso tras su regreso de Hispania pronto se convirtió en chanza, con el cabreo respectivo del Emperador, porque todos los ciudadanos romanos eran conscientes de que la guerra por la que se le concedió el Triunfo a Octaviano César, continuaba con toda ferocidad. No se puede esconder el destino de tantas legiones durante tanto tiempo, sobre todo cuando se necesitaban en la zona del Rin para proteger la frontera con los belicosos germanos (los que treinta años después le darían otro de sus mayores disgustos).

Así que la guerra con los astures y los cántabros se decidió con una serie de desembarcos romanos en las costas cantábricas. Al modo desembarco de Normandía, podría decirse: para abrir otros frentes que desviaran el frente del Sur. Y aparentemente funcionó. Rodeados por todos los lados, los astures y cántabros que aún se resistían en las montañas fueron superados (muchos se suicidaron en los altos de las montañas para evitar ser hechos prisioneros y esclavos de los romanos) y la cosa más o menos se calmó. Más o menos porque volvieron a rebelarse cuando podían.
La cosa se puso tan chunga, y los territorios auríferos eran tan importantes, que la zona en que más legiones hubo después de la frontera del Rin en esos años fue la Asturia y el Sur de la Cantabria. Y eso hasta ochenta años después, cuando todavía estaban acantonadas tres legiones por aquí. Eso terminó propiciando la creación de la capital de la Asturia Romana, Asturica Augusta (Astorga) por la Legio X Hispana y la de la ciudad de León (por la Legio VI Victrix).

La pérdida del Águila de la Legio I Augusta

El caso es que en el año 20 antes de Cristo los romanos, tras varios avatares y revueltas, habían mandado a los cántabros como esclavos al sur de la Galia, también la Aquitana (ahí Augusto, en plan venganza del destino por haberle tocado las narices diez años antes) y entonces todo salió fatal. Pero mal, mal. Muy mal.

Es complicado contar la guerra astur-cántabra, porque fue una de las más mencionadas como terribles de la primera época del imperio, pero no hay excesivas fuentes. Es la arqueología la que está explicándola, con los trabajos de Esperanza Martín en La Carisa (la zona de conquista astur entre León y Asturias) y los de Eduardo Peralta entre Palencia y Cantabria. Así que lo recomendable es comprarse el número especial de la revista 'Desperta Ferro' sobre ellas. En este artículo, aún profuso como es, se va al lío, al meollo del asunto, al turrón. A lo de la primera humillación de un emperador romano en estas tierras.

Estandartes y 'vexillum' (banderas militares) de las legiones de Roma. Foto: Uribe

Y el turrón que le dieron a la primera legión creada por el mismo augusto los cántabros cabreados que volvían de la Galia después de haber matado a todos sus dueños, fue tan brutal que supuso la pérdida de todas sus enseñas, casi su eliminación, y el descrédito y repudio del emperador, que le quitó el 'cognomen' (el sobrenombre) y la mandó a Germania (se terminó conociendo como Legio I Germánica y apúntense este nombre, porque es importantísimo para la historia de la ciudad de León).
Los cántabros, animales como ellos solos, eran conocidos por ser tan indomables que incluso presos se encaraban con los romanos. Así que a poco de quedar asentados con sus nuevos dueños se marcaron un 'Espartaco' de libro y no sólo acabaron con ellos sino que fueron capaces de volver a su tierra, sorprender a la Legio I Augusta y destrozarla un año después (19. a.C), robando sus enseñas y su Águila. Hasta entonces sólo en tres ocasiones antes las legiones las habían perdido (y los romanos las habían recuperado), la Legio X en la espantosa derrota del soberbio triunviro con César, Craso, en Carras (53 a. C), otra en el año 40 antes de Cristo de las legiones de Decidio Saxa en Cilicia y las que perdió en el 36 a.C. Marco Antonio. Todas fueron recuperadas.

Un momento. ¿Y entonces Aníbal, que destruyó legiones y legiones en la península itálica en el río Trebia, el lago Trasimeno y Cannas no consiguió ninguna? Pues sí, pero no, aunque consiguió multitud de enseñas. Se explica porque las Águilas no eran la enseña más importante de aquellas legiones, sino el 'maniple' (un puñado de paja puesto sobre un poste, de ahí el nombre de los 'manipulos' de las legiones). Fue Cayo Mario en su reforma militar del 104 antes de Cristo el que puso como enseña principal el Águila, que era el animal de Zeus y por eso llevaba en sus garras los rayos del líder del panteón romano.

Así que Augusto perdió su primera Águila en Hispania, posiblemente en la zona de Picos de Europa (aunque no se podría decir que en la provincia de León, aunque no se sabe). No sólo se había dejado la salud en aquel terrible lugar, no sólo se reían de él tras un Triunfo que no era tal (una de las pocas cosas que podían hacer los romanos para criticarle subrepticiamente por cierto), no sólo le había salido de puñetera pena la venganza a los cántabros en Aquitania, sino que además su legión favorita había sido humillada de forma increíble.

Agripa recupera la enseña 'a sangre y fuego'

Ya harto de la situación, Octaviano César ordena a su ya yerno Agripa acabar con la molestísima situación. Y sin ambages: "Agripa, devuélveme mi Águila... o no vuelvas", pudo llegar a decirle. Y el curtidísimo general, el que le había ganado las batallas lo hizo. Vaya que sí. A sangre y fuego. Sin contemplaciones. Derrotó a los cántabros de forma brutal. Y para que no se volvieran a levantar cortó las manos de todos los hombres. Y fueron todos. Incluso los ancianos y niños. Lo cual, en una guerra de conquista era perder un montonísimo de dinero (ya que los esclavos eran un botín valiosísimo en aquellos tiempos por lo que llegaba a recaudarse en sus subastas).

Y no contento con ello, y para dar ejemplo, los crucificó a todos desde la Cantabria a la frontera de la Galia (los Pirineos). Lo que dio otro momento 'Espartaco' para la Historia dejando completamente estupefactos a los romanos. Esto que se va a contar está certificado por los historiadores latinos: los cántabros eran tan recios que incluso crucificados se cantaban cánticos de guerra unos a otros para darse ánimo.

Una recreación de un Águila Romana, el símbolo de las legiones. Foto: Uribe.

Las fuentes sugieren que Agripa debió recuperar al final el Águila, aunque en Internet van a encontrar que no fue recuperada o que es dudoso. En el 'Significa Res Gestae Divi Augusti', Augusto dice lo siguiente: "Recuperé muchas enseñas militares romanas, perdidas por otros jefes, de enemigos vencidos en Hispania" (según indica la revista Zephyrus XLVIII del año 1995 en las páginas 223-234).
¿Y eso indica que terminó la guerra? Pues no. Aún los astures se revolvieron contra Roma, y conservaron tres legiones en la zona hasta sesenta años después, que fueron marchándose a partir del año 50 después de Cristo a Germania. Y en el año 68 la última, la Legio VI Victrix, abandonó su campamento (la ciudad que hoy es León) con su legión ahijada, la Legio VII a la que Galba dio su Águila hace 1.950 años, lo que se celebra hoy 10 de junio, precisamente.

La Legio VII, fundida con la legión que perdió el Águila

El caso es que la Legio VII fue una legión golpista, que se metió en más golpes de Estado, y para librarse de ella,Vespasiano la mandó a cumplir un funcionariado de obras públicas otra al campamento que veinte si.... Y, casualidades del destino, para poder hacer eso, porque estaba destrozada tras la segunda batalla de Bedriacum, la tuvo que unir con la Legio I Germánica. Por eso el sobrenombre ('cognomen' de Gemina).
Casualidad del destino, o no, esa región 'Germnaica', que les suena porque antes advertí de ella, resulta ser la misma legión de Augusto que perdió la enseña en la guerra astur-cántabra. Vaya cosas que tiene la Historia. La legión que más tiempo estuvo en León tenía en su historia de unidad militar una de las humillaciones más importantes que podía tener un soldado romano (sólo ocurrió este suceso en ocho ocasiones).

Es de imaginar, conociendo a los militares, cómo los de un manípulo de la Legio VII fundada por Galba tomarían el pelo a los de la Legio I fundada por Augusto. Sobre todo en las posibles salidas de vigilancia en los Picos de Europa.

"¿Dónde decíais que habíais perdido el Águila, compañeros?".

A veces es divertido novelar la Historia. Quizás falta la novela, y la película, de una de las guerras más cruentas y terribles que Roma nunca pudo olvidar. Que nada tiene que desmerecer a la conquista de la Dacia de Trajano (que fue general de la Legio VII Gemina, encima) o a las revueltas judías del siglo I.

Pero esto es España, y nadie se cree que pasaran cosas tan importantes y alucinantes por aquí. Y lo único que hacen las autoridades es dejar sucedidos así en el olvido, o ponerse 'numantinos'. Otra novela, pero de terror.
Y esa... esa es otra historia.

El estudio de la cuarcita permitirá mapear movimientos de grupos paleolíticos

Foto: Alejandro Prieto. Foto: Nuria González. UPV/EHU.

Una metodología diseñada por un investigador de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) para estudiar el uso de la cuarcita en sociedades paleolíticas permitirá mapear los movimientos de estas poblaciones prehistóricas.

Alejandro Prieto, alumno de tercer ciclo en el Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología, está realizando su tesis doctoral sobre este tema y es coautor de un artículo publicado en la revista "Archaeometry" en el que explica cómo se puede estudiar la cuarcita para conocer mejor a las sociedades del Paleolítico.

Para establecer esta nueva metodología de investigación se han seleccionado 17 muestras de este material en los yacimientos de El Habario y El Arteu, ambos en Cantabria, y se les han aplicado técnicas como la petrografía, el análisis digital de imagen y la fluorescencia de rayos X.
Todo ello para identificar las distintas texturas, tamaños, formas y composición geoquímica de las muestras. Al final se han establecido seis tipos de cuarcitas que van a permitir observar la movilidad de las sociedades neandertales, ya que la aparición de un tipo característico de este material a cientos de kilómetros de distancia de un emplazamiento revelaría un desplazamiento del grupo humano que lo portaba.

La multiplicación del número de observaciones hará posible "mapear" los movimientos de las poblaciones prehistóricas. Hasta la fecha este sistema ha permitido corroborar en la Cantabria oriental la movilidad de poblaciones neandertales y el transporte de herramientas, así como la utilización de multitud de tipos de cuarcita.

"La caracterización de ese material abre una nueva ventana al conocimiento de las sociedades paleolíticas a partir del entendimiento de los mecanismos de aprovisionamiento, transformación y utilización de uno de los recursos más importantes de ese periodo", ha informado la universidad vasca en una nota.

Fuente: abc.es | 6 de junio de 2018