Descubren un misterioso mural en Vichama (Perú) con relieves de unos 3.800 años de antigüedad

Un nuevo muro con relieves de unos 3.800 años de antigüedad fue descubierto en las ruinas de Vichama, una de las ciudades de la civilización Caral, considerada la más antigua de América, anunció hoy la arqueóloga Ruth Shady, directora de las excavaciones y descubridora de esta cultura. La escena del muro presenta cuatro cabezas humanas de ojos cerrados, una al lado de la otra, y dos serpientes que se desplazan entre ellas hasta desembocar en una quinta cabeza no humana que representaría una semilla antropomórfica, de la que salen cinco varillas verticales hincadas en la tierra.

Estos relieves simbolizarían la fertilización de la tierra, pues la serpientes representan a una deidad vinculada al agua que se filtra en la tierra y hace germinar a la semilla, según la hipótesis de Shady. Asimismo, marcarían el final de un período de sequía y hambruna que atravesó esta sociedad y que plasmó en los relieves de otros muros descubiertos anteriormente en la misma ciudad, donde se pueden apreciar figuras humanas raquíticas.


Este nuevo descubrimiento refuerza el planteamiento de plasmar en la memoria colectiva las dificultades que afrontó la sociedad debido al cambio climático y a la escasez del agua, que causó fuertes afectaciones a la productividad agrícola. El muro, hecho de adobe, se encuentra en uno de los edificios de Vichama, la ciudad pesquera de Caral, la civilización más antigua de América conocida hasta ahora, surgida hace unos 5.000 años en el valle de Supe, a unos 180 kilómetros al norte de Lima.


Se ubica en la antesala del salón ceremonial, principal ambiente de este edificio público cuya orientación fue construida hacia los campos de cultivo del valle de Huaura. La construcción llegó a alcanzar un área de 874 metros cuadrados y fue remodelada continuamente con recintos de ventanas escalonadas y una plaza circular hundida, que fue enterrada.


Las excavaciones en Vichama comenzaron en 2007 y están a cargo de la Zona Arqueológica Caral (ZAC), que ha desenterrado 22 edificios en un espacio de 25 hectáreas que fueron erigidos entre los años 1800 y 1500 antes de Cristo. Los nuevos relieves fueron desvelados en el marco del undécimo aniversario de los trabajos en Vichama cuyas celebraciones serán el 31 de agosto y el 1 de septiembre.




La civilización Caral se desarrolló en los valles cercanos a Lima de manera coetánea a otras grandes culturas antiguas como Mesopotamia, Egipto, China y Tiahuanaco, y su descubrimiento cambió el paradigma de la conformación de las grandes civilizaciones del Antiguo Perú.


Fuente: EFE | La Vanguardia, 17 de agosto de 2018

El mapa perdido de Lucus Asturum

El yacimiento de tiempos romanos de Lucus Asturum, en las proximidades de la localidad actual de Lugo de Llanera (Asturias), "esconde una muralla de dos metros de espesor, de mampostería y el mortero empleado es similar al cemento".

Estos son algunos de los datos de la memoria de la excavación de 1927, un documento que se perdió, pero del que se tiene constancia gracias a la prensa de la época. LA NUEVA ESPAÑA ha tenido acceso a la documentación de esta excavación y al mapa de situación de la muralla del antiguo poblamiento romano de Lucus Asturum. Una zona próxima al lugar donde se volverá a excavar este otoño en busca de los vestigios de este enclave romano, en el enlace de las vías romanas de Asturias.
En el verano de 1927, bajo la dirección de José Cuesta, por entonces deán de la Catedral de Oviedo, el equipo de excavación formado por Constantino Cabal, escritor y periodista, y José María Fernández, licenciado en ciencias y ayudante de montes, acudió a las fincas de Lugo de Llanera en busca de los restos perdidos de este enclave romano. Eran otros tiempos y los medios eran más rudimentarios, pero sus hallazgos no fueron pocos, tal como revela una publicación de 1928 en el diario "Región", firmada por el periodista que participó en la excavación.

"Se encontraron cimientos de varias edificaciones y, entre los restos de muros derruidos, se hallaron restos de cerámica". Así arranca el relato de aquella excavación en la que "abrieron zanjas donde había indicaciones de construcciones antiguas". Al lado del llamado "camino de la Piedra de Lugo", aquellos investigadores localizaron la muralla. "Se encontró un cimiento de un muro que por sus dimensiones y sistema de construcción creemos que es una muralla empleada para guarda y defensa de las ciudades", reza el texto. A renglón seguido detallan sus medidas y tipo de construcción: dos metros de espesor y un mortero similar al cemento.

Lápida de Lugo de Llanera dedicada a los Lares Viales

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"Esta muralla como el resto de cimentaciones que hemos encontrado, están a una profundidad que nunca es superior a cincuenta centímetros", explica Cuesta en este relato de la excavación. Otro de los grandes hallazgos de aquella campaña es la presencia, junto a la muralla, de "una complicada red de cimientos de edificios". En esta zona localizaron un pavimento de piezas de base rómbica que con una superficie de 150 metros cuadrados.

En los trabajos de 1927 también localizaron restos humanos. En concreto, un sarcófago de piedra con un esqueleto, junto a otros restos humanos. Los investigadores concluyeron entonces que "allí hubo una necrópolis que ocupa las fincas próximas".

La búsqueda de los restos del enclave romano de Lucus Asturum no terminó con esta excavación. Sus responsables ya apuntaban entonces a la necesidad de seguir trabajando en la zona. "Esto es un simple tanteo", apuntaron. Todos sus hallazgos están en el Museo Arqueológico de Asturias.
Casi un siglo después de esta excavación, se retoman los trabajos en la finca de La Castañera, una zona próxima. "Se apuesta por este espacio de acuerdo a los resultados obtenidos con el georradar", explica Esperanza Martín, la arqueóloga encargada de los trabajo en Llanera.

El mapa que acompaña a estas líneas es una reconstrucción del "croquis" que elaboró José María Fernández Rodríguez, uno de los miembros de la excavación. Él fue el encargado de ilustrar los hallazgos de Lucus Asturum. Sus hijos, en especial Joaquín María Fernández, han sido los encargados, en los últimos años, de recopilar los documentos relativos a esta excavación.

Fuente: lne.es | 18 de agosto de 2018

La extraordinaria cabeza de una estatua ecuestre romana que fue hallada en Alemania

La cabeza, de unos 2.000 años de antigüedad, preparada para ser expuesta de forma permanente en el museo del Fuerte Romano de Saalburg, cerca de Bad Homburg, en una fotografía del 17 de agosto de 2018. El hallazgo de la cabeza escultórica fue una sensación arqueológica en 2009, pero ha sido objeto de litigio durante varios años. Foto: Arne Dedert / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres

La impresionante cabeza de caballo de bronce dorado del Imperio romano, hallada en 2009 en Waldgirmes, al norte de Frankfurt am Main (Alemania), ha sido exhaustivamente restaurada y, a partir del 19 de agosto, se mostrará al público de forma permanente en el Saalburgmuseum, el museo del Fuerte Romano de Saalburg, hoy un parque arqueológico, pero hace casi 2.000 años era un asentamiento militar romano en la frontera entre el Imperio romano y los territorios germánicos tribales.

La cabeza de caballo escultórica antes de su restauración. Photo: © DPA

La cabeza escultórica de caballo es de tamaño natural, de 55 centímetros de longitud, y perteneció a una estatua ecuestre de bronce dorado que probablemente representaba a un emperador (¿Augusto?). La pieza fue descubierta en 2009 por un equipo del Instituto Arqueológico Alemán (DAI) en un terreno de propiedad privada: un tribunal alemán recientemente obligó a las autoridades a pagar 773.000 euros al agricultor, es decir, la mitad del valor estimado de la pieza.
El hallazgo de la cabeza escultórica fue una sensación arqueológica, pero más importante aún ha sido la investigación del Instituto Arqueológico Alemán en el asentamiento romano de Lahnau-Waldgirmes, cerca de Wetzlar, pues "ha arrojado unos resultados sorprendentes y únicos", informaba el DAI en un comunicado el pasado 8 de agosto.

La restauradora Angelika Ulbrich posa junto a la imponente cabeza escultórica de Waldgirmes. El arnés del caballo está ricamente decorado con varias figuras contenidas en círculos: en los medallones laterales aparece el busto de la diosa Victoria y en el medallón ovalado central aparece la imagen de Marte, el dios de la guerra, descansando sobre una roca, entre otros elementos decorativos. Foto: Arne Dedert / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres.

Los arqueólogos han encontrado los restos de un antiguo foro y estructuras de edificios residenciales romanos, pero también nativos, unos vestigios que demuestran que los romanos convivieron con los bárbaros y comerciaron con ellos, tal y como afirmaron los historiadores Tácito y Dion Casio, y esa convivencia pacífica se interrumpió después de la catastrófica derrota romana en la batalla del bosque de Teutoburgo, en el año 9 d.C., aunque en el asentamiento romano de Waldgirmes "No hay signos de que se hubiera librado una batalla o perpetrado una matanza, sino que fue evacuado pacíficamente en el año 16 d.C., cuando las fuerzas romanas recibieron la orden de abandonar el territorio que tenían al norte y al este del Rin", explica Gabriele Rasbach, la principal investigadora del sitio arqueológico, en un artículo sobre el mismo tema publicado por Andrew Curry en la edición internacional de National Geographic.

La cabeza escultórica de caballo es de tamaño natural, de 55 centímetros de longitud, y perteneció a una estatua ecuestre de bronce dorado. Foto: Arne Dedert / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres.

Una vez abandonado el sitio, continúa Rasbach, "las estatuas probablemente fueron destrozadas de forma deliberada y recicladas, por su contenido metálico, por las tribus germánicas, pues se han hallado 160 fragmentos de bronce, principalmente pequeñas esquirlas, diseminados por toda la antigua ciudad". De hecho, la cabeza equina, con su atuendo ricamente decorado, fue excavada en el interior de un pozo junto a otras piezas y desechos de la época: un gran barril cortado, piedras de molino, un yugo de buey... "El lado izquierdo de la cabeza está muy dañado; las huellas de los golpes que consiguieron destruir la estatua son claramente visibles", destaca el comunicado del DAI. La cabeza escultórica tenía valor metálico y si fue lanzada deliberadamente a un pozo puede que fuera como parte de un ritual. El público podrá contemplarla por primera vez a partir del domingo 19.

Fuente: National Geographic | 18 de agosto de 2018

La pereza fue en parte responsable de la extinción del 'Homo erectus'

El camino más corto y cómodo no siempre es el mejor. Un artículo publicado en la revista PLoS ONE y elaborado por científicos de la Universidad Nacional de Australia (ANU) ha concluido que la pereza fue en parte responsable de la extinción del Homo erectus, una especie humana que desapareció del planeta hace unos 70.000 años.

Los investigadores, dirigidos por Ceri Shipton, investigador en la ANU, estudiaron unos restos arqueológicos de un yacimiento situado en Saffaqah, cerca de Dawadmi, en la Península Arábiga. Las herramientas encontradas allí, pertenecientes a la Edad de Piedra Temprana, muestran, según ellos, que Homo erectus «optó por la «estrategia del mínimo esfuerzo» a la hora de elaborar herramientas y recolectar recursos.

En la fotografía el investigador principal, el Dr. Ceri Shipton, de la Escuela de Cultura, Historia e Idioma en la ANU, en el enclave de Saffaqah, en el centro de Arabia Saudita.

«Lo cierto es que no parece que se esforzaran demasiado», ha dicho Shipton en un comunicado. «No tengo la sensación de que fueran exploradores mirando por encima del horizonte. No creo que tuvieran la misma capacidad de maravillarse que tenemos nosotros».

¿Qué lleva a este investigador a llegar a estas conclusiones? Las excavaciones en el hallazgo de Saffaqah muestran, capa a capa, que los pobladores de un antiguo campamento usaban las piedras que tenían alrededor, básicamente cantos del lecho de un río, para fabricar sus herramientas.


«Para ello, usaban cualquier roca que encontraban alrededor de sus campamentos», ha dicho Shipton. Esto, les llevó a fabricar útiles de calidad claramente inferior a las que hacían los Homo sapiens tempranos y los neandertales.

Pero no solo eso. Cerca de este antiguo poblado, los científicos han hallado un gran yacimiento de rocas de calidad, al otro lado de una pequeña colina. Y no han encontrado ahí ninguna señal de que nadie hubiera tratado de recoger piedras. Ni restos de herramientas ni señales de la presencia de una pequeña cantera. «Sabían que estaban ahí, pero parece ser que concluyeron que tenían suficientes y pensaron, ¿por qué molestarse?», ha explicado Shipton.

Cuatro vistas del enclave de Saffaqah (Arabia Saudita)

Dispuestos a ir más allá

Esta actitud contrasta con la de los excelentes constructores de herramientas que eran los neandertales y los Homo sapiens tempranos. Tal como se ha observado en varias ocasiones, estos humanos alcanzaron un grado de perfeccionamiento y calidad considerables y con frecuencia se mostraron dispuestos a escalar montañas en busca de buenas herramientas, aún cuando tenían que acarrearlas durante largas distancias.

Según Shipton, la abulia de aquellos Homo erectus no provocó ninguna consecuencia a corto plazo. Pero, a la larga, llevó a un colapso tecnológico cuando el medio ambiente del que dependían se secó, y redujo su población.


Algunas de las herramientas recuperadas (núcleos discoidales).

Además, los restos de los alrededores del campamento han mostrado que, aparte de «vagos», aquellos Homo erectus eran conservadores. Capa a capa de sedimentos, el equipo de Shipton ha comprobado que, a medida que el clima se iba secando, estos pobladores seguían construyendo las mismas herramientas con los mismos materiales.

«No hubo ningún tipo de progreso, y sus herramientas nunca se alejaron mucho del lecho del río seco donde estaban. Creo que al final el medio ambiente se hizo demasiado seco para ellos», ha concluido Ceri Shipton.


Fuentes: abc.es | Mail Online | 13 de agosto de 2018

Una excavación arqueológica en Tàrrega (Lleida) encuentra platos de los siglos XVI y XVII

Foto: Ayuntamiento de Lleida

Una excavación arqueológica, dirigida por Anna Colet, en la Plaza Mayor de Tàrrega (Lleida), y que finalizará este lunes 20 de agosto, ha permitido encontrar valiosas piezas históricas como treinta platos decorados de finales del siglo XVI y principios del XVII, ha informado el Ayuntamiento de la ciudad en un comunicado este domingo.

Los platos se han localizado en un depósito soterrado conjuntamente con restos óseos humanos, monedas, llaves de cerradura, fragmentos de rosario y ataúdes, agujas de mortaja y otros objetos funerarios.

Exhumados en buen estado de conservación, los platos podrían ser del "viático", es decir, que contenían aceites sagrados de la ceremonia de la extremaunción y era costumbre que se depositaran dentro del ataúd o en una cavidad cerca de la iglesia.

Se cree que en el caso de Tàrrega, estas piezas se habrían recolocado en este emplazamiento durante la construcción del actual templo barroco a finales del siglo XVII.

La excavación ha dejado al descubierto un total de cinco depósitos (con profundidades entre 1 y 1'5 metros) que podrían ser cerca de la ábside de la antigua iglesia romantico-gótica.

Los trabajos también han constatado cómo la construcción del templo barroco afectó al cementerio anterior al 1672 y además, cerca de la actual puerta de entrada de la plaza desde la calle del Carme, se ha localizado un muro de mortero de cal y grandes bloques de piedra de la época medieval.

Una vez documentados los restos y trasladados los objetos al museo, la zona se volverá a cubrir y coincidiendo con el fin de las excavaciones, el Museu Comarcal de l'Urgell-Tàrrega en Lleida ha convocado una visita guiada abierta a todo el mundo para este lunes por la tarde.

Fuente: La Vanguardia

Las rocambolescas andanzas del arqueólogo espía

Leo Frobenius, 1931. / Deutsches Bundesarchiv

Una investigadora española desvela los secretos de Frobenius

La asirióloga Rocío Da Riva ha reconstruido el plan secreto del arqueólogo germano Leo Frobenius para lanzar a los musulmanes etíopes y sudaneses a una guerra santa contra los británicos en la Primera Guerra Mundial. El nombre de la misión era Cuarta Expedición Alemana de Investigación en África Central.

¿Una Yihad islámica organizada por la cristiana Alemania con el fin de debilitar a la también cristiana Gran Bretaña? Por paradójico que parezca, tal fue el propósito de una de las acciones de espionaje más rocambolescas de la Primera Guerra Mundial. Dirigida por el arqueólogo germano Leo Frobenius, y disimulada con el inocente nombre de Cuarta Expedición Alemana de Investigación en África Central, tuvo por cometido sublevar a etíopes y sudaneses contra las fuerzas inglesas desplegadas en Sudán y Egipto, y de ese modo amenazar su control del Canal de Suez.

Los entresijos de la operación fueron expuestos por Rocío Da Riva, asirióloga de la Universidad de Barcelona (UB), en una conferencia dictada en el Museo Arqueológico de Madrid. En una entrevista a Sinc refirió cómo, por azar, se vio tentada a colmar las lagunas de una misión de la que se habló mucho y de la que se sabía muy poco.

Frobenius, amigo del káiser de Alemania, obtuvo su apoyo para trabajar en pos de un objetivo secreto: organizar la guerra santa contra los ingleses

Apenas se conocía que, al estallar la Primera Guerra Mundial, “Frobenius, amigo del káiser de Alemania, obtuvo su apoyo para aplicar sus conocimientos africanos en pos de un objetivo oficial (transportar correo a la legación alemana en Adís Abeba, Abisinia) y de otro secreto: organizar la guerra santa contra los ingleses”, rememora Da Riva.

El joven Frobenius

Por aquel entonces, contaba 41 años y se hallaba en la cúspide de su fama. De formación autodidacta, había descollado por su exploración del África Central y por su Decamerón Negro, una antología de hazañas guerreras y amorosas recogidas de la tradición oral del Sahel.

En su currículum lucía además su aportación al difusionismo, la teoría que atribuye la evolución cultural a la irradiación de invenciones desde unas pocas zonas creadoras, junto con las manchas producidas por el afán de notoriedad que le llevó a situar la Atlántida en Nigeria, y su implicación en el expolio del patrimonio africano. Tal era el bizarro personaje cuya misión encubierta la investigadora de la UB se propuso desenterrar.

Una pesquisa en archivos
A estas alturas una pregunta se impone: ¿cómo acaba una asirióloga metida en esas aventuras de capa y espada? “Por casualidad”, responde. “En 2007, me hallaba en el Instituto Frobenius de Frankfurt recabando datos sobre la arqueología alemana en Irak. Si bien de esta no encontré nada, me mostraron sus fondos relativos a Arabia, incluido un dosier reservado acerca de la expedición”.

El hallazgo picó su curiosidad. Su siguiente paso fue una visita al Foreign Office en Londres. “Tuve acceso a los archivos desclasificados sobre el seguimiento que la diplomacia británica hizo de Frobenius”.

Tomándose la pesquisa como un hobby (su objeto de estudio son las inscripciones babilónicas), publicó un artículo con lo averiguado en Frankfurt y Londres.

En 1914, Frobenius se puso en marcha con dinero y medallas para regalar a quienes le ayudaran

Al poco tiempo, Dario Biocca, un historiador italiano, le aportó la pieza que faltaba: los documentos clasificados de su país referidos a Mario Passargue, un compatriota que participó del contingente de espías. “En 2010, regresé al Instituto Frobenius y me entregaron material adicional sobre la misteriosa expedición”, recuerda Da Riva, y pudo terminar de reconstruir su audaz periplo.

De Berlín a Eritrea
En su libro Arqueólogos, etnólogos y espías, recoge que, a fines de 1914, Frobenius se puso en marcha, no sin antes “ser condecorado y equipado con una bonita suma de dinero y un cargamento de medallas para regalar a quienes le ayudaran en su tarea”. Partiendo de Berlín, él y sus hombres se desplazaron por línea férrea hasta Estambul, y desde la capital otomana, atravesaron Anatolia, Siria, Palestina y Arabia.

Alternando tren y lomo de dromedario, alcanzaron las costas del Mar Rojo. A la manera de T. E. Lawrence, los diecisiete aventureros se pusieron atuendos y nombres árabes con la intención de pasar desapercibidos; pero de nada les valió, pues los británicos los detectaron a su paso por la península arábiga y dieron la voz de alarma. Cuando cruzaban el mar Rojo, “tuvieron que esconderse en las letrinas del barco para burlar a los marineros franceses”, relata Da Riva. Por los pelos lograron desembarcar en Massawa, un puerto eritreo bajo dominio italiano.

En tren y dromedario, alcanzaron las costas del Mar Rojo. Se pusieron atuendos y nombres árabes con la intención de pasar desapercibidos

Para las autoridades coloniales, explica la profesora, la presencia de Frobenius era un serio incordio. Temían que los aliados hicieran de ella un casus belli que amenazase la neutralidad de Italia; máxime después de descubrir en su equipaje panfletos convocando a la guerra santa.

La noticia llegó al parlamento de Roma, y la cancillería alemana se vio obligada a atajar el escándalo; dio por abortado el asunto y negoció con italianos, ingleses y franceses el retorno de los expedicionarios. Genio y figura hasta el fin, Frobenius se jactó ante la prensa de haber debilitado la influencia de la Royal Navy sobre Arabia y acrecentado la lealtad de los árabes a las autoridades otomanas. No hacía falta más para confirmar las sospechas sobre su condición de agente secreto.

La expedición de Frobenius

El fiasco no acabó con la carrera del excéntrico personaje. En su calidad de etnólogo, “fue requerido por el Gobierno para mediar con los prisioneros de guerra magrebíes detenidos en un campo de concentración cercano a Berlín, donde se alzó la primera mezquita en suelo alemán”, prosigue Da Riva. Posteriormente, fue invitado a dictar conferencias en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en 1924. Sus andanzas africanas y su visión de la expansión de la cultura por el orbe fascinaron a Ortega y Gasset, quien acogió sus ideas en la Revista de Occidente.

El Gran juego
Poco después del retorno de Frobenius, en Arabia estalló la insurrección beduina liderada por T. E. Lawrence. ¿Por qué el británico triunfó donde el alemán fracasó? “Hubo demasiada improvisación de su parte”, sostiene Da Riva. “No hablaba árabe, y, por lo tanto, dependía de los intérpretes locales; tampoco conocía el terreno, y encima la población autóctona no veía con buenos ojos las comitivas tuteladas por los turcos, a quienes consideraba sus opresores”.

Poco después, en Arabia estalló la insurrección beduina liderada por T. E. Lawrence. ¿Por qué el británico triunfó donde el alemán fracasó?

El fracaso, en última instancia, hunde sus raíces en las circunstancias del Gran Juego: las intrigas europeas por el control de Asia Central a lo largo del siglo XIX. Unos y otros atizaban en beneficio propio los sentimientos nacionales y religiosos de los asiáticos: los británicos azuzaban a los musulmanes del imperio zarista contra Moscú, y los rusos procedían a la inversa con afganos, pakistaníes e indios.

Los alemanes se sumaron en la Primera Guerra Mundial con su Yihad made in Germany. “Berlín había activado proyectos similares al de Frobenius sin coordinarlos”, advierte Da Riva. “Se creó una situación caótica, dando pie a que los turcos se quejaran de los numerosos espías que pululaban dentro de sus fronteras, algunos disfrazados de cómicos de la legua árabes”.

En esa partida los británicos jugaban con gran ventaja, pues llevaban décadas formando expertos en la geografía y cultura de esos territorios. El factor humano no se improvisa de la noche a la mañana. Eso explica que hubiese un Lawrence de Arabia y no un Frobenius de Sudán.

Que dicha estrategia continúa hasta hoy lo prueba la Yihad fomentada por la CIA en Afganistán contra los soviéticos, aunque con Bin Laden el tiro le salió por la culata. El único ganador claro ha sido la literatura de espionaje, que utilizó esas operaciones de materia prima. De hecho, los términos “Gran Juego” los acuñó Rudyard Kipling en su novela Kim; y “los planes germanos para una rebelión islámica en el Cáucaso inspiraron el relato Greenmantle a John Buchan, padre del thriller político”, señala Da Riva, devota lectora de esas mixturas de realidad y ficción.

La arqueóloga Rocío Da Riva, autora de la investigación sobre Frobenius. Foto cortesía de la científica

La arqueología, cantera de espías
Frobenius y Lawrence fueron solo dos de los muchos arqueólogos reclutados por el espionaje. El segundo hizo sus pinitos participando de excavaciones en Siria con el propósito de vigilar la construcción del ferrocarril entre Berlín y Bagdad. Durante la guerra, su compatriota Gertrud Bell espió a las tribus árabes de Basora. Los estadounidenses no se quedaron atrás.

Por esos mismos años, el experto Sylvanus Morley buscaba agentes y radioemisoras alemanas en Centroamérica so pretexto de un tour fotográfico de ruinas mayas, revela el antropólogo David Price. En la II Guerra Mundial, el arqueólogo de Harvard Samuel Lothrop se alistó en el FBI para seguir las actividades alemanas en Perú mientras estudiaba cacharros antiguos en el Museo Nacional de Lima.

¿Qué tenían los profesionales del pico y la pala que les hacía aptos para tales labores? “En esa época eran muy pocos los occidentales que recorrían el mundo, y entre los más experimentados sobresalían los geólogos, arqueólogos, naturalistas, etnólogos…”, evoca Da Riva.

Frobenius y Lawrence fueron solo dos de los muchos arqueólogos reclutados por el espionaje

Además de su patriotismo, poseían cualidades valiosas para el espionaje como la capacidad para “moverse fácilmente por las fronteras y zonas interiores, observar el movimiento de tropas, la distribución de bases y pertrechos militares, e incluso cometer sabotaje. Además, muchos habían sido entrenados a descifrar lenguas muertas, una habilidad muy útil para elaborar mensajes en clave”, analiza Price.

A juicio de este académico, el espionaje en el trabajo de campo puede entrañar un peligro real para los demás colegas. “Las asociaciones profesionales deberían insistir en que los arqueólogos abjuren de sus conexiones con las agencias de inteligencias en aras de la seguridad de ellos y de sus compañeros”. Por su parte, Da Riva entiende que el doble juego y sus apasionantes peripecias distorsionan la visión de su disciplina.

“Ni Indiana Jones ni Lara Croft tienen mucho que ver con un arqueólogo actual”, afirma con rotundidad. “En nuestro oficio hay mucho trabajo de logística y preparación previa, algo completamente ajeno al comportamiento improvisado del arqueólogo de Hollywood, presto a ponerse el sombrero y subir sin más a un avión rumbo a un destino exótico”.

Zona geográfica: Internacional
Fuente: SINC