El Museo arqueológico de Almería acoge la exposición ‘Las edades de las mujeres iberas’

El Museo Arqueológico de Almería acoge desde mañana y hasta el próximo día 10 de febrero, una exposición temporal titulada ‘Las edades de las mujeres iberas. La ritualidad femenina en las colecciones del Museo de Jaén’.

La muestra tiene un propósito fundamental, “la difusión, la visibilidad y comprensión de los momentos importantes en la vida de las mujeres iberas y los rituales para celebrarlos, en los que éstas adquieren un papel activo, profundizando en sus espacios y objetos, tradicionalmente relegados a un segundo plano”, ha explicado el delegado territorial de Cultura, Alfredo Valdivia.

Para el delegado, esta exposición se convierte en un “canal idóneo para articular un discurso actual sobre las mujeres iberas, que rompa con los esquemas que la relegan al ámbito doméstico y a una actitud inactiva en las relaciones de legitimidad y cohesión social”.

En este marco se inscribe la línea de investigación “Arqueología del Género” que actualmente se potencia desde el Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén “y se enmarcaría en los trabajos que se desarrollan en el Proyecto de Investigación de Excelencia de la Junta de Andalucía “GENDAR,HUM-1904”, ha explicado Valdivia.

Este proyecto de exposición temporal nace de la colaboración entre el Instituto Universitario de Investigación de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén y el Museo de Jaén.

Mediante esta exposición se trata de difundir el patrimonio arqueológico ibero de nuestra provincia desde la perspectiva de género, con la intención de eliminar el sesgo androcéntrico que tradicionalmente prima en los discursos expositivos y representaciones de las sociedades del pasado. Asimismo, dar visibilidad a las mujeres y su práctica social para reivindicar su papel activo en la sociedad y en la transformación de la misma; promover una educación en igualdad; divulgar los últimos avances en la investigación sobre las mujeres iberas realizados desde el Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén y garantizar el libre acceso a la divulgación de la investigación realizada sobre el patrimonio arqueológico desde la perspectiva de género a través de las nuevas tecnologías.

Propuesta expositiva

El discursos museográfico se ha estructurado en varios bloques temáticos que articulan un recorrido por los espacios de ritualidad (vida y muerte) de las mujeres iberas. Se hace un recorrido por los principales estudios que han tratado la arqueología, desde la arqueología de género y han supuesto una nueva forma de aproximarnos al pasado.

A continuación, se establece el marco cronológico y especial en el que se centra la muestra, el Alto Guadalquivir. Y a partir de aquí, la exposición sigue un hijo conductor basado en el ciclo vital de las mujeres iberas desde la infancia hasta la madurez. Todo ello, recogido en los 15 paneles explicativos en los que se basa la exposición.

El comisariado y la coordinación de la muestra corren a cargo de Carmen Rísquez, Carmen Rueda, Ana B. Herranz, Francisca Hornos y Antonia García.

Alfredo Valdivia, acompañado por la directora del Museo, Beba Pérez, visitará mañana esta exposición a las 11.30 de la mañana.

Fuente: noticiasdealmeria.com | 16 de noviembre de 2018

El peor año para vivir de la historia de la humanidad fue el 536 d.C.

Un núcleo de hielo de 72 metros perforado en el glaciar Colle Gnifetti en los Alpes suizos sepulta más de 2000 años de lluvia de volcanes, tormentas y contaminación humana. NICOLE SPAULDING / CCI DE CP LOVELUCK ET AL. ANTIQUITY 2018

Ni guerras, ni epidemias, ni hambrunas... El peor año de la historia de la humanidad no tuvo nada que ver con estas crisis cíclicas. Ese crítico momento no estuvo vinculado al Holocausto, ni a las bombas nucleares, ni a las matanzas habidas y por haber o las gripes que mataron millones de personas en todo el planeta. No. Fue algo mucho peor, aunque cueste de imaginar.

Una misteriosa niebla fue cubriendo poco a poco Europa, Oriente Medio y partes de Asia. La oscuridad fue la tónica general. Algo así como vivir permanentemente en el Upside Down de Stranger Things, pero sin bichos raros. Fueron 18 meses de tinieblas. Día y noche. Había empezado la década más fría de los últimos 2.300 años. En el año 536 después de Cristo.
Ese fue el décimo año del reinado del emperador bizantino Justiniano el Grande y el período 535-36 se conoce como Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía. “Durante este año tuvo lugar el signo más temible. Porque el Sol daba su luz sin brillo, como la Luna, durante este año entero, y se parecía completamente al Sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros tal como acostumbra”, escribió Procopio de Cesarea (500-554 d.C.).

La crónica del el historiador bizantino continuaba así: “Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron libres ni de la guerra ni de la peste ni de ninguna cosa que no llevara a la muerte”. Las temperaturas en el verano de 536 cayeron entre 1,5 y 2,5 grados centígrados. Tanto frío hacía que incluso nevó en China. Las cosechas se perdieron y llegó la carestía. Poco después, entre el 541 y el 543, la peste bubónica (conocida como la plaga de Justiniano) golpeó al Imperio romano de Oriente.


En apenas dos siglos, la población mundial perdió entre 25 y 50 millones de personas, es decir, entre el 13 y el 26 por ciento de las personas estimadas en el siglo VI. Y lo peor es que, hasta ahora, había muchas hipótesis pero pocas certezas de por qué ocurrió este fenómeno. Al menos hasta que un análisis ultrapreciso del hielo de un glaciar suizo ha señalado al menos un culpable, según apunta Science.

Una catastrófica erupción volcánica en Islandia lanzó cenizas por todo el hemisferio norte a principios de ese fatídico año 536. A esta le siguieron otras dos erupciones masivas, en el 540 y el 547. Demasiados golpes seguidos para que no afectaran a todo el planeta. Europa se hundió y su estancamiento económico duró hasta el 640, cuando otra señal en el hielo (un pico de plomo) marca el resurgimiento de la minería de plata, según se explica en un estudio publicado en la revista Antiquity .

Monedas de plata del año 660 (T. Abramson / Antiquity)

Investigaciones de los anillos de árboles realizadas en la década de 1990 ya habían apuntado que los veranos alrededor del año 540 fueron inusualmente fríos. Estos datos se vieron complementados, hace tres años, por los registros de los núcleos de hielo polar de Groenlandia y la Antártida. Porque cuando un volcán entra en erupción, arroja azufre, bismuto y otras sustancias a la atmósfera, donde forman un velo de aerosol que impide que la luz del sol penetre y enfría la tierra.
Un equipo dirigido por el historiador medieval Michael McCormick y el científico Paul Mayewski decidió realizar su propio análisis en un núcleo de hielo perforado en 2013 en el glaciar Colle Gnifetti, en plenos Alpes suizos. El núcleo de 72 metros de largo contiene información sobre más de 2.000 años de erupciones volcánicas o tormentas de polvo del Sahara.

Las partículas de un núcleo de hielo suizo contenían pistas químicas de eventos naturales y hechos por el hombre. /Antiquity

En el hielo formado durante la primavera del 536 los científicos encontraron dos partículas microscópicas de vidrio volcánico que se parecían a las rocas volcánicas de Islandia. Los vientos y los sistemas climáticos de ese año debieron guiar la nube de erupción hacia el sureste a través de Europa y, más tarde, hacia Asia, dejando un manto frío mientras avanzaba la niebla volcánica.

Tras esta época oscura, todo cambió hacia el año 640. El hielo de ese momento tienen trazas de plomo, lo que indica que los humanos comenzaron a extraer y fundir plata del mineral de plomo. A partir de aquí empezaron a acuñar monedas. ”La nueva minería facilitó la producción de las últimas monedas de oro postromanas, degradadas con cantidades crecientes de plata, y las nuevas monedas de plata que las reemplazaron”, escriben los investigadores.

Cambio en la deposición de la contaminación por concentración (escala logarítmica) de plomo, bismuto y azufre en el núcleo de hielo de Colle Gnifetti entre 600 y 875 d.C., (figura de H. Clifford)

”El registro de alta resolución del núcleo de hielo ofrece una cronología nueva e independiente para la producción de plata renovada en el oeste medieval temprano”, añaden. La economía se estaba recuperando. Pero los datos del hielo no se detienen ahí. Entre el 1349 y el 1353, colapsó la contaminación por plomo. Fechas que coinciden exactamente con la llegada de la Muerte Negra, otra pandemia de peste bubónica.

Fuente: lavanguardia.com | 16 de noviembre de 2018

Orígenes de la música

Posible instrumento musical hallado en el yacimiento de la cueva de Divje babe I. Eslovenia. Imagen de T. Lauko, Museo Nacional de Eslovenia.

El hallazgo de un trozo de fémur de un oso juvenilen el yacimiento de Divje babe I (Eslovenia) con cuatro perforaciones alineadas data de 1995. Los investigadores Ivan Turk y Janez Dirjec, que condujeron las excavaciones en este yacimiento entre 1990 y 1995, siempre expresaron sus dudas de que este resto fósil hubiera sido realizado por un ser humano con intencionalidad artística. Según estos investigadores, las cuatro perforaciones alineadas estarían relacionadas con la mordedura de algún animal.

Cómo expliqué en el post anterior, cuando se excava un yacimiento arqueológico con determinados prejuicios sobre las habilidades de quienes fueron responsables del registro recuperado en ese yacimiento, podemos equivocarnos en las interpretaciones. El yacimiento de Divje babe I está formado por varios metros de sedimentos, dispuestos en hasta 26 niveles geológicos bien organizados. Las dataciones realizadas en este yacimiento han revelado una antigüedad máxima en torno a los 100.000 años, en los niveles más profundos, y una antigüedad mínima en torno a los 35.000 años en los niveles 2 y 3. El nivel 8a, del que procede el fósil perforado, ha sido datado entre 54.000 y 58.000 años y ha proporcionado abundantes restos instrumentos de piedra atribuidos a la tecnología musteriense. En otras palabras, ese nivel se depositó tras el paso por la entrada de la cueva de grupos neandertales.

En 1995, la comunidad científica no estaba todavía preparada para admitir que los neandertales tuvieran habilidades artísticas. Los enterramientos intencionados no eran una evidencia suficiente para convencer a los expertos sobre una cierta capacidad simbólica de la mente de los neandertales. Es más, la posibilidad de que estos humanos realizaran trazos de pinturas abstractas en las paredes de las cuevas no cabía en el escenario que se planteaba a priori. Es por ello que el artículo científico publicado hace pocos meses sobre posibles manifestaciones artísticas de los neandertales en varias cuevas de la península ibérica recibió una crítica negativa casi inmediata.

Así que no puede extrañar que los propios descubridores de un posible instrumento musical realizado por un grupo de neandertales atribuyeran la presencia de los agujeros en el fémur de un oso a causas naturales. En 1997, Ivan Turk se atrevió por primera vez a plantear que aquel hueso podría haber sido perforado de manera intencionada por un ser humano. A ese trabajo siguieron nuevos estudios de Turk y otros colegas, admitiendo de manera clara que los neandertales pudieron haber fabricado un instrumento para producir sonidos musicales. Como los lectores podrán comprender, esa interpretación ha sido ignorada o contestada con duras críticas por otros colegas.

El último trabajo sobre este posible instrumento musical acaba de ser publicado en la revista francesa L´Anthropologie por Matija Turk, Ivan Turk y otros colegas. Antes de seguir, es interesante recordar que esta revista tiene escasa difusión en la arqueología anglosajona, que en la actualidad domina este ámbito científico. Sin embargo, el estudio está ahí y no se puede ignorar. La nueva investigación ha sido exhaustiva, incluyendo estudios experimentales. Se han realizado perforaciones en huesos de oso fresco con utensilios similares a los hallados en el yacimiento. El aspecto de los huesos experimentales ha resultado ser muy similar a los del fósil original. La reconstrucción del posible instrumento de manera artificial ha demostrado que era posible obtener sonidos musicales con un “instrumento musical” como el encontrado en la cueva de Divje babe I.

Ante estos resultados solo caben dos opciones: 1) considerar que toda la investigación en Divje babe I está equivocada, incluyendo las dataciones; 2) aceptar que los neandertales tenían capacidades artísticas inimaginables hace tan solo unas pocas décadas. ¿Por qué se les niega estas capacidades a estos humanos, incluyendo la posibilidad de pintar en las paredes de las cuevas? Si el registro arqueológico sigue dando evidencias de ciertas habilidades simbólicas de los neandertales, está claro que existen prejuicios interfiriendo con la realidad de los hechos.

Puesto que Homo neanderthalensis y Homo sapiens compartimos un antecessor común, que pudo vivir hace unos 800.000 años (según las estimaciones más optimistas) solo caben dos interpretaciones: 1) ellos y nosotros heredamos las mismas capacidades potenciales de ese ancestro; 2) adquirimos esas habilidades de manera convergente. Puesto que nuestro cerebro y el suyo tienen mucho en común, la opción 1 implicaría que las dos especies tendrían un potencial similar, que empezaron a manifestar de manera intensiva hace unos 50.000 años. Sin embargo, los neandertales desaparecieron antes de que nuestra especie desarrollara todo ese potencial en los últimos milenios.
La última época de los neandertales pudo ser terrible, con el intenso rigor de la última glaciación del Pleistoceno. Aun así, algunos grupos tuvieran tiempo para dejarnos testimonio de las posibilidades de su mente artística. No me cabe duda de que los refugios del Mediterráneo fueron la fuente de su inspiración.


Fuente: quo.es | 15 de noviembre de 2018

Así es el singular «rostro» de Cristo descubierto en una iglesia bizantina en ruinas de Israel

A la izquierda, la pintura en el ábside. A la derecha, la reconstrucción propuesta - Dror Maayan/ Cambridge University Press.

Con el pelo corto y rizado, la cara espigada, grandes ojos y una nariz alargada. Así es el singular «rostro» de Jesucristo que unos investigadores han descubierto en las ruinas de Shivta, una aldea situada en el desierto israelí de Negev que durante los siglos V y VI llegó a tener hasta tres iglesias.
En un ábside de una de ellas, de época bizantina, se descubrieron los restos de una pintura mural muy mal conservada que ahora la historiadora del arte Emma Maayan-Fanar (izquierda) ha logrado identificar como la representación del bautismo de Cristo. A pesar de que solo se aprecian fragmentos de la obra, la experta de la Universidad de Haifa distingue la cara que representa a un joven Jesús junto a otro rostro de mayores proporciones a su izquierda, muy probablemente de Juan el Bautista. Ambas figuras debieron de formar parte de una escena más amplia que fue pintada sobre la pila bautismal del templo.
«Su rostro está justo ahí, mirándonos», asegura al diario Haaretz Maayan-Fanar, que ha publicado su hallazgo en la revista arqueológica Antiquity junto a los arqueólogos Ravit Linn, Yotam Tepper y el profesor Guy Baz-Oz, del Instituto de Arqueología Zinman de la Universidad de Haifa.

«El rostro de Cristo en esta pintura es un descubrimiento importante en sí mismo», aseguran los autores de este estudio que estiman que la escena fue pintada en el siglo VI.


Iglesia norte de Shivta con el ábside donde se encontraron los fragmentos de la pintura - Dror Maayan/ Cambridge University Press.


Iglesia norte con baptisterio, Shivta. Dror Maayan

Los evangelios no describen la apariencia de Jesucristo y en imágenes antiguas, como la de Cristo entre Pedro y Pablo (s. IV) descubierta en el cementerio de una villa imperial que pertenecía a Constantino o el Pantocrátor del Sinaí (s.VI), se representa con el pelo largo y con barba.
La representación de Shiva «sigue el esquema iconográfico de un Cristo de pelo corto, que estaba especialmente extendido en Egipto y en Siro-Palestina» en la época, explican los expertos que seguirán estudiando la pintura, con detalles ahora ocultos por polvo y barro, para asegurar su conservación.

«El descubrimiento de esta pintura es extremadamente importante», a juicio de los investigadores porque «es la única escena de bautismo de Cristo que se conozca hasta la fecha en la Tierra Santa pre-iconoclasta» (en el siglo VIII el emperador León III emprendió una implacable campaña en contra de las imágenes religiosas en el Imperio bizantino).

Fuente:abc.es | 15 de noviembre de 2018

Un cambio climático probablemente provocó la migración y posterior desaparición de la antigua civilización del valle del Indo

Restos urbanos de Mohenjo-daro, una antigua ciudad de la civilización del valle del Indo construida alrededor de 2600 a.C. y que fue abandonada después de 1900 a.C. (Crédito de la foto: suronin / Shutterstock.com)

Hace más de 4.000 años la cultura Harappa prosperó en el valle del río Indo, en lo que hoy es el moderno Pakistán y noroeste de la India, donde construyeron ciudades sofisticadas, inventaron sistemas de alcantarillado y se dedicaban al comercio de larga distancia con asentamientos en Mesopotamia.

Sin embargo, hacia 1800 a. C., esta avanzada cultura había abandonado sus ciudades, trasladándose a pueblos más pequeños en las estribaciones del Himalaya. Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) ha encontrado evidencias de que un cambio climático fue probablemente lo que llevó a los harappenses a reasentarse lejos de las llanuras aluviales del Indo.

A comienzos de aproximadamente 2500 a.C., un cambio en las temperaturas y en los patrones climáticos del valle del Indo causó que las lluvias monzónicas de verano escasearan gradualmente, dificultando o imposibilitando la agricultura cerca de las ciudades Harappa, dice Liviu Giosan (izquierda), geólogo del WHOI y autor principal de un trabajo de investigación al respecto publicado en la revista Climate of the Past.

"Aunque los volubles monzones de verano dificultaron la agricultura en el Indo, en las estribaciones del Himalaya la humedad y la lluvia se producía con mayor frecuencia", dice Giosan. "Cuando las tormentas de invierno del Mediterráneo azotan el Himalaya, crean lluvia en el lado de Pakistán y alimentan las pequeñas corrientes de agua. En comparación con las inundaciones de los monzones a las que estaban acostumbrados los harappenses a ver en el valle del Indo habría sido relativamente poca agua, pero al menos era segura".

Es difícil encontrar en muestras del terreno evidencias de este cambio en la precipitación estacional, así como del cambio de los harappenses de pasar de confiar en las inundaciones del Indo a confiar en las lluvias cerca del Himalaya para regar cultivos. Es por ello que Giosan y su equipo se centraron en analizar los sedimentos del fondo del océano frente a la costa de Pakistán. Después de tomar muestras en varios sitios del Mar Arábigo, él y su equipo examinaron las conchas de organismos unicelulares del plancton llamados foraminíferos (o forams) que ese hallan en los sedimentos, lo que les ayudó a comprender cuáles prosperaron en verano y cuáles en invierno.

La civilización del Indo fue la más grande, pero menos conocida, de las primeras grandes culturas urbanas que también incluyen a Egipto y Mesopotamia. La cultura Harappa, llamada así por una de sus ciudades más grandes, dependía de las inundaciones de los ríos para alimentar sus excedentes agrícolas. Hoy en día, numerosos restos de los asentamientos de la cultura Harappa se encuentran en una vasta región desértica lejos de cualquier río que fluya. (Liviu Giosan, Woods Hole Oceanographic Institution; Stefan Constantinescu, Universidad de Bucarest; James PM Syvitski, Universidad de Colorado).

Una vez que identificaron la temporada estacional basándose en estos restos fósiles de los foraminíferos pudieron profundizar en las claves sobre el desarrollo del clima en la región a partir del análisis de fragmentos de material genético antiguo preservado en los sedimentos.
"El lecho marino cerca de la boca del Indo es un ambiente con muy poco oxígeno, por lo que todo lo que crece y muere en sus aguas se conserva muy bien en el sedimento", dice Giosan. "Básicamente, puedes obtener fragmentos de ADN de casi cualquier cosa que haya vivido allí".
Durante los monzones de invierno, señala, los fuertes vientos provocan que los nutrientes de las profundidades de los océanos salgan a la superficie, lo que alimenta una oleada de vida vegetal y animal. Del mismo modo, los vientos más débiles en otras épocas del año proporcionan menos nutrientes, lo que causa una productividad ligeramente menor en aguas de la costa.

"El valor de este enfoque es que te da una imagen de la biodiversidad pasada que te perderías al confiar solo en restos óseos o en un registro fósil. Y como ahora podemos secuenciar miles de millones de moléculas de ADN en paralelo, tal circunstancia nos proporciona una imagen de resolución muy alta de cómo el ecosistema cambió con el tiempo", agrega William Orsi (izquierda), paleontólogo y geobiólogo de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich, quien colaboró con Giosan en el trabajo de investigación.

Es bastante seguro, basándose en la evidencia del ADN, que el hallazgo de que los monzones de invierno parecían hacerse más fuertes y los monzones de verano más débiles, hacia los últimos años de la civilización Harappa, se corresponda con el traslado de las gentes desde las ciudades a las aldeas.

"No sabemos si se movieron hacia las laderas en cuestión de meses o si esta migración masiva tuvo lugar durante siglos. Lo que sí sabemos es que cuando concluyó, su forma de vida urbana había terminado", afirma Giosan.

Las lluvias en las estribaciones del Himalaya parecen que fueron suficientes para mantener a los harappenses rurales durante el siguiente milenio, pero incluso esas lluvias habrían menguado, contribuyendo probablemente a la desaparición definitiva de la cultura Harappa.

Monzones debilitados y la escorrentía de las montañas domesticaron el Indo salvaje y sus afluentes del Himalaya lo suficiente como para permitir la agricultura a lo largo de sus valles. Durante las fases tempranas y maduras de la civilización Harappa, los asentamientos florecieron a lo largo del Indo desde la costa hasta las colinas que bordean el Himalaya, así como en el curso más probable del mítico río Sarasvati, en lo que hoy es una región sin agua que forma parte del desierto de Thar. Con la continua aridificación la población se movió hacia el este, hacia la cuenca del Ganges, donde las lluvias del monzón de verano continuaron siendo seguras, mientras que las lluvias del monzón de invierno aumentaron provocando una migración hacia pequeñas comunidades agrícolas y el declive de las ciudades durante los últimos tiempos de la cultura Harappa.

"No podemos decir que desaparecieron por completo debido solo al clima, pues, al mismo tiempo, la cultura indo-aria estaba llegando a la región con herramientas de la Edad del Hierro, caballos y carros. Pero es muy probable que el monzón de invierno haya jugado un papel en tal hecho", explica Giosan.

La gran sorpresa de la investigación, señala Giosan, es lo lejos que geográficamente pueden haber estado las raíces de ese cambio climático. En ese momento se estaba estableciendo una "nueva era glacial", lo que provocaba que un aire frío llegara desde el Ártico hasta el Atlántico y el norte de Europa. Eso a su vez empujó las tormentas hacia el Mediterráneo, provocando un aumento de los monzones de invierno sobre el valle del Indo.

"Esto fenómeno fue notable, y hay una importante lección que sacar para hoy en día", indica. "Si miras a Siria y África, la migración en esas áreas tiene algunas raíces en el actual cambio climático. Eso es solo el comienzo. El aumento del nivel del mar debido al cambio climático puede llevar a enormes migraciones en regiones de costa baja como Bangladesh, o en regiones propensas a los huracanes como en el sur de los EE. UU. En aquel entonces, los harappenses pudieron hacer frente al cambio climático trasladándose de lugar, pero hoy en día uno se encontraría con todo tipo de fronteras. Convulsiones políticas y sociales podrían entonces surgir", concluye.

Fuente: whoi.edu | 13 de noviembre de 2018

El falso mito de la vida violenta de los neandertales

Los neandertales usaban técnicas de caza que no implicaban armas arrojadizas, lo que hacía que tuvieran que acercarse mucho a las presas. (Gleiver Prieto & Katerina Harvati).

Los crímenes y los accidentes que cuentan las noticias son historias individuales, pero también nos dicen mucho sobre las sociedades en las que suceden. Si son comunidades marcadas por la violencia o, en cambio, entornos pacíficos en los que la vida parece transcurrir sin grandes contratiempos. Lo mismo se puede decir de los grupos formados por nuestros ancestros en la Prehistoria. Aunque es difícil reconstruir el pasado, nadie que viviera en el Paleolítico pudo tener una vida fácil, enfrentándose a una naturaleza salvaje plagada de peligros armado tan solo con piedras o puntas de sílex, amén de los conflictos y la barbarie más o menos intensa que se produjera entre los individuos.
Hasta ahora, se creía que los neandertales, la otra especie humana inteligente que durante cientos de miles de años habitó Eurasia, tuvieron una existencia especialmente dura y peligrosa. Esta interpretación se sustenta en las numerosas fracturas, deformaciones y agujeros hallados en sus fósiles, especialmente en la cabeza y el cuello. Sin embargo, un nuevo estudio desmiente este viejo mito. Los investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) han examinado el número de lesiones craneales que sufrieron los neandertales y los Homo sapiens, la especie a la que todos pertenecemos, y han llegado a la conclusión de que fueron muy parecidos. Según los autores, parece que los niveles de muertes violentas, enfrentamientos y brutalidad entre estos homínidos no superaban a los nuestros en el pasado.

Dos neandertales se acercan a un grupo de rinocerontes y mamuts lanudos (Kurt Miller/Stocktrek Images / Getty)

Que las lesiones se concentraran con mayor frecuencia en la cabeza de los neandertales puede ser el resultado de varias causas posibles: un comportamiento social violento, un estilo de vida móvil de cazadores-recolectores en entornos de la Edad de Hielo donde los accidentes serían bastante comunes, y los ataques de carnívoros como los osos de las cavernas o las hienas. Además, los neandertales utilizaban armas de corto alcance, como puñales o lanzas de empuje, y, por lo tanto, se enfrentaban de cerca a grandes presas durante la caza. Los altos niveles de esas lesiones craneales se han utilizado para inferir no solo estilos de vida peligrosos, sino también comportamientos violentos y técnicas de caza inferiores.

Sin embargo, los investigadores de Tübingen señalan que esas conclusiones se basaban principalmente en informes de lesiones en esqueletos específicos, en lugar de análisis estadísticos de toda la población. En su nuevo estudio, los autores aplicaron un análisis cuantitativo del trauma craneal en toda la población de neandertales y humanos modernos del Paleolítico Superior de Eurasia Occidental (hace entre 80.000 y 20.000 años). Para ello, utilizaron una base de datos recién compilada de varios cientos de especímenes fósiles (114 cráneos neandertales y 90 sapiens), con y sin lesiones, y modelos estadísticos rigurosos que explican el sexo, la edad de la muerte, la geografía y el estado de conservación de los huesos.

Ninguno de sus modelos reveló diferencias significativas en la prevalencia de las lesiones entre los dos grupos. «Nuestros hallazgos refutan la hipótesis de que los neandertales eran más propensos a las lesiones en la cabeza que los humanos modernos, en contra de la percepción común», explica la profesora Katerina Harvati (izquierda), responsable del estudio. «Por lo tanto, creemos que los comportamientos neandertales comúnmente citados que conducen a altos niveles de lesiones, como la violencia y las capacidades de caza inferiores, deben ser reconsiderados», subraya.

Más lesiones entre los varones

Los investigadores también descubrieron que, tanto en los neandertales como en los sapiens, los varones sufrían lesiones con más frecuencia que las mujeres. El hallazgo, explican en la revista Nature, es consistente con las observaciones en grupos humanos más recientes, explicado por la división del trabajo o por otras conductas y actividades específicas de cada sexo determinadas culturalmente.

Pero los investigadores también encontraron diferencias interesantes entre las dos especies: mientras entre los sapiens la prevalencia de lesiones craneales es consistente en todos los grupos de edad, entre los jóvenes neandertales es notablemente más alta. Esto podría significar que los neandertales tenían más probabilidades de lesionarse a una edad más joven que los humanos modernos del Paleolítico superior. Alternativamente, podría estar relacionado con diferencias en la supervivencia a largo plazo después de una lesión no letal. Curiosamente, los neandertales con una lesión en el cráneo tenían más probabilidades de morir antes de los 30 años que los sapiens. Esta intrigante cuestión quizás podría ayudar a explicar por qué esta especie desapareció hace 40.000 años, mientras nosotros prosperamos.

Cráneos neandertales.

Aunque este patrón relacionado con la edad es un hallazgo novedoso, «en general, nuestros resultados sugieren que los estilos de vida neandertales no eran más peligrosos que los de nuestros antepasados, los primeros europeos modernos», subraya Havarti. Y una vez más viene a redundar en la idea de que tampoco eran los seres toscos y bestiales que se creía.

Como explica en un artículo que acompaña al estudio en Nature, Marta Mirazón Lahr (izquierda), del departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, desvelar el misterio de estas fracturas y laceraciones en los neandertales continuará siendo un reto durante muchos años, pero su resolución permitirá responder a una gran variedad de cuestiones, desde si fueron provocadas por accidentes de caza, conflictos interpersonales o entre grupos o en qué medida los que sobrevivían erancuidados por los más cercanos. Todo esto nos ayudará a entender quiénes eran estos humanos, cómo vivían y por qué se fueron para siempre.

Fuente: abc.es | lavanguardia.com | 14 de noviembre de 2018