La humanidad no necesitó de dioses moralizantes para crear sociedades complejas

La primera religión que incorporó principios morales fue la del antiguo Egipto. Según la mitología, cuando una persona moría, el dios Anubis ponía el corazón del difunto en una balanza para compararlo con la pluma de Maat, la diosa que encarnaba el orden, la verdad y la justicia. Si el corazón pesaba lo mismo que la pluma, el fallecido podía continuar su viaje hacia el más allá (British Museum)

A finales del neolítico, la humanidad comenzó a organizarse en sociedades cada vez más y más complejas. Lo que habían sido pequeños pueblos aislados se convirtieron con los siglos en grandes civilizaciones, como los reinos faraónicos del antiguo Egipto, el Imperio Romano o las grandes dinastías de China. Hasta ahora, se pensaba que una pieza fundamental en este cambio podría haber sido la aparición de las religiones morales, que con sus principios habrían fomentado la convivencia. Sin embargo, una investigación internacional liderada desde la Universidad de Oxford prueba que no fue así.

Los resultados, publicados hoy en la revista Nature , indican que más bien ocurrió al revés: la adoración a dioses moralizantes comenzó justo después de que las sociedades ganaran complejidad. Después de su aparición, este tipo de religiones tampoco propiciaron un aumento aún mayor de la complejidad, aunque sí pudieron ayudar a mantener la estabilidad de los grandes imperios.

Muchas religiones antiguas imponían sacrificios a los dioses o tabúes, pero no intervenían en las relaciones entre personas. Sin embargo, a partir del III milenio a.C., algunas empezaron a incorporar principios morales en forma de grandes dioses que dictaban códigos de conducta, como en el caso del judaísmo, el cristianismo o el islam. Otras lo hicieron a través de elementos sobrenaturales que castigaban a quienes incumplían los valores considerados éticos, como el concepto de karma en el budismo.

La religión, en sus distintas manifestaciones, es un fenómeno universal LUCA BAGGIO

Ya que estos principios impulsan a las personas a adoptar conductas que benefician a la sociedad, como la cooperación o el altruismo, tradicionalmente se ha propuesto que las religiones morales fueron esenciales para que los seres humanos se empezasen a agrupar en grandes sociedades, donde debían aprender a convivir con individuos desconocidos.

Para comprobarlo, los investigadores liderados desde la Universidad de Oxford han realizado un análisis sistemático que ha abarcado datos de 30 regiones del mundo, desde el Neolítico hasta la época industrial. A partir de una de las bases de datos históricos más extensas y rigurosas –el proyecto Seshat–, han cuantificado el grado de complejidad social y de imposición moral de las religiones en más de 400 poblaciones.

Los dioses moralizantes aparecieron en algún momento del periodo analizado en 20 de las 30 regiones. El primero surgió en Egipto en alrededor del año 2.800 antes de Cristo: fue la diosa Maat, que personifica el concepto de orden, verdad y justicia. Según la mitología egipcia, cuando una persona moría, el dios Anubis ponía su corazón en una balanza junto con la pluma de Maat, que representaba la virtud. Si el corazón, símbolo de la conciencia, pesaba lo mismo que la pluma, el fallecido podía continuar su viaje hacia el más allá. Si pesaba más, su alma era devorada por el monstruo Ammut.

Los siguientes dioses morales emergieron en Mesopotamia (2.000 a.C.), en la Península de Anatolia (donde está buena parte de la actual Turquía, en el 1.500 a.C.) y en China (1.000 a.C). No fue hasta después del año 1.000 a.C. que surgieron las primeras grandes religiones morales que se extendieron a varios países, como el budismo, el cristianismo o el islam.

Sin embargo, al examinar los datos de las 12 de las 30 regiones de las que hay información de antes y después de la aparición de estas religiones, los investigadores han comprobado que el incremento de la complejidad social se produjo antes de que surgieran los elementos morales. “Los dioses moralizantes normalmente siguen, en lugar de preceder, al aumento de la complejidad social. Notablemente, la mayoría de sociedades que sobrepasaban un cierto umbral de complejidad desarrollaron un concepto de dioses moralizantes”, escriben los autores en Nature.

Tras la aparición de las religiones morales, estas sociedades no se volvieron significativamente más complejas, pero los investigadores señalan que los valores morales tal vez ayudaron a mantener la cohesión social y la estabilidad de los grandes imperios multiétnicos, como pudo ocurrir cuando el Imperio Romano convirtió el cristianismo en su religión oficial.

Fuente: lavanguardia.com | 20 de marzo de 2019

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Una niña a las puertas del santuario de Chak Chak, en el actual Irán, lugar de peregrinación para los zoroástricos. KAVEH KAZEMI GETTY IMAGES.

La idea de un dios todopoderoso que vigila desde arriba a los humanos y sanciona a los que se desvían de la norma surgió después de que estos dejaran la tribu por la sociedad. Esa es la principal conclusión de un amplio estudio que revisa la emergencia de las sociedades complejas y la idea del dios moral. Desde los antiguos egipcios hasta el Imperio Romano, pasando por los hititas, los dioses morales no entran en escena hasta que las sociedades no se hacen realmente grandes.
La creencia en lo sobrenatural es tan antigua como los humanos. Pero la idea de un ser omnisciente vigilante de la moral es más reciente. Antes de las revoluciones neolíticas, de la emergencia de la agricultura y las primeras sociedades, los humanos vivían en grupos relativamente pequeños basados en el parentesco. En la tribu todos se conocían y debía ser difícil tener una conducta antisocial sin que a uno lo pillaran. El riesgo de ser señalado, castigado o expulsado del grupo bastaba para controlarlo. Pero a medida que las sociedades se fueron haciendo más complejas, las relaciones con extraños al clan crecían y, a la par, las posibilidades de escapar a la sanción. Para muchos estudiosos de las religiones,la aparición de un dios moral que todo lo ve hizo de pegamento social, facilitando la emergencia de sociedades cada vez más grandes.

"Pero lo que hemos visto es que los dioses moralizantes no son nada necesarios para que se establezcan sociedades a gran escala", dice el director del Centro para el Estudio de la Cohesión Social de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y coautor del estudio, Harvey Whitehouse (izquierda). "De hecho, solo aparecen después del fuerte aumento inicial de la complejidad social, una vez que las sociedades alcanzan una población de alrededor de un millón de personas", añade.

Junto a un amplio grupo de científicos, el antropólogo británico ha analizado 414 entidades políticas surgidas desde el Neolítico. En la base de datos, recogida en el proyecto Seshat, hay desde ciudades estado como Ur hasta la confederación vikinga de Islandia e imperios como el inca o el aqueménida. Para medir su complejidad, usaron hasta 55 variables diferentes, como la existencia de una estratificación y jerarquía social, si existían la propiedad privada y la capacidad de transferirla, desarrollo de la agricultura o de un ejército.

Sus resultados, publicados en la revista Nature, muestran que, para cuando aparecieron los dioses morales, la mayoría de las sociedades ya eran muy complejas. De hecho, las entidades políticas estudiadas muestran un aumento medio de su complejidad social hasta cinco veces mayor antes de la llegada de estos dioses que después. Es solo entonces cuando el dios moral cumple una función social: "Quizá se deba a que, llegados a este punto, las sociedades son tan grandes que se vuelven vulnerables a las tensiones internas y el conflicto. Los dioses moralizantes podrían ofrecer una vía para que las sociedades siguieran prosperando a pesar de tales tensiones, haciendo que todos cooperasen para evitar ofender a un poder superior atento a nuestro comportamiento hacia los demás y del que se pensaba que castigaba a los transgresores", apunta Whitehouse como posible explicación.

La diosa egipcia Maat. UNIVERSAL HISTORY ARCHIVE GETTY IMAGES

Las primeras ideas de un dios moral surgen en el antiguo Egipto, con la figura de Maat, la hija del dios Ra. Eso fue en torno al 2800 a.C., posterior varios siglos a que las primeras ciudades del valle del Nilo se unificaran. Le sigue en la lista temporal, Shamash, el dios sol que todo lo ve, del Imperio acadio, medio milenio posterior a que emergieran las civilizaciones mesopotámicas. El mismo patrón se observa con la deidad china Tian o los diversos dioses del reino de Hatti, en Anatolia. Ya en el primer milenio antes de esta era aparecieron el mazdeísmo o zoroastrismo, el judaísmo y, ya en la presente, el cristianismo o el islamismo. Todas son religiones con dioses morales surgidas o evolucionadas en sociedades ya consolidadas.

El estudio muestra, sin embargo, que puede haber sociedades altamente complejas sin un dios moral. Eso no significa que no castigaran a los humanos, pero lo hacían más por faltar a las obligaciones con las divinidades que por ofender a los otros humanos. La mayoría son americanas o del sudeste asiático.

"Los sacrificios y las normas de género de los aztecas parecen estar centradas más en el mantenimiento [de un orden] universal y la mejora individual que en el establecimiento de unas costumbres religiosamente controladas en el que unos dioses moralizantes amenazan con sanciones a las acciones interpersonales impropias", apunta el arqueólogo de la Universidad de Texas y coautor del estudio, Alan Covey (derecha). "Los textos mayas parecen mostrar, al menos en el ámbito de los reyes, que las razias y los sacrificios humanos eran eventos memorables más que actos por los que se pudiera temer una desaprobación moral sobrenatural", añade este arqueólogo experto en los imperios precolombinos, en particular el inca. "Esto encaja con los rasgos generales de la visión del mundo andino y las prácticas de sacrificios locales y estatales del Imperio inca", concluye.

El estudio va incluso más allá y cree encontrar una conexión entre la aparición de la escritura y la emergencia de los dioses morales. En nueve de las 12 regiones del planeta analizadas, los primeros registros escritos aparecen una media de 400 años antes que las primeras referencias a los dioses morales. "Combinado esto con la ausencia de la idea del dios moral en la mayoría de las culturas orales, sugiere que estas creencias no estaban muy extendidas antes de la invención de la escritura", opina Whitehouse.

Pero no todos opinan lo mismo. El director del Instituto para la Ciencia de la Historia Humana (Jena, Alemania), el biólogo evolutivo, Russell Gray (izquierda), mantiene: "Las pruebas de dioses moralizantes son difíciles de encontrar antes de la invención de la escritura, pero eso no significa que no haya ninguna. Los primeros escritos eran principalmente documentos sobre transacciones financieras, no sobre creencias religiosas", añade. Gray, que no ha participado en este estudio, es uno de los mayores defensores de que el castigo divino entendido en un sentido amplio es un precursor de la complejidad política y social. Sin embargo, reconoce, "que los dioses morales son una creación relativamente reciente".

Fuente: elpais.com | 20 de marzo de 2019

¿Cuál era la idea de felicidad de los aztecas y qué podemos aprender de ella?

Los aztecas elaboraron su propia ética de las virtudes, diferente a la de filósofos como Aristóteles o Confucio.


Había filósofos y sofistas, educación formal para enseñar valores e ideas profundas sobre la vida, todo lo cual fue plasmado en tratados, exhortaciones y diálogos. No se trata de la antigua Grecia, sino del imperio azteca.
Entre los siglos XV y principios del XVI, los aztecas montaron un imperio con una cultura de gran riqueza filosófica en lo que hoy es el centro y sur de México.

"Tenemos muchos volúmenes de sus textos grabados en su lenguaje nativo, el náhuatl", escribió Lynn Sebastian Purcell (izquierda), profesor asociado de filosofía en la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY) en Cortland, EE.UU., en un artículo publicado el año pasado en la revista de divulgación científica Aeon.

"Si bien pocos de los libros pre coloniales de tipo jeroglífico sobrevivieron a las quemas españolas, nuestras principales fuentes de conocimiento derivan de los registros realizados por los sacerdotes católicos hasta principios del siglo XVII", agregó.

Purcell ha investigado extensivamente sobre filosofía y ética antigua, en particular de América Latina y, todavía más en concreto de los aztecas. "Encuentro fascinante que los nahuas (aztecas) fueran otra cultura pre moderna con una ética de las virtudes, aunque bastante diferente a la de Aristóteles y Confucio", contó a la Asociación Estadounidense de Filosofía (APA, por su siglas en inglés) en una entrevista de 2017.

Sin embargo, también reconoció que le resultaba atractivo ahondar en un campo donde, a lo largo de todos estos siglos, la academia había dejado un "evidente vacío".
Incluso agregó que los dos grandes estudiosos de la filosofía azteca, el antropólogo mexicano Miguel León-Portilla y el filósofo estadounidense James Maffie, hicieron un gran trabajo en analizar su metafísica, pero no su ética.

La buena vida

El famoso Códice Florentino, una recopilación de conocimientos de los aztecas realizada por el misionero franciscano español Bernardino de Sahagún, reproduce el discurso de un rey antes de asumir su puesto.


Una página del famoso Códice Florentino, recopilación hecha por el misionero franciscano español Bernardino de Sahagún. Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES.

Allí habla de cómo vive un hombre "venerado": es "defensor y sustentador", dice, "como el árbol de ciprés, en el cual las personas se refugian".

Pero ese mismo hombre también "llora y se aflige". El rey entonces se pregunta: "¿Hay alguien que no desee la felicidad?".

El texto, según Purcell, muestra una de las mayores diferencias entre la filosofía de la antigua Grecia y la del imperio azteca.

"Los aztecas no creían que hubiese ningún vínculo conceptual entre llevar la mejor vida que podamos por un lado, y experimentar placer o 'felicidad' por el otro", escribió.

Es decir, para ellos tener una buena vida y ser feliz no estaban asociados, algo que puede resultar extraño dada la tradición filosófica de Occidente.

Tierra resbaladiza

En un artículo premiado por la APA como mejor ensayo sobre América Latina de 2016, Purcell explicó que esta disociación tiene su raíz en un problema existencial descrito por los filósofos o tlamatinime.
Existe un refrán azteca que resume este problema y que podría traducirse como "resbaladiza, escurridiza es la tierra".


Tenochtitlán era la capital del imperio azteca y se encontraba en donde hoy está Ciudad de México. Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES.

"Lo que querían decir es que, a pesar de tener las mejores intenciones, nuestra vida en la tierra es una en la que las personas son propensas al error, propensas al fracaso en sus objetivos y propensas a 'caer', como si estuvieran en el barro", detalló Purcell.
"Además, esta tierra es un lugar donde las alegrías solo llegan mezcladas con dolor y complicaciones".

Los aztecas creían que por más bueno, talentoso o inteligente que fueras, podrían pasarte cosas malas. O incluso podrías equivocarte, resbalarte y caer. Por eso, antes que buscar deliberadamente una felicidad que, en el mejor de los casos, sería pasajera y azarosa, el objetivo para los aztecas era llevar una vida digna de ser vivida.

Cuatro niveles

Para definir lo que es una vida que valga la pena ser vivida, los aztecas usaban la palabra neltiliztli, que puede traducirse como "arraigada" o "enraizada". Esta vida arraigada podía alcanzarse en cuatro niveles, escribió Purcell en un artículo también publicado en Aeon pero en 2016.

La comunidad era de crucial importancia para los aztecas. Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES.

"El primer nivel comienza con el propio cuerpo, algo que a menudo se pasa por alto en la tradición europea, preocupada por la razón y la mente", afirmó el filósofo. Para ello, los aztecas tenían un régimen de ejercicios diarios sorprendentemente similar al yoga.

El segundo nivel implica enraizarse con la psiquis propia, un concepto que igual no abarcaba solo la mente, sino también los sentimientos.

Tercero, estaba la comunidad, algo de crucial importancia para los aztecas.
A diferencia de Platón o Aristóteles, que planteaban una ética de las virtudes centrada en el individuo, esta civilización indígena ponía el eje en la sociedad. Una vida digna de ser vivida no era posible sin lazos familiares, con amigos y vecinos, esos que te ayudarán a levantarte tras las inevitables caídas en la tierra resbaladiza.

Por último estaba el arraigo a teotl, una deidad que no era otra cosa más que la naturaleza. Es así que este cuarto nivel se lograba con los tres anteriores, pero componiendo filosofía poética se lograba aún más rápido.

Los conquistadores españoles pueden haber derrocado al imperio azteca, pero sus ideas todavía persisten. Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES.

La decisión de Ulises

A veces, las ideas filosóficas de los aztecas son recibidas con cierto escepticismo. Es así que, en sus clases en SUNY, Purcell suele usar "La Odisea" de Homero para explicar por qué esta civilización indígena tenían razón en afirmar que la felicidad es un objetivo de vida malo.

En un pasaje del poema épico griego, el protagonista, Ulises, lleva siete años viviendo en una isla paradisíaca con la diosa Calipso. La diosa, entonces, le plantea una disyuntiva: puede quedarse con ella y gozar de la inmortalidad y juventud eterna en la isla, o volver al mundo real, lleno de dolores y sacrificios, pero donde también habita su familia.

"Ulises decide aventurarse en aguas abiertas en un barco desvencijado en busca de su esposa y su hijo", recapituló Purcell en el artículo de la APA.

Es entonces que le pregunta a sus alumnos qué hubiesen elegido: "Nunca tuve a nadie que estuviese en desacuerdo con Ulises".


Fuente: bbc.com | 17 de marzo de 2019

Deformidades y enanismo: ¿atributos venerados en la antigüedad?

A la izquierda, un esqueleto de una persona con acondroplasia; a la derecha, una persona sin esta patología - Samia A Temtamy.

En 2014 se descubrieron en el complejo funerario egipcio de Hieracómpolis los restos de dos personas que vivieron hace 4.900 años. Se trataba de un hombre y una mujer que fueron enterrados dentro de un grupo más numeroso -se hallaron en total 20 cuerpos-, previsiblemente en honor a la muerte de una personalidad de la época. La pareja sorprendió a la comunidad científica no solo porque el hombre llegó a vivir cerca de 40 años -mucho más de la media del Egipto prehistórico-, estaban bien alimentados y no mostraban signos de una vida extremadamente dura. Sino porque los análisis con rayos X confirmaron que ambos sufrían de pseudoacondroplasia (conocida como enanismo). Y no son los únicos descubiertos que dan pistas de que los egipcios veneraban a las personas con esta anomalía.

A 2.500 kilómetros de distancia, en Hungría, y casi cinco milenios después -alrededor del año 900 d.C.- nació un hombre con el paladar hendido y espina bífida. A pesar de su discapacidad y de que la vida fue extremadamente difícil para él, consiguió vivir más allá de los 18 años, lo que es un logro para una época en la que no existían apenas cuidados médicos. Tras su muerte fue enterrado con un rico ajuar e incluso con un caballo que mostraba un hocico torcido.

«Su posición única podría haber sido una consecuencia de sus características físicas poco comunes», afirma Erika Molnár (izquierda), paleopatóloga de la Universidad de Szeged, en Hungría, quien fue la descubridora del esqueleto húngaro. La tesis de que las distintas capacidades podrían ser una ventaja dentro del estatus social y no una condena es el tema principal de una de las charlas impartidas en Berlín este mes en el primer taller sobre «Enfermedades raras antiguas». 130 paleopatólogos, bioarqueólogos, genetistas y expertos en enfermedades raras debaten acerca de esta posibilidad de forma oficial. «Esta es realmente la primera vez que las personas se enfrentan a este tema», aseguró Michael Schultz, paleopatólogo de la Universidad Georg August de Gotinga (Alemania), para Science.

También con enfermedades repentinas

Y aún existen más casos. La antropóloga Marla Toyne (derecha) de la Universidad de Florida Centra,l en Orlando, se extrañó cuando vio una momia del pueblo Chachapoya (Perú) parcialmente conservada enterrada alrededor del año 1.200. Había perdido la columna vertebral y la médula ósea, lo que supone que sufrió de leucemia tipo T tardía, y seguramente fuera la causa de su muerte.

«Tenía huesos frágiles, dolor en las articulaciones y no podía caminar mucho», explicó Torne durante la charla. Esta condición sería especialmente complicada en su época y su entorno, una tierra montañosa. Aún así, fue enterrada en una lujosa tumba en un acantilado y sus huesos carecían de signos de estrés, lo que sugiere que no tuvo trabajos demasiado duros. «Nunca vivían solos, y esto demuestra que la comunidad era consciente de su sufrimiento. Y muy probablemente tuvieron que hacer algunas adaptaciones para su cuidado y tratamiento», afirma Toyne. Una vez más, la enfermedad no fue sinónimo de estigma social, sino al contrario.

También existen múltiples evidencias de que en la antigüedad se aplicaban medidas curativas como trepanaciones en el cráneo o amputaciones. Por ejemplo: el conocido como el anciano desenterrado en la cueva de La Chapelle-aux-Saints (izquierda) (Francia) fue un neandertal que vivió hace 60.000 años con un avanzado estado de artritis grave. Tanto que probablemente necesitaría ayuda para comer. Y existen grabados en vasijas y pinturas en las que se aprecian personas con escoliosis, acondroplasia o con miembros amputados.

¿Ventaja evolutiva?

Estos hallazgos arqueológicos ofrecen no solo una visión de cómo eran las sociedades antiguas con sus congéneres, sino que pueden presentar una nueva perspectiva para las enfermedades raras actuales.

Por ejemplo, el año pasado, el genetista Dan Bradley (derecha), del Trinity College de Dublín, publicó un estudio acerca del ADN de cuatro irlandeses prehistóricos. Una era una mujer neolítica adulta enterrada entre 3.343 y 3.020 a.C., era en una tumba con enormes piedras cerca de Belfast; los otros tres eran hombres sepultados en un sepulcro en una isla frente a las costas de Irlanda del Norte entre el 2.000 y el 1.500 a.C. A pesar de que el ADN mostraba que los esqueletos eran de diferentes poblaciones, gracias a un drástico cambio genético, las cuatro personas portaban el gen que causa hemocromatosis, una afección poco común que causa la acumulación de exceso de hierro en la sangre. Sin embargo, Irlanda tiene hoy las tasas más altas del mundo de esta mutación.

Por ello, Bradley sugería que este gen podría haber tenido alguna ventaja como ayudar a proteger contra enfermedades bacterianas o aumentar la retención de hierro en ambientes con una dieta deficiente. «Comprender por qué aparecen condiciones raras en ciertos lugares puede ayudar a los investigadores de hoy a entender mejor esta carga genética», afirma Bradley.

Este hombre medieval húngaro que tenía paladar hendido severo recibió un entierro de héroe. LUCA KIS

Bioarqueología de la atención

Todos estos casos suponen que la vida de nuestros antepasados enfermos o diferentes podría no haber sido tan brutal y breve como en general se piensa. Y esta es la línea que sigue la llamada bioarqueología de la atención, por la que los científicos están descubriendo que las personas que padecieron alguna anomalía o enfermedad que les incapacitara de alguna manera a menudo disfrutaban de cuidados y apoyo de sus sociedades, no la marginación y el desprecio en todos los casos. Por ello, «la intención de esta nueva rama de la ciencia es usar al individuo como un prisma para mirar a toda una comunidad».

Así, estas jornadas han servido para que los organizadores de la conferencia, el bioarqueólogo Emmanuele Petiti y la paleopatóloga Julia Gresky, hayan puesto en marcha una base de datos centralizada para compartir los mismos sobre casos individuales antiguos. «Para observar patrones, necesitas datos que se puedan comparar», dice Petiti. Quién sabe qué nuevos estudios que rompan nuestros esquemas saldrán de esta nueva iniciativa.

Fuente: abc.es | 14 de marzo de 2019

La Península Ibérica, refugio de los últimos linajes europeos que sobrevivieron a la Edad de Hielo

Al final de la Edad de Hielo, hace unos 20.000 años, la Península Ibérica no solo fue un refugio que retuvo la diversidad de aves y plantas que se perdieron en otros territorios del norte de Europa. También conservó la diversidad genética de las poblaciones humanas del momento. Así lo desvela un estudio liderado por el Instituto Max Planck con participación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que demuestra la supervivencia de los dos linajes paleolíticos más antiguos en los últimos cazadores-recolectores y las primeras poblaciones del neolítico en la Península.

La investigación, publicada en Current Biology, ha analizado el genoma de los últimos cazadores-recolectores del final de la Edad de Hielo e individuos neolíticos que vivieron en la península Ibérica hace entre 13.000 y 6.000. En total, 11 individuos, dos de los más antiguos del abrigo Balma Guilanyà (Lérida, 12.000 años), que investiga un equipo de investigación del Centro de Patrimonio Arqueológico de la Prehistoria (CEPAP-UAB). El trabajo ha estudiado de nuevo el individuo de la Cueva de El Mirón (Cantabria, 19.000 años) y ha incorporado los datos genéticos del Paleolítico hasta el Neolítico medio publicados en Europa.

Estudios previos habían señalado que el final de la Edad de Hielo fue un periodo crítico para las poblaciones humanas. Solo dos linajes genéticos del Paleolítico Superior sobrevivieron en el oeste y centro de Europa. El primero, en individuos asociados al periodo cronocultural magdaleniense (20.000-15.000 años), el representante más antiguo de los cuales es el de El Mirón. El otro, relacionado con el epigravetiense (15.000-13.000 años), con el individuo más antiguo en el yacimiento de Villabruna, en Italia.


Trabajos de excavación en curso en el sitio de Balma Guilanyà (Lérida).

Después de un periodo de mejora climática ocurrido hace unos 14.500 años, el linaje magdaleniense desaparece y es reemplazado por el proveniente del grupo Villabruna -conocido a partir de entonces como Western Hunter Gatherers (WHG)-, que acabó extendiéndose por prácticamente toda Europa Occidental.

Sobre lo que sucedió en la Península Ibérica hace 13.000 años, sin embargo, había muy pocos datos. El estudio presentado ahora muestra que el linaje magdaleniense sobrevivió en este territorio mezclado con el del grupo Villabruna y sin ser reemplazado por este último. Ambos linajes estaban presentes ya hace unos 19.000 años, lo que sugiere una conexión entre dos potenciales refugios genéticos anterior al reemplazo que se produjo en el resto de Europa. Y esto resultó en un ancestro genético que sobrevivió en los últimos cazadores-recolectores ibéricos.

“Estos individuos tenían una mezcla de los dos tipos de linajes genéticos más antiguos: el que data del Último Máximo Glacial, atribuido a los individuos de la cultura magdaleniense, y el otro, que se hallaba en toda Europa central y occidental y que había reemplazado al primero después de la glaciación en todo el territorio excepto en la península Ibérica”, explica Vanessa Villalba-Mouco (izquierda), primera autora del estudio.
Los investigadores no saben cuándo se produjo esta mezcla, pero sugieren que podía haber sido poco después del Máximo Glacial, porque el individuo de El Mirón tiene las dos componentes, con una pequeña proporción del linaje Villabruna. Los de Balma Guilanyà son una mezcla al 50%.

“La secuenciación de la composición genética de los individuos de Balma Guilanyà han sido fundamentales en el estudio, porque confirma la pervivencia de linajes antiguos en los cazadores-recolectores de Europa Occidental en un periodo en que en otras partes de Europa, como el Norte de Italia o Francia, ya se ha producido el reemplazo genético del linaje magdaleniense”, señala Rafael Mora (derecha), director del CEPAP-UAB.

Sobre cómo se generó este linaje ibérico dual el equipo de investigación plantea tres hipótesis: que ya existiera en la Península un linaje magdaleniense que después fue complementado por el grupo Villabruna; que los dos linajes llegaran de Europa separados y se mezclaran aquí; o que existieran ya mezclados en Europa antes de llegar a la Península.


Restos humanos hallados en la cueva de El Mirón (Cantabria, España) correspondern al primer enterramiento del Magdaleniense encontrado en la Península Ibérica.

En cuanto a los individuos del Neolítico peninsular analizados, el estudio muestra que llevan trazas de este doble ancestro paleolítico ibérico. Esta señal genética indica que los últimos cazadores-recolectores locales y los primeros campesinos neolíticos llegados de Oriente Próximo hace unos 7.500 años, con una composición genética completamente diferente, se hibridaron, como lo hicieron también en el resto de Europa.

En el estudio han participado también investigadores de universidades y centros de investigación de Zaragoza, Valladolid, Vitoria, Santiago de Compostela y Madrid, así como de Estados Unidos, Francia, Austria y Suiza.

Fuentes: uab.cat | eurekaalert.org | 15 de marzo de 2019

Estos son los secretos que la civilización maya aún guardaba y que acaban de ser descubiertos

Hasta hace poco estaban vigentes una serie de creencias y mitos sobre la cultura maya (Foto Prensa Libre: Servicios).

Cuando investigadores y arqueólogos utilizaron la tecnología LIDAR para explorar (por centésima vez) el territorio que ocupó la civilización maya, no imaginaron que descubrirían facetas desconocidas. Tampoco pensaron que quedarían con más dudas que respuestas.
De hecho, pensaban tener un conocimiento amplio y detallado de cómo fue la vida de los mayas en el territorio de Guatemala y parte de México. Pensaban también que, tras años de investigación y exploración de campo, no encontrarían historias que no conocieran o de las cuales no tuvieran alguna noción.
“Quedamos impresionados, pensábamos que habíamos estudiado muy bien el territorio. Los arqueólogos estábamos orgullosos de los mapas que teníamos porque pensábamos que eran muy completos”, cuenta Edwin Román (izquierda), arqueólogo e investigador.

Sin embargo, la información fue reveladora y generó una serie de hallazgos que dejaron impresionados a los expertos involucrados y que pronto también asombrarán a guatemaltecos y al resto del mundo.

El inicio de la investigación

Desde hace 14 años, la Fundación Patrimonio Cultural y Natural Maya (Pacunam) se ha dedicado a promover proyectos de protección, preservación y rescate del patrimonio cultural y natural de Guatemala, en especial de la Reserva de la Biosfera Maya.

“Nos dimos cuenta de que había muchos proyectos de investigación que no llegaban a ningún lado, había necesidad de una planificación más completa y de investigaciones más amplias”, explica Marianne Hernández, presidenta de la Fundación.
Una de las principales dificultades de investigaciones pasadas, sobre el territorio de la civilización maya, era la riqueza de la selva, que cubre muchos de los espacios. Con la idea de empezar un proyecto grande que permitiera explorar el lugar en el que se asentaron los mayas, sin obstáculos, un consorcio de investigadores optó por un método nuevo.

En junio y julio de 2016; y también en marzo de 2017, un avión sobrevoló varios sitios arqueológicos. Mientras volaba, disparaba billones de puntos láser desde el cielo. El 8 por ciento de estos rebotó al tener contacto con alguna superficie. De eso se trata la tecnología de LIDAR (un acrónimo del inglés, Light Detection and Ranging) que tuvo como resultado una serie de imágenes nuevas y reveladoras de la vida maya.

¿Qué es lo que se sabía?

Hasta hace poco, había una noción sobre cómo vivieron los mayas, qué tipo de civilización fueron y cuáles eran sus habilidades. Ese concepto se quedó corto, a juzgar por los hallazgos científicos que se revelarán este año.
En términos generales, la idea de la vida maya era muy limitada. Se sabía, por ejemplo, sobre sus capacidades como científicos, el uso de la cerámica, su organización política, su inclinación por el arte, algunos métodos de construcción, entre otros.
Sin embargo, el tamaño de los asentamientos, la relación entre ciudades mayas, sistemas de intercambio comercial, métodos de guerra, el tamaño de las ciudades más importantes, como Tikal, habían sido un misterio.
Ahora los expertos tienen la convicción de que, a diferencia de lo que creían, la cultura maya no tuvo nada que envidiar a otras civilizaciones como la egipcia, romana o mesopotámica.

¿Cuáles fueron los hallazgos?

Un consorcio conformado por ocho grupos de investigadores unificó una metodología y, con base en las imágenes obtenidas a través de LIDAR, procesó, analizó y verificó los hallazgos. Estos son los proyectos arqueológicos que participaron: La Corona, Waka, El Tintal, Holmul, Naachtun y El Zotz.
Cada agrupación analizó las mismas imágenes, pero desde distintos puntos de vista y el resultado fue un escenario más claro y amplio de esta cultura, aunque también muchas respuestas por resolver.

1. La población maya era tan grande como la de otras civilizaciones del mundo

Por la dificultad de vivir en medio de una selva y las condiciones poco amigables para la vida humana que caracterizan a los sitios de la Biosfera Maya, los expertos tenían la idea de que la población maya no era tan numerosa.
Y esta idea se basaba en el supuesto de que una civilización muy poblada no habría podido sobrevivir en esas condiciones. Los hallazgos indican que la población de la civilización era de alrededor de 11 millones de habitantes.


De esta forma, los investigadores encontraron una cifra estimada para definir la población maya (Foto Prensa Libre: Iniciativa Pacunam/LIDAR).

El cálculo se hizo a partir de la cantidad de estructuras que identificaron en los lugares explorados. LIDAR reveló 60 mil estructuras (casas, templos, calzadas y murallas) en un área de 2 mil 114 kilómetros cuadrados, es decir, un espacio cuatro veces mayor a la ciudad de Guatemala.

2. Expertos en sistemas de cultivo

Varios proyectos de investigación arrojaron resultados sorprendentes sobre la manera en que los mayas utilizaron conocimientos de ingeniería para montar sistemas de cultivo en los alrededores de las ciudades. Especialmente, porque vivían en un sitio sumamente difícil para la agricultura y muy poco amigable.
A eso se sumaba la falta de fuentes de agua cercanas a las ciudades y la gran población que debía ser alimentada en esas condiciones. Los investigadores siempre se habían preguntado ¿a qué opciones recurrían para alimentarse?
El misterio quedó resuelto luego de analizar imágenes en donde se observan kilómetros de manejo de terracería para la implementación de áreas de cultivo. En lugares como Naachtun se identificaron 19 mil terrazas agrícolas situadas en pendientes de colinas. Esto corresponde a un sistema agrario de más de 500 km de largo.
Esta imagen generada a través de LIAR evidencia la cantidad de esfuerzos para modificar el terreno, con tal de lograr una producción agrícola. (Foto Prensa Libre: Pacunam LIDAR/P. Nondédéo).

Asimismo, identificaron más de 5 mil vestigios asociados a sistemas de canales de drenaje y campos elevados que dan una idea del esfuerzo que hacían para cultivar. Prácticamente, cultivaban sobre el nivel del suelo.

Uno de los directores del proyecto en esa área, Philippe Nondédéo, explicó que esto es una pequeña muestra del fuerte impacto que el humano pudo tener sobre sus entorno y también del aprovechamiento de recursos naturales.
También en Uaxactún hay evidencia de que los mayas cultivaban sobre terrazas, de la misma forma que lo hacían los miembros de la civilización china. Era un mecanismo necesario para lograr sostenibilidad.

Estas son las terrazas de cultivo que identificaron en Uaxactún (Foto Prensa Libre: Iniciativa Pacunam/LIDAR).


Este era el sistema de cultivo utilizado por la cultura maya (Foto Prensa Libre: Pacunam LIDAR).

3. Los mayas eran tan expertos como los ingenieros hidráulicos

El hallazgo anterior lleva a este siguiente descubrimiento: los mayas manejaban un conocimiento elevado sobre sistemas hidráulicos, eran expertos en el manejo del agua.
Una de las grandes preguntas que atormentaba a los investigadores era cómo resolvieron los mayas el problema del agua, es decir, la falta de fuentes cercanas de agua a sus comunidades. El Tintal fue uno de los proyectos que identificó las complejas capacidades de esta civilización para el manejo de agua para evitar adversidades como inundaciones o sequía.

Esta imagen muestra los canales que identificaron en El Tintal (Foto Prensa Libre: Pacunam/LIDAR).

La exploración llevó a encontrar un canal aéreo y subterráneo para trasladar agua. Y es que ante retos topográficos, encontraron como solución los canales de manera aérea y subterránea.
“Ellos manipularon el medioambiente para optimizar su productividad y abastecer a grandes poblaciones. Era un sistema mucho más sostenible de lo que pensábamos”, indica Francisco Estrada Belli, codirector de la iniciativa. Según el experto, esto demuestra que tenían la posibilidad de enfrentar grandes cambios climáticos.

Los canales eran de grandes extensiones y su anchura variaba según las condiciones del suelo (Foto Prensa Libre: Pacunam/LIDAR).

4. Un nuevo puerto

Según las investigaciones realizadas en la ciudad vecina de El Perú Waka, a orillas del río en las afueras de esa ciudad, se encuentra una estructura desconocida que habría sido una torre de vigilancia o punto de control. Los expertos sugieren que esta estructura habría cumplido una función de control del paso de mercancías dentro y fuera de esa ciudad.

Esta es una de las imágenes obtenidas a través de LIDAR. En ella se observan los bordes de la estructura que serviría como un puesto de vigilancia y control, a orillas del río cercano a esa ciudad (Foto Prensa Libre: Iniciativa Pacunam/LIDAR).

Este lugar podría asemejarse a una “aduana” o al Castillo de San Felipe, una fortaleza ubicada en el lago de Izabal que funcionaba como centro aduanero.

Los expertos realizaron una inspección en el área para verificar la existencia de este puesto. (Foto Prensa Libre: Pacunam/LIDAR).

5. Así se defendían para la guerra

Arqueólogos identificaron una fortaleza maya grande, ubicada entre El Zotz y Tikal, llamada La Cuernavilla. Lo impresionante de este hallazgo es que es uno de los primeros ejemplos de una estructura militar en la civilización maya y que desmiente la creencia de que la guerra en esa época se limitaba a rituales, capturas y sacrificios.
Al parecer, los mayas contaban con sofisticadas estrategias de guerra, al punto que alteraban los terrenos de sus paisajes para elaborar sistemas de defensa.
Esta es la fortaleza identificada entre El Zotz y Tikal. Se desconoce a qué ciudad protegía y por qué motivos (Foto Prensa Libre: Iniciativa Pacunam LIDAR/ Thomas Garrison).

En ese mismo lugar, también encontraron depósitos de municiones y proyectiles (piedras rodeadas para hondas). Todo esto refuerza la idea de que la guerra a gran escala fue importante en la sociedad maya. Pero también despierta dudas sobre los motivos que provocaban esos encuentros entre regiones.

6. Nuevos templos en Tikal

En la verificación en el área de Tikal hubo una serie de hallazgos. Entre estos, llamó la atención el descubrimiento de dos grandes pirámides cerca del centro de esa ciudad. Aunque por su tamaño, estas son estructuras bastante evidentes y ya habían sido visualizadas, se pensaba que eran cerros.
Sin embargo, las imágenes confirmaron que son estructuras construidas por el hombre y que posiblemente cumplían una función funeraria. Este hallazgo da la pauta para pensar que en los próximos años, el mundo conocerá nuevas estructuras creadas por los mayas e igual de asombrosas que las que todos conocen hasta ahora.

Así es como luce la ciudad de Tikal a través de la tecnología LIAR. (Foto Prensa Libre: Pacunam/LIAR).

7. Reyes y personajes desconocidos

A lo largo de la exploración del terreno se encontraron distintos vestigios que permiten llegar a la conclusión de que hubo personajes de la élite maya que aún no son conocidos pero que ostentaban cargos importantes y que pudieron tener influencia en las alianzas generadas entre ciudades.

En uno de los lugares explorados encontraron una vasija que perteneció a un importante miembro de la nobleza maya (Foto Prensa Libre: Pacunam/LIAR).

Hay restos de una reina, un niño sacrificado y otros personajes de la nobleza, así como cámaras funerarias que podrían conducir a nuevos hallazgos. En Holmul, las excavaciones revelaron actividades rituales. Había un cráneo y varios dientes que pertenecían a un niño sacrificado.

Parte de los hallazgos dejan ver que hubo sacrificios en la región de Holmul (Foto Prensa Libre: Pacunam/LIAR).

Estrada Belli indicó que a partir de este hallazgo se puede extraer mucha más información e indagar en su identidad, las relaciones políticas y familiares del propietario e incluso el momento de su muerte.
A pesar de que muchos de estos descubrimientos derriban mitos y creencias populares sobre la vida de los mayas, también dejan una serie de dudas y preguntas. Los expertos involucrados reconocen que hay mucha información que aún no tienen clara pero este es el primer paso para indagar en esas interrogantes.
En palabras de Román: “Hemos entendido que es una lección de humildad, hay muchas preguntas que tenemos que responder todavía”.

“Secretos de los mayas”

Guatemala y el resto del mundo tendrá la oportunidad de ver el recorrido que los arqueólogos hicieron en los sitios arqueológicos, para llegar a estos hallazgos. National Geographic estrenará la serie de cuatro episodios, llamada Secretos de los mayas, a las 20 horas. Se transmitirá uno, cada domingo, a partir del 17 de marzo, a las 20 horas.
La serie revelará el trabajo realizado por los expertos, en su afán por corroborar todos los datos nuevos que fueron revelados a través del sistema LIDAR.

Fuente: prensalibre.com | 12 de marzo de 2019

Los sonidos «f» y la «v» nacieron con la alimentación del Neolítico

Una mujer anciana de Rumania muestra una mordida alineada (izquierda). Un hombre de la Edad del Bronce de Austria tenía una ligera sobremordida (derecha). DE BLASI ET AL ., SCIENCE , 363, 1192 (2019).

En la actualidad existen entre 7.000 y 8.000 lenguajes hablados en todo el mundo. Se construyen a partir de 2.000 sonidos diferentes, desde las llamadas vocales cardinales («a», «e» y «o»), hasta los chasquidos consonánticos de las lenguas click, del sur de África. Cada una de estas lenguas es más rica en un tipo de sonidos que en otros y ha evolucionado de una forma concreta a lo largo del tiempo: aparecen y desaparecen conceptos, las palabras más usadas se acortan, se adoptan una entonaciones u otras.

Algunos científicos consideran que toda esta maravillosa diversidad surge porque el lenguaje es parte de nuestra naturaleza: un producto de nuestra cultura, pero también de nuestro cuerpo, de nuestras manos, de nuestra boca y de nuestra garganta.

Algunos de estos científicos acaban de publicar un estudio en la revista Science en el que han demostrado que dos sonidos esenciales en las lenguas contemporáneas, «f» y «v», aparecieron hace apenas cuatro milenios. Gracias a cinco años de trabajo, en los que han comparado multitud de lenguas y han elaborado sofisticados modelos biomecánicos, han concluido que estos sonidos surgieron gracias al cambio de dieta que trajo consigo el Neolítico y que estuvo asociado con transformaciones esenciales en la forma de morder.

«Nuestro trabajo de investigación muestra evidencias que apuntan al hecho de que los sonidos labiodentales han aparecido recientemente en la historia de nuestra especie», ha dicho en rueda de prensa Damian Blasi (izquierda), investigador en la Universidad de Zurich y en el Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana, y uno de los tres autores del estudio. Blasi se refirió así a sonidos como «f» y «v», muy comunes y presentes en la mitad de las lenguas actuales.

«Este artículo muestra que un cambio cultural puede cambiar nuestra biología de forma que afecte a nuestro lenguaje», ha dicho en Sciencemag.org Noreen Von Cramon-Taubadel (derecha), investigadora en la Universidad de Buffalo, Estados Unidos.
Aunque no está claro cuándo surgió el lenguaje, se considera que la mayoría de sus sonidos aparecieron hace unos 300.000 años, con el nacimiento de nuestra especie, Homo sapiens. Pero hay una excepción.

Hace tres décadas, el lingüista Charles Hockett propuso que los sonidos labiodentales, que se hacen con los labios inferiores y los dientes superiores, no podían estar presentes desde tan pronto, en las poblaciones de cazadores-recolectores.

Mandíbulas del Paleolítico

¿Por qué? Porque en los humanos del Paleolítico los dientes superiores e inferiores estaban alineados en las mandíbulas, de forma que les resultaba más costoso hacer estos sonidos. Sin embargo, esto cambió, según Hockett y otros, cuando la mandíbula se modificó y los dientes superiores quedaron adelantados sobre los inferiores, como ocurrió a partir del Neolítico y pasa hoy en día.
Según dijo Hockett, esta diferencia tiene su origen en la alimentación. En el Paleolítico los alimentos eran más fibrosos y duros, por lo que las mandíbulas inferiores eran mayores, los molares salían más adelantados y los dientes inferiores y superiores estaban alineados. Esta dentadura, decía Hockett, hacía más difícil que la mandíbula superior tocase el labio inferior, lo que hace falta para pronunciar los sonidos labiodentales.

Damian Blasi y sus colegas Balthasar Bickel (izquierda) y Steven Moran (derecha) quisieron poner a prueba esta hipótesis. Lo hicieron a través de modelos computacionales biomecánicos con los que trataron de simular cómo el humano produce los sonidos labiodentales. En concreto, los investigadores compararon la mordida característida del Paleolítico con la del Neolítico. Así observaron que la mordida más moderna hace un 29% más fácil pronunciar los sonidos labiodentales.

Blasi ha resaltado que no es que una cosa ocurriera como consecuencia de la otra. Sino más bien que este cambio aumentó la probabilidad de que aparecieran dichos sonidos: «El proceso fue gradual, no determinista, y diverso en las regiones y sociedades, con frecuencia modulado por factores sociales y culturales, como el prestigio».

Según ha sugerido Balthasar Bickel, otro de los autores del estudio, a medida que más adultos fueron desarrollando la mordida no alineada comenzaron a usar más los sonidos con «f» y «v». Incluso, ha sugerido, estos sonidos pudieron convertirse en una señal de prestigio en India o Roma, representando dietas más blandas y ricas.
Diferencia entre la mordida del Paleolítico (izquierda), con los dientes superiores e inferiores alineados, y la moderna (derecha), con los dientes superiores adelantados - Scott Moisik

El auge de la «f» y la «v»

Además de esto, los investigadores también analizaron la distribución de los sonidos labiodentales en miles de lenguas, y su relación con las fuentes de comida más características de las poblaciones que las hablan. «Descubrimos que aquellas poblaciones con una larga tradición de dietas blandas y preparación de comida son las que tienden a albergar más sonidos labiodentales». De hecho, las poblaciones de cazadores-recolectores analizadas tienen la cuarta parte de sonidos labiodentales que las sociedades agrícolas.

Por último, analizaron las relaciones entre las lenguas Indo-Europeas y averiguaron que los sonidos labiodentales se extendieron muy rápidamente. Pasaron de ser raros hace 8.000 años a extenderse ampliamente gracias a la adopción de la agricultura y los métodos de procesamiento de alimentos como la molienda de grano. En la actualidad, las consonantes «f» y «v» aparecen en el 76 % de las lenguas Indo-Europeas. De hecho, según los autores, los sonidos labiodentales se extenderán aún más, por todo el mundo, con la adopción de dietas más blandas.

Modelo biomecánico de producir un sonido 'f' con una sobremordida (izquierda) frente a una mordida de alineada (derecha). Crédito: Scott Moisik, CC BY-ND

A la vista de sus conclusiones, los investigadores han propuesto analizar el lenguaje desde una perspectiva más biológica, en la que se estudie su relación con la biomecánica y la neurofisiología. «Los nuevos métodos desarrollados en nuestro artículo nos permitirán ir más allá para reconstruir los sonidos del habla del pasado antiguo o prehistórico», ha dicho Steven Moran, otro de los autores.
Sin embargo, este estudio tiene limitaciones, puesto que los autores se han centrado en los lenguajes Indo-Europeos, por estar muy extendidos y estar muy bien documentados.

Probabilidades de articulaciones labiodentales de varios sonidos en la historia de las lenguas indoeuropeas. Crédito: Balthasar Bickel, CC BY-ND

Los autores han dicho estar interesados en aplicar estos métodos a más sonidos. Otra de sus metas será sumergirse en los orígenes evolutivos del lenguaje hablado. «Ahora estamos en posición de investigar si el origen del lenguaje hablado evolucionó gradualmente o no», ha dicho Moran. Y, más en concreto, estudiar cómo los sonidos surgieron a causa de la interacción entre la biología y la cultura, y cuáles aparecieron antes que otros.

Además, estos hallazgos sugieren que los sonidos «f» y «v» tuvieron un coste. Según Moran: «Nuestra mandíbula inferior es más pequeña, padecemos las muelas del juicio y tenemos los dientes apiñados». Todo para usar una de las herramientas más potentes a nuestro alcance: el lenguaje hablado.


Fuentes: abc.es | phys.org | 17 de marzo de 2019