Hallan arte rupestre en el Parque Nacional de Ordesa (Huesca) a 2.200 metros de altitud

Ordesa. Foto: SobrarbeDigital.

Investigadores del Grupo de Arqueología de Alta Montaña localizan las pinturas prehistóricas de mayor altitud de la Península Ibérica, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Los resultados de estas y otras investigaciones serán presentados en Boltaña en el marco de las IV Jornadas de Arqueología de Sobrarbe: Prehistoria y arqueología del territorio, los días 22, 23 y 24 de marzo, en el salón de actos Pedro Santorromán sede de la Comarca de Sobrarbe.


Desde el año 2015 arqueólogos del Grupo de Arqueología de Alta Montaña (GAAM) han efectuado trabajos de prospección arqueológica en el interior del Parque Nacional deOrdesa y Monte Perdido prestando una atención especial al valle de Góriz, en la vertiente sur del Monte Perdido.
Estas investigaciones, realizadas bajo la dirección de Javier Rey (Gobierno de Aragón), Ignacio Clemente (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y Ermengol Gassiot (Universidad Autónoma de Barcelona), han permitido documentar numerosos yacimientos arqueológicos de diversas cronologías inéditos hasta la fecha.

La campaña de prospecciones del verano de 2018 ha proporcionado un hallazgo sorprendente: la localización de diversos paneles de arte rupestre en dos abrigos en el valle de Góriz, en el camino de acceso al Monte Perdido, a casi 2.200 metros de altitud.
Concretamente, se tratan de pinturas de arte prehistórico denominado por los especialistas como “arte esquemático”. Este tipo de pinturas habitualmente se vinculan al período Neolítico.

Participantes en la campaña de arqueología en Sobrarbe. Heraldo.es.

En los últimos años ya se había localizado arte pictórico prehistórico en el interior del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. El mismo GAAM en 2015 documentó un panel de arte levantino cerca del pueblo de Fanlo, a 1.650 metros de altitud. El hallazgo actual sorprende fundamentalmente por el lugar dónde se ha realizado y por su altitud. Aporta, además, otra prueba de la frecuentación por parte de poblaciones de las zonas más altas del Pirineo ya en épocas antiguas de la prehistoria.

Este nuevo hallazgo se relaciona con el conjunto de arte rupestre de diversos yacimientos de Sobrarbe, Aragón y el resto del levante español, que conforman el Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Las investigaciones se han llevado a cabo dentro del Proyecto “Arqueología del Pastoralismo”, enmarcado en el programa de Estudio y difusión del pastoralismo en el bien Pirineos Monte Perdido Patrimonio Mundial, promovido por la Comarca de Sobrarbe/Geoparque Mundial UNESCO Sobrarbe-Pirineos y financiado principalmente por el Ministerio de Cultura.

En 2018, los trabajos consistieron en la realización de prospecciones arqueológicas en el valle de Góriz y de una nueva campaña de excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Coro Trasito (Tella).

Excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Coro Trasito (Tella). Foto Nacho Pardinilla.

Ambas actuaciones han arrojado interesantísimos resultados que serán expuestos con detalle, junto con los los estudios realizados por otros equipos de arqueólogos en Sobrarbe, en las IV Jornadas de Arqueología de Sobrarbe: Prehistoria y arqueología del territorio que van a tener lugar en Boltaña los días 22 a 24 de marzo.

Este viernes 22 de marzo a las 11:30 horas tendrá lugar en la sala de prensa de la Diputación Provincial de Huesca (DPH), la presentación de las jornadas en rueda de prensa a cargo del presidente de la Comarca de Sobrarbe, Enrique Campo Sanz, y de los tres directores del proyecto Ignacio Clemente, Ermengol Gassiot y Javier Rey.

Un nuevo estudio genético arroja nueva luz sobre los orígenes de los humanos modernos

Mapa que muestra los primeros enclaves arqueológicos africanos con evidencia de material simbólico y herramientas de piedra microlítica. Crédito: NASA Goddard Space Flight Center Imagen de Reto Stöckli.

Investigadores de la Universidad de Huddersfield, junto con colegas de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y la Universidad de Minho, en Braga, Portugal, han empleado un enfoque genético para abordar una de las preguntas más difíciles de todas: cómo y cuándo nos convertimos en verdaderos humanos.
El Homo sapiens moderno surgió por primera vez en África hace más de 300.000 años, pero existe una gran controversia entre los especialistas acerca de si los primeros individuos de este tipo habrían sido 'como nosotros' en sus capacidades mentales, en el sentido de que si ellos fueran educados por una familia de Yorkshire de hoy en día, por ejemplo, ¿serían indistinguibles del resto de la población? De hecho, los arqueólogos creen que individuos como nosotros vivieron en pequeñas comunidades en un refugio de la Edad de Hielo en la costa sudafricana hace al menos 100.000 años.

Entre aproximadamente 100.000 y 70.000 años atrás, estas personas dejaron abundantes evidencias de que pensaban y se comportaban como los humanos modernos: en tal sentido, hay pruebas de sus capacidades simbólicas, como el uso de pigmentos (probablemente para pintura corporal), dibujos y grabados, cuentas de concha y pequeñas herramientas de piedra llamadas microlitos que podrían haber formado parte de arcos y flechas. Parte de estas evidencias, que algunos arqueólogos las achacan a un "comportamiento humano moderno", se remontan a más de 150.000 años atrás.

Foto: La capa roja es una mezcla de ocre que quedó depositada en la concha de abulón encontrada en la cueva sudafricana de Blombos. Foto por cortesía de © Grete Moell Pedersen.

Pero si estos logros de alguna manera hicieron que estas personas fueran especiales, sugiriendo un vínculo directo con la gente de hoy en día, la genética de sus modernos descendientes "Khoisan", del sur de África, no parece que lo confirme. Nuestros genomas implican que casi todos los no africanos modernos del mundo, y también la mayoría de los africanos, no derivan de un pequeño grupo de personas que vivieran en Sudáfrica, sino en África Oriental, hace unos 60.000-70.000 años. Hasta ahora no hay señales de que los africanos del sur hubieran contribuido a la enorme expansión del Homo sapiens fuera de África y por todo el resto del mundo cuando tuvo lugar en aquellos tiempos.

Pero eso ha sido hasta el momento. El equipo de genetistas de Huddersfield-Minho, dirigido por el profesor Martin Richards (izquierda) desde Huddersfield y por el profesor Pedro Soares (derecha) desde Braga, junto con el eminente arqueólogo de Cambridge, el profesor Sir Paul Mellars, han estudiado el ADN mitocondrial -heredado por vía materna- de los africanos a un nivel de detalle sin precedentes, y ha identificado una clara señal de que hubo una migración a pequeña escala desde el sur hasta el este de África hace aproximadamente 65.000 años. Tal señal solo es evidente en la actualidad en el ADN mitocondrial. El resto del genoma se puede decir que ha quedado reducido a la nada por recombinación, es decir, por la reorganización de los genes cromosómicos paternos de cada generación -y que no afecta al ADN mitocondrial- en los milenios intermedios.

La señal de semejante migración tiene sentido en función del clima. Durante la mayor parte de los últimos cientos de años, diferentes zonas de África han estado desfasadas entre sí en términos de la aridez del clima. Solo durante un breve período, hace 60.000-70.000 años, hubo un periodo durante el cual el continente africano en su conjunto experimentó una humedad suficiente como para abrir un corredor entre el sur y el este. Y, curiosamente, fue hace aproximadamente 65.000 años cuando algunos de los signos simbólicos, y la complejidad tecnológica observada anteriormente en Sudáfrica, comenzó a aparecer en África oriental.


La identificación de esta señal abre la posibilidad de que la migración de un pequeño grupo de individuos desde el sur hacia el este, hace aproximadamente 65.000 años, pudo transmitir aspectos de su sofisticada cultura humana moderna a los individuos que poblaban África oriental. Los pueblos del este de África eran biológicamente muy poco diferentes de los sudafricanos: todos eran modernos Homo sapiens, sus cerebros eran igual de avanzados y, sin duda, estaban preparados cognitivamente para recibir los beneficios de las nuevas ideas y la actualización derivadas de las mismas. La forma en que pudo haber sucedido no habría sido muy diferente a como cuando una cultura actual aislada y muy atrasada termina por encontrarse y quedar abarcada por la civilización occidental de hoy en día.
En cualquier caso, parece que algo sucedió cuando los grupos del sur se unieron con los de la zona este de África, con el resultado de ser la diáspora más grande del Homo sapiens que se haya conocido, tanto en África como fuera de la misma, asentándose posteriormente en gran parte de Eurasia y llegando hasta Australia dentro de un marco temporal de tan sólo unos pocos miles de años.

El profesor Mellars (izquierda) comentó al respecto: "Este trabajo demuestra que la combinación de la genética y la arqueología, cuando trabajan juntas, puede proporcionar avances muy significativos en nuestra comprensión de los orígenes del 'Homo sapiens'".

El artículo, "A dispersal of Homo sapiens from southern to eastern Africa immediately preceded the out-of-Africa migration" ("Una dispersión del Homo sapiens desde el sur hasta África oriental inmediatamente anterior a la migración fuera de África"), se puede encontrar en línea en Nature, Scientific Reports.

Fuente: Universidad de Huddersfield | 20 de marzo de 2019

Un Stonehenge subterráneo en Huelva: el dolmen de Soto conserva grabados de hace 6.000 años de figuras armadas

Dolmen de Soto de Trigueros, en Huelva (Junta de Andalucía)

El marqués Armando de Soto recibió al albañil Manuel Guijarro, que estaba levantando una caseta para el guarda en su finca La Lobita. El trabajador le explicó que habían hallado unas enormes y raras piedras en el paraje del Zancarrón, en el municipio onubense de Trigueros. De Soto se acercó a ver de qué se trataba y, tras inspeccionarlo, e... Posteriormente, envió un informe con sus averiguaciones a la Real Academia de la Historia. Corría 1923.

Casi un siglo después, y gracias a las nuevas tecnologías, expertos de cuatro universidades españolas y otra estadounidense tienen ya los resultados definitivos: un dolmen, bajo un túmulo de 60 metros de diámetro, con más de 60 grabados de figuras que portan hachas, báculos y puñales. Muchos de ellos fueron representados con mantos de dibujos geométricos en rojo y negro sobre fondo blanco. Su antigüedad aproximada, unos 6.000 años.

Mimi Bueno-Ramírez (izquierda), catedrática de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), comenta orgullosa: Si hubiese estado ubicado en Reino Unido, por ejemplo, ya sería uno... Es, sencillamente, espectacular”.
El descubrimiento de las cuevas de Altamira (solo reconocidas mundialmente en 1902) llamó la atención de los mejores arqueólogos de Europa a principios del siglo XX. España se estaba convirtiendo en una especie de 'Salvaje Oeste' de la arqueología donde todos querían encontrar 'El Dorado'. Entre aquellos expertos se hallaba el alemán Hugo Obermaier, quien recibió una invitación de la Real Academia de la Historia para investigar en profundidad los descubrimientos en la finca del marqués.

En 1924, Obermaier publicó un libro que se convirtió pronto en referencia sobre uno de los monumentos megalíticos más conocidos en la bibliografía especializada europea, que no por el público. Pero no contaba con los medios actuales para su labor. Hace ahora tres años, las universidades de Alcalá, Huelva, Sevilla, Castilla-La Mancha, la UNED y la norteamericana de Texas en Austin decidieron unir sus esfuerzos y aplicar en el monumento las tecnologías más avanzadas.
Los resultados señalan que el conjunto megalítico está recubierto por un gran montículo de unos 60 metros de diámetro y rodeado, a su vez, por un círculo de piedras de otros 65 metros. En su interior alberga una galería compuesta por 63 soportes pétreos, una losa frontal y otras 30 que lo recubren. Un corredor de 21,50 metros se inicia de manera angosta hasta alcanzar más de tres metros de anchura y altura en el fondo del monumento. Todas las piedras están grabadas, talladas o pintadas, según desvela el estudio, plasmado en el libro Símbolos de la muerte en la Prehistoria reciente en el sur de Europa, el dolmen de Soto, publicado por la Junta de Andalucía.

Imagen aérea del túmulo del dolmen de Soto. JOSÉ ANTONIO LINARES.

¿Y de dónde sacaron sus constructores semejantes moles? “Desmontaron un círculo anterior [al estilo de Stonehenge en Inglaterra] y lo transportaron al interior del túmulo, aunque desconocemos los motivos, pero lo más plausible es que fuera el centro de una gran necrópolis”, precisa Bueno-Ramírez.

Para enterrar las piedras, y dado que su altura era superior a la del túmulo, tuvieron que fracturarlas y rebajarlas. “El caso más vistoso es el de la cabecera. Aparecía muy fragmentada por arriba, incluso con grabados antiguos cortados. Hemos conseguido demostrar que este fragmento debió de alcanzar una altura próxima a los seis metros”, señala la catedrática.

Alzado con fotografías de los dos laterales de soportes decorados en el dolmen de Soto. RODRIGO DE BALBÍN | EPV.

El dolmen, a su vez, está rodeado por un círculo de piedras fragmentadas. Las excavaciones confirman que esta circunferencia es más antigua que el propio dolmen y que de ella se extrajeron soportes que sirvieron para la construcción subterránea. De ahí el estado actual de las piedras del círculo, muchas cortadas al ras.

Gracias a las pruebas de carbono 14 los expertos han datado la construcción en el cuarto milenio antes de Cristo. Los soportes que conforman sus paredes están decorados. Los más notables son los del corredor y todos disponen de una decoración inicial con grabados y pintura roja que procede del primer círculo o de otras estructuras que se hubiesen levantado en el entorno. Sin embargo, al construir el nuevo dolmen, la población neolítica los regrabó y comenzó a reproducir personajes armados.


Dibujo del personaje armado con espada del Bronce Final en el dolmen de Soto. BUENO Y OTROS

“No existe un solo monumento megalítico en Europa que disponga de tantas estelas armadas en sus paredes”, indica Bueno-Ramírez. "De hecho, se distinguen dos filas de figuras que constituyen una exhibición única de armas dibujadas”. En el exterior del túmulo, los especialistas localizaron un taller metalúrgico del tercer milenio, lo que significa que las imágenes con armas del interior se corresponden con los conocimientos metalúrgicos logrados entonces.

Otro descubrimiento excepcional es una figura con una espada del tipo lengua de carpa, una tipología propia del Bronce Final (3.000 años a.C.) y del ámbito de Tartesos, lo que significa que es el primer caso de estela armada de esta época en un dolmen. Ello supone que los siguientes ocupantes del complejo “tenían interés por integrarse en el monumento de los antiguos ancestros para reforzar su prestigio”.

Los expertos también han hallado restos humanos. Obermaier describió ocho cuerpos con sus correspondientes ajuares, que entregó al dueño de la finca, quien, a su vez, los transportó al Reino Unido, donde su rastro se pierde. “Una pena, porque nunca se han podido analizar”, se encoge de hombros la catedrática, algo contrariada a pesar del éxito de las universidades.

Fuente: elpais.com | 19 de marzo de 2019

La villa romana de Castellón ya tiene centro de interpretación

El conseller de Cultura, acompañado de la edila de Castellón, y técnicos y expertos, con la mirada puesta en el yacimiento romano, en la visita técnica. - MANOLO NEBOT.

El centro de interpretación del yacimiento romano de Vinamargo ya está terminado y la Conselleria de Cultura, que ha financiado el proyecto valorado en más de 158.000 euros, lo cederá en las próximas semanas al Ayuntamiento de Castellón para que lo gestione, con el objetivo de abrirlo al público en el segundo semestre del año, en verano.

El conseller de Cultura, Vicent Marzà, hizo ayer una visita técnica a las obras que ha llevado a cabo la empresa Cyrespa Arquitectónico, SL. In situ, valoró que «con este centro de interpretación se acercará el máximo posible a la ciudadanía el yacimiento arqueológico romano de Castellón, el más importante de nuestras comarcas y el único romano de la capital». «Las instalaciones son ya una realidad y permitirán aumentar el atractivo turístico y cultural de la ciudad», recalcó el conseller. «Abrir este centro es un paso importantísimo para que la cultura y el patrimonio de Castellón, que los anteriores gobiernos no habían puesto en valor, estén reconocidos y puedan ser visitados por el conjunto de la ciudadanía», insistió.



El edificio reproduce una villa romana con porche, que da paso al interior de la zona expositiva, porticada y cubierta con teja con pendientes hacia el interior, que pretende evocar el patio de una villa en cuya zona central, descubierta, estaría el impluvium (diseñado para recoger agua de lluvia que se encontraba en el vestíbulo de las antiguas casas romanas). Al fondo del patio se disponen las dependencias de administración y recepción y locales de servicio.

En cuanto al acondicionamiento del interior de la parcela en al que se asienta el nuevo inmueble, se disponen zonas aptas para el aparcamiento de vehículos y otras para la estancia de los visitantes, convenientemente pavimentadas y con pinos y cipreses.


APUESTA POR EL PATRIMONIO

Marzà estuvo acompañado por la concejala de Cultura, Verònica Ruiz, y ambos coincidieron en la apuesta por el patrimonio de la ciudad. Destacaron la construcción del centro de intepretación del Castell Vell, la apertura del refugio antiaéreo y la puesta en marcha del Museu de la Ciutat (Mucc), del que forma parte también Vinamargo, y cuya constitución se oficializará en el próximo pleno, según avanzó Ruiz.

La villa romana de Vinamargo, cuyos restos se descubrieron en el año 2009 en las obras de canalización del Barranco de Fraga, fue un gran centro productor agropecuario y distribuidor de mercancías. Es uno de los yacimientos arqueológicos romanos más importantes de la provincia de Castellón y el único romano de la ciudad. Durante las excavaciones se hallaron restos de cultura material del Neolítico y final del Epipaleolítico (4.000-2.000 a.C.) y sobre todo de la cultura ibérica (ss. V-I a. C.).

Fuente: elperiodicomediterraneo.com | 21 de marzo de 2019

Así se forjó el primer cuchillo de hierro de la Península

Un arqueólogo trabaja en las excavaciones de Castillejos de Alcorrín (Málaga). INSTITUTO ARQUEOLÓGICO ALEMÁN.


A principios del primer milenio antes de Cristo, la flotilla fenicia de grandes velas rojas navegaba cautelosa hacia la desembocadura del río Guadiaro, en el término de San Roque (Cádiz), lo que entonces era un frondoso y verde abrigo próximo al estrecho de Gibraltar. En este lugar (hoy colmatado y ubicado varios kilómetros tierra adentro), los fenicios entraron en contacto con las poblaciones autóctonas, cuyo asentamiento principal era el actual Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga).

Allí habitaba una comunidad de finales de la Edad del Bronce que se mostraba dispuesta a entablar relaciones con aquellos recién llegados que portaban un valioso secreto: la forja del hierro. Los lazos entre ambos grupos —que se alargaron casi medio siglo— permitieron la creación de la primera metalurgia férrica de la península Ibérica. Entre los objetos que elaboraron con la nueva tecnología se encontraban pequeños cuchillos ceremoniales, antecesores de lo que, varios siglos más tarde, serían las famosas falcatas íberas que provocaban el terror entre las tropas romanas. Los especialistas del Instituto Arqueológico Alemán (IAA) han encontrado ahora en el impresionante yacimiento de Alcorrín, —una ciudad fortificada de 11,3 hectáreas— las escorias que dejó aquella inicial metalurgia.

Cerro sobre el que se levantaba la ciudad de la Edad del Bronce de Castillejos de Alcorrín. INSTITUTO ARQUEOLÓGICO ALEMÁN

Los Castillejos de Alcorrín fue descubierto a finales de los ochenta del siglo pasado por el arqueólogo Fernando Villaseca. En 2004, José Suárez Padilla, profesor de Prehistoria de la Universidad e Málaga, llevó a cabo nuevas excavaciones que permitieron comenzar a desentrañar el pasado de una población que con el paso del tiempo llegó a levantar dos murallas defensivas (una exterior y otra interior rodeada por un foso) de hasta cinco metros de ancho.

Entre 2006 y 2019, el IAA, el Centro de Estudios Fenicios y Púnicos, la Junta de Andalucía y un equipo de geofísicos, topógrafos, arquitectos, restauradores, químicos y dibujantes realizaron dos proyectos de investigación que permiten afirmar que el asentamiento destacaba por sus enormes dimensiones comparado con los otros coetáneos fenicios del Mediterráneo y las costas de Marruecos y Portugal.

Dirce Marzoli (izquierda), directora del IAA y coordinadora de las excavaciones, explica que "Las intervenciones atestiguan el potencial del sitio para estudiar dinámicas sociales, políticas, económicas y tecnológicas de la primera presencia fenicia en el sur peninsular.. La fortificación no tiene paralelo en su entorno”, al tiempo que recuerda que "el asentamiento se ha estudiado mediante una excavación sistemática, lo que no ocurre en la mayoría de los de la época”. Este hecho permite adquirir más datos, más precisos y en menor tiempo.


El prehistoriador José Suárez Padilla (derecha) añade, por ejemplo, que "los dos trozos de escoria de hierro hallados evidencian la extracción y reducción del material férrico arrancado de las montañas próximas y su posterior forja, lo que supuso una auténtica revolución tecnológica para pueblos de finales de la Edad del Bronce". Se ha descubierto, además, una minúscula cuenta azul de dos milímetros que deja claro que las conexiones comerciales alcanzaban hasta Egipto.

Conchas protectoras contra el mal colocadas frente a una de las viviendas del yacimiento de Castillejos de Alcorrín. INSTITUTO ARQUEOLÓGICO ALEMÁN

La llegada de los fenicios modificó también el urbanismo local, cuyo resultado fue la asunción de nuevas tradiciones arquitectónicas siguiendo los modelos traídos de Oriente Próximo: casas de planta rectangular y pavimentadas con conchas a su alrededor. “Las colocaban para protegerse de lo maligno. Su valor apotropaico [de defensa del mal] es muy claro en determinados edificios de gran valor hallados en la zona alta o acrópolis”, dice Suárez.

El IAA se enorgullece, además, de la “exitosa cooperación con la Junta de la Andalucía”, lo que ha permitido “analizar un caso de contacto entre unas poblaciones autóctonas y la primera generación de fenicios occidentales en el estrecho de Gibraltar”. Y eso que solo se ha excavado el 1% de un yacimiento que fusionó dos pueblos y permitió el cambio de era: del Bronce al Hierro. Y un puñal.

Fuente: elpais.com | 6 de marzo de 2019

De trinos y trompetas: a la caza del sonido milenario de los mayas

Francisca Zalaquett toca una flauta maya en el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México. FOTO: PABLO FLORES.


La debilidad de Francisca Zalaquett es una trompeta de cerámica de unos 1.500 años de antigüedad. Está exhibida en una vitrina del Museo Nacional de Antropología en la capital mexicana, pero viene de la isla de Jaina, en Campeche, uno de los Estados del sur de México por los que se expandió la civilización maya hace más de 2.000 años. Cuando hace un tiempo sacaron la trompeta de su vitrina para tocarla, Zalaquett se sorprendió: “Nunca pensé que fuera a sonar así de feo. Se me quedó grabado”. Al soplar vida dentro del instrumento milenario, este emitió un sonido similar al maullido de un jaguar. Aunque también parecía, dice, el llanto de un bebé.

Esta chilena de 42 años dirige a un equipo de arqueólogos, músicos, lingüistas e historiadores que recorre museos y paisajes para rescatar el ecosistema sonoro de la civilización mesoamericana. Graban los instrumentos que forman parte de las colecciones, pero también los paisajes donde todavía viven las comunidades mayas. Después, almacenan los sonidos en Universos Sonoros Mayas, una plataforma impulsada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que ya contiene más de 300 grabaciones.

El interés de Zalaquett empezó hace 15 años cuando se lanzó a cazar sonidos en Palenque, la imponente ciudad que alcanzó su esplendor entre los siglos V y IX en la selva del sur de México. Como parte de su tesis doctoral, la joven arqueóloga se propuso investigar cómo el sonido influía en la planificación de plazas y templos. Cada día, durante dos semanas, visitaba el yacimiento, después de que cerrara para los turistas y antes de que empezaran a agitarse los monos aulladores en las copas de los árboles. Con una bocina emitía música tradicional y con un micrófono grababa cómo esta rebotaba en las paredes de las construcciones. Comprobó que la vibración era mayor en ciertas plazas y templos y dedujo que allí era donde los antiguos mayas solían tocar sus instrumentos para las celebraciones.

Trompeta de la isla de Jaina, Campeche, perteneciente al periodo Clásico Tardío (650-850 d.C.) Museo Nacional de Antropología, México.

Lo que empezó como una tesis doctoral centrada en la música ahora se ha ampliado a la grabación de todo tipo de registros, desde instrumentos que imitan el ulular de un búho o el croar de un sapo al murmullo del agua en las lagunas de Campeche. En 2011, descubrió la trompeta de la isla de Jaina. El Museo Nacional de Antropología le dio un permiso especial y se acordonó la Sala Maya donde se exhibe para poderla tocar. “No había escuchado nada parecido”, dice. “El sonido te choca por lo raro que es”.

El objetivo del proyecto es rescatar un aspecto poco estudiado de este pueblo mesoamericano, el que va más allá de las piedras. “La arqueología se ha centrado mucho en la parte visual. La parte sonora, que va más allá de la música, la tenemos olvidada, aunque para los mayas fuera fundamental”, explica Zalaquett, una de las pioneras en México de la arqueoacústica, la rama que investiga los sonidos. “Antes se decía que era demasiado subjetivo, que no se podía estudiar. Pero sí hay formas de hacerlo de manera sistemática”.

Sin pentagramas ni escalas

El trabajo de campo se hace, en la mayoría de casos, en las bodegas de los museos o en las mismas salas de exposición. Allí, entre estela y estela, el equipo planta una cabina de grabación insonorizada de dos metros de alto y 70 centímetros de ancho, desmontable y con rueditas (izquierda). El músico entra a la cabina, que está forrada de espuma, con la misión de extraer del instrumento la mayor variedad de tonos posible. El intérprete ajusta el micrófono a su altura, se pone unos guantes de látex para evitar dañar estos objetos tan delicados y, a una señal del ingeniero acústico Pablo Flores, empieza a tocar.

Fuera de la cabina, Flores, que además es compositor, va dando instrucciones al de dentro: más suave, tapa un orificio, ahora los dos. La grabación se puede prolongar 30 minutos, en el caso de los cascabeles o los silbatos sencillos, o hasta dos horas, como sucede con las ocarinas trilobulares, un instrumento de viento de forma zoomorfa que tiene cavidades complejas y varios orificios. “Tiene sus bemoles”, señala Flores, de 55 años. “A veces grabamos en medio de la humedad de la selva y el músico sale hecho una sopa, sudado y deshidratado”.

Estrecheces aparte, una de las mayores dificultades que entraña la grabación viene de la inexistencia de pautas sobre cómo tocar. Para músicos formados en la música occidental, romper con las escalas a las que están acostumbrados no es fácil. Durante sus años de estudio, Flores asegura haber recibido “poca o nula” formación en estos instrumentos. “No hay técnica que conozcamos para poder interpretar. Nos dejamos llevar por la intuición, tratando de alejarnos de las formas occidentales”, explica. “Los sonidos se asemejan más a los patrones orientales por la relación tonal. Tienden más a la microtonalidad que a la dodecafonía”.

Para suplir las lagunas, han acudido a músicos mayas, si bien las tradiciones se han ido perdiendo con el paso del tiempo. “La conquista española arrasó con la musicalidad de estas tierras”, apunta Flores. Frente a la ausencia de pautas, los mejores consejos suelen venir de los alfareros, conocedores de las tripas de los objetos. Además, el equipo de Zalaquett a veces practica una radiografía a los instrumentos para así entender mejor los recovecos que moldean el sonido.

El almacén también cumple una función de trinchera frente a la pérdida sonora. Una de las últimas incorporaciones es la colección particular de José Díaz, un exsacerdote español de 77 años que en los años 60 y 70 trabajó como misionero en las tierras altas de Guatemala. En vísperas de la etapa más sangrienta de la guerra civil que azotó esa zona del país centroamericano, Díaz transcribió cantos tradicionales de los quichés y losm ixiles, dos de la veintena de subgrupos mayas que subsisten en la actualidad. Algunas de estas comunidades fueron exterminadas durante la dictadura del general Efraín Ríos Montt, a principios de los 80.

La violencia tuvo un impacto importante en las tradiciones de estos pueblos. “La pérdida ha sido más marcada en la música cantada, que está a la merced de la memoria y no va sustentada por un instrumento”, señala Díaz. Con una pequeña grabadora Phillips, el exsacerdote registraba dúos de tamborileros y chirimiteros en una sala de la parroquia, y también escenas de fiesta. “Al ponerme a grabar en medio de una celebración, a veces la voz de una señora mayor se levantaba por encima del ruido y su canto hacía callar a todos los demás”, recuerda.

Además de las 124 grabaciones recopiladas por José Díaz, la plataforma acaba de añadir un juego interactivo, en el que se puede componer música con lo registros almacenados y descargarla después para escuchar desde casa. Lo siguiente es dar el paso al mundo de las aves que viven en territorio maya. Para ello, Zalaquett quiere incorporar a ornitólogos al ya diverso equipo. “Lo maravilloso es cuando vas a la milpa y la gente te pregunta: ¿estás oyendo tal ave? Y te explican: esa ave viene en esta época del año porque la lluvia está al caer. Uno se siente muy ignorante”. Pronto, el trino que anuncia la temporada de lluvias encontrará un nuevo hábitat junto a la trompeta que suena como a un llanto de bebé.


Fuente: elpais.com | 18 de marzo de 2019