¿Por qué empezamos a cultivar?

"Los segadores", de Pieter Brueghel el Viejo (1565) / Wikimedia Commons

La razón por la que los humanos se alejaron de la caza y la recolección, y comenzó a cultivar -un proceso mucho más laborioso-, siempre ha sido un enigma. Y es particularmente más confuso porque el cambio ocurrió de manera independiente en una docena de áreas de todo el mundo.
"Una gran cantidad de evidencias sugiere que la domesticación y la agricultura no tienen mucho sentido", dice Elic Weitzel, estudiante de doctorado en el departamento de Antropología de la Universidad de Connecticut. "Los cazadores-recolectores a veces trabajan menos horas al día, su salud es mejor y sus dietas son más variadas, así que ¿por qué alguien cambiaría y comenzaría a cultivar?"

Weitzel ha intentado llegar a la raíz de este cambio, en su nuevo artículo en American Antiquity, observando una zona del mundo, el este de los Estados Unidos. En pocas palabras, buscó pruebas que respaldaran alguna de las dos teorías populares.
Una teoría plantea que en tiempos de abundancia pudo haber habido más tiempo para comenzar a experimentar en la domesticación de plantas como la calabaza y los girasoles, la última de las cuales fue domesticada por los pueblos nativos de Tennessee hace unos 4.500 años.

La otra teoría sostiene que la domesticación pudo haber ocurrido por necesidad de complementar la dieta cuando los tiempos no eran tan buenos. A medida que la población humana creció, tal vez los recursos cambiaron debido a razones como la sobreexplotación de los recursos o el cambio climático. "¿Hubo algún desequilibrio entre los recursos y las poblaciones humanas que llevara a la domesticación?", se pregunta Weitzel.

Elic Weitzel, examina algunos huesos en el laboratorio en Beach Hall de la Universidad de Connecticut. (Roxanne Lebenzon / UConn Photo).

Weitzel comprobó ambas hipótesis. Lo hizo analizando huesos de animales de los últimos 13.000 años de media docena de sitios arqueológicos del norte de Alabama y del valle del río Tennessee, donde los asentamientos humanos y sus detritos proporcionan pistas sobre cómo vivían, incluido lo que comían. A continuación, recogió datos sobre el polen en núcleos de sedimentos depositados en lagos y humedales, núcleos que sirven como registro de los tipos de plantas presentes en diferentes fases del tiempo. Los resultados fueron... mixtos.

Weitzel halló polen de roble y nogal, lo que le llevó a la conclusión de que los bosques compuestos de esas especies comenzaron a dominar en la región a medida que el clima se calentaba, pero que también condujeron a la disminución de los niveles de agua en lagos y humedales. Junto con la disminución de los lagos, los registros de restos óseos mostraron un cambio en las dietas ricas en aves acuáticas y peces grandes en favor de una subsistencia basada en mariscos pequeños.

Tomados en conjunto, estos datos proporcionan evidencias a la segunda hipótesis: se produjo algún tipo de desequilibrio entre la creciente población humana y su base de recursos, tal vez debido a la sobreexplotación y al cambio climático.


Obtención de núcleos de sedimentos para comprobar su composición. Imagen de vídeo.

Pero Weitzel también vio apoyos para la primera hipótesis, pues una abundancia de robles y de nogales sustentaba una población de especies de caza igualmente prevalentes. "Eso es lo que vemos en los datos obtenidos de los restos óseos de animales", dice. "Fundamentalmente, cuando los tiempos son buenos y hay muchos animales presentes, uno esperaría que la gente cazara presas que fueran más eficientes, y los ciervos lo son mucho más que las ardillas, por ejemplo, que son animales más pequeños, tienen menos carne y son más difíciles de atrapar".

Un solo ciervo o un ganso puede alimentar a varias personas, pero si son cazados en exceso, o el paisaje cambia a uno menos favorable para la población animal, los humanos deben subsistir con otras fuentes de alimentos más pequeñas y menos eficientes. La agricultura, a pesar de ser un trabajo duro, pudo haberse convertido en una opción necesaria para complementar la dieta cuando se producen desequilibrios como los que se apuntan.

A pesar de los resultados mixtos, los mismos respaldan que la domesticación acontece en momentos en los que baja la cantidad ideal de alimentos significativos, sostiene Weitzel.
"Creo que la existencia de una disminución de la eficiencia en determinado tipo de hábitat es suficiente para demostrarlo. La domesticación que se produce en tiempos de abundancia no es la mejor forma de entender la domesticación inicial".

El contexto más amplio de esta investigación es importante, señala Weitzel, porque mirar hacia el pasado y ver cómo estas poblaciones se enfrentaron y adaptaron a los cambios habidos puede ayudar a saber lo que debemos hacer a medida que el clima de hoy en día se caliente en las próximas décadas.

"Tener una voz arqueológica respaldada por una perspectiva de 'tiempo-profundo' es muy importante en la formulación de políticas al respecto".

Fuente: Universidad de Connecticut | 5 de abril de 2019

Un absceso dental mató a este humano hace dos millones de años

Cráneo parcial del hominino SK-847, en el que muestra signos de una infección mandibular que probablemente le llevó a la muerte - Ian Towle

La agonía debió de ser terrible. Hace dos millones de años, un lejano antepasado nuestro se vio afectado por algo muy común en nuestros días: un tremendo dolor de muelas. Solo que por aquel entonces no había dentistas que pudieran paliar su dolor, y su infección fue inevitablemente en aumento hasta llegar al punto, piensan los científicos, de costarle la vida.

Sus noches, sin duda, fueron un infierno. Años enteros padeciendo un sufrimiento que solo podía ir a peor. Muchos de sus dientes, por ejemplo, estaban tan desgastados que los conductos reticulares internos quedaban expuestos. Sobre sus incisivos superiores, además, había por lo menos un absceso dental: una masa de pus, consecuencia de una infección que crecía sin control dentro de la mandíbula. Los investigadores creen que la infección fue tan terrible que debió llegar a su riego sanguíneo, envenenándolo y produciéndole la muerte.

Esas son las conclusiones a las que llegaron Ian Towle (izquierda) y Joel D. Irish (derecha), de la Universidad John Moores, en Liverpool, tras el exhaustivo análisis de un raro espécimen de hominino, catalogado como SK-847, descubierto en Sudáfrica en 1969. Su trabajo se acaba de publicar en la revista bioRxiv.

Hasta 20 fósiles de mandíbulas humanas analizadas

«En este estudio se analizaron todos los fragmentos de maxilares y mandíbulas disponibles de las colecciones de homininos fósiles sudafricanos, incluidos los especímenes asignados a 'Homo naledi;'Paranthropus robustus','Australopithecus africanus','Australopithecus sediba'; y 'Homo temprano'», escriben los autores en su artículo.

En total, inspeccionaron cerca de 20 fósiles diferentes de mandíbulas humanas halladas en el sur de Africa. Y SK-847, cuya especie no está aún clara, fue el único que mostró un deterioro dental tan pronunciado. Podría tratarse del primer absceso dental hallado hasta ahora en el género Homo, aunque otro hueso de mandíbula de edad similar encontrado en Europa podría disputarle ese «título».
«Hay un absceso bien definido y probablemente al menos dos más con daño postmortem, todos en la cara anterior del maxilar y asociados con los incisivos. (...). Los abscesos resaltan que este individuo utilizó su dentición anterior extensivamente, hasta el punto de que las cámaras pulpares estaban expuestas en varios dientes. Se trata de uno de los primeros ejemplos de un absceso dental en homininos y demuestra que este individuo fue capaz de hacer frente a varios abscesos concurrentes, que claramente perduraron durante un período prolongado». dicen los investigadores.

Recreación facial de S-847.

SK-847 debió de pasarlo muy mal, asegura Towle. En su mandíbula superior, en efecto, se aprecia un agujero rodeado por un borde. «Ahí es donde el hueso comenzó a crecer de nuevo en el lugar en que había estado el absceso. Supe de inmediato que se había formado mientras el hominino aún estaba vivo», asegura el investigador.

Posibles razones de la infección

La falta de una higiene alimentaria básica pudo ser, para los investigadores, la causa de la infección. Con toda probabilidad, en efecto, el absceso fue causado por bacterias, que atacaron los dientes del individuo. Dientes que, por otra parte, estaban ya muy desgastados tras años enteros comiendo alimentos duros y sin cocer, muchos de ellos llenos de arena.
El desdichado hominino debió de hacer lo que pudo para combatir el intenso dolor. Puede incluso que masticara algunas plantas medicinales, como el jengibre o la mejorana, utilizados por otras culturas antiguas, aunque no hay prueba alguna de ello. Lo único cierto es que la infección, que arrastró durante años, terminó por ganarle la partida para, al final, terminar con su vida.

Fuente: abc.es | 9 de abril de 2019
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Los antepasados ​​humanos tenían los mismos problemas dentales que nosotros, incluso sin bebidas gaseosas y dulces

Dientes fósiles de un Australopithecus africanus con evidencia de lesiones dentales. Ian Towle.


La erosión dental es uno de los problemas más comunes en el mundo hoy en día. Las bebidas gaseosas, los jugos de frutas, el vino y otros alimentos y bebidas ácidos suelen ser los culpables, aunque quizás sorprendentemente la forma en que nos limpiamos los dientes también juega un papel importante. Todo esto lo hace parecer un problema bastante moderno. Pero la investigación sugiere que, en realidad, los humanos han estado sufriendo erosión dental durante millones de años.
Mis colegas y yo hemos descubierto lesiones dentales muy similares a las causadas por la erosión moderna en dos dientes frontales de 2,5 millones de años de antigüedad en uno de nuestros ancestros extintos: un Australopithecus africanus. Esto se suma a la evidencia de que los humanos prehistóricos y sus predecesores sufrieron sorprendentemente problemas dentales similares a nosotros mismos, a pesar de la diferencia de nuestras dietas.

La erosión en los dientes puede afectar a todo el tejido de los mismos y, por lo general, deja lesiones ligeras y brillantes en el esmalte y la superficie de la raíz. Si se cepillan los dientes con demasiada fuerza se puede debilitar el tejido dental, lo que, con el tiempo, permite que comidas y bebidas ácidas provoquen agujeros profundos conocidos como lesiones cervicales no cariosas.


Dientes 'australopithecus africanus' con lesiones. Ian Towle

Encontramos tales lesiones en los dientes fosilizados de una especie ancestral humana, el Australopithecus africanus. Dado el tamaño y la posición de las lesiones, este espécimen probablemente habría tenido dolor o sensibilidad en sus muelas. Entonces, ¿por qué este hominino prehistórico tuvo problemas dentales que parecen indistinguibles de los causados ​​por beber grandes cantidades de bebidas gaseosas hoy en día?

La respuesta puede venir de otro paralelo poco probable. El desgaste erosivo dental, en la actualidad, a menudo también se asocia con un cepillado agresivo. El Australopithecus africanus probablemente experimentó una abrasión dental similar al comer alimentos duros y fibrosos. Pero para que las lesiones se formen, aún habría necesitado realizar una dieta rica en alimentos ácidos. En lugar de bebidas gaseosas, tal circunstancia probablemente vino en forma de frutas cítricas y vegetales ácidos. Por ejemplo, los tubérculos (patatas y similares) son difíciles de comer y algunos pueden ser sorprendentemente ácidos, por lo que podrían haber sido la causa de las lesiones.

La erosión dental es extremadamente rara en el registro fósil, aunque esto podría deberse a que los investigadores no han pensado buscar evidencias de ello hasta ahora. Pero otro tipo de problemas, como lesiones cariosas o cavidades, se han encontrado con más frecuencia en los dientes fosilizados.

Lesiones por caries en el segundo premolar mandibular derecho y primer molar en 'Homo naledi' (UW 101-001). Ian Towle

Las caries son la causa más común de dolor de muelas en la actualidad y están provocadas por el consumo de alimentos y bebidas con almidón o azúcar, incluidos los cereales. A menudo se consideran un problema relativamente moderno relacionado con el hecho de que la invención de la agricultura introdujo en la dieta grandes cantidades de carbohidratos, y, más recientemente, azúcar refinada.

Pero investigaciones recientes sugieren que este no es el caso. De hecho, ahora se han encontrado caries en dientes fósiles de casi todas las especies prehistóricas de homínidos estudiadas. Probablemente fueron causadas ​​por comer ciertas frutas y vegetales, así como miel. Estas lesiones a menudo eran graves, como en el caso de las caries encontradas en los dientes de especies recién descubiertas como el Homo naledi. De hecho, estas caries son tan profundas que probablemente tardaron años en formarse y casi seguramente habrían causado un dolor de muelas severo.

Abrasión dental

Otro tipo notable de desgaste dental también es muy común en el registro fósil, y de nuevo podemos adivinar cómo y por qué se creó al observar los dientes de individuos actuales. Este proceso, llamado abrasión dental, está causado por frotar o sostener repetidamente un elemento duro contra un diente. Podría venir del hecho de morderse las uñas, fumar en pipa o sostener una aguja de coser entre los dientes. Estas actividades suelen tardar años en formar muescas y surcos notables, por lo que, cuando encontramos pequeños agujeros en los dientes fosilizados, nos ofrecen una información fascinante sobre el comportamiento y su cultura.

Ejemplo de un corte o rotura provocado por una pipa de fumar (conjunto dental del siglo XVII). Chip Clark, Instituto Smithsonian

Los mejores ejemplos de este tipo de desgaste dental prehistórico son los "surcos de palillos", que se cree que se producen por colocar repetidamente un objeto en la boca, generalmente en los espacios interdentales posteriores. La presencia de rasguños microscópicos alrededor de estas ranuras sugiere que son ejemplos de higiene dental prehistórica, donde los individuos han usado palillos u otros pequeños objetos para desalojar restos de alimentos. Algunos de estos surcos se encuentran en los mismos dientes en forma de caries y otros problemas dentales, lo que sugiere que pueden ser evidencia de personas que han intentado aliviar su dolor de muelas.

Estas lesiones se han encontrado en una variedad de especies de homínidos, incluidos los humanos prehistóricos anatómicamente modernos y los neandertales, pero solo en las especies más relacionadas con nosotros, no en nuestros ancestros más antiguos. Esto podría significar que el desgaste dental es el resultado de un comportamiento más complejo en las especies con cerebros más grandes. Pero lo más probable es que sea consecuencia de diferentes dietas y hábitos culturales.
Lo que sí sabemos con certeza es que los problemas dentales complejos y graves, y que a menudo asociamos con una dieta moderna de alimentos procesados ​​y azúcares refinados, en realidad existían hace mucho tiempo en nuestros ancestros, aunque con menos frecuencia. Investigaciones adicionales probablemente mostrarán que tales lesiones eran más comunes en nuestros antepasados de lo que se pensaba anteriormente, ​​y, en última instancia, proporcionarán más información sobre la dieta y las prácticas culturales de nuestros parientes lejanos fósiles.

Fuente: theconversation.com | 1 de marzo de 2018

Hallan evidencias de una mayor diversidad de homínidos en el Pleistoceno temprano-medio en Java, Indonesia

Fragmento de la mandíbula inferior de Meganthropus palaeojavanicus. Crédito: Senckenberg.

Una nueva especie de simio fósil del Pleistoceno originaria del sudeste de Asia ha sido documentada por un equipo internacional de científicos en la colección de homínidos del Instituto Senckenberg.
La nueva especie ya había sido descrita en 1950 como Meganthropus palaeojavanicus por Gustav Heinrich Ralph von Koenigswald, el fundador del departamento paleoantropológico de Senckenberg, pero en su momento fue interpretada como un ser humano prehistórico.

Los exámenes de las estructuras dentales anatómicas ahora revelan que hace aproximadamente un millón de años, al menos tres especies adicionales de homínidos compartían el hábitat del Homo erectus en Java. El estudio se publica en la revista científica Nature Ecology & Evolution’.

Más de 200 dientes fósiles y fragmentos de mandíbula se han descubierto hasta la fecha en la isla indonesia de Java. La mayoría de estos restos de homínidos se pueden atribuir a la especie extinta Homo erectus, el primer ser humano descubierto fuera de Europa. “Se sabe que el 'Homo erectus' vivió en Java durante el tiempo del Pleistoceno, hace aproximadamente un millón de años, en compañía de los antepasados de los orangutanes modernos", explica Ottmar Kullmer (izquierda), del Instituto de Investigación Senckenberg en Frankfurt. y continúa: “Ahora pudimos demostrar que existía otra especie de simio al mismo tiempo”.

Junto con el autor principal del estudio, Clément Zanolli (derecha) de la Universidad de Burdeos, Kullmer y un equipo internacional estudiaron los dientes de homínidos fósiles descubiertos en 1941 por Gustav Heinrich Ralph von Koenigswald, utilizando métodos de primera línea. “Nuestros estudios tomográficos con microprocesadores y el análisis del esmalte dental muestran que los dientes no pertenecen ni al 'Homo erectus' ni a los orangutanes”, explica Zanolli, y agrega: “Además, no hay indicios de que involucren a ancestros de los humanos modernos”.

“En el pasado, hubo repetidas controversias sobre el misterioso homínido 'Meganthropus', pero no hubo pruebas confirmadas de su existencia”, dice Kullmer. Los nuevos datos ahora revelan que los dientes difieren claramente tanto de los dientes del Homo erectus como de los orangutanes en cuanto a la distribución del grosor del esmalte y la superficie y posición de las cúspides de la dentina en el interior de las coronas dentales.

Comparación de un fragmento de mandíbula inferior de 'Meganthropus' (abajo) con una mandíbula reconstruida de 'Homo erectus' (izquierda) y una mandúbula de orangután. Crédito: Senckenberg.

El patrón de desgaste de los molares del Meganthropus corresponde al de los orangutanes fósiles y modernos. Kullmer explica: “Por lo tanto, asumimos que las especies ‘renombradas’ se alimentaban principalmente de frutas y otras plantas que crecen en la superficie, similar a los orangutanes de hoy. Por otra parte, el 'Homo erectus' probablemente tenía una dieta más flexible debido a su capacidad para preparar alimentos de varias maneras. Sin embargo, no hay documentación que demuestre si una dieta unilateral o incluso el mismo 'Homo erectus' contribuyó a la extinción de Meganthropus”.

Según el estudio actual, ahora se considera un hecho que hace aproximadamente un millón de años, además del Homo erectus, al menos tres géneros de homínidos habitaban en los bosques de las islas indonesias actuales, una diversidad más alta de lo que se suponía anteriormente. “Y es posible que podamos agregar otro género, el mono gigante conocido como Gigantopithecus. Sin embargo, todavía no tenemos pruebas concluyentes a este respecto”, agrega el paleoantropólogo.

Fuentes: phys.org | 9 de abril de 2019

El cerebro humano se ha hecho más pequeño desde la Edad de Piedra

A pesar de que nuestros cerebros han evolucionado para volverse más grandes, lo cual es un rasgo obvio de los seres humanos, estos han reducido su volumen en al menos 10 por ciento desde hace 40.000 años.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores se han dedicado a estudiar el volumen endocraneal de los cráneos fosilizados, puesto que el cerebro es un órgano que no dura demasiado tiempo después de la muerte. A modo de comparación, los científicos destacan que el volumen endocraneal de los homínidos era de aproximadamente 350 cm3 –similar al de los chimpancés–, mientras que, con la evolución, el cerebro del Australopithecus alcanzó las 450 cm3, seguido del Homo erectus, con unos 900-1000 cm3 de volumen endocraneal.

Desde entonces, los cerebros de los neandertales y del Homo sapiens alcanzaron unos 1600 cm3 de volumen endocraneal. Sin embargo, al alcanzar este pico, los cerebros de los humanos recientes tienen un promedio de 1450 cm3 de volumen endocraneal, un número igual al de sus predecesores desde la Edad de Piedra.

¿Por qué se han encogido nuestros cerebros?

Desde hace décadas, se han barajado muchas hipótesis que buscan explicar esta reducción cerebral en el ser humano, entre las que se manejan una reducción del volumen corporal como consecuencia del cambio climático durante la época del Holoceno, que trajo temperaturas más calientes. Otras apuntan a una optimización del uso de la energía con la ayuda de la tecnología, lo cual permitió reducir el tamaño del cerebro y su capacidad de consumo energético.

No obstante, una de las hipótesis que más ha convencido al mundo científico es la de la “autodomesticación” del ser humano. Siguiendo la ciencia detrás de los procesos de domesticación de animales, estos son ahora más dóciles en comparación con sus antecesores. Incluso sus características físicas también cambian, como el tamaño de sus cerebros, extremidades y dientes.
Esta hipótesis, también conocida como “la supervivencia del más amigable”, acuñada por el antropólogo Brian Hare, apunta a que, desde la Edad de Piedra, los seres humanos que tenían más probabilidades de sobrevivir eran aquellos que podían cooperar con sus pares, en lugar de aquellos que eran más agresivos. Esto explica por qué ahora tendemos a socializar y a cooperar con nuestros vecinos y no a pelear con ellos.

Dentro de esta misma hipótesis existe una explicación que destaca que, al haber alcanzado volúmenes endocraneales más altos, el ser humano se volvió menos agresivo. Igualmente, la influencia de los genes que nos hacen más o menos sociables también afectan nuestras hormonas y otros aspectos físicos, como el tamaño de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro.

Fuente: tekcrispy.com | 9 de abril de 2019

Una nueva especie humana coetánea al ‘Homo sapiens’ vivía en Filipinas


Dentadura de Homo luzonensis, Homo erectus y Homo sapiens / © Callao Cave Archaelogy Projet.


Un equipo multidisciplinar internacional, codirigido por Florent Détroit (izquierda), profesor titular del Museo de Historia Natural de París (Francia), ha analizado varios huesos del pie y de la mano, un fémur parcial y dientes de homínidos antiguos hallados en la cueva del Callao, en Filipinas.

Algunos de estos fósiles proporcionan pruebas suficientes de que una nueva especie de homínidos, a la que han denominado Homo luzonensis, vivió en la isla de Luzón hace 50.000 años, durante la época del Pleistoceno Tardío. El primer fósil fue descubierto durante la excavación de 2007en la campaña organizada por el científico Armand Mijares, de la Universidad de Filipinas. Posteriormente, en 2011 y 2015, se hallaron todos los fósiles que publica hoy la revista Nature.

“Lo que lo convierte en una nueva especie es la combinación de todas las características que hemos descrito de 'Homo luzonensis' juntas. Cada una por separado se puede encontrar en una o varias especies de homínidos. Esto es lo que indica también que tiene más afinidades con especies del género 'Homo', que con otros géneros de hominino como 'Australopithecus' o 'Paranthropus'. Si se toma el paquete completo, ninguna otra especie del género 'Homo' es similar", declara a Sinc el profesor Détroit.


Para el investigador, el elemento más sorprendente e interesante de los que han hallado es la falange del pie CCH4, debido a su forma y morfología muy inusuales para una especie ‘reciente’ del género Homo. "Recuerdo que el día que lo encontramos, durante la excavación de 2011, tuve la discusión con un colega filipino que es bioantropólogo especializado en 'Homo sapiens', porque no podía aceptar que fuera una falange del pie. Es uno de los elementos más interesantes de 'Homo luzonensis' porque muestra características sorprendentemente primitivas, como el 'Australopithecus'”, añade.

Falange proximal del pie de 'Homo luzonensis'. CALLAO CAVE ARCHAEOLOGY PROJECT.

Los dientes también presentan una combinación sorprendente de características morfológicas primitivas y modernas. “Están muy bien documentados en el registro de fósiles de homininos y son bien conocidos por su valor taxonómico y filogenético. Los dientes de los 'luzonensis' son extremadamente importantes”, continúa.

Homo luzonensis se describe a partir de un conjunto de huesos y dientes fósiles que pertenecieron al menos a tres individuos. Dos de estos fósiles tienen entre 50.000 y 67.000 años de antigüedad según el análisis de series de uranio. Son los primeros restos humanos conocidos en Filipinas, que preceden a los primeros de Homo sapiens, de entre 30.000 a 40.000 años, descubiertos en la isla de Palawan, al suroeste del archipiélago.

Respecto a la polémica que siempre envuelve a este tipo de estudios sobre evolución humana y nuevas especies, el experto responde: “Por supuesto, algunos colegas cuestionarán la legitimidad de describir una nueva especie basada en un conjunto bastante pequeño de fósiles, pero la pregunta de qué es una especie es un tema muy debatido que no se resolverá (ni se hará más complicado) con un debate sobre si fue una buena o una mala idea describir al Homo luzonensis”.


Dentadura superior derecha de Homo luzonensis / © Callao Cave Archaelogy Projet.

Détroit estima que si sus colegas científicos pueden demostrar que se equivocan porque los fósiles pudieran entrar en una de las especies de homínidos ya conocidas, “simplemente la agruparemos y olvidaremos, pero mientras tanto, estoy convencido de que es la forma en que tenemos que hacerlo para mejorar nuestro conocimiento y comprensión de la historia evolutiva de los homínidos”.

La apariencia del Homo luzonensis
Una de las preguntas que siempre surge cuando se habla del descubrimiento de una nueva especie es acerca de su apariencia y comportamiento. Sin embargo, debido a los escasos elementos con los que cuentan, los científicos se muestran cautelosos con la estimación, por ejemplo, del tamaño corporal de Homo luzonensis.

“Los argumentos más fuertes indican que era probablemente un homínido de cuerpo pequeño, por el tamaño de la dentadura y del metatarsiano (publicado en 2010, derecha). Los dientes son muy pequeños –más que los de 'Homo floresiensis'– y sabemos que en los primates existe una fuerte correlación entre el tamaño de los dientes y el tamaño corporal, pero, por supuesto, no es una regla estricta y hay varias excepciones”.

Según los investigadores, no se debe tener la imagen de Homo floresiensis como modelo para su apariencia física, ya que también se demostró que la longitud del metatarsiano estaba dentro del rango de los Homo sapiens de cuerpo pequeño o de los grupos étnicos denominados negritos de Filipinas.
También creen que la forma en que caminaban podría ser distinta . En el artículo se mencionan varias características de los huesos del pie que son muy parecidas a Australopithecus y que se interpretan generalmente como evidencias de un comportamiento locomotor mixto, bipedal en el suelo y todavía trepando árboles.

“No sugerimos que 'Homo luzonensis' haya regresado a los árboles por todo lo que sabemos sobre la evolución del pie en el género 'Homo'. En nuestra opinión, los efectos del endemismo insular podrían explicar la reaparición de tales características primitivas. Pero es una pregunta muy interesante para abordar: si eran estrictamente bípedos como todos los miembros de nuestro género o si estas características primitivas influyeron o cambiaron su andar bípedo. Todavía es demasiado pronto para responder”, apunta Détroit.

Por otro lado, tampoco están seguros de si estos individuos vivían en la cueva o no. "Durante la excavación no identificamos los ‘pisos vivientes’ actuales en esta vieja capa que contiene los fósiles de homininos. Algunos 'Homo luzonensis' podrían haber realizado actividades, por ejemplo, de despiece, justo desde o hacia la entrada de la cueva, y los huesos y los dientes podrían haber sido desplazados dentro después. Existen todavía varias hipótesis", dice el científico.

Mezcla de rasgos muy modernos y otros muy arcaicos

Los análisis comparativos realizados en los fósiles, utilizando imágenes en 3D y morfometría geométrica, muestran que Homo luzonensis tiene elementos muy primitivos, parecidos a Australopithecus y otros que son muy modernos, cercanos a nuestra propia especie Homo sapiens.
Los premolares de un mismo individuo tienen entre dos y tres raíces, mientras que en el Homo sapiens suele haber una raíz y a veces dos. Por esta característica, y por la morfología del esmalte, son más parecidos a los del Australopithecus y especies como Homo habilis y Homo erectus. En contraste, los molares son muy pequeños y tienen una morfología muy simple, como los del Homo sapiens. No existe ningún individuo con estas características combinadas en ninguna de las especies conocidas en la actualidad.

Asimismo, los huesos de los pies tienen en la falange proximal una curvatura muy marcada e inserciones muy desarrolladas para los músculos involucrados en la flexión del pie. Estas características tampoco son propias del Homo sapiens pero se parecen mucho a la falange de Australopithecus, conocida solo en África y en períodos mucho más antiguos (hace entre 2 a 3 millones de años).


Los Homo Luzonensis estaban solos

Además de los huesos y los dientes recuperados, en la misma capa se halló un conjunto faunístico dominado por el ciervo pardo filipino, con un número menor de cerdos verrugosos endémicos y pequeños bovinos extintos, similares al búfalo enano de Mindoro (Bubalus mindorensis) actual.
“Por lo que sabemos, Homo luzonensis fue el único hominino presente en Luzón en ese momento. Los primeros 'Homo sapiens' conocidos en Filipinas son los fósiles descubiertos en la cueva de Tabon en la isla de Palawan, concluye el científico.

La relevancia de Luzón en la evolución del género Homo


Luzón es una isla grande a la que nunca se ha podido acceder a través de un puente terrestre en todo el Cuaternario. Su fauna y flora son conocidas por su alta tasa de endemismo. Este hecho explica la disminución de su diversidad genética y es visible en forma de especies que a menudo difieren mucho de sus especies hermanas que han permanecido en el continente.
Las huellas más antiguas que indican la presencia de homínidos en la isla se remontan a hace unos 700.000 años. El Homo luzonensis, cuyos restos fósiles son unos 600.000 años más jóvenes, probablemente son una especie que evolucionó bajo los efectos del endemismo de las islas, en paralelo con la historia evolutiva del Homo floresiensis en la isla de Flores, en Indonesia. “El sudeste asiático, especialmente las islas, son un lugar fantástico para estudiar la evolución humana, la prehistoria, la paleoantropología”, indica Détroit.

Excavaciones en la cueva de Callao, en Filipinas. / AFP


El origen y las modalidades de la llegada de esta nueva especie a la isla de Luzón siguen siendo en gran parte misteriosos por el momento, pero este descubrimiento subraya la diversidad, la riqueza y la complejidad de las migraciones pasadas y de la historia evolutiva de los homininos en la isla del sudeste asiático.

"La hipótesis principal es que pocos individuos cruzaron el mar con éxito y se asentaron en la isla de Luzón. Luego, aislados del resto de la población inicial que permaneció en el continente, probablemente sufrieron los efectos de lo que se llama endemismo insular, que generalmente se expresa en cambios rápidos en la morfología y da nuevas especies que difieren significativamente de los individuos del continente", explica el investigador.

La navegación marítima es también una pregunta candente, pero muy difícil de responder para los científicos. "Hay dos hipótesis principales: puramente por accidente y navegación intencional. Para la segunda, podemos imaginar a los homínidos practicando algo muy diferente de lo que llamamos ahora navegación. El 'Homo erectus', por ejemplo, no era lo suficientemente grande como para cruzar el mar a propósito, pero el hecho es que ahora tenemos más evidencias de que se establecieron con éxito en varias islas en el pasado remoto del sudeste asiático, ¡por lo que probablemente no fue tan accidental!", exclama Détroit.

Fuente: agenciasinc.es | nature.com | 10 de abril de 2019

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Hallados restos de una nueva especie humana en Filipinas

Excavaciones en la cueva de Callao, en Filipinas.

La cueva de Callao, en Filipinas, es una enorme cavidad con siete cámaras, pero lo más interesante está muy cerca de la entrada. Allí se han desenterrado 13 huesos y dientes que, según sus descubridores, pertenecen a un nuevo miembro de nuestro propio género al que han bautizado Homo Luzonensis y que vivió hace al menos 67.000 años en la isla de Luzón.

El hallazgo obliga a cambiar los libros de texto —otra vez—, pues la lista de miembros del género Homo que habitaban la Tierra en este periodo pasa de los cinco conocidos (neandertales, denisovanos, hobbits de la isla de Flores, erectus y sapiens), a seis.
Todos estos homininos son una familia variopinta de primates unidos por lazos de parentesco más recientes que con los otros homínidos vivos, como los chimpancés o los bonobos. Cada uno representó un experimento evolutivo más o menos exitoso. Todos se han extinguido menos uno, el Homo sapiens, quien cada vez que encuentra un nuevo pariente se pregunta por qué ellos desaparecieron y nosotros no.

El humano de Luzón es un enigma. Es imposible saber cómo era su rostro, pues no hay fragmentos de cráneo, ni qué estatura tenía, porque el único hueso disponible que podía tallarle, el fémur de un muslo, está partido. Los restos hallados, el primero una falange hallada en 2007 que data de hace 67.000 años, y el resto hallados entre 2011 y 2015 con una antigüedad de al menos 50.000 años, pertenecieron a dos adultos y un niño. Sus dientes, dos premolares y tres molares, son muy pequeños, parecidos a los de un humano actual o a los del Homo floresiensis, el hominino asiático de un metro de estatura y cerebro de chimpancé que vivió en la isla indonesia de Flores en la misma época. En cambio, los huesos de manos y pies son mucho más primitivos, comparables a los de los australopitecos que vivían en África dos millones de años antes y cuyas extremidades estaban adaptadas para vivir colgados de los árboles.

“Si miras cada uno de estos rasgos por separado los encontrarás en una u otra especie de Homo, pero si coges el paquete completo no hay nada similar, por eso esta es una nueva especie”, explica Florent Détroit, paleoantropólogo del Museo Nacional de Historia Natural de París y coautor del estudio que describe la nueva especie, publicado este miércoles por la revista científica Nature. Ha sido imposible extraer ADN de los restos, lo que aumenta el misterio sobre su origen. “Las condiciones de humedad y elevada temperatura en las islas del sudeste asiático son las peores para la preservación del ADN, pero los métodos de la genética están progresando tan rápido que creo que será posible extraer ese ADN tan degradado en un futuro cercano”, apunta Détroit.

“Este hallazgo va a generar un enorme debate”, opina el paleoantropólogo del CSIC Antonio Rosas (izquierda). “No es fácil evaluarlo porque hay muy pocos fósiles, pero hay base para proponer que sea una nueva especie. Lo que está claro es que ratifica que la diversidad de nuestro género es increíble y está en la antítesis de ese modelo lineal que representa a una especie de primate tras otra hasta culminar en los 'Homo sapiens'”, señala. Para Rosas lo más importante es que esta especie demuestra un camino alternativo de evolución al nuestro caracterizado por el aislamiento.

Luzón ha estado rodeada por mar desde hace dos millones y medio de años. El humano hallado en la cueva de Callao tuvo que cruzarlo, nadie sabe cómo. Es lo mismo que hizo el hombre de Flores para llegar a su propia isla, donde fabricaba herramientas de piedra tan sofisticadas como las de los sapiens. En Cagayan, un valle cercano a la cueva filipina, se han hallado herramientas de piedra que delatan la presencia de homininos hace al menos 700.000 años, por lo que es posible que se tratase de los luzonensis. Es en este punto donde se abren al menos tres diferentes posibilidades sobre su origen.
La más plausible es que esta especie descienda del Homo erectus, el primer hominino que salió de África y pobló Asia hace 1,8 millones de años. Todos los humanos actuales venimos de otra oleada de Homo sapiens muy posterior que salieron de África hace unos 70.000 años.

El luzonensis sería un descendiente de los erectus que llegaron a lo que hoy es China. Al igual que su congénere de Flores habría evolucionado durante decenas de miles de años aislado con las presiones evolutivas que eso supone, lo que posiblemente le transformó en un humano de dimensiones más pequeñas que sus ancestros. Esta posibilidad la apoya el tamaño de los dientes y también el del metatarso de la mano, cuyas dimensiones coinciden con las de los negritos —explica Détroit—, humanos actuales que viven en Filipinas, Malasia y las islas Andamán y que no suelen superar el metro y medio de estatura. Es este un dato inquietante si se suma otra evidencia reciente: los jarawa de Andamán tienen un 1% de ADN de otra especie de Homo sin identificar, fruto de un cruce hace miles de años.

La segunda opción es que el Homo luzonensis provenga de una oleada que salió de África antes que el Homo erectus, posiblemente de australopitecos. No hay fósiles para sostener esta hipótesis, pero puede argumentarse por la morfología frankensteiniana del luzonensis.
Una tercera opción, defendida por Chris Stringer (derecha), investigador del Museo de Historia Natural de Londres, es que los Homo de Luzón y Flores descienden de un antepasado común local que surgió en la isla de Sulawesi, donde se han hallado herramientas de piedra de unos 110.000 años.

El polémico paleoantropólogo estadounidense Erik Trinkaus (izquierda) opina que ninguna de las opciones es plausible y asegura que luzonensis era un individuo enfermo, lo mismo que se dijo en su día del hobbit de Flores. “Es una rareza que debe ser considerada en el contexto del Pleistoceno, en el que eran muy abundantes las malformaciones”, explica. Puede que no sea algo tan descabellado dado el nuevo paradigma desvelado por la genética en el que neandertales, sapiens y denisovanos se cruzaron y tuvieron hijos fértiles.

“El debate está demasiado polarizado, no creo que el Homo floresiensis sea un Homo sapiens patológico, pero sí que tiene patologías, algo que tampoco es de extrañar si estás hablando de una población aislada, con altos niveles de endogamia y que sufre además un proceso de enanismo insular que afecta a procesos de crecimiento general, sobre todo cuando se ha visto que las hibridaciones entre especies producen patologías”, apunta María Martinón (derecha), directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana.

El antropólogo Matthew Tocheri (izquierda), investigador de la Universidad de Lakehead (Ontario, Canadá), que no ha participado en el estudio pero lo ha revisado para la revista News & Views de Nature, ha aclarado al diario El Mundo estas preguntas. En su opinión, "'Homo luzonensis' probablemente comparte un ancestro común con 'Homo floresiensis', que también muestra dientes como los de 'Homo' y huesos de manos y pies como los de los 'Australopithecus'".

Según Tocheri el origen de estas especies asiáticas podría estar en el Homo erectus. "Claramente, las poblaciones tempranas de 'Homo' (posiblemente 'Homo erectus' o quizás algo similar al 'Homo habilis') llegaron a la Línea de Wallace [límite entre Asia y Oceanía] mucho antes de que los humanos modernos ('Homo sapiens') hubieran evolucionado. Estas primeras poblaciones de 'Homo' probablemente evolucionaron a 'Homo luzonensis' en la isla filipina de Luzón y a 'Homo floresiensis' en la isla indonesia de Flores", aduce.
“Este hallazgo es una llamada de atención a la evolución humana en esta región, que apenas se conoce”, valora José María Bermúdez de Castro (derecha), coordinador del programa de paleobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). También ayuda poner en perspectiva la evolución de nuestro linaje en comparación con otras especies animales. “Somos muy antropocentristas.

Tradicionalmente pensábamos que éramos superiores a cualquier otra especie. Por supuesto, esto no es cierto. Somos iguales que las otras especies y estamos sujetos a las mismas leyes evolutivas. Si quedamos aislados en una isla, sufrimos los mismos cambios evolutivos que otras especies. También evolucionamos hasta formas extravagantes o diferentes de lo que consideramos la normalidad”, remarca Bermúdez de Castro.

Los hobbits de Flores desaparecieron hace 50.000 años, justo cuando el Homo sapiens llegó a Asia. La mayoría de los restos óseos de luzonensis tienen justo esa antigüedad mínima, lo que abre un último misterio sobre si los Homo sapiens tuvieron algo que ver en la desaparición de estos dos parientes lejanos que ya no están aquí para explicar su historia.

Fuente: elpais.com | elmundo.es | lavanguardia.com | 10 de abril de 2019

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Los dientes del 'Homo luzonensis' se parecen a los de nuestra propia especie, pero los huesos de sus pies y manos recuerdan a los de los primitivos australopitecos (Callao Cave Archaeology Project)

Un nuevo humano en la familia

Por María Martinón Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).

Según el WorldFact Book de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), en el mundo nacen unas 370.000 personas al día. A pesar del número elevado y las muy diversas circunstancias en las que esto ocurre, es difícil imaginar que alguna de ellas haya sido recibida con indiferencia. La llegada de un nuevo miembro a una familia es siempre un catalizador de emociones y así, entre turbados y conmovidos, recibimos el nacimiento de una nueva especie humana, Homo luzonensis, nombrada a partir de los restos fósiles, principalmente dientes y falanges, encontrados en la remota cueva de Callao, en la isla filipina de Luzón.

Esta población habría vivido en la isla hace solo unos 67.000 años, “anteayer” en términos geológicos, y a pesar de ello presenta un número importante de rasgos primitivos, particularmente en manos y pies, que suelen ser típicos de los homininos que todavía se desplazaban por los árboles hace entre 2 y 3 millones de años. Sus dientes tienen un aspecto más avanzado; en algunas características podrían incluso parecerse a los nuestros, pero salpicados entre estos rasgos más modernos, asoman algunas características que se estilaban hace cientos de miles de años. Sorprende el tamaño de estos dientes, muy pequeños, tan pequeños o más que los de Homo floresiensis, la especie diminuta que habitó la isla de Flores..., aproximadamente al mismo tiempo, y a la que el mundo apodó como “el Hobbit”.


El cráneo "hobbit" del Homo floresiensis (izquierda) comparado con un cráneo humano moderno. Fotografía: Yousuke Kaifu.

Las islas son como cápsulas del tiempo donde pueden encontrarse reliquias, formas ancestrales que perviven aisladas del resto del mundo y sobre las que la naturaleza, como en un laboratorio frankesteiniano, obra experimentos que alteran su aspecto original. Además del efecto que puedan tener en estas poblaciones aisladas los altos niveles de endogamia, tenemos que tener en cuenta los procesos de enanismo insular, un mecanismo de adaptación por el que muchos animales, ante los recursos limitados de las islas, reducen su tamaño. Cabe esperar que la confluencia de ambos procesos hubiera tenido un efecto importante en el desarrollo de estas poblaciones. Así, es posible que en Homo luzonensis estemos observando, como en un espejo de feria, el retrato deformado de uno de nuestros ancestros más remotos.


Tomografía computarizada de la estructura del maxilar derecho de 'Homo luzonensis'. Proyecto de investigación de la cueva del Callao.

Con frecuencia hablamos con fascinación y algo de pena de esa oportunidad que perdimos, por poco, de conocer a nuestros hermanos los neandertales, a los que sabemos que nos parecíamos tanto. Produce ahora fascinación y no sé si miedo pensar que, por poco, podríamos haber conocido también a otro pariente en el que quizá nos apetezca menos vernos retratados, a medias entre lo que reconocemos como humano y lo que nos resulta simiesco.

Con el descubrimiento de Homo floresiensis, los denisovanos y, ahora, Homo luzonensis, asistimos perplejos a la soledad de nuestra especie frente a la eclosión de especies humanas que existieron justo antes de que nos hiciésemos globales. Hoy somos muchos, pero más de lo mismo, frente a un tiempo en el que los humanos eran menos, pero más diversos. Ahora es inconcebible que pueda existir una población completamente aislada del resto del mundo, pero tampoco hace falta vivir en una isla para sentirse desconectado. “Ahora somos más, pero no mejores”, escribió Miguel Delibes en Un mundo que agoniza. “Estamos más juntos (…), pero no más próximos”.

Fuente: el pais.com| lavanguardia.com | 10 de abril de 2019

Hallan el primer arte figurativo prehistórico de los Balcanes en una cueva de Croacia

Figura en la que se representa un íbice. Crédito: Aitor Ruiz-Redondo.

Un equipo internacional, liderado por un arqueólogo de la Universidad de Southampton y la Universidad de Burdeos, ha revelado el primer ejemplo de arte rupestre figurativo paleolítico encontrado en la península balcánica.

El Dr. Aitor Ruiz-Redondo (izquierda) trabajó con investigadores de las Universidades de Cantabria (España), Terranova (Canadá), Zagreb (Croacia) y el Museo Arqueológico de Istria (Croacia) para estudiar las pinturas descubiertas, las cuales podrían tener una antigüedad de hasta 34.000 años.

La cueva con arte rupestre se descubrió por primera vez en 2010 en Romualdova Pećina (la cueva de San Romualdo), en Istria, Croacia, cuando Darko Komšo, director del Museo Arqueológico de Istria, observó la existencia de restos de color rojo en una parte profunda de la cueva.

Tras su descubrimiento, el equipo dirigido por el Dr. Ruiz-Redondo, financiado por el Estado francés y el Museo Arqueológico de Istria, con el apoyo de Natura Histrica, realizó un análisis detallado de las pinturas y su contexto arqueológico.

Esto llevó a la identificación de varias pinturas figurativas, entre las que se incluyen un bisonte, un íbice y dos posibles figuras antropomorfas, lo que confirma la antigüedad paleolítica de las obras de arte. Además, una excavación realizada en el suelo, debajo de estas pinturas, permitió recuperar restos paleolíticos como una herramienta de pedernal, un crayón de ocre y varios fragmentos de carbón.

Figura en la que se representa un bisonte. Crédito: Aitor Ruiz-Redondo.

La datación mediante radiocarbono de estos objetos mostró una antigüedad estimada de alrededor de 17.000 años, mientras que otros datos indirectos sugieren que las pinturas datan de un período anterior entre 34.000 y 31.000 años atrás. En este sentido, se realizarán más investigaciones para tratar de establecer la antigüedad precisa de este arte rupestre. Los hallazgos se han publicado en la revista Antiquity.

Este descubrimiento amplía el escaso arte paleolítico registrado en el sureste de Europa. Tal circunstancia convierte la cueva de Romualdova Pećina en el primer enclave con arte rupestre paleolítico figurativo en esta área del continente europeo. Junto con la cueva de Badanj, en Bosnia y Herzegovina, constituyen los dos únicos ejemplos de arte rupestre paleolítico en los Balcanes.

Figuras antropomorfas. Crédito: Aitor Ruiz-Redondo.

El Dr. Aitor Ruiz-Redondo, miembro de la Academia Británica, fundada por Newton en la Universidad de Southampton, e investigador postdoctoral en la Universidad de Burdeos, dijo: "La importancia de este hallazgo es notable y arroja una nueva luz sobre la comprensión del arte paleolítico en el territorio de Croacia y la península balcánica, así como su relación con fenómenos simultáneos en toda Europa".

Un nuevo proyecto iniciado por el Dr. Ruiz-Redondo y su equipo, y financiado por la Academia Británica, desarrollará investigaciones adicionales en los dos enclaves citados durante los próximos años.

El Dr. Aitor Ruiz-Redondo y el Dr. Diego Garate excavando en la cueva de Romualdova Pećina. Crédito: Aitor Ruiz-Redondo.


Fuente: Universidad de Southampton | 10 de abril de 2019