Hallan pruebas del surgimiento de la escritura en Sudamérica de hace 5.000 años

La escritura en Sudamérica pudo haber surgido hace 5.000 años. Foto tomada de RT

Un grupo de arqueólogos peruanos consideran que en Checta, un bosque prehistórico de piedras en Perú, se encuentran indicios de escritura que datan de hace 5.000 años.

Los signos descubiertos en varios petroglifos, iniciaron el camino hacia esta hipótesis. El arqueólogo Gori Tumi Echevarría (izquierda), presidente de la Asociación Peruana de Arte Rupestre, considera que la escritura andina apareció antes de lo que se creía, en concreto, hace 5.000 años.
Estos petrogifos de Checta se encuentran sobre una ladera de cerro, cubierta por sedimentos y rocas, y fueron descubiertos en 1925 por monseñor Pedro Villar Córdova. La zona arqueológica se ubica en el valle del río Chillón, en el distrito de Santa Rosa de Quives, en la provincia de Canta.

“Este fenómeno cognitivo, la escritura, duró 2.000 años, tiempo suficiente para el desarrollo y consolidación de un sistema de escritura ideográfica compleja”, asegura Tumi Echevarría.

El científico ha revelado las cuatro etapas en el desarrollo de la escritura encontrada. En la primera etapa (2.500 – 2.000 a.C.) aparecen pequeños hoyos en las piedras. La segunda fase del desarrollo de la escritura pertenece al intervalo desde 2.200 hasta 1.000 a.C. y está representada por formas geométricas: círculos, puntos, cruces, espirales, líneas rectas y otras. En la tercera fase (1.200 a 600 a.C.) aparecen motivos seminaturalistas. Finalmente, la cuarta fase (800 a 200 a.C.) estaba representada por imágenes de serpientes.

Signos parecidos se han encontrado en otros lugares de Perú.

Según la hipótesis, este sistema de escritura tendría vínculos con tradiciones ancestrales en la Amazonía. Para descifrar estos códigos, la clave estaría en el conocimiento milenario de los pueblos amazónicos, ya que hay testimonios de comunidades como los yáneshas que aseguran haber hecho viajes de peregrinación a la costa central.

Cada vez resultan más los indicios de que la escritura existió hace miles de años en el antiguo Perú y que las sociedades que poblaban esta parte del mundo ya comenzaban a desarrollar una forma de comunicarse a través del signo escrito.

Un estudio compara los lóbulos parietales de neandertales y humanos modernos

El grupo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), dirigido por Emiliano Bruner, acaba de publicar en la revista Journal of Human Evolution un análisis morfológico del cerebro de neandertales y humanos modernos, cuyos resultados sugieren que la forma más redonda de nuestro cerebro se debe en parte a que los lóbulos parietales son, en promedio, más grandes y más abultados.

En particular, dos regiones podrían ser más desarrolladas en nuestra especie. La primera es la parte posterior y dorsal del lóbulo parietal superior, y la segunda es la zona intermedia del surco intraparietal, en el lóbulo parietal inferior, como señala Sofía Pereira, quien ha coordinado este estudio en colaboración con el Instituto Max Planck de Leipzig (Alemania).

Para llevar a cabo el estudio, se han utilizado modelos espaciales en tres dimensiones que han permitido comparar la forma cerebral de 52 humanos modernos con la forma cerebral de 8 neandertales, a partir de los moldes endocraneales y de las huellas que los surcos cerebrales dejan en la superficie de la cavidad craneal. El modelo geométrico utilizado incluye no solo la información sobre la forma general del cerebro, sino también la localización especifica de la anatomía parietal.
Los lóbulos parietales están implicados en funciones de integración viso-espaciales como la imaginación visual o la manipulación, y en general en todos aquellos aspectos cognitivos que atañen a la coordinación entre cerebro, cuerpo y ambiente externo, incluyendo la relación entre ojo y mano, y entre mano y herramientas.

Fuente: cenieh.es | 6 de abril de 2020

La parte del cerebro que nos distingue de los neandertales

Las diferencias entre los neandertales, el grupo humano que vivió en Eurasia durante cientos de miles de años, y Homo sapiens, la especie a la que pertenecemos todos los que hoy estamos en el mundo, son objeto de un arduo debate. La mayoría de los paleoantropólogos concede a esos homínidos, con los que nos cruzamos en varias ocasiones, inteligencia y capacidades similares a las nuestras. Los motivos son muchos: enterraban a sus muertos, se adornaban, explotaban los recursos del mar y, en esto nos ganaron, parece ser que fueron los primeros en pintar arte rupestre. Incluso hay quien va más allá y opina que ni siquiera somos especies distintas. Sin embargo, nuestros cerebros sí eran diferentes.

Un equipo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), dirigido por Emiliano Bruner, ha descubierto que el cerebro del hombre moderno posee dos áreas más desarrolladas en comparación con el de los neandertales. La primera es la parte posterior y dorsal del lóbulo parietal superior, y la segunda, la zona intermedia del surco intraparietal, en el lóbulo parietal inferior. Resulta que estas áreas están relacionadas con las habilidades visoespaciales que, entre otras cosas, permiten la imaginación visual, la gestión del espacio y del tiempo, la creación de herramientas e incluso las relaciones sociales, aspectos que nos definen como especie. Los resultados, que acaba de publicar la revista Journal of Human Evolution, también explican la forma más redonda de nuestro cerebro.

Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Cenieh / BC.

Como tener en la mano un cerebro neandertal es imposible, para llevar a cabo el estudio los investigadores compararon la forma cerebral de 52 humanos modernos con la de ocho neandertales, a partir de los moldes endocraneales y de las huellas que los surcos cerebrales dejan en la superficie de la cavidad craneal.

«Si analizamos estos moldes, vemos que hay una diferencia bastante patente en las regiones que se corresponden a los que llamamos lóbulos parietales superiores. Estas áreas cerebrales se activan cuando nuestro cerebro integra las informaciones que vienen del cuerpo con las informaciones que vienen de la visión. De hecho se llaman capacidades visoespaciales, porque están implicadas en la coordinación entre cerebro, cuerpo y medio ambiente», explica Bruner en un correo elecrónico a ABC. Esto incluye la imaginación visual, la gestión del espacio y del tiempo, la relación entre mano y herramientas, e incluso las relaciones sociales o la gestión visual de los recuerdos.

«Dentro de los lóbulos parietales superiores, el precúneo es el elemento más activo en integrar cuerpo y visión, y el surco intraparietal se implica a la hora de coordinar ojo y mano. Si nos comparamos con los neandertales o con otros homínidos extintos, vemos que nuestra especie tiene estas regiones aparentemente más grandes», explica el investigador. Aunque no sabemos identificar la razón de ese gran tamaño (por ejemplo, si tienen más neuronas o más conexiones), «tenemos de considerar la posibilidad de que nuestras capacidades visoespaciales sean más complejas. Es decir, es posible que los humanos modernos nos hayamos especializado en funciones que integran cerebro, cuerpo y visión», añade.

Evolución de la forma del cerebro en el Homo sapiens: la forma cerebral de uno de los miembros conocidos más antiguos de nuestra especie, de un cráneo de 300.000 años de antigüedad de Jebel Irhoud (izquierda). La forma cerebral y posiblemente la función cerebral han evolucionado gradualmente hasta alcanzar la típica forma globular presente en los humanos actuales (derecha). Imagen: MPI EVA / S. Neubauer, Ph. Gunz (License: CC-BY-SA 4.0).

¿Superioridad de los sapiens?

Pero, ¿significa esto que en determinadas tareas éramos superiores a los neandertales? «Cuando encontramos cerebros modernos, con lóbulos parietales muy grandes, también encontramos en el registro arqueológico evidencias de complejidad en los comportamientos visoespaciales, como armas de propulsión (lanzas y arcos), ornamentos o arte rupestre», indica Bruner.
Los lóbulos parietales también se implican en la complejidad de la estructura social, el aumento del tamaño de los grupos y se diversificación de sus relaciones. «Esto sin considerar que, en ciencias cognitivas, se supone que la integración entre cuerpo y ambiente es la base de la auto-consciencia. Así que, evidentemente, una mayor complejidad parietal sugiere una mayor complejidad en todos estos aspectos», continúa. «Ahora bien -puntualiza-, siempre hay que tener en cuenta que la selección natural no prima la inteligencia, sino la capacidad de reproducción, y estas dos cosas a veces van juntas... ¡Y a veces no!».
En el caso de los neandertales, según Bruner, no hay evidencia de comportamientos visoespaciales complejos. «Los grupos sociales eran probablemente más pequeños, los adornos y la cultura gráfica estaban ausentes o eran mínimos si los comparamos con los de nuestra especie, no tenían armas de propulsión como arcos o flechas, y además utilizaban muchísimo la boca y los dientes para manipular herramientas, lo cual sugiere una menor representación de las manos en sus esquemas cerebrales», argumenta. Sin embargo, «tenían un cerebro de un tamaño parecido al nuestro, así que si nosotros hemos evolucionado estas capacidades visoespaciales puede que ellos evolucionaran otras capacidades cognitivas que nosotros nunca conseguimos».

Extinción neandertal

Ahora bien, «es muy difícil» situar esas diferencias cerebrales detrás de la desaparición de los neandertales hace unos 40.000 años. «Puede que los neandertales se extinguieran a causa de una competición con nuestra especie, o que su linaje llegara a su fin por razones independientes de nosotros. Muchas especies se extinguen por limitaciones de su biología o por eventos ecológicos que afectan a sus recursos, es bastante normal», recuerda el paleoneurólogo.
Más allá de las diferencias en las proporciones de los lóbulos parietales, nuestra especie también tenía los lóbulos temporales y el cerebelo más desarrollados. Esto es, según el autor, algo de esperar, ya que el cerebro se basa en conexiones y «cables», lo que supone que un cambio implique otros a su vez. Pero es difícil saber en qué se traducían estos cambios a la hora del comportamiento porque estas áreas se encuentran en regiones del cráneo muy frágiles y, en consecuencia, poco representadas en los fósiles. Además, son regiones que sufren influencias mecánicas de la cara, de la mandíbula o de la base del cráneo, por lo que es complicado entender qué cambios evolutivos se deben al cerebro y cuáles a otros factores anatómicos. «Son regiones del cerebro que atienden a muchas funciones diferentes. En el caso del cerebelo, ni siquiera sabemos bien de qué se ocupa en nuestra propia especie: es muy pequeño, pero contiene muchísimas más neuronas que el mismo cerebro, ¡y todavía no tenemos idea de como explicarlo!», dice Bruner.

Fuente: abc.es | 6 de abril de 2020

Descubren en el Museo de Perth, (Escocia) unas pinturas dentro del sarcófago de una sacerdotisa

El sarcófago perteneció a una sacerdotisa tebana llamada Ta-Kr-Hb. Foto: Museo de Perth

En el Museo y Galería de Arte de Perth, en Escocia, se está llevando a cabo una interesante exposición sobre una momia egipcia de tres mil años de antigüedad que allí se conserva. Durante su trabajo, los conservadores de la institución se han encontrado con una agradable sorpresa. Mientras manipulaban la momia para retirarla del sarcófago y proceder a su estudio y conservación descubrieron en su interior una serie de coloridas pinturas.

Hasta ahora, los investigadores no habían retirado a la momia que se hallaba en el interior del ataúd (que había permanecido cerrado durante más de cien años) debido a su frágil estado de conservación. Ahora, en el marco de la muestra Conservation in Action: Saving the Perth Mummy (Conservación en acción: salvando la momia de Perth), este descubrimiento ha maravillado a los investigadores. "Fue una gran sorpresa ver aparecer estas pinturas", declaró Mark Hall, jefe de colecciones del museo.

UNA DIOSA OCULTA

El sarcófago, que perteneció a una sacerdotisa tebana llamada Ta-Kr-Hb, fue donado al museo de Perth por la Sociedad Alloa de Ciencias Naturales y Arqueología en 1936, después de que este fuera legado a dicha sociedad por William Bailey, quien lo habría comprado a un conservador del Museo Egipcio de El Cairo.

Este año, tras la apertura del sarcófago, los especialistas hallaron las figuras pintadas de su interior. Se trata de escenas religiosas en las que aparece la diosa Amentit, "la de Occidente", una divinidad que representa a las necrópolis (siempre situadas en el occidente, que es donde los egipcios pensaban que se hallaba el inframundo), y que ofrecía asistencia a las almas de los difuntos en su viaje al más allá. La figura de Amentit que aparece en el sarcófago se muestra en su perfil derecho y viste un ajustado vestido rojo. La diosa aparece sobre una plataforma y extiende ligeramente los brazos. Este tipo de imagen indicaría que el artista representó una estatua de esta divinidad.

Los conservadores han descubierto pinturas previamente desconocidas dentro de la momia egipcia Ta-Kr-Hb, de la colección del Museo y Galería de Arte de Perth, Escocia. Foto cortesía del Museo y Galería de Arte de Perth.

Los conservadores han descubierto pinturas previamente desconocidas dentro de la momia egipcia Ta-Kr-Hb, de la colección del Museo y Galería de Arte de Perth, Escocia. Foto cortesía del Museo y Galería de Arte de Perth.

En la base del ataúd también aparecen imágenes de esta diosa, pero su estado de conservación no es muy bueno ya que el fondo del sarcófago contenía restos de tierra, plantas e insectos. Los especialistas creen que el estudio de estos materiales, así como de la resina que se aplicó en las vendas que se usaron para momificar a Ta-Kr-Hb dará más detalles sobre el proceso de momificación y dónde estuvo su cuerpo.

Fuente: nationalgeographic.com | 6 de abril de 2020

Un investigador descubre una compleja cirugía cerebral en la Grecia del periodo Protobizantino

Vista ectocraneal del espécimen paleopatológico: a) la flecha roja apunta al orificio en el proceso mastoideo, y b) las dimensiones de la preparación quirúrgica periféricas a la trepanación. Crédito: Anagnostis P. Agelarakis / Universidad Adelphi.

Una nueva investigación de la Universidad de Adelphi (EE.UU) ha revelado el primer descubrimiento arqueológico evaluado de modo forense de los restos de un grupo de arqueros-lanceros montados a caballo, y sus parientes, del Imperio Romano del Oriente, esto es, procedentes del turbulento período Protobizantino durante los siglos IV al VII d. C.

En el sitio de Paliokastro, en la isla de Thasos, Grecia, se descubrieron diez restos óseos pertenecientes a cuatro mujeres y seis hombres que probablemente tenían una alta posición social. Sus huesos iluminan sus actividades físicas, sus traumatismos e incluso una forma compleja de cirugía cerebral.

"El lugar de enterramiento y la arquitectura de la iglesia funeraria monumental, así como la construcción de las tumbas es espectacular", dice el investigador principal Anagnostis Agelarakis (izquierda), profesor de Antropología en el Departamento de Historia de la Universidad de Adelphi, quien agregó que todo ello indica el alto estatus social de las personas enterradas allí.

La avanzada preservación de sus restos, y la impresionante ubicación y arquitectura de la iglesia funeraria monumental donde fueron enterrados, confirman dicho estatus en la región.

"De acuerdo con las características anatómico-esqueléticas de los individuos, tanto hombres como mujeres habían vivído vidas físicamente exigentes", señala el profesor Agelarakis. "Los casos de traumatismos graves sufridos tanto por hombres como por mujeres habían sido tratados de modo quirúrgico u ortopédico por un médico-cirujano muy experimentado y con una gran capacitación en el tratamiento de los mismos. Creemos que fue un médico militar".


Tumba debajo del piso del templo funerario (naiskos).

En cuanto a la cirugía cerebral observada, Agelarakis sugiere que "incluso a pesar de que podía de haberse estimado un pronóstico sombrío, se realizó con una gran destreza. Por lo tanto, es probable que fuera un individuo muy importante para la población de Paliokastro".
Agelarakis y sus colegas pudieron obtener datos médicos y quirúrgicos, así como datos paleopatológicos, sobre "esta cirugía extraordinaria de la cabeza y cuello, así como de los grandes esfuerzos realizados por el cirujano". Se determinó que la causa probable de la intervención quirúrgica fue una infección y que el arquero murió poco después o durante el desarrollo de la cirugía.

Muestra del cráneo con las dimensiones de dos de los lugares en los que se realizaron intervenciones
quirúrgicas.

"Esta operación quirúrgica es la más compleja que he visto en mis 40 años de trabajo con materiales antropológicos", afirma Agelarakis. "Es increíble que se haya llevado a cabo, con preparativos sumamente complicados para la intervención, y luego la operación quirúrgica en sí, la cual tuvo lugar, por supuesto, en una época pre-antibiótica".
Los resultados se describen en el artículo, "Eastern Roman Mounted Archers and Extraordinary Medico-Surgical Interventions at Paliokastro in Thasos Island during the ProtoByzantine Period: The Historical and Medical History Recordsand the Archaeo-Anthropological Evidence" ("Arqueros romanos orientales montados a caballo e intervenciones médico-quirúrgicas extraordinarias en Paliokastro, en la isla de Thasos, durante el período Proto-bizantino: registros de historia médica e histórica y evidencia arqueoantropológica", en Archaeopress, Access Archaeology.

Fuente: phys.org | 7 de abril de 2020

El hallazgo de un esqueleto juvenil de 'Homo naledi' revela cómo crecía este pariente humano

Esqueleto parcial del 'Homo naledi' DH7

Hace más de 200.000 años en la actual Sudáfrica, un niño de casi un metro de alto falleció antes de alcanzar la edad adulta. El cadáver de este joven pariente humano acabó en una cueva oscura y profunda junto a los restos de otros 14 individuos de su especie.
Los restos pasaron desapercibidos hasta 2013, cuando unos espeleólogos que exploraban el conjunto de cuevas Rising Star, en Sudáfrica, se toparon con cientos de fragmentos de huesos y dientes de un nuevo pariente de los humanos modernos conocido como Homo naledi. Ahora, los investigadores que examinaron los fósiles de la cueva han montado el esqueleto parcial del niño, el primer esqueleto de un Homo naledi juvenil reconstruido hasta la fecha.


En la cámara Dinaledi se han descubierto más de 1800 fragmentos de huesos y dientes del 'Homo naledi' que han proporcionado una información sin precedentes sobre la anatomía de un antiguo pariente humano. Fotografía de Robert Clark. National Geographic Collection.

Se calcula que el individuo excavado en la cámara Dinaledi del conjunto de cuevas —llamado DH7 o Dinaledi Hominin 7— murió entre los ocho y los 15 años. Los huesos, desvelados en la revista PLOS ONE, son una mandíbula inferior derecha y 16 fragmentos del resto del cuerpo. Es muy inusual descubrir esqueletos tan completos de homínidos jóvenes que no pertenezcan a humanos modernos o a neandertales, ya que es menos probable que se fosilicen huesos más pequeños y menos firmes.
El esqueleto podría ayudar a los investigadores a averiguar cómo crecía el Homo naledi y si maduraba como los humanos modernos o más bien como nuestros ancestros anteriores.

«Lo más emocionante de esto es que pudimos establecer asociaciones probadas con un solo individuo. Podemos comparar el desarrollo dental con el desarrollo corporal e intentar deducir la forma en que se desarrollaba el 'Homo naledi'», afirma Lee Berger (izquierda), coautor del estudio y paleoantropólogo de la Universidad del Witswatersrand de Sudáfrica, así como explorador de National Geographic.

Katerina Harvati-Papatheodorou (derecha), paleoantropóloga de la Universidad de Tubinga que no participó en el estudio, explica por email por qué es tan importante hallar especímenes juveniles: «Como los fósiles de homínidos no siguen necesariamente los mismos patrones de crecimiento que los humanos modernos, dicha información también puede desvelarnos cuán similar o diferente era su crecimiento comparado con el de otras especies extintas o la nuestra».

Una cueva llena de Homo naledi

La mayoría de los fósiles de humanos primitivos son huesos individuales dispersos, no conjuntos que pertenezcan al mismo individuo. Los investigadores han descubierto pocos esqueletos juveniles de los homínidos Australopithecus afarensis, Australopithecus sediba y Homo erectus.

Sin embargo, el nuevo esqueleto de Homo naledi llama la atención. Las otras especies de homínidos primitivos vivieron hace más de un millón de años, mientras que el Homo naledi está mucho más cercano temporalmente a nuestra especie. El DH7 y otros fósiles hallados con el esqueleto se depositaron hace entre 226.000 y 335.000 años, cuando aparecieron indicios de humanos modernos en África. Aunque es posible que estas dos especies coexistieran, el Homo naledi presentaba varios rasgos físicos —como las caderas y los hombros—más cercanos a los de los homínidos antiguos.

La tibia izquierda de DH7 se descubrió con los extremos sin fusionar, lo que sugiere que el hueso se enterró con el tejido blando que lo rodeaba. Fotografía de Marina Elliot. Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwatersrand.

El hallazgo es el último descubrimiento de la cámara Dinaledi, que la Rising Star Expedition de Berger ha excavado con el apoyo de la National Geographic Society desde 2013. Llegar hasta la cámara no es tarea fácil. Los arqueólogos tienen que pasar el equipo y a sí mismos por unos pasadizos de menos de 20 centímetros de ancho.

Soportar un espacio tan reducido dio sus frutos. Cuando Marina Elliott (izquierda), coautora del estudio, dirigía las excavaciones en la cámara en 2013 y 2014, sus colegas y ella descubrieron un depósito de restos óseos. El equipo halló 1550 huesos y dientes repartidos por la superficie de la cueva que pertenecían al menos a 15 individuos de Homo naledi y que oscilaban de bebés a adultos. Hasta la fecha, se han descubierto más de 1800 fósiles en la cámara.

Elliott documentó minuciosamente el lugar donde encontraron cada fragmento de hueso, de forma que cuando sacaran los restos de la cueva el equipo pudiera averiguar qué huesos pertenecían a cada individuo, un reto similar a resolver 15 puzles diferentes cuando faltan algunas piezas y el resto están juntas en un montón.

Tras analizar la madurez y la ubicación de los huesos dentro de la cueva, los investigadores empezaron a ensamblar a DH7 y enseguida se percataron de que el fósil era especial. Algunos de los huesos de DH7 estaban articulados tal y como lo habrían estado en vida, una señal de que habían sido enterrados rodeados de su tejido blando original. Los restos estaban tan bien protegidos que la tibia izquierda de DHT aún conservaba ambos extremos, un hallazgo muy poco común.

Fotografía de la excavación con los restos del 'Homo naledi' DH7.

En homínidos jóvenes, entre ellos los humanos modernos, las terminaciones nudosas de las extremidades (epífisis) no se fusionan debidamente con la porción central de los huesos (diáfisis) hasta que el individuo ha terminado de crecer. Por consiguiente, los extremos de los huesos de las extremidades fosilizadas del juvenil suelen estar dispersos o ausentes.
«Se trata de un hallazgo increíble. Muchas veces, estas cosas no están dentro de un sistema de cuevas ni están protegidas del resto de los elementos, como el viento, la lluvia o las pisadas de la fauna africana», afirma Debra Bolter (derecha), autora principal del estudio y paleoantropóloga del Modesto Junior College en Modesto, California.

La juventud de los homínidos

¿Cuántos años tenía DH7? Por ahora, los investigadores no están seguros. Si el Homo naledi maduraba tan rápidamente como los homínidos anteriores, como el Homo erectus o el Australopithecus sediba, entonces DH7 habría fallecido entre los 8 y los 11 años. Si el Homo naledi maduraba más lentamente, como los humanos modernos y los neandertales, DH7 habría fallecido entre los 11 y los 15 años.

Los investigadores aún no cuentan con la información suficiente para establecer una distinción entre ambas posibilidades. La anatomía del Homo naledi es un mosaico de rasgos que se parecen tanto a los homínidos primitivos como a los más recientes. Los huesos curvados de las manos se parecen mucho a los de especies más antiguas que se desarrollan más deprisa, pero otras características —como los pies y los tobillos— se parecen mucho a las de los humanos modernos, que crecen más despacio.

Es más, partes diferentes del cuerpo del H. naledi podrían madurar a ritmos diferentes. Un estudio publicado en Science en 2017 demostró que los niños neandertales maduraban casi del mismo modo que los humanos modernos, pero sus columnas vertebrales crecían siguiendo un patrón distinto. «Fue una sorpresa, ¡no lo sabíamos! En el caso del 'Homo naledi' no lo ignoramos y ese sería un segundo paso de la investigación», afirma Antonio Rosas González (izquierda), autor principal del estudio de 2017 y paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid que no participó en el nuevo trabajo.

El revoltijo anatómico del Homo naledi se vuelve aún más desconcertante al ponderar su cerebro. Pese a sus muchos rasgos humanos, el tamaño de su cerebro era solo dos quintos del nuestro, lo que concuerda con los ancestros de los humanos más antiguos y primitivos.
«Mi primera reacción fue que, como el 'Homo naledi' se caracteriza por un tamaño cerebral mucho más pequeño que el del 'Homo sapiens', y que es más cercano al 'Homo erectus' o al 'Australopithecus sediba', así como por un tamaño corporal relativamente pequeño, sus patrones de maduración también se parecerían más a los de esas especies pese a las similitudes con el 'Homo sapiens'», afirma Harvati-Papatheodorou.

Fragmento proximal con superficie metafisaria; b) epífisis de la cabeza femoral no fusionada.

Sin embargo, la organización cerebral del Homo naledi parece haber sido más compleja que la de los homínidos previos y presenta un mayor desarrollo en áreas que podrían estar vinculadas a la fabricación de herramientas. En la cámara Dinaledi también se han hallado otras señales de la inteligencia del Homo naledi. El equipo de Berger ha interpretado los fósiles como un indicio de que este homínido podría haber enterrado a sus muertos de forma deliberada, idea que dio lugar a un acalorado debate cuando el equipo desveló su descubrimiento en 2015.

Normalmente, los cerebros pequeños se corresponden con desarrollos más rápidos. Pero con sus rasgos humanos y un cerebro complejo, es posible que el Homo naledi fuera la excepción a dicha tendencia. «Empiezas a ver que quizá el 'Homo naledi' rompiera las reglas», afirma Berger.

Un hueso de la mandíbula inferior derecha forma parte de un raro esqueleto juvenil del homínido Homo naledi. Fotografía de Marina Elliot. Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwatersrand.

Para poder medir el ritmo de desarrollo de este homínidohabrá que averiguar cuántos años tenía DH7 cuando murió. Por suerte, el equipo de investigación tiene el material que necesitan para averiguar la edad exacta de DH7: sus dientes.

Conforme se desarrollan, los dientes acumulan esmalte día tras día y dejan en la estructura líneas tenues que se parecen a los anillos de los árboles. Si cuentan estas líneas en algunos de los molares de DH7, los investigadores podrían determinar su edad, pero hacerlo tiene sus costes. O los investigadores cortan y destruyen parte de los dientes de DH7 o someten los dientes a unos potentes rayos X capaces de destruir cualquier proteína preservada que podría revelar la relación del Homo naledi con otros homínidos, nosotros incluidos.

«Tenemos que ser minuciosos para que lo que hagamos con una pieza no eche a perder un intento de obtener otro tipo de datos», afirma Bolter.

Fuentes: nationalgeographic.com.es | 2 de abril de 2020

La hibridación entre 'Homo sapiens' y 'Homo neanderthalensis' fue muy común en Eurasia, según un nuevo estudio

Ilustración de neandertales de Krapina (Croacia). (Photo by Time Life Pictures/Mansell/The LIFE Picture Collection via Getty Images).

El cambio de paradigma es cada vez más evidente. Durante décadas se pensó que las distintas especies humanas se habían desarrollado de forma independiente, pero cada vez hay más estudios que señalan que, realmente, pasó todo lo contrario, que hubo mezclas y cruces en los que el flujo genético iba de un lado para otro.

Homo Sapiens y Homo neanderthalensis, por ejemplo, comparten un pasado enredado. Estos dos tipos de homínidos, a lo largo de la historia, se han apareado no solo una vez, sino en múltiples ocasiones, según señalan los investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo en un estudio publicado en la revista Genetics.

Relaciones

El equipo dirigido por Omer Gokcumen (izquierda) ha descubierto que la huella de estos emparejamientos es especialmente fuerte en Eurasia (la masa continental terrestre compuesta por Europa y Asia), donde las personas tienen material genético vinculado directamente a los neandertales de las montañas de Altai, situadas en lo que actualmente es Siberia.

“No se trata de una sola introgresión (la introducción de genes de una especia a otra por medio de la hibridación) de material genético de los neandertales. Es una auténtica telaraña de interacciones que sucedieron una y otra vez, donde diferentes homínidos antiguos interactuaron entre sí”, escriben los científicos.
En un artículo publicado en 2016 ya se apuntaba, en base al análisis del fósil de una falange de un pie de neandertal, que los apareamientos entre ambas especies se remontan a hace como mínimo 100.000 años de antigüedad y que fue una conducta recurrente allí donde los Homo sapiens y neandertales coincidieron.

Foto: Falange de un dedo del pie de una mujer neandertal hallado en Denisova en 2010, y la ubicación de muestras neandertales de las que se disponen datos de todo el genoma.

Otras investigaciones también han demostrado que los neandertales vinculados a la Cueva de Vindija, en la actual Croacia, contribuyeron con su ADN a las poblaciones euroasiáticas modernas. “Nuestros resultados refuerzan el concepto de que el código genético de los neandertales ha sido tejido en el genoma humano en múltiples ocasiones a medida que nuestros antepasados se encontraron con los neandertales una y otra vez en diferentes partes del mundo”, señala Gokcumen.

“La imagen que tengo en la mente ahora mismo es que tenemos todas estas poblaciones de homínidos arcaicos en Europa, en Asia, en Siberia, en África. Por una razón u otra, los antepasados de los humanos modernos comienzan a expandirse y, a medida que van ocupando nuevos territorio, se encuentran con otros parientes y absorben su ADN, si lo desean”, añade este profesor de ciencias biológicas.

La cuestión es que es muy probable que los Homo sapiens se cruzaran con diferentes grupos de neandertales en diferentes momentos de su expansión a otras partes del mundo. Y no solo se mezclaron con neandertales, sino que también lo habrían hecho con denisovanos y, potencialmente, con otras poblaciones de homínidos aún desconocidas.

“Estos eventos de introgresión pueden haber contribuido a la variación de los humanos existentes, con consecuencias biomédicas y evolutivas”, exponen en su artículo. Especialistas de la Universidad de Stanford incluso han apuntado que nuestros primos lejanos habrían desaparecido hace alrededor de 40.000 años por culpa de las enfermedades propagadas por los Homo Sapiens.

Para comprobar sus hipótesis, los científicos de Buffalo analizaron el genoma de cientos de personas de ascendencia euroasiática buscando fragmentos de material genético que pudieran haber sido heredados de los neandertales.

Los estudios realizados dieron como resultado que, a través de las poblaciones de Eurasia estudiadas, se podían rastrear parte del material genético hasta dos linajes concretos de Homo neanderthalensis: uno representado por los restos que fueron hallados en la cueva de Croacia y otro ejemplificado por un neandertal cuyos restos fueron descubiertos en las montañas de Altai, en Rusia. Los investigadores también descubrieron que las poblaciones modernas estudiadas comparten, además, deleciones genéticas (áreas de ADN que faltan) con los linajes de Vindija y Altai.

“Parece que la historia de la evolución humana no se parece tanto a un árbol con ramas que simplemente crecen en diferentes direcciones. Resulta que las ramas presentan muchas conexiones entre ellas. La historia ya no es tan ordenada como se creía antes”, apunta Omer Gokcumen en un comunicado.

Para los especialistas, cada genoma antiguo secuenciado parece crear una perspectiva completamente nueva para comprender la evolución humana. “Y cada nuevo genoma analizado en el futuro puede cambiar completamente la historia”, concluye.

Fuente: lavanguardia.com | 3 de abril de 2020