Descubren el nombre de una importante ciudad ibérica en Tarragona gracias a una moneda

El laborioso trabajo del equipo de arqueólogos de la Universidad de Barcelona (UB), iniciado hace 22 años en el yacimiento íbero de Castellet de Banyoles, en Tivissa (Ribera d’Ebre, Tarragona), ha tenido un nuevo premio, sorprendente y de relevancia científica. El hallazgo, un fragmento de plomo con una inscripción con el símbolo del alfabeto ibérico que se pronunciaría “Kum”. Es una prueba para acuñar monedas, localizada durante la última fase de excavaciones en el yacimiento, que hace pensar a los investigadores que la ciudad sería conocida con el nombre de Kum.

Ubicada en un enclave estratégico, junto al río Ebro y en una plataforma elevada, poseía además la ciudad de Kum un gran privilegio desconocido también hasta ahora. Los arqueólogos no han localizado solo la prueba para acuñar el metal, también se ha encontrado en la excavación un cuantioso número de monedas con la misma inscripción ibérica. La ciudad, posible capital de todos los ilercavones, poseía la fábrica de la moneda.

Entrada al poblado ibérico del Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona). Wikipedia.

“Es un hallazgo excepcional, una prueba de que estas monedas se estaban acuñando en este sitio y que nos permite saber el nombre en la antigüedad de estas aglomeraciones urbanas, la ciudad de Kum”, destaca David Asensio Vilaró (izquierda), de la Universidad de Barcelona, arqueólogo del equipo y codirector de la excavación.

La capital de los ilercavones, en discusión

Son piezas de un mismo puzle que encajan y hacen pensar a los arqueólogos que este asentamiento, que ya se sabía relevante, ejercía la capitalidad. “Encontrar una prueba de acuñación es la demostración clara que estamos ante la ciudad de Kum, por lo tanto, estamos probablemente en lo que era la capital de la Ilercavonia. Es una gran noticia a nivel científico”, destaca Josep Manel Rueda (derecha) director de la Agencia Catalana del Patrimonio Cultural.

Un sector de la ciudad ibérica de Castellet de Banyoles.

"Es una prueba de la importancia geostratégica del yacimiento en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, según destaca Rafel Jornet Niella (izquierda), investigador principal del proyecto. Un enclave de primer orden de todo el territorio del pueblo íbero de los ilercavones, que dominó la parte baje del curso del río Ebro. Tortosa se cree que era la otra gran ciudad de Ilercavonia, aunque no se ha podido probar con hallazgos arqueológicos su capitalidad.

Para los arqueólogos se abre pues un apasionante tema de debate y discusión científica. “La capital de la ilercavonia, del territorio ilercavón, siempre se ha ubicado en la ciudad de Tortosa, pero no se ha podido confirmar con los hallazgos arqueológicos”, explica David Asensio. “Lo que ahora sabemos seguro es que había aquí otra gran ciudad, la de Kum, nombre del que los historiadores antiguos no habían dado ninguna noticia en la información restringida que se ha conservado hasta la actualidad, que es una pequeña parte. Es un asunto abierto, un tema de discusión, no lo podemos afirmar”, añade.

Torres pentagonales de defensa del poblado Castellet de Banyoles.

Más contundente es el director de la Agencia Catalana del Patrimonio Cultural, Josep Manuel Rueda: “Entre todos nos tenemos que felicitar porque teníamos muchos indicios de que estábamos ante una gran ciudad ibérica, por la ubicación y extensión del yacimiento, de cuatro hectáreas, con anchas calles y casas grandes que denotaban la presencia de una aristocracia importante y materiales que denotaban también su riqueza; pero faltaba la prueba fehaciente de que era una gran ciudad, la capital de la ilercavonia, y hemos encontrado esta capitalidad”, apostilla Rueda. Tampoco puede descartarse que uno o dos enclaves hiciesen la función de capital.

Arqueólogos trabajando en la consolidación de los restos de casas excavados en el Castellet de Banyoles.

Toda una ciudad bajo tierra por descubrir

Este yacimiento ibérico, el de Tivissa, con una extensión de más de cuatro hectáreas, tiene un especial valor e interés arqueológico porque se ha conservado intacto hasta nuestros días, dado que no se construyó encima otra ciudad. “Lo que hace excepcional este yacimiento es que no ha habido una superposición de ciudades posteriores, no ha tenido una continuidad de ocupación, por lo que la podemos excavar entera. Hasta ahora hemos sacado solo un 20%, queda el otro 80%”, destaca David Asensio.

El hallazgo ha sido posible por el trabajo exhaustivo de un grupo muy experimentado de arqueólogos del equipo del Grup de recerca sobre l’Arqueologia de la Complexitat i els Processos d’Evolució Social (GRACPE) de la Universidad de Barcelona. El mismo equipo se ha especializado durante años en excavaciones y yacimientos ibéricos. En el mismo yacimiento colaboran también la Agencia Catalana del Patrimonio Cultural y la Dirección General de Patrimonio Cultural del Departamento de Cultura y el Ayuntamiento de Tivissa.

Vista del yacimiento de Castellet de Banyoles.

El objetivo ahora, de futuro, además de seguir excavando por sectores como hasta ahora, es abrir el yacimiento al público, después de consolidar los restos arqueológicos. Se plantea un proyecto museístico del yacimiento, con la posibilidad de rehacer alguna casa y de ver si se aplican las nuevas tecnologías para interpretar la probable capital de ilercavonia.

En los tres últimos años, las campañas de excavación han confirmado el carácter urbano del asentamiento con la delimitación de nuevos tramos de barrios de casas. Separados por una gran calle de 12 metros de largo, han aparecido además los fundamentos de edificaciones de hasta 250 m², la más grande, y de 30 m² la más pequeña. Esto refuerza según los investigadores la idea de una fuerte estratificación social dentro de la comunidad ibérica de Castellet de Banyoles (Kum) y es un claro reflejo de la base de organización sociopolítica del mundo ibérico en la Ilercavonia durante el siglo III a.C.

Fuente: lavanguardia.com | 27 de noviembre de 2020

El deshielo deja al descubierto flechas de hace 6000 años en Noruega

Un investigador examina el astil de una flecha de madera que apareció en el manchón de hielo de Langfonne, en Noruega. FOTOGRAFÍA DE GLACIER ARCHAEOLOGY PROGRAM, INNLANDET COUNTY COUNCIL.

Un equipo de arqueólogos ha descubierto decenas de flechas —algunas de hace 6000 años— en un manchón de hielo de 24 hectáreas que se está fundiendo en las altas montañas de Noruega.

Las expediciones para analizar el manchón de hielo de Langfonne en 2014 y 2016, ambos veranos particularmente cálidos, también revelaron numerosos huesos y astas de reno, lo que sugiere que los cazadores utilizaron el manchón de hielo durante milenios. Su técnica de caza no cambió pese a que las armas que utilizaban evolucionaron de puntas de flecha de piedra y conchas de río a puntas de hierro.

Ahora, el equipo de investigación ha revelado sus hallazgos en un estudio publicado ayer en la revista Holocene. El equipo descubrió una cifra récord de 68 flechas parciales y completas (y cinco puntas de flecha) en el manchón de hielo fundido y sus alrededores, más que las recuperadas en cualquier otro yacimiento congelado del mundo. Algunos de los proyectiles datan del Neolítico, mientras que los más «recientes» son del siglo XIV d.C.

Aunque la cantidad de proyectiles históricos es asombrosa, los descubrimientos de Langfonne también desafían las ideas generalmente aceptadas en la especialidad relativamente nueva de arqueología de manchones de hielo y aportan nuevas pistas sobre el potencial del hielo para preservar o destruir evidencias del pasado en el transcurso de milenios.

¿Una «máquina del tiempo» de hielo?

Desde que los arqueólogos empezaron a estudiar el yacimiento de forma sistemá..., se han hallado artefactos preservados casi a la perfección que datan de periodos remotos en manchones de hielo de Noruega a Norteamérica. Por sí solos, los hallazgos individuales contienen información sobre la artesanía y las tradiciones de caza del pasado.

De hecho, Langfonne fue uno de los primeros manchones de hielo que salió a la luz, después de que un senderista local descubriera un zapato de cuero de 3300 años junto al borde del hielo en el verano de 2006 e informara al arqueólogo Lars Pilø (izquierda), que ahora es investigador en el Departamento de Patrimonio Cultural de la Diputación Provincial de Innlandet y coautor del nuevo estudio.

Desde que aquel descubrimiento alertó a Pilø de la posibilidad de que hubiera objetos preservados en manchones de hielo de montaña, los investigadores de Noruega y de otros países —hay yacimientos similares en el Yukón canadiense, las Rocosas estadounidenses y los Alpes europeos— se han preguntado si la distribución de objetos en y sus alrededores podría revelar cómo y cuándo se utilizaron estos lugares y cómo crecieron con el paso del tiempo.

Foto: Zapato de cuero de la Edad del Bronce recuperado en 2006

A diferencia de los glaciares, que son básicamente ríos congelados de movimiento lento, los manchones de hielo son depósitos fijos de nieve y hielo que pueden crecer y menguar con el tiempo. Los investigadores asumieron que los yacimientos como Langfonne se parecían a un banco de nieve al final del invierno: a medida que aumentan las temperaturas, los objetos atrapados en su interior se descongelan en el orden en que fueron depositados.

«La idea era que el hielo es como una máquina del tiempo. Cualquier cosa que se caiga en él se queda ahí y está protegida», afirma Pilø.

Eso significaba que los objetos más antiguos se encontrarían en el núcleo más profundo del manchón de hielo, del mismo modo que los arqueólogos que trabajan con artefactos enterrados en el suelo asumen que las capas inferiores de tierra contienen artefactos más antiguos. Y como se creía que los manchones de hielo crecen de forma constante con las nevadas de cada invierno, los hallazgos más recientes estarían más cerca de los límites del hielo.

Los arqueólogos plantearon la teoría de que, si los manchones de hielo congelaran los objetos en el lugar exacto donde los perdieron, dichos objetos podrían ayudar a reconstruir lo que hizo la gente en el pasado, el tamaño de los manchones en momentos específicos de la prehistoria y la velocidad a la que crecían y menguaban con el tiempo.

Izquierda: La parte delantera de una flecha de la era vikinga hallada en Langfonne incluye una punta de flecha de hierro preservada con ataduras hechas con tendones y corteza de abedul. Derecha: Otra flecha de la era vikinga de Langfonne también incluye una punta de hierro con ataduras hechas de tendón y corteza de abedul. FOTOGRAFÍA DE MUSEO DE HISTORIA CULTURAL/UNIVERSIDAD DE OSLO.

Las flechas de Langfonne parecían ofrecer una forma de probar la teoría de la máquina del tiempo.

Las flechas y los huesos de reno confirmaron las sospechas pasadas de que los manchones de hielo de alta montaña eran focos de caza de renos en Noruega: cuando estas criaturas amantes del frío se retiraban al hielo para evitar las picaduras de insectos durante los meses de verano, la gente los seguía con arcos, flechas y cuchillos de caza.

Renos sobre la nieve en Lagfonne.

Pero tras datar todas las flechas con carbono radioactivo y sacar decenas de fechas más de los restos de renos hallados en el hielo, los investigadores se percataron de que, al menos en Langfonne, la teoría de la máquina del tiempo era poco fiable. Los investigadores creían que los objetos más antiguos estarían atrapados en la misma posición desde el día en que los perdieron y que se preservaban de igual modo que los artefactos sepultados en hielo en los siglos posteriores. Pero los objetos más antiguos de Langfonne, que se remontan al Neolítico, estaban fragmentados y muy desgastados, como si el hielo los hubiera movido o hubieran estado expuestos al viento y el sol durante años.

En cambio, las flechas de periodos posteriores —como la flecha de 1500 años hecha con una concha de mejillón afilada recogida de un río a al menos 80 kilómetros— estaban en tan buen estado que parecía que las habían disparado ayer mismo. «Esto plantea la sospecha de que ocurrió algo dentro del hielo» que expuso y recongeló los objetos más antiguos, afirma Pilø.

Una punta de flecha de 4000 años hecha de cuarcita, momentos después de que fuera sacada de la tierra.

Y las flechas no parecían haber surgido del hielo en un orden específico, como cabría esperar si el hielo formase capas perfectas con el paso del tiempo. Había flechas elaboradas con milenios de diferencia no muy lejos las unas de las otras en los bordes del manchón. «La idea de que encuentras las evidencias más antiguas cuando el manchón de hielo está en su punto más pequeño no es cierta», afirma Rachel Reckin (izquierda), arqueóloga de Montana State Parks y que no formó parte del equipo de investigación. «Parece que la gravedad y el agua mueven mucho los objetos».

El coautor Atle Nesje (derecha), glaciólogo de la Universidad de Bergen, dice que es probable que hace miles de años los veranos cálidos expusieran artefactos más antiguos, que las corrientes de agua de deshielo movieron hasta el límite del manchón de hielo antes de recongelarse. El peso del hielo que ejerce presión sobre las capas inferiores podría haber hecho que se movieran, transportando con ellas sus contenidos congelados. También cabe la posibilidad de que el viento intenso moviera los astiles de madera de las flechas por la superficie hasta que se quedaron atrapados en rocas o volvieron a sepultarse bajo la nieve. Por su parte, las flechas perdidas más recientemente en la nieve parecen haberse quedado en su lugar.

Como es posible que las flechas antiguas fueran arrastradas por el agua de deshielo y se recongelaran, el lugar donde las encontraron podría estar muy lejos de su lugar original. Esto significaba que utilizar las flechas datadas con carbono radiactivo para cartografiar el tamaño del mapa en el pasado era un callejón sin salida. «Los glaciólogos y arqueólogos del manchón de hielo esperaban que los objetos nos dieran una idea del tamaño con el paso del tiempo, pero no ha podido ser», afirma Reckin.

Glotones y vikingos

Los investigadores quedaron gratamente sorprendidos por que las flechas de Langfonne, una vez datadas, pudieran aportar pistas útiles sobre cómo las personas utilizaron el manchón de hielo con los años. Por ejemplo, durante periodos determinados, el equipo halló muchos huesos de reno, pero muy pocas flechas. Esto sugiere que las personas no cazaban en el hielo; más bien, es probable que los renos fueran cazados por glotones (Gulo gulo, izquierda) que entierran sus cadáveres en la nieve para comérselos más tarde.

Entre los años 600 y 1300 d.C. —más o menos la era vikinga— la datación con carbono radiactivo reveló un tipo de actividad diferente en Langfonne. «Encontramos muchas flechas, pero apenas restos de renos», afirma Pilø. «Eso no es una coincidencia». Los humanos trabajaron duramente para retirar del hielo a los renos que mataban y hacerse con sus pieles y astas para venderlas como bienes comerciales.

El conocimiento en rápida evolución sobre el hielo y los secretos que alberga coincide con la velocidad a la que desaparece el hielo. «He estudiado los glaciares noruegos durante los últimos 40 años. Son muchos cambios», afirma Nesje. «Da miedo ver lo rápido que pueden fundirse los manchones de hielo, de un día para otro».

Flecha de 4000 años tal como se encontró en la superficie del hielo, justo después de que se derritió.

Basándose en el crecimiento del liquen en las rocas que rodean el manchón de hielo, Nesje estima que el Langfonne actual tiene la mitad de la superficie que en los años noventa y una décima parte de la superficie que tenía en la Pequeña Edad de Hielo, un periodo de bajas temperaturas a nivel global entre los siglos XIV y XIX.

La fusión constante significa que los arqueólogos tendrán que actuar deprisa para preservar tanta información como sea posible. «El tiempo es fundamental e intentamos ser buenos científicos mientras hacemos todo lo que podemos con los datos que tenemos», afirma Reckin. «Cada pieza de este puzle que nos ayude a comprender la complejidad de estos procesos es muy útil».

Fuentes: nationalgeographic.comsecretsoftheice.com | 25 de noviembre de 2020

Los antiguos agricultores hititas pagaban impuestos sobre la cebada y el trigo

Durante su cenit, el Imperio Hitita rivalizó y amenazó al antiguo Egipto.

Un equipo de arqueólogos del Reino Unido y Alemania ha llevado a cabo un análisis arqueobotánico de restos vegetales recuperados en el complejo de almacenamiento real, de 3.500 años de antigüedad, en el enclave de la antigua capital hitita de Hattusha.

Ruinas de Hattusa (Puerta del León) en Boğazköy (Turquía).

Hattusha, también conocida como Hattusa, Hattusas o Hattush, está situada en la meseta centro-norte de Anatolia, aproximadamente a 210 km al este de Ankara, Turquía. Fue establecida por Hattusili I, un rey del Imperio Antiguo Hitita, en 1650 a. C.

El sitio fue redescubierto a fines del siglo XIX, y las excavaciones, realizadas por arqueólogos del Deutsches Archäologisches Institut, comenzaron en la década de 1930. En 1999, desenterraron un enorme complejo subterráneo de almacenamiento de granos, o silo, que medía 118 metros de largo por 33-40 de ancho.

"La capacidad total del complejo era de entre 7.000 y 9.000 m3, suficiente para almacenar entre 5.512 y 7.087 toneladas de cereales, que es suficiente para alimentar a una población de 20.000-30.000 durante un año", dijo la profesora Amy Bogaard (izquierda), de la Universidad de Oxford y colegas escribieron en su artículo publicado en Antiquity.

“Internamente, el silo se dividió en 32 cámaras de almacenamiento individuales que estaban selladas herméticamente y podían llenarse y vaciarse de forma independiente”.

"Fue parcialmente destruido por un incendio a principios del siglo XVI a. C., poco después de su construcción".

“Tras la excavación, la característica más espectacular de este descubrimiento fue que algunas de las cámaras del silo estaban llenas y contenían cientos de toneladas de grano de cereal carbonizado intacto”.

La profesora Bogaard y su equipo analizaron 45 muestras de las cinco cámaras excavadas del antiguo silo. Las muestras contenían una mezcla de granos de cereales bien conservados, paja de cereales, legumbres y semillas de malas hierbas.

(A) Plano de Hattusha, con el silo en rojo; (B) Plano del complejo de silos con las cinco cámaras excavadas indicadas por color. Crédito de la imagen: Deutsches Archäologisches Institut / Diffey et al .

“De estos grupos, los granos de cebada descascarada (Hordeum vulgare) y los granos o espiguillas enteras de los trigos descascarados, (Triticum dicoccum) y (Triticum monococcum), dominaban dentro del conjunto”, escribieron los investigadores.

"La cebada descascarada fue el cereal identificado con más frecuencia, una preferencia que puede atribuirse a la tolerancia a la sequía de esta especie. El predominio de los cereales en todo el conjunto concuerda con el uso del silo como depósito de almacenamiento de productos gravados con impuestos”.

Los científicos también se sorprendieron al encontrar la gran cantidad de semillas de malezas en cada muestra. De las 100 especies identificadas, 17 se encontraron en más del 50% de las muestras y siete en más del 80% de las mismas.

“Las especies que ocurren con frecuencia incluyen el obispo silvestre (Bifora radians), el ranúnculo de maíz (Ranunculus arvensis) y la hierba de vaca (Vaccaria pyramidata), todas las cuales son nativas de la meseta central de Anatolia y asociadas con la agricultura arable moderna”, escribieron.

“Otras especies de plantas identificadas desde el silo incluyen cultivos potenciales: trigo duro (Triticum aestivum / durum), yeros (Vicia ervilia), lenteja (Lens culinaris), almorta (Lathyrus sativus / cicera) y una variedad de pequeñas habas sin semillas (Vicia faba var. minuta)”.

Cultivos carbonizados y material de malezas del complejo de silos de Hattusha: (A) espiguillas y granos de trigos descascarados y semillas de malezas asociadas; (B) grano de cebada descascarado; (C) semillas de ranúnculo de maíz; (D) semillas de obispo silvestre. Crédito de la imagen: R. Neef / Diffey et al .

Los hallazgos del equipo revelaron una instantánea detallada del alcance de la agricultura hitita a principios del siglo XVI a. C.

"Los agricultores hititas cumplían con sus obligaciones fiscales al participar en la producción de cereales con bajos nutrientes, pero que proporcionaban rendimientos razonables incluso en condiciones de cultivo marginales", escribieron los autores.

"Sin embargo, al separar los resultados por cámara en el silo también se destaca el alto nivel de variación que existía dentro de este sistema relativamente extenso, y ha revelado la existencia de regímenes agrícolas múltiples y distintos".

“Esta gama de regímenes de cultivos, según lo denotado por el análisis de isótopos estables de los mismos, así como el análisis ecológico funcional de la flora de malezas asociada, indica una variabilidad agroecológica apreciable, lo que sugiere que algunos agricultores tenían acceso a suelos mejor regados y a suministros de estiércol, así como animales y mano de obra".

“Los cultivos hallados en el silo parecen haber tenido orígenes distintos, lo que demuestra que la administración real pudo gravar la producción de una economía agrícola variada en su interior rural”, agregaron.

"La reconstrucción detallada de la agroecología hitita sugiere que la producción extensiva de cereales a gran escala fue una estrategia económica clave patrocinada por el Estado, con implicaciones para la promoción de la desigualdad de la riqueza basada en la tierra y el expansionismo territorial de muchos estados antiguos".

Fuente: sci-news.com | 20 de octubre de 2020

La Beleña (Cabra, Córdoba): una necrópolis de estructuras hipogeas del Neolítico final

No presencial. Disponible en nuestra web y canal de youtube. Martes, 1 de diciembre. 18:00

Mª. Dolores Camalich Massieu (Universidad de la Laguna) y Jonathan Santana Cabrera (Durham University)

La Beleña es una necrópolis de estructuras funerarias colectivas -excavadas en la marga caliza-, localizada en Cabra (Córdoba) y datada entre 3300-2850 Cal. a.C. durante el Neolítico final. En este periodo, los enterramientos se ubicaron en cuevas naturales, o en construcciones megalíticas de variada tipología, así como en estructuras hipogeas.

Estos cambios y diversidad en las construcciones funerarias se han considerado como un reflejo del crecimiento demográfico, del proceso de sedentarización y la intensificación de la desigualdad social. La documentación derivada de los diferentes hipogeos del sur de la península ibérica se ha revelado como insuficiente para ahondar en estas consideraciones. Esto se debe a que la atención se ha orientado a la clasificación tipológica de los ajuares y las estructuras funerarias, permitiendo así adscribir las sepulturas a un determinado momento histórico según recogía la literatura tradicional. De esta manera, el análisis antropológico y arqueotanatológico de los restos humanos conservados ha estado relegado a un segundo plano.

Hallan evidencias de presencia humana, de hace 13.000 años, en la laguna de Tagua Tagua, en la región de O’Higgins (Chile)

El proyecto “Tagua Tagua Milenaria” finalizará en pocos días su primera etapa de trabajo sobre el terreno, tras dos semanas de excavación y recolección de fósiles en la antigua Laguna de Tagua Tagua, una extensa área arqueológica de importancia mundial, ubicada a 140 kilómetros de Santiago de Chile.

En esta primera fase, a cargo del arqueólogo de la UACH, Rafael Labarca (izquierda), el grupo multidisciplinario ha evidenciado la existencia de asentamientos humanos de la época de transición del Pleistoceno-Holoceno en la antigua laguna de Tagua Tagua, en la región de O’Higgins (Chile). Esta importante evidencia científica permitiría confirmar algunas hipótesis sobre los modos de vida de los primeros humanos en Chile y la extinción de la megafauna presente en el lugar, transformándose en uno de los sitios arqueológicos más importante del continente, abriendo nuevas perspectivas a la investigación científica mundial.

Foto: Una vista de Parque Tagua Tagua.

El paleontólogo e investigador postdoctoral de la Universidad de O’Higgins, Erwin González (derecha), a cargo de la segunda fase de análisis en laboratorios nacionales y extranjeros, revela que la evidencia de un poblamiento temprano convierte a Tagua Tagua en un laboratorio natural excepcional para la investigación científica mundial, “Tagua Tagua es el sitio con la mayor biodiversidad animal del pleistoceno de Chile, lo cual permitió que la laguna se posicione como un gran eco-refugio para los humanos, al menos desde hace más de 13.000 años”, detalla el investigador, agregando que además de la importancia para el mundo científico “este hallazgo debe aportar a la ciencia, a la investigación escolar y universitaria, y al desarrollo de un polo de turismo científico y patrimonial que impacte positivamente en el territorio”.

El patrimonio científico local, entendido como todos los saberes que surgen de la ciencia y que son parte de la cultura de un territorio, es uno de los pilares del proyecto. Bajo esa premisa el Vicerrector de la Universidad de O’Higgins, Marcello Visconti (izquierda) enfatiza el compromiso de la Academia por la puesta en valor del patrimonio científico. “Nos encontramos en un lugar que podría dar respuesta a una infinidad de preguntas y que alberga información valiosísima de nuestro pasado, que podría explicar el presente y proyectar el futuro”, señala el vicerrector.

En tanto, Rodrigo Verschae (derecha), Director del Proyecto Asociativo Explora O’Higgins, aseguró que “Tenemos una tremenda responsabilidad de visibilizar la continuidad de un trabajo que se viene realizando hace más de 70 años, iniciado por grandes investigadores como Ignacio Domeyko, Lautaro Núñez y Julio Montané, y que hoy la ciencia permite analizar con tecnología de punta y nuevas perspectivas, y de esta forma ayudar a explicar la evolución del hombre y las especies”, agregó Verschae quien además señaló que parte de esta investigación se puede conocer en el Documental “Tagua Tagua Milenaria” recientemente estrenado en el Festival de la Ciencia O’Higgins 2020, disponible en redes sociales de Explora O’Higgins.

En los próximos meses comenzará la fase de análisis de evidencias en laboratorios de la Pontificia Universidad Católica y otros centros de investigación en Estados Unidos, España y Nueva Zelanda gracias a convenios de colaboración científica que harán que Tagua Tagua recorra el mundo.

El equipo compuesto por arqueólogos, paleontólogos, geólogos y biólogos, entre otros, es la continuación de las primeras investigaciones arqueológicas iniciadas en la década del 60, que hoy cobran vida en este proyecto liderado por la Universidad de O’Higgins, en colaboración con la Universidad Austral de Chile, la Pontificia Universidad Católica y la Ilustre Municipalidad de San Vicente de Tagua Tagua, y que además cuenta con el apoyo público-privado a través de organismos nacionales como CODELCO, la Fundación Añañuca, el Proyecto Asociativo Explora O’Higgins, e internacionales como la Fundación Palarq.

Foto: Una vista de Parque Tagua Tagua.


Descubren lo que podía ser la casa de Nazaret donde se crió Jesús

Entrada a la casa del siglo I ubicada bajo el convento de las Hermanas de Nazaret.

Un equipo de arqueólogos trabajando en la ciudad de Nazaret, en la actual Israel, ha identificado los vestigios de una vivienda bastante bien conservada del siglo I. Los expertos consideran que podría ser la casa donde Jesús pasó su infancia. La estructura, que se apoyó en una cueva natural, tenía varias dependencias, una escalera excavada en la roca e incluso una azotea; y el estudio de su excelente artesanía interior sugiere que tuvo que ser obra de un hombre docto en estas labores, como José, según los investigadores.

El hallazgo del sitio no es nuevo. Las ruinas se descubrieron en 1880 bajo el convento de las Hermanas de Nazaret. Ya en ese momento se lanzaron las primeras hipótesis sobre si podría ser la casa de Jesús, pero la mayoría de los expertos las han rechazado a lo largo del siglo XX. Sin embargo, el investigador británico Ken Dark (izquierda), profesor de Arqueología e Historia en la Universidad de Reading, que lleva trabajando en el sitio con su equipo desde 2006, ha reavivado la teoría con nuevas evidencias.

En 2015, basándose en análisis preliminares, Dark ya publicó un artículo en la revista Biblical Archaeology Review sugiriendo que esa podría haber sido la casa de Jesús, José y María.

Ahora ha dado a conocer nuevos resultados en el libro The Sisters of Nazareth convent: A Roman-period, Byzantine and Crusader site in central Nazareth, que confirman que esta estructura es del siglo I y que no se podría hacer esta identificación bíblica-arqueológica con ningún otro sitio de la ciudad, según informa The Times.

El experto explica en su obra la compleja secuencia de ocupación del sitio. La vivienda inicial, en la que se han hallado fragmentos de cerámica y de vasija de piedra caliza -esto refuerza la teoría de que ahí vivió una familia y que pudo ser judía por los materiales de estos objetos-, se abandonó en algún momento del siglo I. El sitio empezó a utilizarse durante época romana como cantera y lugar de enterramiento. A finales del siglo IV, cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio, se construyó una pequeña iglesia-cueva adyacente decorada con mosaicos.

La vida en la zona

Las investigaciones de Dark y su equipo han desvelado también que sobre la estructura del siglo I y la posterior iglesia se levantó en el siglo V, en época bizantina, otro edificio religioso, el de mayor tamaño de Nazaret, y que podría ser su catedral. El investigador ha señalado que los vestigios de esta iglesia encajan con una descripción del siglo VII que habla de un templo erigido sobre la casa de Jesús y que se había convertido en un importante lugar de peregrinación. Es la única iglesia en la región, junto con la de San Pedro en Cafarnaúm, construida sobre estructuras del siglo I.

La casa del siglo I que muestra una de sus paredes excavadas en la roca. La posición de la escala indica la línea de una bóveda del período cruzado.

El espacio cristiano fue arrasado por los ejércitos musulmanes durante la época de las Cruzadas y reconstruido a finales del siglo XII principios del XIII. Los arqueólogos han descubierto un nivel de materiales quemados que confirman estos acontecimientos. Dark, consciente de que es imposible afirmar al 100% que esa casa fue en la que se crio Jesús, se ha mostrado no obstante optimista: "Todas las razones para dudar que podría ser se han ido. Esto es algo emocionante".

El Proyecto Arqueológico de Nazaret ha demostrado que este sitio ofrece una secuencia estratificada completa e importante de la antigua Nazaret, que incluye características del período romano temprano y posteriores bien conservadas.

La escalera de acceso que baja desde el nivel del suelo del Convento de las Hermanas de Nazaret hasta el nivel de la era bizantina que alberga la 'Iglesia de la Nutrición' de los siglos IV-V descrita en el relato de peregrinos del siglo VII 'De Locis Sanctis'. La escala de la iglesia y sus estructuras circundantes sugiere que Nazaret era un centro de peregrinación durante el período bizantino mucho más grande e importante de lo que se suponía anteriormente.

Las excavaciones en varios sitios cercanos a Jerusalén también han desvelado pistas sobre cómo era la vida en ese sitio en la época de Jesús. Roma tomó el control de Israel durante el siglo I a.C., pero Dark y su equipo han encontrado evidencias de que, a pesar de la creciente influencia romana, las personas que vivían en Nazaret y sus alrededores rechazaban su cultura.

Los arqueólogos han examinado un valle cerca de la localidad llamado Nahal Zippori, y concluyeron que las personas que vivían en el lado norte del valle, cerca de la ciudad romana de Séforis, estaban más dispuestas a abrazar la cultura romana que las del sur, más cerca de Nazaret, quienes parecen haberla rechazado. "Esto sugiere que el área de Nazaret era inusual, dada la fuerza de su sentimiento anti-romano y/o la fuerza de su identidad judía", ha explicado Dark.

Fuentes: elespañol.com | dailymail.co.uk | madainproject | 23 de noviembre de 2020