Descubren una misteriosa red de pozos alrededor de Stonehenge conectados por debajo de la tierra

Los megalitos que componen Stonehenge están dispuestos en un círculo casi perfecto. Dispuestos durante la Edad de Bronce, hace más de 5.000 años, tales megalitos pueden medir hasta 4 metros de alto. En sí mismos, han sido motivo de amplia investigación arqueológica. De hecho, aunque la teoría más aceptada sugiere que el sitio es un antiguo calendario solar, que marcaba exactamente 365,25 días, este monumental enclave sigue siendo una incógnita irresoluta de la Prehistoria.

Y ahora, un equipo de arqueólogos del Patrimonio Mundial de Stonehenge y Avebury ha descubierto una intrincada red de pozos, dispuestos en un círculo casi perfecto alrededor de Stonehenge. Con los megalitos en el centro, los investigadores han encontrado huecos cavados por seres humanos en la Prehistoria. Algunas de estas cavidades subterráneas miden casi 2,5 metros de largo.

Después de una ‘biopsia’ arqueológica

Los arqueólogos de la Universidad de Birmingham encontraron dichos pozos alrededor de Stonehenge después de realizar una «inducción electromagnética en la región», explica Science Alert. Tras el mismo, dieron con el hallazgo de una serie de cavidades subterráneas, las cuales no tenían una funcionalidad aparente. Y como quiera que no se encontró nada en el interior de estos huecos cavados por debajo de la tierra, los autores del estudio piensan que podría ser parte de una estructura ceremonial más grande.

Mapa: Cientos de posibles pozos prehistóricos detectados en el paisaje, indicando aquellos que han sido validados y excavados, trazados en un mapa magnético de suelos de Stonehenge. Crédito de la imagen: De Smedt et al.

Para entender esta estructura, ha sido necesario realizar una ‘biopsia arqueológica'. Tras el estudio electromagnético, los investigadores determinaron que estos pozos alrededor de Stonehenge tienen, al menos 8.000 años de antigüedad, por lo que habría situarlos en el periodo Mesolítico Temprano. Sin embargo, el sitio en sí mismo, se construyó hace unos 5.000 años, como se dice más arriba.

Esta diferencia de 3 milenios confunde a los científicos a cargo del estudio. Investigaciones anteriores en otros yacimientos similares han asociado estos pozos a tótems prehistóricos, o a los primeros intentos de crear un observatorio astronómico.

«Al combinar nuevas técnicas de estudio geofísico con la extracción de testigos y excavaciones puntuales, el equipo ha revelado algunas de las primeras evidencias de actividad humana descubiertas hasta ahora en el paisaje de Stonehenge», explica la arqueóloga Nick Snashall (izquierda), la cual trabaja en el emplazamiento.

En total, los investigadores descubrieron 415 cavidades subterráneas en el sitio, de los cuales seis fueron excavados en el curso del proyecto, y que que van desde el Mesolítico temprano (c. 8000 a. C.) hasta la Edad del Bronce Medio (c. 1300 a. C.), dice un comunicado de la Universidad de Birmingham., Sin embargo, los pozos alrededor de Stonehenge no son suficientes en sí mismos para determinar cuál era su función simbólica, ritual y práctica. En especial, si fueron realizados en aquel pasado remoto.

Foto: Toma de muestras ambientales en una fosa mesolítica. Crédito de la imagen: Universidad de Gante/Universidad de Birmingham.

Paul Garwood (derecha), profesor titular de Prehistoria en la Universidad de Birmingham dice: “Lo que estamos viendo no es una instantánea de un momento en el tiempo. Los rastros que vemos en nuestros datos abarcan milenios, como lo indica el período de tiempo de siete mil años entre los pozos prehistóricos más antiguos y más recientes que hemos excavado. Desde los primeros cazadores-recolectores del Holoceno hasta los habitantes de granjas y sistemas de campo de la Edad del Bronce, la arqueología que estamos detectando es el resultado de una ocupación compleja y en constante cambio del paisaje”.

Cada vez más huecos en el rompecabezas

Los arqueólogos británicos reconocen que el hallazgo de esta red de pozos en Stonehenge añade un grado más de dificultad para entender este yacimiento neolítico. Para ello, por lo tanto, la ‘biopsia’ que realizaron no es suficiente. Por el contrario, será necesario ver qué se esconde debajo de la tierra:

«Como arqueólogos, necesitamos información sobre aspectos como la cronología y la función como base para comprender el comportamiento humano del pasado. Ese rompecabezas contiene piezas que solo se pueden recuperar mediante excavaciones».

Foto: Un gran pozo, de más de 4 metros de ancho y 2 metros de profundidad, excavado en el lecho rocoso de tiza, se destaca como el rastro más antiguo de uso del paisaje descubierto hasta ahora en Stonehenge.

Según los investigadores, la mayor concentración de estos pozos está entre Stonehenge y el Durrington Walls Henge. Algunos de ellos fueron claramente hechos por manos humanas, mientras que otros son consecuencia del paso del tiempo en el espacio. El más reciente de ellos parece ser un depósito agrícola, explican los autores en Journal of Archaeological Science.

Además de demostrar que éste era un lugar especial para las comunidades de cazadores-recolectores, tal hallazgo arroja nueva luz sobre las funciones que tenía Stonehenge incluso antes de convertirse un calendario solar. Con todo lo anterior, los científicos piensan que esta misteriosa red de pozos subterráneos no fueron construidos en una misma época.

Por el contrario, arroja luz sobre la evolución de los asentamientos humanos en el sitio, a través de miles de años.

Fuentes: nationalgeographic.com | sciencealert.com | 13 de mayo de 2022

El arqueólogo del Templo Mayor de Tenochtitlán, Eduardo Matos Moctezuma, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales

El prestigioso arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma (México, D. F., 1940), investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México y fundador e investigador emérito del proyecto del Templo Mayor en la ciudad de Tenochtitlán, la antigua capital del imperio mexica, ha sido galardonado con el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022.

"Es un altísimo honor recibir un premio considerado en todo el mundo", dice a ABC en conversación telefónica mientras escucha el anuncio de su galardón en los medios de comunicación españoles.

En México son apenas las 5 de la mañana, pero Matos Moctezuma se expresa con lucidez y claridad. A su memoria afloran los recuerdos de sus maestros en la escuela de Antropología donde se formó y del que se siente deudor al recibir este premio.

"He recibido muchas distinciones, pero ninguna como el Princesa de Asturias", asegura.

«Eduardo, si quieres estudiar arqueología está muy bien, pero... ¿no sería bueno que estudiaras también en la Escuela Bancaria y Comercial?», le dijo su madre cuando estudiando bachillerato tomó la decisión de ser arqueólogo. Matos Moctezuma había leído el libro 'Dioses, tumbas y sabios', de C.W. Ceram y, según él mismo contó en una 'Autobiografía' que publicó en la revista 'Ancient Mesoamérica' en 2008, le apasionó tanto que decidió su devenir.

Con el tiempo este arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y maestro en Ciencias Antropológicas con especialidad en Arqueología por la Universidad Nacional Autónoma de México, se convertiría en el fundador y director del Proyecto Templo Mayor (1978) y posteriormente en director del Museo Nacional de Antropología (1986-1987) y del Museo del Templo Mayor (1987-2000).

Sacrificios

Investigador emérito del INAH desde 2001, Matos Moctezuma fue uno de los descubridores del del gran Tzompantli de Tenochtitlan, la mayor ofrenda ceremonial de cráneos hallada en el Templo Mayor. «Esta estructura tenía un simbolismo específico y muchos de estos cráneos podrían ser de enemigos de los mexicas que eran capturados, sacrificados y decapitados, como una advertencia de su poderío», explicó tras su hallazgo en 2015.

A sus 81 años este miembro honorario del Archeological Institute of America integra El Colegio Nacional, la máxima cátedra de México, y forma parte del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República mexicana en el área de ciencias sociales, filosofía e historia. Asimismo, es miembro del Seminario de Cultura Mexicana, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la Sociedad de Antropólogos del Caribe, de la Asociación de Escritores de México, de la Academia Mexicana de la Historia.

Autor de numerosas publicaciones, entre ellas destacan obras como 'El Templo Mayor de los aztecas' (1988), 'Muerte a filo de obsidiana' (1996), 'Estudios mexicas' (1999-2005) y 'La muerte entre los mexicas' (2010).

La Universidad de Harvard lo distinguió con la Medalla Henry B. Nicholson en 2002 y en 2016 estableció una cátedra con su nombre. Entre otras distinciones ha recibido la de Chevalier dans l’Ordre des Palmes Académiques, Chevalier de l’Ordre National du Mérite y Officier de l’Ordre des Arts et des Lettres en Francia; Socium ab Epistolis, por el Institutum Archaeologicum Germanicum; Orden Andrés Bello, otorgada por el gobierno venezolano y la de Doctor of Sciences Honoris Causa por la Universidad de Colorado.

Descubren la misteriosa esfinge del guardián de las momias reales de Luxor

La esfinge tiene unos 20 metros de alto y su rostro fue borrado.

Una misión internacional integrada por arqueólogos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), España, y del Centro de Documentación del Antiguo Egipto del Ministerio de Antigüedades de Egipto (CEDAE), ha descubierto los restos de una esfinge faraónica en la necrópolis egipcia de Luxor.

Según señaló José Ramón Pérez-Accino (izquierda), profesor de la mencionada universidad española, a través de un comunicado de prensa, "se trata de la esfinge del guardián de las momias reales de Luxor, que tiene unos 20 metros de alto y que parece haber sido destruida intencionalmente, borrando su rostro".

"Es muy posible, con toda la cautela con la puedo hablar, que la destrucción sea cristiana o musulmana. Fue destruida probablemente para evitar el culto de esa efigie”, comentó quien está a cargo del “C2 Project”, un estudio que se viene llevando a cabo desde hace varios años en el Valle de la Cachette Real , que está ubicado entre el Valle de los Reyes y el templo de Hatshepsut de Deir El Bahari, en la milenaria ciudad egipcia de Luxor, donde fue encontrada esta esfinge que tiene una gran similitud con la Esfinge de Giza.

“Todo esto se está corroborando. Lo primero que hicimos fue llegar allí y, al comenzar a limpiar, nos encontramos con los restos de una destrucción intencionada. La esfinge ha desaparecido y la cuestión es cuándo. La destrucción que hemos visto es muy, muy tardía. No sabemos si la destrucción que hemos encontrado se corresponde ya con la esfinge, pero es, desde luego, la destrucción del camino que va por debajo, eso está claro. Pero, para saber si se corresponde con la esfinge, tenemos que bajar más”, agregó Pérez-Accino.

Por último, si bien los especialistas reconocieron que aún no han podido precisar con exactitud su antigüedad, estiman que es muy posterior a la Esfinge de Giza, que data de hace unos 5.000 años.

“Si cogemos lo que hemos encontrado predinástico, que sería entre el 3.600 y el 3.700 a.C., y la destrucción, que se puede situar en torno al siglo VI o VII, el arco cronológico es enorme. Debo advertir que, por ahora, solo tenemos una evidencia predinástica, solo una. Pero, como digo a la gente de mi equipo, una es el cien por cien más que no tener ninguna”, concluyó.

Fuente: weekend.perfil.com | 18 de mayo de 2022

Un estudio revela que los antiguos uruguayos estaban más conectados con Panamá que con el Amazonas

Una escultura conmemora a los indígenas de Uruguay en la capital de Montevideo. La evidencia arqueológica de asentamientos humanos en la zona se remonta a 10.000 años. (Foto de Maximasu a través de Wikimedia Commons).

Las primeras secuencias completas del genoma de los pueblos antiguos de Uruguay proporcionan una instantánea genética de las poblaciones indígenas de la región antes de que fueran diezmadas por una serie de campañas militares europeas. PNAS Nexus ha publicado una investigación dirigida por antropólogos de la Universidad de Emory (EE.UU) y la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

"Nuestro trabajo muestra que los pueblos indígenas del antiguo Uruguay exhiben una ascendencia que no se había detectado previamente en América del Sur", dice John Lindo (izquierda), coautor del estudio y profesor asistente de antropología en la Universidad de Emory especializado en ADN antiguo. "Esto contribuye a la idea de que América del Sur es un lugar donde existía una diversidad multirregional, en lugar de la idea monolítica de una sola raza nativa americana en América del Norte y América del Sur".

Los análisis se basaron en una muestra de ADN de un hombre que data de hace 800 años y otra de una mujer que data de 1.500 años, ambas mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón a las Américas en 1492. Las muestras fueron recolectadas de un sitio arqueológico en el este de Uruguay por el coautor Gonzalo Figueiro, antropólogo biológico de la Universidad de la República.

Los trabajos de laboratorio mostraron una conexión sorprendente con los individuos antiguos de Panamá, el puente terrestre que conecta América del Norte y del Sur, y con el este de Brasil. Sin embargo, con quien no hay vínculo es con los amazónicos modernos. Estos hallazgos respaldan la teoría propuesta por algunos arqueólogos que indica que hubo dos migraciones separadas a Sudamérica: una que condujo hasta el Amazonas y otra distinta que llevó a determinados humanos a lo largo de la costa este.

"Ahora hemos proporcionado evidencia genética de que esta teoría puede ser correcta", dice Lindo. "Va en contra de la teoría de una sola migración que se dividió al pie de los Andes".

Ruta migratoria de la costa atlántica.

La evidencia arqueológica de asentamientos humanos en el área ahora conocida como Uruguay, ubicada en la costa atlántica al sur de Brasil, se remonta a más de 10.000 años. Los colonizadores europeos establecieron contacto inicial con los pueblos indígenas de la región a principios del siglo XVI.

Durante la década de 1800, los colonizadores lanzaron una serie de campañas militares para exterminar a los pueblos originarios, que culminaron en lo que se conoce como la masacre del Salsipuedes, en 1831, la cual tuvo como objetivo a un grupo étnico llamado Charrúas. En ese momento, escriben los autores, el término charrúas se aplicaba ampliamente a los remanentes de varios grupos de cazadores-recolectores en el territorio de Uruguay.

“A través de estas primeras secuencias del genoma completo de los pueblos indígenas de la región antes de la llegada de los europeos, pudimos reconstruir al menos una pequeña parte de su prehistoria genética”, dice Lindo.

El trabajo abre la puerta a los uruguayos de hoy en día que buscan potencialmente vincularse genéticamente con las poblaciones que existían en la región antes de que llegaran los colonizadores europeos. “Nos gustaría recolectar más muestras de ADN de sitios arqueológicos antiguos de todo Uruguay, lo que permitiría a las personas que viven en el país hoy en día explorar una posible conexión genética”, dice Lindo.

Evaluación de la afinidad genética del antiguo Uruguay con las Américas. A) Mapa de genomas completos antiguos y modernos utilizados en el estudio. B) Proyección del análisis de componentes principales de las muestras del antiguo Uruguay sobre los dos primeros componentes principales. C) Grupos de ascendencia generados con ADMIXTURE de genomas modernos y antiguos de las Américas en K = 4 grupos, que se eligió mediante validación cruzada.

El laboratorio de ADN antiguo de Lindo se ha especializado en mapear linajes humanos poco explorados de las Américas. La mayoría de los laboratorios de ADN antiguos se encuentran en Europa, donde el clima más frío tiene especímenes para el análisis mejor conservados.

Hay que tener en cuenta que se ha prestado menos atención a la secuenciación del ADN antiguo de América del Sur. Una razón es que los climas más cálidos y húmedos en gran parte del continente han hecho que sea más difícil recolectar muestras de ADN antiguo utilizables, aunque los avances en la tecnología de secuenciación están ayudando a eliminar algunas de estas limitaciones.

"Si eres descendiente de europeos, puedes secuenciar tu ADN y usar esa información para identificar de dónde son tus antepasados ​​en pueblos específicos", dice Lindo. "En cambio, si eres descendiente de personas indígenas de las Américas, es posible que puedas aprender que una parte de tu genoma es nativo americano, pero es poco probable que puedas rastrear un linaje directo, dado que no hay suficientes referencias disponibles de ADN antiguo".

Para complicar aún más el panorama, agrega, está la interrupción masiva causada por la llegada de los europeos, puesto que varias civilizaciones fueron destruidas y algunas poblaciones enteras fueron exterminadas.

Al colaborar estrechamente con las comunidades indígenas y los arqueólogos locales, Lindo espera utilizar técnicas avanzadas de secuenciación de ADN para construir un portal en línea gratuito con un número cada vez mayor de referencias de ADN antiguo de las Américas, y así ayudar a las personas a explorar y comprender mejor su ascendencia.

El trabajo fue financiado por una beca CAREER de la Fundación Nacional de Ciencias.

Fuente: Universidad de Emory | 5 de mayo de 2022

Hallan en Laos un diente de una misteriosa niña posiblemente denisovana (hace entre 164.000 y 131.000 años)

El supuesto molar de una niña denisovana hallado en Laos. Crédito de la imagen: Fabrice Deméter.

El descubrimiento de un antiguo molar, un diente que probablemente perteneció a una niña que vivió hace 164.000 años en una cueva en lo que ahora es Laos, es una nueva evidencia de que el misterioso linaje humano apodado los denisovanos, anteriormente conocido solo en cuevas en Siberia y China, también vivieron en el sudeste asiático, según describe un nuevo estudio al respecto.

"Esto demuestra que los denisovanos vivían en una amplia gama de entornos y latitudes y podían adaptarse a condiciones extremas, desde las frías montañas de Altai, en Rusia, en el Tíbet, y hasta en los bosques tropicales del sudeste asiático", dice el coautor del estudio, Clément Zanolli (izquierda), paleoantropólogo de la Universidad de Burdeos, Francia.

"Los estudios genéticos indican que los denisovanos estaban adaptados a climas fríos y de gran altitud, pero ahora también sabemos que vivían en climas más cálidos y húmedos y a baja altitud", agrega Zanolli.

Aunque los humanos modernos, Homo sapiens, son en la actualidad los únicos miembros sobrevivientes del género Homo, otros linajes humanos vivieron alguna vez en la Tierra. Los parientes extintos más cercanos de los humanos modernos incluyen a los neandertales de Europa y Asia y a los nuevos linajes denisovanos de Asia y Oceanía.

Diferentes vistas del diente de la niña denisovana hallado en Laos. Crédito de la imagen: Demeter, F. et al. Nature Communications.

Investigaciones anteriores estimaron que los ancestros de los humanos modernos se separaron hace unos 700.000 años del linaje que dio lugar a los neandertales y los denisovanos, y que los ancestros de los neandertales y los denisovanos se separaron hace unos 400.000 años. Sin embargo, el análisis genético de los fósiles de estos linajes extintos reveló que permanecieron lo suficientemente cerca como para cruzarse con los humanos modernos.

Hay muchas cosas sobre los denisovanos que siguen siendo un misterio. Hasta ahora, los investigadores han descubierto solo cinco fósiles vinculados con certeza a ellos: tres molares superiores, un hueso de un dedo y una mandíbula, lo que limita en gran medida lo que pueden los investigadores saber sobre ellos en general. Por otra parte, los científicos que descubrieron el pasado año un cráneo en China apodado "Hombre Dragón" afirman que pertenece a la especie, recién denominada, Homo longi, pero muchos otros investigadores sospechan que puede ser el cráneo de un denisovano.

También se debate dónde vivían exactamente los denisovanos. Todos los fósiles desenterrados hasta la fecha provienen de Asia continental, pero la evidencia genética anterior sugiere que las personas en Oceanía y las islas del sudeste asiático poseen herencia denisovana. Y ahora, el nuevo diente puede ser la primera evidencia fósil de denisovanos en el sudeste asiático.

"Cualquier fósil adicional descrito como un denisovano es relevante para comprender mejor su biología y evolución", dice Live Science el coautor del estudio, Fabrice Demeter, paleoantropólogo de la Universidad de Copenhague.

Fabrice Demeter y sus colegas observando una muestra de sedimento de la cueva Cobra, en Laos. Foto: Fabrice Deméter.

Los científicos descubrieron el diente en 2018 en un sitio conocido como cueva Cobra, en las montañas Annamite de Laos, el cual tiene una entrada ubicada a unos 34 metros sobre el suelo. La cueva, de piedra caliza, denominada técnicamente Tam Ngu Hao 2, se encontró debido a su proximidad a otro enclave donde investigaciones anteriores desenterraron fósiles antiguos de humanos modernos. La cueva Cobra también incluía fósiles de animales, como rinocerontes, tapires y ciervos sambar.

"Incluso si los resultados de estudios genéticos recientes sugieren que los denisovanos y los humanos modernos se encontraron en el sur de Asia durante el Pleistoceno tardío (hace entre 2,6 millones y 11.700 años), no esperaríamos encontrar un diente denisovano en Laos", dice la coautora del estudio, Laura Shackelford (izquierda), paleoantropóloga de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign.

El diente es un molar que aún no había brotado del lado izquierdo de la mandíbula inferior. Esto sugiere que pertenecía a un niño/a de entre 3,5 y 8,5 años. El análisis de la suciedad y piedra que rodea el mismo con técnicas como la datación por luminiscencia, que analiza cuánto tiempo hace que los granos minerales se expusieron por última vez a la luz solar para estimar su antigüedad, y la datación radiactiva, que permite medir la antigüedad de las cosas en función del tiempo que tardan ciertos elementos químicos en decaer radiactivamente, indica que el molar tiene entre 164.000 y 131.000 años.

Al estudiar las proteínas del esmalte del diente, el equipo confirmó que era del género Homo. Ahora bien, la ausencia de proteínas vinculadas con el cromosoma Y sugiere que el diente proviene de una niña (los investigadores no analizaron el fósil en busca de ADN antiguo porque el material genético rara vez se conserva bien en el tipo de sedimento que ostenta la cueva en que se halló, aparte de las condiciones tropicales presentes.

Esta panorámica muestra el lugar de la cueva Cobra Ngu Hao 2 en el norte de Laos. Es una cueva rocosa y escarpada con muchos escondites. La entrada de la cueva está a la izquierda. Crédito de la imagen: Copyright Fabrice Demeter/Universidad Copenhage.

Cuando los científicos compararon este molar con los dientes de otros homínidos, como el grupo que incluye a los humanos, nuestros ancestros y nuestros parientes evolutivos más cercanos (los neandertales), así como el grupo de los Australopithecus, encontraron que su estructura interna y externa se parecía más a los neandertales, si bien estaba ligeramente fuera de su rango conocido de variación. Además, el diente también difería del grupo de los humanos modernos y del Homo erectus, la primera especie humana conocida en usar herramientas de piedra relativamente sofisticadas. Aunque los científicos no pudieron excluirlo como perteneciente a un neandertal, sugirieron que su estrecha similitud física con un espécimen denisovano de China indicaba que el molar probablemente pertenecía a esta última especie humana.

"El diente indica que los denisovanos, en realidad, ya estaban en el sudeste asiático, lo cual es importante para comprender su rango de expansión geográfica", comenta Shara Bailey (derecha), paleoantropóloga de la Universidad de Nueva York, la cual no participó en este estudio. "Sabemos que su ADN llegó allí y que está presente en grupos recientes del sudeste asiático, pero esto indica que la población también estuvo presente en esa área".

"Incluso si resulta que este nuevo fósil no es de un denisovano, cualquier fósil similar hallado en esta área de Laos, en la que hasta ahora apenas se han descubierto fósiles humanos, es muy importante, especialmente si es un fósil no 'sapiens', como claramente parece ser", declara a Live Science Chris Stringer (izquierda), paleoantropólogo del Museo de Historia Natural de Londres, el cual tampoco participó en esta investigación.

Dada esa advertencia, Shara Bailey dijo: "Creo que es un buen estudio y que las conclusiones son sólidas. Estoy de acuerdo con su evaluación sobre el diente hallado".

Fuentes: livescience.com | Universidad de Copenhage | nytimes.com | 17 de mayo de 2022

Así vivían los constructores de Stonehenge: celebraban festines con vísceras durante el solsticio de invierno

Heces humanas recogidas en el asentamiento de Durrington Walls.Lisa-Marie Shillito

Stonehenge es el monumento prehistórico más famoso y enigmático del mundo. Las teorías sobre cómo y por qué se levantó este fascinante círculo con grandes bloques de piedra en el condado inglés de Wiltshire se han ido sucediendo, pero hay pocas certezas sobre quiénes lo construyeron o el tipo de ceremonias que allí se celebraban.

Por suerte para los científicos, a sólo 2,8 kilómetros del complejo megalítico, un asentamiento neolítico llamado Durrington Walls les está ofreciendo pistas sobre quiénes fueron los constructores de Stonehenge y el estilo de vida que llevaban hace cinco milenios, pues se cree que se alojaron en ese poblado durante la segunda fase de construcción de Stonehenge.

Para reconstruir aquella etapa, un equipo británico combina las excavaciones arqueológicas con las técnicas de laboratorio: "En la prehistoria sólo disponemos de pruebas arqueológicas, pues por entonces todavía no se había inventado la escritura", cuenta a este diario Piers D. Mitchell (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Cambridge y autor principal de esta investigación.

Así, su análisis de excrementos fosilizados hallados en Durrington Walls ha revelado de manera indirecta cómo eran los festines que celebraban, tal y como detallan hoy los autores en la revista especializada Parasitology. Los científicos han encontrado en esos excrementos prehistóricos parásitos similares a los que actualmente siguen provocando problemas intestinales a muchas personas cuando consumen alimentos de origen animal crudos o poco cocinados.

Durante 4.500 años, huevos de gusanos parásitos han permanecido ocultos en las heces fosilizadas, que los arqueólogos denominan coprolitos (porque en griego kopros significa 'excremento' y lithos, 'piedra'). Ahora, esos parásitos han salido a la luz al pasar los excrementos por el laboratorio.

"Como los órganos internos de los animales se descomponen en el suelo, tenemos mucha menos información sobre si eran consumidos por la gente, en comparación con la ingesta de carne, que sí podemos detectar a través de marcas de cuchillos en los huesos que muestran cómo fue retirada. Sin embargo, la presencia de parásitos demuestra que tanto las personas como los perros que estaban en Durrington Walls ingirieron también órganos internos de los animales que consumían", argumenta Mitchell a través de un correo electrónico.

Los huevos de gusanos Capillariidae en heces humanas, reconocibles por su forma parecida a un limón, indican que esa persona había comido los pulmones o el hígado crudos o poco cocinados de un animal ya infectado. Según Mitchell, aunque los gusanos Capillariidae pueden infectar al ganado y a otros rumiantes, parece que las vacas fueron la principal fuente que transmitió esos huevos de parásitos.

Huevo microscópico de tenia de pescado encontrado en coprolito de perro. La barra de escala negra representa 20 micrómetros. Crédito: Evilena Anastasiou/Universidad de Cambridge.

Durante las excavaciones de la zona considerada como el basurero principal en Durrington Walls, los arqueólogos encontraron cerámica y herramientas de piedra junto a más de 38.000 huesos de animales -el 90% eran de cerdos y algo menos del 10% de vacas-. Allí también se encontraron las heces mineralizadas utilizadas en el estudio.

En concreto, su equipo analizó 19 coprolitos. En cinco (uno de personas y cuatro de perros) hallaron huevos de gusanos parásitos, por lo que su teoría es que durante los festines de celebración comían órganos internos de animales como la vaca, y daban las sobras a los perros que tenían alrededor.

En un excremento de perro también encontraron huevos de parásitos procedentes del consumo de pescado crudo, pero en el yacimiento no se ha encontrado ningún indicio que sugiera que los humanos comieron pescado allí, por lo que se cree que el perro ya estaba infectado cuando llegó a Stonehenge. Esos análisis fueron realizados en Instalación Nacional de Isótopos Ambientales de la Universidad de Bristol y revelaron también que las vacas provenían de regiones del sur de Reino Unido.

Huevo microscópico de gusano capillariid de Durrington Walls. La barra de escala negra representa 20 micrómetros. Crédito: Evilena Anastasiou/Universidad de Cambridge.

Como precisa Mitchell, el asentamiento de Durrington Walls se ha datado en el año 2500 a.C, una etapa que coincide con el periodo en el que se cree que se erigieron los famosos trilithons, dos enormes piedras verticales que sostienen a una tercera roca vertical. Los científicos creen que algunos de los constructores de Stonehenge -un lugar que debía estar reservado al culto- se alojaron en Durrington Walls. "Las pruebas sugieren que estuvo habitado durante no más de 55 años, quizás sólo durante una década".

Sus habitantes iban y venían: "Parece que Durrington Walls sólo estaba habitado durante el invierno, y creemos que en verano se quedaba vacío. Esto sugiere que los granjeros y agricultores se quedaban durante los meses de verano en sus hogares de otras zonas del sur de Inglaterra, trabajando en el campo, y durante el invierno, cuando en Reino Unido no se cultivaba, viajaban hasta Stonehenge para trabajar en la construcción del monumento", teoriza el arqueólogo.

Una hipótesis que refrendan análisis isotópicos previos de los dientes de vaca de Durrington Walls, que sugieren que algunas reses fueron llevadas allí desde Devon o Gales, a unos 100 kilómetros de distancia, para un festín a gran escala. Los patrones identificados en los huesos de ganado del sitio sugieren que su carne se cortó principalmente para guisar y se extrajo la médula ósea.

El tipo de parásitos hallados en heces, dice Mitchell, es compatible con todos los indicios anteriores que apuntaban a la celebración de festines de invierno durante la construcción de Stonehenge.

El monumento prehistórico de Stonehenge en Wiltshire, Reino Unido. Crédito: Adam Stanford.

Se trata de las pruebas de parásitos intestinales en excrementos humanos más antiguas que se han identificado en Reino Unido, aunque como contextualiza el arqueólogo británico en otros lugares de Europa se han hallado de más antigüedad. "La prueba más antigua de parásitos intestinales en humanos se encontró en una cueva de Francia, en la que se hallaron huevos de nematodos en capas con una datación de hace 30.000 años".

Por lo que respecta a los parásitos que infectaron a los constructores de Stonehenge, dice Mitchell, sus huevos han sido encontrados también en yacimientos de Europa continental del Neolítico y de la Edad de Bronces, y esos gusanos siguen infectando a los animales hoy en día.

"Es probable que esos festines tuvieran lugar cada invierno, y que no sólo se hicieran una vez", dice el arqueólogo. "La razón por la cual creemos que esas celebraciones tenían lugar en invierno es porque los cerdos nacen en primavera, hacia el mes de marzo, y los huesos de cerdo que se han hallado en el yacimiento tenían unos nueve meses. Esto sugiere que los sacrificaban entre diciembre y enero, coincidiendo con el solsticio de invierno, cuando el sol se alinea con Stonehenge".

Fuente: elmundo.es | 20 de mayo de 2022