El misterio de la pequeña momia

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La historia podría protagonizar un cuento de García Márquez o un programa sobre fenómenos paranormales. Se trataba, hasta ahora, de una leyenda, pero ha resultado ser verdad. Un reciente inventario en el Museo de Cádiz ha permitido redescubrir la momia de una niña hallada en la iglesia de San Lorenzo, de la que hasta ahora nunca se había publicado noticia, aunque en el barrio se hablaba del asunto. De hecho, el actual párroco se quedó perplejo cuando supo que la niña momia existía, a consultas de este periódico, porque pensaba que se trataba de un viejo cuento.
El misterio, de todos modos, continúa. El lugar de los hechos, la iglesia de San Lorenzo; el año, 1987. Las obras de restauración en el templo gaditano sacaron a la luz el cuerpo momificado de una niña pequeña. Oculto en una grieta bajo la bóveda de la parroquia, no enterrado, el cadáver estaba envuelto en una esterilla de esparto y llevaba puesto un vestido de encaje, cosido con máquina de coser, medias de lana y zapatos, lo que indica una procedencia social más bien acomodada. Nada se sabe de su identidad. Solo que se data entre finales del siglo XIX y principios del XX. Nadie sabe porqué fue enterrada allí, un lugar extraño e inaccesible, sin ataúd, porque en esa fecha ya estaban prohibidos los enterramientos en las iglesias. Ninguna de estas incógnitas ha tenido respuesta hasta el momento. Quienes la vieron entonces recuerdan que tenía un rictus de dolor en la cara que resultaba espeluznante.
Según el informe que elaboró en 1999 la profesora Milagros Macías López, la pequeña se encontraba boca arriba, con el hombro derecho más elevado que el izquierdo, y la cabeza girada hacia el mismo, dando la impresión de una «postura antiálgica», es decir, una postura que se adopta para evitar un dolor.
Tras el hallazgo, los restos fueron enviados a la Facultad de Medicina y más tarde al Hospital Naval de San Carlos, en San Fernando, donde se llevó a cabo un estudio radiológico para determinar la edad de la menor y las posibles lesiones óseas. La autopsia fue realizada por el doctor Blanco Villero, anatomopatólogo del Hospital Naval.
Las radiografías revelaron que se trataba de una niña de 4 o 5 años, que presentaba una luxación de la cabeza del húmero, un hundimiento de la novena costilla y una diferencia de altura entre la cintura escapular derecha e izquierda. El informe apunta otras malformaciones y lesiones, posiblemente de tipo congénito. No aclara si fueron lesiones producidas antes o después de la muerte.
El hombro malformado de la pequeña, que podría sufrir la enfermedad genética de Sprengel, sufrió una luxación a causa de un traumatismo o golpe de gran intensidad. En este sentido, apunta la experta que «la niña murió sin que la luxación fuese reducida, lo que hace pensar en que los acontecimientos de la muerte y del traumatismo estuvieron próximos en el tiempo». Sin embargo, los estudios realizados, «no han revelado ningún dato que se pueda relacionar con la causa de la muerte». Eso sí, líneas más abajo añade que «se puede especular con una hipótesis que relacione las lesiones congénitas, la luxación del hombro y la defunción».
La teoría más plausible sería que la pequeña padeciera «crisis convulsivas que producen violentas contracciones musculares, que al actuar sobre unos tejidos blandos anómalos o ausentes del hombro derecho, pudieron producir su desarticulación». En este sentido, la autora se decanta por la epilepsia.
Experta en arqueología y medicina, Milagros Macías, firma su texto con una conclusión que reconoce que los ataques epilépticos llevaron a la pequeña a un status epiléptico y después, a la muerte. Aun así, el misterio sigue sin resolverse, ya que no se sabe por qué el cuerpo se ocultó en un resquicio bajo los cimientos de la iglesia, en lugar de darle sepultura en un camposanto.

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