LA ARQUEOLOGIA PROFESIONAL EN ESPAÑA

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DECONSTRUYENDO MITOS

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Hace varias semanas estuvo circulando por la red un artículo de Europa Press que hablaba de las consecuencias que la crisis económica ha tenido en la Arqueología Profesional. Básicamente, resumía algunas de las conclusiones a las que ha llegado un estudio que ha congregado a 21 países europeos dentro del denominado proyecto Descubriendo a los arqueólogos de Europa. En España, el encargado de dicha labor ha sido elINCIPIT–CSIC. Animo a aquellos interesados que todavía no lo conozcan a que le echen un vistazo, pues, humildemente, voy a dedicar los dos siguientes artículo a matizar la visión que nos da de la Arqueología Profesional en España.
Adelanto ya que a diferencia de los autores que han estudiado el caso español, no comparto su visión exageradamente optimista. No creo que estemos enfrentándonos a un problema coyuntural o de ‹‹desaceleración›› de un ‹‹sector›› que, en realidad, por la naturaleza y los intereses que guiaron su surgimiento y desarrollo, ha estado siempre en crisis. La Arqueología Profesionalnació muerta. Y la actual crisis económica, al igual que para otras tantas cosas, sólo ha hecho sacar a flote sus miserias y desenmascarar sus contradicciones.
Aviso también a algunos lectores que lo que a continuación podrán leer no se parece en nada a la visión de la arqueología romántica que desde siempre se nos ha vendido. Aquí no se hablará de si el futuro de la arqueología está en manos de ‹‹Indiana Jones o Lara Croft››, sino de la cruda y dura realidad, la de una Arqueología Profesional indigna, en la que todos y sin excepción, liderados por el manto supremo de las administraciones (des)competentes, hemos sido partícipes, voluntaria o involuntariamente, de la destrucción sistemática del Patrimonio Arqueológico. Y todo ello sin rozar por un instante los límites sociolaborales de la subsistencia, que, por encima de templos malditos, arcas perdidas y copas divinas, ha sido nuestro más ansiado y fallido descubrimiento.
La Arqueología Profesional surgió en España en los años ochenta del siglo pasado. Hasta ese momento, la actividad arqueológica había sido monopolizada por departamentos universitarios, museos y otras instituciones afines que practicaban toda una suerte de endogamia de elites intelectuales cuyos resultados, más allá de servir para realzar la gloriosa providencia de una supuesta historia nacional, pocas veces trascendían a otros niveles de la sociedad. Sin embargo, el desarrollo urbanístico hizo que comenzaran a aparecer multitud de yacimientos arqueológicos y los equipos de investigación universitarios, con medios materiales limitados, rápidamente se vieron desbordados para hacer frente a tal volumen.
Paralelamente, el ‹‹boom›› del turismo que se vivía en España hizo que las emergentes administraciones públicas empezaran a considerar elpotencial turístico y sobretodo económico que podían encerrar los restos arqueológicos. Al hilo de ello se desarrollaron las primeras legislaciones de Patrimonio, las cuales pregonaron a los cuatro vientos un supuesto valor ‹‹público›› de los restos arqueológicos, pero en realidad terminaron condenando a la actividad arqueológica a convertirse en un mero instrumento mediador, en un ‹‹intermediario técnico››, al servicio de los verdaderos intereses económico-turísticos que eran confundidos con ese ‹‹interés general›› de ‹‹lo público››.
Se trataba pues de una fórmula peligrosa —como así se ha demostrado— ya que se corría el riesgo de que todos aquellos restos arqueológicos que no pasaran por el filtro de ese ‹‹interés›› no fueran conservados y terminaran siendo destruidos o condenados al ostracismo en polvorientos almacenes de museos. Así nació la Arqueología Profesional. No por un interés científico, ni siquiera patrimonial, sino para dar cabida y sentido en clave de explotación económica y turística a toda esa serie de nuevos yacimientos que iban apareciendo como consecuencia del desarrollo urbanístico.
Por aquel entonces hacía falta alguien que definiera qué hacer, qué significaba ese ‹‹interés›› y cómo debía ser la práctica arqueológica. A la cita faltaron intelectuales y arqueólogos, perdiéndose así una oportunidad única para haber abierto un debate, para redefinir el terreno de la práctica arqueológica, para confrontar ciencia y profesión. Sin embargo, ese papel, como hemos dicho, vinieron a desempeñarlo lasnuevas consejerías autonómicas en materia de Patrimonio. Sociológicamente reprodujeron el rol que hasta entonces habían desempeñado los departamentos universitarios, y lejos de dinamizar la práctica arqueológica la convirtieron en una actividad todavía más endogámica mediante el despliegue de fuertes dosis de nepotismo.
Por un lado desarrollaron lo que se conoce como Arqueología Sistemática o de Investigación, en clara continuidad con lo que había sido la práctica arqueológica hasta entonces. Se pretendía que los departamentos universitarios siguieran acaparando los yacimientos en los que ya trabajaban y, a cambio de importantes subvenciones, que también dedicaran esfuerzos a la búsqueda de ese ‹‹interés›› e investigaran cómo podían ser explotados económicamente. Fue la época en la que empezó el ‹‹boom›› de las musealizaciones y las puestas en valor con el fin de atraer a la mayor cantidad posible de turistas. Pero lo más llamativo fue que la administración se reservó ‹‹derecho de admisión››, es decir, que dictaminaba quién podía o no investigar y sobretodo intervenir en un yacimiento. El mercadeo de permisos de autorización hizo que se dispararan unas redes clientelares transversales entre universidades y delegaciones de patrimonio y que aparecieran así los monopolio que unos cuantos han mantenido sobre los ‹‹grandes conjuntos arqueológicos››. Los arqueólogos que no se sumaron a esta práctica, o peor, la cuestionaron, directamente fueron condenados y apartados.
En cualquier caso esta práctica fue minoritaria. Para hacer frente a todo aquello que escapaba o no interesaba al marco de la Arqueología Sistemática, es decir, para encargarse de aquellos yacimientos que aparecieron o podían aparecer como consecuencias del aumento de los proyectos de edificación y de obra civil, surgió la (mal)llamada ‹‹Arqueología Preventiva››. El término está copiado de la Salvage Archaeology que se practica en otros países, pero por desgracia en España no se adoptó su naturaleza. Mediante planeamientos y evaluaciones prospectivas en las que intervienen de forma integral los distintos agentes sociales implicados, la Arqueología Preventiva (a la que dedicaremos el final de la segunda parte de este artículo) persigue el beneficio y el interés social-humanístico mediante la investigación, laconservación y la difusión de los restos arqueológicos. Por el contrario, la practicada en España, al estar subordinada exclusivamente al beneficio económico y la explotación turística, ha sido una Arqueología ad hoc,sustantiva e improvisada, que, por desgracia, la mayor parte de las veces ha terminado por convertirse en subexplotación y destrucción del Patrimonio al quedar casi siempre relegada a un papel secundario frente a otros intereses económicos más poderosos.
En mi opinión ¿cuál ha sido realmente, en la práctica, la fórmula seguida por esta Arqueología Profesional-Preventiva Básicamente la suma de tres elementos: liberalización en el mercado, nepotismo y entendimiento del Patrimonio en clave de explotación y beneficio económico directo. Analicemos que han supuesto cada elemento para los arqueólogos:
Desde el inicio, se nos hizo creer que las administraciones públicas no estaban en condiciones de financiar un volumen de actividades arqueológicas cada vez mayor. La solución fue liberalizar la práctica en el mercado de trabajo y hacer recaer los costes sobre los promotores de las obras que ocasionaban o podían ocasionar la aparición de restos arqueológicos. Rápidamente, el panorama se llenó de arqueólogos autónomos y a sueldo desperdigados por las innumerables obras españolas. Se trató pues, de convertir la Arqueología en una profesión liberal; sin embargo, esto nunca ha llegado a materializarse en la práctica. Resulta curioso además que las intervenciones pasaran a ser costeadas por aquéllos que más interesados estaban en que no existieran restos arqueológicos o en que los que aparecieran fueran destruidos para así proseguir con sus menesteres. Somos muchos los que hemos vivido con asombro y denunciado constantemente esta contradicción, pero las administraciones, todavía hoy, siguen apostando por ella y viéndola como la única alternativa posible.
En cualquier caso, se perfiló un escenario lamentable en el que los arqueólogos profesionales llevamos la peor parte. Por un lado nuestrotrabajo es visto, y en consecuencia retribuido, como una intromisión por parte de promotores. Surgió aquí el famoso tópico de ‹‹los que paran las obras››, que nos ha granjeado la enemistad y el odio de todos los que en ellas participan. Por otro lado, también hemos sido tildados por ‹‹arqueólogos de gabinete›› de universidades y administraciones, de ‹‹mercenarios››, de vendernos al servicio de promotores y lucrarnos de la destrucción sistemática de los yacimientos arqueológicos.
De poco han servido que los casos de negligencia hayan sido mínimos y que la mayoría de los atentados que se han realizado sobre el Patrimonio hayan sido con el beneplácito de las administraciones (des)competentes, las cuales casi siempre han terminado plegándose ante los intereses económicos de los promotores cuando no atisbaban un interés económico–turístico en los restos sacados a la luz por los arqueólogos profesionales. Nadie en su sano juicio podría negar que las políticas patrimoniales de conservación arqueológica han constituido hasta la fecha una verdadera ‹‹chapuza››. No obstante, es común que en nuestra sociedad siempre se culpe de ello a la parte más débil de todas las implicadas, y que el caso Cercadilla de Córdoba haya convertido a todos los arqueólogos profesionales en mercenarios al tiempo que se exime de culpa a las administraciones.
Pero además, a la hora de hacer estos juicios, las administraciones no han tenido en cuenta las condiciones laborales y materiales que rodeaban al trabajo de los arqueólogos. De hecho, se puede afirmar, contrariamente a lo expuesto en el artículo de Europa Press, que en España no ha existido en sentido estricto un verdadero ‹‹sector de la Arqueología››, de ahí que haya que dudar de esa cuantificación tan optimista que hacen del mismo. Me baso en que burocráticamente sí se ha regulado todo, pero en lo que a cuestiones sociolaborales y empresariales se refiere no. No existen convenios laborales específicos(salvo los casos excepcionales y muy recientes de Cataluña y Galicia con nula o dudosa aplicación). No se sabe quién es un arqueólogoqué hacequé tipos de arqueólogos pueden habercuáles son sus funciones o cuál es su jornada de trabajo. Es también llamativo que una actividad tan especializada haya estado regulada por convenios tan dispares y alejados como el de la construcción, la jardinería, las minas abiertas o el ambiguo estatuto general de los trabajadores. Si pidiéramos la vida profesional de un arqueólogo veríamos que éste nunca ha trabajado como tal, sino como peón de la construcción, jardinero, oficial de primera… y sólo en muy raras ocasiones se le ha aplicado una categoría en términos formativos similar como la de geógrafo, topógrafo o arquitecto.
Esta indefinición se ha traducido en explotación laboral, jornadas abusivas, sueldos miserables y una cobertura social todavía más deplorable. Al no existir unos mínimos socioprofesionales ni un código deontológico —condición sine qua non para hablar de profesión liberal— las leyes de mercado han terminado por desbordar la propia naturaleza de la práctica arqueológica. A los promotores nunca les ha interesado contar con un estudio arqueológico de calidad, eso del I+D+I, sino buscar a arqueólogos que ejecutaran las intervenciones en el menor tiempo posible y a muy bajo costeLa competencia ha sido demencial y como es lógico ha sido inversamente proporcional al surgimiento de una auténtica Arqueología Profesional y unas condiciones socioprofesionales dignas. Por poner un ejemplo, el estudio de los restos arqueológicos ha sido nulo, ya que los promotores no iban a costear una investigación que fuera más allá de los informes de gestión que les certificaban poder proseguir con sus obras. Consecuentemente,podemos afirmar que lo que se ha practicado ha sido una violencia sistemática que ha atentado contra el Patrimonio y los propios pilares científicos del conocimiento arqueológico.
En resumen, se vislumbra una profesión que no se parece en nada al mito de Indiana Jones ni a la lectura que nos presenta el artículo de Europa Press. ¿Pero por qué las administraciones de Patrimonio no han hecho nada por mejorar esta realidad, empezando por la indefinición socioprofesional de los arqueólogos? La respuesta, que sé que no gustará a muchos, la reservo para el siguiente artículo, aunque adelanto ya que nunca ha interesado por ser contradictorio con el nepotismo institucional practicado.
Bibliografía|
ALMANSA SÁNCHEZ, J. (Eds), “El futuro de la Arqueología en España“, JAS Arqueología SLU, Madrid, 2011.
CRIADO BOADO, F., BARREIRO MARTÍNEZ, D. Y AMADO REINO, X., “Arqueología y Obras Públicas ¿excepción o normalidad?”. II Congreso Internacional de Ingeniería Civil, Territorio y Medio Ambiente, pp. 1707-1730, Asociación de ingenieros de caminos, canales y puertos, Santiago de Compostela, 2004.
CRIADO BOADO, F. Y CABRJAS DOMÍNGUEZ, E., “Obras Públicas e Patrimonio: estudo arqueolóxico do Corredor do Morrazo”. TAPA 35, pp. 1-220, Instituto de Investigación Tecnológica: Laboratorio de Arqueología y Formas Culturales, Santiago de Compostela, 2005.

NEVILLE RESISTE A LA PLAGA

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1 comentario:

  1. Hola me gustaría citar este artículo web y me gustaría que me aclarasen desde la página historiayarqueologia.com dos cuestiones:
    1) el link al que se remite al principio del artículo no funciona... ¿es este artículo un resumen o reseña de este otro inaccesible?
    2) Veo que en la url del post aparece 2016... ¿es ese el año de publicación correcto? ¿tiene un autor?
    ¡Muchas gracias!

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