El descubrimiento que cambiará el conocimiento de la Historia Antigua

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Se entiende que la imagen del puente representa a Hércules vestido con la piel del león de Nemea

El descubrimiento de dos nuevas ciudades hasta ahora desconocidas en dos lugares clave de la historia antigua, Grecia y la Hispania romana, van a cambiar sustancialmente el conocimiento que teníamos de la antigua realidad de esos espacios y de su desarrollo histórico.

Se trata de dos hallazgos únicos, y, en cierto modo, paralelos: bajo dos colinas de dos zonas que hasta ahora eran tradicionalmente consideradas poco urbanizadas en la antigüedad.

En cuanto a la primera, ya Homero ponderaba la rica Tesalia, de pastos opulentos y famosa por sus caballos y su ganado. En la antigüedad era proverbial también, aparte de la destreza de sus jinetes, el poco desarrollo urbano y escasa sofisticación de la zona, que se tenía como una cierta periferia del mundo griego antiguo de las ciudades-estado, plagada de leyendas antiguas, brujería y magia. Sin embargo, un grupo de arqueólogos suecos, británicos y griegos han sacado de debajo de la colina de Strongilovoúni una importante ciudad griega básicamente desconocida en el yacimiento de Vlochós.

En la nueva polis, que ahora toca identificar sobre las fuentes literarias a la espera de materiales que desvelen más información, han aflorado restos de un valor muy notable y que dan testimonio de una ciudad de proporciones que nada tienen que envidiar a otras del Peloponeso o del vecino sur y cuyo apogeo se encuentra en el siglo IV a.C. Había, pues, grandes «poleis» en Tesalia, cuyo auge, sin duda propiciado por el declinar del poderío de Atenas y de Esparta, habría coincidido con las hegemonías de Tebas y la posterior estrella ascendente de Macedonia. Tesalia, una llanura de paso, habría estado dominada por este emplazamiento privilegiado, en una colina desde la que se podría controlar el rico territorio de tránsito, que se habría beneficiado así de un cambio del peso específico del poder griego en la política de las «poleis» del siglo IV a.C., justo antes del ascenso de Filipo II y de su hijo Alejandro.

La ciudad tiene su apogeo en todo ese siglo y prolonga su actividad durante el reino antigónida, sucesor de Alejandro, y hasta la conquista romana. Parece que es la llegada de los romanos, a partir del siglo II y con la simbólica toma de Corinto, la que marca el principio de su declive. En todo caso el hallazgo de la colina de Strongilovoúni desvela otra historia antigua de Grecia y revaloriza una zona hasta hace poco consideradas marginal y carentes de importancia.

Núcleo urbano

Otro tanto ocurre con los espectaculares datos que arroja la nueva prospección arqueológica realizada en la provincia de Guadalajara, que apunta a una gran ciudad romana, de unas 12 hectáreas, comparable en tamaño con grandes centros provinciales de la Hispania antigua, como por ejemplo la antigua Pamplona. El hallazgo de la ciudad romana del Cerro de la Virgen de la Muela, en Driebes, no lejos del límite con la Comunidad de Madrid, constituye una importante novedad en el panorama de la investigación arqueológica de la Hispania romana en una zona de su centro que no se tenía por urbanizada. El equipo que lo ha investigado no sólo ha constatado la existencia de un núcleo urbano, sino que –y a diferencia de lo ocurrido en Grecia– también ha querido postular una posible identificación con la Caraca de las fuentes antiguas, ciudad sobre cuya localización se ha vertido mucha tinta desde el Renacimiento.

Aunque algunos autores han considerado que este yacimiento antiguo se corresponde con otras poblaciones como Taracena o Carabaña, la situación geográfica de este cerro encajaría perfectamente con la información ofrecida por Ptolomeo y, en especial, con el itinerario tardorromano del Anónimo de Rávena, que localizaba Caraca entre las ciudades de Segóbriga (Saelices, Cuenca) y Complutum (Alcalá de Henares) en una calzada que conectaba esta última urbe con Carthago Nova (Cartagena), uno de los puertos más importantes de la antigua Hispania. Esta vía parece haberse fundamentado principalmente en la explotación y transporte de una de las principales exportaciones que el interior peninsular ofrecía al Imperio romano, el espejuelo o lapis specularis, un mineral transparente emparentado con el yeso usado en las ventanas romanas que, finalmente entró en crisis con la difusión del vidrio en el siglo II, lo cual está posiblemente en relación con el final de la ciudad.

También fue importante en este núcleo urbano la explotación de la fértil vega del Tajo y el esparto, planta herbácea que tuvo múltiples usos en la Antigüedad.

Por último, el empleo de las nuevas tecnologías en la arqueología, como el georradar, permite realizar importantes avances en la investigación. En este caso se aprecian, por ejemplo, los restos de las calles (Cardo y Decumanus), el foro, las termas y un posible mercado, así como múltiples viviendas se encuentran en un estado de conservación excepcional, lo cual debe ser confirmado mediante la realización de excavaciones arqueológicas en tan importante enclave.

Hay que destacar también la exitosa colaboración de entidades públicas y privadas, universidades y administraciones, y los buenos oficios del equipo de investigación, encabezado por Emilio Gamo, profesor-tutor de la UNED de Madrid, y Javier Fernández, gestor del Monasterio de Monsalud. No todo está escrito en la historia antigua y tanto Vlochós como Driebes proporcionan pistas valiosísimas sobre el devenir histórico de sus áreas y contextos, cambiando la visión que los historiadores de la antigüedad teníamos de esos lugares. En suma, dos ciudades hasta ahora ignotas, en Grecia y en España, vienen a cambiar el conocimiento de nuestro pasado.

Fuente: David Hdez. de la Fuente / La Razón

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