Las “sofisticadas” armas mortales de hace 14.000 años

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Investigadores de la Universidad de Washington (Seattle) recrearon antiguas puntas de proyectiles para probar su efectividad. De izquierda a derecha: piedra, microcuchilla y punta de hueso. Janice Wood.

No hay mejor forma para saber la calidad de algo que utilizándolo. Un equipo de investigadores de la Universidad de Washington querían saber si las armas de los cazadores recolectores de la época final del Pleistoceno (hace entre 14.000 y 10.000 años) eran especialmente buenas. Así que decidieron reconstruir las herramientas con las que cazaban a sus presas y se han encontrado que eran mucho más “sofisticadas” de lo que se podía esperar.

Los antropólogos Janice Wood (izquierda) y Ben Fitzhugh (derecha) señalan, en un artículo publicado en el Journal of Archaeological Science , que los distintos tipos de proyectiles que se usaban en aquella época en el Ártico (en territorio de lo que hoy en día es Alaska) tenían una efectividad excepcional, sobre todo teniendo en cuenta la tecnología de la época.
”Los cazadores recolectores de hace 12.000 años eran más sofisticados de lo que esperábamos”, asegura Fitzhugh en un comunicado. “Nunca habíamos pensado que tuvieran ese tipo de sofisticación. Tenían una comprensión muy completa de las diferentes herramientas y las mejores armas para las diferentes condiciones de presa y disparo“, añade.

Fitzburgh y Wood tuvieron que convertirse en una especie de detectives históricos para hallar tantas muestras distintas de puntas de flecha como pudieran para poder comparar su eficiencia. Decidieron estudiar el primer registro arqueológico de Alaska, que data de una época posterior a la Edad de Hielo (que comenzó hace 110.000 años y finalizó hacia el 10.000 a.C. y fue la última de las cuatro glaciaciones del Pleistoceno).

En ese momento histórico, además de recolectar plantas y bayas, los grupos nómadas cazaban caribús, renos y otros animales, generalmente usando lanzas, dardos o arcos y flechas. Como la madera no se ha preservado, las distintas armas se diferencian en el registro arqueológico básicamente por sus diferentes puntas de piedra y hueso.

Un grupo de caribús de Alaska (iStockphoto)

Con el hándicap de no contar con ningún estudio balístico previo sobre las armas usadas en Siberia y en las zonas árticas de América del Norte y sin saber, tampoco, si los diferentes tipos de puntas se asociaron solo con ciertas tribus que se habrían especializado en tipos muy particulares de caza.
Los antropólogos de la Universidad de Washington se centraron en las puntas rudimentarios hechas de hueso afilado, asta o marfil; las puntas de piedra más intrincadas y escamosas conocidas popularmente como “puntas de flecha”; y una punta compuesta de hueso o cornamenta con micro-cuchillas de piedra con forma de hoja de afeitar incrustadas alrededor de los bordes.

“Se acepta que diferentes tipos de puntas se desarrollaron en África y Eurasia y se llevaron a Alaska antes del final de la Edad de Hielo. Estos tres modelos probablemente fueron inventados en momentos diferentes pero se mantuvieron en uso en la misma época, cada una con sus ventajas”, afirma Janice Wood.

La investigadora viajó hasta Fairbanks (Alaska) para montar un pequeño taller de reconstrucción de armas. Allí diseñó 30 proyectiles, 10 de cada tipo, tratando de utilizar los mismos materiales que en la prehistoria. Buscó madera de álamo y la fijó a las diferentes puntas con un adhesivo hecho a base de alquitrán de abedul. Los antiguos habitantes de Alaska usaban atlatls (una especie de tirador), pero Wood se decantó por un arco de arce para disparar las flechas con mayor control y precisión.

Para la punta de hueso, modelada a partir de una punta de marfil de hace 12.000 años encontrada en Alaska, la antropóloga molió un hueso de vaca. Para la punta de piedra, usó un martillo para golpear la obsidiana en escamas y luego las formó en puntas modeladas a partir de una muestra de hace 13.000 años. Y para la punta de micro-cuchilla (reflejo de un raro resto arqueológico de hace 8.000 años), Wood usó una sierra y papel de lija para moler los cuernos de un caribú.


“Los cazadores de ese período fueron lo suficientemente sofisticados como para reconocer cuál era la mejor punta para usar en cada ocasión. Trabajaban en grupos y necesitaban completar cacerías con éxito y en el menor tiempo posible para evitar riesgos”, argumenta la investigadora.
Las puntas óseas perforaban con eficacia, la piedra provocaba una mayor incisión y la micro-cuchilla era mejor generando heridas laceradas. “Tenía que ver con el animal en sí. Los animales reaccionan de manera diferente a las distintas heridas. Y hubiera sido importante para estos cazadores nómadas derrotar al animal de manera eficiente. Estaban buscando comida“, añade.


”Nuestros antepasados ​​-dice Wood- pensaban en la eficacia y la eficiencia, lo que pudo haber influido en los animales a los que apuntaban. Un animal que era más fácil de matar quizás fue atacado con mayor frecuencia, lo que podría, junto con los climas cambiantes, explicar por qué animales como el caballo desaparecieron del Ártico. Un disparo al pulmón era letal para los primeros équidos. Un caribú, en cambio, podía seguir huyendo”.

Fuente: lavanguardia.com | 1 de febrero de 2018

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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