Este mapa del noroeste de India y Pakistán muestra las ubicaciones de los antiguos asentamientos del Indo. Aunque algunas de las ciudades más grandes se encuentran junto a los ríos modernos del Himalaya, la mayoría de las aldeas se encuentran en áreas no alimentadas por ríos importantes. Crédito: PJ Mason / S. Gupta (Imperial College London) (Datos para el mapa cortesía de la NASA y el Servicio Geológico de los Estados Unidos).
Científicos internacionales parecen haber descifrado un enigma de la civilización india, considerada una de las tres más antiguas del mundo.
Un equipo de investigadores indios, británicos y daneses ha logrado entender que la civilización nació y floreció sin un gran río. El estudio ha sido publicado en la revista Nature Communications y ha sido dirigido desde el Instituto Indio de Tecnología de Kanpur y desde el Imperial College de Londres.
El profesor Sanjeev Gupta (izquierda), director principal del Departamento de Ciencias e Ingeniería de la Tierra en en Imperial College de Londres, dijo: "Los hallazgos desafían nuestra comprensión actual de cómo la urbanización en muchas civilizaciones antiguas comenzó y creció en relación con los recursos naturales. Contrariamente a la creencia actual, fue la desecación de un gran río, en lugar de su formación, lo que provocó el crecimiento de los centros urbanos del Indo".
Esta sociedad habitaba en lo que hoy es el noroeste de India y Pakistán y logró un alto nivel de desarrollo hace unos 5.300 años, gracias en gran parte al sustento de un río que luego se secó o desapareció de otro modo. Por lo menos, solía pensarse que sucedió así.
Los libros de historia enseñan que la sociedad del valle del Indo surgió a lo largo de las orillas del río Sutlej. No obstante, la nueva evidencia indica que aquel río había cambiado su curso y desaparecido antes de que el pueblo del Indo se hubiera asentado en la región.
El profesor Rajiv Sinha (derecha), codirector del IITK, dijo: "Ahora sabemos que, dadas las condiciones adecuadas, los valles que han perdido sus ríos aún pueden servir como fuente de agua, y que la civilización tampoco se habría visto amenazada por el riesgo de devastadoras inundaciones que conlleva vivir junto a un gran río".
Es un hecho ciertamente sorprendente, dado que los pueblos más antiguos siempre se establecían alrededor de los ríos para beneficiarse de las oportunidades que estos ofrecían. Esto ocurrió, sin ir más lejos, con Egipto y Mesopotamia.
Una calle excavada en el enclave de Kalibangan, un asentamiento de la Edad del Bronce que se encuentra a la derecha a lo largo del paleocanal Ghaggar-Hakra, visible al fondo. Crédito: S. Gupta / Imperial College London
Los investigadores usaron imágenes satelitales para trazar el curso del río Sutlej a través del tiempo, y determinaron que sí formaba del cauce donde florecía la civilización.
Sin embargo, cuando intentaron poner fechas a los sedimentos en el canal dejado por el río, descubrieron que no había atravesado esa región durante más de 8.000 años.
Una imagen satelital compuesta de Landsat 5 muestra el paleocanal Ghaggar-Hakra en azul oscuro. El antiguo canal del río dejó atrás una zona baja rica en aguas subterráneas y tierra fangosa. Crédito: PJ Mason / S. Gupta (Imperial College London) (imágenes Landsat cortesía del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA y el Servicio Geológico de los EE. UU.)
La cultura india (harappa) existía en el valle del río Indo y tenía un nivel de desarrollo muy alto. En sus ciudades había alcantarillado y baños públicos, y en las aldeas, sistemas de riego.
Un equipo de arqueólogos ha encontrado un hallazgo único en la cueva Vlakno, en la isla de Dugi Otok, en Croacia.
Mientras investigaban la cueva de Vlakno, los arqueólogos descubrieron una figura de Venus paleolítica en una capa de más de 15.000 años de antigüedad, informa Zadarski.hr.
La figura, que ha sido nombrada "Lili" por los arqueólogos, es un hallazgo único no solo en Croacia, sino también en Europa. Según Dario Vujević, del Departamento de Arqueología de la Universidad de Zadar, se han descubierto ejemplos similares en Dolni Vestovice, en la República Checa, y en Mal'ta, Rusia.
Aunque la estatuilla hallada no tiene, por ejemplo, las características prominentes de la famosa Venus de Willendorf, Austria, los objetos de este tipo se describen casi exclusivamente como personajes femeninos y entran en la categoría de las llamadas Venus paleolíticas. La mayoría han sido desenterradas en Europa, ostentando cabezas pequeñas, caderas anchas y piernas que se estrechan hasta cierto punto.
Foto: entrada a la cueva de Vlakno.
La mayoría de las figuras de Venus se remontan a hace 26.000-21.000 años.
La cueva Vlakno es un sitio interesante para los arqueólogos ya que ha proporcionado descubrimientos como los restos del hombre dálmata más antiguo.
"Fue nombrada Lili en honor a una colega que ha participado activamente en la exploración de cuevas durante muchos años. La estatuilla está ahora en proceso de conservación, después de lo cual será examinada científicamente antes de ser presentada", dijo Dario Vujević, sin descartar que la figurilla se convierta, en el futuro, en un reconocible recuerdo de Dugi Otok.
Entrada a la exposición del delegado Alfredo Valdivia, el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, y la delegada del Gobierno, Gracia Fernández. Fran Muñoz.
El Museo de Almería acoge desde la muestra 'Dioses, tumbas y gentes. Baria, ciudad fenicia y romana', organizada por la Consejería de Cultura de la Junta, que quiere trasladar los resultados de más de un siglo de investigaciones sobre la ciudad fenicia de Baria en Cuevas del Almanzora (Almería).
El Gobierno andaluz ha informado en una nota de que más de 400 piezas procedentes de los fondos del Museo de Almería y del Museo Arqueológico Nacional relatan los catorce siglos en la historia de la urbe, desde su fundación por los fenicios hacia el siglo VII a.C hasta su "completo abandono a finales del siglo VII o principios del VIII, coincidiendo con los inicios del periodo andalusí". La exposición, inaugurada esta noche por el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, muestra las relaciones que los colonizadores fenicios tuvieron con griegos, iberos y romanos a lo largo de la historia.
El argumento de la muestra se centra es aspectos temáticos sobre la sociedad fenicia y su plasmación en la ciudad de Baria, como las condiciones de vida, el trabajo o la religión, que aportan el atractivo panorama de una cultura completamente exótica en el suelo peninsular.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 8 de julio de 2018, está dividida en siete ámbitos temáticos: 'Introducción: historia de la investigación en Baria y los orígenes de la presencia fenicia en la depresión de Vera'. 'El territorio, los recursos, el poblamiento autóctono'; 'La vida: la vivienda, el atuendo, el ajuar personal y doméstico'.
El resto de apartados son 'El comercio: la producción agrícola, ganadera, salazones, minería y metalurgia'; 'Los griegos y los íberos: otros yacimientos como El Chuche'; 'Los dioses: la religión fenicia en Baria: divinidades y santuarios'; 'Amigos y enemigos: las relaciones exteriores a través del comercio anfórico. Las relaciones con los iberos. La conquista de Baria por Escisión'; y 'La muerte: la necrópolis de Baria. Rituales y prácticas funerarias'.
Durante el período de apertura de la exposición se prevé un amplio programa de acción cultural asociado a la misma, en colaboración con la Universidad de Almería y la Asociación Luis Siret de Amigos y Amigas del Museo de Almería.
Entre otras actividades, se ha diseñado un programa didáctico sobre el mundo fenicio y romano para todas las edades: talleres, visitas, recreaciones, desde diciembre, y se ha organizado un ciclo de conferencias "Baria y su tiempo", a partir del 20 de diciembre.
Asimismo, se ha diseño un material didáctico, tanto para el docente como para el alumnado, como recurso de apoyo a la visita ya disponible, y se han organizado una serie de rutas y visitas temáticas sobre el mundo fenicio que se llevaran a cabo desde enero 2018 un sábado al mes.
También se prevé la celebración de un curso para el profesorado con Baria fenicia y romana como eje central de la jornada formativa en febrero 2018, se presentará el catálogo de la exposición en marzo y se celebrará un coloquio científico sobre Baria en relación a su territorio y las investigaciones sobre el sudeste durante mayo y junio. EFE
Foto: Excavación arqueológica en Ebbsfleet, con vistas a la bahía de Pegwell – UNIVERSIDAD DE LEICESTER.
Arqueólogos de la Universidad de Leicester han descubierto la primera evidencia de la invasión romana de Gran Bretaña por Julio César en el año 54 antes de Cristo. El primer desembarco de la flota romana tuvo lugar en Pegwell Bay en la Isla de Thanet, en la punta noreste de Kent. Este lugar coincide con el propio relato de César de su llegada a lo que sería Britania y tres pistas sobre la topografía del lugar coinciden con que el desembarco se produjera en Pegwell Bay: su visibilidad desde el mar, la existencia de una gran bahía abierta y la presencia de un terreno más alto cercano. La investigación de la Universidad de Leicester, financiada por Leverhulme Trust, fue impulsada por el descubrimiento de una gran zanja defensiva durante las excavaciones arqueológicas previas a la construcción de una nueva carretera.
Foto: La zanja defensiva encontrada en Ebbsfleet – UNIVERSIDAD DE LEICESTER.
La forma de la zanja hallada en Ebbsfleet, una aldea de la isla de Thanet, es muy similar a algunas de las defensas romanas en Alesia (Francia), donde tuvo lugar la batalla decisiva de las Galias en el año 52 antes de Cristo. De unos 4-5 metros de ancho y 2 metros de profundidad, está fechada por los restos de cerámica hallados en el siglo I a.C. El tamaño, la forma, la fecha de las defensas en Ebbsfleet y la presencia de armas de hierro, incluyendo un pilum romano (jabalina) sugieren que el sitio en Ebbsfleet fue una base romana en en el siglo I a.C.
Foto: El pilum romano UNIVERSIDAD DE LEICESTER.
El sitio, con vistas a la bahía de Pegwell, se encuentra a unos 900 metros hacia el interior, pero en el momento de las invasiones de Julio César estaba más cerca de la costa. César narra que mientras navegaban desde algún lugar entre Boulogne y Calais, vieron al amanecer Gran Bretaña a lo lejos a su izquierda. Describe cómo los barcos quedaron fondeados en una playa lisa y abierta y cómo resultaron dañados por una gran tormenta. Estos datos se corresponden con Pegwell Bay, la bahía más grande en la costa este de Kent, abierta, llana y lo suficientemente grande como para que todo el ejército romano hubiera desembarcado en un único día como cuenta Julio César. Las 800 naves habrían necesitado de un ancho de unos dos kilómetros.
César también relata que los britanos se habían agrupado para hacer frente a la invasión, pero se vieron sorprendidos por el tamaño de la flota y se refugiaron en un terreno más elevado, que podría corresponderse con el que existe en la Isla de Thanet alrededor de Ramsgate. «Estas tres pistas sobre la topografía del lugar del desembarco; la presencia de acantilados, la existencia de una gran bahía abierta, y la presencia de un terreno más elevado en las cercanías, son consistentes con el desembarco del año 54 a.C. que se produjo en Pegwell Bay», según explica Andrew Fitzpatrick, investigador asociado de la Escuela de Arqueología e Historia Antigua de la Universidad de Leicester.
Foto: La invasión de César en 54 a.C. – UNIVERSIDAD DE LEICESTER.
Hasta ahora nunca se había considerado a la isla de Thanet como posible lugar del desembarco romano porque estaba separada del continente hasta la Edad Media. «Sin embargo, no se sabe la anchura del canal que lo separaba de la parte continental (el Canal Wantsum)», añade el investigador, que explica que «este canal no era una barrera significativa para la gente de Thanet durante la Edad del Hierro y ciertamente no habría sido una gran desafío a las capacidades de ingeniería del ejército romano».
El último estudio completo de las invasiones de César se publicó hace un siglo, en 1907. Durante mucho tiempo se ha creído que las invasiones fueron un fracaso, ya que César regresó a Francia sin dejar una fuerza de ocupación. También se creía que, debido a que estas campañas eran breves, habrían dejado pocos restos arqueológicos. Los investigadores de la Universidad de Leicester creen, sin embargo, que en Roma estas campañas fueron vistas como un gran triunfo y el hecho de que César hubiera llegado más allá del mundo conocido causó sensación. También sugieren que la invasión romana tuvo efectos de larga duración en Gran Bretaña, que se constataron casi un siglo después, durante la invasión de Claudio.
El profesor Colin Haselgrove, investigador principal del proyecto de la Universidad de Leicester, cree probable que los tratados establecidos por César formaran la base de las alianzas entre Roma y las familias reales británicas. Cuando el emperador Claudio invadió Gran Bretaña en el año 43 d.C., la conquista del sudeste de Inglaterra se cree que fue rápida, posiblemente porque los reyes de esta región ya eran aliados de Roma. «Este fue el comienzo de la permanente ocupación romana de Gran Bretaña, que incluía a Gales y parte de Escocia, y que duró casi 400 años, lo que sugiere que Claudio explotó más tarde el legado de César», afirma.
Una mujer nepalí separando el arroz de su cubierta.NAVESH CHITRAKARREUTERS
Las mujeres de la prehistoria tenían unos brazos que ni las atletas del club de remo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). El estudio de los huesos de restos de féminas de hace más de 6.000 años muestra una relación entre el húmero de los brazos y la tibia de las piernas que solo se explica por una intensiva carga de trabajo en las extremidades superiores. Fue por entonces cuando las comunidades europeas comenzaron su transición a la agricultura. Aquella gran revolución habría tenido entonces un mayor protagonismo femenino oscurecido hasta ahora.
Hasta la llegada del Neolítico, las poblaciones humanas dependían fundamentalmente de la caza y la recolección. Estudios de los huesos habían demostrado que, al menos en los hombres, se había ido produciendo un declive de la resistencia, de la fuerza de la tibia, el principal sostén óseo de las piernas. La explicación más lógica es que, al sustituir las largas caminatas propias de las jornadas de caza por labores agrarias, siempre más sedentarias, los huesos de las extremidades inferiores soportarían menos carga de trabajo y se habrían ido adaptando. Pero, ¿qué sucedió con la osamenta de las mujeres?
Modelo 3D creado tras el escaneo del hueso húmero de una mujer prehistórica granjera.
Para averiguarlo, investigadoras de las universidades de Cambridge y Viena (Austria) han estudiado la morfología y propiedades óseas de decenas de mujeres que vivieron y murieron en diversas épocas de los últimos 6.150 años en comunidades de Europa central. Para poder sacar toda la información a aquellos huesos, los compararon con los de mujeres de hoy. En particular, los cotejaron con tres grupos de deportistas: futbolistas semiprofesionales, triatletas que han competido en campeonatos del mundo y remeras de clubes de élite. Es fácil imaginar que cada deporte exige un esfuerzo diferente del aparato musculoesquelético. Como grupo de control, también analizaron los huesos de mujeres activas pero no deportistas. "Comprobamos que, durante los primeros 5.500 años de la agricultura, las mujeres prehistóricas tenían unos huesos de los brazos más fuertes que los de la mayoría de las mujeres de hoy, incluso más que los de las remeras", dice la investigadora de Cambridge y principal autora del estudio, Alison Macintosh(izquierda).
En concreto, encontraron que aquellas mujeres tenían, de media, los húmeros de los brazos un 30% más fuertes que los de las activas de hoy y hasta un 16% más que las remeras. Para hacerse una idea, el remo es un deporte que exige mucho esfuerzo a los músculos del tronco y los huesos de los brazos. Las remeras del estudio entrenan más de 20 horas semanales, recorriendo unos 200 km a la semana desde hace al menos siete años.
Macintosh ya había publicado en 2014 otro trabajo que ponía en paralelo el avance de la agricultura en Europa con los cambios en los huesos de los hombres. Allí, confirmaba que la parte central de la tibia (diáfisis) se fue haciendo más recta y ocupando un área total menor a medida que se hacían más sedentarios. En las mujeres, cuya respuesta esquelética a las presiones continuadas es menos marcada, el nuevo trabajo, publicado en Science Advancesmuestra que la relación de carga entre extremidades inferiores y superiores ha ido cambiando, ganando relevancia los brazos sobre las piernas.
Con molinos como este, de hace 5.000 años, las mujeres molían a mano el grano hasta obtener harina. CLAIRE H / WIKIMEDIA COMMONS
Una posible explicación a esta fuerza de los brazos podría estar en la molienda del grano. "No podemos decir concretamente qué prácticas estuvieron provocando la carga ósea que hemos encontrado. Sin embargo, una de las principales actividades en los primeros tiempos de la agricultura era convertir el grano en harina y esa tarea fue probablemente cosa de mujeres", apunta Macintosh. Aún hoy, en las sociedades agrarias tradicionales es una actividad central.
La antropóloga del University College de Londres, María Martinón (izquierda), recuerda que "los huesos son tejidos vivos que responden y se adaptan al tipo de actividad o estímulo a los que los sometemos". Para la investigadora española, no relacionada con el estudio, "esos cambios se pueden utilizar para inferir el estilo de vida o la actividad física de una población". Por eso considera relevante esta investigación: "Durante mucho tiempo hemos subestimado probablemente la actividad física y carga biomecánica de las actividades desarrolladas por las mujeres en la prehistoria, sobre todo en el periodo en el que adoptamos una cultura basada en la agricultura y la domesticación".
De hecho, otro de los resultados de la investigación de Alison Macintosh y sus colegas es que, además de la mayor fortaleza en los brazos, entre las mujeres de los primeros milenios de la agricultura existe una gran variedad de morfologías óseas entre las distintas muestras, lo que reflejaría el desempeño de variadas tareas agrícolas. Algunas las recuerda Martinón: "Plantar y recolectar cosechas, procesamiento del alimento como el molido del grano, el cuidado de los animales, acarreamiento de agua y alimento para el ganado, tratamiento de pieles... En otras palabras, las actividades físicas realizadas por las mujeres en este periodo han sido cruciales para el éxito de uno de los mayores hitos en la evolución y éxito demográfico del Homo sapiens, como fue la adopción de una cultura agrícola y ganadera".
Quedarían dos importantes incógnitas por despejar. Por un lado, si este fortalecimiento de los brazos femeninos también se produjo en otras regiones del planeta a medida que se expandía la agricultura. Por el otro, si, como sucedió con las mujeres, los brazos de los hombres también se fortalecieron, es decir, si su papel en la revolución agrícola fue tan relevante como en los tiempos de la caza y la recolección. El grupo de Macintosh ya piensa analizar el húmero de los hombres centroeuropeos de hace miles de años.
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